La última noche del mundo

¡Wow! ¡Qué maravilla! La exquisita piel que cubría su glande facilitaba el frote mejor aún de lo que yo experimenté.

LA ÚLTIMA NOCHE DEL MUNDO

1a. Parte

Nueva York –una noche de 1999 (como si fuera la última noche del mundo) Soy Kevin, un chavo que habita entre los más de veinte millones de habitantes que conformamos la Ciudad de México, la gran urbe donde las cosas más inverosímiles ocurren y como era de suponerse, creí que entre algún sitio recóndito, llámese antro, hotel, fiesta, restaurante o congal iba a toparme con esa persona con la que daría el gran salto de mi vida sexual... pero no fue así, sino todo lo contrario.

Mi familia está conformada por un padre inversionista, una madre dedicada en cuerpo y alma al mundo del arte, Alan mi hermano gemelo (idéntico) y yo. Siempre he estado convencido de que somos un alma habitando un par de cuerpos; desde niños nos divertíamos a tope jugando bromas de identidad en la escuela, compartíamos el mismo espacio, la misma recámara con sus respectivas camas individuales... siempre cómplices de la vida.

A los 13 años nos enfrentamos juntos al descubrimiento puberto de la masturbación. Recuerdo que aquella vez un cuate de la escuela nos había prestado un par de revistas con bellas rubias ofreciendo lo mejor de sus jugos a los hombres bigotones que posaban junto a ellas en las fotografías; Alan y yo contemplamos durante esa noche las audacias de las parejas; cada uno en su respectiva cama, desnudos, yo recostado de lado y mi hermano recargado en la cabecera; las juveniles erecciones no se hicieron esperar ante el girlie show; jamás habíamos sentido la experiencia de la eyaculación; recuerdo muy bien que Alan sacudía con suavidad la base de su miembro y yo posaba mi erección sobre una almohada que había colocado en mi pelvis; comentábamos emocionados las posturas y las miradas lascivas de las bellas modelos y a distancia comparábamos la fotografía que él veía con la que yo miraba en ese momento. Cabe señalar que la única diferencia física entre mi hermano y yo es que él no está circuncidado y yo sí, así que por otra parte yo contemplaba el perfil de su falo con medio abrigo cubriendo su glande.

La excitación de la pubertad fue ascendiendo, Alan instintivamente jugueteaba con su pajarito y yo comenzaba a mover mi cadera presionando mi pelvis contra la almohada como si estuviera buscando un terreno que diera cabida a mi erección, de pronto Alan ya se estaba frotando y sus piernas se ponían rígidas, me decía que sentía muy rico, que imaginaba a la chica de la revista justo ahí en su cama con él, mi mente comenzó a volar y al rato el movimiento de mi cadera ya no era suficiente... también me encontraba frotando mi falo. Mi hermano comenzó a acelerar el ritmo de su mano y sólo vi que echó la cabeza hacia atrás en la cabecera y en una especia de gemido incontrolable escuché, "Ahh... ahhh... Ke... Ke... ¡KEVIN!"

El salto de su esperma fue lo más cercando a los fuegos artificiales que se ven en las películas, yo me quedé contrariado, entre sorprendido y asustado, pero mi mano seguía frotando automáticamente, en ese momento sentí que mi abdomen ardía, que mi cuerpo se tensaba y un enorme cosquilleo en la base de mi miembro, no me pude controlar, mi cerebro había perdido toda su autoridad sobre mi mano y comencé a disparar proyectiles espesos de una substancia blanca y aperlada. Nos habíamos venido por vez primera y subsecuentemente el rito se repetía todos los días a la hora de irse a dormir; durante meses, muchos meses, ese ceremonial nos hizo más cómplices a mi hermano y a mí, jugábamos a ver quién disparaba más lejos y caíamos rendidos cada uno en su

respectiva cama. Fue muy divertido y emocionante.

