La única diferencia.
Tercera parte relato en el que dos hermanos mellizos de diferente sexo compiten constantemente por demostrar cual es el mejor hasta que un día descubren juntos que los testículos inclinan la balanza a favor de la chica. A partir de entonces la vida del varón se convierte en un infierno.BALLBUSTING.
Después de la contundente venganza de su hermana Natalia, en la que Oscar recibió todo tipo de ataques a sus genitales y que acabó con un impresionante choque contra el poste de una portería, todo el mundo daba por perdidos los testículos del chico. Sin embargo, milagrosamente consiguieron salvarlos. No fue una tarea fácil, pues necesitó una operación de horas reconstruyendo tejido testicular destruido y toda clase de arreglos para evitar extirpar una parte tan importante del cuerpo de un macho.
Pero todo no quedó en la operación, pues la recuperación fue lenta y dolorosa, muy dolorosa, pues los testículos tardaron más de un mes en volver a su tamaño natural. La primera semana Oscar ni siquiera podía levantarse de la cama, ya que, en palabras de una doctora al explicarle a su madre cómo se sentía su hijo: “ahora mismo es como si le estuvieran apretando los testículos continuamente”.
Pero Oscar no estuvo solo con su madre en este proceso, pues Natalia también estuvo con él en todo momento. Tanto su madre como su tutora del instituto decidieron que ese era el mejor castigo para Natalia, para que viera en primera persona las consecuencias de sus actos y se hiciera responsable ayudando a su hermano en la recuperación. Además, la chica se mostró arrepentida y se disculpó con su hermano, aceptando que la venganza se le fue de las manos.
No obstante, dado que fue una agresión en una parte tan importante para la autoestima de los varones y que el vídeo que grabó la amiga de Natalia se hizo viral, una psicóloga del hospital tuvo largas sesiones con los mellizos. Con la chica el objetivo era claro: que comprendiera que no debe golpear los testículos de su hermano bajo ningún concepto, algo que presumiblemente consiguió. Con él la tarea de aceptar y no sentirse mal porque su hermana lo haya superado físicamente no fue sencilla, pero esto sin duda pasaba por comprender que debe ser prioritario proteger sus testículos antes que ponerlos en riesgo peleando contra alguien que no dudará en atacarlos. Aunque de esta última parte ya se había encargado Natalia con ejemplos prácticos.
Al igual que la recuperación anímica, por desgracia la física tampoco fue completa. Sus testículos producían testosterona y espermatozoides con normalidad, pero el músculo cremáster, encargado de acercar y separar los testículos del cuerpo según la temperatura, había perdido su función, por lo que ahora sus testículos siempre estaban caídos, colgando bajos. Pero esta no es la única función del mencionado músculo, ya que también se encarga de acercar los testículos al cuerpo cuando el hombre realiza un esfuerzo, cuando se le toca la parte interna del muslo o cuando siente peligro inminente en esa zona, lo que se conoce clínicamente como reflejo cremástico y coloquialmente como acojonarse. Los médicos le hicieron toda clase de pruebas para solucionarlo, porque de no hacerlo el chico podría quedar estéril por la no regulación de la temperatura. Pero finalmente se dieron por vencidos, afirmando que “debe sentirse afortunado por conservar los testículos después del estado en el que los tenía cuando llegó”.
Además de dichos problemas de fertilidad, este cambio en su cuerpo era bastante molesto en el día a día, con problemas tan ridículos como espachurrarse las pelotas con sus propias piernas mientras dormía, o que al sentarse estas sean las primeras en contactar con el asiento, incluso quedando bajo el cuerpo en alguna ocasión. Por ello le recomendaron ropa interior ajustada, pero con el tiempo esta acaba perdiendo elasticidad y entonces es cuando sucedían este tipo de “problemillas” por los que Oscar acababa retorciéndose ante su estupefacta hermana, a la que le daba la risa a pesar de ser la responsable de que esas cosas le pasaran a su hermano. Ciertamente Natalia estaba deseando volver a tocar su parte favorita del cuerpo de un hombre, ya que, aunque había ayudado a Oscar incluso a ducharse, solo había podido verlos.
Pero por si el problema con la contracción de su escroto fuera poco, una vez recuperado el chico se percató de un problema todavía más serio que los médicos habían pasado por alto: era incapaz de conseguir una erección. A una edad en la que el sexo lo es todo, no poder empalmarse era muy desesperante para el chico. La última erección y eyaculación la tuvo cuando Laura, la amiga de su hermana, lo masturbó en medio de la paliza de Natalia. Desde entonces, sus testículos llevaban más de un mes acumulando semen y estaban deseando descargar. Oscar se subía por las paredes de lo cachondo que estaba, pero su portentoso pene seguía sin reaccionar a ningún estímulo.
