La trans y la madura
Un, madura ya con más de 60 años. Otra, la trans, con 25. Dos personas tan dispares y sin embargo, llegan al mejor entendimiento posible.
La trans y la madura
María Luisa tiene 63 años, y es separada desde hace ya unos diez. Decidió vivir su vida y poner fin a un matrimonio ya metido totalmente en la rutina. Pero ha tenido mala suerte con su salud, hace dos años le vino un ictus que la ha dejado un poquito tocada. El primer año fue para ella insoportable, tanto en lo físico pero más en lo mental. Ella, tan activa, tan amiga de salir con sus amigas, de viajar, se vio de golpe confinada al hogar ante la dificultad de movimientos.
Pero lo va superando, con decisión y paciencia. Poco a poco ha ido recuperando la movilidad de su brazo y pierna izquierda, ya se atreve a salir a la calle, con su bastón, quedar a tomar el café o la cerveza con alguna amiga. Ha sido siempre mujer muy vistosa y lo sigue siendo, bien vestida, bien maquillada, guapa y con una coquetería muy natural que hace que los hombres se fijen en ella.
Económicamente no tiene problemas, ya que es dueña de una empresa familiar que heredó de sus padres y que ahora regenta su hija Laura. Hace años que en casa trabaja una señora mayor que ella, que se ocupa de limpieza, comida, ropa, etc. Pero como tras el suceso le cuesta un poco el baño, vestirse, etc, su hija le ha recomendado una chica, Marta, que es masajista y con buena disposición para todo.
Marta es transexual, con veinticinco años y realmente muy bella. La típica trans que se ha hormonado y cuidado y por ello tiene una presencia espectacular. Nadie diría, salvo las que la conocen, que es una chica trans.
La hija, Laura, es una mujer de cuarenta años, bisexual, muy liberal, que se mueve como pez en el agua en el ambiente de gays, lesbianas y transexuales. No se ha casado, pues prefiere vivir su libertad. En ese ambiente ha conocido a Marta y sabiendo que es responsable se la ha recomendado a su madre, que nada más verla le dio el visto bueno. Marta acude cada dos días a casa de María Luisa, la ayuda con el baño, el peinado, la viste y la acompaña a la calle algunos días. Después de bañada le da una larga sesión de masaje en la camilla, que ella agradece mucho, pues la hace sentir muy bien y gracias a ello se va recuperando cada día más.
María Luisa no tiene clara la sexualidad de Marta, aunque según van pasando los días alguna sospecha tiene, pues observa algunos comportamientos, como por ejemplo cuando la baña, que evita quedarse con poca ropa. También sabiendo el mundillo en el que su hija se mueve contribuye a esa sospecha, pero no dice nada y se limita a dejar pasar el tiempo, pues seguro que acabará descubriendo la realidad.
Con independencia de ello, va surgiendo entre las dos una importante complicidad, se sinceran, se cuentan sus cosas. María Luisa, tan aficionada a sus arreglos y aseos personales, se queja un día por el hecho de no poder depilarse sus zonas íntimas, pues la limitación de su brazo izquierdo lo impide. Así, que un día en la camilla, vestida solo con la braga, se lo comenta a Marta.
- Cariño, es una pena no poder depilarme las ingles, ahora me ha salido una buena pelambrera y no me gusta nada, parezco una desaseada.
- ¿Quieres que te depile yo?
- Pues te lo agradecería, si no te da apuro.
- Para nada, para nada, no te preocupes. Espera voy al baño a por los utensilios.
Regresa Marta con la maquinilla de afeitar, jabón y demás cosas necesarias.
- Te quito la braga.. ¿Vale?
- Claro, sin problemas.
Ya totalmente desnuda, María Luisa abre los muslos. Una buena mata de pelo, ocasionada por bastantes meses de falta de depilado se extiende por todo el sexo, ocultando los labios, y también por una parte de los muslos.
- Pues sí que tienes pelo, cielo.. Y bien espeso y totalmente negro, cosa que no suele ocurrir ya en tu edad.
- Ya sabes que tengo 63 años, pero como si tuviese treinta… Jajajajajaj…
Marta va trabajando la zona, enjabonando, pasando la cuchilla, la toalla húmeda. El sexo va quedando despejado de vello y luce muy bonito, con labios gordos y bien perfilados.
