La transformación de mi novia en una viciosa (2)

Historia real que por desgracia me ha pasado hace un mes. Quién iba a decir que unas tranquilas vacaciones con mi tímida y tradicional novia iban a cambiar nuestra relación para siempre y convertirla a ella en una mujer viciosa y adicta al sexo. Maldita sea la hora en la que le dije de hacer topless

Parte 1: https://www.todorelatos.com/relato/165215/

Por fin regresábamos a nuestra ciudad después de las vacaciones. Las 5 horas que duró el viaje en coche fuimos callados casi en todo momento, excepto en una estaciónd de servicio en el que paramos a tomar un café, momento en el que María y yo hablamos de todo lo que había pasado durante las vacaciones

-        YO: Oye, María, ¿volvemos a estar bien?

-        MARÍA: estoy bien contigo, no sé qué problema hay…

-        YO: Pues ya sabes, joder, todo lo de la playa…

-        MARÍA: Es que no he hecho nada malo, no sé a qué te refieres. ¿Todavía estás rayado con lo de hacer topless?

-        YO: ¡No me refiero al topless! M e refiero a que te de igual que tíos salidos y cerdos te miren las tetas y se acerquen a hablarte y a ti parezca no importarte.

-        MARÍA : ¿Y qué hago, les escupo a la cara?

-        YO : No, pero tener un poco más de respeto por tu novio.

-        MARÍA : Ya hablamos de respeto, y si yo decido ir en topless es mi decisión y la tienes que respetar, al igual que yo respeto que tú vayas como quieras.

-        YO : ¡No estoy hablando del puto topless!, hablo de tu actitud frente a otros hombres.

-        MARÍA : Cariño, yo te quiero a ti, deja ya de preocuparte.

Al llegar a casa, deshicimos la maleta y nos fuimos a dormir, ya que al día siguiente los dos volvíamos al trabajo. María termina el trabajo a las 15:00, por lo que le da tiempo a comer en casa, mientras que yo, como tengo jornada partida trabajo mañana y tarde y llego a las 17:30 a casa (como en un bar cerca del trabajo). Por tanto, aunque entre semana no nos vemos para comer, sí que estamos las tardes juntos. Al llegar a casa la vi fregando el suelo de la cocina, me extrañó verla más arreglada y maquillada de lo normal.

Esa semana transcurrió normal, veíamos series de Netflix por las tardes y follábamos todas las noches antes de ir a dormir. Algún día íbamos a algún bar cercano a cenar o tomar una cerveza, y María se arreglaba con tacones y algún vestido escotado que antes no solía llevar durante el día a día:

-        YO : Desde que hemos vuelto de la playa te veo más arreglada.

-        MARÍA : Ya ves. ¿No te gusta?

-        YO : Pues sí, estás bien buena y me pones mucho. Pero ya sabes que no voy a dejar de ser celoso.

-        MARÍA : jajaja, cariño, si ya sabes que yo sólo te quiero a ti…

El sábado por la mañana bajamos a la piscina de casa a darnos un baño y tomar el sol. Se trata de una piscina comunitaria que pertenece a nuestra urbanización, y que está compuesta por nuestro edificio y los dos edificios adyacentes, de 4 plantas (pisos/niveles) cada uno, más garaje. Para que me entendáis, la piscina queda en medio de los edificios, y es una piscina bastante grande con un área de césped a su alrededor, por lo que está muy bien para pasar los días de verano en mi ciudad, ya que aquí no hay mar ni playa, y en verano hace mucho calor.

Bajamos a la piscina pronto, a las 10:00, para colocar las toallas en el césped y darnos un baño, aprovechando que todavía no había nadie, ya que al mediodía se llena de niños jugando al balón y de familias ruidosas. María, para mi pesar, se tumbó boca arriba en la toalla con las tetas al aire, una situación que seguía sin gustarme pero que ya aceptaba para evitar discusiones. Ya se sabe que con las mujeres no se puede discutir porque al final ganan siempre cualquier debate, y María, pese a tener muchas virtudes, también era muy terca y testaruda con sus ideas y era difícil hacerla cambiar de opinión.

Pronto la piscina empezó a llenarse de familias, niños, hombres y mujeres solos… Saludamos a los vecinos que conocíamos. Mi novia no se tapaba las tetas para hablar con nadie, a pesar de que era la única que hacía topless, y podía notar como algunas señoras mayores se la quedaban mirando con mala cara y expresión de “ qué vergüenza ”, mientras que los maridos de esas señoras parecían pensar lo contrario.

