La única diferencia II
Continuación del relato en el que dos hermanos mellizos de diferente sexo compiten constantemente por demostrar cual es el mejor hasta que un día descubren juntos que los testículos inclinan la balanza a favor de la chica. BALLBUSTING.
Después de descubrir juntos que los testículos son mucho más débiles que cualquier parte de la mujer, la relación entre los mellizos Oscar y Natalia empezó a cambiar. Al principio no demasiado, pues su madre les explicó lo peligroso que son los golpes en los testículos y a Natalia le dio pena lastimar seriamente a su hermano. Lo que sí cambió rápidamente fueron los pensamientos de ambos, pues ella sabía que podía derrotar a su hermano cuando quisiera con el mínimo esfuerzo, mientras que Oscar también era consciente de que no debía provocar a su hermana.
Siguieron bañándose juntos por un tiempo, pero las constantes bromas de Natalia sobre los testículos (ridiculizando su aspecto y haciendo amagos constantes de golpes ahí) hicieron que Oscar se negara a continuar con la “tradición”. Como Natalia no llegó nunca a golpearlo su relación no empeoró demasiado, pero la particular competición por demostrar quien es el mejor se desbalanceó claramente a favor de la niña. Oscar no tuvo más remedio que aceptar su inferioridad, con la esperanza de que la debilidad testicular sea algo único de la infancia o de encontrar algo en lo que sea mejor que su hermana para equilibrar la balanza.
Sin embargo, la realidad no dejó de recordarle una y otra vez que la única diferencia que tenía con su hermana lo hacía inferior, por ejemplo con golpes accidentales haciendo deporte que lo dejaban fuera de combate y le daban la oportunidad a Natalia de reírse de él. Pero sin duda la vez en la que su debilidad quedó más clara fue a los diez años yendo en bicicleta, cuando decidieron echar una carrera. Ambos iban a la par, cuando sin esperarlo se les cruzó un coche y chocaron violentamente con él. La inercia los hizo aterrizar a ambos sobre la barra central de sus bicicletas, quedando los dos llorando en el suelo mientras una joven se bajaba del coche muy asustada y preocupada por los niños, que no se levantaban.
Oscar sentía como si le hubieran golpeado con un bate de baseball metálico, pero ver a su hermana en la misma situación que él lo reconfortaba de alguna forma, pues para Natalia fue como meterse la barra hasta el fondo de la vagina. Lo que el chico no tuvo en cuenta es que si su hermana se había hecho daño, las consecuencias para él se multiplicarán por diez, y al cabo de un rato vio como Natalia se incorporaba, mientras que sus testículos seguían irradiando dolor sin cesar. Estaba tan mal que la chica del coche tuvo que llevarlo al hospital, algo que al niño no podría darle más vergüenza, pero que sin duda necesitaba.
Natalia no quiso hacer comentarios, pero ver de nuevo la diferencia entre ella y su hermano la hizo revivir los sentimientos de cuando descubrió la debilidad testicular, volvió a sentirse poderosa, superior a cualquier macho. Todo lo contrario sentía Oscar, sobre todo al comprobar que las palabras de su madre eran ciertas y que las consecuencias de un golpe en los huevos pueden ser mucho peores que un dolor de diez o quince minutos. Y es que sus testículos estaban totalmente hinchados y amoratados. Si de por sí ya eran grandes, el tamaño en el que quedaron impresionó incluso a las sanitarias que lo trataron y, como no, a Natalia.
- Parece que si los pinchas con una aguja explotarían como un globo. – bromeó Natalia al ver como los testículos de su hermano apenas cabían en su escoto.
Tardó una dolorosa semana en recuperarse, tiempo en el que Natalia no dudó en contar todo lo ocurrido con pelos y señales a sus compañeros y compañeras del colegio. De esta forma, ya no solo ellos mismos sabían quién es superior, sino que todos sus amigos fueron conscientes. Esto fue lo que definitivamente acabó con la buena relación entre los mellizos, pues Oscar tenía tanta envidia de su hermana que no podía evitar odiarla. Por supuesto, tampoco ayudaban las constantes humillaciones verbales a las que lo sometía Natalia.