- Tienes un coño lindo, seguro que los hombres se lo han pasado bien en él. Uyyyy, perdón, perdón, no quise decir eso de hombres.
- Jajajajajaja, no te preocupes, sí, han sido hombres en plural, no muchos, pero algunos. No he sido monja.
- Pues cuenta, cuenta, por favor, que soy curiosa… Jajajajaa.
- Vale, te lo digo, para que satisfagas esa curiosidad. El primero fue un cuñado, un hermano de mi marido, bueno, mejor dicho, hermanastro. Eran hermanos de padre, pues el hombre se casó dos veces. Se llevaban muy mal entre ellos, no congeniaban nada. Mi cuñado era soltero, tendría entonces unos 35 años, era muy putero y por eso no quiso casarse. Y continuamente me tiraba los tejos, no dudando ni un momento en hablar mal de su hermanastro por esa enemistad que tenían. Era un hombre guapo, bien plantado, la verdad es que me gustaba.
- ¿ Y cuando te decidiste?
- Pues pasó mucho tiempo, pero él no cejaba en su empeño, era un hombre persistente y eso nos acaba convenciendo a las mujeres. Me decía: “anda, vente conmigo, no seas tonta, y así sabrás lo que es un hombre de verdad, ese marido que tienes seguro que es un pavo”.
Yo entonces aún no había sido infiel a mi marido, y me costaba mucho decidirme. Acepté en algunos momentos un abrazo furtivo, incluso un beso, que tengo que admitir que me encantó. Él viendo que no le rechazaba del todo se iba atreviendo a más. Yo por mi parte recurría a la fantasía de que follaba con él para poder conseguir el orgasmo con mi marido.
- Me encanta la historia, María Luisa, es de lo más interesante.
- Jajajajaja…. Eres morbosilla, cariño. Pues te cuento como ocurrió al final y como terminó follándome. Un día teníamos que ir al pueblo donde vivía mi suegro que andaba algo delicado de salud. Habían quedado en ir los dos hermanos pero a mi marido le surgió un problema de trabajo y tuve yo que ir en su lugar. A la hora convenida me recogió en la puerta de la casa y me sorprendió que trajese la furgoneta que tenía para el trabajo en lugar del coche. Le pregunté y me respondió que llevaba algunos trastes viejos que no le cogían en casa para dejarlos en el pueblo y efectivamente con alguna silla vieja y alguna cosa más, había un colchón, también había quitado los asientos de atrás para ganar espacio.
Tras pasar un par de horas en el pueblo, decidimos regresar. El había ya descargado esos trastes, pero cuando ya veníamos de vuelta me di cuenta que seguía allí el colchón y le pregunté la razón de traerlo otra vez.
- Bueno - me dijo el muy cabronazo esbozando una sonrisita- , lo he pensado mejor, quizás me pueda hacer falta.
- Me quedé pensativa, yo aún era muy torpe, pero a medida que lo iba meditando caí en la cuenta. Joderrrrr - pensé - ¿este cabrón no me querrá follar aquí en la furgoneta?
A medio camino y ya anocheciendo veo que disminuye la marcha y se aparta de la carretera, aparcando en un camino desierto. Le pregunté la razón por la qué había parado y no me contestó, se limitó a abrazarme con toda su fuerza y pegar su boca a la mía en un beso del que no era capaz de despegarme, a pesar de que yo en un principio le empujaba con fuerza para que se apartara. Imposible. Me tenía sujeta por el cuello y me metía la lengua hasta la garganta. El torpe de mi marido nunca me había besado así. Yo tampoco podía hablar para protestar. Así que viendo que aquello no terminaba los tortazos que yo le daba en los hombros y en los brazos fueron disminuyendo y al final quedé la mano apoyada en su cuello, sin resistencia. Él entiendo que estaba vencida mi voluntad y se apartó para decirme con voz suave:
- Anda, cielo… Vamos atrás…
- No sé todavía como ocurrió, pero lo cierto es que me dejé llevar sin la más mínima protesta. Me llevó a la parte trasera del vehículo y lme hizo recostar en el colchón, siguiendo con los besos, desabrochando botones y quitando ropa. Totalmente desnuda ya, sus dedos recorrieron mi sexo y luego, totalmente mojados, los llevó a su boca y los lamió. Me sentí feliz por ese detalle del hombre y también por la facilidad con la que yo me había humedecido, pues con mi marido me tenía que poner lubricante. Ya sin pudor alguno me abrí totalmente de piernas para recibirlo, y sin más preámbulos se colocó entre mis muslos para penetrarme con un falo que, sin verlo, noté que era más grande de lo que yo estaba acostumbrada. Me apretujó los pechos, me chupó los pezones con tal entusiasmo, que solo con bombearme varias veces, comencé a orgasmar abriendo la boca y gimiendo. Él viendo lo que ocurría, me comió la boca, metiendo toda su lengua dentro y manteniéndola así hasta que terminé de correrme. Esa sensación de asfixia, medio ahogada por su lengua, contribuyó a que sintiera un fortísimo orgasmo y, es más, cuando creía que había terminado, me vino otro encadenado. Fue tremendo, jamás había sentido tanto placer. Ya terminando el segundo, sentí como me inseminaba con un potente chorro de esperma.
