La usurpadora (12): Encerrona erótica bienvenida
Alfredo esta hundido después de la separación con su prima Sabina. Su madre y su tía se empeñan en arreglar la situación forzando una reconciliación muy sui generis. Dominación, filial, anal.
La usurpadora (12): Una encerrona erótica bienvenida
¿Por que narices alguien como yo que había llevado a cabo ni más ni menos que un parricidio e iniciado toda una secuela de perversiones sexuales a cual más desquiciada me había dejado llevar por los escrúpulos? ¿A que vinieron esos remilgos?
Cualquier que ejerciese el papel de dominante me habría acusado de ser como mínimo de un completo negado. La verdad es que fue un momento de duda y de no saber muy bien que querer y que hacer. En cierta forma en mi confluían dos formas de pensar que parecían estar en continua lucha. En mi afán de venganza por la muerte de mi madre biológica había deshonrado su memoria. Estoy completamente seguro que allá donde me viese, si existe una forma espiritual de vida eterna, para mi no tendría más que reproches merecidos. A la hora de efectuar la venganza contra mi padre había incurrido en sus peores pecados. Y ahora me sentía atrapado ya que ese veneno ya estaba imbuido fuertemente en mi. Ya no quería renunciar a la vida que mediante chantajes y depravaciones había conseguido.
Pero al mismo tiempo no quería seguir continuando exactamente por el mismo camino. No sabía muy bien que hacer. Al final el paso final para la resolución del conflicto en mi mente fue dado por quien menos me lo esperaba.
Se puede decir que durante la siguientes semanas vivía en una ligera depresión. A los pocos días me levantaba por las noches angustiado por la perdida de Sabina. Era como si yo mismo me hubiese arrancado parte de mi corazón en un acto de estúpida automutilación. Durante las clases mi prima y yo nos habíamos distanciado. Era curioso, pero aún nuestro enfrentamiento provocado de manera inepta por mi, no parábamos de cruzarnos miradas. Aquellas miradas casi se podía leer la palabra suplica. No nos dirigíamos la palabra, eso si. Pero el lenguaje corporal estaba pidiendo a gritos una reconciliación. Yo me sentía terriblemente avergonzado para dar el paso de pedirle perdón. Y por parte de ella la herida era muy reciente.
Desde luego mi madrastra se preocupó bastante ante mi más que significativa pena y trató de consolarme. Estoy muy seguro que mi prima sufrio más de lo mismo en su casa.
Llevaba unos cuantos días de ayuno sexual voluntario pero era un tema que Nadia y su hermana no estaban dispuestas a seguir tolerando por más tiempo. Al parecer decidierón de que no podía continuar así y decidierón afrontarlo por iniciativa propia. Bendita fue su idea de sacarme de mi desesperación. Aquella tarde mi retorno fue recibido con una “emboscada” en toda regla por parte de mis sirvientas.
La creatividad y la imaginación se había convertido en una virtud a destacar en ellas. Y aquella tarde me las encontré disfrazadas de una forma peculiar. Como unas estudiantes de un colegio de pago con sus uniformes a juego que resaltaban a conciencia sus curvas, unas dobles coletas recogidas. Y para rematar relamiendo unas piruletas. Todo ello aderezado de poses de niñas traviesas. Cien por cien efectivo para olvidar la congoja que me embargaba desde hacía una semana. Posteriormente me comentarón que lo hicierón para recordarme de forma indirecta a Sabina pero de forma lasciva. Y vamos que si lo consiguierón. Fue un cambio brusco que borró mi angustía en segundos.
Nadia – Profecito mio. Hemos sidos unas alumnas muy malas.
Abigail – Yo también , maestro.
Tanto Nadia como su hermana posaban alzando sus nalgas hacia arriba y de vez en cuando se daban algún azote en el trasero de la otra acompañada de un cómplice guiño dirigido hacia mi. No pude resistir y me anime a participar en el juego que me estaban proponiendo.
Yo – ¿Ah, si? Se os nota en rostro que algo malo habéis echo. Pero yo os haré confesar. No hay ninguna niña mala que se me resista.
Madrastra y tía sonrieron al ver que habían conseguido su propósito de introducirme en su red. Yo era perfectamente consciente desde el primer minuto de lo que pretendían y la verdad había sido un irresponsable dejándolas tanto tiempo desatendidas. Era el momento de resaltar de nuevo mi rol en la casa. Y es fantástico que sean tus esclavas las que te animen a recuperarlo cuando estás precisamente de bajón. Es un acto de suprema lealtad.
Me quité el cinturón de mi pantalón y realicé ademanes amenazantes con él. Madre y tía huyeron a toda prisa de mi intimidación. No tarde mucho en percatarme que no estaba completamente equipado. Me faltaba algo con que inmovilizar a mis presas. Para ello tenía un surtido completo con el cuarto de los castigos que había creado para el efecto Nadia en el sometimiento de Abigail. Tome prestadas un par de esposas acolchadas ideadas para este tipo de juegos. Y fue de nuevo a cazar hembras.
Ni que decir tiene que el juego por parte de mis victimas estaba pensado para que el victimario se esforzase un poco en localizarlas, pero al mismo tiempo deseando ser capturadas. Y casi como en el infantil juego del escondite yo rastreaba las a veces más que obvias señales de su presencia en forma de alguna que otra prenda indicando que me acercaba a alguno de mis objetivos.