Por suerte para el chico, con la llegada de la adolescencia algo cambió en el cuerpo de la chica, concretamente en su pecho, que creció rápidamente hasta formar unas bonitas y firmes tetas. Oscar sabía que eran muy sensibles, sobre todo durante el crecimiento de los mismos, pero había un problema: Natalia nunca recibía golpes en esa zona mientras que él parecía que tenía un imán en la entrepierna, ya que bastante a menudo recibía balonazos o golpes accidentales haciendo deporte, lo que le daba a su hermana la oportunidad de divertirse a su costa sin necesidad de golpearlo.
Pero hubo situaciones más embarazosas que golpes haciendo deportes, como una vez, a los 12 años, cuando después de ir al baño se subió la cremallera y se pilló el escroto, justo en la parte trasera de este. Su grito desgarrador hizo que tanto su madre como Natalia acudieran rápidamente muy preocupadas y, cuando vieron lo que sucedía, el alivio vino acompañado de algunas risas, sobre todo de la niña. Estas risas se transformaron en carcajadas cuando vio a su madre tirando de la cremallera repetidas veces para desenganchar las pelotas de su hermano, que eran zarandeadas con cada tirón mientras Oscar lloraba desesperadamente. Por suerte su madre consiguió liberarlo y se libró de ir al hospital, aunque la experiencia de por sí fue bastante vergonzosa y una herida en una piel con tanta movilidad no se cura precisamente rápido ni es algo cómodo. Y claro, tuvo que oír la frase “menos mal que eso a mí no puede pasarme” por parte de Natalia.
Pero sin duda la situación más humillante la vivió a los 15 años, cuando su prima de 10 años le propinó un rodillazo en los testículos sin razón aparente (en realidad lo hizo porque Natalia se lo pidió, pero eso nunca se supo). Lo más divertido para Natalia fue ver cómo, al tratarse de una niña cinco años menor que él, Oscar intentó ocultar el dolor, aunque esto apenas duró unos segundos porque no fue capaz ni de llegar a una silla que había a pocos metros y cayó al suelo patéticamente. El adolescente tuvo que escuchar, mientras sujetaba una bolsa de hielo sobre su dolorida entrepierna, como su madre y su tía le pedían a la niña que no volviera a hacer eso porque los testículos son extremadamente delicados y su primo podría tener muchos problemas si lo volvía a golpear. Todo mientras su hermana reía y repetía que le había pegado una niñita de 10 años.
Oscar no podía dejar que su prima se crea superior a él, así que esa misma noche, aún con algunas molestias en los testículos, entró en la habitación de la niña para darle una lección. Natalia oyó jaleo y se acercó a ayudar a su prima, pero al entrar se encontró a su hermano en el suelo en posición fetal, agarrándose la entrepierna con cara de haber recibido un certero golpe. Y así fue, la niña se las ingenió para volver a golpearlo en los testículos y Oscar no tuvo otra opción que sucumbir ante ella con el orgullo tan herido como sus gónadas. Esta vez no hubo reprimenda de las madres ni hielo para calmar el dolor, pues las mujeres entendieron que había sido en defensa propia y dejaron que Natalia y su prima se burlaran y repitieran una y otra vez algo que Oscar ya sabía: que los testículos no solo lo hacen inferior a su hermana en una pelea, sino también a una niña pequeña si esta tiene la suficiente puntería.
Así las cosas, ambos alcanzaron los 16 años sin que Natalia recibiera un solo golpe considerable en los senos, al menos en presencia de su hermano. Para más inri, Natalia no dudaba en contar en el instituto todas estas anécdotas vergonzosas para su hermano, las cuales generaban burlas constantes de sus compañeros y, sobre todo, de sus compañeras. Oscar, desesperado y harto de estas burlas, decidió romper el “pacto” que tenía con su hermana para no golpearse en zonas sensibles y en cuanto Natalia de dio motivos no dudó en darle un puñetazo en un seno, justo en el pezón. La niña gritó de dolor y se agarró el pecho ante la mirada de todos sus compañeros, pues estaban en el recreo.
