La última fue la primera (Parte tres).

Tercera parte de esta interesante historia.

Durante el periodo vacacional de Navidad tuve un nuevo e intensísimo reencuentro con Mamen que logró que regresara a mis estudios lo suficientemente complacido y satisfecho como para no pensar en el sexo durante las primeras semanas. Pero, a medida que iba pasando el tiempo, volví a sentir una cada vez más imperiosa e intensa necesidad de “soltar lastre” y Mari Cruz, a la que la tocaba realizar prácticas, pasaba más tiempo fuera de la facultad que en ella por lo que apenas nos veíamos. Además, me dijeron que tenía novio más ó menos formal y que alguna pedorra había sido tan sumamente cafre que le había contado lo de sus gemidos y jadeos en el aseo por lo que la tenía muy controlada. Ante ello y aunque nunca había sido partidario de mantener relaciones homosexuales, la única posibilidad que encontré para poder satisfacerme de inmediato fue la de llevar a cabo contactos con un compañero al que, aunque se llamaba Luis María, todo el mundo conocía como “la nena” ya que sus ademanes y hasta su forma de andar eran de lo más femenino; se pintaba las uñas de las manos y los labios; como tuve ocasión de comprobar, usaba tanga y en la intimidad le encantaba vestirse igual que una mujer y llegar a comportarse como una autentica fulana. “La nena” se encargó durante una buena temporada de “cascármela” y comérmela en dos ocasiones a lo largo de la mañana sacándome cada vez un único polvo que le encantaba recibir en su boca diciéndome que era muy abundante y largo mientras que por la tarde, como casi siempre estaba aburrido y no conseguía centrarme en los estudios, comencé a visitarle en la vivienda que compartía con unas jóvenes universitarias. En una de esas visitas me explicó que Begoña, su madre, siempre había mostrado una manifiesta inclinación sexual lesbica y que si le había engendrado fue a cuenta del desliz sufrido cuándo aún era muy joven y aceptó compartir su residencia con Alicia y Emilio, una pareja de amigos con la que salía con frecuencia. Alicia llevaba un tiempo manteniendo relaciones con su progenitora y así continuaron durante su convivencia en común hasta conseguir que Begoña accediera a que Emilio estuviera presente en sus contactos para que pudiera verlas en plena acción y para que, en cuanto ellas terminaban, se la “clavara” a Alicia bien dura y tiesa y mucho más entonado. Más adelante logró que Begoña dejara que Emilio la hurgara con sus dedos en el ojete al mismo tiempo que la frotaba enérgicamente la raja vaginal con la mano que le quedaba libre y que, tras acceder a menearle la chorra para sacarle la leche y a pesar de la manifiesta oposición inicial de su progenitora, se la chupara lentamente y manteniéndola bien introducida en su boca con lo que se veía ahogar y cada vez que la echaba la lefa en la garganta la provocaba unas náuseas tremendas y acababa devolviendo. En cuanto se consolidó lo anterior y diciéndola que de esa manera podría sacar un mayor provecho sexual de ella y darla más gusto, Alicia comenzó a atarla de pies y manos a la cama para tratarla con violencia y darla tanta tralla, sobre todo a base de introducirla el puño y de follársela con la ayuda de una braga-pene, que acababa tan cansada y exhausta que, sin fuerzas y sin poder hacer nada por evitarlo, poco después de que Alicia terminara con ella, Emilio la “cubría”, la metía el cipote en su abierta “cueva” vaginal y sin dejar de insultarla, se la tiraba durante un montón de tiempo echándola casi siempre un par de polvos. Aunque a Begoña semejante actividad sexual la repugnaba y la revolvía totalmente, no tuvo más remedio que permitir que, aunque fuera contra su voluntad, Emilio se la cepillara cuándo le daba la gana puesto que Alicia la indicó que, de no hacerlo así, la marcaría para que el resto de su vida no volviera a mantener ninguna relación sexual lesbica. Al principio, el hombre se la “clavaba” provisto de condón pero, con el paso del tiempo, decidió prescindir de él e introducirla el nabo “a pelo” y soltarla la leche con total libertad dentro del chocho. Como Begoña nunca se había visto en una situación similar y no tomaba precauciones, el hombre acabó dejándola preñada lo que ocasionó que su actividad sexual se incrementara de forma considerable y a medida que el “bombo” se iba haciendo más evidente, Alicia y Emilio optaron por darla por el culo para poder disfrutar de su estrecho orificio anal mientras observaban que sus tetas y su “bombo” no paraban un instante quietos. Cuándo llegó el momento del parto y se encontraba en la sala de dilatación empezando a sufrir los dolores propios de esos instantes, su supuesta amiga la hizo comer el pene a Emilio sin importarla que les viera otra parturienta que estaba en la cama de al lado. Mientras Alicia no dejaba de apretarla las tetas y de forzarla el coño, Emilio, muy excitado por las contracciones de Begoña, la soltó y con una rapidez inusual una impresionante cantidad de leche y tras dejar que devolviera, la hizo seguir comiéndole la picha manteniéndola bien introducida en su boca hasta que la comadrona estuvo a punto de pillarles cuándo entró a medir la dilatación que había alcanzado Begoña que, desde el momento en el que pasó al paritorio, no volvió a saber nada más de la pareja.

