La última noche del campamento (2)

Una vez descubrimos cómo somos, que siga llegando gente

La expresión de Mónica era de un fastidio más que evidente. La comprendí; es obvio que, hablando en látex, una polla que vibra le da cien vueltas a una que no. Silvia trató de convencerla de que al día siguiente podría comprar todas las pilas que quisiera, pero ella no quería saber nada de eso. Quería su vibrador en aquel preciso momento y no atendía a razones. Silvia se levantó, se puso su camisón sin nada debajo y le dijo a Mónica:

-Voy a la cabaña de los chicos a ver si tienen pilas. Mírame bien, porque soy la mejor amiga del mundo.

-Lo eres- concedió Mónica, mandándole un beso.

Silvia salió, mientras su amiga y yo, desnudas en las camas, comentábamos los pormenores del uso del vibrador, que parecía el tema de la noche. Cuando Silvia regresó no lo hizo sola: Alex y Javi, los dos en pantalón corto, venían con ella. Yo solté una imprecación y corrí a cubrirme instintivamente con una manta, presa de un reparo gigantesco a que me vieran los chicos. Mónica, en cambio, no parecía tener problemas con el nudismo. Los chicos, menos. Silvia fue la que explicó su presencia.

-Si es que parecen una ferretería. Le he pedido a Alex unas pilas y ha empezado a preguntarme que si grandes, pequeñas, mini, de litio, alcalinas... y como no tenía ni idea les he dicho que vengan a preguntártelo.

-Yo en realidad me he venido porque Marcos estaba rezando salmos del Antiguo Testamento y me estaban dando ganas de matarlo- dijo Javi, que hacía muy pocos esfuerzos por no hablarle a las tetas de Mónica. Ella siguió a lo suyo con el tema de las pilas.

-Pues verás, son para esto, así que creo que me valdrá con pilas pequeñas- y le tendió el vibrador como quien tiende un mando a distancia. Los chicos abrieron mucho los ojos y se echaron a reír. Estuvieron carcajeándose un rato que pareció eterno. Javi fue el primero el recomponerse.

-Es que...jajaja... no me puedo creer... que tengas ahí ese chisme...

-¿Y qué tiene de raro?- replicó Mónica.

-No sé- terció Alex-, pero me parece un poco raro que teniendo aquí a dos chicarrones dispuestos, te lo estés montando con una polla de plástico.

Silvia salió en defensa de Mónica; yo observaba todo cubierta por la manta pero ciertamente atónita.

-Pues no, no es tan raro. Primero porque se lo monta conmigo, y la "polla de plástico" es un accesorio más. Y segundo porque esto es un campamento católico, y cabe pensar que alguien sea católico de verdad- en cuanto se calló, una oleada de "yo no", "ni yo" y "yo tampoco", fue saliendo de nuestras bocas. Todos nos echamos a reír.

-Pues ya es una lástima, la de tiempo que hemos perdido y lo bien que podíamos haberlo pasado- se lamentó Javi-. Esto nos enseña lo importante que es la comunicación en el sexo- seguimos riéndonos. Después de todo, tenían razón. Intuí que Mónica iba a ser la siguiente en hablar, y no me equivoqué.

-Bueno, nos quedan unas cuantas horas antes de separarnos- se acercó a Javi y le acarició el paquete-, de modo que aún hay tiempo de recuperar, ¿no crees?

Se ve que él también estaba de acuerdo con su razonamiento, porque le hundió la lengua hasta la campanilla. Silvia tampoco estuvo lenta, y se lanzó a los brazos de Alex. Ahí fue cuando me di cuenta de que iba a hacerse un reparto de pollas y a mí me iba a tocar follar con la más plástica como siguiera escondida debajo de las mantas, y no me sacudiera ya vergüenzas y reparos. De modo que salí de la cama, en cueros como estaba, y traté de buscar un lugar. Desde el principio, Javi, con su redonda cabeza brillante y despejada que contrastaba con lo peludito de su cuerpo, me había parecido más atractivo que Alex, así que me fui hasta él y traté de compartirlo con Mónica. Ella seguía atareada con su boca y él empezaba a magrearle el culo a base de bien, con lo que yo consideré que me ganaría un cierto protagonismo si me iba directamente a bajarle los pantalones. La estrategia me funcionó: desplacé a Mónica de la atención completa que Javi le estaba dispensando. Él se sentó en una de las camas, y nosotras nos quedamos a sus pies, desnudándole y empezando una mamada a dúo que probablemente hizo historia en la vida de Javi. Si bien yo había sentido cierta rivalidad, pronto comprobé que es el trabajo en equipo lo que hace avanzar al mundo. Había cortesía en el trasiego de lenguas, sin que por eso dejara de haber un sano afán competitivo por meternos aquella maravillosa estaca lo más adentro posible en nuestras bocas. Javi no parecía disgustado en absoluto, de hecho más de una vez me pareció verle poner los ojos en blanco; aún así, conservaba la coordinación necesaria para sobarnos las tetas. A nuestro lado, Alex le sujetaba la cabeza a Silvia con las dos manos, mientras mecía sus caderas lenta pero implacablemente. Sólo en el porno había visto que a una mujer se la follaran por la boca, y procuré no olvidar que tenía que probarlo.