Los años pasaron y hubo una especie de divorcio con lo que respecta a las sesiones masturbatorias entre mi hermano y yo. No recuerdo bien cómo ni por qué sucedió, probablemente fue a partir del momento en que se nos asignaron recámaras separadas o tal vez porque cada uno comenzó a salir con su respectiva novia aparte de los rollos que cada uno tenía en su mente a causa de la escuela y los amigos. Más tarde yo me estaba graduando como comunicólogo y Alan como diseñador gráfico. Durante ese año yo estaba perdidamente enamorado de Diana, una chava de la universidad que cubría con todas las expectativas que yo buscaba, teníamos dos años de ser novios y el sexo con ella era fantástico; mi hermano en ese momento había terminado con Laura, una chica que le había hecho ver su suerte. Durante el verano salió una oportunidad de ir a una expo publicitaria en Nueva York; nos emocionó la idea, pues ambos necesitábamos unas buenas vacaciones y cambio de aires, por

otra parte ya habían transcurrido algunos años desde nuestro último viaje al extranjero.

Preparamos maletas y nos fuimos, llegamos a un hotel que si bien no era el indicado para hospedar a una luminaria, tampoco estaba en condiciones inhóspitas y sólo estaba disponible una habitación con una cama; lo que nos enganchó del lugar fue que tenía una increíble vista panorámica hacia Central Park. El primer día nos fuimos a la expo y de ahí a caminar un par de horas para explorar un poco los alrededores de nuestro hotel; posteriormente regresamos al cuarto con un mundo de folletería, publicidad, souvenirs y demás chácharas que nos habían regalado en el evento. Estábamos cansados pero muy relajados por el ambiente de la ciudad. Alan inmediatamente preparó la ducha para bañarse y yo me quedé contemplando la vista de la Gran Manzana a través de la ventana, mi vista se perdió y comencé a pensar cosas sobre mi futuro profesional y mi relación con Diana, cuando volví en mí mismo vi que mi hermano ya estaba metido en la cama viendo la tele con una cerveza en la mano, entonces me metí a bañar y cuando salí abrí otra cerveza para mí y nos pusimos a comentar sobre las cosas que habíamos visto durante el día.

La primer sorpresa vino cuando levanté la sábana para meterme a la cama y vi de reojo que Alan tenía una erección; ambos acostumbramos siempre a dormir desnudos pero esta era la primera vez en muchos años que compartíamos la misma cama. Él siguió platicándome con toda naturalidad y yo proseguí a darle réplica por un buen rato, finalmente apagamos la tele alumbrándonos únicamente por la luz de la calle. En mi mente quedó fija la imagen de lo que había visto bajo la sábana y me preguntaba si aún estaría erecto, nuestra charla se fue espaciando por intervalos de silencio cada vez más largos; cuando nos estábamos quedando dormidos, bueno, por lo menos yo, comencé a sentir movimientos en la sábana, inmediatamente intuí que se estaba frotando y eso me puso a latir el corazón como una señal de alerta y expectación; posiblemente creyó que yo estaba dormido porque después comenzó a acariciarse con su mano izquierda (yo estaba precisamente acostado en ese lado de la cama) y su codo rozaba eventualmente con mi cadera, comencé a excitarme y sólo me limité a sentir que mi miembro crecía como respuesta a esos roces involuntarios.

Ambos estábamos boca arriba y yo moría por comenzar a frotarme también, pero no sabía cómo lo iba a tomar él, pues aunque en los años mozos lo compartíamos, ahora ya éramos dos adultos que habían dejado atrás esas sesiones.Mis piernas se estiraron por instinto quedando la derecha piel con piel con su pierna izquierda; evidentemente se dio cuenta y no hubo ninguna reacción por su parte, sino al contrario, empezó a desplazar con mayor libertad su brazo para acariciar su abdomen, ingle y muslo mientras que el ritmo de su mano derecha ya tenía el control absoluto de su verga.