- ¿ Y se terminó?
- Sí. Por él hubiera seguido, pero a mí me entró un apuro tremendo, miedo a que alguien pudiera llegar y me vestí para regresar, era el pudor de una principiante infiel, porque te diré que en el fondo seguía húmeda y deseosa de continuar.
- Pues bien bonito, una historia preciosa. ¿ Y cómo siguió el tema?
- Fuimos amantes una buena temporada. Yo iba alguna vez a su casa, ya te he dicho que era soltero y vivía solo. Otras veces quedamos en casa de un amigo de él, que también vivía solo y nos prestó el piso. Otra vez en un hotel. Y también repetimos otra vez en la furgoneta con el colchón… jajajajaja…. Pero esta es una ciudad pequeña y a mí me entró miedo de que se acabara descubriendo, aunque el muy cabrón hacía lo posible precisamente para que nos vieran.
- ¿Y por qué razón?
- Pues sencillo, quería vengarse de mi marido al máximo y si se hubiera hecho pública la infidelidad, hubiera sido feliz. Incluso me llegó a decir que no le importaba irse conmigo a vivir si me separaba, esa hubiera sido la venganza completa. Te digo la verdad, mi marido tenía muy mala leche y se portaba muy mal con él, lo hubiera merecido. Pero fuimos felices el cuñado y yo varios meses, una época preciosa.
El depilado está ya terminado. Marta retira bien los vellos pasando la toalla húmeda por toda la zona, que ha quedado una pizca enrojecida. Así que para terminar aplica una crema hidratante por todo el pubis y cara interna de los muslos. La chica trans está notando que el sexo de la madura se está moviendo, se abre, han crecido los labios internos y está humedecida. María Luisa también se da cuenta de que se está excitando y algo pudorosa decide terminar con la operación.
- Vale, vale, cariño. Lo has hecho muy bien. Ya seguimos mañana.
No hemos aclarado todavía que Marta es trans, pero bisexual. Y activa. Como ella dice:
- Cuántas más oportunidades haya, mucho mejor.
Por ello, aparte de dejarse follar por un tío, si el hombre se presta ella también le paga con la misma moneda y lo encula a placer, dándole caña con un miembro bastante respetable. La mayoría de los heterosexuales tienen fantasía con las trans, y a algunos de ellos no les importa dejarse penetrar, aunque con ese machismo propio de una educación restrictiva, tengan algunos reparados. Ella los tranquiliza.
- No te preocupes, mi amor. Que una trans te penetre no significa para nada que seas un gay, todo lo contrario, demuestras ser un hombre total, que disfruta de una mujer, en este caso una mujer con polla.
Las dos mujeres continúan muy bien avenidas y cada día se cuentan sus intimidades, aunque todavía María Luisa no se atreve a preguntarle a Marta, le da apuro ante esa sospecha de transexualidad. Por tanto es ella, la madura, la que se sigue prestando a contar sus cosas y dejarse llevar por los buenos servicios que presta la trans.
Sus mejores momentos son los de la camilla. Allí ambas se relajan, se acomodan la una a la otra, se sienten cómodas. Hoy está otra vez María Luisa boca arriba, desnuda, y Marta efectúa un concienzudo masaje.
- ¿No te importa que te masajee también los pechos? Te sentirás mejor.
- Pues claro, cielo, adelante.