Casi cae al suelo por el inmenso dolor, pero sorprendentemente resistió y se lanzó furiosa contra su orgulloso hermano, que a duras penas podía defenderse de los golpes. En cuanto tuvo la ocasión, Natalia alzó su rodilla con devastadora fuerza, impactado violentamente en la pierna de Oscar, que pudo girarse milagrosamente y evitar el malintencionado golpe. No contento con eso, aprovechó para volver a atacar a su hermana en el mismo seno, esta vez pellizcando y retorciendo su delicado pezón. Este ataque fue devastador para Natalia, que sucumbió llorando y agarrándose.
Fue tal el daño, que el dolor no cesó y su madre tuvo que recogerla del instituto para llevarla al médico, donde le hicieron varias pruebas. De esta forma Oscar había demostrado que por muchas historias que contara su hermana, él podía vencerla, y lo hizo delante de sus compañeros de clase y muchos más. De haber sido a una compañera cualquiera, hubiera sufrido un severo correctivo, pero al tratarse de su hermana, el castigo no fue nada del otro mundo. Natalia, por su parte, estaba muy enfurecida; ella no había golpeado a su hermano en los testículos desde los siete años, pues sabía lo peligroso que es, y él la había atacado en una zona tan delicada como el pecho, por lo que decidió que se habían acabado las contemplaciones.
La chica estaba dispuesta a recuperar el respeto de sus compañeros, así que lo pensó detenidamente hasta que se le ocurrió un plan perfecto para destruir el ego de su hermano definitivamente. Lo llevó a cabo en el patio del recreo, para que el máximo número de gente pudiera verlo, y le pidió a una amiga que lo grabara todo con su teléfono móvil. Tres compañeras de clase, compinchadas con Natalia, llevaron a Oscar a una zona del patio de recreo apartada de la mirada de las maestras que vigilan. Luego, mientras hablaban, Natalia se acercó sigilosamente desde atrás y, sin previo aviso, le agarró los pantalones (asegurándose de que también cogía los calzoncillos) y se los bajó de un tirón hasta los tobillos.
Oscar reaccionó rápidamente inclinándose para subirse los pantalones mientras las chicas con las que hablaba reían a carcajadas, aunque gratamente sorprendidas por lo bien dotado que estaba el chico. Pero para su desgracia, su hermana pisó firmemente entre sus piernas, manteniendo la ropa pegada al suelo a pesar de sus tirones desesperados. La chica que grababa se acercó aún más y pudo hacer un perfecto primer plano de los huevazos del chico balanceándose entre sus piernas.
Pero no tardaron mucho en desaparecer de la vista, ya que Natalia los “ocultó” con un golpe con la palma de la mano que hizo aullar y paralizarse a Oscar, al que los nervios y la angustia no le habían permitido darse cuenta de lo expuesto que estaba en la retaguardia. Su intención fue echarse al suelo, pero Natalia no le dio opción, ya que después del golpe no llegó a separar su mano y agarró firmemente los grandes testículos de su hermano.
- ¡No! ¡no! ¡no! ¡no!.... – repetía agónicamente llevando sus manos a la de su hermana tras sentir que esta se había apoderado de su punto débil.
Natalia se encargó de agudizar su voz con un firme apretón que mantuvo hasta que Oscar apartó las manos de la suya y se limitó a cubrir su expuesto pene. El tacto de los testículos sorprendió a la chica, ya que no esperaba que la piel fuera tan fina y suave ni que los huevos tuvieran tanta movilidad. Sin duda tenerlos en la mano la ayudó a comprender mejor porqué son tan sensibles.
El chico, que no sabía qué hacer para liberarse, observó impotente como cada vez se acercaban más curiosos a ver el espectáculo, todos con cara de sorpresa y alegría, sobre todo las chicas. En un intento desesperado, Oscar pisó el pie de su hermana y golpeó con sus brazos hacia atrás, pero su hermana no estaba a su alcance y solo consiguió que esta cerrara su manita firmemente. La presión sobre los testículos trajo consigo más sensaciones que un simple golpe, hablo de angustia y pánico porque la integridad de algo tan importante esté en manos, nunca mejor dicho, de una mujer, la cual no entiende ese dolor y que cuando se trata de venganza no tiene compasión.