Tras un rato en las toallas escuchamos una voz familiar, era Roberto, nuestro vecino del tercero (nosotros vivimos en el primero). Roberto, pese a ser más mayor que nosotros (tiene 47 años), aparenta mucha menos edad ya que es profesor de educación física en un colegio, por lo que hace mucho deporte y se mantiene en forma. Es un hombre soltero, y tiene pinta de ser el típico ligón que cada día está con una mujer diferente. A mí la verdad que me parece un poco chulo y engreído, pero con nosotros es simpático y siempre se había portado bien, de hecho, lo conocimos al hacer la mudanza al edificio y él nos ayudó a transportar los muebles.

-        ROBERTO : Hola, chicos, ¿qué tal han ido esas vacaciones?

-        YO : Hola, qué tal

-        MARÍA : ¡Roberto, cuánto tiempo!

Yo le saludé desde lejos con la mano, por las medidas sanitarias del COVID, pero María se acercó a darle dos besos. No pude evitar ver cómo al darle dos besos, le aplastaba las tetas en su torso. No creo que lo hiciera con mala intención, al tener grandes tetas debe de ser difícil maniobrar.

-        ROBERTO : Tengo unas cervezas, ¿os apetece que las baje?

-        YO : sí, por favor, con el calor que hace no vendría nada mal.

5 minutos después, Roberto vino con una nevera portátil llena de latas de Heineken y puso la toalla a nuestro lado.

-        ROBERTO : Bueno, contadme, ¿os ha gustado la costa de Almería?

-        MARÍA : la verdad que sí, unas playas increíbles y un tiempo buenísimo. ¿Tú que has hecho?

-        ROBERTO : He estado una semana por Cantabria y País Vasco haciendo surf, y después estuve en las islas canarias haciendo snorkel y submarinismo.

Los 10 minutos siguientes, Roberto contó en detalle sus viajes, hablando en detalle de lo bien que se lo pasó, de lo bien que se lo monta y de todo el deporte y actividades que hizo (¿entendéis por qué dije que es un chulo y un engreído?).

-        MARÍA: ¡ Que guay!, ¡además se nota que te has puesto moreno !

Le dijo María mientras le pasó ligeramente la mano por el brazo, un gesto que en otro momento no le hubiese dado importancia, pero en ese momento, y dado lo que había vivido con María, no me hizo ninguna gracia. Otra cosa que me mosqueaba es que, Roberto llevaba gafas de sol, por lo que al llevar tapados los ojos, no podía saber si estaba mirando las tetas de mi novia o no.

-        ROBERTO : Antonio, qué callado estás. ¿Te pasa algo?

-        YO : No, nada, nada, es que estoy cansado después de tantos días de playa. Oye, Roberto, igual nosotros subimos ya a casa, para ducharnos y hacer la comida. Muchas gracias por las cervezas. Venga, María, ¿recogemos y nos vamos?

-        MARÍA : Sube tú si quieres, cariño, yo me voy a quedar un rato más aquí con Roberto, que hace calor y se está muy bien en la piscina.

En ese momento me quedé sin saber cómo reaccionar, ya que no me esperaba que mi novia me fuera a decir eso. Tenía unos pocos segundos para decidir mi respuesta: si le contestaba que ok, y subía yo solo a casa, iba a estar con el corazón latiéndome a 1000 por hora y muy celoso acerca de lo que Roberto y mi novia en topless pudiesen hablar durante mi ausencia, pero si decidía quedarme, parecería un novio desconfiado que no se fía de su novia y que tiene miedo del vecino. No obstante, y no sé si hice bien, elegí la segunda opción.

-        YO : Sí, es verdad lo que dices, María, la verdad que se está bien aquí, también me quedaré un rato más.

María pareció poner una mueca seria ante mi respuesta. Los tres continuamos en la piscina hablando y tomando cervezas hasta que Roberto se despidió y se fue a su casa. María y yo subimos a la nuestra y volvimos a discutir:

-        YO : ¿Por qué querías que me fuera?

-        MARÍA : Eso es mentira, yo no quería que te fueras. Eres tú el que querías subir pronto a casa y no entiendo por qué. Yo estaba muy bien tomando el sol.

-        YO : Ya, bueno, entonces por qué has puesto esa cara cuando he dicho que al final me quedaba.

-        MARÍA : Yo no he puesto ninguna cara, deja de mentir, ¿qué cojones te pasa, Antonio?, estás muy raro y borde conmigo.

-        YO : ¡La que está rara eres tú! ¡He respetado tu decisión de que hagas topless en la playa y en la piscina, pero lo que no voy a respetar es que te quedes a solas con ese chulo de Roberto , que está todo el rato tirando los tejos a todas las mujeres!

-        MARÍA : ¡lo que me faltaba por oír!, ¿no será que tienes envidia de Roberto?

-        YO : ¿Yo?, ¡¿envidia de ese gilipollas?!, ¡Mira, María, vete a la puta mierda, así de claro te lo digo, no eres más que una niñata!

