La última fue la primera (Parte diez).

Décima y última parte de esta interesante historia que espero haya sido del agrado de mis lectores.

Pero, tras solucionar aquella situación, me di cuenta de que, al igual que la sucedía a Marisol, tampoco tenía demasiadas ocupaciones que atender ya que en la facultad se llegó a notar demasiado el mecenazgo de la hembra y hasta mis compañeros se percataron del manifiesto favoritismo que los profesores demostraban por mi persona y que me estaban aprobando a pesar de que muchos exámenes los dejaba en blanco puesto que, al estar mucho más centrado en el sexo, no encontraba tiempo para estudiar. Por desgracia siempre he sido honesto y como aquello me parecía un autentico cargo de conciencia, decidí abandonar los estudios universitarios, con lo que di un buen disgusto a mis padres, con idea de preparar unas oposiciones, lo que tampoco hice ya que todo mi tiempo libre lo pasaba “ayudando” a Paloma lo que, como tampoco tenía mucho que hacer, favorecía que nos fuéramos a la cama con relativa frecuencia para que la comiera la seta hasta que conseguía que se meara y podía beberme su pis; me la tirara por vía vaginal agradándome que se meara en cuanto la metía la verga, echándola en cada sesión un par de polvos y mi posterior micción casi siempre colocada a cuatro patas y sintiendo que, en cuanto la atravesaba el útero, sus músculos vaginales se contraían para aumentar mi excitación; la lamiera el ojete y la hurgara en redondo en su interior con mis dedos lo que la obligaba a tirarse varias ventosidades además de dejarla predispuesta para una masiva defecación; intentara una y otra vez “clavársela” por detrás cosa que nunca logré puesto que su orificio anal era tan estrecho como su culo y apenas dilataba y que, antes de que me acostara con Marisol, la realizara un detenido examen tanto visual como táctil de la almeja y el culo para, después, forzarla con un exhaustivo fisting vaginal a dos manos que la efectuaba con la misma intensidad que había visto hacerlo a doña Ursula.

Con la que tuve menos suerte fue con Judith que, aunque era muy guapa y estaba dotada de un físico casi tan excepcional como el de Paloma, resultó ser tan sumamente agria y seca en la cama como su carácter. La agradaba “cascármela” mientras me hurgaba con dos dedos en el culo y el sexo oral por lo que nos prodigábamos en hacer sesenta y nueves que me permitían beberme su “baba” vaginal y sus meadas, lamerla el ojete y hurgarla en el trasero hasta dejarla a punto de defecar mientras ella me comía la chorra, ingiriendo todo lo que salía por ella y me forzaba analmente efectuándome unos excitantes masajes prostáticos. De esta manera, conseguía que la joven alcanzara varios orgasmos y algunos consecutivos, pero cuándo se la “clavaba” por el chocho parecía desfondarse al llegar al clímax y al no conseguir alcanzar un nuevo orgasmo se desesperaba, se ponía muy nerviosa y se venía abajo limitándose a dejarse hacer. Por ello y tras realizar el habitual sesenta y nueve, probé a comenzar penetrándola por detrás encontrándome con que, cada vez que la daba por el culo, no tardaba en liberar su esfínter y defecaba con facilidad por lo que rara vez pude culminar dentro de su trasero y aunque “tragaba” de maravilla permitiéndome metérsela entera sin la menor dificultad, también me tuve que limitar en el sexo anal. Lo que más parecía excitarla es que, los días que libraba y no tenía que vestir uniforme, me colocara detrás de ella y tras restregarla el cipote por el culo a través de nuestra ropa, la bajara ligeramente el pantalón, la separara la parte textil del tanguita de la raja vaginal y haciendo que se doblara, se la “clavara” para tirármela sin dejar de insultarla hasta que la echaba dos largos polvos y mi habitual meada tras el segundo. Para colmo y a pesar de que nunca me había importado metérsela a una mujer cuándo estaba con la regla aunque al sacársela impregnada en su sangre menstrual solía sufrir algún leve escozor, Judith se limitaba en tales días a “cascármela” y comérmela pidiéndome que la respetara durante sus ciclos menstruales. Me hubiera gustado haberla convertido en una golfa tan guarra y viciosa como Marisol ó Paloma, que siempre estaban deseando sacarme la leche, beberse mi espumoso pis y comerse mis defecaciones sólidas pero, excepto con el sexo oral y las escasas ocasiones en que se la “clavé” sin vestir su uniforme, poca satisfacción sexual pude obtener de ella y encima la dejé preñada cinco meses después de haber iniciado nuestra relación por lo que, tal y como había prometido, Marisol se apresuró a facilitarla el aborto pero, después de ello y como me negué a usar condón, me obligaba a sacársela cuándo iba a eyacular y cuándo dejé de hacerlo y volví a mojarla vaginalmente se ponía como una autentica fiera e incluso su madre, la cocinera, la tomó conmigo por no usar preservativo. Cuándo Marisol se enteró de ello estuvo a punto de despedirlas aunque, para entonces, ya había decidido acudir cada vez con menos frecuencia a la habitación de Judith y suplirla con otra joven criada, con menos atractivos físicos pero mucho más ardiente y viciosa, llamada María de los Angeles ( Mari Angeles ) que, junto a Marisol y Paloma, se ocupó de satisfacer todas mis apetencias y necesidades sexuales mientras que con Elena, Lourdes y Sara me fui volviendo más sádico y fetichista, lo que dio origen a que en poco tiempo me juntara con varios “felpudos” pélvicos y con una amplia y surtida colección de prendas íntimas usadas por ellas.

