La ultima noche

Tenía la polla durísima, me la metí en la boca mientras le acariciaba los huevos y el ano, no dejaba de gemir, le estaba gustando que se la chupara tanto como a mi hacerlo...

LA ÚLTIMA NOCHE

Sin darnos apenas cuenta el tiempo pasaba en aquella maravillosa ciudad, el fin de nuestro viaje estaba cerca y ahora sí que sí, no podíamos seguir robándole días al calendario, teníamos que volver a la rutina de todos los días, lejos de Mérida y  de toda su gente… Al día siguiente por la noche saldría un tren rumbo a Zaragoza, donde nos esperaba otro largo año de trabajo,  hasta unas nuevas  vacaciones.

Poco a poco empezamos a hacer las maletas para no tener que hacerlo a última hora, ya que con las prisas es fácil olvidarte algo en cualquier sitio, mis amigas habían quedado esa mañana para despedirse de sus respectivos amigos y para comprar recuerdos de la ciudad, el típico imán de nevera con algún monumento o unas camisetas con la mítica frase: Alguien que me quiere mucho me trajo esta camiseta de…

Yo me fui a darme un chapuzón, el que seguramente sería el último en aquella ciudad y en aquella piscina que tan buenos recuerdos me traía de los primeros días de vacaciones, cuando aquel misterioso chico de ojos claros se paró ante mis ojos, y de cuando nos follamos como locos a la luz de la luna sobre aquel mismo césped….

Cuando subí a casa después de hacer unos largos, me quede dormida en el sofá sin darme ni cuenta, me sobresaltó el sonido del teléfono, que sonó en mis oídos como si fuera una bomba, contesté medio dormida aun y me agradó mucho escuchar la voz que se oía al otro lado, era el vecino…

-          ¿Cómo es posible que estés dormida a las doce de la mañana? ¿Y en tu último día de vacaciones? – me dijo con tono de reprimenda pero conteniendo la risa.

-          Pues fui a nadar un rato y sin darme ni cuenta me quedé sobada en el sofá – le dije como excusa tonta.

-          ¿Tienes algún plan para hoy?

-          No, estar tranquilita en casa, algo haremos pero sobre la marcha, no tenemos nada planeado.

-          No hagas planes, tenemos que despedirnos bien tú y yo…

-          ¿Quieres que suba y echemos un polvo que haga  temblar los cimientos del edificio?

-          Que bruta eres maña, pero no todo en la vida es sexo, había pensado en una cena tranquilamente los dos, luego ver una película o algo así…

-          Vale, me parece buena idea… - dije yo que no sabía dónde meterme después de su negativa a estar entre mis piernas una vez más, la última - ¿Qué te apetece pizza, chino, Burger?

-          No me seas rata mujer, vamos a lo grande, a un sitio bonito, hare la reserva para las nueve, si te parece bien, y tranquila invito yo…

-          Que no lo decía por el dinero, lo decía porque no se me ocurrían más sitios.

-          Ya lo sé, pero no te preocupes por nada que yo me encargo de todo, pasare a por ti a las siete y media, quiero llevarte a un sitio a tomar algo antes, que te va a encantar, por cierto ponte guapa, que al sitio que vamos a ir no dejan entrar en chanclas…

-          ¿Dónde?

-          Tranquila, quiero darte una sorpresa.

Nos despedimos hasta las siete y media, por su puesto a mí ya me dejo en ascuas, con lo ansiosa que yo soy, enseguida empezó mi mente a maquinar y a darle vueltas al asunto de la cenita para dos en ese sitio que no dejan entrar en chanclas, de repente caí en la cuenta de que no tenía nada elegante para ponerme aquella noche, pues nada, me fui de compras así al menos no haría el ridículo en la cena por no tener nada que ponerme y de paso mantendría mi mente ocupada en algo, porque presentía que hasta las siete y media sería un rato muy largo para mí.