María Luisa se relaja, extiendo los brazos, cierra los ojos, concentrada, le entra incluso un sopor. Marta masajea las grandes tetas, que caen un poco hacia los costados, las levanta, las achucha, pellizca suavemente los pezones. De reojo mira la cara de la madura, que se muerde un labio para evitar gemir.
- Eres muy mujer, María Luisa. Mira como te cambian los pezones.
- Siempre he sido calentorra, sí. Y creo que poco aprovechada.
- ¿Tuviste más amantes?
- Sí, tres más. Por suerte mi marido nunca sospechó nada, yo era muy prudente y él solo pensaba en su trabajo.
- Cuenta algo más, que me encanta, por favor.
- Pues el segundo fue un amigo común, era un marido de uno de los matrimonios con los que salíamos por la ciudad o hacíamos un viaje de vez en cuando. Y también me fue tirando los tejos. Este era más mayor yo, me llevaba unos veinte años y yo tenía algo de curiosidad por quedar con un maduro. El comenzó con una sonrisita, procurando que nadie se diera cuenta, me ponía la mano en la cintura al pasar por una puerta, me decía que estaba muy guapa, etc. Fue lento también, pero la espera valía la pena. Ambos teníamos por seguro que terminaríamos en la cama. La ocasión surgió en Madrid, donde yo tuve que estar varias semanas para atender a mi hermana menor que residía allí y había tenido un niño. Él era un hombre de negocios, que viajaba mucho a la capital y sabiendo que yo estaba allí me telefoneó y me invitó a salir una tarde y tomar algo. Accedí esta vez con menos miedos (ya era una infiel con experiencia). Y en su hotel pasamos muy buenas noches, yo le dije a mi hermana lo que ocurría y ella me apoyó en todo momento, pues me decía que tenía derecho a ser feliz. La experiencia fue realmente preciosa, tenía otra forma de follar, más reposada que mi cuñado, más suave, más detallista, era amante y medio padre al mismo tiempo. Quedé encantada.
Después de eso hubo un jovencito.
- ¡¡ Caray, María Luisa…¡¡¡ Un jovencito, me tienes asombrada. ¿Cómo de joven?
- Pues solo diecinueve, un yogurín. Yo tenía entonces unos cincuenta años, veía que la vida pasaba y quería apurarla, no quedar nada sin conocer. El chico se dedicada a la reparación de aparatos electrónicos, televisores y demás. Me lo recomendó una amiga y lo llamé para una reparación. Creo que ambos nos gustamos y a él le iban las maduras, me diría después que eso de correrse a pelo, sin condón, cosa que no podía hacer con las chicas jóvenes, era algo extraordinario. Después de ese día cuando me veía por la calle me saludaba muy amablemente, y otro día se atrevió a invitarme a una cerveza. Y el jodío, a pesar de su juventud ya terminó diciendo que quería meterse conmigo en la cama. Ni me inmuté, yo ya andaba algo emputecida, y si me encantó la experiencia con el maduro, también la quería tener con un jovencito. Así que quedamos en un piso que compartía con otros dos chicos y ellos se iban a casa de los padres los fines de semana. Allí me folló el jovencito, y mi sorpresa fue la rapidez con la que se recuperaba, me follaba, me hacía un par de orgasmos, teníamos un descanso y al cabo de media hora la tenía dura otra vez. Tremendo, me quedaba el chicha escocido. Estuvimos viéndonos como cosa de un año.
- Vaya, vaya, María Luisa, yo pensé que eras una mojigata…
- Pues no, cielo, he sido muy mujer y algo putita, para que veas.
- Ábrete un poco, que vea si tienes ya la piel del sexo en buen estado tras depilarte. A ver… eso es… sí. La tienes todavía un poquito roja. Espera que te pongo la crema.
La trans comienza a aplicar la crema por todo el sexo de la madura. Recreándose. Sabe bien que la madura lo quiere, aunque el día anterior no se atrevió. Vuelve a comprobar como los labios se dilatan y entre ellos el interior suavísimo del coño de la mujer se humedece. Ya sin miedos desliza las yemas de los dedos por el interior de la jugosa hendidura, arriba, abajo, deteniéndose en el clítoris y frotándolo en círculos. Ahora sí, ahora. La mujer madura ya no protesta y ya gime sin ocultarse.
