La Trampa (6: Mara)

Pablo es testigo mudo del descenso de su novia Mara a su infierno privado de lujuria y perversión.

Continuación de La Trampa Parte 5

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-Quiero, esta noche, ser la puta más barata del burdel, a la que cualquier vago o borracho por unas monedas o una bebida puede manosear con sus sucias manos y poseer a su antojo. Quiero ser la clase de mujer en la que piensan los que en grupo y al calor de las copas buscan una chica fácil para saciar sus fantasías penetrándola todos al mismo tiempo, como si fuera un objeto para usarse solo para el placer. Quiero, por esta noche, ser la que acepta todas las humillaciones con una sonrisa y pide más-. Diciendo esto Mara se bajó la tanguita de encaje arrojándola luego a un rincón, ensopada en sus jugos vaginales. Después, tanteando en busca de la cama, se acomodó sobre esta poniéndose sobre rodillas y manos y, por la posición, la faldita se le subió sobre las nalgas entreabiertas que revelaron su vulva tupida de vello y el bruñido ano rodeado de dorados vellitos que, pulsante, levantaba aparentemente orgullosa.

-Pueden hacer conmigo lo que quieran- les dijo ya jadeando - solo no me quiten la venda de los ojos.

El trío de vagos, aparentemente imbecilizados, creían haber visto la puerta del cielo y en esa actitud se quedaron observando las nalgas de la mujer por unos instantes. El segundo rompió el encanto y, dejando a los otros parados observando como estatuas, prácticamente se lanzó sobre el trasero de Mara y empezó a lamer y beber los abundantes jugos que ya escurrían por los muslos de la mujer, luego sin preparación ni aviso la penetró en la vagina con el dedo medio, moviéndolo en círculos como si hurgara en el cuerpo de la chica. Mara empezó a mover las caderas como buscando aumentar las sensaciones y boqueaba levantando el rostro como si necesitara oxígeno desesperadamente.

Esta imagen le hizo ver a Pablo que Mara no tenía ninguna intención de huir desde un principio. Que todo lo que había dicho y hecho no era actuado, sino real, que venía de lo más profundo y oscuro de su ser. Pablo se sintió pegado a la silla, como en estado de shock. No podía hacer nada y no podía ya separar los ojos de los monitores como si en su interior creyera que se merecía aquel castigo y que tendría que soportarlo lo más que pudiera.

En la recamara el ambiente parecía comenzar a hervir.

-Quiero que me digan lo que soy- comenzó a decirles Mara entrecortadamente, como si al seguir hablando y contando sus fantasías ante aquellos lujuriosos tipos se excitara más.

-Quiero que me digan lo que soy y lo que me merezco. Díganme lo que me van a hacer- les repetía una y otra vez como poseída. Mario salió de su ensoñación y entró en acción. Tomando a Mara por la cintura giró su cuerpo haciéndola caer de espaldas sobre la cama y separándola momentáneamente del dedo que tanto placer le estaba prodigando. El tipo separó los brazos de la mujer, levantándolos sobre su cabeza y empezó a atarlos a los postes de la cabecera, los otros dos al darse cuenta de lo que hacía separaron sus piernas y las ataron también a los postes inferiores de la cama. Mara sonrió ampliamente y su rostro, aun vendado de los ojos, pareció resplandecer como si fuera el espejo de todo el fuego que era apenas contenido en su cuerpo.

-díganme lo que soy- les volvió a decir sin dejar de sonreír y ondulando su cuerpo, presa del deseo. - díganme lo que me van a hacer, lo que me merezco-

Mario se acercó a ella y murmuró algo en su oído que ninguno de los que los observaban, incluido Pablo, pudo oír. Pero fuera lo que sea que le haya dicho, Mara sonreía satisfecha y había dejado de ondular su cuerpo para comenzar a mover las caderas hacia arriba y abajo como anticipando lo que más deseaba.

-Ahora que son mis maestros- siguió diciéndoles Mara en tono pausado mientras los tipos la manoseaban por sobre sus ligeras ropas -podrán en representación de todos sus compañeros retribuirme con creces lo poco que haya podido hacer por ustedes. Recuerden que quiero aprender de ustedes todo lo que se le puede a una mujer apasionada y fácil así que no dejen de repetirme la lección al oído, ustedes saben lo que quiero oír- terminó Mara, mordiéndose el labio.

-Le dijiste de la otra sorpresa? por algo dejamos la puerta abierta- le dijo el de expresión estúpida a Mario sin dejar de manosear a Mara al mismo tiempo.

-Que sorpresa?- preguntó ella casi en un gemido, no imaginando como la situación en la que se encontraba podría mejorar.

-Mas tarde- respondió Mario secamente y se paró juntó la cama. Los otros dos se plantaron al otro lado de esta y casi como si se hubieran leído las mentes comenzaron, a un tiempo, a arrancar a jirones la roja blusa de Mara mientras esta se retorcía por el placer anticipado. Los dos subalternos se quedaron viendo aún con pedazos de la prenda en las manos mientras Mario, de un tirón, arrancaba los botones de la falda de cuero y luego, con otro, le quitaba esta a Mara provocándole con la fricción un ardor que la volvió a estremecer haciéndola estirar aún más sus extremidades. La imagen era verdaderamente como producto de la imaginación más febril. Mara yacía, retorciéndose de placer, atada a la cama, portando solo el liguero de cuero negro, las medias de encaje que este sostenía y sus botines de tacón que tanto le gustaba a Pablo ver en otras mujeres, otro "tipo" de mujeres.

Los "maestros" de Mara parecían hipnotizados por el tupido pubis de la mujer que se les ofrecía como alumna. Parecía un negro manantial apenas contenido entre sus piernas y que aparentaba querer formar su caudal hasta el ombligo de la hembra. Todo su cuerpo estaba bañado en una fina capa de sudor que resaltaba sus formas y sus pechos, menudos y turgentes, parecían apuntar altivos al cielo con sus oscuros pezones que eran los mas erectos y seguramente los mas duros que habían visto. Ni siquiera Pablo, que creía conocerla en la intimidad, la había visto nunca tan excitada.

