La una por la otra Pt.1
Muchas veces la vida da giros inesperados.Uno nunca sabe lo que va a ocurrir, y eso fue lo que sucedió cuando mi rutinaria vida cambio totalmente tras una gran traición por parte de dos personas muy queridas.
Suena el despertador, es hora de ir a trabajar. Como todos los días me levanto a la misma hora, las siete.
A las nueve tengo que estar en la oficina, y es que de mi casa al trabajo hay un buen cacho.
Mi mujer se levanta a la misma hora que yo para darle el biberón al bebe.
Somos nuevos en esto, apenas seis meses de paternidad, pero lo llevamos muy bien.
Y la verdad que teníamos ganas de probarlo, porque ella con treinta y dos y yo con treinta y cinco, creo que no podíamos dejarlo para más adelante.
Ella es estilista, aunque ahora esta de baja por maternidad, por eso siempre está en casa con el niño.
Yo en cambio me paso el día trabajando, no digo que sea malo, y más como están hoy en día las cosas. Además me distraigo un poco de la rutina casera.
Me ducho, desayuno y me preparo para ir al curro.
Trabajo en una oficina de seguros, gestionando contratos y demás.
A veces es estresante, clientes maleducados, irrespetuosos…
Pero al fin y al cabo siempre es lo mismo, la misma mecánica de trabajo.
Los fines de semana solemos quedar con unos amigos, e ir a su casa de campo a pasar el día. Los conocemos desde hace muchos años y siempre hacemos lo mismo.
Son un matrimonio joven como nosotros, aunque ellos ya experimentaron la paternidad hace tiempo. Tienen una hija de dieciséis años, Viviana.
Miguel, el padre tiene treinta y seis y Johana, la madre, treinta y cuatro años.
Su casa es inmensa, con un jardín donde habitualmente hacemos barbacoas. También tienen una piscina para refrescarnos.
Y es que a diferencia de mi, Miguel tuvo más suerte. Heredó el negocio de compraventa de vehículos que su padre poseía.
Lo único que hace en todo el día es controlar que sus trabajadores hagan bien su parte.
Por lo demás, tiene la responsabilidad más agobiante, recibir beneficios.
Bien, como iba diciendo, fui a trabajar, como cada día.
A media mañana comencé a sentirme algo mal, dolor de cabeza, mareos, por lo que avisé al jefe para que me diera permiso para retirarme a descansar.
Me dijo que me fuera a casa y me tomara el día libre.
Lógicamente obedecí, y me marché a casa donde me esperarían mi mujer y mi hijo.
Llegué a casa, con mal cuerpo, pero con ganas de darle una sorpresa a mi esposa, que se pasaba las mañanas sola en casa con el bebe.
Entré, me quité la chaqueta y me dirigí a la cocina. Estaba vacía, supuse que estarían echados en la cama.
Bebí un vaso de agua y fui al salón.
Allí estaba mi pequeño, en la jaula de juguetes. Estaba solo jugando con los muñecos.
Le di un beso y me dirigí la habitación.
Me acerqué a la puerta y entonces, contemplé una escena brutal que me hizo estremecer y hundirme.
Mi vida dio un vuelco en ese momento. Me frotaba los ojos pensando que no era cierto lo que veía. No lo podía creer. Me faltaba el aliento, no sabía que hacer, marcharme con mi hijo, entrar, no se, no podía pensar.
Decidí quedarme y observar lo que estaba sucediendo y quería ver a donde llegaba.
Me apoyé sobre el marco de la puerta y comencé a mirar aquella escena.
Mientras observaba, trataba de darle una explicación, pero no la encontraba, nada tenía sentido, por qué.
Mi esposa agachada, en cuclillas, mamando aquella polla, ensalivándola, la chupaba tan apasionadamente, que incluso me asusté.
Se la introducía tan fuerte, la felaba con tanta ansía. Como si nunca lo hubiera echo.
Su mirada reflejaba un deseo sexual extremo. La polla se metía en su boca entera, casi hasta los huevos, y salía encharcada en saliva que caía sobre sus hinchados y maternos pechos.
Pero por qué, porque aquel hombre, mi amigo, Miguel, porque me hacían esto, que estaba pasando, cuanto llevaban haciéndolo, cuantas veces lo habrían hecho.
Estaba derrumbado. Se me partía el alma mientras veía como Miguel follaba la boca de mi esposa como si fuera el coño de su mujer.
Sus labios apretaban la polla con tanta fuerza, con tanta agresividad. No conocía esa faceta de mi esposa, nunca la había visto en esa actitud tan perversa.