Yo – Vaya, vaya, vaya. A alguna de ese par de niñas malas se le han caído las bragas. ¡Uhm! Que olor a mujer desprende. Se que sois un par de guarras y habéis estado toda la mañana comiendo tortilla. Como si lo viera. ¡Anda! ¿Pero esto que es? Un sostén. Aquí en mitad del pasillo. Que mal educadas estáis dejándoos las ropas en cualquier lugar. ¡No, no no! Esto merecerá un buen castigo. Y por la talla sé que eres tu Abigail. Tú eres la que gasta estas tetazas. ¡Que sepas que lo vas a pagar!
Me introducí en el dormitorio de invitados y procedí a una búsqueda exhaustiva del lugar. Los armarios fueron infructuosos. Pero en un momento de lucidez mire debajo de la cama y allí estaba mi tía.
Yo - ¡Aquí está Johnny!
No pude evitar imitar a Jack Nicholson en el Resplandor mientras alzaba mis zarpas intentando alcanzar a mi tía. Esta salio despavorida en dirección contraria pero para su desgracia no tenía salida. El juego había terminado cuando tomé sus brazos y aunque sus esfuerzos por liberarse no hacían más que aumentar mi excitación no hubo más violencia de la necesaria. Rindiéndose una vez que sus brazos fueron llevados a su espalda para ser debidamente esposada. Lo siguiente fue colocarle la correa con su correspondiente cadena en el cuello. Una vez echo eso ya todos los pataleos terminaron. Abigail era el primero de mis trofeos. Busque su boca y me devolvió un apasionado beso. Me acerque mis labios a su oído y le susurré.
Yo – Esclava. Lo primero es lo primero y será usarte como cebo.
Abigail – Estoy deseando, mi señor.
Tome la correa y ya mi presa me siguió sumisamente al matadero. Nos fuimos al cuarto de los castigos y até a mi tía al techo. No tenía bajo ninguno de mis deseos lastimarla así que sustituí mi cinturón por una de las varas especializadas dentro de la múltiple parafernalia bondaje que había comprado mi madre. Realice un golpe de intensidad moderada pero mi tía pronuncio un sonoro grito de dolor. Claramente colaborando con mis planes.
Yo – ¡Tu hermana ha caído presa. Si no deseas que sufra es mejor que aparezcas por aquí y te rindas incondicionalmente!
Proporcioné unos cuantos azotes más que fueron acompañados por unos aullidos fingidos por parte de mi victima. Al poco apareció Nadia con claros indicios de excitación en su rostro.
Nadia – Mi señor. Perdone a mi hermana. Deje de castigarla.
Yo – ¿Has visto Abigail? Puedes considerarte por tener una hermana que te quiere tanto.
Mi madrastra se acerco a mi prisionera y le impacto un soberano beso en la boca que era imposible que no excitase hasta al más casto de los curas.
Yo – Decirme guarras. ¿Qué es lo que habéis estado haciendo por las mañanas?
Nadia – Dándonos amor y placer.
Yo - ¡Vaya! ¿Y os parecerá bonito dejarme de lado? No, no, no. Eso no esta nada bien.
Abigail – Perdonanos, mi señor. No volverá a pasar.
Yo – Los juramentos no son suficientes. Lleváis una semana sin trabajar como es debido.
Nadia – Mi amo, te lo compensaremos con creces hoy.
Yo- Eso espero. Libera a tu hermana. Y mostrarme de lo que sois capaces.
Abigail – Seremos más guarras que nunca.
Nadia liberó a su hermana de las ataduras. Ambas compartieron un abrasador beso que me hacía regocijarme de mi fortuna mientras se desvestían la una a la otra. Las manos de aquellas dos hermanas parecían que ardían del mismo deseo del que yo estaba enfermo de fiebre ya que surcaban mutuamente la piel de una a la otra con el resultados de unos gemidos cada vez más pronunciados. No pude reprimirme ni un segundo a la hora de participar en aquellas caricias y colaborar en quitarles la ropa. Antes de un minuto se miraron la una a la otra como si pretendiesen comunicarse algo de la que yo no podía ser participe. De todas formas no tardaría absolutamente nada en averiguar sus intenciones.
Mi madrastra y mi tía se arrodillaron a mis pies colaborando para desvestirme. En un abrir y cerrar de ojos mis pantalones cayeron y por último mis slips liberando de una vez por todas mi más que dura erección. Aquel par de hembras sonrieron al observar el arma que tenían a su disposición. Como buenas putas no dudaron un instante en arrodillarse como es debido para adorar mi lanza. Alzaron su mirada hacia mi y allí tenía un par de gatitas que acercaron sus cálidas y húmedas lenguas a acariciar con ternura mi polla que se alzó con más dureza si cabe ante el saludo de aquel par de zorras. Mis manos se posaron con delicadeza a acariciar las melenas rubia y morena de ambas que ahora compartían sus besos estando mi polla entremedio. Pasados unos momentos parecían actuar como en una pelea por cual de sus bocas se apoderaría de mi pene. Por la entonación era claro que bromeaban pero me gusto darles un toque de atención.
Yo – Chicas. Comportaros bien y compartid como buenas hermanas.