Estaba desesperado, pero era incapaz de contárselo a su madre porque era demasiado humillante y no quería pasar por más médicos, pues ya había sido el tema de conversación de las enfermeras por bastante tiempo. Aunque lo que más le preocupaba era que se enterara Natalia, ya que sería la estocada final a su autoestima masculina. Así que intentó seguir con su vida con “normalidad”, esperando descubrir en un despertar que su pene ha vuelto a la vida. Pero estaba tan cachondo que no podía dejar de pensar en eso, le excitaba incluso su propia hermana, la cual cada vez tenía mejor cuerpo, con unos senos de tamaño considerables y un trasero redondito y respingón.
- ¿Me estabas mirando las tetas? – le preguntó Natalia un día al verlo mirándole el escote.
- ¡No! ¡Qué dices! – dijo él muy nervioso.
- Me las estabas mirando y no es la primera vez que te veo haciéndolo.
Oscar calló reconociendo que lo habían pillado.
- ¿Sabes? Ya hace tiempo que no toco las joyas de la familia… te dejó verme las tetas si me dejas tocarte los huevos. – sugirió Natalia quitándose la camiseta y quedando en sujetador ante su pervertido hermano.
- ¿Qué? No creo que sea buena idea…. – dijo Oscar con miedo en la mirada. Solo con pensarlo sentía la mano de Natalia estrujando sus testículos.
- Venga, no voy a hacerte daño, te lo prometo. – insistió la chica, que además de los testículos quería tocar el gran pene del chico en todo su esplendor.
Oscar se lo estaba pensando, le aterraba que su hermana volviera a hacerle daño en esa zona, pero por otro lado pensaba que ver a su hermana desnuda y sentir sus manos en los genitales podría ayudarlo a volver a empalmarse, por lo que finalmente accedió, proponiendo una ducha como cuando eran pequeños, lo que a Natalia le pareció bien.
En un gesto de buena voluntad con su hermano, fue la primera en desnudarse ante un Oscar al que se le caía la baba mirando el cuerpo de su hermana. No le quitaba ojo a su trasero, a su coñito perfectamente depilado y a sus tetas, firmes y que no bajaron ni un centímetro cuando la chica se quitó el sujetador, todo lo contrario que los testículos del chico, que no eran más que un trozo de carne blando y colgante. Natalia notaba lo cachondo que estaba, así que se arrodilló ante él y le bajó los pantalones y los calzoncillos esperando que su dura polla le golpeara la cara. Pero cuan grande fue su decepción al ver que el pene de Oscar estaba tan flácido como su escroto.
A Natalia le extraño, pues no se correspondía con el comportamiento de su hermano, que parecía que estaba a punto de correrse, sin embargo lo achacó al miedo de su hermano y ambos se metieron en la bañera. La chica dejó la alcachofa de la ducha sobre ambos y abrió el agua caliente, aunque antes de calentarse esta cayó helada sobre ella empalmando sus pezones y aumentando la tortura de Oscar.
Sin más dilaciones, Natalia agarró un bote de gel de ducha y echó un buen chorro en las manos y, a continuación, las llevó a la entrepierna de su hermano.
- Vamos a sacarle brillo a esta cosita… perdón, a esta “cosota”. – dijo con una sonrisa mientras extendía el gel por la totalidad de los colgantes genitales masculinos, que pronto se cubrieron de abundante espuma.
- Cu-cuidado, Natalia. – pidió Oscar muy tenso por la inseguridad que le provocaba volver a tener los testículos en las manos de su hermana.
- Tienes que relajarte, no voy a hacerte nada. Si quieres, puedes lavarme tú también. – sugirió la chica con la esperanza de que eso detonara la esperada erección.
El chico no perdió el tiempo y vació el bote sobre el pecho de su hermana. El blanco líquido los cubrió por completo, metiéndose entre ambos y cayendo por su vientre hasta su entrepierna. Oscar puso las manos sobre su cintura y las subió lentamente hasta alcanzar las tetitas y empezar a frotar con delicadeza, mientras ella seguía jugueteando con sus genitales. Estaba tan cachondo que no podía contenerse, pero miraba hacia abajo y su pene seguía totalmente flácido, ni siquiera una media erección. Antes de desesperar, prefirió aprovechar al máximo la oportunidad que le había brindado su hermana, y bajó una mano hasta la húmeda vagina, en la que introdujo dos inexpertos dedos que apenas sabían lo que hacer, pero que sirvieron para aumentar la excitación de ambos.
