La trastienda

Un viernes de trabajo agotador lleva a dos amigos de toda la vida a revivir recuerdos casi olvidados.

El verano había sido bastante duro y el calor parecía resistirse a dejar paso al otoño, pero aquella mañana de noviembre al fin había traído algo de aire fresco, lo cual era de agradecer. Además de esa manera era probable que el café que acostumbraba a tomar Héctor en su descanso de media mañana supiese mucho mejor.

-¿Lo de siempre?-preguntó el camarero

-Sí Carlos.

-¡Dos para llevar, uno con leche condensada y otro con leche!

Héctor cruzó la calle rumbo a la tienda de Vero. Le gustaba tomarse el café con ella y había cogido la costumbre de invitarla, pues durante la mayor parte del año trabaja sola y no podía abandonar su pequeño negocio.

-Hola Vero.

-Hola Héctor ¿Qué tal? Gracias por el café.-Agradeció ella al ver los dos cafés en las manos de Héctor, como cada día.

-De nada, parece que llevas un día suave.

-Sí, hoy apenas he tenido clientes, se nota que la cosa anda floja.

-Bueno, al menos hoy podremos hablar un poco más tranquilos.

-¡Vaya consuelo para mis ingresos!-Ambos rieron al unísono-vamos a la trastienda y nos lo tomamos sentados.

Y así lo hicieron. La tienda era una mercería bastante pequeña pero bien situada. En la trastienda había un pequeño almacén más grande que el espacio destinado a los clientes. Allí aparte de tener todo lo necesario para la tienda, había una pequeña mesa, un par de sillas y una cama individual que utilizaba Vero cuando no volvía a su casa a mediodía, o cuando alguno de sus hijos salía del instituto y en lugar de ir a casa directamente pasaban por allí. Se tomaban el café tranquilamente, pues desde la trastienda podían ver la parte destinada a los clientes.

-Hoy pareces cansada.

-Sí Héctor, la semana ha sido un poco ajetreada, y como estoy haciendo cambios por aquí le echo alguna hora de más cuando cierro por la tarde. Menos mal que ya es viernes.

-Sí, menos mal. Mi semana ha sido algo ajetreada en la oficina, pero bueno, ya se va suavizando.

-Por cierto ¿Cómo te va la vida de  “casado”?

-Bien, bien ¿Cómo me iba  a ir si acabamos de empezar la convivencia?

-También es verdad, yo hace tanto que me fui a vivir en pareja que ya ni recuerdo los inicios.

-Vieja…

-Anda que si no fuera porque me has invitado al café-dijo ella mientras le daba un leve golpe en el hombro.

-Jaja, en serio, nos va muy bien, y por ahora parece que no tenemos grandes roces producidos por la convivencia.

-Eso es bueno, ya sabes, una cosa es el verse de vez en cuando y quedar para divertirse, y otra muy diferente el irse a vivir juntos, que empezamos a descubrir cosas que no nos gustan. Pero bueno, mientras sean tonterías no pasa nada.

-Pues nada, yo voy a volver  a la oficina, no vaya a ser que me lleve una bronca

-Sí, anda vete. A mí hoy me espera una tarde larga. Me quedo a dejarlo todo a punto para el lunes, luego vendrá Juan a buscarme.

-Bien, pues hasta luego. Saluda a tu marido de mi parte.

-Lo haré.

Poco después Vero acompañó a Héctor a la entrada de la tienda cuando él tuvo que volver a su trabajo. Se quedó mirándolo un rato. Le tenía un cariño especial, pues habían sido vecinos hasta que ella se mudó al tener a su primer hijo, aunque habían mantenido el contacto, pues aparte de ser amigos, sus familias habían continuado sido vecinas durante muchos años.

Pese a que ella tenía hijos adolescentes y que Héctor hacía poco que se había ido a vivir con su novia, ambos estaban en la treintena. Vero era unos pocos años mayor, la diferencia estribaba en que mientras ella había sido madre a los diecisiete años,  él había ido de aquí para allá. En este tramo de edad su diferencia era insignificante,  pero en el tiempo en el que ella se quedó embarazada, él estaba en la pubertad, así que su relación no había sido tan estrecha como lo fue en años posteriores.

Héctor continuó la jornada en su oficina. El día se fue complicando a medida que avanzaba la tarde. Al menos ya  era viernes y después le esperaba una noche tranquilita. Su novia había quedado con unos amigos, y pese a que a él le habría gustado pasarse la noche retozando con ella, no era menos cierto que estaba algo cansado psicológicamente y el hecho de pasar unas horas solo en casa, tranquilo, no le parecía un plan para nada desagradable.