Abigail – Yo primera, que tú lo has tenido por más tiempo. Egoísta.
Mi tía se embutió mi barra de carne. Su lengua me acariciaba desde dentro mientras que sus labios me apretaban dulcemente repasando todo aquella zona que recorrían. Ella no era tan experta en las felaciones y su hermana colaboró en darme atenciones con su lengua a mi base y testículos. Ahora como un buen equipo se turnaban eficientemente haciéndome disfrutar. Mis intenciones eran pasar a otros juegos después de un rato pero la puñetera de mi tía me tenía preparada una sorpresa. Se coloco a mi espalda y empezó a besarme el culo. La jodida me hizo desfallecer de placer mientras su hermana me realizaba una de aquellas gargantas profundas marcas de la casa. Aquel rimming fue profundo. Un beso negro de amante en el que parecía querer explorar mi profundidad trasera. Mi pene protestó ante eso con un orgasmo fulminante. Sujete la cabeza de mi madrastra y empecé a soltarle leche en su su ávida boca. Su mirada traviesa parecía triunfante. Yo había alcanzando un clímax prodigioso pero eso me estropeaba los planes de poder follarlas largo y tendido. Si me empezaba a correr de manera descontrolada mis fuerzas se irían en un momento. Aún así no podía negar que aquello me encantó. Para rematar todo terminó con un tórrido beso lésbico mezclado con mi esperma.
Yo – ¡Vaya pedazo de guarras que estáis echas!
Nadia - ¡Uhm! Por fin saboreo tu leche. Echaba de menos ese gusto. ¡Que rico! Pruebala hermana mía
Mi madrastra aproximó su boca a la de su hermana y esta recibió gustosa los restos de esperma que aún quedaban en la cavidad fraterna. Todo ello coronado con un apasionado ósculo.
Yo – Me habéis dejado echo polvo zorras
Abigail – Si nos permites mi señor. Te ofreceremos un espectáculo gratificante.
Yo – Veamos que sois capaces de hacer.
Tía y madre me tomaron de la mano hacia nuestro dormitorio allí estaba a mi disposición un cómodo sofá y como si estuviera preparada con antelación una mesilla con una cerveza. Me acomodé plácidamente y aquel par de ardientes maduras comenzaron un show lésbico digno de los mejores locales. Yo aún padecía el cansancio resultante de un portentoso orgasmo pero aquel baile erótico en que se manoseaban la una a la otra intentando sutilmente acceder a los puntes sensibles me estaba empezando a excitar poco a poco. Abigail tumbó a su hermana pequeña en la cama y esta se dejo hacer. La mayor realizó un repaso pormenorizado de toda su piel centrándose con esmero en las orejas, el cuello, los pezones. Echándole un poco de imaginación era fácil de sospechar que todas esas mañanas entre ellas dos les había proporcionado un amplio conocimiento de las debilidades de la otra. Mi madre reaccionaba con deliciosos gemidos denotando que el tratamiento de mi tía estaba siendo más que efectivo a la hora de llevarla por los caminos del placer.
Nadia - ¡Que bien lo haces hermanita mía! ¡Acercame tu coñito que tengo sed!
Mi tía se giro ofreciéndole su sexo para que la degustación de mi madrastra. Esta incrusto su ávida lengua en el depilado coño que se quedaba a su disposición que ya estaba chorreando claramente de jugos. Mi polla ya estaba a pleno rendimiento pero solo me la acaricie para mantener su consistencia mientras mis parientes se satisfacían la una a la otra.
Debido a haber recibido durante más tiempo más estimulo fue mi madre la primera en derretirse en un sonoro orgasmo que desde mi perspectiva fue recibido con cara de satisfacción por parte de su hermana. Esta para acrecentarle el placer no dudo in introducir con casi fiereza los dedos en el coño de su allegada girando hacia arriba las falanges para alcanzar el punto g de mi madrastra como había aprendido por mi cuenta. Como resultado Nadia tembló de arriba a abajo de placer mientras expresaba a viva voz lo potente que resultaba esa técnica en ella.
Ahora era mi madrastra la que estaba prácticamente fuera de combate pero mi tía aún estaba caliente y entonces miro mi más que álgida polla y fue como recibir la mirada de una tigresa hambrienta. Tomo mi mano y fue yo el que fui lanzado casi con brusquedad sobre el colchón.
Abigail - ¡Necesito tu polla mi señor! ¡Por favor use mi coño!
Yo – A ver como está esa cueva.
Abigail – La vas a encontrar ardiente y húmeda. Y mi hermana me ha enseñada a ordeñar una polla como es debido. No se preocupe mi señor. Esta puta sabrá hacer que derrames tu ardiente leche en mi interior.
Yo – Acabo de correrme. Creo que te va a costar.
Abagail – Tumbate y déjeme que me encargue de todo.