Llevaban unos cinco minutos, no sabía si marcharme o quedarme, quería, pero no podía, no me creía lo que estaba sucediendo. Quizás entrar y partirle la cara. Que mas da, seguro que me la volverían a jugar cuando yo no estuviera o se verían en otro lugar.
Decidí quedarme y ver hasta donde estaban dispuestos a llegar.
Por mucho que me doliera quería ver quién era en realidad mi mujer.
Conmocionado por lo que presenciaba, me agaché por miedo a marearme. Me pellizcaba para despertar si se trataba de una pesadilla, pero no, no lo era, estaba sucediendo de verdad.
Con ojos lagrimosos no deje de mirar en ningún instante. Miguel agarraba la larga melena de mi esposa, a la vez que movía su cabeza adelante y atrás, e introducía su polla en la boca, en esa boca, esos labios que yo mismo besaba todos los días, esos labios de los que salían expresiones como "te quiero". No entendía nada.
Jadeaba Miguel de gusto, al sentir la presión y humedad de los labios de mi esposa en su nabo.
Me puse en pie y me dirigí al salón. Agarré al niño y lo abracé fuertemente. Comencé a llorar mientras besaba a mi hijo. Las lágrimas caían sobre su pequeña cabeza.
No creía lo que estaba sucediendo a unos metros de mi.
Lo dejé de nuevo en la jaula y fui otra vez a echar un vistazo, sin hacer ruido.
Me asomé y justo mi esposa se puso en pie.
Se paso la mano por la boca para limpiarse y tras esbozar una sonrisa comenzó a besar a Miguel, a la vez que le masturbaba con la mano derecha.
Si os soy sincero nunca creí verme en esta situación. Es como si el destino hubiera tramado todo para que yo tuviera que presenciar esto.
Pude ver como la polla de Miguel esputaba gotas de lefa que pringaban la mano de mi mujer.
Entonces, la agarró fuertemente por el culo, pellizcando sus nalgas y le mandó apoyarse sobre la cuna.
Remangó su falda hasta la cintura, descubriendo sus preciosos gluteos, que se movían a todos lados. Yo no quería creerme lo veía.
Le dio un par de palmetadas en el trasero, a la vez que, ilusos, reían a carcajadas sin imaginarse que yo estaba presenciando todo.
Un pequeño tanga de hilo de color blanco que yo mismo le regalé en su cumpleaños delimitaba y dibujaba sus nalgas.
El dedo índice de Miguel se abrió paso, hasta su ojete, enganchando aquel hilo y sacándolo de su escondrijo. Lo apartó a un lado y dejó libre todo el espacio.
No me lo podía creer, iban a hacerlo. Pero,¿Cuanto tiempo llevarían haciendo esto?
Se les notaba muy liberados, sin intimidación, como si fuera algo normal para ellos.
Pensé que en algún momento algún cable se le cruzaría a mi esposa y terminaría por rechazar a Miguel, pero no, no fue así.
Entonces, sin ponerse un condón, ni con amago de hacerlo, ensalivó la polla y la acercó al coño de mi esposa, que chorreaba de excitación. La punta se posó sobre sus labios calientes y húmedos, a la par que la muy puta pedía y reclamaba la polla de Miguel dentro cuanto antes.
Miguel haciendo caso a su petición y sin vacilación alguna, embistió con fuerza penetrando su coño. El coño que solo yo follaba, o así creía. El coño del que salió mi hijo.
La polla entró con rapidez, en su coño dilatado, materno cien por cien, y totalmente mojado por los flujos. Se deslizó hasta el fondo abriéndose paso, y provocando un fuerte gemido de mi mujer que se agarraba con fuerza a la cuna.
Las manos de Miguel agarraron su cintura y empezó a follarla fuertemente. Los dos gemían deliberadamente. Sus huevos chocaban contra sus nalgas que se meneaban como gelatina, a la vez que los tacones que mi mujer calzaba impactaban sin parar contra el parqué.
Pero por qué, mi mujer nunca folló conmigo de este modo, siempre en la cama, de noche, y de la forma mas aburrida.
Esto era como presenciar una escena porno.
Sus gemidos eran desconocidos para mí. Nunca la vi en esta actitud. Es como si entre ellos existiera un gran deseo sexual, y que cada vez que se vieran se pusieran cachondos y aprovecharan estos momentos en que yo trabajo para poder descargar su energía.
Exigía que la follara fuerte, que clavara la polla entera en su coño.
Las manos de Miguel soltaron la cadera y agarraron el tanga estirándolo, mientras seguía follándola fuertemente. Apartaba las nalgas a los lados para ver su ojete y su coño, para ver como su polla se metía dentro, mientras dejaba regueros de saliva y flujos en el exterior, que formaban espumarajos al son del bombeo.
