La última carta
Cuando amar se vuelve una tortura, no hay más que hacer que decir adiós.
Prometí que el día en que por fin te diga adiós, iba a escribirte una carta (aunque nunca pensé que ese momento sea después de tantos años). Y acá estoy, enviándote lo que siento por medio de un mensaje de Facebook.
Me pregunto que hubiera sido de mi vida si no hubiéramos hablado aquel 26 de Noviembre de 2006 por primera vez. Me deje llevar por tu sonrisa. Me capturaste por completo desde el primer momento en que te vi.
Muero cada noche al recordar nuestro primer encuentro, el primer beso, el primer abrazo.. Todavía me parece estar sintiendo tu piel mientras nos abrazamos un verano hace ya diez años, en un (nuestro) parque de Buenos Aires, donde todos nos veían y aún así podíamos ser felices frente al mundo. Aún no entiendo que pasó. Nos duró poco.. Nunca supimos ser felices.
Fuimos débiles ante nuestros sentimientos y nos dejamos caer, haciendo por completo a un lado nuestra felicidad. Pensamos en un futuro juntas y lo que construímos no hizo más que desmoronarse ante nosotras por el inmenso miedo que sentíamos.
Mi corazón fue ciego, nunca quiso aceptar que no podíamos ser. Y hoy, que te veo de la mano con él, entiendo lo difícil que es también para vos. Sé que no sos feliz. Sé que seguís teniendo miedo y no podés aceptar tu realidad pero, aunque intento entenderte, me duele. Y ahora que tu recuerdo quema, no tengo más que hacer que intentar arrancarte definitivamente de mi vida.
Hoy me quedo con el recuerdo de esa pequeña criaturita de cabello colorado y ojos celestes. Quiero recordar así, con esa inocencia propia de aquellos 15 años. Quiero volver a imaginarnos agarradas de la mano caminando por cualquier plaza. No voy a intentar olvidarte del todo, sé que no voy a lograrlo. Simplemente te digo adiós, porque es momento de abrir las alas e irme lejos, para intentar que tu recuerdo no me haga más daño. Nada más te digo adiós, porque seguir viéndote a escondidas no hace más que destruir lo poco que logro construir mientras estás lejos e intento reponerme.
Y aunque pronto quizás diga que te olvidé y tu nombre ya no hace parte de mi vida, sé que volveremos a encontrarnos y mis ojos van a decir lo contrario. Por dentro mi alma nunca dejará de sangrar.