Como si fuera un cliente VIP de una sala de relax me tumbé y observe como abría sus torneadas piernas de mujer experta. Tomó mi pene y lo enchufó a su cavidad disfrutando por cada centímetro que invadía su intimidad. Contrariando sus requerimientos no quise quedarme totalmente quieto y mis manos se posaron en sus abundantes pechos con los que regocijarme. Mi caricia fue bienvenida y mis juegos fueron toda una colección de apretones , manoseos a sus senos que pasaron posteriormente a centrarse en sus duros pezones. Inicialmente con un recorrido delicado pero luego apretándolos con más intensidad. Por su parte Abigail realizaba movimientos en sus musculos pélvicos en todas direcciones y también los de su interior en un intentó de apretarme mi polla. Aquello era una delicia ya que aumentaba aún más el roce. Supuestamente quería darme más placer pero lo que le provocó erá que ella fuera la primera en caer derrotada por los estímulos cayendo casi desmayada sobre mi cuerpo. Ahora era yo el que se movía debajo para que el placer no se le detuviese.
Abagail - ¡No hagas eso! ¡Estoy sensible ahora y no pararé de correrme!
Yo – Eso es lo que pretendo tía. Que te vuelvas loca de placer.
Mí tía no opuso resistencia y pude ver como su mirada parecía perdida y tal como confesó pareció entrar en un torbellino de clímax tras otro. Su cara parecía absolutamente perdida y su boca babeaba sin control. Entonces sentí de nuevo una lengua acariciarme mi pene mientras hacia sus entradas. También repasandome los testículos. Estaba jugando un dos contra uno y aquello esta empezando a agotar las reservas de mi aguante.
Nadia – Tenga piedad de mi hermana y córrase en su útero.
Yo – Aún me falta un poco. ¿Quieres que te follé a ti ahora?
Abigail - ¡No! ¡Quiero que te corras dentro de mi! - protestó mi tía reuniendo el poco de fuerzas que le quedaban.
Nadia – Te ayudaré hermana.
No me imaginaba la jugarreta que me preparaba. Sentí un dedo que me estaba explorando la parte trasera de mi anatomía. Protesté inútilmente.
Yo - ¡Eso no, puta!
No me hizo ni el menor caso. Por el grosor parecía que me había introducido el meñique. Como me habían lamido el culo a conciencia lo tenía dilatado para la entrada y no costó nada. Mi madrastra parecía saber muy bien lo que buscaba y en pocos segundos sentí como si me hubiese atravesado un rayo de placer de par en par. Me había alcanzado la próstata y me la acariciaba sutilmente. Lo suficiente para provocarme un orgasmo fulminante y devastador. Fue como si mi cuerpo me dejase de obedecer y mi pelvis entrase en modo automático para intentar eyacular lo más bestia y profundamente posible. Aquello me confundió ya que fue como alcanzar el nirvana de Buda del placer sexual. Fue largo, fue intenso, fue inolvidable. Desde aquel momento el masaje prostático forma parte de nuestro menú habitual pero no me hizo nada de gracia que lo hiciera bajo mi oposición. Era un aspecto que me dejo un mal sabor de boca a tanto placer.
Nadia – Miralo hermana. Está en el éxtasis.
Abigail – Eso parece- Me ha llenado el coño de leche. ¿Has oído como berreaba de gusto?
Yo en ese momento no estaba aún para responder a esas bromas. Intenté recuperarme. Mientras ellas compartían una vez más mi polla para recoger los jugos sexuales de mi tía y míos. Después de aquella deliciosa labor de limpieza Nadia se centró en su hermana.
Nadia – Ahora tengo ganas de ti, hermanita.
En ese momento el papel de pasiva y de activa se intercambió. Abigail adivinó el deseo de su pariente y se tumbó en el colchón permitiendo que en esos instantes fuese su hermana la que recorriese delicadamente con sus manos y lengua todo su cuerpo. Yo aunque algo agarrotado no pude evitar fascinarme por las claras expresiones de cariño mutuo que se expresaban. A pesar de que nuestra relación se había cimentado sobre la dominación empezaba a percatarme que durante aquellas mañanas las hermanas habían fortalecido su amor pasándolo de fraternal a pasional como nos había pasado a Nadia y a mi. Al observarlas comencé a comprender que todos mis miedos, todas mis preocupaciones no estaban justificadas. Eramos personas adultas que ya habíamos dejado atrás las amenazas y los chantajes. Ahora los hacíamos libremente y que nos encantaba follar. Y no solo eso, nos queríamos. Entonces, ¿Que narices había echo yo al alejar de mi vida a Sabina?
Alejé esos titubeos de mi mente cuando mi polla pedía otra vez guerra. Mi madrastra y mi tía habían formado un 69 con Nadia colocada encima realizando una limpieza a conciencia del coño de su hermana. Estaban entusiasmadas chupándose los sexos la una a la otra.
Abigail – Maestra, he aprendido a comerte el coño bien.
Nadia – Si alumna. Que bien me devoras la almeja, ¡Oh, si! ¡Oh, si! Que maravilla, no pares. Que tu lengua no pare.
Decidí que era el momento de tomarme la revancha por lo que me había hecho antes a traición. La postura era propicia para tenderle una emboscada. Pero antes de nada sabía que debía preparar el terreno así como acerqué a su retaguardia y me dispuse a ayudar a Abigail en las labores de estimular a mi madre. En mi caso hacía mi objetivo, la entrada oscura. Realizamos un ataque a duo sobre las entradas de sus cavidades y mi lengua trataba de acariciar la entrada y esta obedientemente abría sus puertas ante mis caricias.
Nadia - ¡Que bien! ¡Si, si! ¡Oh! ¡Que gusto!