- Sigue, sigue así, Martita… Ummmmm, que bien lo haces me encanta….
Marta mete dentro dos dedos y masajea el punto G. La mujer ha manchado ya la sábana y sube y baja las caderas, excitada al máximo.
- No pares, no pares, por favor, sigue así, no cambies el movimiento, estoy a punto… ahhhhhhhhhhhhhhh, ohhhhhhh, que gustazo….
Marta acelera el movimiento y la mujer explota en un tremendo orgasmo, agitando el cuerpo, incluso moviendo mucho (lo que sorprende a Marta) el brazo y pierna izquierdos.
- Ohhhhhh asíiiiiiiiiiiiiiiiiiii, asíiiiiiiiiiiiiiiiiii, así, Marta, cacho puta, eso esssss, dame más, mássssssssssssssssssssss.
María Luisa queda exhausta sobre la camilla.
- Ufffff, cuánto tiempo, querida, que no me corría así, muchas gracias, cariño.
- Ha sido todo un placer, María Luisa. ¿Te has dado cuenta lo que movías tu lado izquierdo?
- Jaaaaaa, no, no me he dado cuenta…
- Pues está visto, para tu recuperación, lo mejor un buen orgasmo cada dos días.
- ¿ Y no puede ser a diario? Jajajajajajajaja
La intimidad sigue aumentando y ya María Luisa se decide a dar el paso con la chica trans. Uno de esos días, ella estaba en la cabecera de la camilla, María Luisa boca abajo, mientras le masajeaba los hombros. Al lado de la cabeza de la madura quedaba la cintura de la chica, que esta vez tenía, sin darse cuent, algo desabrochada la bata. Bajo el pantalón ligero de trabajo, notó María Luisa con claridad el bulto, percibía sin género de dudas el miembro, como una gruesa morcilla bajo el pantalón.
- Ya no hay dudas, es una trans - pensó María Luisa -.
No tenía prejuicios la madura, y teniendo una hija bisex y liberal, mucho menos. Tenía incluso simpatía por las chicas trans. Esta vez se decidió, echó una mano adelante y agarró fuerte sobre el pantalón el miembro viril de la joven. Esta retrocedió sorprendida.
- ¡¡¡ Ahhhhh, María Luisa, qué hacesssss…..¡¡¡
- Solo comprobar lo que sospechaba, cariño.
Marta se sentó en una silla, algo anonadada.
- ¿ Y ahora qué lo sabes, qué?
- Pues que te quiero más, me encanta una chica trans, me da un morbo tremendo, simpatizo mucho con vosotras.
Marta seguía cortada.
- Así que, cariño, no tengas apuros. Yo tampoco los he tenido cuando el otro día me hiciste un buen orgasmo. Creo que todas las mujeres tenemos un toque de lesbianismo y contigo me encantaría practicarlo, porque eres una mujer especial y que tengas miembro me seduce mucho. Anda, ven, no tengas vergüenza…
Se aproximó la chica, acercándose a la cabecera de la camilla.
- Desnúdate, cielo, yo también lo estoy, por favor.
Se despojó Marta de toda la ropa. Ahora sí, sin las apreturas de la vestimenta el miembro cuelga poderoso, tapando parte de los testículos. Comprobó María Luisa el exquisito cuerpo de la trans, muy feminizada, piel preciosa, caderas redondas, cintura estrecha.
- Vaya miembro, querida, que alegría. ¿Eres también activa?
- Sí, sí, también activa.
- Ufffff…jajajajajaja….¡ que bien lo vamos a pasar ¡
Sin más requisitos agarra la madura el miembro de la trans y lo masaje sin prisas, recorriendo el largo fuste, apretando con delicadeza el glande, ahora ya grueso y terso por la erección que va aumentando.
- Espera que me de la vuelta, mi amor, te voy a hacer algo que te sorprenderá.
María Luisa se da la vuelta en la camilla y se queda boca arriba. Luego aparta la almohada y se desplaza hacia arriba hasta quedar con el cuello apoyado en el borde de la camilla. La cabeza le queda así colgando un poco.
