La última candidata

Bajo la nota... Un diminuto tanga negro. Todavía conservaba su olor, y sobre él, un post-it que rezaba: "Para que mantengas siempre encendida la llama de tu propia revolución personal".

La Ultima Candidata.

Por: Selena S

Web: http://selenasexy.blogspot.com

Mail: selenasexy@gmail.com

Basado en una ídea original de: Martín M.

Comentario de la Autora: "Bienvenidos a mi segundo relato. En esta ocasión he tratado de abordar la perspectiva del narrador en primera persona y desde un punto de vista masculino. Como de costumbre, quiero aprovechar la ocasión para dar las gracias en especial a Martín (quién elaboró la idea original en la que se basa este relato) y al resto de mis lectores y seguidores de mi blog. ¡¡Muchas gracias a todos!!. La modelo que ilustra este relato soy yo misma, y se trata de un relato largo, con toques de misterio, cabos sueltos y como no, buen sexo. Agradeceré vuestros comentarios en mi mail o que visitéis y dejéis la huella de vuestro paso mi weblog. Espero que lo disfrutéis ;-)"

Comentario de Martin M en mi mail personal: "Entre tantas cosas que se me ocurrieron, esta es una. Con verte, soy pura fantasía."

¡La madre que me parió!

Eso fue lo primero que pensé al llegar a la oficina y encender el ordenador aquella mañana de comienzos de primavera.

Ser entrevistador de personal no es un trabajo tan agradable como uno pueda pensar, tiene sus ventajas, sus horarios flexibles... Puedes escaparte de cuando en cuando de la oficina a cuenta de tener el trato de ejecutivo, y tampoco pasas penurias al llegar a fin de mes. Pero el área de recursos humanos es tan aburrida...

La mayoría de los candidatos entran al despacho como ovejas al matadero, o bien como si fueran a comerse el mundo con ensayados apretones de manos y fingidas sonrisas vacías; tonterías que se recomiendan a menudo en las páginas web dedicadas a las búsquedas de empleo.

Ese era mi trabajo: Buscar a la gente indicada para el puesto indicado y satisfacer los criterios a veces tan sumamente absurdos de los clientes. En su mayoría grandes empresas.

En su mayoría... También incompetentes narcisistas, enchufados a sus puestos, que no habían tenido nunca que pasar por la desagradable experiencia de un resumen intenso y a fondo de sus vidas laborales, mientras alguien como yo, se limitaba a asentir con aire de interés y a tomar notas con cara de poker.

Como todas las mañanas, me preparé mi primera dosis de café cargado, aproveché que no había prácticamente nadie en la oficina, me encerré en mi despacho, abrí la ventana y me encendí el primer cigarrillo de la mañana, que de un tiempo a esa parte también solía ser el único. Malditas normas de salud e higiene en el trabajo.

Me proponía a disfrutar de lo que parecía que iba a ser una mañana tranquila, hasta que como parte de mi rutina, consulté el correo electrónico y allí estaba: La bomba de Hiroshima en forma de e-mail.

"Martín, siento molestarte pero tenemos un problema. Necesito urgentemente y sin falta una selección para mañana. Tenemos que acudir a una de las ferias del sector en la capital, para realizar la presentación de un nuevo juego, y la chica que teníamos contratada se ha lesionado por una caída. El perfil que se ajuste no tiene que ser mayor de 25 años, porque los chavales simpatizan más con las chicas jóvenes. Que hable varios idiomas, mínimo tres y tenga conocimientos de informática, hardware, software, del sector de ocio electrónico en general. A ser posible con experiencia demostrable en ventas y si ya ha trabajado en promociones de videojuegos mejor que mejor. Para ahorrarte trabajo te envío un fichero de posibles aspirantes que tenemos en nuestra base de datos general. Cuando tengas a la chica, dile que se presente en nuestras oficinas mañana mismo a las ocho en punto y sin falta. Llámame esta noche a cualquier hora al móvil para confirmármelo todo, ¿De acuerdo? ¡Ah! y otra cosa: Que quede entre tú y yo, pero necesitamos que la chica sea mona. El jefe quiere una tía buena como la promotora de Intel del año pasado."

Y aún se daba el gusto de firmar... Juanjo Mendizábal. Vicepresidente.

Abrí el fichero adjunto temiéndome lo peor y no pude evitar cerrar los ojos. Setenta nombres y datos variados de diferentes chicas... "Y se supone que quiere que las entreviste a todas durante el día de hoy. Ya, claro, por supuesto que sí. A sus órdenes bwana... ¿Y que más? ¿Te lavo y encero el coche de paso?" pensé para mis adentros.

El día se acababa de joder y a lo grande. "Cálmate Martín, cálmate... Respira hondo", casi me parecía estar escuchando en mi cabeza la voz alejada de mi madre repitiéndome la misma cancioncilla cuando perdía los nervios a cuenta de los exámenes de la universidad.

Y a mi mismo, de paso, chillando como un poseso aquello de: "¿Pero cómo quieres que me calme?".

"¿Y si le envío a cualquiera de las chicas que pueda venir hoy a una entrevista?"

Mala idea, conociendo a la empresa perderíamos la cuenta si no quedaban satisfechos, la última selección que hicimos para ellos no fue demasiado buena por nuestra parte y se venía rumoreando en los mentideros junto a la máquina de café de la cuarta planta, que ya se estaban planteando romper el contrato y recurrir a la competencia para buscarse a otra consultoría especializada.

Incluso se habían sugerido nombres en concreto de otras empresas, y cuando algo así ocurre, es que la cosa puede ir en serio.

"Tierra trágame". Cogí el teléfono y marqué la extensión de mi secretaria.

  • ¿Carmen? Agárrate a la mesa porque me temo que tenemos un problema...

  • ¿Cómo de grande?- se le notaba la irónica sonrisa a punto de caérsele de los labios, incluso a través del teléfono, propia de las personas que ya tienen asumido que resolver problemas en nuestro trabajo no es una actitud, es una forma de vida.

  • Lo del Titanic sería un roce que no hubiera necesitado dar parte al seguro comparado con esto. Cancela todo lo que haya para hoy y empieza a llamar con urgencia a las aspirantes de la lista que te estoy pasando a tu correo. Véndeles la moto que quieras, pero que se presenten hoy mismo a una entrevista para un puesto de trabajo, diles que es un curro de lujo, que está muy bien pagado, que les pondrán un monumento en Plaza Mayor, lo que quieras... Pero hay que citar al mayor número posible, y conseguir que se presenten, o a lo mejor, como no consigamos cubrir la plaza que nos pide el cliente, nos vamos a ver en la calle, y no precisamente para tomar un café. No sé si me entiendes...

  • ¿Hoy? Pero...- comenzó a farfullar- ¿Pero tú has visto esta lista Martín? ¿Cómo pretendes que cite a toda esta gente hoy mismo sin aviso previo?

  • Con la dulzura que sólo tú tienes... Carmen, Carmencita mía de mis amores- le ronronee meloso a mi secretaria.

Carmen está más cerca ya de los cuarenta que de los treinta, y tiene un carácter capaz de hacer zozobrar a un petrolero, pero sin duda alguna, si me arriesgaba a perder esta cuenta, no podía esperar mejor milagro que tenerla a ella codo con codo. De lo contrario ya podíamos ir reservando número en la cola del paro, y así se lo dejé caer como el que no quiere la cosa, con mucha vaselina, disimulando el miedo que me recorría el cuerpo.

