La Trampa (Escrito por mi Esposa)

“La carnada no está nada mal”, pensé. Mi esposo lo estaba tentando con una prenda que nuestro amigo había espiado en mi cuerpo decenas de veces...

¿ A qué mujer no le gusta sentirse mirada y deseada...? ¿ Qué mujer no disfruta llamando la atención de los hombres que pasan a su lado...?

Toda mujer se siente bien con un piropo, una frase halagadora, una sonrisa o una mirada indiscreta, pero dándome a elegir a mi me gusta más que me desnuden con la mirada los esposos de mis amigas o los hombres conocidos. Y debo reconocer que esto no es nuevo para mi, hace bastante tiempo descubrí que me encanta calentar "discretamente" a hombres que conozca.

Dentro de mi lista de víctimas puedo incluir compañeros de estudio y trabajo, empleados de un banco del cual somos clientes, varios esposos de amigas y conocidas, varios padres de compañeros de estudio de mis hijos, compañeros de trabajo de mi esposo, etc., etc.

No lo hice durante nuestros primeros años de casados pero desde hace un tiempo comencé a compartir estos temas con mi esposo y juntos nos excitamos viendo como se calientan otros hombres al mirarme e imaginando las cosas que me harían si pudieran.

Cabe decir que este asunto de "mostrar sin demostrar" es todo un arte ya que el secreto del éxito radica en que la víctima se caliente pero siempre dudando de mis verdaderas intenciones.

Por ejemplo, días atrás fuimos con mi esposo a un acto escolar. Junto a nosotros estaba él ( una de mis víctimas en extinción ), aunque en realidad debería decir ellos ya que hasta ubicarnos, nos encontramos con varios de mis admiradores. Estando todas las sillas ocupadas los tres nos quedamos parados en el fondo del salón de actos. Yo estaba con un pantalón muy ajustado y con la excusa de ver mejor me paré delante de él y me levanté el pantalón en forma exagerada un par de veces marcando más mi cola. La cosa fue que cada vez que yo miraba hacia atrás él tenía sus ojos clavados en las formas bien visibles de mi culo.

Alerté de la situación a mi esposo para que también pudiera disfrutarla pero ya estaba muy al tanto y atento a mis movimientos y a los de su amigo. Con la misma excusa ( que no veía ) me cambié de lugar varias veces y cada vez que lo hacía lo rozaba disimuladamente. Noté que se ponía nervioso ya que no dejaba de moverse hacia mi y comenzó a reirse sin motivo...

Yo lo llamaba "víctima en extinción" debido a que con él el juego había empezado a desvirtuarse. En las reuniones de matrimonios amigos comenzó a tratar de verme a solas, lejos de los oídos de mi esposo y de su esposa, para elogiar mi ropa, el color de mi pelo, mis sandalias y hasta mi maquillaje. Entonces, ante la inminencia de un salto sin paracaídas, yo había decidido ir cortando mi juego. Hasta ahí había llegado, me había divertido y excitado pero no quería que la amistad entre nosotros se dañara por un evento no deseado.

Se lo comenté a mi esposo. Luego de meditarlo un rato me dijo : "busquemos entonces otra forma de calentarlo con vos, una forma más indirecta en la que no tengas que exponerte..."

Yo no alcancé a entender bien pero mi esposo me pidió tiempo para elaborar algo. Al día siguiente me llamó por TE desde su trabajo y me dijo : "deciles que esta noche vengan a cenar. Después te explico..."

Al volver a casa, y mientras yo terminaba de vestirme con ropa bastante más discreta que la que solía usar cuando ellos venían, comenzó su planteo "psicológico" : "mirá, así como cada hombre tiene su precio, también tiene, aunque cueste creerlo y no se note, cada una de las facetas que conforman una totalidad..." Yo me había sentado para escucharlo y entendía cada vez menos...

"O sea que yo creo que todo hombre tiene, por ejemplo, una faceta hetero, una homo, una maso, una sado, una de infiel, una de engañado, una de vouyer, una de fetiche, una de exhibicionista y así podríamos seguir todo el día... Y para que afloren solo se requiere el estímulo adecuado... Pues bien, mi desafío será hacer que él se caliente con vos sin que le muestres ni un tobillo..."

"¿ Y cómo es eso...? ", le pregunté sorprendida y empezando a interesarme. "Es algo que me parece muy difícil..."

"Fácil, haciendo que aflore, por ejemplo, su perfil fetichista... Pero para hacer el juego algo más interesante apostemos : si comprobamos que él se calienta, vos perdés, si no pierdo yo. El perdedor pasa a ser esclavo del otro por, digamos, veinticuatro horas. ¿ Está bien ?"

"Acepto, ¿ qué hacemos ?"

Entonces lo vi claro y sencillo. Mi esposo, como un eximio cazador, iba a colocar una trampa e iba a esperar pacientemente que la presa cayera en ella. Me pidió una tanga, una bien chiquita y me explicó que iba a ponerla en el baño de forma tal que fuera inevitable verla al cerrar la puerta y estaba dispuesto a apostar lo que fuera a que cuando ellos se fueran la tanga no estaría como nosotros la habíamos colocado. La ubicó de forma tal que cuando uno entraba al baño y cerraba la puerta prácticamente le quedaba en las narices. Me mostró de donde y como colgaba y dio el toque para el comienzo de la cacería... "La carnada no está nada mal", pensé. Mi esposo lo estaba tentando con una prenda que nuestro amigo había espiado en mi cuerpo decenas de veces...