Al final la jornada se complicó más de la cuenta y acabó saliendo de la oficina mucho más tarde de lo habitual. Caminó despacio hacia su casa. Pensó en parar a cenar en algún sitio, pero tampoco tenía mucha hambre, así que nada; cuando llegase a casa se pondría cómodo, un café con leche calentito y vegetar en el sofá hasta quedarse dormido.

Pasó por delante de la mercería y no pudo evitar sonreír levemente. Le gustaba mucho hablar con Vero. Aparte del cariño que se tenían, le gustaba el tono de voz tan dulce y su forma de reír.  Era de esas personas que te gustan, sabes que les gustas aunque no lleguen a estar enamorados o ni siquiera plantearse nada medianamente serio, ya que  las circunstancias lo hacen imposible.

En su ensimismamiento momentáneo se dio cuenta de que aún había luz dentro aunque la puerta estaba cerrada. Miró por la ventana y vio a Vero colocando algunas cajas. Tocó en el cristal y ella giró su cabeza. Su expresión cansada se convirtió en una sonrisa al reconocer a Héctor al otro lado de la puerta.

-¿Qué tarde no?-dijo Vero al abrir la puerta.

-Sí, se ha complicado la cosa en la oficina, pero bueno, a descansar. Oye, que tú también vas con algo de retraso por aquí.

-Sí, tenía que colocar unas cosas y luego Juan iba a venir a buscarme, pero tuvo que ir a llevar a los chiquillos a su partido, y al final decidimos que mejor me viniese a buscar cuando terminaran, pues es un poco lejos para estar yendo y viniendo. De esa manera pensaba aprovechar para colocar todo lo que tenía que hacer, pero bueno, el día ha ido más suave y he ido aprovechando, solo me quedan un par de cajas de mercancía que colocar.

-Bueno, si quieres te ayudo con lo que queda y te acompaño un rato, que esta noche estoy solo en casa y no tengo plan, y bueno, así tampoco te aburres tanto. Me ofrecería a llevarte a casa, pero tampoco tengo el coche.

-Pues no sé que decirte, debes estar agotado.

-Que no, en serio. La alternativa es ir a casa y quedarme dormido delante de la tele.

-Bueno, si no es molestia…

-Que molestia ni molestia. A ver ¿Qué te queda por hacer?

-Simplemente colocar esas dos cajas pequeñas, pero no te preocupes, ya lo hago yo.

Cogieron las cajas y pasaron a la trastienda, colocaron lo que había en el interior y Vero se sentó en la pequeña cama e invitó a Héctor a que la imitase. Hablaron un rato de sus cosas, del pasado, del presente, el futuro…

-¿Cómo es que estás tan solito está noche?

-Pues nada, que Paula ha salido con su grupito y a mí no me apetece hacer nada.

-Ay, que lujo el estar solo una noche en casa.

-Sí, a veces se agradece.

-Sí pillín, como cuando te pillamos tu hermana y yo con las manos en la masa.

-Calla jodía, que aún me da vergüenza.

-Es que fue muy buena la cara que pusiste, y aquella pobre chica.

-No veas lo que me costó convencerla para volver a hacerlo con ella en casa de mis padres.

-¿Ves? No fue tan malo, al menos no huyó del todo.

-Sí, bueno, no tardó mucho.

-Ella se lo perdió.

-Eso digo yo, pero oye, vaya susto que nos dieron.  Para una noche que tenía la casa solo para mí, van ustedes…

-Hijo, que quieres si se nos estropeó la noche, y para una que tenía yo sin niños, tenía que aprovechar con tu hermana, que desde que había tenido a mi niño no habíamos salido, y ya hacían un par de años de eso en aquel momento. Fuimos a tu casa a beber un poco allí, y te vimos en acción. Ay, ¿Pero como se te ocurre ponerte a hacer eso en el recibidor?

-Nos cogió el calentón…

-Anda y a mí, que llegar y encontrarme aquel panorama. Tú hermana se cortó más, pero yo me habría quedado mirando algo tan tentador.

-Jajaja, me ruborizas Vero.

-En serio, no sé si debería decírtelo, pero en aquel momento se me hizo la boca agua.

-Anda ya.

-Mira, en aquellos momentos llego a estar soltera y no te me escapas.

-Si tú supieras…

-Si supiera el qué.

-Nada, tonterías.

