La última noche del verano

Experiencia de adolescente en la última noche de un verano

Tenía unos 18 años, estaba de vacaciones en un pueblo de Almería, junto al mar. Era un lugar de veraneo familiar, con pandillas de amigos circunstanciales, muy tranquilo.

En mi pandilla todos éramos adolescentes, entre los 18 y 20 años. La mayor de todos era Marisol, tenía 20 recién cumplidos. Era bellísima, como Sonia Martínez, morena, pelo rizado, labios carnosos, cuerpo en forma de guitarra, ..., pero tenía novio. Ya me había quedado atontado con ella el año anterior, pero a los 18, con granos y aun algo bajito ni me miraba.

Ese año yo había estado haciendo atletismo, 1500m-5000m, y había pegado un estirón, y estaba musculoso. Había notado como me miraba ella al salir del agua, o al volver por la tarde cargado tras haber ido a pescar pulpos. Pero su novio siempre estaba cerca.

Marta, que tenía un año menos que yo me perseguía con insistencia ese verano. También era muy guapa, rubia, ojos azules, voluptuosa, y muy salidorra.  Me propuso salir, y acepté. Nos íbamos al bosquecillo de eucaliptos a darnos el lote, besarnos, acariciarnos por encima de la ropa, ... No pasábamos de ahí. Un día Marta sospechó que me gustaba Marisol y se propuso hacer que la olvidara. Un día fuimos al cine. Llevábamos rebeca y bolsas con bocadillos. Nos sentamos toda la pandilla en la última fila. La peli era de miedo. Marta y yo estábamos entre otras dos chicas que abrazaban a sus novios, y nos sentimos con suficiente intimidad para tocarnos. Pero Marta decidió ir más lejos esa noche. Me puso las bolsas sobre mi regazo, y mientras hacía como que buscaba algo, me bajó la bragueta y me sacó el pene del pantalón. Me lo acarició hasta ponérmelo tieso como yo no sabía que se podía poner. Mis 18cm crecieron velozmente. Ella se sorprendió y yo más. Me lo metí por debajo de la camiseta para no asomara como un mástil. Ella se sonrió, y se reclinó sobre mí. Como su pelo le cubría la cara, aprovechó para llevárselo a la boca.

Sentí sus ardientes labios rozar mi glande, la humedad de su lengua al probar el sabor de mi piel, y como sus labios iban abrazando el pene a medida que se lo introducía en su garganta. Trataba de contenerme, para no correrme de forma inmediata, ella empezó un mete saca lento, relamiendo mi pene cada vez que salía de su boca. Yo la abracé, y mis manos se fueron a sus pechos. Poco podía hacer por el éxtasis que experimentaba. Ella me miró de reojo, y al ver en penumbra sus brillantes ojos, y como mi pene entraba en su boca fueron el detonante para comenzar a eyacular semen dentro de ella. Noté como succionaba una y otra vez, hasta sacarme toda la "lefa" como se decía por entonces.

Se incorporó y aun agarrándome el pene como si fuera a perderse, me preguntó si me había gustado. La besé en la boca y noté el sabor de mi propio semen. Ella sonrió, y me dijo que luego me tocaría a mi darle placer.

Miré de reojo hacia Marisol. Ella se besaba con su novio. Era una sensación encontrada.

Al salir del cine fuimos todos hacia los apartamentos, nos despedimos, y Marta y yo nos fuimos hacia la playa sin que los otros nos vieran.

Nos sentamos detrás de una zodiac, ella llevaba un pantalón muy corto y una camiseta sin nada debajo. Sus pechos eran generosos, pero firmes y duros. Me dijo que estaba muy caliente, se puso a cuatro patas, como si fuera a ponerme el culo en la cara, pero se encajó la punta trasera de la zodiac por su culo y se movió como si la follase la barca. Yo ya estaba excitado de nuevo. Me puse de rodillas, me saqué el pene y se lo puse en la cara. Se lo froté contra las mejillas y labios hasta ponerse el falo rojo y duro como un chorizo de cantimpalos. Entonces ella se giró y me puso el culo contra el pene. Le desabroché el pantaloncillo y se lo bajé. También tiré de sus braguitas para sacárselas. Su lindo conejito rosado y depilado se abría ante mí. Ella meneaba el culo para animarme. Le frote el glande contra sus labios vaginales, recorriendo de arriba a abajo su sexo. Cuando vi que se abría un poco, puse el pene frente la apertura y empecé a apretar para entrar en ella. Marta gimió al empezar a penetrarla. Me susurró que nunca se había metido nada tan grueso y largo, y que no la hiciera daño. Sentir su intenso ardor rodeando mi glande me hizo perder la cabeza y empujé con fuerza para meterle todo dentro. Ella perdió la fuerza en los brazos y cayó su cabeza contra la arena. En esa postura pude entrarle más aún. Comencé a meterla y sacarla primero despacio, y luego más y más rápido. Notaba como ella temblaba de manera incontrolada, gemía y no conseguía pronunciar lo que quisiera decir. Estaba a punto de correrme cuando ella tuvo que bajar su culo y quedar recostada del orgasmo que sentía. En esa postura su coñito se estrechaba más, pero seguí follándola hasta que me vino un orgasmo dentro de ella. Quedamos uno sobre el otro no menos de 15 o 20 minutos. Mi pene no decidió relajarse hasta pasado un buen rato.  Seguíamos moviéndonos, sintiendo la penetración. Fue algo inolvidable.