Como “la nena” se daba perfecta cuenta de que aquella relación no terminaba de llenarme y de satisfacerme a pesar de su sinceridad y de sus esfuerzos por complacerme en todo, me hacía sentarme delante de su ordenador para que, mientras él me meneaba lentamente la pilila con intención de sacarme una de mis copiosas raciones de leche, me deleitara viendo algunos vídeos que su progenitora había grabado a su joven y sensual pareja actual. Al principio, el único aliciente con el que contaba era el que Begoña grabara a su amiga tumbada en el suelo y haciéndola pasar muy abierta de piernas por encima de ella con lo que podía observar que usaba tanga y su color así como darme cuenta de que se la marcaban perfectamente los labios vaginales en la prenda íntima y de que disponía de un culo muy apetecible provisto de una magnífica masa glútea. Al cabo de unas semanas me dejó ver otros vídeos en los que Begoña la “hacía unos dedos”; la comía con ganas la seta; la forzaba de una forma enérgica con el puño y la provocaba unas monumentales meadas, varias de ellas vestida y en plena calle. Finalmente, pude visionar varias de sus sesiones sexuales en las que Begoña demostraba ser una fémina bastante sádica y como, con la colaboración de su hermana y usando unas bragas-pene provistas de un “instrumento” de dimensiones considerables, la penetraban al mismo tiempo por delante y por detrás intercambiando con frecuencia su posición hasta que la chavala, inmersa en orgasmos secos, se vaciaba y quedaba convertida en una autentica braga. Con aquello, “la nena” consiguió que me llegara a excitar lo suficiente como para decidirme a darle regularmente por el culo con el propósito de poseerle hasta que, después de echarle un par de polvos y una buena meada en su interior, terminaba acudiendo y con prisa, al aseo para defecar puesto que lo que nunca llegué a plantearme fue beberme el pis que soltaba su diminuta pirula ni ingerir su caca. Pero, a pesar de que “la nena” me daba mucha tralla, deseaba tanto echar un polvo a una hembra que me decidí a comentarlo con el grupo de compañeros universitarios con el que estaba más en contacto a pesar de que no tenía mucha confianza con ellos puesto que me habían gastado dos bromas pesadas con las que consiguieron dejarme en ridículo delante de mis compañeras mientras ellos se partían de risa. Uno de ellos, sonriéndome, miró a su alrededor y me dijo:

“Fíjate en la gran cantidad de almejas que tenemos en torno a nosotros” . “Seguro que más de una tendrá ganas de que la jodan” .

Otro me aconsejó que recurriera a mantener relaciones con algunas putas lo que, considerando que necesitaba llevar a cabo contactos frecuentes, suponía un desembolso importante que mi maltrecha economía no podía soportar y un tercero me indicó que, si realmente estaba tan desesperado, podría tener todo el sexo que quisiera siempre estuviera dispuesto a dejar que un grupo de mujeres maduritas me sometiera. Le contesté que, con tal de mojar con asiduidad, no me importaba por lo que el chico se comprometió a facilitarme un teléfono para que pudiera ponerme en contacto con aquellas féminas dominantes, sádicas y violentas. Pocos días más tarde me lo dio, indicándome que cuándo llamara preguntara por doña Ursula, pero lo hizo con tan poca delicadeza y discreción que algunos de mis compañeros tuvieron tema de conversación para varios días hasta convertirme en algo así como el hazmerreír de la facultad y hacerme pensar que, en cuanto algún estudiante me miraba, estaba al tanto de mis planes lo que me desanimó a actuar de inmediato. Opté por dejar pasar un periodo prudencial de tiempo y continuar manteniendo mis habituales contactos con “la nena” para ponerme en contacto con aquella hembra varias semanas más tarde cuándo mis compañeros comenzaron a estar más pendientes de las próximas vacaciones de Semana Santa y el tema quedó en el olvido.

C o n t i n u a r á