La cena se desarrolló como siempre, amena y divertida y charlando hasta por los codos. Solo se extrañó el condimento de mis exhibiciones pero lo tenía bien guardado bajo prendas sumamente discretas.

Lo cómico fue ver a mi esposo entrando al baño inmediatamente después que había salido alguno de ellos, casi desesperado, tratando de comprobar su teoría y disertando a viva voz sobre los efectos diuréticos de la cerveza.

Nuestro invitado había entrado un par de veces y... nada... Mi tanga seguía allí tal como la habíamos dejado, pero luego de entrar ella mi esposo en un aparte me dijo con una sonrisa triunfal : "andá a ver..."

Entré al baño y en efecto alguien había estado con mi bombacha : pero no había sido él sino ella !!! Y mi confusión había retornado en su esplendor.

Cuando ellos se fueron nos sentamos a la mesa para terminar una cerveza y mi esposo liberó su imaginación. Según él, ella la había examinado en detalle, había palpado la tela que cubría mis zonas más íntimas, la había olido, seguramente había deseado probársela y mirarse al espejo y hasta dudaba si no le había pasado la lengua.

Yo no sabía si dar crédito a lo que estaba escuchando pero tenía la sensación que mi esposo estaba más acertado con respecto a la gente de lo que yo creía...

La cosa era que mi esposo había ganado pero no cantó victoria. No entendía como podía ser que ella había caído en la trampa y él había escapado a lo que empezó a llamar "el estímulo perfecto".

Al día siguiente volvió a llamarme desde el trabajo. "No puede ser...", me dijo, "No puede ser... Intentémoslo de nuevo. Invitalos para el próximo sábado y esta semana no laves tus bombachos... Esta vez la trampa va a ser infalible..."

Tal como me pidió le guardé cuatro tangas sin lavar que aún conservaban un dejo de mi aroma. Ese sábado mi esposo cambió la decoración del baño colocando cerca del excusado un canasto con ropa supuestamente para lavar ( en realidad estaba limpia ) y encima de todo colocó mis cuatro bombachos usadas.

"Faltó el olor", salió diciéndome del baño. "Esta vez no puede fallar..."

Su hipótesis era que él entraría al baño, destaparía el canasto, tomaría mis bombachos, las olería y saldría al menos con una buena dureza fácil de percibir. Solo si esto ocurría mi esposo se sentiría ganador de nuestra apuesta, aunque en realidad ya lo era.

La cena de ese sábado estuvo normal. Él entró al baño una vez en toda la noche y salió como había entrado, como una tabla rasa. Para colmo antes que mi esposo pudiera entrar para verificar alguna anormalidad, entró ella.

Su juego había fracasado pero esto no le impidió seguir charlando, riendo y tomando cerveza.

Cuando ellos se fueron ordenamos un poco y nos dispusimos para ir a dormir. Entré al baño y mientras me higienizaba noté que la tapa del canasto no estaba como la habíamos dejado, estaba algo levantada. Lo destapé y para mi sorpresa mis tangas ya no estaban a la vista. Levanté una camisa que cubría todo y aparecieron...

"Vení, amor, vení rápido...", llamé a mi esposo casi a los gritos y con el corazón acelerado. "Mirá lo que hizo tu amiguito..."

Yo había colocado las cuatro tangas sobre la mesada de mármol, una de ellas estaba empapada en semen...

Mi esposo quedó perplejo unos cuantos segundos con sus ojos clavados en la tanga mojada y con su boca entreabierta. "Lo entiendo... lo entiendo..." gritó poco después con un entusiasmo propio de Arquímedes. Y su imaginación volvió a volar : "Claro, imaginate, tantas veces le mostraste ese hermoso culo que tenés, tantas veces miró esas tetas, tantas veces te habrá querido chupar, coger, que... entró acá, descubrió este tesoro, lo olió y no tuvo más remedio... Yo hubiera hecho lo mismo... Agarró esa tanga, se envolvió la verga bien dura y mientras olfateaba las otras como el mejor de los perfumes se hizo una paja de película... y acabó como una bestia..."

Los ojos de mi esposo brillaban, sus pensamientos y palabras habían endurecido su mástil y habían lubricado mi sexo. Estaba lista, caliente, deseosa y sin creerlo todavía.

"Cogeme acá, arriba de la tanga llena de leche", le dije casi implorando. Él volvió en si y me miró.

"No te equivoques mi amorcito...", me dijo sonriendo y mirando su reloj. "No te olvides que hasta las dos de la madrugada de mañana vos sos mi esclava y yo soy tu amo. Los pedidos y las órdenes las doy solo yo. Así que, subí a la habitación, desnudate, prepará la filmadora y esperame. Hoy tengo ganas de comer el postre arriba..."

Devolviéndole la sonrisa le dije : "sos un guacho, pero tenés razón..."

No me quedó alternativa que hacerle caso. Me esperaba una degustación de postres y un día entero de sumisión pero sobre esas historias les contaré más adelante...