Natalia estaba disfrutando, pero no entendía que su hermano aún no se empalmara, así que emuló a su amiga Laura y le bajó el prepucio, aunque ella fue un paso más allá y comenzó a extender la espuma por todo el glande con sus manos. A Oscar le flaqueaban las piernas e incluso tuvo que utilizar las manos para agarrarse a su hermana, aunque su cara era en cierto modo de sufrimiento, tanto que llegó a gemir de dolor.
- ¿Qué ocurre? – preguntó Natalia, que pensaba que le había hecho daño en el pene.
Al no obtener respuesta, revisó los espumados genitales de su hermano e inmediatamente encontró el motivo de su dolor: sus huevos estaban azules! La chica no entendía nada, ya que esta vez no le había dado más que caricias, pero lo que ella no sabía es que después de tanto tiempo sin correrse y ahora con semejante excitación, sus testículos necesitaban descargar urgentemente, tanto que le provocaban dolor.
- ¿Qué te pasa? ¿Y por qué no se te pone dura? – volvió a preguntar ella muy desconcertada y un poco molesta.
El chico no lo soportó más y reaccionó gritando:
- ¡Por tu culpa! – la acusó dándole un empujón que la hizo caer en la bañera.
Luego, en un ataque de ira, le pateó el coño y empezó a pisotear las tetas de su hermana, que cuando reaccionó al sorpresivo ataque lo único que pudo hacer es apartar la pierna de su hermano para protegerse. Sin embargo, no solo consiguió protegerse, sino que también desestabilizó a su hermano, que empezó a tambalearse en la resbaladiza bañera. Cuando parecía que conseguía mantenerse en pie, sintió el pie de su hermana impactar contra sus desnudos testículos. Al no verlo no sabía la fuerza que había empleado Natalia, pero con su escroto incapaz de contraerse y sus testículos llenos de semen y azules por la prolongada excitación, le pareció que el pie de su hermana estaba hecho de acero.
La patada aseguró la caída de espaldas de Oscar, que mientras lo hacía solo pudo pensar “otra vez no”. Pero sí, otra vez Natalia había conseguido reaccionar después de un ataque a sus puntos débiles mientras que él, un segundo después de recibir el primer golpe, ya sabía que la pelea había acabado para él. Quedó frente a su hermana, cada uno sentado a un lado de la bañera, aunque Oscar al caer clamó al cielo por clavarse el grifo en la espalda. Cuando llevó la vista al frente apenas pudo ver la pierna de su hermana estirándose a toda velocidad para aplastarle los testículos con la planta del pie. Llevó las manos a la entrepierna, pero allí seguía el pie de la enfurecida Natalia, bloqueando el acceso y lo que es peor: presionando sus huevos contra el hueso púbico. Tampoco podía moverse al estar “rodeado” por la bañera, ni golpear a su hermana, pues con las manos no llegaba y sus piernas solo podían cerrarse instintivamente sobre la de Natalia.
- ¿Por qué me has pegado? – dijo ella con unos furiosos ojos llenos de lágrimas, aunque el dolor no era demasiado elevado y además, era más llevadero con los genitales de su hermano en la planta del pie, en la que sentía dos bultos característicos que la incitaban a seguir presionando sin parar.
Oscar literalmente no podía responder después de dos patadas y tener el pie de su hermana aplastando sus machacados testículos, pero aunque pudiera tampoco le resultaba fácil decirle que no solo le había fastidiado los huevos, sino que también el pene. Su gran polla, lo único de lo que todavía podía estar orgulloso. Así que se quedó agarrando el pie de Natalia y suplicando con voz aguda.
- ¿¡Por qué me has pegado!? – repitió la chica girando el pie varias veces sobre la blanda entrepierna sin dejar de presionar.
- Ohh ohhh OHHhhHH – fue la única respuesta que obtuvo.
Natalia tuvo que dejar de girar y presionar con su pie para que Oscar pudiera responderle un levísimo “no se me levanta…” que la chica logró entender entre gemidos y sollozos.
- ¿Qué? – fue la reacción de la chica, que lo había entendido perfectamente pero que jamás se lo hubiera imaginado.
Ahora lo entendía todo: las miradas de pervertido, los huevos pesados y azules y, sobre todo, la falta de erección que tanto la estaba indignando. Estaba tan distraída asimilando lo que acababa de oír, que Oscar pudo apartarle el pie y por fin agarrarse los doloridos testículos. A la chica poco le importó, pues ya le había hecho bastante daño y con el reciente descubrimiento, sabía que Oscar tenía más que suficiente. No sabía que decirle, una parte de ella le pedía burlarse de su impotencia, pero otra sabía lo duro que debía ser para su hermano, por lo que por esta vez prefirió mordérsela lengua.