Si me descuido un poco más en el centro comercial se hace la hora y no llego a tiempo, me entretuve comprando un vestido de tirantes, unos zapatos, varias cosas que ni siquiera necesitaba, compré hasta unos pendientes para lucir aquella noche con mi precioso vestido negro, llegué a casa a las seis y media pasadas, me duche, me depile toda, me vestí, me recogí el pelo en un moño alto, que a decir verdad me quedaba genial con aquellos pendientes que me había comprado, cuando él llegó aun me faltaba maquillarme y ponerme los zapatos, tuve que hacerle esperar diez minutos.

Cuando llegué al salón me quede de piedra al ver a aquel hombre vestido así, llevaba pantalones de vestir negros, camisa blanca y una americana negra también, se había afeitado era el primer día que lo veía así, siempre lo había visto sin afeitar, estaba guapísimo y olía genial a Acqua di Gio, de Armani. Me quedé mirando embobada, él también me miró a mí de arriba abajo. En esta ocasión fui yo quien rompió el hielo.

-          No hay nada que me  guste más que un hombre que sabe combinar los zapatos con el cinturón y que además huela tan bien…

Se echó a reír, parecía incluso nervioso y sonrojado por mis palabras que eran todo un cumplido para él, me dio un tierno beso en la mejilla al que yo respondí con un abrazo y me dijo:

-          Esta noche estas preciosa, no podía imaginarme que pudieras cambiar tanto, me halaga que hayas dejado los vaqueros y las camisetas de lado para salir conmigo… y además tú también hueles genial.

-          Gracias… - respondí tímidamente, ahora era yo la que estaba nerviosa.

-          ¿Nos vamos? – dijo el mientras tendía su brazo hacia mí para que yo me agarrara a él.

Asentí con la cabeza y sin dudar ni un segundo, tomé su brazo y nos fuimos, yo agradecí muchísimo el apoyo de aquel brazo fuerte al que yo me sujetaba mientras salimos, no solo por los tacones de diez centímetros que llevaba, si no por cómo me hizo sentir, me hizo sentir de una forma especial, como una princesa de cuento de hadas, igual que Cenicienta la noche del baile… solo que mi hechizo no se rompería a media noche.

Cogimos un taxi que nos llevó hasta una zona de la ciudad que yo no conocía, no formaba parte de ninguno de los itinerarios que había seguido en las excursiones con mis amigas. Supongo que por la época del año en la que estábamos, con media ciudad de vacaciones, la zona era poco transitada, pero la verdad que eran unas calles muy bonitas con los suelos adoquinados y las fachadas antiguas, entramos en un local, de madera por dentro, decorado como una taberna inglesa, fuimos hasta un rinconcito que había al fondo con dos bancos de madera separados por una mesita, allí nos sentamos, él me dijo que allí servían la mejor cerveza de la ciudad.

A mí no me gusta la cerveza, pero decidí sacarme una como la suya, me parecía mal estar en un local típico de cerveza y beber otra cosa. Estuvimos allí un buen rato, hablando de todo en general y nada en particular, la verdad es que la conversación que aquel hombre me ofrecía era muy interesante. Cuando salimos de allí empezamos a andar rumbo al restaurante, al que decidimos ir a pie.

-          El restaurante al que vamos está aquí cerca, iremos andando, ¿te parece bien? – dijo él.

-          ¿Cómo de cerca? – le pregunté yo, no porque no me guste andar si no por los tacones a los que no estoy acostumbrada y esos dichosos zapatos nuevos que me estaban haciendo una rozadura.

-          Unos doscientos metros, son dos minutos, tranquila.

-          Vale, como es poco trozo iremos andando, pero que conste que llevo los pies hechos polvo.

Me dio la mano como si fuera una niña chica y guio mis pasos hasta el restaurante que no estaba cerca precisamente, estuvimos andando casi media hora, llegué con los pies muy doloridos por la caminata, pero mereció la pena, ya que aquellas calles te invitaban a adentrarte y perderte en ellas.

