La Trampa (3: Angela)

Pablo càsi escapa de las garras de sus propias filias, pero ahora està a punto de vivir sus mas profundas fantasìas y su peor pesadilla.

La Trampa (3: Ángela)

Continuación de La Trampa parte 2 http://www.todorelatos.com/relato/58779/

Pablo respiró aliviado de que Mara no hiciera ninguna mención de haber hablado con Mario, pero el temor de una indiscreción se alojó en algún lugar oscuro de su mente desde donde, como un demonio, lo atormentaba cuando Mara no estaba con él y no lo dejó descansar a partir de ese momento.*

Pero lejos de esos momentáneos remansos de paz en que disfrutaba de la compañía de su novia, estaban las sesiones que siguió llevando con los vagos que sin darse cuenta había adoptado como sus socios.

En ese otro mundo, oscuro y ardiente como el infierno, en el que se hundía poco a poco, viendo como sus amigas y amantes se dejaban humillar y vejar por placer. Pablo esperaba que sus socios se cansaran y un día no volvieran, pero ellos no perdían entusiasmo y al contrario parecían ir aprendiendo más de cada mujer y exigiendo aún más como cuando le pidieron a Pablo que llevara a dos mujeres a una sesión, a lo que el se negó alegando que eso no era lo que quería el comprador, pero en realidad pensaba que así se perdería algo de la sensación de sumisión de las "victimas" que tanto morbo y placer le despertaba.

Y así siguió llevándoles las mujeres y su lista fue disminuyendo, ya no se le ocurría a quien podía llevarles pues unas ya hasta habían repetido y otras se negaron siquiera a volver a hablarle por vergüenza. Llevó incluso a Mónica P., una empleada de sus tiendas de electrónica, a pesar de que se había prometido no seducir a sus empleadas para evitarse problemas, pero con tal de satisfacer sus bajas pasiones la engatusó y se las entregó al trío de patanes.

La chica, altiva y elegante, cedió rápido como las otras al juego, pero extrañamente más sumisa que todas se dejaba hacer solo gimiendo y adoptando las posiciones que le pedían y a pesar de que ellos la manipulaban y penetraban como salvajes ella los acariciaba y besaba amorosamente en cada rincón de sus cuerpos y así mientras uno la penetraba analmente, ella, incólume, besaba dulcemente el pene de otro como agradeciéndoles el trato que le daban.

Tras esta sesión Pablo se dió cuenta de que había agotado su lista y aunque Claudia aun le rogaba repetir ya tenía cuatro videos de ella y francamente no le atraía la idea de otra sesión con ella, tan descaradamente dispuesta. Por lo que, después de mucho pensarlo, le dijo a Mario que buscaran ellos mismos chicas dispuestas a participar, sus amigas, o de su barrio. Pero que las llevaran desde antes con los ojos vendados para que ellas no supieran la localización de la casa y evitarse, todos, futuros problemas. Los tipos se desconcertaron al principio, parecían perdidos al serles cedida la iniciativa, pero luego sus ojos brillaron al pensar en y al nombrar a las mujeres que conocían y a las que según sus palabras les tenían ganas. La idea entonces les pareció estupenda.

El trío no volvió en cuatro días y Pablo aprovechó el tiempo para instalar más equipo así como una cámara en el vestíbulo para captar todas las acciones desde que entraban por la puerta hasta llegar al dormitorio. Instaló también un cerrojo eléctrico para poder abrirles la puerta con un botón desde el cuarto de edición y no perder detalle.

Pablo se encontraba tratando de ajustar la imagen del monitor de la cámara que mostraba la sala sin lograrlo pues aun se veía brumoso, cuando oyó el timbre de la puerta y en el monitor de esta vio la figura de sus socios con una cuarta figura. Apretó el botón de la puerta y ésta se abrió ante el asombro de los tipos dejándolos entrar.

-Pásale prietita- le dijo el segundo a la chica que guiaban al interior vendada de los ojos con el paliacate de Mario. La chica se enfureció.

-No me llamen así, me llamo Adriana. Corrientes!- Los tres se rieron de ella. Pablo recordó que les había pedido que al entrar dijeran en voz alta el nombre de la "victima" para que quedara como titulo del video y al parecer esta primera vez lo habían olvidado pero la chica, sin saberlo, enmendó su error.