Por otro lado, volver a sentir unos testículos en el pie y ver a su hermano mucho peor que ella a pesar de él haber golpeado primerio, borró de un plumazo toda la terapia con la psicóloga. Natalia volvía a tenerlo claro, le encanta humillar a su hermano utilizando su hombría. Es algo superior a ella. Se levantó y terminó de ducharse disfrutando de cada segundo en el que veía a su hermano retorcerse de dolor agarrándose sus atributos.
Al acabar el lavado le dijo a su hermano que lamentaba que tuviera ese problema y que solo lo había golpeado porque él lo había hecho antes. A continuación se ofreció para ayudarlo a levantarse, pero él no respondió, ni siquiera la miró, ya que no sabía si sus palabras eran sinceras y, sobre todo, el dolor seguía en su punto álgido por lo que en ese momento iba a ser imposible ponerse en pie. Ante la falta de respuesta Natalia salió de la bañera, se secó con tranquilidad y volvió a ofrecerle ayuda:
- ¿Quieres que te lleven otra vez al hospital? Es lo que pasará si llega mamá y te ve así. Si quieres yo te ayudo a salir para que no te resbales. Además tampoco quiero que sepa lo que estábamos haciendo….
- Vale… pero espera un poco… me duele mucho… - respondió con la voz forzada.
Pedir más tiempo cuando su hermana llevaba un rato recuperada de varias patadas en la entrepierna y las tetas era muy humillante para él y de nada servía recordar las palabras de la psicóloga.
- Está bien. Voy a ponerme el pijama y cuando vuelva te ayudo. No te muevas de ahí – bromeó Natalia antes de salir.
Cuando volvió, el dolor testicular y de estómago, así como el mareo seguían presentes para Oscar, pero esta vez tuvo orgullo y no pidió más tiempo. Natalia se metió en la bañera y, con bastante esfuerzo, lo ayudó a ponerse en pie, aunque sin ella como apoyo Oscar caería de inmediato. Tenía un brazo sobre los hombros de Natalia y la otra mano sujetando sus testículos.
- No voy a poder salir. – dijo él, pues algo tan simple como salir de una bañera, en ese momento parecía una odisea para el chico.
- Claro que sí, no seas exagerado. Sujétame fuerte y con la otra mano te agarras al lavabo, luego sales con cuidado ¿Vale? Yo te agarro también. – explicó Natalia.
Oscar hizo caso aunque no estaba muy convencido de lograrlo. Se agarró fuerte al lavabo que estaba junto a la bañera mientras hacía lo mismo con el hombro de su hermana y alzó la pierna derecha lentamente hasta lograr pisar la alfombrilla de baño que había junto a la bañera. Lo más difícil estaba hecho.
- Vas bien. – lo felicitó Natalia.
- Gracias. – respondió mientras tomaba un poco de aire para el último esfuerzo.
- ¿Aún te duele? – preguntó ella.
- Un poco… - dijo él sin poder negar lo evidente pero tampoco sin querer admitir que le dolía bastante.
- Pues ahora espero que mucho. – dijo ella mientras se inclinaba para darle un fuerte puñetazo en sus expuestos y colgantes testículos.
Además le retiró el apoyo y lo empujó hacia debajo para asegurarse de que se aplastaba los huevos con el borde de la bañera, en el que quedó sentado exhalando un Do de pecho. Finalmente, después de unos segundos en los que parecía que estaba en la silla eléctrica (aunque con los electrodos en las pelotas), cayó fuera de la bañera, doblado, sujetando su entrepierna y llorando totalmente desolado.
- Ups! Eso ha sido como cascar dos huevos en el borde de una sartén ¿No crees? – bromeó Natalia.
- ¿Por qué…? – fue lo único que consiguió decir Oscar con el poco aire que le entraba en los pulmones.
- ¿Por qué? Porque me encanta que todo el mundo piense que eres superior a mí por ser hombre y que en realidad sea eso lo que te hace inferior, porque me encanta cuánto te humilla eso, porque me encanta que la parte de tu cuerpo que simboliza la virilidad sean dos bolas colgando en un pellejito que al mínimo golpe te hace caer al suelo totalmente KO y, sobre todo, porque me encanta demostrar que soy superior a ti y que no puedes hacer nada contra mí. – explicó la chica con energía.
Él solo pudo admitir que su hermana estaba en lo cierto mientras lloraba y se retorcía por el suelo, implorando que el horrendo dolor desaparezca y que sus testículos dejen de hincharse.