Tras decirle eso, María se quedó pálida mirándome, y tras unos segundos callada se fue a la habitación y la cerró de un portazo. Estuvimos toda la tarde sin hablar, yo en el sofá del salón viendo series, y María con la Tablet en nuestra habitación.

Cuando fui a acostarme, la habitación estaba con la luz apagada y María ya estaba dormida en su lado de la cama, por lo que me metí en la cama sin hacer ruido. Al día siguiente (domingo) me desperté tarde, miré el reloj y eran las 11:00, María no estaba en la cama y parecía que tampoco estaba en casa, debía de haberse levantado pronto y salido a la calle hacer algún recado. “¿Recado?, si hoy es domingo y está todo cerrado” , pensé. Me asomé a la terraza de casa, desde donde se ve la piscina, y vi a María tomando el sol con la braguita del bikini y las gafas del sol al lado de Roberto y otros dos hombres, que debían de ser amigos de Roberto. En ese momento me entraron ganas de empezarla a gritar y llamarla de todo desde el balcón, pero no era plan de ponerse como un loco. Estuve una hora mirando desde el balcón a ver si veía algún gesto extraño, pero por suerte no vi nada raro.

Ese día comí solo en casa, y como no me apetecía cocinar pedí una pizza por Glovoo, María llegó por la tarde a casa (sobre las 17:00), pero seguía enfadada y sin hablar, y volvió a encerrarse en el cuarto.

Al día siguiente (lunes) volvíamos al trabajo, por las tardes seguíamos sin hablarnos en casa, si bien María bajaba una hora a la piscina todas las tardes.

Tras estar sin hablarnos lunes y martes, el miércoles María se acercó a mí y por fin me hablo:

-        MARÍA : Me parece que ya llevamos mucho tiempo sin hablarnos.

-        YO : Eres tú la que estás enfadada conmigo.

-        MARÍA : ¡Me dijiste que me fuera a la mierda y me llamaste niñata!, ¿tú lo ves normal?

-        YO : Y tú en la playa me llamaste machista de mierda y tampoco le di tanta importancia.

-        MARÍA : Venga, Antonio, que ya sabes que te quiero mucho. Dame un abrazo.

Nos abrazamos y empezamos a besarnos en el sofá, por lo que la cosa se fue poniendo caliente y mi polla empezó a ponerse morcillona.

-        MARÍA: Espera un momento, ahora vuelvo.

A los 5 minutos la vi regresar solamente vestida con los labios pintados, la bata de enfermera abierta y unas medias. Sus dos enormes tetas, que ya estaban bronceadas, se salían entre la bata. Acto seguido me lancé hacia ella, la tumbé en el sofá y empecé a chuparle y morderle los pezones como si fuese un perro hambriento. Ella me cambió de postura, tumbándome boca arriba y empezó a hacerme una mamada de campeonato. Me escupía en la punta y después, con su lengua y sus labios, me esparcía su saliva en mi glande mientras me miraba a los ojos. Al minuto no pude aguantar más y me corrí en su boca dando gritos de placer.

María retuvo el semen unos segundos y después lo escupió en sus tetas, ya que era muchísima cantidad (llevaba más de una semana sin correrme). Me encantaba la visión de María con la barbilla y las tetas llenas de mi semen. Acto seguido fue al baño a limpiarse con papel higiénico, mientras yo estaba en el sofá exhausto después de la mamada que había recibido.

-        MARÍA : ¿Qué tal?, ¿más contento?

-        YO : joder, eres increíble, me ha encantado. Casi no puedo ni hablar

-        MARÍA : ¿volvemos a llevarnos bien?

-        YO : jajajaja, claro que sí.

-        MARÍA : ¿y dejarás de rayarte por todo?

-        YO : Está bien

-        MARÍA : Mañana, por cierto, te voy a dar una sorpresa. Espero que te guste.

-        YO : ¿El qué?

-        MARÍA : ¿Ahhhhhh?

-        YO : joder, dame alguna pista.

-        MARÍA : pues es algo que imagino que te excitará mucho.

-        YO : ¿el qué?, ¿un fin de semana en algún spa?

-        MARÍA : No, ya verás.

Al día siguiente (jueves) no vi a María al llegar a casa, algo extraño, ya que los viernes solía llegar a las 14:30. ¿Estaría relacionado con la sorpresa que me dijo? A las 20:00 escuché las llaves y la vi entrar.

-        YO : María, ¿dónde estabas?, ¿es por la sorpresa?

María, sin decir nada, se acerca a mí y abre la boca, vi su lengua muy hinchada con una barra de metal y una bola gris. ¡Se había hecho un piercing en la lengua!

-        YO : ¡¡¡¿Pero, y eso?!!!!

Tras hacerme un gesto con la mano (parecía que no podía hablar), se levantó la camiseta, y vi dos grandes gasas en sus pezones. Tras quitárselas pude ver que también tenía un piercing en cada pezón.