  • ¡Virgen Santa! Hoy nos va a tocar hacer alguna hora extra que otra, ¿Verdad?- mientras lo decía casi podía imaginar su rostro al otro lado de la puerta de mi despacho, con esa mirada alzada al cielo propia de la Señorita Rotenmeyer y el gesto a medias, entre la contrariedad y la resignación.

  • Te responderé en dos palabras: Prepara café- y colgué.

Me quedé mirando como hipnotizado la cajetilla de Winston sobre mi escritorio y el Dupont del 68 que me había regalado mi ex-novia en nuestro primer aniversario. Lo había encontrado en una tienda de antigüedades y sin duda había costado una pequeña fortuna. Nunca hubo la oportunidad de un segundo derroche similar porque no habíamos llegado al segundo año de compromiso. "Para que mantengas siempre encendida la llama de tu propia revolución personal", rezaba el mensaje grabado.

Seis meses después se largaba con un sociólogo de tres al cuarto, que había conocido en un círculo literario en esas interminables jornadas laborales en las que yo no podía siquiera responder sus mensajes a mi móvil.

El chico en cuestión tenía un más que dudoso gusto literario, pero sin duda mucho más tiempo libre que yo. Esos pensamientos me rondaban, mientras me desabotonaba y acomodaba las mangas de la camisa en espera de lo que quedaba por venir durante el resto del día.

No pude evitar volver a mirar el paquete rojo intenso que me llamaba en silencio desde encima de la pila de papeles de trabajo acumulado.

"A la mierda las normas", pensé. Y me encendí el segundo de la mañana, y el primero de muchos a lo largo del día.

Doce intensivas horas más tarde habíamos conseguido un milagro... Para fastidiarlo todo porque el cliente no quedaba satisfecho.

De las setenta posibles candidatas habíamos llegado a citar a treinta, y de ese número ya habían pasado veintinueve por mi despacho...

Una a una me fueron detallando entre sonrisas e intenciones de agradar, todas sus virtudes, su vida laboral, sus logros, sus metas, lo que significaba para ellas el puesto, que era lo que podían ofrecer al mundo, como se veían a si mismas dentro de cinco años... Y ahora cada rostro femenino, cada imagen perpetuamente sentada delante de mi escritorio, congelada como una foto fija, se mezclaba con la siguiente hasta formar un collage ininteligible...

La mayoría no daban el perfil: O no tenían los estudios necesarios, o no tenían experiencia en el sector, o bien no hablaban inglés, o no tenían una talla 38 de pantalón...

Y aquellas que habrían podido cubrir el puesto eran recomendadas de inmediato para que después el fulano de turno me devolviera la llamada diciéndome: "¿Oye, no tenéis a otra? No está del todo mal, pero no nos convence mucho, esperábamos a alguien mejor..."

Lo cual significaba: "Estás jodido Martín, te vamos a clavar en una cruz y vas a llorar lágrimas de sangre cuando mañana te llamen al despacho del director general".Sentía que me iba a estallar la cabeza.

En la puerta, el repiqueteo de unos nudillos llamando suavemente me despejó de mi ensimismamiento, y el eco de la llamada resonó en mis sienes como si la infantería mecanizada de los marines hubiera decidido declarar una guerra preventiva en forma de migraña contra mis lóbulos frontales.

Si alguna parte de mi esperaba un milagro andante al otro lado del pasillo, no hubo tal. Era Carmen de nuevo.

  • Martín, oye, yo me voy a ir ya. Es tarde, no creo que se vaya a presentar nadie más a estas horas y mi marido me estará esperando.

Lo dijo dejando la última sílaba colgando en el aire de un hilo invisible. El abnegado tono de la secretaria perpetuamente insatisfecha, pero ferozmente leal a su nómina cada primero de mes. Ambos sabíamos que aquel silencio forzoso y prolongado era cosa de protocolo.

Ella esperaba que no le pidiera que se quedara, sabedora de que si lo hacía no le quedaría más remedio que aceptar.

  • ¿Martín? ¿Oye, te encuentras bien?

Otra vez me había quedado en blanco fruto del cansancio. Llevaba todo el día lanzando batallones de preguntas cada quince minutos sin opciones de retirada ni rendición.

  • Sí, sí, tranquila- contesté mirando el reloj- Quiero decir, que sí, vete tranquila. Yo me quedo un rato más para recogerlo todo y me voy también a casa y mañana ya veremos que ocurre.

Ella me miro comprensiva, casi con lastima rezagada en los ojos. Sin duda la primera opción a tomar en el piso de arriba cuando recibieran la llamada del fulano de turno a cuenta del cliente, sería echarme a los leones como si fuera un cristiano cualquiera. "Aquí tienen ustedes su aperitivo... Sírvanse, sírvanse..."

Poco les iba a importar que nos hubieran pedido un imposible, o que pese a haberlo intentado, no hubiéramos tenido suerte buscando zapatitos de cristal para la cenicienta de sus sueños comerciales en aquella ocasión.

Ya ves, una chica tropieza al bajar un escalón por esa maldita moda de llevar tacones de vértigo y yo acabo teniendo que pensar en buscarme otro trabajo.

La ley de Murphy, o el Efecto Mariposa creo que lo hubieran llamado en alguno de esos programas de madrugada en La 2 que no veía nadie. ¿Quién sabe? A lo mejor todo eso era un royo, y buscaban una cabeza de turco para romper el contrato desde la última metedura de pata, y a mi me había tocado estar en el momento y lugar equivocados.

Suspiré mientras recogía los papeles y me negaba a pensar en que tipo de explicaciones me iba a tocar dar mañana, cuando de repente, un tono en la puerta, esta vez una llamada mucho más segura de si misma, casi logró asustarme por lo imprevisto de la hora.

Ni siquiera me dio tiempo a contestar cuando la puerta ya había comenzado a abrirse y una sonrisa luminosa apareció tras ella.

  • ¿Hola?... Disculpe, venía por lo de la entrevista. Lamento no haber podido llegar antes, pero estaba trabajando y... ¿Está ya ocupado el puesto?-

Atravesó el quicio de la puerta mientras hablaba y venía de frente a mí. No había pedido permiso, ni falta que le hubiera hecho. A esas horas le hubiera puesto una alfombra roja con tal de que me hubiera salvado "in extremis" del foso de los leones.

Se quedó allí quieta, mirándome con una sonrisa a medio mostrar. Una ceja enarcada como si se estuviera preguntando si a mi me había faltado oxígeno en el parto o si el ginecólogo encargado de asistir mi nacimiento me había golpeado con más fuerza de la cuenta.

Tenía la mirada que rezaba: "Pobrecillo..." Y entonces me di cuenta de que a esas horas y después de un día como aquel, mi pinta no debía de ser de estrella ejecutiva en el firmamento de los directivos de empresa, precisamente.

  • Sí, bueno no... Quiero decir, no, el puesto sigue disponible, llevamos un día muy intenso por decirlo de alguna manera, y no esperaba a ninguna otra candidata a estas horas..-

Simplemente sonrió, como si realmente le interesase la mierda de día que había tenido, con aire comprensivo, sin hacer preguntas, tan sólo quería hacerme sentir cómodo.