-Como luzco?- les preguntó a sus captores boqueando sensualmente.

Mario intentó contestarle, respirando por la boca y sin despegar la vista de la vulva que se movía de arriba abajo por la respiración agitada de la mujer.

-Ahora si- le dijo, como en un trance - luces como la puta más caliente que haya visto.

Por fin Mara se sabía en la situación que tanto anhelaba, al sentirse desnuda y a merced de un grupo de hombres lujuriosos y estaba más que lista para aprender de sus antes alumnos convertidos ahora en guías de su aventura erótica. Pero los sintió indecisos y se decidió a alentarlos con las mismas palabras con las que los había escuchado referirse a ella en el baño de hombres, cuando sin que ellos lo supieran los espiaba escuchando desde el de mujeres.

-Tengo los pies más bonitos- les empezó a decir tratando de conservar el aliento que por la excitación le faltaba -y tengo las piernas mas largas. Tengo tetas de tamaño perfecto para estrujar y meterse en la boca para mamarlas. Tengo las mejores caderas y el mejor culo que han visto. Soy la hembra mas buena y caliente de la ciudad y ha de ser un estúpido el que, encontrándome desnuda sobre una cama y con las piernas abiertas, no aprovecha para probar este jugoso bizcocho-.

Los tipos se dieron cuenta de que Mara realmente los había escuchado y se enardecieron al escuchar sus propias palabras en boca de la mujer que tanto desearon todos y sobre todo al saber que ella aprobaba complaciente sus más bajos deseos.

El segundo se hincó, tropezándose, junto a la cama a la altura del pecho de Mara y empezó a susurrarle groserías al oído mientras manoseaba sus senos y pellizcaba suavemente sus pezones, mientras el de expresión estúpida se prendía a una de las largas y bronceadas piernas de la mujer, sobandola y restregando su erección sobre el encaje que cubría el muslo. Mario, como imantado, pegó su boca a la ardiente vulva lamiendo de arriba a abajo, una y otra vez, cubriéndola de saliva desde al clítoris al ano.

Mara se sentía por primera vez toda una hembra al ser abrumada por las sensaciones y, las palabras que entraban por su oído, se convertían en fuegos artificiales que iluminaban el interior de su cabeza.

-Ay Marita- le murmuraba el segundo al oído sin dejar de manosearla - de haber sabido lo que pasaba tras la puerta de tu cubículo te hubiera ido a visitar hace mucho. Pero que iba a saber que ibas a fijarte en uno como yo y que hubieras hecho cualquier cosa por complacerme. Pero pinche cabrona, saliste más caliente de lo que te imaginaba en mis fantasías. No sabes que me pasaba el día imaginando que, solos en el taller, me mamabas la verga como si tuvieras hambre de veras y me llamabas tu papito y que luego yo te lucía paseándote ante mis amigos en el barrio y que tu llevabas vestidos apretaditos para que casi se te salieran las chiches y se te dibujaran las nalguitas, tu sabes de esos vestidos levantavergas, para que calentaras a todos los cabrones del barrio y yo pudiera decirles que nomás a mi me la mamabas.

Un nuevo mundo se estaba abriendo en la mente de Mara. Las fantasías que le revelaba el tipo, por vulgares y comunes que fueran o quizá por esto mismo, se fueron uniendo a las suyas enriqueciendolas en imágenes bajas y ardientes.

-Aquí te voy a hacer todo lo que quería mamita- siguió diciéndole el segundo -aunque no es lo mismo, yo te quería para mi solito para hacerte y darte lo que tu quisieras ahora que tengo dinero para gastar y...- Estas últimas palabras irritaron a Mara, no era lo que quería oír. Quería sentirse baja y fácil. No quería amor, por más vulgar que éste fuera. Quería que una masa informe de hombres la vejara y la poseyera sin remordimientos ni contemplaciones. Con la cabeza empujó el rostro del segundo interrumpiéndolo y alejándolo de ella. El tipo entendió el gesto sin inmutarse y, todavía encendido, se dedicó a chupar los senos y pezones de Mara.

El de expresión estúpida se dio cuenta de esto y se colocó en el otro oído de Mara para desahogar también sus fantasías mientras manoseaba el seno que le dejaba libre su compañero. La hembra ronroneó al sentir la respiración en su oído e inclinó su cabeza hacia ese lado.

  • dime lo que me merezco- le dijo seductoramente, en voz baja, sacando la lengua invitándolo a besarla. El tipo se pasó la lengua por los labios secos y la besó penetrándola en la boca con su lengua y luego tras besarle el cuello le mordió el lóbulo de la oreja.

-Maistrita- le empezó a decir sin aliento mientras se masturbaba con la mano que le quedaba libre -ay maistrita, como le teníamos ganas todos y, no me va a creer pero, cuando me mandó llamar a su cubículo para preguntarme porque había faltado un día, le juro que pude oler como ese cuartito olía todo a su panocha, no lo quise creer pero me imaginé que ahí se daba sus gozadas luego de que andaba todo el día de apretadita por la escuela. Cuando se lo conté a los otros se rieron de mi y dijeron que todo era por mi imaginación cachonda. Pero no, yo ya sospechaba antes que todos que lo que usted quería era un macho para que se la metiera hasta los huevos-.

-Si, sí!- exclamó Mara interrumpiéndolo al llegar a su primer orgasmo, el cual como una ola brutal la sacudió de pies a cabeza. El tipo pasó saliva y siguió hablándole al oído.