- Ven, cariño, dámelo…
Abre bien la boca y Marta entiende. La polla queda a la altura de la boca de la madura y la trans le encaja el miembro sin miramientos, empujando con decisión, sorprendida de que la madura no se queje. Aprieta más y siente que la tiene hasta las amígdalas y entonces se sorprende aún más: la gruesa polla sigue entrando, la mujer se la está tragando, en la postura en la que está, con el cuello en esa posición, nota bien que el falo se está colando garganta abajo, el cuello se hincha según traga.
- ¡¡ Joderrrrrr, María Luisa, mira que eres putaaaa…¡¡ ¡¡Nadie me había hecho eso, ni hombre ni mujer…¡¡
María Luisa ahora no puede hablar. ni sacársela y le hace a Marta señas para que se corra, no puede aguantar así mucho tiempo.
La trans empuja algo más y le suelta a la madura en dos o tres espasmos potentes chorros de semen. Luego se retira, mientras María Luisa recupera el aliento, casi ahogada, carraspeando. Al final consigue hablar.
- ¿ Te ha gustado, cielo? ¿A que soy buena mamando?
- La mejor de todas, nunca me lo hicieron así, nunca.
- Me alegro, mi vida.
Ahora ya la sexualidad de ambas se desborda, ya no hay tabús, no hace falta preguntar, solo actuar, ambas lo necesitan, son dos mujeres plenas, deseosas. Han tenido mucha suerte, se gustan mutuamente, y la intimidad de la casa se presta a dar rienda suelta a su poderío sin tener que ocultarse.
Los momentos del masaje en la camilla siguieron siendo muy especiales. De nuevo Marta recorre los pechos de la madura, insistiendo en los pezones, pero esta vez los succiona sin miramientos. Las aréolas se encogen, el pezón sobresale erecto. Y María Luisa se corre solo con esa manipulación en las tetas, sin parar de gemir. Luego se abre totalmente de piernas, sin decir nada sin pedir nada, pero la trans entiende. Se va hacia abajo, manteniendo las manos en los senos, pero llevando al mismo tiempo su boca al sexo de María Luisa. La trans sabe bien lo que es una mujer, le ha hecho el sexo oral a muchas y ahora se entrega con entusiasmo. La lengua, totalmente fuera, plana, recorre en su totalidad la amplia raja, totalmente abierta. El flujo de la mujer se mezcla con la saliva de la trans y aquello parece un charco. Arriba, abajo, succionando el clítoris que crece hasta sobresalir de los labios mayores. De nueve María Luisa recobra totalmente la movilidad de su parte izquierda y se agarra fuerte con las dos manos a la camilla, al tiempo que le pasa las piernas a la chica por encima de los hombros.
Marta es lista, buena amante. Y no quiere que ella se corra todavía. Retira la boca, dejando a la madura ansiosa, a punto de explotar. Pero la trans la mantiene en el límite.
- No pares, no pares, cielo, déjame correrme, por favor.. no aguanto más…
- Controla tu orgasmo, cielo, controla, así disfrutarás más tiempo.
Pasados unos instantes vuelve a pasar la lengua por le hendidura sabrosa, pero solo un par de veces. María Luisa salta con las caderas, gime, protesta, se le desata la lengua.
- Me vas a matar de gusto, cacho puta… Déjame terminar, no puedo más, no puedo más…
- Pues aguanta, jodía zorra, eres muy puta y hay que castigarte como niña mala, toma, toma, un poco más…
Dos nuevos lengüetazos. Nuevos espasmos de la madura. Procurando no tocarle el coño, Marta se unta bien de lubricante el dedo corazón de la mano izquierda y despacio se lo va introduciendo por el culo.
- Ahhhhhhhhhhhh, joderrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr…. Qué me haces, grandísima puta…. Ohhhhhhhh
Ahora sí, María Luisa comienza a contraerse. Marta siente sus espasmos y ahora aplica, sin retirarse ya, la lengua completa a su coño. Dos orgasmos sucesivos, potentes, muy largos. Luego se queda mareada sobre la camilla. La trans la deja recuperarse, mientras le acaricia la frente y la cara.
- A pesar de ser una mujercita madura, eres la más femenina que he conocido. Enhorabuena.
María Luisa asiente con la cabeza, sin poder todavía contestar.
Marta sabe ya lo que ocurrirá en la próxima sesión y deja pasar deliberadamente varios días sin acudir a cada de María Luisa, que la llama con insistencia. La trans se excusa con algún problema familiar. Y al final acude al cabo de unos diez días, quiere que la madura esté al máximo de deseo.