No fue un apretón duradero ni con mucha fuerza, pero sí suficiente para provocar un gran dolor y malestar a Oscar, sensaciones que empeoraban el firme agarre de Natalia, que disfrutaba como una niña del tacto de los testículos de su hermano después de tantos años deseándolo.
- Suéltame, por favor… - fue lo único que se le ocurrió decir al chico, que era consciente de que no servirá de nada, pero también de que no podía hacer otra cosa.
- ¿Ya te rindes? Si acabamos de empezar… - contestó Natalia entre risas y jugueteando con los testículos de su hermano.
La chica empezó a andar hacia atrás, paseando a su hermano por el círculo de mirones que se había formado alrededor de ambos. Él no tuvo más remedio que seguirla para que el leve tirón testicular que sentía no se convirtiera en algo peor, aunque Natalia no se conformó con eso y aceleró el paso al mismo tiempo que daba pequeños apretones muy seguidos, que ponían a Oscar en serios problemas para seguirla. El pobre casi se cae al suelo al percatarse de que estaba siendo grabado y de que no solo iban a verlo los presentes, sino todo el mundo si esa chica decidía subirlo a internet, algo que por supuesto tenía pensado hacer. Saber que lo estaban grabando, la impotencia y el dolor se unieron de golpe para hacer que las primeras lágrimas brotaran de los ojos del adolescente.
- Si quieres que te suelte tendrás que explicarle a todos quién de los dos es mejor en una pelea. – dijo Natalia al detenerse para darle un respiro a su hermano.
- No… no puedo. – respondió él entre sollozos, pues realizar esa confesión era demasiado duro para él.
- ¿Cómo que no puedes? Parece que no ha sido suficiente lección para ti. – dijo ella clavando las uñas en el escroto de Oscar, que las sentía como cuchillas a punto de caparlo desde la raíz.
- ¡No, por favor, lo diré, lo diré… Tu eres la mejor! – dijo por fin muerto de miedo.
- Más fuerte, que lo oigan todos. – exigió sin darle un respiro al varón, que no tuvo más remedio que obedecer. - ¿Y por qué soy mejor? – insistió la chica.
- Por… por los huevos, por los huevos…. – respondió Oscar volviendo a llorar.
- ¿Habéis oído chicas? Mi hermanito dice que somos mejores porque no tenemos esta cosa tan blanda y ridícula colgando entre las piernas ¿Estáis de acuerdo? – preguntó moviendo lo testículos dentro del escroto. La respuesta fue unánime por parte de las chicas. Algo que no pasó cuando la chica hizo la misma pregunta a los chicos presentes.
- ¿Y qué le pasa a los huevos, explícanoslo a nosotras que no tenemos?
- Suéltame ya, te lo suplico….
- ¡Responde! – ordenó Natalia dándole a los testículos un contundente tirón hacia abajo que convirtió las súplicas de Oscar en lamentos de dolor. - ¡Responde!
- Que son una mierda, una mierda…. – contestó por fin lleno de impotencia y reflejando lo harto que estaba de tener testículos y de sentirse inferior a su hermana por culpa de ellos.
Todas las chicas rieron al unísono al escuchar la firme y reveladora respuesta de Oscar.
- Muy bien, creo que ya has aprendido la lección, te soltaré. Pero antes ¿Qué fue lo que me hiciste tú en las tetas? Ah sí ya recuerdo. – dijo Natalia con cierto enfado recordando lo que Oscar le había hecho.
- No noOOOOHHHH – gimió el chico al sentir como la presión en sus testículos era máxima, ya que Natalia ahora sí utilizó todas sus fuerzas.