Yo – Nadia, has sido una niña muy mala al tocarme donde no debes. Ahora te castigaré como es debido.
Nadia – Haz conmigo lo que quieras.
Ni que decir tiene que esa oferta es de las que no se deben rechazar bajo ningún concepto. Pero primero acerqué mi pene a la boca de mi tía que sabiamente se dispuso a lubricar mi ya más que pétreo miembro para facilitar la invasión de la que iba a ser testigo en primer plano mientras mis dedos daban los últimos retoques a la dilatación. Una vez ensalivado retiré mi índice y corazón y empece a realizar presión con mi más que gruesa barra de romper culos. Aún a pesar de que esa entrada ya había recibido muchas visitas se cumplió la problemática habitual de entrar por detrás en mis mujeres. Por desgracia mi polla es gorda de cojones lo cual es optimo para dar un buen placer por el coño pero lo pone francamente difícil a la hora de sodomizar. Es el motivo por el que el sexo anal es algo que hacemos en menos ocasiones de las que me gustaría. Prácticamente lo tengo reservado para cuando hay que realizar algún castigo por alguna travesura o desobediencia. Sé a la perfección que muchas de ellas son provocadas por ellas como deseando que les de placer y dolor por el ano. Y estaba claro que esa situación era lo que había provocado Nadia al entrar sin mi permiso en el mio.
La presión surgía efecto poco a poco pero era un esfuerzo importante hasta que el al fin los anillos de su culo cedieron al invasor adaptándose a mi tamaño. Los gemidos de placer que había proferido hasta ahora por el eficaz lengüeteo de su hermana se vieron suspendidos en toda esa batalla para que su cuerpo claudicará. Como estaba un poco enfadado porque sus actos no tuve mucha piedad de echa así que cogí con fuerzas sus nalgas y realicé un decidido movimiento pélvico incrustando toda mi polla hasta que toco fondo. El grito de dolor fue casi como las de las trompetas cuando derribaron las murallas de Jericó.
Nadia - ¡Joder! ¡Como duele! ¡No seas tan bestia!
Yo – Esto ha sido culpa tuya. Son vuestros culos los que son míos y no al revés. Lo aprenderás por las malas.
Nadia – Si mi señor. Me lo merezco.
Yo – No te pares. Come coño de hermana. Quiero verte.
Nadia obedeció al instante aunque seguía quejándose de mis embestidas ahora más suaves. No quise proseguir mi castigo por lo que nuestra jodienda anal paso a ser más pausada permitiendo recuperarse a mi madrastra. Mientras ellas seguían con aquel interminable intercambio de sexo oral que no hacia más que excitarme aún más a mi. Poco a poco gracias a la comidita de coño de su hermana Nadia empezó a gemir ostentosamente dando claras señales que estaba una vez más disfrutando.
Nadia – Vamos, mi rey. Dale por culo a esta villana de la que esta orgullosa que sea usada y abusada por su monarca.
Yo – ¡Toma , toma!
Abigail – ¡Comeme el coño, guarra. No pares!
Estábamos enardecidos y los orgasmos empezaron a caer. El primero de ellos fue el de mi tía. Supongo que el morbo del trío fue una catarsis de los gritos que pego. La siguiente en caer fue mi madrastra que pude ver como su cuerpo parecía entrar en un estado casi catatónico. Yo estaba a punto de caramelo y cuando se corrieron ellas dos volví a tomar las caderas de mi madrastra para comenzar una cabalgada desbocada. Ya todo me daba igual, y realmente estaba usando el cuerpo de mi Nadia para mi uso y disfrute. Al fin alcancé la cima y la presa de mi esperma se abrió de par en par una última vez. Ya prácticamente solo me quedaban unas miseras gotas, las suficientes para dejar bien claro a ese culo que era mio y que había sido derrotado y esclavizado una vez más. El placer además de físico fue de orgullo, de poder. Me sentía el emperador del mundo. Aún así tenía algo de cordura y me retiré del trasero de Nadia con templanza evitando lastimarla aún más. Me aparte y observé como unas pocas gotas salían de aquel orificio oscuro del deseo mancillando el rostro de mi tía. No pudo reprimir sentirme aún más dichoso al ver que recibía aquella mancha con satisfacción. Eran dos esclavas que estaban encantadas de serlo. Me tumbe en un lado de la cama a recuperar el poco de resuello que me quedaba. Mis dos acompañantes parecían que ya estaban satisfechas al igual que un servidor.
Yo – Chicas, me voy al baño. Necesito asearme.
Abigail – Te acompaño. Quiero ayudarte.
Nadia – Si no os importa voy a quedarme un momento. Me parece que el bruto de mi hijo va a hacer que no pueda sentarme mañana.
Mi tía y yo nos reímos ante las consecuencias que había sufrido. Fuimos a la ducha y mi tía cariñosamente me enjabonó todo el cuerpo y yo hice lo mismo pudiendo disfrutar una vez más de su voluptuoso cuerpo pero ahora de una manera sosegada. Fue necesario repasar mi polla que estaba algo sucia debido al lugar donde acababa de entrar.
Abigail – Quiero comentarte algo, sobrino.
Yo - ¿Que ocurre?
Abigail – Es acerca de mi hija.