Yo comencé a mover lentamente mi cadera para estimular el frote de mi glande con la sábana al mismo tiempo que me acercaba cada vez más, milímetro a milímetro al calor del cuerpo de Alan, era una especie de magnetismo que nunca había experimentado; su mano izquierda ya estaba acariciando mi cadera, mi mano derecha estaba atrapada entre ambos cuerpos pero sus dedos comenzaban a moverse lentamente, opté por la audacia y sin aviso alguno me volví de cara contra él abrazando sus piernas con mi pierna, mi brazo izquierdo sobre su torso y mi cara sobrepuesta en su hombro. Nuestras respiraciones se agitaron, la mía se estrellaba contra su cuello, mi verga quedó atrapada en el costado de su cadera y ambos comenzamos a frotar nuestros cuerpos... Todo con los ojos cerrados y en silencio, ninguno de los dos quiso distraer el tacto de nuestras pieles con las palabras o miradas.

Recorrí mi mano por todo su tórax y abdomen hasta palpar la textura de su vello púbico y posteriormente la base de su miembro, Alan dejó de frotarse para dejarle libre el camino a mi mano exploradora que trepó lentamente por aquel falo de 18cm (que es la medida del mío también) y lo más excitante fue sentir como si estuviera agarrando el mío sólo que con ese disfraz llamada prepucio que el mío no tenía... era tan suave, era tan especial y nuevo para mí. Volvió su cuerpo hacia el mío y quedamos frente a frente, no nos contuvimos y nos abrazamos rodando por la cama, el hielo estaba roto...

Nuestras caras quedaron entrelazadas con el cuello del otro, las respiraciones eran un susurro en el oído; nuestros brazos abrazaron la espalda del otro reconociéndonos mutuamente, nuestras manos codificaban poro a poro nuestras pieles, nuestros traseros, nuestros costados; las caderas conversaban entre sí y nuestros miembros se unían por vez primera en los abdómenes. Para ese momento nuestros labios activaron el sentido del gusto probando recíprocamente los hombros, cuellos, orejas, mandíbula hasta unirse en un beso, el beso más puro que puede manifestarse entre dos seres humanos que han compartido el amor en todas sus formas. No nos inmutamos, no hubo reacciones antagónicas en nuestros cuerpos. Estábamos inmersos en otra atmósfera como si se tratara de un par de destellos chocando entre sí para formar un arco iris. El acoplamiento de la fricción pélvica hizo que mi verga entrara entre los muslos de Alan, la sensación de suavidad entre sus muslos resultó ser un nuevo cobijo nunca antes sentido por mi glande, era una especie de penetración sin serlo, él no cesaba de atraparlo y yo no dejaba de disfrutar el nuevo hallazgo; después de unos minutos quise sentir lo que él sentía; entonces fue cuando puse el suyo entre mis muslos...

¡Wow! ¡Qué maravilla! La exquisita piel que cubría su glande facilitaba el frote mejor aún de lo que yo experimenté, sólo abracé su cintura y él comenzó un frenético movimiento de cadera mientras nuestras bocas se besaban y nuestras respiraciones imitaban el sonido de una vaporera a alta presión. Me separé de sus labios para volver a probar su mandíbula y cuello, lentamente fui bajando hasta darme cuenta que mi cara estaba en su torax esbelto, firme y marcado igual al mío; la sensación de besarle las tetillas era como la de estar sobre mi propio cuerpo sacado de algún espejo, sólo que sin el característico frío del vidrio. Continué mi safari hasta llegar a su abdomen liso, besé su ombligo y descendí hasta topar con la pelvis; Alan acariciaba mi cuello y no dejaba de mover su cadera; yo por mi parte me enfrenté a un enorme miembro erecto que nada tenía que ver con aquél que vi cuando éramos chicos, mis labios escalaron hasta su cima, fue un momento de expectativa para ambos; por su parte porque se quedó inmóvil en ese momento y para mí porque nunca había tenido una virilidad tan cerca de mi boca.