Cuando parecía que Natalia ya no tenía más fuerza, la presión seguía aumentando más y más y, a la vez que apretaba empezó a girar lentamente los testículos, devolviéndole así la retorcida de pezón que él le había dado. Cuando la anatomía masculina no daba más de sí, giró bruscamente hacia el otro lado y, por fin, soltó los sudorosos huevos de Oscar, que a pesar del alivio tenía poco que celebrar y cayó ipso facto al suelo, llorando como un nene y agarrando por fin la fuente de su desgracia. Todo mientras la chica que grababa no se perdía un detalle.
Natalia aprovechó la inoperancia de Oscar para terminar de quitarle los pantalones y los calzoncillos. “Si los quieres ven a por ellos” retó la chica a su hermano, que ni siquiera estaba cerca de poder plantearse ponerse en pie. En los primeros minutos solo pudo llorar, retorcerse y patalear mientras era el hazmerreír del instituto.
- Me las pagaréis, os juro que me las pagaréis. – se atrevió a decir con su virilidad por fin a buen recaudo y pasados unos minutos.
Y es que la humillación a la que Natalia lo había sometido era indescriptible, sin duda consiguió destruir por completo su autoestima y su ego masculino. Nada que le hiciera a su hermana podrá hacerla sentir tan mal y mucho menos restaurar la imagen que todo el mundo tendrá de él para siempre. Los comentarios y chistes sobre testículos se sucedían uno tras otro en la boca de las chicas y las risas se clavaban como puñales en el orgullo de todos los varones presentes.
En la cabeza de Oscar ya se veía como se lo llevaban de allí en camilla delante de todos, pero para su sorpresa, pasado un cuarto de hora desde que Natalia lo liberara y con el final del recreo cerca, sus constantes vitales parecieron normalizarse. Aún sentía un fuerte dolor en los testículos, sí, pero su respiración se normalizó, el mareo desapareció, así como el dolor de barriga, también se esfumaron los sudores, náuseas y todas las sensaciones que trajo consigo la opresora manita de Natalia. Y es que en realidad su hermana podría haber sido mucho más cruel y dañina de haber querido.
Parece que podrá salir de allí por su propio pie sin que todo el mundo se entere y lo vea agonizando en una camilla mientras se lo llevan, y, con un poco de suerte, incluso puede que el dolor no desaparezca en unos días, algo que unos minutos antes era impensable para él. Pero todavía había un gran problema: seguía desnudo rodeado de chicas y sus pantalones y calzoncillos los tenía Natalia. Y no digo “chicas” solo porque sea lo que más preocupaba a Oscar, sino porque la mayoría de chicos no soportaron la vergüenza ajena y la humillación que acababa de sufrir el género masculino y poco a poco se fueron marchando. Además, por la cabeza de muchos pasó que el resto de chicas siguiera el ejemplo de Natalia y les hicieran lo mismo a ellos.
- ¿Buscas esto? – preguntó Natalia al ver que su hermano miraba las prendas que sostenía en su mano.
- Dame la ropa, Natalia. – pidió el chico intentando que no pareciera una súplica ni tampoco una exigencia.
- Ya te lo dije, si la quieres ven por ella. – volvió a retarlo, consciente de que su hermano no podía levantarse.
Sin embargo, Oscar la sorprendió a ella y a todos poniéndose en pie, a duras penas eso sí y siempre con al menos una mano en los genitales. Una vez en pie se dio cuenta de que no estaba tan recuperado como pensaba, pues al enderezarse el dolor de huevos empeoró y varios síntomas reaparecieron. No obstante ya no había vuelta atrás, no podía volver a echarse al suelo y ciertamente el dolor era soportable, así que apretó los dientes y caminó hacia su hermana.
Frente a ella extendió una mano mientras con la otra tapaba sus vergüenzas, pero Natalia no se lo iba a poner tan fácil y alzó la ropa sobre su cabeza con ambas manos. Oscar la agarró y forcejeó pero con una mano y las fuerzas mermadas ni siquiera consiguió hacerla descender. Era evidente que Natalia quería que expusiera de nuevo los testículos, pero el chico no iba a ser tan estúpido de complacerla alzando ambas manos, aunque algo debía hacer.