-Y como yo sabía lo calientita que se ponía allá abajo me imaginaba y fantaseaba que me la podía coger cuando yo quisiera, pero más me calentaba cuando en clase me iba en mi fantasía y me imaginaba que cuando entraba al taller usté se paraba en el centro del taller y nos preguntaba que hacíamos y al agacharse a recoger un papel se le rompía la blusa y se le botaban las chiches para afuera y luego todos se bajaban los pantalones y usté se les quedaba viendo a todas esa vergas apuntándole a la raja y luego se tiraba al suelo con las piernas abiertas y todos nos le echábamos encima-

Esta nueva imagen complació a Mara, que aunque torpe y simple, se parecía mucho a las de ella y automáticamente y sin darse cuenta la incorporó en la suya ya de por sí cargada de brutalidad.

-y, uy si supiera- siguió diciéndole el tipo - la otra sorpresa, a como están resultando las cosas, le va a gustar más- Mara ya no puso atención a esas últimas palabras pues en ese momento su cabeza estalló en un nuevo orgasmo, más largo y sostenido que el anterior y que la hizo gemir como posesa, acicateada por las palabras del tipo, la lengua que masajeaba su vulva y la boca que mordía sus pezones.

El tipo que le hablaba al oído se puso de pie y rodeó la cama hasta llegar a los pies de Mara y desatando las agujetas de sus botines la descalzó dejando al descubierto sus bellos pies cubiertos solo por el negro encaje de las medias. Mara separó los dedos y los movió al sentirse liberada de las apretadas botas. El tipo de expresión estúpida comenzó a masajear sus pies y a morder sus delicados dedos, provocando oleadas de placer que subían hasta la cabeza de la mujer. Luego, sin poder contenerse, comenzó a frotar su erección contra uno de ellos a lo que Mara respondió abriendo los dedos y moviendo el pie tratando de masajear a su vez el pene como agradeciendo las lecciones que le había enseñado. Mario se acuclilló entre las piernas de la chica sintiendo que era su turno de relatarle sus fantasías. La tomó por la cintura y se acercó a ella.

-Por fin- dijo ella con voz casi triunfal, imaginándose lo que venia, lo que tanto esperaba. Mario, atrayéndola hacia su cuerpo, la penetró con dificultad y rudeza, moviendo con las manos las caderas de la hembra la hizo encontrarse con un nuevo y rápido orgasmo.

-Ahora si, ricura- le empezó a decir el tipo con voz entrecortada al tiempo que bombeaba su miembro al interior de la estrecha vagina de Mara quien gemía sin parar -ya nos hiciste ver que todo este tiempo realmente llevabas a una puta escondida dentro de tu pinta de niña bien... pues ahora vas a saber para que sirve una puta de verdad-

-Si, si, eso es lo que quiero- empezó a decir ella gimiendo lastimeramente a lo que el segundo respondió metiéndole el pene en la boca ahogando sus palabras pero aumentando sus sensaciones.

Mario sonrió en una retorcida mueca de placer.

-Así se trata a una puta como tú- le dijo - ellas nomás obedecen y se dejan hacer. Porque las que son así es que nacen para ser pirujas y desde adolescentes cuando les empiezan a crecer las chichitas y les sale pelusita en el chochito ya les pica la raja y se andan imaginando que su profesor les da unos cogidones. Les gusta que sus papás les den de nalgadas porque así se calientan más y luego van al baño a terminar de desahogarse masturbándose frente al espejo.

Las enredadas y oscuras fantasías de Mario estaban teniendo el efecto que deseaba en la mente de Mara que, reconociendo como propias algunas de estas situaciones, que menos exageradas en verdad eran normales y comunes, ella las magnificaba y las recordaba más sucias y ardientes llegando a imaginarse cosas que deseó pero nunca ocurrieron como a la menudita jovencita que ella fue en secundaria, siendo poseída en algún salón que recordaba, por el maestro que tanto le gustaba a pesar de tener ya cuarenta años. Pero las imágenes que Mario, su maestro de turno, le "regalaba", no cesaban y Mara se alimentaba de ellas como si hubiera estado hambrienta de estos estímulos toda su vida.

-Pero estás tan apretadita que parece que te has estado aguantando- le dijo al sentir su pene aprisionado en la estrecha vagina de la mujer -pero ahora te vamos a ayudar a descubrir como eres realmente y te vamos a dar gusto en tus fantasías porque, no te diste cuenta, pero dejamos la puerta del frente abierta a los otros compañeros porque los citamos aquí para una fiesta de fin de curso- Al oír esto Mara tensó el cuerpo. La sorpresa le crispó los nervios y por un momento sintió terror al pensar en lo que le podría a pasar en manos de tantos hombres deseosos de poseerla. Pero paulatinamente el miedo y la adrenalina que habían agudizado sus sentidos sublimó también las sensaciones que le proporcionaban los cuerpos que la poseían, la manoseaban y lamían, pero sobre todo por el pene que se movía rabiosamente y con dificultad entre sus piernas. Haciéndola ir aceptando la posible nueva situación. Y, repasando en su mente las imágenes de su principal y más bestial fantasía, se enardeció anticipando lo que parecía que inevitablemente llegaría a experimentar, la emoción de lo peligroso y lo prohibido, el abandono a sus sensaciones y fantasías más bajas y sucias.

Mara empezó a chupar anhelante la erección que tenía en la boca, girando su lengua sobre el abultado glande y succionándolo, por momentos, hasta que le llenaba la boca y tocaba su garganta. La intensa y deliciosa tortura fue demasiada para el segundo y su eyaculación explotó en la boca de Mara llenándola de semen. La hembra saboreó el líquido que, en ese momento, le pareció un energizante y delicioso elíxir, tragándose parte de el, pero el flujo era tan abundante que se le derramaba por las comisuras de la boca.

El tipo se separó de ella boqueando mientras Mara se lamía los labios golosa, tratando de alcanzar las gotas de semen que se le escapaban. El segundo se sentó en un sillón y observó a sus compañeros trabajar a Mara mientras que, sobandose, esperaba para recuperar completamente su erección.