Cuando llega, la mujer está vestida de otra forma, no tiene la bata de siempre. Tiene un bonito picardía de color blanco, muy corto y transparente. Mantiene a pesar de los años una buena figura, y los glúteos bien firmes se insinúan un poco por debajo de la prenda. Marta nada más verla así ha entrado en erección, viendo que además debajo del camisón la madura no tiene nada puesto.
- Voy a gozar de esta putita a tope -dice para sí misma-.
- Me estaba tomando un café..¿Quieres?
- Vale, me sentará bien.
María Luisa sirve el café, y luego se sienta en el salón, en los sillones, una enfrente de la otra, con la mesita al medio. La madura no se preocupa para nada de su pequeño picardía y abre las piernas, las cruza…. Enseña descaradamente las caderas, el culo y el coño, que la trans nota enseguida que está mojado. Marta, que trae un vestido ligero de verano, tampoco disimula su tremenda erección y se echa hacia atrás en el asiento, mientras la tela de su vestido se levanta como tienda de campaña. Ambas se observan, se desean con ansiedad, pero de momento no comentan, se dejan llevar por la sensualidad del momento.
- Bueno, vamos al masaje, cariño, si te parece bien.
- Vale, claro.
- Pero hoy mejor en la cama, estaremos más cómodas, ya lo he dispuesto.
- Buena idea, cielo.
Van hacia el dormitorio, donde está la cama abierta y una toalla grande de baño preparada para no manchar las sábanas con los aceites y los respectivos fluidos.
María Luisa se recuesta boca abajo, con el camisón subido hasta la cintura, mientras Marta masajea bien los muslos, las nalgas. Luego la despoja del camisón para frotar espalda y hombros. La madura está relajada, los brazos estirados en cruz. No deja de fluir zumo de su sexo. Para estimularlo bien, Marta le hace abrir las piernas y mientras frota su piel pasa de vez en cuando los dedos por la rajita mojada. Tras un largo rato de masaje Marta se despoja de la ropa, quedando totalmente desnuda. El miembro luce erecto, vertical, aunque María Luisa, boca abajo, no lo ve.
La trans descansa un rato y se tumba boca abajo, totalmente a lo largo, sobre el cuerpo de María Luisa. La piel de ambas, suave cuidada , entra en contacto en su totalidad, siente cada una de ellas la respiración de la otra. Los muslos entrelazados, la chica trans besa el cuello y las orejas de la madura, susurrándole al oído. María Luisa, extasiada, está en reposo total, no mueve un músculo, pero todos los nervios de su cuerpo están en alerta.
El duro miembro de la trans está sobre la parte baja de la espalda de María Luisa, y con un levísimo movimiento lo frota contra ella. La mujer lo siente, su respiración se agita, abre la boca y gira la cabeza hacia un lado. La trans entiende bien el mensaje y estirándose un poco le regala un beso profundo, entrelazando las lenguas.
Va a ocurrir, tiene que ocurrir. No hay otro remedio, ya ninguna lo evitará, pero además ninguna podría evitarlo, aunque quisiera.
Tiene que ocurrir. Y ese hecho será la penetración, Marta quiere estar dentro de Maria Luisa, lo desea profundamente, ya ha penetrado a más mujeres e incluso hombres. Pero ahora es diferente, no es una más, no es una amante que haya conocido en dos días. Para ella es algo distinto, la adora, es “su madura”, ella la ha ido mejorando de su limitación física, ya casi recuperada del todo, la siente como de su propiedad. Como el juguete preferido de un niño.
Y María Luisa quiere que le abran en lo más íntimo, Hace ya mucho que no siente una buena polla en sus entrañas y esta polla sabe que es grande, con poderío, porque fue la que más trabajo le costó tragar. Pero no es tampoco la polla de cualquier tío, es la polla de una mujer, la mujer que la ha cuidado varios meses, que le ha hecho volver a la vida. Una especial dulzura la llena, su pequeña vena de lesbianismo, que toda mujer parece tener, crece ahora, la inunda. Va a ser penetrada, pero la sensación es muy distinta. Siente en su espalda la presión de los bonitos pechos, operados claro, de la chica trans. Dos pechos fuertes, duros, que se rozan contra su espalda, causándole un placer infinito. Permanecería así horas, pero la trans le anuncia lo que viene.