De repente Mónica, de quien había descubierto que se movía por puros impulsos irreflexivos, me dejó sola con todo el trabajo oral. Le pregunté que adónde iba, mientras le masajeaba la polla a Javi para no cortarle la excitación de golpe, y ella me contestó que a buscar a Marcos.

-Por favor, Mónica, que va para seminarista.

Mónica me sonrió como si la trascendencia de ese hecho se le escapase por completo, y replicó con toda sencillez:

-Justo por eso, a lo mejor aún estamos a tiempo de enderezarlo.

Salió de la cabaña dejando esas palabras en el aire. En otras circunstancias habría hecho algo por Marcos, pero no quería soltarle la tranca a Javi, y menos aún viendo en sus ojos aquella mirada de macho vicioso que promete grandes ratos, de modo que mi cabeza inventó un razonamiento que callase mi conciencia durante un buen rato: "superar la tentación le hará mejor seminarista".

Me olvidé de Marcos y de los peligros de la carne que le amenazaban, y volví a dedicar mi atención a la carne que me amenazaba a mí. Javi parecía ansioso por dejar los frotamientos manuales y pasar a los vaginales, y no pude ser tan cruel como para hacerle esperar. Le tumbé cuan largo era (y no era poco) en la cama y le di espalda para clavármela sin más dilación. Creo que hasta le sorprendió la escasa ceremonia con que me la introduje, pero yo estaba demasiado consumida por el deseo de sentirme llena de otro ser humano que no me paré a contemplar protocolo alguno. Me quedé frente a Silvia, que hacía lo propio con Alex, si bien con más maña porque lo hacían sentados en una silla. De aquella manera las dos, dio comienzo el derby de Kentucky, con unas cabalgadas rítmicas y plenas, subidas y bajadas perfectamente acompasadas, gemidos acoplados que no dejaban un resquicio al silencio en aquella cabaña. En alguna parte he leído que cuando dos personas están de acuerdo tienden inconscientemente a adoptar las mismas posturas y los mismos gestos; Silvia y yo estábamos de acuerdo en que aquellos dos jóvenes nos estaban proporcionando un polvo grandioso.

Follar con Javi me estaba haciendo descubrir que era un joven inquieto. Cambiamos un par de veces de postura antes de terminar; tan pronto me daba la vuelta como me cogía de la cintura o de la cadera y me ponía a cuatro patas. Se sorprendió cuando en esa posición fui yo quien empezó a menear las caderas hacia delante y hacia atrás, primero despacio y después con más y más ganas. Cubierta por el sudor como si hubiera salido a la calle sin paraguas en un día de lluvia, Javi me sentó y se puso de rodillas enfrente de mí para regalarme un lecherazo que recorrió mis pechos en gruesos goterones. Él me miraba y me sonreía, mientras me acariciaba el pelo. Silvia había terminado con Alex en algún punto que a mí se me había escapado, pero le lamía la punta del nabo como si desperdiciar semen fuera igual de reprobable que desperdiciar agua en época de sequía.

Consciente de que si no me duchaba en cinco minutos, las tetas se me quedarían acartonadas por la masculina sustancia que las recubría, me fui al baño y me dispuse a asearme. Bajo el barullo del agua apenas oí la puerta cerrarse y supuse que Mónica habría regresado de su viaje al país de la castidad, infructuoso casi con toda seguridad. Lo que vi al salir del baño no me lo esperaba.

Continuará.