-Trágatelo todo, mamacita- le dijo Mario excitado por la reacción de la mujer -ya verás como se ponen los otros cuando te vean así de ganosa. A algunos les dijimos lo que pensábamos hacer pero no nos creyeron y a los más seriecitos no les dijimos nada para que no se arrepintieran de venir, se van a llevar la sorpresa de su vida cuando entren aquí y vean a su decente maistrita abriéndoles las piernas para que gocen- El tipo dejó de hablar y puso los ojos en blanco al sentir que se venía y Mara, también al borde el orgasmo por las palabras del tipo, le apretaba el pene con sus músculos vaginales como si le quisiera exprimir hasta la última gota de semen. Mara sintió como si un torrente se abriera y le llenara la vagina de tibio líquido. Disfrutó mucho la sensación pero no alcanzó el orgasmo, esperaba algo más aún de su primera penetración por ellos. Mario se separó de ella y rodeándola llegó hasta su rostro. El de expresión estúpida, acomodándose entre sus piernas, se aprestó entonces a penetrar aquella vulva que aún chorreaba el esperma de su compañero, mientras éste le colocaba su pene en la boca a la mujer.

-Vamos chiquita, límpiamela toda- le dijo a Mara que al poner el pene en su boca por primera vez conoció el sabor de sus propios jugos mezclados con el esperma de su maestro. Esto la enloqueció y, lamiendo la erección y siendo penetrada por el otro, pudo por fin alcanzar el tan buscado orgasmo. El segundo se distrajo un momento de lo que pasaba en la cama cuando oyó ruido de pasos en la puerta. Al volver el rostro vio a dos de sus compañeros, vestidos pulcramente para la fiesta a la que creían que iban y con una botella de tequila a medio beber en la mano. La sorpresa en sus rostros al ver aquella escena era obvia. Con la boca abierta veían lo que no le quisieron creer a Mario. Pero, estando alcoholizados y ya ahí, nadie les tuvo que explicar nada. Se desnudaron con prisa sin despegar los ojos de la mujer. El segundo al ver sus erecciones rió estúpidamente.

  • Adelante- les dijo invitándolos con un ademán -es campo abierto, esta hembrita está más dispuesta de lo que creen- y con estas palabras, tras un momento de duda, se abalanzaron sobre Mara y empezaron a lamer su pecho. Mario se separó de ella y se unió al segundo para observar la escena.

-Ya llegaron los primeros invitados- le dijo a Mara riendo y ella al sentir el contacto de aquel nuevo par de bocas y manos se estremeció de deseo, como si todo empezara de nuevo y estuviera dispuesta a ser satisfecha cuantas veces sus nuevos maestros quisieran y a darles todo cuanto ellos le pidieran. Uno de los recién llegados levantó la cabeza y al ver la vagina ocupada por el de expresión estúpida, metió su erección en la boca de la complaciente hembra y comenzó a moverse como si lo hiciera entre las piernas de ésta. Mara no se quejó, al contrario, con una gran sonrisa lo lamía y acomodaba la cabeza para facilitarle el trabajo a su benefactor. El otro, viendo como gozaban sus compañeros, se deslizó con trabajos bajo el cuerpo de la mujer causando que se reflejara el dolor en el rostro de ésta al sentir el tirón de las cuerdas en sus extremidades. Pero Mara tampoco se quejó de ello, el dolor le despertaba los sentidos y, sabía lo que pretendía su nuevo maestro, y si hubiera podido hablar lo hubiera alentado. Nunca antes había sido penetrada analmente, pues nunca nadie se lo había pedido, hasta esa noche en que ese tipo sin pedirle permiso se disponía a hacerlo y Mara disfrutaba esta vejación y falta de modales como una ramera.

El tipo acomodó su pelvis bajo las nalgas de Mara, mientras el de expresión estúpida lo esperaba ansioso para proseguir con su tarea. Luego, metiendo también las manos bajo el cuerpo de Mara, con una le separó las nalgas y con la otra le acomodó el pene en el ano, penetrándola con dificultad sin preámbulos. Mara gritó ahogándose con la erección del otro y lágrimas de placer rodaron por su rostro. Siendo la primera vez que le hacían eso, que tanto tiempo se había imaginado, el ardor y el placer que sentía eran casi insoportables.

El de expresión estúpida quiso acomodarse para penetrarla de nuevo pero ante la imposibilidad desistió sin haber podido venirse y se unió a Mario y el segundo para masturbarse lánguidamente mientras veía las acciones de la cama.

En ese momento llegó otro de sus compañeros que tras la sorpresa y sin pensarlo mucho, con una mirada turbia, se unió al grupo de los que disfrutaban de Mara y se prendió de su pecho sin desvestirse siquiera. Mara lo sintió y le dio la bienvenida mentalmente y demostrándole su agradecimiento aumentando la intensidad de sus gemidos. En ese instante sintió como su recto se llenaba del esperma del otro tipo que la penetraba y su propio orgasmo no terminó aún cuando el tipo ya se había separado de ella y se la dejaba a los otros dos para que la disfrutaran. Otro grupo de tres entró por la puerta con botellas de brandy barato en mano e inmediatamente, sorprendidos, parecieron marcharse pero luego volvieron cargando uno de los largos sillones de la sala y se sentaron a ver el surreal espectáculo y a continuar bebiendo mientras se sobaban.

Mara podía sentir la presencia de todos, sentía sus ojos lujuriosos pegados a su cuerpo y podía oler sus erecciones, el sudor, el deseo, la lujuria que les despertaba y era contradictoriamente este poder que sentía sobre ellos para obligarlos a vejarla lo que más la excitaba. Más que el contacto físico, era el saberse deseada y objeto de las más bajas fantasías, sin que le tuvieran el más mínimo respeto y conmiseración.