El restaurante era pequeñito, apenas media docena de mesas, pero era muy acogedor, decorado con mucho gusto, había un centro de flores y una vela en cada mesa. No volvería a ver a ese hombre jamás en la vida, al día siguiente yo cogería un tren que me llevaría lejos y él se quedaría allí para siempre, pero me había montado una cena romántica.

Si lo que pretendía era sorprenderme como me dijo por la mañana, sin duda lo hizo, no me esperaba aquello para nada. Sabia poco de el pero aquel gesto me hizo ver que es una persona detallista y que sabe tratar a una mujer. La cena fue exquisita y la conversación mejor todavía, hablamos de temas personales, la familia y el amor.

Cuando salimos del restaurante, me dijo que en vez de irnos a tomar algo por ahí, nos fuéramos a tomarlo a su casa que allí tenía otra sorpresa preparada para mí. Yo no podía más con los pies, los zapatos eran preciosos pero muy incomodos, me salieron hasta ampollas del roce. Me dolían muchísimo los pies, decidí quitarme los zapatos y volver descalza a casa.

-          Vamos a coger un taxi anda, que no puedo ni andar. – le dije.

-          Vale, pero ponte los zapatos que te vas a hacer daño en los pies.

-          No no, el daño me lo hago llevándolos puestos.

Cogimos un taxi de vuelta, cuando bajamos y empecé a andar descalza para entrar, antes de llegar al portal, me agarró suavemente de la muñeca deteniendo así mi paso, me sonrió y me abrazó, un abrazo lleno de ternura, yo notaba como aspiraba el olor de mi piel, me besó en el cuello y en la mejilla varias veces, lentamente iba recorriendo mi cara dándome pequeños besos, yo lo único que hacía era disfrutar del momento, con la misma lentitud se fue acercando poco a poco a mi boca, hasta que me besó. Después se puso detrás de mí abrazándome desde atrás por la cintura, me susurró al oído:

-          Ahora déjate llevar, confía en mí porque esto te va a encantar. – me dijo y después me dio un mordisco en el lóbulo de la oreja.

Yo estaba en una nube, asentí con la cabeza, él se deshizo de su abrazo y se colocó delante de mí, del bolsillo de su americana sacó un pañuelo blanco, un pañuelo de mujer bastante grande, a simple vista parecía de muy buena calidad, lo dobló y me tapó los ojos con él.

-          Ahora no puedes mirar hasta que yo te diga, yo te guio hasta casa, ven.

Me dio la mano y empezamos a andar hacia casa, yo no veía nada, tampoco era capaz de andar, solo me dejaba llevar como él me había pedido, había cierta excitación en mi cuerpo al no saber qué clase de sorpresa me esperaba arriba, subimos en el ascensor hasta su casa, sin decir nada, sin soltarnos de la mano, cuando entramos en casa, cerró la puerta y me dejó allí parada.

-          Espera aquí un momento ahora vengo, no te quites el pañuelo, aun no puedes mirar.

Cogió mis zapatos que yo aún llevaba en la mano, y me dejó allí, yo lo espere quieta no era capaz de moverme, al cabo de cinco minutos de impaciencia, su voz sonó al otro lado del pasillo, supuse que estaba en su cuarto.

-          Ya está, quítate el pañuelo que ya puedes venir.

Cuando me destapé los ojos, lo que vi allí me dejo de piedra, dejé caer el pañuelo al suelo,  todo el camino entre la puerta de entrada y su cuarto estaba lleno de velas, que supongo él estuvo encendiendo en el rato que me tuvo esperando con los ojos tapados, lentamente empecé a avanzar, seguí el camino marcado por las velas, daba pasos cortos, tenía ganas de llegar a la habitación donde él estaba, que se veía iluminada únicamente por la luz de las velas, y ver qué era lo que me esperaba allí.