Fue un chispazo de terror ante lo que me pudiese decir lo que sentí en ese momento. Me imaginaba a la perfección por donde iban a ir los tiros de la conversación que íbamos a tener. Mi silencio intentando pensar era casi una confesión de culpabilidad previa. Una mirada llena de prespicacia recibí por parte de mi tía pero carente de hostilidad. Lo cual me dejo absolutamente descolocado.
Abigail – Sabina lo está pasando muy mal.
Yo – Lo sé. Veo su pena en el instituto. Me siento un miserable. Solo puedo decir que no fue para nada intencionado el querer iniciar un romance con ella y precisamente lo que quiero evitar es lastimarla.
Abigail – ¿Y no te has dado cuenta de que al apartarla de ti es como más daño le haces?
Yo – Pero tía, ya sabes como soy. ¿De verdad quieres alguien como yo en la vida de tu hija?
Abigail - ¡Ay! Querido sobrino. Si te refieres a alguien que esta tan preocupado por su prima de forma que quiere pagarle la universidad y ayudarnos económicamente para salvarnos del apuro económico en el que nos encontramos, la respuesta es si. Se que la trataste con amor y con respeto. Y ya te conozco lo suficiente para saber que detrás de esa fachada de machote duro ahí alguien capaz de dar mucho amor.
Se puede decir que uno siente verdadero pudor en ese tipo de circunstancias, cuando tu mascarada es descubierta y tu alma se muestra desnuda tal cual es. Agaché mi cabeza y solo pude mantener silencio.
Abigail – Quiero pedirte un favor. Pero no es para mi, es para tu prima.
Yo – Sabes que por Sabina haré cualquier cosa. Pide lo que sea necesario.
Abigail – Tu prima esta pasándolo mal y me necesita. Ahora más que nunca.
Yo – Entiendo. Es normal.
Abigail – Ya he hablado con mi hermana y esta de acuerdo. Quiero pedirte que me liberes de mis obligaciones temporalmente.
Yo – No habrá problema por mi parte.
Abigail – Gracias cielo. No te preocupes, Sabina y yo te lo compensaremos con creces. De ese estoy segura.
Debí preguntar a que se refería pero en ese momento estaba entre avergonzado y a apesadumbrado por el momento.
Abigail – Te quiero cariño. Ahora me voy a casa. Voy a mimar a mi hijita.
Yo – Cuidala bien.
Abigail – No lo dudes. Y haz lo mismo con mi hermana. No seas tan duro con ella.
Mi tía se vistió y deje de verla durante un par de meses. Salio de nuestra mansión y fui a ver a Nadia ver como se encontraba. Seguía tumbada en la cama de nuestro dormitorio con claros síntomas de incomodidad.
Nadia - ¿Que tal con mi hermana?
Yo – La he liberado por un tiempo.
Nadia – Si, me explicó los motivos. Sabina esta deprimida por que la dejaste. Y necesita alguien que le de cariño para que no se hunda.
Yo – Tal como me lo pones parezco un miserable cabrón.
Nadia – No te preocupes, son cosas que pasan. Y todo tiene arreglo.
Yo – Esto tiene difícil arreglo. No quiero dejarte, Nadia.
Nadia – Gracias Alfredo. Pero quiero pedirte otra cosa yo.
Yo - ¡Joder! ¿Pero que os pasa hoy a vosotras dos? ¿De verdad sois sumisas? Porque no lo parecéis.
Nadia – Escuchame, te lo ruego. Estoy preocupada porque últimamente apenas estudias. Y ahora estas en la preparatoria del acceso a la universidad. Deberías concentrarte.
Yo – No me lo puedo creer. ¿Me estás pidiendo que deje de follarte?
Nadia – No, ni yo soportaría eso. Pero al menos que reduzcas la frecuencia y a cambio estudies más. Tú mismo has dicho que estás interesado en ir a económicas.
No pude refrenar un resoplido de frustración. Tenía razón, pero al mismo tiempo me sentía mangoneado por mis supuestas esclavas. Empezaba a percatarme que aquellas dos estaban confabulando para controlarme a voluntad. Los motivos por los que lo expresaban eran ciertos y los compartía. Pero el hecho de no estar gobernando yo la situación me provocaba una sensación de chasco. Tanto esfuerzo en los últimos meses para que aparentemente se saliesen con la suya.
Mi madrastra pareció percatarse de mi sensación de incomodidad.
Nadia – Hijo, seguiremos echando un buen polvo antes de acostarnos. Como si fuéramos una pareja. ¿Te parece bien? Aunque te ruego que sea algo menos doloroso. Y además tu tía y yo si consigues entrar en la facultad te haremos un regalo que te encantará.
Yo - ¿Un regalo? ¿De que tipo?
Nadia – Te adelantaré que tu tía volverá con nosotros. - me dijo con un guiño – Y además quizás allá una sorpresa que te gustará seguro. Y no preguntes por la sorpresa. Así que solo puedo decirte que te pongas a hincar codos que el premio lo va a merecer.
Yo – Desde luego tú si que sabes como incentivar.
Nadia – Por supuesto. Durante un tiempo fui comercial.