"Dios mío, debo de dar una imagen mucho más lamentable de lo que pensaba" imaginé mientras la invitaba a sentarse con un gesto de mi mano extendido en el silencio del despacho.

  • Gracias- susurró, mientras tomaba asiento y cruzaba las piernas.

El suave sisear del roce de la tela de su pantalón podría haber hecho estallar una copa de cristal.

Me detuve a mirarla, o quizás a admirarla mientras rodeaba la mesa de mi despacho buscando el lugar que me correspondía de nuevo como entrevistador lanzado al campo de batalla.

Un kamikaze enviado a su propia muerte bajo los cielos negros de la noche, que no ansiaba volver con vida tras la misión. Semper Fidelis.

No sé que tenía ella, pero en aquel momento me di cuenta que me había hipnotizado desde el primer minuto en el que había llamado a mi puerta.

La melena castaña casi hasta los hombros, los ojos color miel, los labios rosados y pálidos, sugerentes como una fruta madura, el tono blanco de muñeca de su piel contrastando con un traje de chaqueta y pantalón en color negro.

Elegante, joven y discreta. Con la mirada viva que traslucía picardía, ironía. El tipo de mirada que se posa en alguien, pero mirando quizás más allá de lo que ve, y la sonrisa fugaz que surgía de su boca como un regalo a esas horas de la noche temprana... Era toda una preciosidad.

De repente recordé que aquella chica no era un cuadro andante e hice un esfuerzo por romper el hielo. Estaba nervioso, me había encontrado con la guardia bajada y eso era raro, debiera de haber ocurrido al revés. Carraspee mientras buscaba su currículo en el maremagno de papeles que se habían ido reproduciendo a lo largo de las horas, sin ningún tipo de control, sobre mi mesa.

Ella se incorporó lentamente, como si yo fuera algún tipo de animal abandonado y todo su lenguaje corporal insinuara que no deseaba hacerme daño, y su mano, con la piel lisa, tersa, los dedos finos, me alargaron una copia que ya traía preparada. Sonrió de nuevo y casi me sonrojo.

El roce entrevisto del dorso de su índice me recordó a una de las escenas de "El Silencio de los Corderos"… Una loba alargando las fauces a través de unas rejas invisibles...

Mientras su cuerpo se aproximaba a mi, el tiempo parecía detenerse y el sonido de los latidos de mi corazón restallaban en mis sienes como un ejercicio de percusión desesperado. El leve destello de la curvatura de sus pechos redondeados y firmes me hizo pensar que no llevaba nada debajo de aquella chaqueta cruzada y ceñida al talle.

A estas alturas estaba convencido de que esa chica sin duda tenía "algo" que la hacía diferente de las demás...

  • Bueno, vamos a ver- dije comenzando a repasar su currículo y tratando de concentrarme en algo más que no fuera el deseo de imaginar su piel desnuda bajo la ropa de entrevista de trabajo- Te llamas... ¿Selena? Es un nombre poco común, la verdad-

Supongo que aquel comentario fue una mezcla de un cincuenta por ciento de masculinidad avasallada y otro tanto de ejecutivo acostumbrado a no dejarse impresionar.

Quería retomar el proceso de una entrevista cualquiera, quería volver a sentir el control. Ingenuo de mi.

  • Sí, es mi nombre. Quizás sea poco común porque a lo mejor yo soy una candidata poco común- dijo mientras acababa la frase con una risa casi musical, como si hubiera respondido muchas veces esa pregunta.

Pero lo hizo sin un sólo ápice de resentimiento, de molestia, como orgullosa de llevar un vestido de firma exclusivo por muy llamativo que fuera. No era presumida, ni tan siquiera tenía en la mirada el egocentrismo propio de algunas mujeres que sabiéndose hermosas piensan que todas las puertas deberían de abrírseles a su paso sin mayores esfuerzos. Me había ganado con una frase y definitivamente parecía un encanto.

  • Bueno, a ver si eso es verdad - dije correspondiendo a su sonrisa con mi mejor elegancia corporativa destinada a no dejar traslucir lo desesperado de mi situación, para después bajar la vista y comenzar a ojear su currículo.

  • Estudiante de RR.PP y Marketing - comencé a citar mientras leía en voz alta - veinte años casi recién cumplidos y mención de honor anual. Cursos de especialización en técnicas de venta, comercio exterior, y estudios de mercados en Internet... -

Colaboraciones y asistencia para los profesores tal y cual. Los nombres me sonaban levemente conocidos por algunas referencias de prensa en los círculos de estudios financieros. La chica era buena estudiante, no cabía duda.

Ella asentía sonriente a mis palabras, remarcando fechas y dando breves y concisas explicaciones acerca de sus estudios. No decía una palabra de más pero tampoco omitía nada importante.

Su voz no sólo era musical, sino también afable, cordial. Parecía sentirse cómoda ante la situación y sabedora de quién era y porque estaba sentada frente a mi. Pero se mantenía en su lugar, con la mirada ladeada aguardando mis valoraciones iniciales... No quería avasallarme, sus ojos decían: "Adelante, tómate tu tiempo. No quiero presionarte. Decide por ti mismo si soy lo que andas buscando". Sabía como venderse, de eso no quedaban dudas.

  • Veo que has trabajado en congresos y presentaciones, eso está bien. ¿Te gustan ese tipo de trabajos? -

  • Ni más ni menos que los puestos de otro tipo. Me gusta la gente y soy buena convenciendo a los demás o haciendo que la gente se sienta cómoda en mi presencia, aunque a veces te hagan sentir como un expositor ambulante - terminaba la frase con el sonido de su risa que se desvanecía en el aire.

  • ¿Y de conocimientos informáticos como andas? - inquirí queriendo hacer caso omiso de la referencia velada que había hecho a su propio cuerpo.

Se sabía hermosa y no le importaba que se la comieran con los ojos. Yo mismo no podía evitar recorrer su cuerpo con mi mirada de la manera más discreta posible.

  • Si se te ha estropeado el ordenador no creo que a estas horas vaya a quedar ningún técnico a arreglártelo-

Lo dijo con un tono tan serio, tan natural y despreocupado que tardé un par de segundos en darme cuenta de que me estaba tomando el pelo.

Era descarada pero no insultante. No pude evitar rendirme y yo también sonreí.

Ni siquiera me había percatado de la sutil manera en la que había comenzado a tutearme.

  • Ojala fuera algo así de sencillo - confesé - El puesto es para un cliente que se dedica al ocio electrónico. Son muy quisquillosos con el tema de la informática. Si no sabes de qué te hablo casi no merece la pena continuar con la entrevista...

Era un órdago a grande y estaba sobre la mesa.

"Te la estás jugando Martín", sino sabe algo más allá de encender un ordenador o usar un mp3 vas de cabeza al hoyo.

Casi podía escuchar el sonido de las fieras de la segunda planta ejecutiva relamiéndose de hambre al pensar en desmembrarme vivo.

Ella simplemente se encogió de hombros despreocupada. Como si la cuestión no fuera realmente decisiva o si en cualquier caso no fuera un problema del que tuviera que preocuparse.

  • Tu cliente creo que son un grupo de idiotas, al menos en lo que respecta al trato con sus propios compradores - respondió como si nada.

Lo dijo con el tono de quien afirma una verdad absoluta que estuviera a la vista de todo el mundo.

