La última Pony Girl (fragmento)

Traducción de un fragmento ofrecido libremente por PF. Momentos previos a los entrenamientos.

La última Pony Girl (fragmento)


Título original: The Last Pony Girl

Autora: Chris Bellows (c) 2002

Traducido por GGG, agosto de 2004

Lady Laura

Aunque nerviosa por el emparejamiento de Reggie con la Dama de Honor, tengo que recordarme a mí misma que Chin pasó una buena parte de la mañana satisfaciendo oralmente mis propias necesidades... y con el consentimiento de Reggie.

Así que encuentro mi cólera apuntando más hacia la escultural forma de músculo femenino en este momento doblada sobre una barra. Sometida al voluminoso enema, su estado de sumisión demostraba que era un blanco tentador para mi ira.

Y la sugerencia de Reggie de que puedo empezar a renovar cosas es más alentadora. Ya me he dado cuenta de que es tanta parte del día la que puedo pasar torturando a la Dama de Honor. Concentrarse en la casa y en los campos será una diversión muy necesaria para mi atención mientras él esté fuera.

Saludo mientras la grande y poderosa nave asciende verticalmente, gira y se dirige al oeste hacia Newcastle. Extrañamente los pensamientos en Reggie empiezan a desvanecerse inmediatamente mientras me doy cuenta de que deberían terminarse los enemas y Theresa debería estar enjabonando a la Dama de Honor. Reggie ha dejado órdenes de someterla a las plumas.

Me dirijo directamente a la cuadra.

Dama de Honor

Me emocionó oír a Sir Reggie dar la orden de una buena sesión de plumas. Pero el cambio de Lady Laura con Miss Theresa resultó más desconcertante. Lady Grace dejó de usar los anillos hace años. Recuerdo a las pony girls más experimentadas y sus prodigiosos labios expuestos de forma prominente por debajo de sus vulvas. ¡En cuanto a la testosterona...!

Me tranquilizo cuando Miss Theresa me quita el inyector inflable del enema y se me permite expulsar. Tal cosa señala habitualmente el fin de la angustia diaria, porque después ya solo tengo que soportar el afeitado y la limpieza, la inspección y el exquisito masaje de Miss Theresa.

¡Y una sesión de plumas! El corazón me da otro vuelco ante la perspectiva.

Lady Laura.

Una vez que se ha ido Reggie puedo explorar, examinar y en general fisgonear con impunidad.

Mientras Theresa lleva a la Dama de Honor al área de lavado yo doy una vuelta por la gran cuadra. Por primera vez entro por un portal del extremo opuesto. Es la sala de ejercicio y me quedo boquiabierta de asombro. La vasta área está llena de cintas de caminar, espalderas e innumerables otros dispositivos utilizados para la musculación forzada sobre estructuras previamente femeninas. No solo impresiona la variedad sino también el número. Hay media docena solo de cintas de andar y una particularmente curiosa es lo suficientemente ancha como para acomodar a dos muchachas caminando o corriendo una al lado de la otra. En la pared cercana está colocado un interesante conjunto de equipos electrónicos.

Y cada pieza de los equipos tiene ojales colocados en numerosos lugares, usados obviamente para asegurar contra su voluntad a las pony girls durante largos periodos de ejercicio.

La mayor parte de los equipos está diseñada para fortalecer piernas, muslos y nalgas. Pero en una pared hay máquinas para los músculos abdominales. Con el físico de la Dama de Honor me la imagino pasando mucho tiempo allí enganchada.

Vuelvo paseando hacia la sala principal. Allí hay un armario con las puertas abiertas. Una rápida inspección revela un sorprendente surtido de fustas, látigos, varas, tapones de goma, esposas para muñecas, esposas para tobillos, cadenas, cuerdas y cordones entre otras cosas. Pero, lo más importante, cuando abro un cajón inferior poco usado, encuentro los anillos a los que hizo referencia Theresa en nuestra discusión.