Por fin se le ocurrió algo: aprovechar que su hermana mantenía ambas manos en alto para darle un rápido puñetazo en sus delicadas tetas y volver a cubrirse igual de rápido, así su hermana soltará la ropa y si no, podrá quitársela con una sola mano. Sus genitales estarán a la vista de las chicas durante un par de segundos pero total, su tamaño es lo único de lo que Oscar puede estar orgulloso.
El chico no le quitaba ojo a los senos de su hermana y con agilidad apartó la mano de sus partes y lanzó un firme puñetazo contra el seno izquierdo de su hermana. Pero Natalia había visto como le miraba las tetas e intuyó sus intenciones, así que en cuanto su hermano apartó la mano ella levantó una rodilla tan rápido como pudo, aplastando brutalmente los ya doloridos y desnudos testículos del chico, que al estar concentrado en su objetivo ni siquiera vio venir el golpe. Solo sintió la rodilla colocándole brutalmente los huevos en la garganta.
Ambos habían conseguido golpear, pero una vez más los resultados fueron muy diferentes, puesto que Natalia fue capaz de soportar el dolor para no darle a su hermano la más mínima satisfacción, mientras que Oscar cayó al suelo totalmente destruido, sin poder creer cómo Natalia se había anticipado a su ataque. Lo que sí creía con absoluta certeza es que Natalia le había reventado ambos testículos y que por supuesto ya no iba a salir de allí por su propio pie, ni siquiera sabía si lo hará estando consciente. Y es que su mirada estaba cada vez más borrosa y no era por las lágrimas, ya que no podía ni llorar, simplemente emitía un leve gemido agudo bastante ridículo y desconcertante.
- Es tan fácil hacerte morder el polvo que llegas a darme pena, hermanito. – oyó decir a Natalia antes de perder el conocimiento.
Por un lado se alegraba de desmayarse, pues dejará de sufrir y con suerte se despertará en el hospital hasta arriba de calmantes. Por otro lado, le aterraba quedar allí totalmente a la merced de las chicas, aunque la elección no era suya y finalmente se echó a dormir. Pero apenas estuvo un par de minutos inconsciente, ya que el potente y estridente sonido del timbre que anunciaba el final del recreo lo devolvió a la realidad.
Al abrir los ojos vio que estaba bocarriba y que el círculo de gente se había estrechado considerablemente sobre él, aunque el grupo se limitaba a seis o siete chicas, ya que el resto se fue con el fin del recreo. El grupo de chicas estaba arrodillado junto a él y se apresuraron para sujetarlo de brazos y piernas, entre ellas la chica que no había dejado de grabar en todo momento y su hermana, que le dijo al oído que era el día más feliz de su vida. Él no pudo contestar, aunque tampoco era su intención ya que en ese momento el instinto solo le pedía agarrarse las pelotas para aliviar el insoportable dolor por el que estaba a punto de volver a desmayarse. Lo que sí hizo fue entrar en pánico cuando una de las chicas le cogía los testículos comentando que cada vez los tenía más grandes.
- Tranquilo, les he dejado tocarte con la condición de que no te hagan daño, porque tus huevos solo los puedo estrujar yo. – le dijo Natalia entre risas.
Pero aunque las chicas no apretaran ni golpearan, el daño ya estaba hecho, y el simple tacto y los movimientos a los que sometieron a sus testículos y a su pene, una detrás de otra, le hacían gemir e incluso temblar, para sorpresa y deleite de las féminas. Todas lo tocaron, ya que no habían perdido el tiempo cuando Oscar estuvo inconsciente. Una de ellas, Laura, le bajó el prepucio para ver lo que escondía, pero la sorpresa fue mayor cuando el enorme falo reaccionó con una inesperada erección.
- ¡Vaya! Eso parece que le ha gustado. – comentó una chica sin quitarle ojo a la polla de Oscar.