Me quedé con la boca abierta por sus palabras, se estaba comenzando a extralimitar bastante a la hora de opinar.

  • No me mires así, casi siempre tiendo a decir lo que pienso, y en este caso además lo que digo es verdad. Han tenido muchos problemas a cuenta de no escuchar a sus propios aficionados y ahora están preocupados porque su arrogancia les ha hecho perder muchas ventas frente a la competencia que no ha dudado en mostrarse más amable y cubrir las deficiencias que sus productos presentan con otras alternativas Deberían preocuparse más por tratar mejor a la gente que compra sus juegos en lugar de querer dar la mejor imagen posible de cara la galería. Creo que les iría mucho mejor, pero eso no lo vamos a cambiar ni tu ni yo; así que, ¿De que iba a servir negar la evidencia?-

Mientras hablaba con toda la despreocupación del mundo, como si ella misma estuviera al mando de una gran empresa del sector informático, su cuerpo se aproximó hasta inclinarse sobre la mesa.

Su discurso era como un susurro que penetraba directamente en mi cabeza. Sus ojos de color miel y sus pequeñas pupilas negras como el carbón se me clavaban como alfileres encadenándome a la silla de mi despacho.

Comenzó a alargar su mano hacia mi pecho y con la grácil habilidad de una experta ladrona en robar corazones o carteras se hizo con el paquete de tabaco que guardaba en el bolsillo de mi camisa, mientras se sentaba sobre mi escritorio.

  • De todas formas, si quieres que responda a tu pregunta, sí, me arreglo bien con la informática. No soy una programadora, pero se diferenciar un buen producto de otro que no lo es - y con toda la naturalidad del mundo, sacaba uno de mis Winston para llevárselo a los labios.

Salí de mi ensoñación. Aquello no era normal. "Esta chica no está bien de la cabeza", pensé.

  • Oye mira, no sé muy bien donde crees que estás, pero esta actitud por tu parte no creo que sea profesional - dije mirando hacia ambos lados de mi despacho. Como si temiera que hubiese alguna clase de público invisible a mi alrededor, rodeándonos y presenciando la escena totalmente onírica que se estaba desarrollando ante mis ojos.

Una belleza descarada a altas horas de la noche sentada sobre la mesa de mi despacho. La cabeza me daba vueltas. Pero no podía dejar de advertir como la suave tela de su pantalón se ceñía sobre sus piernas envolviendo a buen seguro sus muslos suaves, cálidos, jóvenes...

  • No, claro que no es profesional por mi parte - respondía sonriendo mientras comenzaba a acariciarme las sienes - pero tampoco estoy haciendo nada malo ¿O sí? Creo que si estás todavía aquí a estas horas es porque tienes un problema. No necesitas a una candidata que cubra un puesto de trabajo, necesitas desesperadamente a una amiga que te ayude a salir de ese problema. Pero si quieres me marcho...

¿Qué se suponía que tenía que decir? ¿Echarla de mi despacho? ¿Denunciarla por acoso sexual? Pensé que sin duda me había quedado dormido presa del cansancio sobre la mesa de mi despacho.

"Eso es, Carmen se ha marchado y yo estoy aquí dormido, acosado por mis propios fantasmas y miedos, y esto es un sueño producto del cansancio y de la soledad".

Aquella ninfa sentada sobre mi despacho que me acariciaba los cabellos sonriendo era un respiro de la rutina diaria en que se había convertido mi vida de ejecutivo estresado para dar rienda suelta a mis deseos y a la vez para pensar que me iba a ayudar a no perder mi puesto de trabajo.

  • No te quedes ahí callado como un tonto. ¿No vas a tener el detalle de darme fuego? -

  • Aquí no se puede fumar- quise tartamudear.

  • ¿Seguro? - preguntó con sorna acercando su rostro a mi cuerpo. Rozó el cuello de mi camisa con su rostro, mientras yo sentía su cálida respiración sobre mi piel. Cada centímetro de mi, sentía como si una descarga de energía hubiera recorrido todo mi cuerpo con aquel gesto - Tu ropa huele a humo y no estamos en horario laboral - confirmó señalando el reloj de mi despacho y guiñándome un ojo.

Lentamente se recostó sobre la mesa de mi despacho y yo, sin saber porqué, quise dejarme llevar por aquella ensoñación.

Alargando la mano busqué el Dupont y lo aproximé a su rostro. Todos mis movimientos se desarrollaban con extrema lentitud, como si estuviera rodeado de un líquido más denso que el agua y me costara moverme...

Sus dedos acariciaron mi mano y activaron el mecanismo de encendido. La llama resplandeció con un sonido metálico y su rostro se iluminó con cálidos colores de rojo y naranja fruto de la media llama.

Todo aquello sin duda alguna no me estaba pasando a mí. Era una película que le estaba ocurriendo a alguna otra persona en alguna otra parte del mundo. Ni siquiera sabía como habíamos llegado a aquel punto. Quería despertar y a la vez quería seguir soñando.

  • Quédate tranquilo Martín - me dijo mientras jugueteaba con la placa de mi escritorio que indicaba mi nombre - Te diré lo que vamos a hacer: Dentro de un rato llamarás a tu cliente y le dirás que ya tiene lo que quería, y lo harás con tal convicción que ni siquiera se atreverá a dudar de ti. Mañana yo me presentaré donde tú me digas y haré la mejor actuación profesional que te puedas imaginar. Sé que hay una feria del sector de los videojuegos dentro de poco y también sé exactamente lo que van a esperar de mí. Me formarán durante unos días y dentro de una semana habrán recibido tantos mails preguntando por su próximo lanzamiento, que alguien de las oficinas de tu cliente llamará a tu jefe directamente para negociar una renovación del contrato que tenéis actualmente. La segunda llamada será para ti, para que cojas el ascensor que hay al final del pasillo y tras una corta entrevista con los socios de la empresa, recibirás una felicitación por tu trabajo. ¿Quién sabe? Es posible que hasta te asciendan... Indudablemente tendrás tu propia recompensa, aunque no estoy hablando de dinero-

Me bebía literalmente sus palabras... Quería creer en todo aquello que me iba desgranando aquella princesa con traje de ejecutiva. Pero la parte más racional de mi mente se negaba a admitir que lo que estaba ocurriendo fuera real.

  • ¿Pero como sabes todo eso? - pregunté desesperado sin saber que decir o que hacer con mis manos. Nuestros rostros se encontraban tan cerca el uno del otro que casi podía besarla sin hacer esfuerzos. Y era lo que deseaba, lo que mi cuerpo me estaba pidiendo.

  • Ssssssh - susurró haciéndome callar con su dedo índice mientras acariciaba suavemente mis labios - No te preocupes del cómo. Tengo mis propios métodos. ¿Tu contacto en la empresa contratante se llama Juanjo, verdad?

  • Sí, así es - afirmé con un suspiro -

  • Juanjo tiene debilidad por las chicas jóvenes y guapas como yo, ¿Lo sabías? A menudo aprovecha las convenciones para saquear todo lo que puede en ese sentido. El año pasado se pegó una gran juerga en Los Ángeles durante el E3, y utilizó la tarjeta AMEX platino de su empresa para sufragar algunos gastos de difícil justificación. Mira esto... -

Como si fuera una más que hábil prestidigitadora, me tendió un sobre tamaño cuartilla que sin darme cuenta debía de haber depositado sobre los diversos papeles de mi mesa mientras mi vista se ocupada de leer su currículo.