Tres más estaban de pie ya en el quicio de la puerta y observaban boquiabiertos la locura de la situación, y uno por uno fueron llegando los demás, tomando su lugar para observar el espectáculo, trayendo sillas del comedor unos o recargándose contra la pared los que no podían sentarse, anhelantes, esperando el momento de acercarse y tocar esa fantasía tan anhelada y que aún teniéndola dispuesta y al alcance de la mano les parecía tan lejana. Esa mujer de clase y posición tan diferente a la de ellos que ahora tenían a su disposición para hacer con ella lo que quisieran.

El tipo que penetraba a Mara por la boca sintió venirse y se separó de ella convulsionándose como si fuera a eyacular, mientras Mara le rogaba con palabras cariñosas que se viniera en su boca. El tipo no se pudo contener y vació su esperma sobre el piso al lado de la cama. Al resto de los que observaban, la imagen les pareció increíble. No concebían que fuera posible que la señorita, tan educada y rica le mamara la verga a un patán como ellos y todavía le rogaba que eyaculara en su boca como si fuera lo más delicioso para ella.

-Los puedo oír respirar- les dijo Mara al sentir que ya nadie la tocaba, sola sobre la cama y enloquecida de placer. - y los puedo oler deseándome. No teman, como ya les dije a sus compañeros, ahora ustedes son mis maestros. ya les demostré que soy una verdadera puta, ahora quiero que me enseñen lo que debo aprender para ser la peor de todas, que usen cada cavidad de mi cuerpo como si fuera solo ese su uso, tengo vagina boca y ano para complacer a todos y por eso, cada amigo que hayan traído a la fiesta y cada extraño que entre al oír mis gemidos y ver la puerta abierta, y cada vago que entre con intención de robar y cada borracho que entre a pedir dinero, y cada uno de ustedes podrá poseerme a placer porque ahora soy su alumna, su esclava- y casi inaudiblemente, en el éxtasis, agregó: -su puta-

Todos quedaron sin aliento, algunos desnudos buscando el valor para tomar su turno, la mayoría aún vestidos y más indecisos aún, la adrenalina los había vuelto a la sobriedad y todos la veían con la mirada fija, como si fueran animales que cazan a su presa y esperan un momento de debilidad, una apertura para iniciar el ataque. Uno de ellos, al que le decían el chivo, que siempre sacaba las más bajas calificaciones, al que todos tenían por idiota y al que Mara era el que menos consideraba, resultó el más avispado. Enardecido por las palabras de Mara sacó una navaja de su bolsillo, le cortó las cuerdas dejándole los trozos atados a muñecas y tobillos como eróticos brazaletes y luego abriéndose el pantalón tomó a Mara por la cintura, la paró contra la pared y comenzó a penetrarla frenéticamente, de pie, ante la vista de sus azorados compañeros.

Mara entusiasmada se montó sobre él rodeandolo con sus piernas y apretándolo, forzándolo a penetrarla aún más profundamente, mientras los otros empezaban a animarlos sonando las palmas y coreando gritos obscenos. El primer grupo de los que había llegado y que ocupaba el sillón que habían traído de la sala, ya desnudos, rodeó a la pareja y tomándolos sin separarlos los pusieron de nuevo sobre la cama. El "chivo" ni por un instante dejó de mover las caderas, penetrando a la mujer como un desesperado, mientras Mara se aferraba a él como si del placer dependiera su vida. Uno de los tipos tomó la navaja que había dejado caer el "chivo" y estirando las piernas de Mara, separadas y abiertas por el tipo que la penetraba hizo cortes en sus medias para luego arrancárselas a pedazos dejando sus piernas desnudas. Otros dos se apoderaron de ellas y las empezaron a lamer a todo lo largo, desde los pies hasta los muslos. El "chivo" incomodado por la presencia de los otros se separó de ella y para terminar de satisfacerse le introdujo la erección en la boca para inmediatamente venirse. Mara agradecida del trato que le dio le masajeó el pene en la boca tan concienzudamente como supo hacerlo y se sintió recompensada por la carga de semen que saboreó como resultado de sus esfuerzos, mientras los otros dos mordían sus senos y pezones como posesos y Mara les demostraba que disfrutaba el dolor con insinuantes quejidos.

Inmediatamente, el que la liberó de las medias, un tipo corpulento al que llamaban el toro, se hincó entre las piernas de Mara y se acercó a la invitante vulva que brillaba, empapada en sus propios jugos, empezó a acariciar su vulva con la navaja. Mara sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo en respuesta al frío contacto, no sabía lo que era, pero presentía que era algo peligroso y la sensación la estaba volviendo loca y abría más las piernas invitando a su maestro a penetrarla. Pronto el frío contacto fue reemplazado por uno tibio. El tipo la lamía y penetraba con la lengua como un experto, la cubría de arriba a abajo y de vez en cuando succionaba su clítoris llevándola al borde del clímax y haciéndola venirse en escandalosos orgasmos.

-Le encontró el chicharito- dijo uno de los tantos que observaban, tratando de quitarse la tensión. Algunos festejaron la ocurrencia tímidamente, pero la mayoría, en silencio, seguía en detalle las acciones.

-Le gusta que le digan que es una puta- les dijo Mario, poniendose de pie, al notarlos todavía indecisos -que la maltraten y que le digan que se lo merece. No es así Marita?- dijo dirigiendose a ella y alzando los brazos y haciendo ademanes dramáticos como si fuera un maestro de ceremonias -dice que le tenemos que enseñar, pero yo creo que ya lo sabe todo, pues por su calenturienta imaginación, que ahora conocemos, ya le pasó de todo. Pero parece que algunos de ustedes todavía no lo creen. Que no la ven arrastrándose, rogándoles que se la cojan como a una callejera?- Mario se volvió a tumbar en el sillón a esperar los resultados de su arenga, empinándose una botella y sobando su flácido pene para provocarse una nueva erección.

La mayoría aun no podía creer lo que veían, como sus compañeros más atrevidos se habían turnado de dos en dos y de tres en tres para saciarse con su maestra favorita como animales y ella les agradecía gimiendo en voz alta, todo eso no podía ser real.