Lo tomé con una mano y desde la base subí todo su prepucio hasta la punta, lo contemplé por un instante, de algún modo tenía que asimilarlo, luego cerré los ojos y acerqué lentamente la punta de mi lengua en la punta de su cubierto glande, poco a poco mi lengua fue encontrando el camino y como una intrusa comenzó a explorar por dentro del prepucio toda la textura del hinchado y redondo glande; Alan exhaló profundamente y se sacudió momentáneamente su cuerpo a manera de reflejo como si hubiera sentido una descarga eléctrica; posteriormente fui bajando su delicado abrigo al mismo tiempo que yo iba cerrando mis labios para atrapar centímetro a centímetro todo el tronco hasta llegar a la base... "¡Aahh... Kevin!" susurró mi hermano hundiendo su cabeza en la almohada. Lentamente fui tomando el ritmo del sexo oral y cada salida era frustrada por mi boca así como cada entrada me hacía sentir la apertura de mi garganta caliente; Alan se estiró y tomó uno de mis muslos para que volteara mi postura y así lograr un 69; cuando tomó mi erección sentí lo que nunca había sentido antes con ninguna mujer, eso me impulsó a seguir con la labor de la felación cada vez más familiar, ¡qué rico sabor, qué experiencia tan excitante! Mi cadera guiaba el ritmo de mi mástil en su boca al mismo tiempo que mis manos no dejaban de apretar su firme trasero liso y terso; probamos el sabor de nuestras ingles y testículos, parecíamos niños con un nuevo caramelo engolosinándonos, estábamos maravillados por haber descubierto la postura mágica, la postura en que puedes dar y recibir placer con reciprocidad. Rodábamos, él quedaba sobre mí, yo sobre él, de lado acariciando nuestros muslos, nuestras caderas, nue--stras nalgas, ya no estábamos en Nueva York, estábamos en un universo que no tiene cabida en este planeta.

El silencio se rompió cuando mi hermano dijo en un tono muy suave, "Kevin, quiero que me penetres". "¿Estás seguro?" ----le respondí. Asintió separándose de su postura y dándome un profundo beso. Acto seguido se tumbó boca abajo abriendo las piernas por completo... Al ver ese par de duraznos gigantes invitándome, no pude resistirme a su petición. Tal vez vaya a sonar a narcisismo, pero la belleza de mi hermano es algo incomparable a cualquier escultura griega... dije narcisismo porque somos gemelos idénticos.

Tomó con cada una de sus manos su trasero y lo abrió cerrando los ojos esperando a que cualquier cosa ocurriera; sin dudarlo me estiré al buró para buscar entre los folletos un condón que nos regalaron como parte de una campaña publicitaria en la expo; lo abrí y me lo puse inmediatamente y una vez hecho esto me acerqué lentamente mientras agregaba un poco de saliva y poco a poco la fui uniendo mi glande a su ano, esa caricia contra su piel fruncida ponía más rígida mi erección. Primero coloqué la punta quedándome estático, luego inicié el movimiento de penetración muy lento, Alan comenzó a mover también su cadera relajando poco a poco su cuerpo.Delicadamente quise entrar, sólo logré introducir la punta cuando inmediatamente él dio un brinco dejando salir un gesto de dolor... "¡¡¡Aaahhh!!! ........Hazlo poco a poco, lubrícame con tu saliva". Me retiré y mojé la yema de mis dedos completamente para después brindarle un suave masaje anal, él lo comenzaba a disfrutar dilatándose cada vez más; entonces fui metiendo un dedo lentamente frotando y sacando poco a poco hasta que al rato ya eran dos los dedos; su cuerpo fue asimilando la nueva sensación... "ya... ya estoy listo, Kevin" me dijo. Nuevamente puse mi glande y despacio fui penetrándolo con mayor suavidad, lentamente, centímetro a centímetro; Alan exhalaba profundamente con un placer que nunca había escuchado en él.