Desde aquel día me volví a poner las pilas con los estudios que los tenía un poco abandonados. El cambio fue considerable ya que hasta los profesores me preguntaron a que se debía ese nuevo Alfredo que había echo aparición. Otra cosa que ocurrió en el instituto fue la actitud de Sabina. Desde la hostilidad y tristeza que hacía que se me partía el corazón fue progresivamente cambiando de nuevo a un acercamiento por parte de ella hacía mi. Lo achaqué a que deseaba que nuestra relación se normalizase en una amistad, pero la cosa fue pasando relativamente a una confianza que era casi la que teníamos antes de irnos a Alemania. Aquello me tenía un poco desconcertado pero preferí que la cosa se quedará así.
Una tarde me acerqué al piso de ella. Iba con un golf recién comprado que estaba conducido por nuestro chófer. Busque el portero automático y llamé a su número.
Sabina - ¿Quién es?
Yo – Hola prima, soy Alfredo. ¿Puedes asomarte por la ventana?
A pesar de vivir en un tercero supuse de que me oiría. Abrió la ventana y la pelirroja me miró extrañada.
Yo – ¡Es tuyo! - le dije apuntando al coche
Sabina - ¡¿Qué?!
Tuve que esperar unos minutos ya que al parecer bajó a toda prisa hasta el portal.
Sabina - ¿Que me has dicho?
Yo – Querida prima. Lo prometido es deuda. Y no he querido esperar más. ¡Tachán! Aquí tienes tu Golf GTI.
Sabina – Estás como un cencerro. ¡Pero si aún no tengo carnet!
Yo - ¿Y qué? Este verano sácate el permiso. En eso tengo pensado dedicar el estío.
Mi prima estaba emocionadísima y se lanzó sobre mi y me dio un abrazo y un apasionado beso en la boca como los que nos proporcionamos en Munich. Pude ver una vez el brillo en sus hijos y mi corazón volvió a latir aceleradamente como en aquellas maravillosas vacaciones.
Sabina – Has venido con Fede. ¿Podemos dar una vuelta?
Yo – Tus deseos son ordenes. - le abrí la puerta trasera y yo busqué la del otro lado.
Aquella pequeña excursión por las calles de la ciudad fue una maravilla. Aunque no nos dimos más caricias se percataba en el ambiente que la reconciliación había sido mucho más de lo que yo había pretendido. Cuando ya nos acercábamos de nuevo a su casa para dejarla no pude evitar decirle una disculpa vacua pero que creía necesaria. La miré fijamente a los ojos.
Yo – Sabina , de verdad lo siento por todo. Siento haberte echo daño. No fue mi intención. De verdad.
Sabina – Lo sé. No tienes nada que perdonar.
Una vez más en aquellos asientos traseros mi prima buscó mis labios y yo acepté aquel beso apasionado que no terminaba de entender a que iba. Lo asocié al regalo que le acababa de hacer. Pero en realidad había algo detrás entre las cortinas que se estaba fraguando. Sabina abrió la puerta y se despidió
Yo – Sabina, me llevo el coche al garaje. Cuando tengas el carnet te lo entregó de nuevo. Y no te preocupes por seguro, matriculación y demás. Eso es a cuenta mía.
Sabina – Cariño, siempre tan generoso.
Al fin nos despedimos y yo me sumí en estado de absoluta confusión por la efusividad de Sabina. Por mucho que lo hubiese intentando seguía enamorado de ella, y ella lo estaba de mi. Parecía como si el peso que soportaba Atlas pendiese sobre mi cuello.
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Habían pasado un par de meses de grandes esfuerzos intelectuales, de muchas tardes y noches estudiando. De sexo racionado a mi pesar. Y al fin había terminado todos los exámenes. Yo me sentía plenamente confiado de mis esfuerzos y de que había realizado una buena actuación. Pero aún así eso dependía de la valoración de los examinadores. Según nos explicaros los resultados se publicarían en la página web en unos minutos. No me apetecía por nada del mundo irme a estudiar a una universidad privada por mucho que me lo pudiese permitir, ya que eso implicaría alejarme de mis seres queridos y toda mi vida estaba en echa en la ciudad. Además aquella universidad tenía mucho prestigio y yo quería probar mi valía.
Renové y busqué mi nombre. La nota 9.2. No pude más que sentirme orgulloso, a pesar de que no era perfecta. Mi madre salto de alegría al verlo y me dio una gran cantidad de arrumacos. Aquello superaba con creces el número clausus que precisaba para entrar. Después de bajar las pulsaciones por el festejo me acordé de Sabina y le llamé por teléfono.
Yo - ¿Sabina? ¡Lo he conseguido! ¡9.2! ¡Entro en económicas! ¿Y tú?
Sabina - ¡Yo también! ¡9.8! ¡Voy a ser doctora!
Yo – Estaba seguro de que lo conseguirías. ¡Felicidades!
Sabina - ¡Felicidades tú también! ¡Nos vemos!
Y entonces colgó. Jamás podría imaginar lo que significaba ese “nos vemos”.
Aquella noche Nadia y yo follamos más apasionadamente que nunca pero aún así insistío en que durmiéramos pronto. No pude evitar protestar. Aquello ya me estaba sacando de quicio.
Yo - ¡Joder, Nadia! ¡Ya vale! ¡Creo que esto es para motivo para celebrarlo!