A pesar de me encontraba a gusto viviendo cómodamente sin que me faltara de nada y sin que tuviera que preocuparme de otra cosa que no fuera el sexo, empecé a darme cuenta de que, a cuenta de la actividad sexual que desarrollaba con Elena, Lourdes, Mari Angeles, Marisol, Paloma, Sara y en menor medida con Judith, me estaba apoltronando en aquella mansión y que apenas salía de ella. Durante una temporada Mari Angeles, a la que la ponía que me mostrara violento con ella y que, a pesar de su supuesta oposición, la forzara en cualquier momento y situación sin dejar de insultarla, logró que no pensara en ello pero, con el paso del tiempo, me di cuenta de que el sexo, aunque fuera importante, no debía de serlo todo en mi vida por lo que me había decidido a cambiar de manera radical aquella situación cuándo mi padre sufrió una repentina enfermedad que no pudo superar y acabó en pocos días con su vida lo que me obligó a regresar a la ciudad en la que había nacido y en la que había residido hasta hacía dos años para asistir a su entierro. Supuse que, en tales circunstancias, el reencuentro con mi familia podría resultar satisfactorio pero mi madre, a pesar de que no conocía los detalles, sabía que me encontraba viviendo con una fémina casada que me doblaba la edad y me amargó el velatorio al no dejar de echarme en cara que hubiera abandonado mis estudios universitarios y que siempre hubiera llevado una ajetreada y descentrada vida sexual. En el entierro coincidí con Mamen, lo que me causó una tremenda alegría. La encontré más guapa que nunca y aunque apenas pudimos hablar pude darme cuenta de que, a pesar del tiempo transcurrido, no me había olvidado y que lloró de alegría y emoción al verme por lo quedé en visitarla al día siguiente en la oficina de la entidad bancaria en la que trabajaba. Como mi progenitora no me permitió entrar en el que había sido mi domicilio, me tuve que buscar una pensión en la que alojarme. La primera noche apenas dormí pensando en Mamen lo que me hizo reflexionar hasta darme cuenta de que era la hembra con la que más me gustaría pasar el resto de mi vida. A la mañana siguiente, al llegar a su centro de trabajo, me encontré con la grata sorpresa de que era la directora de la oficina y de que se encontraba separada de hecho puesto que había abandonado unos meses antes el domicilio conyugal en el edificio en el que vivía mi madre después de que su pareja, influenciado por las malas compañías, se hubiera convertido en un alcohólico y en un mujeriego que la pegaba para lograr satisfacer sus más bajos instintos cepillándosela a todas horas y llegando a aparecer una mañana en su trabajo borracho y con sus atributos sexuales al descubierto con la intención de follársela en su despacho. Me indicó que podía intentar conseguirme un puesto de trabajo en aquella oficina con lo que, además de amante, se convertiría en una compañera. Al considerar que no me iba a resultar demasiado grato tenerla como jefe, la respondí que la agradecía mucho el ofrecimiento pero que tenía que pensarlo. Me pasé toda la tarde estudiando los pros y los contras de continuar mi relación con Marisol, las golfas de sus tres amigas, Mari Angeles y Paloma ó retomar la mantenida años atrás con Mamen para, finalmente, decidirme por esta última y a pesar de que el ponerme a trabajar se me hacía demasiado cuesta arriba, al día siguiente fui a hablar con los propietarios de la empresa en la que durante muchos años había desarrollado su actividad laboral mi padre para pedirles que me hicieran una prueba que pudiera determinar si estaba suficientemente cualificado como para poder cubrir con garantías la plaza que mi progenitor había dejado vacante y aunque me comentaron que tenían a otros candidatos bien preparados para hacerse con ella, reconocieron que mi padre se había convertido en un trabajador ejemplar y modélico y que, a cuenta de ello, su hijo merecía que me dieran aquella oportunidad por lo que, después de realizarme la prueba y superarla, diez días más tarde comencé a trabajar, al principio con un contrato temporal para medio año después y tras haber demostrado que me desenvolvía con eficiencia en el puesto, hacerme personal fijo.

En mi siguiente encuentro con Mamen, la tarde del día en que se inició mi andadura laboral, me preguntó que si el hijo pródigo se encontraba dispuesto a volver a su lado. A pesar de la diferencia de edad que existía entre nosotros no lo dudé un instante y abrazándola con fuerza la di un largo beso en la boca para desde esa misma noche volver a convertirnos en amantes retomando nuestra relación con las mismas ganas e intensidad con que la habíamos llevado a cabo unos años antes y viviendo juntos de continuo en su apartamento olvidándome con rapidez de Elena, Lourdes, Mari Angeles, Marisol, Paloma y Sara a pesar de que, durante los primeros meses, no dejaron de llamarme para pedirme que reconsiderara mi decisión y volviera a su lado. Desde que vivo con Mamen la única aventura que he mantenido y sigo manteniendo en la actualidad, es con Almudena una fémina bisexual soltera, casi tres años mayor que yo, que trabaja como profesora en un centro de educación especial a la que Mamen conoce desde hace años y con la que no la importa que me acueste de manera regular dos ó tres veces a la semana después de comer y con la que algunos fines de semana hemos llegado a hacer tríos puesto que si algo tiene asumido es que no soy un hombre que se conforma con joder a una sola hembra y que cuanto más actividad sexual desarrolle mejor me comporto por la noche y durante los fines de semana cuándo me la tiro a ella.

F I N         D E          L A          H I S T O R I A