Parecen ser unas veinte cajas, un conjunto de una docena en cada caja y bien etiquetados respecto a su circunferencia. Supongo que un entrenador experimentado en el arte de su utilización podría rápidamente determinar que diámetro de anillo requiere determinada pony girl. Y hay suficientes tallas para modificar los labios mayores genitales, de los más pequeños, de los más jóvenes y de los más maduros.

Levanto una caja. El peso me indica que cada anillo, bien calibrado y de oro puro, vale probablemente cientos de libras.

Me quedo muda al darme cuenta de que el valor de lo que hay en este cajón de la parafernalia sin sentido de tía Grace podría probablemente cubrir mis deudas.

Un examen cercano muestra que el diámetro interno de cada anillo está estriado, como el tapón de una botella. Con el espesor, los anillos parecen semejar tuercas pensadas para ser atornilladas en cerrojos. Evidentemente una vez que se forma una cresta de carne del labio y se empuja en el interior de un anillo los hilos impiden que el círculo de metal comparativamente pesado se deslice. ¡Ingenioso!

Así cuando el peso del anillo estira la suave, rosada y sensible piel, puede ser atornillado con más o menos tensión, estirándola más. Se pueden añadir más anillos cuando la piel se afloja.

Puesto que cada caja está marcada claramente por la circunferencia, es obvio que la talla de una muchacha y la consistencia de la carne de los labios debe ser tenida en cuenta al emprender el proceso.

Tendré que determinar la talla de la Dama de Honor. Experimentar con los anillos puede ser una diversión interesante en ausencia de Reggie.

Los sonidos de la sala de lavado cesan, aunque no aparecen ni Theresa ni la Dama de Honor. Cierro el cajón y me acerco. Mientras me aproximo se escuchan suaves gemidos. Luego una voz.

"Muy bien, muchacha. Buen pony."

El cuerpo húmedo y macizo de la Dama de Honor yace prostrado en la mesa de lavado. Su físico inmediatamente atrae a los ojos observadores hacia los montículos bien redondeados formados por las nalgas sorprendentemente grandes y potentes, bien vareadas en la demostración de despedida de Reggie. Entre los muslos separados están los labios carnosos que parecen suplicar atención.

Pero mi mirada se traslada rápidamente hacia donde la corta y plateada falda de una Theresa en pie se sitúa encima de la cabeza de la Dama de Honor. La pony girl,  evidentemente agradecida, está con las muñecas esposadas tras la espalda mientras las manos oscuras de Theresa, manos ágiles, la sujetan de los aros de las orejas. Dirige un agradable asalto oral a sus partes. Es evidente que la larga lengua de la Dama de Honor, a la que encontré bastante ardiente, está pagando su tributo a Theresa. Y la húmeda carne de la forma relativamente inerte implica que Theresa realizó su excursión de masaje en el poste con el habitual grado de eficacia.

Después de la rigurosa varea de Reggie, estoy segura de que la Dama de Honor encontró particularmente sensuales las manos suaves pero fuertes de Theresa. Los gemidos sugieren que la Dama de Honor le está devolviendo su amabilidad. Y por primera vez comprendo la utilidad del atuendo de Theresa. La breve falda y la ausencia de ropa interior ofrece acceso instantáneo al área de feminidad para cuyo servicio asiduo ha sido entrenada la Dama de Honor.

Y las órdenes de Reggie de someter a la Dama de Honor a las plumas parecen haber añadido un grado particularmente elevado de atención.

Los muslos de Theresa se aprietan, acompañados por un gemido de placer aún más sonoro. Abre los ojos y se echa atrás, notando por primera vez mi presencia.

"Siempre sirve con meticulosidad incrementada después de una varea enérgica," sugiere con una sonrisa de satisfacción.

Las manos de Theresa sueltan los grandes aros de la orejas y pasa la mano hacia las mejillas de la Dama de Honor. Un dedo índice retira tiernamente la humedad de un labio superior saturado.

"Hace que desee que la vareen a diario."

Theresa se echa atrás.

"Es hora del arrastre."

La forma de la Dama de Honor vuelve repentinamente a la vida. Theresa aplasta sus nalgas a modo de juego cuando se levanta y empieza a trotar hacia las cadenas que la esperan.