Yo sentía que sus músculos aprisionaban mi verga con una fuerza única... llegué al fondo y él tomó mi trasero para que no me moviera, una vez estando así me tumbé sobre su espalda entrelazando mis manos con las suyas besando su nuca mojada por el sudor, su sudor... ¡era tan fresco! Comenzó a mover su trasero para invitarme a hacer lo mismo con mi cadera, entonces inició el movimiento rítmico de entrada y salida, nuestros cuerpos ya estaban compenetrados, Alan gemía de placer, yo lo secundaba, nuestras manos se entrelazaban y yo estaba en la cima del mundo junto a mi hermano. Más tarde cambiamos de postura, haciéndolo de lado, mi mano masturbaba su hermosa verga con el mismo ritmo que yo lo penetraba, nuestras bocas se buscaban y dejaban escapar sus lenguas para frotarse entre sí, más tarde hincados sobre la cama, el placer nos envolvía entre jadeos, gemidos, exhalaciones, y besos; nuestras manos no dejaban ni un centímetro cuadrado de piel sin acariciar, la penetración era más bien la compenetración de esa alma única que habitaba dos cuerpos...-"No quiero que esto acabe, Alan" ---le decía con mi voz entrecortada. -"Se siente delicioso, Kevin... no te salgas por favor".-"Aaahhhh... ahhh..." -"Frota mi verga, frótala suavemente...." -"Sí... siente mi mano... uhmm..." -Kevin, si supieras, si pudieras sentir... aahhh! -"Disfruta de esto tanto como yo lo estoy disfrutando; no dejes de mover esa cadera... uhmm... esto es como si fuera la última noche del mundo... aahhhh... Alan....! Y efectivamente, era como la última noche de este mundo, todo ese placer y esa magia era algo completamente indescriptible; habíamos cruzado el punto sin retorno, ya no éramos nosotros mismos, éramos un par de energías mezclándose en medio de un sitio llamado planeta tierra. Actuábamos como si no hubiera tiempo suficiente en todos los relojes para llegar a la cima. Entrelacé mi brazo izquierdo como fornitura abrazando el torso de mi hermano al mismo tiempo que mi mano derecha frotaba consistentemente el tronco fálico.

Alan gemía con mayor insistencia, su brazo alcanzó mi cuello para sentir mis labios en el suyo, lo mordí y sucesivamente vino un grito desgarrador al mismo tiempo que comenzaba a disparar unas ráfagas interminables de semen sobre la cama, su descarga parecía no tener fin, mi cadera se alejaba un poco lento y volvía a chocar de un solo golpe contra su trasero intermitentemente... Alan se había venido. Inmediatamente tomé con firmeza su cadera con ambas manos y comencé a galopar a toda velocidad, mi mandíbula se endureció, apreté los ojos y comencé a sentir el filo de la vida fluyendo por todo mi cuerpo, en cada poro de mi piel, en cada punta de mis cabellos... "Aaaahhhh... aaahhh... ¡Alaaan! Aaagggghhhhhh!!!" Mi cabeza se echó automáticamente hacia atrás mirando al infinito mientras mis manos comprimían a más no poder su cadera contra la mía, sentí que la vida se me escapaba en un orgasmo, sentí que mi espíritu entraba al cuerpo de mi hermano... Alan cayó de un golpe boca abajo sobre la cama y yo tras de él, volvimos a entrelazar nuestras manos y comencé a besar su cuello con toda la ternura que soy capaz de brindarle, nuestros ritmos cardiacos fueros recuperándose lentamente, nuestras respiraciones agitadas aún, se desvanecían en el aire alentándose poco a poco... Las palabras sobraron y el silencio se hizo protagonista de la escena.

Dormí abrazado de mi hermano toda la noche... Faltan muy pocas horas para el amanecer, tenemos planeado ir al Metropolitan Museum, espero que a nuestro regreso al hotel se escriba el segundo capítulo de nuestra historia; esta vez quiero ser yo el que reciba todo el calor de

mi hermano gemelo dentro de mi cuerpo... ya veremos.