-¿Cómo que tonterías?  Yo te cuento que se me hizo la boca agua ¿Y tú no me lo dejas en un si tú supieras?

-¿No se te hizo agua nada aparte de la boca?- David se ruborizó, pues aunque tenían mucha confianza, ese tipo de bromas o comentarios no eran propios de su relación.

-¡Descarado! Jajajaja.

-¡Amiga! No haber ido por ahí.

-Anda,  a ver ¿Qué es lo que tendría que saber?

-Que no Vero, que no me sonsaques.

-Pero no seas bobo hombre, que estamos aquí en confianza.

-Nada, una tontería…Es que bueno, tú siempre habías pasado mucho tiempo en mi casa con hermana, y claro, de niño empezando a fijarme en las mujeres y…

-¿Y?

-Que corte.

-¿Corte a estas alturas Héctor?

-Bastante-Héctor lo estaba pasando bastante mal, pese a que no era más que una tontería era algo que siempre se había guardado para sí, y aunque no fuera con ningún objetivo, estaba a punto de soltarlo. A esas alturas ya sabía que inventarse alguna cosa no colaría.

-En serio, no me voy a enfadar ni nada, y no hará falta que te diga que sea lo que sea lo que me vas a contar, queda en confianza.

-Pues-Héctor mira a Vero, respira hondo y se lanza- que tú fuiste mi amor platónico, pero al poco tiempo empezaste a salir con Juan, te quedaste embarazada y te mudaste, así que no me quedo otra que olvidarme del asunto.

-Bueno hombre, tampoco era para tanto, además que sepas que ya me olía algo.

-¿Ah sí?

-En serio, había detalles que te delataban, además que tú eras más un niño que un hombre y no lo disimulabas muy bien. Vamos, que hasta tu hermana me lo comentó alguna vez.

-Es que las mujeres son de lo que no hay.

-Será más torpeza de los hombres que habilidad nuestra. Por otra parte, no imaginaba que fueras tan tímido.

No es que Héctor fuera tímido, sino más bien que acababa de confesar algo que llevaba dentro durante toda su vida. Y aunque no había tardado en superarlo, y que ya apenas se acordaba de aquello, el rememorarlo y hablarlo con la propia Vero le había puesto muy nervioso. La propia Vero estaba algo nerviosa. Claro que se había dado cuenta de que Héctor la miraba más de la cuenta en aquel entonces, le había hecho gracia y se había sentido halagada. Sin embargo ahora sentía curiosidad. La charla estaba haciendo que volviese a sentirse como una adolescente que disfruta de flirteo sin consecuencias, de la emoción. Vero volvía a sentirse viva fuera de la rutina que la había envuelto durante todos esos años. Feliz rutina, eso sí, pero rutina a fin de cuentas. No cambiaría a sus hijos ni su matrimonio por nada, pero tenía que reconocer que a veces notaba la falta de haber vivido su juventud más al límite, sin tantas responsabilidades.

-No es que sea tímido, es que me he puesto algo nervioso-estaba algo inquieto, Vero lo notó y posó su mano sobre la de él para tranquilizarle.

-Tranquilo, no pasa nada-Dijo ella casi susurrando, con delicadeza y ternura, manteniendo la mirada de Héctor. Cuando quiso darse cuenta él se había acercado para plantarle un beso en los labios. Pese a la sorpresa inicial se dejó llevar, notando como durante unos segundos sus lenguas se buscaban.

-Lo siento-dijo Héctor al separarse levemente-no debí...

Vero no lo dejó continuar, ahora el sorprendido fue él, puesto que fue ella la que se acercó para continuar con su beso. Fue largo, apasionado pero suave a la vez, con la calma y la capacidad de saborear los momentos que da la experiencia. Tal vez se habrían lanzado algo más fuerte, pero ninguno de los dos estaba convencido hasta donde estaría dispuesto de llegar el otro. Se acercaron más para fundirse en un abrazo, acariciarse y disfrutar más de su trasgresión. No podían creerse lo que estaban haciendo, pero ya estaban en marcha y ese tren no volvería a la estación. Vero comenzó a desabrochar la blusa de Héctor, él la ayudo, parecía que ambos buscaban lo mismo. Sus dudas se iban disipando a medida que las caricias y continuaban y sus lenguas conocían cada rincón de la boca del otro.

-No tendrás condones ¿Verdad?-preguntó Vero entre suspiros de placer,  buscando marcar el terreno, disipando así las dudas que pudiesen quedarle a Héctor mostrándole su descontrolada excitación.