-        YO : ¡pero qué has hecho!, ¡¿esa es la sorpresa?!

Cogió el móvil y la vi escribir algo, era una nota para mí.

Antonio, perdona, pero hasta que no se me baje la inflamación de la lengua no voy a poder hablar. Esta era mi sorpresa, me he hecho estos tres piercings que sé que te van a excitar y van a mejorar mucho nuestra vida sexual .”

La verdad que no sabía qué contestarle. No me esperaba eso para nada, de hecho, yo estaba con cara de sorpresa sin saber qué decir, pero para evitar enfados, le dije que no le quedaban mal.

Los cuatro días siguientes María no salió de casa, ya que no podía tomar el sol y tenía que estar echándose unos geles antibacterianos para evitar infecciones en los piercings (de hecho, se cogió el viernes y el lunes festivo). Como ella es enfermera pues entenderá de esas cosas, digo yo. El miércoles siguiente volvimos a bajar a la piscina por la tarde. Ya le había bajado la inflamación de la lengua y ya podía hablar.

-        MARÍA : Bueno y qué, ¿qué te parecen?

-        YO : Pues no sé, tienes 32 años, no es edad para ponerse piercings.

-        MARÍA : ¿Cómo que no?, ¿me estás llamando vieja?

-        YO : No, no, cariño, no es eso. Solo que los piercings son cosas de adolescentes.

-        MARÍA : Pues yo lo hacía ilusionada por ti, ¿quieres que me los quite?

-        YO : No, de verdad, yo respeto tus decisiones. De verdad, si te gustan, llévalos.

A la media hora llegó Roberto a la piscina, tras echarse unos largos a crol, se acercó a nuestras toallas.

-        ROBERTO : María, ¡que te has hecho!, ¡qué piercings más guapos, te quedan super bien!

-        MARÍA : Pues ya ves, a Antonio no le gustan.

Dijo, mientras echaba el pecho para delante para que se vieran más.

-        YO : Perdona, pero no he dicho eso, yo…

-        MARÍA (interrumpiéndome ): Y también me he hecho éste. Abre la boca y saca la lengua, moviéndola de abajo a arriba.

-        ROBERTO : ¡Otro en la lengua!, ¡qué pasada!, ¡tienes mucho estilo!

-        MARÍA : Gracias, menos mal que por lo menos hay alguien que aprecia lo que hago.

Intenté ignorar el comentario y me fui a nadar 5 minutos. Al regresar a la toalla vi a Roberto sentado al lado de María, éste le había puesto el brazo en el hombro mientras le decía algo y María reía. Los piercings de sus tetorras brillaban con la luz del sol.

-        YO : ¿Qué pasa, de qué os reís?

-        MARÍA : De nada. Oye Antonio, que dice Roberto que nos invita el próximo sábado a comer a su casa. ¿Te apuntas?

-        YO : vale, muchas gracias, ¿hace falta que llevemos algo?

-        ROBERTO : no os preocupéis, en mi casa hay de todo, además se me da muy bien cocinar. Ya haré algo ligerito, que imagino que con el piercing de la lengua todavía no podrás comer del todo bien.

Dijo mientras sonreía a María. La verdad que no me hacía nada de gracia las confianzas que estaba cogiendo Roberto con mi novia. Nunca nos había invitado en todo ese tiempo, y parecía más simpático de lo normal. No obstante, tampoco quería comentarle nada a María, pues ya habíamos discutido mucho últimamente, habíamos estado varios días sin hablar y no quería más discusiones ni broncas.

Esa noche me costó mucho dormir. No paraba de pensar en María y en su rara actitud. Además, tenía muchas preguntas. ¿Por qué estaba tan rara?, ¿por qué se había hecho de repente unos piercings como si fuera una quinceañera?, ¿por qué ese cambio en tan poco tiempo?, ¿por qué discutíamos tanto?, ¿de qué habría hablado con Roberto las veces que estuvo sin mí en la piscina?, ¿dónde comió el domingo anterior y por qué llegó tan tarde a casa?, ¿acaso yo soy demasiado celoso?

Quería muchísimo a María, estaba convencido de que era la mujer de mi vida, y no quería que nuestra relación se fuera a la mierda. Cada vez que me venía a la cabeza el gilipollas de Roberto con su manaza en el hombro de mi novia no podía evitar llenarme de ira, y cada vez que me acordaba de sus halagos y su sonrisa guarra mirando los piercings de las tetas y la lengua de mi novia, y ella sonrojada escuchándolo y sacando la lengua para enseñarle el piercing al tonto ese, no podía evitar apretar los puños y rechinar los dientes.

La semana transcurrió normal, hasta que por fin llegó el sábado, el día de la famosa “comida”. A partir de ahí es cuando las cosas se empezaron a poner muy feas

CONTINUARÁ.