La chica subió y bajó la piel del pene repitiendo la acción para ver la reacción del chico, que gimió de placer, aunque para las chicas era difícil saber si en realidad era dolor. Extraña sensación la que sentía Oscar, que no entendía como podía disfrutar y al mismo tiempo sentir que se moría del dolor. Natalia tampoco daba crédito a lo que veían sus ojos. Laura aceleró el ritmo, y la consecuente agitación de los testículos hizo a Oscar retorcerse de dolor, lo que no sirvió para que la chica se detuviera, además la erección no disminuyó en ningún momento.
Cuando el chico parecía estar sufriendo más, un potente chorro de semen sorprendió a Natalia y sus amigas, que incluso se apartaron un poco del susto. Laura también se detuvo momentáneamente, pero rápidamente continuó masturbando, mirando hipnotizada como los grandes huevos de Oscar parecían tener litros de semen. Cuando la cantidad parecía disminuir, un chorro más potente que el resto fue a parar a la sonriente boca de Laura. Las demás chicas no podían creerlo.
- ¡Ahhh mierda qué asco! – grito la niña para acto seguido hundir su puño en los testículos de Oscar, al que el gozo del orgasmo le duró poco.
A Natalia no le gustó que golpeara los huevos que consideraba de su propiedad, pero después de que la enseñara a masturbar a un chico no pudo recriminarle nada.
- Ya han pasado cinco minutos y no estamos en la fila, las maestras no tardarán en venir. – avisó una de las chicas.
- Tienes razón. ¿Ahora qué hacemos con él? – respondió Natalia mirando a su hermano agonizar después del puñetazo.
- ¿Qué te parece sí… - dijo Laura susurrándole su idea al oído.
La sonrisa que esbozó su hermana hizo temerse lo peor a Oscar, que después de su primera experiencia sexual quería mantener los genitales más que nunca y no dudó en suplicar:
- Por favor, hermana, no quiero perder los huevos… te lo suplico. – dijo entre patéticos llantos.
- ¿Cómo puedes decir eso? Si esta porquería solo te ha dado problemas… - dijo Natalia jugueteando con los delicados órganos.
A continuación su hermana lo sujetó por una pierna, la chica del teléfono móvil por la otra y Laura y otra más hicieron lo propio con los brazos, lo levantaron y lo llevaron en peso hasta la zona donde se forman las filas en el patio.
- Voy a echarlos de menos, me han dado muchas alegrías. – dijo Natalia acariciando los hinchadísimos testículos de Oscar, que seguía sin conocer las intenciones de las chicas pero que estaba cagado de miedo, por lo que se agitaba intentando zafarse sin éxito y pedía clemencia con el mismo resultado.
- ¡Oíd, oíd todos! ¡Esto es lo que le pasa a los tíos cuando enfadan a una chica! – gritó Natalia llamando la atención de alumnos y docentes.
Luego las cuatro chicas empezaron a correr cargando con el chico tan rápido como podían. Oscar observó estupefacto como iban directos hacia el poste de una portería. La chica que grababa sujetó la pierna con un solo brazo para captar un primer plano de los testículos de Oscar botando pesadamente al Son de sus pasos, con la ayuda de Natalia, que sujetó el pene para que no los ocultara de la cámara ni tampoco los protegiera del golpe. Las chicas fueron tan perfeccionistas que las que lo portaban de los brazos lo llevaban más levantado que Natalia y la chica que grababa, para garantizar que el impacto es justo donde querían. Un par de maestras reaccionaron corriendo para socorrer a Oscar, pero la carrera solo les sirvió para oír de cerca el estruendo metálico de la portería al contactar con la entrepierna del joven.
En el vídeo, la chica se tomó la molestia de repetir el golpe a cámara lenta, para que todo el mundo pudiera apreciar como el blando escroto de Oscar se iba amoldando al rígido poste conforme el cuerpo del varón reducía el espacio. Cuando el escroto volvió a aparecer en escena porque soltaron al chico y este cayó al suelo, más que unos testículos parecían una enorme y blanda masa sin forma.
- Nos ha quedado una buena tortilla. – fue lo último que oyó decir Oscar antes de volver a desmayarse.