- Cariño, ha llegado el momento..
- Sí.
María Luisa solo dice eso: sí. Una sola sílaba es suficiente para expresar su especial receptividad. Sí… Sí, ven, soy tuya, hazme tuya, estoy aquí… Sí, síiii.
Marta se desliza un poquito hacia atrás para acomodarse. María Luisa se abre todo lo que puede. La trans le agarra las manos para aumentar esa sensación de posesión de dulzura y va deslizando el miembro hacia abajo, entre la hendidura de las nalgas, luego pasa por el ano y al final encuentra el rico orificio de su coño. Entra hasta el fondo, sin dificultad alguna, la madura está totalmente abierta, jugosa. La sensación para ambas es riquísima. Marta sigue echada sobre la madura, besándole el cuello. Se retira un poco sin sacar el miembro y le dice a la madura que se incorpore un poco. Ella lo hace, obediente y Marta mete las manos por debajo, una en los pechos y la otra buscando el clítoris, que esta muy hinchado. Luego se vuelven a acomodar. Pasa un tiempo largo, sin que apenas se muevan, disfrutando la una de la otra.
De vez en cuando, la trans presiona ligeramente, con un suave bombeo. María Luisa no deja de jadear, cada aliento suyo es un suspiro, un gemido.
La trans siente perfectamente las contracciones vaginales de la mujer, sus orgasmos, unas veces enérgicos, con casi gritos y otras más suaves, silenciosos. Uno, dos, tres… Cuando siente que le está viniendo, Marta acelera el bombeo, metiendo fuerte el miembro, al tiempo que le machaca el clítoris con la mano.
La trans, como buena amante de mujeres, ya sabe que puede ir terminando la sesión, María Luisa está satisfecha, ahora apenas se mueve, apenas gime. Se ha quedado relajada. Por eso piensa ya en terminar también y eyacular en el cuerpo de la mujer. Pero se le ocurre que aún queda algo que hacer.
Con sus rodillas separa más los muslos de la madura, vuelve a agarrar fuerte sus manos. Saca despacio el miembro y con un lento movimiento de caderas sube unos milímetros rozando la piel de la mujer. Ahí está, sí. El otro agujero. Marta es experta enculando, tanto a hombres como a mujeres, no falla. Ahora aprieta con decisión, sujetando a la madura. Ella es virgen por atrás.
- Ahhhhhhhhhhhggggggggggggggggggggg, ayyyyyyyyy…
Un fuerte quejido de la mujer, mezcla de dolor y de sorpresa, pero aguanta muy bien. Marta le agarró fuerte las manos, pero no hubiera hecho falta, ella no ha forcejeado.
- ¿ Te duele mucho, cariño?
- Un poco, pero no pasa nada. ¿Cuánto la has metido?
- Hasta la mitad. ¿Te atreves con más?
- Sí, sí. Me atrevo aunque me duela, quiero ya abrirme del todo, ser tuya al completo. Te pertenezco ya por la boca y por el coño, solo me faltaba eso, ya me iré acostumbrando. Pensé que sería peor, sigue, sigue, disfruta de tu hembra…
Marta ya no aguanta más y la buena disposición de su amante termina con su resistencia. Empuja fuerte y se la mete al completo, con nuevo gemido de María Luisa. De inmediato un tremendo chorro de esperma acaba en el recto de la mujer.
- Ya, ya, cielo, sácamela, ya he sentido tu corrida….
Marta, también agotada, descabalga y se deja caer de lado, muy pegada a la madura. Le pasa una pierna por encima de las suyas, y le acaricia el pelo y la nuca. María Luisa no se mueve, sigue así, boca abajo, inmóvil.
Como ocurre en el final de los cuentos infantiles, fueron felices. Marta se fue a vivir a casa de María Luisa. Aprendieron muchas cosas juntas y disfrutaron ambas de una sexualidad completa. María Luisa se recuperó totalmente, ha guardado el bastón en el desván y ya ha vuelto a su pasión por el senderismo.
Marta no es tan deportista, y la espera en casa, con una buena comida preparada y a veces vestida muy sexy. La sobremesa la pasan en la cama, que es el mejor postre. Afortunadas ellas ¿verdad?