El tipo de la navaja, el "toro" tomó entonces a Mara por la cintura y se acomodó para penetrarla.

-Eso toro, chíngatela- gritó alguien. Mara oyó la arenga y recordó el nombre, era el mayor y más corpulento de la clase, pero lo que la inquietaba era lo que les había oído decir por la ventana del baño, los comentarios de su descomunal miembro y de como podría rasgar en dos la vagina de cualquier mujer de tamaño normal. Mara se vino en un silencioso orgasmo solo pensando en lo que estaba a punto de disfrutar. El tipo puso su glande en la entrada de la vagina y Mara pudo comprobar, por este simple contacto, que lo que decían los otros no eran exageraciones. Lo rodeó con sus piernas y esperó el ataque. El tipo empujó el glande con dificultad dentro de la estrecha vagina y Mara ahogando una maldición mordió los labios de otro tipo que la besaba en la boca. El tipo luego hizo un pequeño movimiento hacia atrás y Mara pensó que pensaba separarse de ella al no poder penetrarla, así que lo apretó aún más con sus piernas y le encajó los talones en los glúteos empujándolo hacia ella, como si espoleara un potro salvaje que necesitaba guiarse, pero esa nunca fue la intención del tipo. De un golpe forzó su pene en el interior de Mara que gritó y se quejó entre lágrimas de placer. El tipo empezó a tratar de bombear su erección en el estrecho espacio mientras la hembra le gritaba que no parara. Lo llamaba maestro, lo insultaba y luego le hablaba cariñosamente, completamente fuera de sí.

El resto de los hombres que observaba la escena se enardeció al verla en ese estado y todos en tropel se abalanzaron sobre ella mientras el "toro" eyaculaba torpemente y se separaba de la mujer para sentarse en un sillón junto a Mario. Eran los únicos dos que no peleaban por la hembra embramada. Tranquilos bebían y observaban mientras más de dos docenas de manos trataban de tocar un pedazo de piel. El que tenía suerte podía por un segundo tocar su vulva ya cubierta de lenguas, o su pecho, muchos se dedicaban a frotar sus penes sobre cualquier parte del cuerpo de Mara que estuviera disponible y ella enloquecía al sentir una multitud de penes, que se imaginaba de todos colores y tamaños, frotándose contra sus pies, muslos, vientre, pechos, cara y cabello. Sintió un pene en cada palma y con manos trémulas por el deseo los apretó y manipuló como pudo, tratando de darles placer. Sentía cada centímetro de su piel cubierto y aún rogaba porque aquello solo fuera el principio. Algunos comenzaron a venirse por el exceso de excitación y eyacularon sobre su vientre y pecho. Su rostro y cabello quedaron cubiertos de semen mientras Mara buscaba con la boca las fuentes de éste para tratar de exprimirles cada gota sonriendo como una traviesa que solo jugara un inocente juego.

El resto de los hombres que observaba la escena se enardeció al verla en ese estado y todos en tropel se abalanzaron sobre ella mientras el "toro" eyaculaba torpemente y se separaba de la mujer para sentarse en un sillón junto a Mario. Eran los únicos dos que no peleaban por la hembra embramada, tranquilos bebían y observaban mientras mas de dos docenas de manos trataban de tocar un pedazo de piel. El que tenía suerte podía por un segundo tocar su vulva ya cubierta de lenguas, o su pecho, muchos se dedicaban a frotar sus penes sobre cualquier parte del cuerpo de Mara que estuviera disponible y ella enloquecía al sentir una multitud de penes, que se imaginaba de todos colores y tamaños, frotándose contra sus pies, muslos, vientre, pechos, cara y cabello. Sintió un pene en cada mano y con manos trémulas por el deseo los apretó y manipuló como pudo, tratando de darles placer. Sentía cada centímetro de su piel cubierto y aún rogaba porque aquello solo fuera el principio. Algunos comenzaron a venirse por el exceso de excitación y eyacularon sobre su vientre y pecho. Su rostro y cabello quedaron cubiertos de semen mientras Mara buscaba con la boca las fuentes de éste para tratar de exprimirles cada gota sonriendo como una traviesa que solo jugara un inocente juego.

-Ya descubriste lo que realmente eras y veo que eres la más puta que he conocido- le decía Mario - se me hace que te voy a cumplir otra fantasía. En la casa de la Juana nos dan descuento de estudiante- dijo riendo - pero si llevo a una hembrita tan rica, fina y caliente como tu de seguro me da servicio gratis de por vida. Ahí si que te ibas a poder dar vuelo con el que quisieras-.

Mara escuchaba excitada la fantasía de Mario mientras lamía y acariciaba los cuerpos de sus alumnos convertidos en maestros, pero lo que no sabía era que no se trataba de una fantasía, era una amenaza bestial, que por lo real excitaba al vago al imaginarsela humillada al más bajo nivel.

  • Es una casita humilde- siguió diciendo entre sorbos de tequila

-pero ya vemos que estás dispuesta, como tú dijiste, a satisfacer a jornaleros, mecánicos, albañiles, a cualquiera, tú dijiste-

-Si, si- contestaba ella inconsciente del peligro en el que se ponía al excitarse con tal fantasía. Mara podía caer en una trampa de la que su propio deseo podría no dejarla escapar jamás.

Mario rió obscenamente -La mejor puta de la ciudad por diez pesos- gritó burlándose de Mara , y sonriendo maquiavélicamente fijó su mirada donde había descubierto una de las cámaras escondidas cuya imagen era llevada a un hombre que, se imaginaba, sufría pero también disfrutaba el espectáculo a su manera.

Las horas pasaron y todos tuvieron su turno entre las piernas de Mara. Algunos, asqueados por la facilidad con que habían poseído a esa mujer que creían inalcanzable y viéndola rebajada y cubierta de semen de pies a cabeza, se fueron retirando a seguir la fiesta en otra parte, llevándose alguna prenda de la mujer, algún trozo de lo que quedaba de su blusa o sus medias, su liguero, su falda, una bota y, el más afortunado, la tanga de encaje manchada con sus jugos. Solo un grupo de diez, los más atrevidos e inmorales, se quedaron.