-No te esponjes morena- le dijo a la chica el de expresión estúpida provocando otro enojo en esta que le hizo golpear en el suelo con la planta del pie.

-Vente chiquita, acá está la acción- le dijo Mario llevándola del brazo.

-Pero ya dile a tus idiotas que se vayan, no se que hacen todavía aquí- contestó ella.

El vestíbulo estaba oscuro y Pablo no distinguía las facciones de la chica hasta que entraron en la luz del dormitorio. Ahí Pablo pudo observarla bien, era una joven de unos 18 años, por la ropa, una faldita de mezclilla y una sencilla blusa floreada, se dió cuenta de que sería de la misma clase social que sus "amigos", quizá hasta del mismo barrio. Era una morenita preciosa con el pelo hasta los hombros, las piernas bien torneadas y el pecho ya desarrollado. La novedad de la chica hizo despertar los sentidos del Pablo y le provocó nuevas sensaciones placenteras. Se imaginó uniéndose al grupo, lamiendo las piernas de la chica y estrujando sus pechos, pero no se atrevía, el morboso placer del observador era más fuerte y lo mantenía clavado al sillón y frente a los monitores.

En la habitación el trío rodeaba a la chica y ésta enfadada los encaraba a pesar de estar en desventaja y con los ojos vendados.

-Ya sálganse ustedes dos, esto es privado entre Mario y yo- les dijo. Ellos solo rieron.

El segundo se plantó tras ella y le rozó con el bulto que llevaba en los pantalones sobre la telita que cubría pero no disimulaba las nalgas de la chica. Ella solo acertó a pronunciar el nombre de Mario y éste, poniéndose en acción, la desnudó rápidamente y la ató a la cama.

La fugaz visión de las paraditas nalgas de la chica enloqueció a Pablo que ya se frotaba desaforadamente. La chica sorprendida pedía explicaciones, pero el trío sin responderle la violó entre los llantos y gritos de protesta de ésta, mientras Pablo en el otro cuarto disfrutaba sin tomar conciencia de la atroz escena que realmente estaba viendo.

Los tipos se saciaron en ella como si fuera un monigote desmadejado, se sintieron con derechos de hacer con ella lo que quisieran al saberla de su misma clase al contrario de las otras mujeres anteriores. La chica cubierta en lágrimas parecía como fuera de sí mientras los vagos en los que alguna vez confió la volteaban, la penetraban y luego se la pasaban entre ellos. No tuvieron mucha imaginación y las variantes de posturas no abundaron pero el morboso placer que le daba la violación enloqueció de placer a Pablo que evadía la realidad imaginándose como quedaría todo en el video como lo editaría y como éste tendría un gran éxito.

En la madrugada los tipos se fueron llevándose a la chica con ellos y volvieron más tarde por su pago. Pablo parecía poseído y esta vez era él el que, enajenado, les preguntaba cuando volverían con otra chica.

-Mañana en la noche- le contestó Mario mientras salía sin voltear el rostro.

El día y la noche siguientes le parecieron una eternidad a pesar de que se mantuvo ocupado editando el video de Adriana, lo que además no era más que un pretexto para volver a disfrutar las imágenes de la noche anterior. Ya rara vez comía bien, siempre se le olvidaba, y solo se bañaba y rasuraba, más bien como un rito de purificación que por necesidad, para poder presentarse ante su novia.

La noche siguiente la expectación lo estaba matando, constantemente revisaba la hora en su reloj. A las diez treinta los tipos aún no aparecían.

-Es que no vendrán? quizá no consiguieron a la chica- se decía en voz alta cuando el rugido de las motocicletas lo sacaron de sus cavilaciones. Corrió al cuarto de edición y esperó a que los tipos llegaran a la puerta, checó los monitores y se dió cuenta de que el de la sala todavía no se veía claro - No importa- se dijo -si lo dejo así le añadirá mas morbo a todo, además de que rara vez pasa algo ahí-.

El grupo llegó a la puerta y al abrirse esta y cruzarla alguno de ellos dijo un nombre -Alba Lilia C.- en voz alta. La chica se sorprendió.