Cuando llegué a la habitación lo que vi allí me dejó impresionada, música suave de fondo, un montón de velas y en el aire se percibía cierto aroma dulzón, que provenía de una varita de incienso. Él estaba apoyado en la pared junto a la ventana, se había quitado la americana y estaba guapísimo, la luz de las velas lo hacían mucho más atractivo, no dijo nada, solo sonrió mientras me acercaba a él, me esperaba con dos copas de champán en la mano, cuando llegue hasta él, me dio una de ellas.

-          ¿Por qué brindamos? – le pregunté yo.

-          Por ti, y porque esta noche no acabe nunca.

Chocamos nuestras copas y nos las bebimos casi de un trago, realmente era un champán delicioso, además no se él, pero yo tenía la boca seca por la intensidad de los acontecimientos de aquella noche, sobre todo de los últimos minutos, desde que bajamos del taxi.

Yo no podía dejar de mirarlo, no entendía  el porqué de aquello, porque todo aquel despliegue de romanticismo, la ternura con la que me estaba tratando aquella noche, si ni siquiera íbamos a volver a vernos.

Cogió la copa de mi mano y la dejo sobre un estante, se acercó a mí, me agarró de la cintura, me atrajo hacia él y empezamos a bailar al son de la música, eran movimientos lentos y sensuales los que hacíamos, yo apoyé la cabeza en su pecho y aspiré su olor, que me encantaba. Entonces como si hubiera leído mis pensamientos me dijo:

-          Pequeña sé que mañana te vas y que seguramente no nos volveremos a ver nunca, por eso quería que esta noche fuera especial, para que te lleves un buen recuerdo de este viaje.

-          Pues lo estas consiguiendo, está siendo la noche más especial de mi vida, nunca nadie había hecho algo así para mí, gracias de verdad.

-          No me tienes que dar las gracias, te mereces esto y más porque eres un encanto. – me dio un beso en la cabeza – esta noche te voy a hacer mía por última vez y no lo olvidaras jamás.

Buscó mi boca y empezó a besarme, con movimientos suaves, lentamente, poco a poco introdujo su lengua en mi boca y así empezamos a jugar… me besaba con pasión, pero a diferencia de las otras veces se tomaba tiempo en cada uno de sus besos, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo para besarnos. Mientras nos besábamos sus manos recorrían tímidamente mi cuerpo, como si fuera la primera vez que nos tocábamos o la última, la espalda, las caderas, otra vez la espalda, fue bajando poco a poco hasta cogerse a mi culo con las dos manos, entonces, me apretó aún más contra el, note su erección al rozar aún más nuestros cuerpos.

Yo también acariciaba su cuerpo, mientras me besaba, por primera vez desde que lo conocía contuve los deseos de arrancarle toda la ropa y cabalgar sobre él, y también tomaba tiempo en cada caricia.

Entonces sin dejar de besarnos, la boca y el cuello, nos separamos unos centímetros, yo aproveché para ir desabrochándole la camisa, quería sentir la piel de su pecho, cuando ya le había abierto todos los botones, sin quitarle la camisa, metí las manos por detrás y empecé acariciarle la espalda, mientras el buscaba la cremallera de mi vestido.

Cuando abrió la cremallera, despacio colocó las manos sobre mis hombros y deslizó por ellos el vestido, entonces quedé delante de el en ropa interior, me abrazó, me apretó fuerte contra su pecho, empezó a morderme la oreja y despacito fue bajando por el cuello y los hombros, yo solo le abrazaba y lo agarraba del pelo mientras el recorría mi cuerpo con su boca.

Cuando volvió a besarme, con una sola mano me desabrochó el sujetador, liberando mis pechos frente a él, empezó a acariciarlos, besarlos, lamerlos y  a meterse los pezones en la boca, que estaban bastante duros por la excitación, y a chuparlos de una forma exquisita, mientras tanto yo le había abierto el pantalón y estaba acariciándole la polla que la tenía como una piedra.