-No-respondió él con miedo de que todo acabase ahí.

-Si quieres podemos jugar y acabar por otras vías- volvió a besar  a Héctor.

-Bien-respondió él para acto seguido volver a fundirse con Vero.

La ropa continuó cayendo poco a poco, ambos disfrutaban en la pequeña cama de la trastienda. Vero se sentó en el borde quedando Héctor de pie, solo con sus calzoncillos encima, los cuales delataban una vigorosa erección. Ella se relamió mientras tiraba por los bordes hacia abajo. El pene saltó desafiante ante sus ojos. No se lo pensó más y se lo metió en la boca. Primero le dio un par de lametones, como si quisiera saborearlo ligeramente. Poco después comenzó a deleitar a Héctor con una felación exquisita, mostrando una técnica muy depurada. Héctor hizo el amago de ir a quitarle el sujetador, pero para no cambiar a una posición más incómoda que le hiciera perder el ritmo, fue la propia Vero quien llevo las manos atrás para desabrochar el sujetador y liberar sus senos. Sin sacarse la polla de la boca hizo el erótico movimiento femenino de sacarse la prenda por delante. Disfrutaba de la sensación de saborear una polla que no fuese la de su marido después de más de quince años. Jugaba con el glande mirando a Héctor con ojos felinos. A él la situación le producía un morbo extraordinario, y si encima Vero le echaba esas miraditas desde abajo, más complicado lo tenía para reprimirse.

Cambiaron de posición. Vero dejó escapar la polla de Héctor de sus labios, saliendo restos de saliva que fueron a parar a su barbilla y senos. Se tumbó en la cama y en esta ocasión fue Héctor quién metió su cabeza entre los muslos de Vero. Iba a empezar despacio, lentamente acercándose por los muslos, pero ella le agarró por la cabeza empujándole hacia arriba, pues ya estaba muy excitada. Él captó el mensaje y se fue directamente a la principal fuente de placer de su amiga, y en ese momento cómplice amante. Saboreó sus labios vaginales, los besó, pasó la lengua repetidamente por su rajita. Ella se convulsionaba de placer, reprimiendo sus gemidos en la medida que le era posible. Héctor chupaba y chupaba, poco después guio toda su atención en el botoncito de la lujuria de Vero. Primero jugó suavemente con sus dedos empapados de los jugos de la propia Vero, para posteriormente pasar a envolver el botón con sus labios, casi con rabio. Ella aquí no pudo continuar reprimiendo sus gemidos y soltó un par de ellos bastante audibles. Él siguió con su labor.

-Mmm, vamos a cambiar-propuso Vero.

Quedaron arrodillados en la cama, volvieron a abrazarse y besarse, esta vez totalmente desnudos. Los senos de Vero quedaban aprisionados contra el pecho de éste, mientras su polla recibía el mismo trato por parte del vientre de ella. Se separan momentáneamente, Vero agarra la Polla suavemente, Héctor se deleita saboreando los tentadores pechos femeninos.

-Arrodíllate en la cama-pide Héctor.

-Héctor, no sé si…

-No voy a penetrarte, tranquila- y Vero obedece. Se coloca a cuatro patas, Héctor le da una suave palmada en las nalgas.-Lo que es una pena es que me voy a quedar con las ganas de metértela.

-No te preocupes Héctor, ya follaremos en condiciones.

Éste comentario de Vero le envalentonó, pues aunque estaba disfrutando muchísimo con la experiencia; pero a medida que iban avanzando y pasaban por periodos en los que se excitaban, se calmaban un poco, seguían avanzando, se le empezaba a pasar por la cabeza la frustración de no poder llegar al final, pues aunque él estaba dispuesto a repetir encuentros como aquel, no estaba seguro de que ella quisiera, pues sus circunstancias eran muy diferentes.

Ya colocados en la nueva postura, él paseo su miembro por las nalgas de Vero mientras ella se apoyaba con una mano, mientras se masturbaba con la otra. Héctor por su parte la agarraba muy fuerte por las caderas para ir cambiándolas de sitio, recorriendo la erótica espalda, llevando sus manos a sus senos quedando sus cuerpos unidos. Se separaba un poco para meter la polla entre los muslos, la pasaba por la rajita de Vero. El glande rozaba con los labios vaginales. El momento era erótico a más no poder, y en esos momentos Héctor daba a gracias a que en la postura en la que se encontraban complicaba la penetración, porque de lo contrario no podría evitar dejarse llevar, pues estaba casi en el punto de no retorno.