Viéndola sucia y fuera de sí Mario ordenó a dos de sus compañeros que llevaran a Mara al baño y la pusieran un momento en la regadera. Dos de los que menos tiempo habían tenido para disfrutarla se apresuraron a obedecer llevándola al baño casi cargándola en vilo. Reían como estúpidos al ponerla bajo el agua fría y verla reaccionar violentamente.

-Toma cabrona- le dijo uno entregándole un jabón- lavatelo rápido para que te lo sintamos limpiecito- los dos volvieron a reír. Mara con gesto serio empezó a enjabonarse lentamente.

-Lavenme ustedes, por favor, usenme a su gusto, me merezco que me usen como un objeto de placer, quiero aprender- les dijo y los tipos sin pensarlo dos veces se metieron bajo el agua junto a ella y comenzaron a manosearla. Uno le quitó el jabón de las manos y empezó a masajearle los senos con este mientras Mara se apoyaba en ellos rodeándolos con sus brazos por los hombros para que la trabajaran a placer.

-Entre las piernas, amor- le dijo Mara, respirando por la boca, al que manipulaba el jabón sobre su cuerpo y el tipo, llevando el jabón entre las piernas de la mujer, le frotó la vulva con movimientos cadenciosos mientras el otro la besaba en la boca.

-Ya sé como te vamos a lavar por dentro chiquita- dijo el que manipulaba su vulva y enjabonándose la erección le pasó después el jabón a su amigo para que hiciera lo mismo. Luego poniéndose uno a cada lado de ella, por delante y por detrás, la abrieron de piernas y la penetraron, uno por el ano y otro por la vagina, mientras Mara sentía que despertaba con renovada lujuria al contacto del agua fría y el de sus amantes maestros.

Los que esperaban en la recamara, riendo y bromeando se quedaron boquiabiertos al ver a sus amigos traer del brazo a Mara tan fresca como si apenas empezaran, casi convertida en otra mujer, chorreando agua por su cabello y todo su cuerpo, con una gran sonrisa en el rostro, y una risa divertida que ahora surgía limpia y abierta de su garganta, como si toda su vida hubiera estado acostumbrada a entregarse sin inhibiciones a todos los hombres que la desearan. Mara se recostó sobre la cama estirandose y luego, poniéndose a gatas, con la boca entreabierta y el cabello alborotado y mojado, comenzó a mover el trasero sensualmente, gimiendo escandalosamente como si la estuvieran penetrando, provocando a los machos que tanto deseaba entraran en acción. Su cuerpo, empapado completamente, parecía una esbelta estatua de deseo y todos sus músculos, tensos, se le dibujaban bajo la piel haciéndola lucir más deseable.

-Pinche cabrona degenerada, todavía quiere más- dijo Mario, nuevamente enardecido, mientras Mara reía roncamente al oír estas palabras.

El tipo se acercó a Mara y de un tirón le arrancó el liguero de cuero que llevaba a la cintura, la única prenda que aún portaba aparte del sucio paliacate con que le habían cubierto los ojos. Estirando la prenda en sus manos Mario empezó a respirar profundamente.

-A ver si con un poco de castigo despiertas- dijo y luego, tomando impulso comenzó a flagelar las nalgas de la deseosa hembra, que gozaba con cada embate. Mara gemía y berreaba como un animal, alentando a su maestro, llorando de placer desbordado por la auto humillación. Mario dejó de golpearla al ver sus nalgas ya enrojecidas y arrojó el liguero a un rincón para ponerse luego a lamer a la mujer en la parte castigada. La sensación fue enloquecedora para ella que movía el trasero como un animal embramado, la tibia lengua en su sensibilizado y palpitante ano era a la ves un placer y dulce alivio lo que la hacía venirse en orgasmos que le hacían correr de nuevo sus jugos vaginales por los muslos.

-Quiere de a perrito- le dijo alguien a Mario y este aceptó la sugerencia. Hincándose tras Mara se acomodó para penetrarla por detrás, lo que hizo rápida y hábilmente, luego tomándola del cabello empezó a jalar su cabeza con cada embestida de su miembro como si montara una yegua provocándole a Mara un dolor que aunado al morbo de esta nueva humillación le daba un inconmensurable placer. Por su propia desenfrenada acción y el movimiento frenético de las caderas de la hembra Mario eyaculó pronto separándose de ella para cederle el lugar a sus enardecidos compañeros.

El grupo se fue repartiendo entonces las cavidades de la mujer y la iban penetrando de tres en tres por boca, ano y vagina. Al separarse de ella un trío, Mara, inmediatamente, estiraba los brazos invitando a los siguientes hasta que todos la penetraron de esta forma. Luego, a instancias de Mario, la penetraron dos en la vagina al mismo tiempo, con el pleno consentimiento de Mara que aceptaba gustosa cualquier idea de sus maestros que la pudiera humillar y rebajar como a una ramera. A oídos de Pablo llegaban claramente los chasquidos del sexo de Mara al ser penetrado así como el chasqueo de su boca al succionar los penes que le ofrecían uno tras otro en una sucesión que a Pablo le parecía interminable.

Los tipos se fueron excitando aún más al ver que no había límites para la lujuria de la mujer que les permitía realizar sus más perversas fantasías por sucias o dolorosas que fueran.