Lo abrí con manos temblorosas. En su interior había un reporte de gastos de American Express con varias líneas con una considerable suma de ceros señaladas a mano con un rotulador de color rojo...

Y una serie de fotografías donde se veía al bueno de Juanjo en posiciones bastantes escabrosas sobré lo que parecía un sofá de extraño diseño, junto a una chica rubia de pelo largo con un vestido que apenas cubría partes de su cuerpo que sin duda su padre no habría querido que nadie viera nunca.

  • ¿Ves estas fotos? Es el bueno de Juanjo en un Club de la ciudad después de su jornada laboral con una chica que no es su esposa. Ahora mismo, mientras tú estás aquí decidiendo que vas a hacer conmigo y en esta situación que no te esperabas para nada. Juanjo estará llegando a su chalet de Las Rozas y se va a encontrar una copia de lo que estás viendo en su buzón, junto con una bonita carta muy clara y explicativa de los pasos que va a tener que seguir en los próximos días-

Selena señalaba las fotos y la documentación mientras se reía de manera cómplice. ¿Pero esto que era? ¿Una broma de los chicos de la oficina?, ¿Como demonios había conseguido una chica de apenas veinte años aquella documentación?, ¿Y por que me la mostraba a mi?, ¿Que tenía que ver yo en todo esto?

  • ¿Es una broma? - pregunté desconcertado - ¿Qué eres, alguna clase de espía industrial o algo así? ¿De donde has sacado todo esto?- Había oído historias al respecto.

Gente especializada en introducirse en importantes empresas a cuenta de otras firmas de la competencia para robar información valiosa, pero siempre creí que eran sólo leyendas urbanas. Aquel tipo de cosas dignas de Hollywood no podían estar ocurriendo con normalidad en nuestro país tan ajeno a todo lo que no fuera farra y pandereta.

  • No, Martín tesoro, no es ninguna broma. Y tampoco soy una espía, sólo estoy devolviéndole un favor a alguien que es importante para mí. Las fotos no son mías, sólo son una prueba para que veas que todo esto va en serio -

  • ¿Qué quieres de mi? ¿Qué pretendes que haga yo? No quiero verme involucrado en todo esto, y menos en nada ilegal - respondí atolondradamente. Había comenzado a pasar de la ensoñación al miedo.

  • Te preocupas demasiado. Deberías relajarte o no llegarás a viejo - me decía entre risas - Deberías de estar agradecido porque tus problemas se solucionaran de golpe. Juanjo es una mala persona, un incompetente que está en un puesto directivo porque un familiar directo suyo, es un importante accionista de tu cliente, y nada más.

Y en sus esfuerzos por no saber a quién debe y a quién no debe hacer daño, hizo algo que no debía. Siempre se ha salido con la suya, por lo visto desde que estaba en la universidad. Pero ahora va a recibir una factura que va a pagar con creces... Y en cuanto a ti, sólo tienes que hacer una llamada y olvidarte de todo lo que ha ocurrido hasta ahora y va a ocurrir durante lo que queda de noche. Nadie va a pedirte nada más. Puedes confiar en mí. -

No podía acabar de creerme lo que estaba escuchando, ni lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Aquello sencillamente era demasiado para mi. Un extraño colofón a un día de lo más estresante.

De repente, Selena o como quiera que en realidad se llamase, porque ya había empezado a dudar incluso de que aquel fuera su verdadero nombre, me cogió suavemente de las manos, llevándolas hacia sus pechos.

Acariciarlos por encima de la ropa fue una experiencia casi extraordinaria. La calidez del cuerpo de aquella chica trascendía incluso su vestimenta. Podía adivinarlos turgentes y suaves bajo su corta chaqueta, ceñida y cruzada al talle.

  • Oye mira - comencé a balbucear - no sé que pretendes, pero no me importa. Juanjo nunca ha sido santo de mi devoción y me importa poco con quién se haya metido o que haya hecho que sin duda no debió de hacer. Hace unas horas estaba convencido de que iba a perder mi trabajo, y ahora de repente, apareces tú y hablas de cambiarlo todo. No entiendo que ocurre, pero no quiero nada raro. Haré la llamada que me pidas, tendrás el empleo, no sé de qué va esto, pero no tienes porque seguir adelante -

Ella simplemente me miró como debían de mirar las mujeres nobles de la antigua Roma a los esclavos en venta en el mercado. Evaluando que debía de hacer conmigo y si merecía la pena interesarse o no por mi.

Y sin embargo, aquella mirada me excitaba sobre manera, me encontré a mi mismo arrepentido de mis palabras mientras las pronunciaba. Si aquello fuera sueño o pesadilla, me daba igual. Ya no podía ocultarme a mi mismo el deseo que sentía desde que había cruzado la puerta de mi despacho... Ansiaba tener aquella figura misteriosa y seductora, de belleza e inteligencia, de carácter descarado y cuerpo de diosa, solamente para mi.

  • No lo hago por el trabajo. Relájate, piensa que es tu noche de suerte -

Comenzó a desnudarse lentamente sobre mi escritorio, mientras mi respiración se aceleraba conforme iba descubriendo lentamente su cuerpo para mí. Se contoneaba deslizándose sobre mi mesa, mostrándome su cuerpo: Sus piernas largas y firmes, la curvatura de sus pechos, la redondez de sus caderas y la firmeza de su trasero...

Después se deshizo de su chaqueta dejándome ver una camiseta elegantemente escotada que cubría la parte superior de su cuerpo... Un cuerpo delicioso del que apenas me separaba unos centímetros...

Lentamente, cruzó sus brazos levantándola suavemente, mostrándome centímetro a centímetro su perfilado cuerpo, casi hasta alcanzar a mostrarme la base de su sujetador.

  • Dime que pare ahora y me marcharé sin más - susurró - O di la verdad y admite que me deseas y que quieres que continúe. -

Las palabras salieron de mis labios como si otro hombre las hubiera pronunciado en mi lugar. Un individuo sometido a la lujuria de una chica joven que no deseaba cesar de ser observador omnisciente en aquel espectáculo improvisado sobre la mesa del despacho de una gran empresa de selección de personal.

  • Eso es exactamente lo que yo también quería oír- Su voz se perdió en las entrañas de mi mente, resonando con un eco estremecedor mientras se deshacía de la parte superior de ropa que cubría su cuerpo, para dejar paso a la mejor de sus sonrisas de la noche, mientras mi miembro crecía impulsado por el bombeo de la sangre que mi corazón le enviaba.

Se giró hacia mí para ofrecerme una mejor perspectiva de su figura, mientras desabrochaba sus ceñidos pantalones mostrando el enlazado de su ropa interior que cubría la piel blanca y extremadamente suave de su cadera derecha.

Después, mientras mi respiración se aceleraba, ladeó su melena hacia un lado y acercó sus labios a los míos para comenzar a besarlos con pasión inusitada. No esperaba ese beso, la suavidad de las fauces de una loba hambrienta, la humedad de una lengua juguetona introduciéndose de improviso dentro de la mía propia...

Su boca abriéndose y cerrándose apenas unos centimetros mientras paladeaba mi propia lengua húmeda y deseosa de devorar por completo a la sensualidad hecha mujer que había comenzado a desnudarse en mi propia oficina.