Poco a poco sin dejar de jugar con mis pezones en su boca, fue bajando sus manos de las tetas a las caderas y me bajó las bragas que cayeron hasta mis tobillos junto con el vestido, entonces yo sin separarme de él me saqué las bragas y el vestido con una patadita. El volvía a besarme, mientras sus manos se posaban de nuevo en mi culo esta vez sin al tela de por medio. Le quité la camisa y la tiré al suelo, en ese momento me abrazó con fuerza, yo correspondí a su abrazo, rodeándole el cuello, mientras me besaba, me agarró del culo, levantándome en el aire, yo rodeé su cintura con mis piernas y me llevó a la cama, sin dejar de besarme.

Mientras nuestras bocas no dejaban de buscarse y nuestras lenguas jugueteaban, sus manos me acariciaban suavemente empezando por el cuello y los hombros, para continuar un descenso lento, que a mí me estaba volviendo loca, sus manos cubrían mis pechos con una caricia primero y unos leves pellizcos en los pezones, que a mí me hacían gemir y retorcerme de placer… lentamente sus manos iban bajando recorriéndome hasta llegar a  mi rajita donde la excitación crecía por momentos, estaba muy excitada por lo que mis fluidos vaginales ya tenían mi coñito bien lubricado, sus dedos se deslizaban dentro y fuera de mi a la vez que estimulaban mi clítoris, así que no tarde en tener el primer orgasmo de la noche…

Con su mano llena de mi corrida, me miro a los ojos, con una mirada muy sensual y se llevó los dedos a la boca, saboreando así los restos de mi orgasmo… con ese gesto volvió a activar mis sentidos, volví a besarle, su lengua aun sabia a mi… loca de excitación empecé a recorrer su cuerpo con mi boca, empezando por el cuello, siguiendo por el pecho, hasta llegar al objeto de mi deseo….

Tenía la polla durísima, me la metí en la boca mientras le acariciaba los huevos y el ano, no dejaba de gemir, le estaba gustando que se la chupara tanto como a mi hacerlo, me agarró la cabeza para que no dejara de chupársela mientras se venía en mi boca, tragué su semen y después volví a recorrer su polla con mi lengua, para dejársela bien limpita.

Calló rendido a mi lado, desnudos los dos, nos abrazamos para recuperar fuerzas para el siguiente asalto, era la última noche que iba a estar con ese hombre y no quería dejar de sentirle, tenía ganas de fallármelo una y otra vez para que jamás se olvidara de aquella noche ni de mí.

Al cabo del rato, Mikel, se levantó de la cama y salió de la habitación, no se a donde fue, al baño o a beber agua, tardó como dos minutos en volver, volvió con el pañuelo blanco que yo había soltado en la entrada momentos antes…

No dijo nada, solo me miró, yo estaba desnuda tendida en la cama, se acercó a mí, sin dejar de mirarme, dejó el pañuelo al lado mío, poniéndose a horcajadas sobre mí, me cogió de las manos, elevó mis brazos por encima de la cabeza, volvió a coger el pañuelo, y me ató las muñecas al cabecero de la cama, yo solo me dejaba llevar, sonreí y le dije:

-          A saber a cuantas mujeres ataste con este pañuelo a esta misma cama…

-          A ninguna, este pañuelo lo compré para ti, es mi regalo de despedida, quiero que te lo lleves para que nunca te olvides de mí…

-          Te agradezco el detalle, aunque no necesitaría el pañuelo para recordarte.

Ya no dijimos nada más, porque el volvió al ataque, no me besó, ni me lamió, al menos no de primeras, empezó acariciándome las tetas, haciendo círculos con sus pulgares sobre mis pezones, después recorriendo mi cuerpo con un solo dedo, llego hasta mi clítoris, empezó a masturbarlo, hasta que estuve a punto de correrme, él supo muy bien cuando eso iba a pasar y dejo su juego…

Pasó a recorrer con su lengua todo mi cuerpo, empezó en el ombligo y fue subiendo poco a poco, por el pecho, los hombros y el cuello, no dejaba de mirarme, yo me estaba retorciendo de placer, era muy excitante sentir todo aquel placer y no poder ni rozarle. Me dio un beso en la mejilla, otro en la punta d la nariz, con su lengua recorrió mis labios, cuando yo abrí la boca para buscar la suya y devorársela, sonrió y se retiró.