Metió las manos por debajo del top que vestía y agarró sus pechos, esas grandes y redondas tetas, maternas, llenas de leche. Y mientras, continuaba bombeando su coño a la par que pellizcaba los rosados y gordos pezones, que mi propio hijo mamaba todos los días.
No se cuanto tiempo llevaba observándolos, quizás seis, siete minutos mientras la follaba.
De repente, el niño comenzó a llorar. Se quedaron quietos.
Mi mujer giro la cabeza y miró a Miguel, que en ningún momento sacó la polla de su matriz.
Esperé a ver lo que hacían para esconderme, pero como si con ellos no fuera la cosa, menospreciaron el llanto del niño y siguieron a lo suyo.
No hizo caso ni de su propio hijo, que estaba pasando, quien era en realidad mi mujer.
Era una completa desconocida.
Follaba aquella polla su coño, rojizo, muy dilatado. Se estaba alargando mucho, hasta que en un momento dado, como si el tiempo se hubiera parado, como un simple chasquido de dedos, todo paró.
No supe que ocurría, hasta que al sacar la polla, observé un reguero de semen que salía del coño de mi esposa y goteaba hasta el suelo. El muy cabrón segregó su esperma en el conejo de mi esposa, dejo su semilla.
Que hijo de puta, encima corriéndose dentro. Por un momento tuve la tentación de matarlos a los dos, pero razoné y me dije, no merece que mis manos se manchen de ese modo, y que mi hijo tuviera que sufrir las consecuencias durante el resto de su vida.
Como un idiota contemplé detenidamente desde la puerta, como Miguel se jodía a mi esposa, se corría dentro, frotaba la punta sobre sus nalgas dejando grumos de lefa y la besaba como si fuera él su marido y no yo.
Tras finalizar y con el falo de Miguel ya durmiendo, se limpiaron con unas toallitas que mi mujer siempre guarda para el bebe, siempre cuidando los detalles, para que yo no descubriera nada. Encajó el tanga de nuevo en su culo y se bajo la falda.
Rápidamente salí de casa sin hacer ruido, no quería que supieran que había estado allí, y que había presenciado todo el espectáculo.
Salí del portal, abrumado, no sabía donde ir, que hacer.
Recorrí unas manzanas y entré en una cafetería. Pedí una tila, necesitaba relajarme y comenzar a asimilar lo que había sucedido.
No podía dejar de pensar en ello, esa imagen, esa polla entrando en el coño de mi esposa y encharcándolo de leche que no era la mía.
Daba pequeños sorbos mientras pasaba lentamente el tiempo. No se cuanto llevaba ya en la cafetería, quizás una hora, dos, nose.
De repente comenzó a sonar el móvil. Los nervios invadieron mi cuerpo, la adrenalina, el corage, rabía. No quería que fuera quien seguramente iba a ser. No quería, no estaba preparado para oir su voz, sus falsas palabras.
No iba a responder, pero lo hice. Pulse la tecla.
Me saludó, como siempre hacía. Quedé callado, mientras ella, al otro lado, preguntaba sin parar, si me encontraba bien, donde estaba, porque no hablaba.
Respondí con rabía, disimulando todo lo que podía. Le dije que estaba bien. Me preguntó a que hora saldría de trabajar. Seguro que tenía planeado verse de nuevo con él.
Le dije que no lo sabía, quizás iría a tomar una copa con unos compañeros de trabajo.
Entonces le formulé la pregunta clave. Qué tal le había ido durante la mañana.
Y que me soltó, la muy zorra. Me dijo que había estado jugando con el niño, había ido a comprar y había estado con una amiga tomando un café.
Maldita guarra, no podía ni imaginarse que yo sabía perfectamente que había hecho por la mañana.
Ese día volví a casa tarde, no fui con nadie de copas, simplemente estuve solo.
Cuando regresé el niño ya estaba durmiendo. Ella estaba viendo la tele.
Me preguntó que tal me había ido y le respondí que bien.
Pero no podía mirarla a la cara, se levantó a darme un beso y la evité, para su asombro. No se lo esperaba. Me di la vuelta y entré en la habitación, donde ocurrió todo. Ahí estaba la cuna, donde se agarraba fuertemente, y en el suelo, aún quedaban marcas de la fregona de haber quitado hasta la última gota de lefa
Me quité la ropa y me acosté. A los diez minutos fue ella la que se acostó. No nos dirigimos la palabra.
No dormí en toda la noche, pensando, asimilando y reflexionando, sobretodo sabiendo que la tenía a mi lado. Quizás mi hijo no fuera realmente mío si es que llevaban tiempo follando o casualmente esta fue la primera vez.
Pasó de todo por mi cabeza, y llegué a la conclusión de que esto no iba a quedar así.
CONTINUARA…