Instantes después se recostaba contra la mesa, abriéndose espacio con sus piernas, lanzando montañas de papeles al suelo que cayeron desordenados sin concierto, para elevar su pelvis hacia arriba.

Pude observar como sus nalgas, tersas y suaves se contraían al elevar su monte de Venus hacia el techo mientras deslizaba sus pantalones por sus piernas hasta desembarazarse de ellos.

Como una herramienta especialmente diseñada para provocar el deseo sobre la mujer que hasta hacía unos segundos los había llevado puestos, y que ahora, habiendo cumplido su función, se volvían un estorbo para lo que estaba por llegar.

Ni siquiera me atrevía a moverme de mi silla por miedo a romper el mágico encantamiento de ese momento, de su cuerpo sensual en movimiento.

Movimiento suave y comprometido con mis propios deseos animales que comenzaban a despertar tras un largo sueño de soledad y represión de los recuerdos que mi ex pareja me había dejado como única herencia de una relación que hacía ya mucho tiempo que había tocado a su fin.

Se volvió poniéndose a cuatro patas sobre mi mesa, de perfil hacia mí, con su trasero erguido y su pelo cubriendo en parte su hermoso rostro. La espalda arqueada como una gata en celo deseosa de ser acariciada.

  • ¿A que esperas para tocarme? - pronunció en un susurro casi convertido en un gemido al final de la frase. Yo no deseaba otra cosa y la última invitación de sus palabras fue lo único que mi cuerpo necesitó para tomar el completo control de mi mente. Ya no me importaba la situación, su rocambolesca historia, el inútil de Juanjo, mi puesto... Nada, solamente acercar mi mano temblorosa hacia su cuerpo suave y fresco como una flor recién nacida para comenzar a acariciar su espalda mientras ella correspondía a mis caricias con ronroneos ahogados de deseo.

Mis manos recorrieron su cuerpo, su pelo suave y cuidado, ahora despeinado, mientras ella se balanceaba como una niña. Con sus ojos cerrados, como una chiquilla perversa, acariciada por primera vez de manos de un hombre. Su piel era como un animal de otro mundo, un animal sedoso que se alimentara de mis caricias. Sus curvadas caderas, y sus muslos firmes me hicieron perder el control de mi respiración y de mis actos.

Probé a azotar su trasero firme, y ella gimió para reírse de pérfida manera mientras sus ojos me invitaban a volver a hacerlo... Una y otra vez, palmeé su trasero duro y prieto mientras observaba la reacción de su rostro, que se iba ruborizando mientras su lengua lamía sus propios labios...

De repente me agarró por la camisa para atraerme de nuevo a su boca y tras volver a lamerme al tiempo que maniobraba para acercarse más a mi.

Sus piernas, enfundadas en medias de medio muslo, se contrajeron sobre si mismas para lanzarme de nuevo contra mi silla al tiempo que bajaba de mi escritorio con la gracilidad de una chiquilla disfrutando de un juego que no tenía nada de inocente.

Se colocó frente a mí, agachando su cuerpo para poner su culito apenas a unos centímetros de mi cara. Lo pellizcaba con la totalidad de sus manos, agarrando sus nalgas y mostrándome como la tela de su diminuto tanga negro se perdía entre ellas para acabar atravesando perpendicularmente el pequeño y sonrosado orificio que constituía su ano. Aquella demostración de sexualidad desatada hizo que me volviera loco.

Comencé a besar la piel de su culito, a rozar mis mejillas contra ella... Su trasero era un monumento al deseo que deseaba explorar, y ella ni siquiera había necesitado tocarme para encender la llama de mi propio cuerpo.

Como si tuviera la capacidad de leerme el pensamiento, de adivinar los auténticos deseos de un hombre llevado más allá de sus propios límites, se giró de nuevo para quedar semidesnuda frente a mí, y comenzó a desabrochar mi camisa.

Botón a botón se deshizo de ella para después comenzar a lamer mi pecho... Sus besos se deshacían como copos de nieve cayendo sobre mi piel ardiente, mientras su saliva empapaba mi piel haciendo que mis pezones se endurecieran mientras bajaban camino de mi ombligo y me hacían boquear como un pez que se ahogara fuera de su elemento natural.

Sus manos diestras se deshicieron de mi cinturón, desabrochándolo y tirando de mi cuerpo hacia ella, para después hacer que restallara como un látigo sobre la mesa al lanzarlo sin ningún cuidado.

La excitación y la sensualidad comenzaban a dar paso al sexo desenfrenado. Casi podía escuchar el gemido de su cuerpo deseoso del mío sin entender la naturaleza de lo que estaba ocurriendo. Solo quería continuar dejándome llevar de manos de aquella chica que me había hipnotizado con sus ojos, su sonrisa, su figura...

Cayó de rodillas frente a mí, haciéndome abrir las piernas con sus manos mientras acariciaba mis muslos por encima de mi propio pantalón. Como si hubiera visto a un Dios y el efecto de aquel descubrimiento de una nueva fe, hubiese llevado a que sus piernas flaqueasen y se arrodillara para prestarle culto y honores sensuales.

Cerré mis ojos mientras sus dedos largos y finos redondeaban la iniciada labor de desabroche y bajada de la cremallera...

Sus labios lamieron mis boxers, pasearon por encima de mi tronco erecto, acariciándolo con sus mejillas, mordisqueándolo por encima de la lycra con sus dientes, sólo para incitarme todavía más, para avivar el fuego desatado de mis deseos sexuales.

Su mano tibia y decidida buceó en mi ropa interior de improviso en mitad de sus besos, para desplegar mi continuada erección en su totalidad. Mi pene duro y casi deseoso de estallar apuntaba al cielo, y ella no dudó en cubrir mi amoratado capullo con sus suaves labios...

Las sensaciones que me produjo aquel contacto, no creo que pueda describirlas con palabras. El interior de su boca resultó aun más calido que sus propios besos, los pequeños y constantes movimientos de succión que su boca imprimía a la punta de mi polla, arrancaron los primeros gemidos de la mía, y pude notar en la oscuridad callada que cubría mis ojos cerrados para entregarme al placer de la boca de mi candidata particular, como la punta de su lengua acariciaba el orificio de mi pene.

Lentamente, y ayudándose con dos dedos en la base, su boca comenzó a subir y a bajar, deslizándose de manera suave y constante sobre mi falo. Sus labios contraídos a su alrededor, contribuían a que yo no pudiera recuperar un ritmo controlado de mi propia respiración. Podía sentir como su saliva caliente escurría entre sus labios empapándome, y como cada vez sus labios devoraban un poquito más de mi, haciendo que mi polla desapareciera provocativamente dentro de su boca.

De repente me di cuenta de que sus labios acariciaban la base de mi pubis, y una cuidada caricia de su mano provocó que abriera los ojos y me atreviera a mirarla...

Mi polla había desaparecido por completo dentro de su pequeña y sensual boquita, y sus ojos se hallaban clavados en los míos de manera sumamente provocativa. De nuevo me miraba como una niña deseosa de mostrar a alguien mayor un nuevo truco recién aprendido en algún juego infantilmente obsceno.

Una de sus manos acariciaba mis testículos mientras la otra, prodigaba caricias a uno de mis pezones con sus dedos que humedecía constantemente en mis propios labios...