-          Eres perfecta, me encantas, te tendría así durante horas…

Yo no podía hablar, estaba muy cachonda, quería que me follara, que me clavara su polla dura con todas sus fuerzas, necesitaba tener ese orgasmo que se había quedado en el aire, y lo tuve, vaya si lo tuve, pero no de esa forma…

Volvió a salir de la habitación, salió dejándome atada a la cama sin poder moverme y con unas ansias de sexo increíbles, estuvo un rato fuera, no se cuanto a mí se me hizo eterno, cuando volvió no dijo nada, apenas si me miró, directamente se arrodilló frente a mí, me abrió de piernas y metió su cabeza entre ellas, me hizo la mejor comida de coño de toda mi vida, hasta que llegue al clímax, no recordaba haber tenido un orgasmo tan intenso en toda mi vida…

Me corrí en su boca, el no dejo de succionar mis jugos hasta que mi cuerpo dejo de temblar como una hoja, después de la intensidad de aquel orgasmo que me había hecho subir al cielo... acto seguido se puso encima de mí, y empezó a darme besitos en el cuello, a recorrer mi oreja con su lengua, y me susurró al oído: `` estas gozando como una perra y me estas volviendo loco´´. Empezó a buscar mi boca, mientras me besaba iba notando como su polla se iba poniendo dura y empezaba a rozar mi sexo húmedo, con mis piernas rodee las suyas pidiéndole así q entrara en mí, pero no lo hizo.

Se tomó tiempo en besarme y acariciarme, mientras me besaba fue recorriendo mi brazo con una caricia, hasta llegar al nudo que ataba mis muñecas al cabecero de la cama, sin dejar de besarme me liberó del pañuelo, en cuanto lo hizo, busque su polla y me la introduje dentro de mí, emitiendo un leve gemido.

-          Por fin… - susurré.

Él sonrió, empezó a mover sus caderas en unas embestidas que me estaban sabiendo a gloria, me abrace a su cuerpo sin poder dejar de gemir, le clavé las uñas en la espalda, así en esa posición tuve un pequeño orgasmo…

-          Así putita, córrete, disfruta de mi polla…- dijo el mientras empezaba a subir el ritmo de sus embestidas.

-          Fóllame cabron, no dejes de follarme en toda la noche…- le grité yo, no quería que aquella noche terminara nunca, estaba gozando del sexo como nunca antes.

-          Avísame cuando vayas a correrte, quiero que nos corramos juntos – me pidió el.

Así lo hice, al cabo de muy poco rato, sudando y entre gemidos, le avise de que estaba a punto, y así en esa posición nos corrimos los dos, el corazón nos latía con fuerza, la respiración era entre cortada, a mí me temblaban las piernas y estaba agotada, como él. Ya empezaba a hacerse de día cuando nos tendimos sobre la cama y nos dormimos agotados por el esfuerzo.

Despertamos cerca del mediodía, desnudos y abrazados, yo personalmente había descansado y me sentía renovada…

-          Bueno, ya es hora de que me vaya, tengo que volver a casa a terminar la maleta, que esta tarde sale el tren.- le dije mientras me levantaba de la cama.

-          Qué pena me da que tengas que irte, me hubiera gustado conocerte más y mejor.- me dijo el con carita de pena.

-          La verdad, a mí también, pero los dos sabíamos que solo estaba aquí de paso.

-          Lo sé, pero me caes muy bien y el hecho de que no vayamos a vernos más me pone un poquito triste.

-          Gracias por todo eres muy amable- yo no sabía que decirle me estaba dejando sin palabras- ¿puedo utilizar tu ducha antes de irme?

-          Por su puesto, ya sabes dónde están las toallas.

Salí de la habitación y me fui al baño, me metí en la ducha y me empecé a relajar debajo del chorro del agua, cerré los ojos, no se cuánto tiempo estuve ahí, distraída en mis pensamientos, no oí nada detrás de mí, solo lo noté.