-Déjame ponerme encima-dijo Vero entre jadeos.

Héctor le hizo caso, se tumbó en la cama boca arriba. Vero pasó sus piernas por los costados dejándose caer sobre él. Sus labios del placer quedaron en contacto con le tronco de la polla de Héctor. Movía sus caderas,  en esta posición notaba mucho más placer, y le daba morbo mirarle a la cara. Se hizo para delante para que él pudiese jugar con sus tetas, las cuales parecían gustarle con pasión-“ si las hubieses pillado hace unos añitos” -pensaba Vero, ignorando a que él le gustaban tal y como las tenía ahora. Continuaba moviéndose, jadeaban. Héctor a veces llevaba alguna de sus manos a las partes más íntimas de Vero. Ella disfrutaba, seguía calentándose pero sentía que le faltaba el detonante, el estallido final. Sabía que era arriesgado, pero cada vez se le nublaba más el juicio y necesitaba correrse. A fin de cuentas le conocía de siempre, y en cierto modo le quería.

-Héctor-tras una pausa jadeante-así no voy a poder correrme.

-¿Qué quieres hacer?

-Quiero que me la metas, nunca he sido capaz de estallar sin que me la metan.

-Me muerdo de ganas por meterla ¿Estás segura?

-Sí, pero por dios, no te corras dentro.

-No te preocupes, me controlo, pero a estas alturas no creo que vaya a aguantar mucho.

-Tranquilo, en el punto en el que estoy no hará falta mucho…

-Espera, espera-Héctor la detuvo, pues ella estaba empezando a dirigir la polla hacia la entrada de su coño. En esa postura él no podría controlar, así que decidieron cambiar. Ella tomó el lugar de Héctor, él se colocó encima, respiro un poco tratando de relajarse, pues estaba muy cerca del punto de no retorno. Poco a poco acerco la punta. Casi podía sentir el calor que emanaba el coño de Vero, ella estaba ansiosa, pero él seguía poco a poco buscando el poder controlarse. Notó como el glande entraba en contacto con sus labios y los separaba poco a poco, cuando había llegado a mitad de recorrido sintió una enorme punzada de placer al sentir como se deslizó de golpe para notar el tramo que le quedaba. Héctor comenzó a bombear sin perder detalle. Vero no se agarró a la espalda de su amante, rodeándole con las piernas. De repente lo notó: una explosión de placer que fue desde su vientre hacia todo su cuerpo, gimió, gritó y se relajó. Miró a Héctor con ansias y le besó hasta el punto de casi hacerse daño.

Héctor se apartó, no por el daño que le hico Vero en la boca, pues en realidad se había gustado, sino porque sintió que ya no aguantaría más. Consiguió sacarla en el último momento, sintió como su tuviera un tampón en el orificio del glande, para acto seguido comenzar  a lanzar chorros de semen. Fueron varios, los primeros llegaron a las tetas de Vero. Ella tuvo que apartar momentáneamente la cabeza, pues un chorro iba derecho a la cara. Miró a Héctor, el encantaba su placentera expresión mientras la leche seguía cayendo ya con menos fuerza sobre su estómago.

Héctor se dejó caer sobre ella. Se besaron con calma, mientras los restos de la infidelidad se esparcían por sus cuerpos. No había arrepentimiento, solo placer, ternura y ganas de más, mucho más. Sin embargo la hora se les echaba encima. Juan no tardaría en pasar a recoger a Vero. Así que no quedo más remedio de que se asearan lo antes posible y que Héctor desapareciera de la tienda.

-Bueno, ya nos veremos-dijo Héctor.

-Ya sabes, tenemos que follar en condiciones -sentenció ella para dejar claro que lo que había dicho en medio del placer, no fue fruto del mismo, sino un deseo totalmente real.

Héctor se despidió de ella con un beso apasionado pero breve, se aseguró de que no había nadie por la calle y salió de la pequeña tienda.  Caminó hacia su casa. Nunca había sido infiel a ninguna de sus novias, y en teoría Paula era de las pocas de las que sabía, o creía, que estaba enamorado de verdad, sin embargo y por alguna extraña razón, no se sentía culpable. Más bien envidiaba a Juan por el hecho de poder estar una noche tras otra con Vero.

Vero recogió la trastienda con calma. En un  primer momento tuvo un pequeño instante de duda, pero el sentimiento que le invadió con fuerza fue de envidia. Envidia hacia Paula, pues tenía a Héctor para ella sola… O casi.