Cuando mi rabo se desinfló, nos separamos. Ella se metió en el mar para lavarse, y la seguí. Nos pusimos luego la ropa y la acompañé a casa.

Repetimos estos encuentros unas cuantas veces más, pero el verano acababa. Un día vino Marta a decirme que se iba de vuelta a Madrid, que nos veríamos allí.

Me quedé triste. Esa noche nos juntamos la pandilla, ya solo éramos 6, y el novio de Marisol ya no estaba. Ella me vio triste y me preguntó que me pasaba. Yo le dije que solo era frio. Ella tomó mi mano y me la frotó para calentarla. Estábamos contando anécdotas, y mientras ella me frotaba la mano. Con cierto descaro fui moviendo la mano que me calentaba Marisol hasta ponerla en mi regazo. Llevaba un bañador, y en seguida tuve una erección al notar el va y viene de su mano sobre mi muslo. Mi bulto creció mucho, por lo que ya llegaba hasta donde su mano pasaba. Ella me daba golpecitos con sus nudillos en el glande. De vez en cuando cerraba el puño y aceleraba el frotamiento, golpeando con más fuerza el pene. Al final ya solo estábamos 4, todos sentados apoyados contra la pared del edificio donde vivíamos. Las otras dos chicas no podían ver donde estaba la mano de Marisol sobre mi porque ella estaba ligeramente girada hacia mí. Entonces me atreví a ir a más, y me abrí la bragueta de velcro del bañador y me saqué el capullo. Ella podía verlo si quisiera, pero pensé que si decía algo o reaccionaba mal, me haría el loco. Total, era el último día en la playa. Ella o no me miraba o decidió disimular. Su mano ahora me frotaba la mía con la palma abierta, y para darme más calor me pasó el otro brazo por debajo del mío, quedando sus dos manos muy cerca de mi pene. Así me dijo ella que también tenía frio y quería calentarse... con una sonrisa que no he podido olvidar. Mientras me frotaba con una mano y me sostenía con la otra el antebrazo, me reviré la cadera para quedaran sus manos justo entre mis piernas. Su mano derecha realmente resbalaba sobre el tallo de mi verga, y la otra sostenía el glande.

En una pausa en la conversación que tenían las tres chicas, sentí como ella miraba mi pene. Dejó de frotarlo y note una ligera separación de sus manos de mi miembro, como si descubriera que estaba tocándome el pene en ese momento. Me quedé quieto y le miré a sus ojos con cara de perrito abandonado. Ella me besó en la mejilla y siguió haciendo ya que me frotaba la mano, pero para acariciarme el pene. Yo le pasé mi mano por detrás, la puse en su espalda y la resbalé hasta meterla por debajo de su pantalón vaquero cortito. Mi mano se deslizo hasta sentir su nalga en la palma de mi mano. Me dolía el pene de tanto frote, y cada vez que sentía que iba a eyacular añadía algo a la conversación para que se me pasara. Por fin decidieron irse a dormir. Acompañé a Marisol a su puerta. Subimos por las escaleras a su piso, ella iba delante mío. La cogí de la cadera y le besé el culo, acariciándola las piernas y luego metiendo las manos por debajo de su camisa para agarrarla de sus pechos.

Me dijo que era tarde... pero yo me iba por la mañana temprano. Le pedí solo 10 minutos más. Subimos a la azotea.

  • Enséñame ese pedazo de rabo tío.

Me lo saqué y ella me lo tomo con sus dos manos. Se lo pasó por entre sus piernas y me besó en la boca. Mientras estábamos abrazados ella movía su cadera para sentir el roce. EL vaquero era tan corto que yo sentía sus muslos rozando mi pene y me excitaba mucho.

  • Déjame que te quite el pantalón, me hace daño.

-oh, vaya, sí, perdona.

Me agaché para bajárselo, y de paso también las bragas. Me incorporé rápidamente y volví a abrazarla sintiendo como mi pene resbalaba bajo sus húmedos labios vaginales. Estaba muy mojadita. La puse apoyada contra la pared y me moví como si la follara, besándola el cuello y sobando sus pechos. Ella ardía de placer, consciente o inconscientemente levantó un muslo para cogerme con él de la cadera, y en ese momento mi glande encontró su apertura y entré de un empujón en ella. Me quedé parado, y ella me pidió que siguiera. Continué follándola como un loco, cuando ella tomo algo de consciencia me dijo que no me corriera dentro. Por decírmelo, se disparó mi orgasmo. Aun así, pude retirarme a tiempo, pero mi pene regó su abdomen de semen, mojándola la base de sus tetas. Estaba realmente pringada de semen. No sabía cómo limpiarse. Me quité la camiseta y la froté para quitarla todo mi fluido. Ella sonrió, y me dijo que su novio la tenía muy pequeña comparada con mi rabo.

Le dije si podíamos vernos cuando volver a Madrid. Ella sacó un boli y me apuntó en el brazo su teléfono y dirección, en la Ciudad de los Ángeles, a las a fueras de Madrid.

Me dio otro beso y se fue a su casa.