Noté unas manos que me abrazaban por la cintura, sentí unos besos en el cuello y los hombros… Sentí sus manos subiendo por mi pecho, noté su polla poniéndose dura contra mi culo, yo me dejaba hacer, sus manos empezaron a recorrer mi culo, incliné mi cuerpo hacia delante, ofreciéndole así la posibilidad de follarme el culo, mientras el agua recorría nuestros cuerpos.

Y me entendió sin necesidad de palabras, aproximo su capullo a la entrada de mi culo, puso sus manos en mis caderas y con el mínimo esfuerzo se fue introduciendo dentro, su polla entraba y salía de mi culo, haciéndonos  emitir suaves gemidos, sus dedos empezaron a estimular mi clítoris, los dos estábamos disfrutando de aquel momento, yo estaba a punto de correrme, cuando de repente paró y se salió de mí.

Me giro, me miro a los ojos y me sonrió, empezó a besarme y a abrazarme, los dos seguíamos muy cachondos, mientras nos besábamos  empecé a acariciarle la polla, a estrujársela fuerte, le estaba gustando mucho, me pidió que me parara, entonces le rodeé el cuello con las manos, el me cogió por la cintura, sentía su erección contra mi pubis, entonces me alzó en el aire y yo rodeé su espalda con mis piernas. Así en esa posición, me metió la polla en el coño, y me folló hasta que volvimos a corrernos juntos.

Cuando salimos de la ducha, y yo me puse el mismo vestido de la noche anterior, supimos que había llegado el momento de las despedidas, él se ofreció a llevarnos a la estación, pero a mí no me parecía buena idea, no me gustan las despedidas y ya estaba siendo para mi mucho más duro de lo que me hubiera gustado.

-          Yo creo que es mejor que vayamos en taxi, y que tú y yo nos despidamos aquí.

-          Como quieras- me dijo el mientras se acercaba a mí- Maña, ha sido un placer conocerte.- y me abrazó.

Recogí mi bolso, mis pendientes que estaban en el suelo y los zapatos, no me los puse la noche anterior me habían reventado los pies, así que me los llevé en la mano, el me observaba sentado en la cama. Vio el pañuelo con el que me había atado aquella noche arrebullado encima de la cama, lo cogió, lo olió y me dijo:

-          No te olvides, de tu regalo, un recuerdo físico de esta noche maravillosa.

-          Gracias- le dije mientras me acercaba a él y le cogía el pañuelo- en fin, me voy ya, no me acompañes a la puerta, mejor que ya no alarguemos más esta despedida- y le besé por última vez.

Cuando ya estaba en la puerta a punto de salir de aquella habitación y de la vida de aquel hombre para siempre, me di cuenta de que yo no tenía ningún regalo para él, me paré me volví hacia él y le dije:

-          Vas a tener que perdonarme, yo no pensé en comprarte un regalo.

-          No te preocupes- dijo- no era necesario, me conformo con esta noche.

-          No es justo que tu no tengas un recuerdo físico como tú dices- me quedé pensando un momento y alzando mis zapatos en el aire, dije- espero que valga con esto, para no que no te olvides de esta noche.- y se los lancé guiñándole un ojo.

El los cogió al vuelo, sonrió y me dijo: `` creo que sí´´. Le dije adiós con la mano y salí de aquella casa. Cuando llegue a nuestro piso mis amigas estaban ya con las maletas hechas con el grito en el cielo por mi dejadez de dejar todo para última hora, hice las maletas y nos fuimos a la estación.

Las tres teníamos una sensación rara dentro, unas vacaciones maravillosas, ganas de volver a casa, pero con esa espinita de dejar la gente maravillosa que habíamos conocido en aquella ciudad. El tren salió a la hora prevista y llegamos a casa unas horas más tarde, en un par de días teníamos que volver al trabajo nos daba mucha pereza, pero al menos volvíamos a casa cargadas de energía.