No sé como lo hizo, quizás su boca experta asimiló los latidos constantes de mi cuerpo, o quizás fueran sus ojos que escrutaban constantemente mi rostro en busca de las reacciones propicias que me regalaba a cada segundo, pero de alguna manera pudo predecir que mi estallido se aproximaba y redujo su ritmo hasta sacar mi pene de su boca; sin cerrarla, echándose hacia atrás, nuestros cuerpos todavía permanecían unidos por un débil hilo de saliva que nacía de mi miembro y conectaba su boca con mi propio placer sentido.

  • No corras, no tengas prisa... Lo mejor en la vida siempre está por llegar - pronunció mientras se incorporaba y volvía a inclinarse sobre mi para besarme, con sus manos apoyadas en los reposabrazos de mi silla, el propio sabor de mi cuerpo se deshacía en mi boca mientras ella jugaba a capturar mi lengua dentro de su boca.

Sus manos recorrieron mis brazos y se posaron sobre mis hombros, bajándome la camisa mientras buscaba apoyo en la mesa y tiraba de mí para que me incorporara.

Me levanté presa de la locura, de la excitación, de la situación, de aquel momento, de aquella fantasía hecha realidad por unos instantes en mi propio santuario de la rutina que constituía mi trabajo del día a día, y cubrí su cuerpo con el mío cuando ella se reclinó hacia atrás y sus uñas me invitaron a ello arañando levemente la piel de mi espalda...

Presa del nerviosismo que iba a morir en sus labios mientras era yo quien devoraba su boca, coloqué mi pene en la entrada de su húmeda y depilada rajita para después notar como mi propio cuerpo era el que me pedía que se la introdujera hasta el fondo de un sólo golpe.

Estaba húmeda y caliente, como un horno suave hecho de carne y deseo capaz de arrancarme un constante gemido en crecimiento, al compás del movimiento de mis caderas golpeándola una y otra vez...

Ella se recostó sobre sus codos, acercando su cuerpo hacia mí, para besarme mientras susurraba palabras sucias en mi oído y su lengua acariciaba el lóbulo de mi oreja, pellizcándolo con sus labios.

Pidiéndome que la penetrara con más fuerza, mientras ella acompasaba el ritmo de su pelvis al de mis propias caderas, dejamos de movernos suavemente como al principio, para empezar a follar con fuerza. Con un descontrol nacido de la desesperación de dos cuerpos que se buscaban el uno al otro, quizás ambos sabedores de que no habría un mañana, una segunda ocasión de consumar de nuevo aquel cúmulo de sensaciones.

De repente, volvió a alejarme de ella con sus piernas presionando sobre mi pecho...

Se reía y jugaba con la necesidad que yo sentía de deshacerme en su interior. Comenzó a dar vueltas a mi alrededor, quitándome la camisa, para cubrirse con ella y continuó hasta ponerse tras de mi mientras me rodeaba con sus brazos y besaba mi nuca desde atrás, y de nuevo susurraba a mi oído...

  • Dime, ¿Qúe es lo que más deseas ahora mismo? - Una de sus manos se había deslizado por mi pecho desde uno de mis pezones hasta mi miembro húmedo de su propia esencia, y lo acariciaba suave, muy suavemente.

  • Ya lo sabes - respondí casi sin aliento.

  • Quiero escuchártelo decir - repuso mientras mordisqueaba la piel de mis hombros.

  • Quiero acabar... Déjame acabar, por favor, Selena... - supliqué sin miedo.

Ella sonrió y me dio la vuelta para quedar de nuevo mirándola a sus ojos. Ojos color miel, ojos hipnóticos que nunca comprenderé porque aquella noche fueron mío y no de nadie más...

  • ¿Harás esa llamada, verdad? - preguntó mientras echaba su cuerpo hacia atrás buscando apoyo de nuevo sobre el escritorio, con una de sus piernas más adelantada que la otra, como si quisiera posar sensualmente para mi, mientras su índice dibujaba oscuras y prohibidas runas ya olvidadas sobre la piel de mi rostro...

  • Haría todo lo que tú me pidieras, puedes estar segura - confesé preso de mi propio asombro. ¿Cómo en el nombre de Dios había podido llegar a rendirme ante esa chiquilla de esa manera? ¿Quién era ella en realidad? ¿De donde había salido?

Sus palabras disolvieron todas las preguntas que se agolpaban en mi mente, de un sólo golpe. Como si fueran enemigos peligrosos que pudiera abatir de una sola estocada.

  • Entonces por detrás es mejor, cielo... - repuso dándose la vuelta de nuevo e inclinándose ofreciéndome su culito.

Apenas recuerdo aquel momento, el corazón me latía con tanta fuerza que los ojos se me nublaron. Pero sí recuerdo sus manos guiándome hacia el interior de su ano. La sensación aun más cálida y estrecha que me facilitaba. Como si un músculo diseñado para el amor envolviera mi falo y lo aprisionara sin tregua. Ni la más mínima duda de que no lo fuera a dejar escapar.

  • Vamos, fóllame por detrás... Lo estabas deseando- me urgió casi a gritos.

Comencé a penetrarla como un semental que cubriera a una hermosa yegua, cada vez más rápido y cada vez con más fuerzas mientras el sudor de su cuerpo hacía que mi camisa se le pegara a la piel y se transparentara la silueta de su espalda.

  • Más, más... Adelante, rómpeme, vamos... -

Los susurros y las palabras se convirtieron en gritos de placer hasta casi rozar el llanto. Era como si me incitara a violar lo más sagrado de si misma a cambio de muy poco.

Noté como se aproximaba el momento, el roce de su trasero contra mi pelvis, la manera en la que sus dedos se cerraban apretando su manicura de muñeca sobre las palmas de sus manos, el roce de su cabello húmedo de sudor mientras la agarraba por la melena tirando de su cabeza hacia mi para que volviera su rostro y viera como la penetraba...

Mi mundo estalló en colores blancos y negros cuando susurró: "Córrete dentro de mi".

Creo que me desmayé, o quizás ella me hubiera drogado de alguna manera que no acierto a comprender.

Me despertó un extraño zumbido. Me sentía atontado, desorientado, perdido...

El recuerdo de su figura vistiéndose de nuevo en el extremo de mi campo visual afloró levemente en mi cabeza, su silueta desdibujada diciéndome adiós levemente con la mano alzada frente a la puerta de mi despacho.

¿Había sido un sueño?

Me encontraba sólo, desnudo, empapado en sudor, rodeado de papeles tirados por el suelo... Y el zumbido constante que me atravesaba el cráneo como el aletear de un insecto gigante tratando de taladrar mi cráneo para alimentarse de la poca sangre que debía de recorrer mi cuerpo en aquellos momentos.

Busqué la naturaleza del sonido. Mi móvil vibraba sobre el suelo de la moqueta de mi despacho.

  • Soy Martín, dígame - me atreví a contestar.

Esperaba escuchar su voz, pero no hubo un segundo milagro.

  • ¿Donde coño te has metido? Llevo toda la puta noche tratando de localizarte - La voz autoritaria de Juanjo resonaba en el auricular, visiblemente enfadado y nervioso.