-Este tipo debe de tener juguetes que podamos usar para seguir la fiesta- dijo Mario viendo las cómodas junto a la cama. Y todos comenzaron a hurgar en los cajones. Solo uno se quedó penetrando a Mara aprovechando el momento para disfrutarla el solo y ella se lo agradecía prestándole también especial atención. Uno de los tipos, levantando un vibrador sobre su cabeza, les llamó la atención a sus compañeros de juerga con una risa histérica. Y todos se pusieron a observar mientras este encendía el aparato y penetraba con el a Mara a la que ya habían puesto de espaldas sobre la cama. Los otros quisieron participar también y siguieron buscando. Uno de los que habían llevado a Mara al baño recordó haber visto algunas cosas y fue al baño de donde volvió con el cepillo del retrete y con el grueso mango del mismo penetró a la mujer por el ano, metiéndolo y sacándolo sin recato como si lo hiciera en un pedazo de carne insensible. Mara levantaba las piernas aceptando y gozando el doble castigo, pues en su mente sentía que lo merecía por haber cedido a sus más primitivos instintos.

-Si le vamos a meter dos vergas por el ano habrá que abrirle un poco más el culito como a Lulú- dijo el segundo riendo al ver lo que hacían sus compañeros.

Mario sonrió y asintió con la cabeza como aprobando su idea. El tipo salió y volvió un momento después con la escultura con que habían vejado a Lulú C., chorreando ya aceite de cocina.

-Háganse a un lado- les dijo a los que castigaban a Mara y mostrándoles el falo de piedra. Los tipos rieron al verlo tan solemne con semejante monstruosidad en las manos.

-pónganmela de a perrito- les dijo y los tipos obedecieron poniendo a la mujer a gatas sobre la cama. -esto es para ti mi reina- le dijo luego a Mara poniéndole la escultura al alcance de la mano para que supiera con que la iba a penetrar. Mara la tocó e inmediatamente supo de qué se trataba, la escultura que tanto decía odiar, ahora sabía que la odiaba porque le recordaba lo que tanto quería mantener oculto y que ese objeto le recordaba, su impetuoso y desbordante deseo.

Apretando la sabana en sus puños Mara puso su cuerpo rígido, agachó la cabeza y levantó las nalgas esperando a que el segundo comenzara el castigo.

El tipo tomando un poco del aceite que escurría del objeto con dos dedos penetró el pulsante ano de la hembra que se estremeció flaqueando en su anterior entereza y mordiendo también la sabana al pensar que eso no era ni una fracción de lo que sentiría después.

-Hazlo ya, no me hagas sufrir más- le dijo gimiendo, contrastando con Lulú, Mara pedía ser penetrada con el objeto de una vez.

El segundo acomodó la punta de la escultura en el ano y se detuvo un momento.

-Te va a doler el culo, ya tengo experiencia en esto- le dijo riendo - te lo voy a dejar bien abiertito para que te podamos culear de a dos-

-Hazlo ya, imbécil, metela y cállate- le dijo ella enfurecida.

El tipo solo sonrió y como venganza la penetró con buena parte del objeto de un solo golpe. Mara exhaló un lánguido gemido apenas audible, como si toda la vida se hubiera preparado para ese momento y luego, cuando el tipo comenzó a mover el objeto, empezó a gemir como si de golpe se sintiera liberada de las inhibiciones que siempre la habían atado, como si aceptara su nueva condición, la que siempre había temido, negado y reprimido. El tipo, al verla gozar tan descaradamente, le sacó el objeto para luego forzarlo en su vagina, lo que incrementó los gritos y gemidos de la impúdica hembra. Pablo, en el cuarto de edición, había visto todo sin moverse, como congelado pero excitado por dentro, disfrutando dolorosamente también la flagelación a la que era sometido su corazón y su ego, pero disfrutando también el lado oscuro de toda la situación, la vejación de la mujer, el deseo, el morbo, todo esto le provocaban una erección que ya viendo a su novia completamente vencida por el deseo, se empezaba a frotar nerviosamente. Hasta que Mara empezó a llamarlo. Entre gemidos y aullidos provocados por el dolor y placer que le daba sentirse penetrada por tan tremendo objeto, llamaba a Pablo al que creía ausente y lejano, pero no pidiéndole perdón o arrepintiendose de lo que hacía sino pidiendo su comprensión a pesar de todo, como disculpándose por haber permitido que esos hombres vejaran el cuerpo que él tanto amaba y traicionar su cariño cediendo a su sucio e imperdonable deseo. Pablo perdió todo rasgo de placer y comenzó a llorar desconsoladamente mientras veía en las pantallas como los tipos, inescrupulosamente se volvían a repartir las cavidades del cuerpo de Mara para penetrarla y gozarla todos a una vez, frotando y tallando otra vez sus penes sobre su cuerpo los que no alcanzaban a penetrarla, tirando de sus cabellos y prácticamente ordeñando sus ya magullados pechos, esa noche no hubo un solo resquicio del cuerpo de Mara que esos hombres no conocieran y usaran para su placer. Todos, uno tras otro, volvieron a pasar entre las piernas de la mujer que, ya agotada y vencida, parecía una muñeca de trapo.

Todavía en la oscuridad de la madrugada, Pablo vio, con ojos enrojecidos, como los tipos que quedaban levantaban el cuerpo vejado, golpeado y desnudo de Mara de la cama y se la llevaban con ellos a la calle. Deteniéndose frente a la puerta donde Pablo podía verlos por la cámara de vigilancia. Podía adivinar que Mara tiritaba por el frío, y como alguno todavía la sobaba y manoseaba antes de despedirse. Mario surgió de la oscuridad montado en su motocicleta y dos tipos acomodaron como pudieron a Mara en el asiento tras él y se marcharon cada uno por su lado. el tipo acelerando la motocicleta volvió el rostro hacia la cámara y con una sonrisa maliciosa hizo un gesto de saludo y se volvió a hundir en la oscuridad de la que había llegado solo que esta vez llevándose lo más importante que había habido en la vida de Pablo.

Mara conocería la realidad que quiso enmendar con su trabajo pero que en verdad nunca había conocido, porque siempre la evitó temerosa de ceder a lo que le pedía su interior. Y Pablo iba a conocer el infierno de los remordimientos y la culpa. El juego había terminado y la trampa se cerraba, lenta, pero seguramente sobre ellos.

La historia se cierra con

La Trampa: Epilogo