Nadia – Por supuesto que es para celebrarlo, pero quiero que le celebremos a lo grande. Y parece que has olvidado que te prometí un premio. Tu tía va a volver mañana.
Yo - ¡Ah, Abigail! Llevo dos meses sin verla.
Nadia - ¿A que tienes ganas de follártela de nuevo?
Yo – Pues la verdad es que si. ¿Vamos a hacer de nuevo un trío de esos tan morboso?
Nadia – Por supuesto, y además va a ser algo muy especial. De forma que te puedo garantizar que si te digo que reserves tus fuerzas para mañana por que las vas a necesitar no te miento nada en absoluto.
Yo – Pues mirá lo que ocurre cuando me cuentas esas cosas. Me la pones aún más dura.
Nadia – Pues lo siento de veras, precioso. Pero por favor reservaté, no te arrepentirás. Y te voy a pedir algo más.
Yo – Desde luego, vaya manera de mangonearme. De acuerdo haré un esfuerzo final. ¿Que es lo que quieres?
Nadia – Me gustaría que salieras por la mañana a darte una vuelta. Tu tía y yo queremos prepararnos como es debido.
Yo – ¿A prepararos o comeros el coño? Que os conozco.
Nadia – Mi hermana ya tiene una buena pelambrera y seguro que te gustará verla bien afeitada.
Yo – Ya y de paso meterle la lengua bien adentro.
Nadia – Bueno , vale, eso también. - me dijo con un guiño cómplice como quien es descubierto.
Yo – Vale, vale, vale. Lo que tu digas. Llevo dos meses que follamos como si fuésemos un matrimonio aburrido y estoy un poco cansado de la jodienda dosificada.
Nadia – De eso no te preocupes. El verano va a comenzar, y te vamos a dejar la polla irritada de tanto usarla. Nadia y Abigail vuelven a ser tus sirvientas sexuales a partir de mañana.
Reí a mandíbula batiente ante la perspectiva de que por fin pudiera disponer de mis esclavas en el pleno sentido de la palabra. Me acosté y traté de dormir aunque la noche fue una continua sucesión de fantasías eróticas sobre lo que le iba a hacer a aquellas dos. Iba a dejar bien claro quien era el que tenía los pantalones en ese casa.
Al día siguiente madrugué permitiendole dar tiempo de sobra para los supuestos planes de mi madre. Tal como había pactado volvería a aparecer al mediodía. Como en aquella mañana de canícula no había nada importante que hacer decidí acercarme por las oficinas para ver la sede oficial del holding. Como mi llegada no estaba planificada aquello pillo por sorpresa a todo el equipo de seguridad y los gestores del edificio. Uno de aquellos subalternos en clara muestra de amabilidad y profesionalidad me guió por las instalaciones describiéndome someramente la función de cada una de las oficinas y toda aquella plantilla de esforzados trabajadores que eran los auténticos responsables de que todo aquello funcionase y de que yo fuese una de las principales fortunas del país. No puede negar que me quedé fascinado por la eficiencia de aquel equipo. Decidí que se merecían un aumento en forma de opciones sobre acciones de la empresa. Posiblemente sería algo que no contaría con la aprobación del consejo directivo pero sería una de mis luchas.
Habían pasado unas horas y decidí volver. Ese día tomamos el BMW y le indique a Fede que volviéramos a casa. La verdad estaba ansioso y tras llegar a la mansión me despedí del conductor y abrí la puerta. En el Hall me esperaba Nadia. Estaba vestida como si fuese una fiesta de alto postín. No terminaba de colocarme ante lo que estaba a punto de encontrarme.
Nadia me acompaño hasta la sala de estar. Lo que vi casi me provoca un patatús. Allí estaba Abigail estaba también vestida como si aquello fuese una ocasión especial y la verdad es que lo fue. Y lo acompañaba otra mujer. Una chica joven, de 18 años, pelirroja, Ni más en menos que su hija. Pero fue la forma en la que iba vestida la que me provocó un shock. Era un vestido fetichista que imitaba a los de una sirvienta francesa, como los que Nadia había usado en algunas ocasiones. Un corsé, unos tacones muy altos, unas medias oscuras. Pero sus pechos estaban completamente desnudos así como su entrepierna. Su monte de venus estaba depilado a la perfección. Había desaparecido la mata abundante de pelos que me encontré cuando hacíamos el amor en Alemania. Su cara ligeramente enrojecida por un ligero rubor pero al mismo tiempo su mirada brillaba por una clara excitación que se apreciaba ya que podía notar como el fluido vaginal sobresalía de su coño así como sus pezones claramente endurecidos. Una correa de perra atada a su cuello que estaba sujetada por su madre. Para rematar todo un lazo de regalo pasaba desde su hombro hasta su cintura. Todo aquello me produjo una excitación brutal. Sentía casi como si sangre hubiese entrado en estado de ebullición y se hubiese concentrado en mi pene.
Nadia – Amo , como premio por haber conseguido el acceso a la universidad tus siervas te proporcionan una nueva adquisición.
Abigail – Es un gran honor por mi parte proporcionarte a mi hija. A sangre de mi sangre para que hagas con ella lo que se te antoje. - me dijo acercándome la correa y entregándomela.
Sabina – Alfredo. Felicidades. Yo soy tu regalo. Te amo y te serviré con todo mi corazón.
Continuará ...