  • Joder, perdona, he debido de quedarme... Dormido. No lo sé. Ayer trabajé hasta muy tarde - No conseguía acabar de hilar mis propios pensamientos. Ni siquiera me atrevía a mencionar a Selena, porque parte de mi decía que por mucho desorden que reinara en mi despacho y mi propia desnudez, no eran pruebas suficientes para descifrar que quizás todo aquello tal vez sólo hubiera sido fruto de mi imaginación - ¿Qué hora es? Oye, siento no haberte llamado anoche, he de serte sincero, no hemos podido... -

La voz de Juanjo volvió a cortarme.

  • Van a dar las nueve y media. ¿No has podido llamarme? Estoy muy cabreado contigo. ¿Donde la tenías escondida pedazo de cabrón? -

  • ¿De qué me estás hablando? - Comenzaba a darme cuenta de la verdad.

  • De la chica joder. Es maravillosa. La tenemos aquí desde hace una hora y el jefe está encantado con ella. Se han encerrado en su despacho y no sé que se traen entre manos- me dejó sin habla - Si nos la hubieras enviado antes... En fin. Nada, habéis hecho un buen trabajo con la selección, no creí que pudierais encontrar una candidata a tiempo, la verdad -

  • La verdad es que yo tampoco lo creí posible - dije tanteando el terreno - Pero a veces la suerte nos sonríe en el último momento, supongo -

  • Bueno, seguro que da la talla, parece muy decidida y despierta - "No lo sabes tu bien todavía", pensé para mis adentros - Aunque ahora tengo algunos otros problemas de los que ocuparme - El nerviosismo de Juanjo se transmitía en su voz, visible como un claro de luna en una noche cerrada. Recordé las fotos y el sobre que Selena me había mostrado durante, traté de buscar ambos con la mirada sin resultado.

  • ¿Más problemas? - pregunté intuyendo la respuesta.

  • Si, bueno, no, temas personales. No sé muy bien que decirte, la verdad - "Pobre cabroncete mal nacido hijo de papa, a ver si aprendes lo que es bueno. O mejor: Si te lo enseñan a las malas" -

  • ¿Oye estás bien? Te noto algo tenso, la verdad - quise interesarme falsamente mientras una sonrisa asomaba a mis labios.

  • Nada, bueno... Ayer me llevé una sorpresa y menos mal que mi mujer no se ha enterado de nada. Creo que estoy en un lío y a lo mejor me cuesta algo de dinero, pero seguro que no es nada que no pueda solucionar -

"Como si hubieras solucionado algo de verdad en tu vida sin ayuda, pedazo de inútil".

  • Bueno, bueno, no quiero meterme donde no me llaman, pero si necesitas algo, ya sabes que estoy a tu disposición en lo profesional, y también en lo personal, claro -

  • Hombre, ahora que lo dices... Esta chavala que nos has enviado: ¿Dónde la has conocido? Antes se ha presentado y me miraba como si me quisiera comer con los ojos. ¿Tú la conoces? ¿Sabes si estaría interesada en... ya sabes, en tomar una copa después del trabajo?

Casi se me saltaba la risa. Aquel imbecil probablemente se dormía ayer pensando en que alguien le iba a chantajear a cuenta de no saber pensar con otra parte de su cuerpo que no estuviera por encima de su cintura y ya estaba picando de nuevo el cebo.

  • Es una larga historia, pero la conozco bastante bien... De hecho tenía que llamarte para recomendártela, porque le he hablado muy bien de ti como la persona que puede abrirle camino dentro de tu empresa, y claro, ella parecía muy interesada en conocerte, ya sabes... Quizás hasta personalmente - esto último lo dejé caer con cierto tono cómplice masculino.

La risa de Juanjo resonaba a través del móvil.

  • La verdad es que está un rato buena, seguro que de poder habrías intentado tirártela, pero no creo que esté a tu alcance. Esta es de las que busca a tíos triunfadores, no a chupatintas de oficina mejorando lo presente. Oye, no te lo tomes a mal, ¿Eh? Al Cesar lo que es del Cesar, ¿No?... Además, somos amigos, hay confianza -

  • Claro - sonreí mientras largaba la mejor mentira de mi vida, acababa de descubrir a un nuevo yo - no te preocupes, tienes razón. Además no creo que yo fuera su tipo, tú seguramente le vas mucho más-

  • Eso creo yo, bueno la tantearé a ver que pasa. ¡Ah! Y a ver si quedamos para comer un día de estos y me cuentas que tal te va, el jefe me ha dicho que hablará con los de arriba para que feliciten por tu trabajo, pero que quede entre tú y yo, ¿De acuerdo?. Además, tú conoces mucha gente, igual me puedes ayudar con un tema personal un poco delicado que me ha surgido... -

  • Claro, lo que tú quieras. Tengo que dejarte, la gente va a llegar a la oficina y tengo que adelantar trabajo pendiente -solté de golpe sin darle tiempo a réplica- Cuídate... amigo.-

Y colgué.

Recordé entonces sus palabras de la pasada noche: "Alguien de las oficinas de tu cliente llamará a tu jefe directamente para negociar una renovación del contrato... Recibirás una felicitación por tu trabajo... Juanjo es una mala persona que siempre se ha salido con la suya... Ahora va a pagar con creces... Sólo tienes que hacer una llamada y olvidarte de todo lo que va a pasar"

De repente todo parecía mucho más claro. Comencé a reirme mientras imaginaba la sorpresa que se llevaría el cabrón de Juanjo que me había hecho el último par de años la vida imposible con sus exigencias y sus maneras, cuando descubriera que Selena iba a darle lo que sin duda se había ganado a pulso... Pero de la manera que seguro no se estaba imaginando precisamente.

Comencé a vestirme con la promesa de haberme reencontrado a mi mismo, "No está a tu alcance, eres un chupatintas". No era verdad. En una noche Selena me había ayudado a reencontrarme conmigo mismo. "Tendrás tu propia recompensa, y no hablo de dinero"... Era hora de que un nuevo Martín se hiciera con el control de su propia vida. Debía de aprender a relajarme, a vivir más, a trabajar menos... Algo en mi interior me decía que había comenzado a cambiar y que de repente, el mundo entero podía estar a mis pies si yo así lo deseaba. Sólo tenía que aprender a cojer lo que quisiera de él.

Y entonces reparé en que efectivamente nada había sido un sueño. Todo fue real. Y si algo quería de este mundo era volver a verla. Como por arte de magia encontre una pequeña cajita de color negro, como recién salida de una joyería. La abrí, desanudando el lazo de raso negro que la envolvía.

En su interior encontré una nota:

"No volveremos a vernos nunca Martín, y hazme caso, olvídate de todo lo que ocurrió ayer. Sólo céntrate en lo que viviste y en lo que pudiste sentir. Todo lo demás es parte del circo que es la vida. Y no te preocupes por Juanjo, dentro de poco, cuando me conozca personalmente, no volverá a molestar a nadie más.

Besos.

Selena

PD: Te dejo un recuerdo, creo que es más apropiado para el mensaje que el anterior que tenías"

Bajo la nota... Un diminuto tanga negro. Todavía conservaba su olor, y sobre él, un post-it que rezaba: "Para que mantengas siempre encendida la llama de tu propia revolución personal".

Aquello definitivamente me hizo estallar en una carcajada. Terminé de vestirme y salí de mi trabajo mientras los demás comenzaban a llegar. Ya era hora de que me tomara un día libre.