-Que? por que me hablan? que pasa?- ellos no le respondieron, parecían muy concentrados en su tarea. En el camino al dormitorio el de expresión estúpida iba metiéndole la mano entre las nalgas a la chica, casi haciéndole a un lado el diminuto pantaloncito corto y ésta solo reía y se sacudía del contacto.

Al llegar a la habitación, ya como costumbre de los "socios" de Pablo, el trío se paró a unos metros alrededor de la chica como si supieran que Pablo quería un minuto para captar todos los detalles de la apariencia de la chica, y no se equivocaban.

Alba Lilia era una deliciosa chaparrita, morena de pelo largo y carita simpática, vestía esa especie de sandalias de plataforma y tacón alto que hace a algunas mujeres parecer aún más sensuales. Llevaba también un pantalón corto de tela ligera y una camiseta blanca sin mangas y sin brassiere, pues eran evidentes sus erectos pezones a través de la ligera tela.

La chica reía picaramente, parecía saber de que iba el juego y estar dispuesta a participar plenamente en el. Por el trato familiar que le daba el trío parecía que se conocían desde hacía tiempo y por esto y por la evidente complacencia de la chica no la sometieron como a Adriana. A pesar de que la chica era muy ardiente la sesión no complació a Pablo y, terminada ésta, habló con Mario y le dijo lo que pensaba, que quería que fueran más fuertes con las chicas y las sometieran.

Mario le ofreció a la chica que aun yacía sobre la cama, le decía que ésta estaba más que dispuesta a recibirlo también a él, pero Pablo asqueado se negó y el repitió sus peticiones, no pensaba compartir con un tipo al que consideraba tan bajo y vulgar, a pesar de que ya lo hacía, sin aceptarlo, al participar en las sesiones desde la otra habitación.

Mario respondió a las indicaciones con un "si, patrón" que era mas una burla irónica que una aceptación y esto enfureció a Pablo, pero al mismo tiempo le dió temor pues creyó sentir que también estaba perdiendo control sobre sus "socios."

La siguiente sesión mejoró, en opinión de Pablo pues, aunque la chica, Ángela B., era también complaciente, los tipos la trataron como él les pidió, como una ramera sobre la cual tenían derechos, y la sometieron a todo tipo de bajezas que la chica aceptó sumisa.

Después de poseerla cada uno como quiso, Mario, deshaciendo los nudos de las cuerdas, le anunció que la iba a penetrar por el ano. La chica se alarmó, a pesar de la venda sobre los ojos se podía ver en su rostro que todo rasgo de placer había desaparecido para ser substituido por una mueca de terror.

La chica, ya libre de sus ataduras, se arrinconó contra la cabecera de la cama y los secuaces de Mario, sin que éste se los ordenase siquiera, la sujetaron y la obligaron a ponerse en cuclillas y luego la hicieron bajar la cabeza hasta que su rostro estaba pegado a la cama, sujetándola, uno de cada lado, de los tobillos y muñecas. La chica, sometida ahora contra su voluntad, sin poder mover su cuerpo trataba de volver el rostro lloroso hacia sus atacantes suplicándoles que no le hicieran eso, por lo que más quisieran, les rogaba.

El líder del trío ni siquiera la escuchaba, parecía concentrado en las nalgas entreabiertas de Ángela, con la vista fija en el ano de la chica.

-Ahora sí, mamacita. te van a dar por el culito- le dijo el segundo al ver que Mario se acercaba a ella. la chica se sacudió en un último intento por liberarse. Mario se hincó entre sus piernas y le empezó a acariciar las nalgas pasándole casualmente una mano por la vulva. La chica se estremeció y luego pareció congelarse, como un animal en peligro, sin mover siquiera un solo músculo. El tipo le metió un dedo en la vagina para humedecerlo en los jugos de la chica y luego embarrárselos en el ano. La chica comenzó a temblar de nuevo y con cada intromisión del dedo en su cuerpo se quejaba como si le doliera profundamente.

Mario, entonces, con una mano le abrió las nalgas a la chica y con la otra acomodó su pene sobre el ano, rozándolo apenas con el glande como jugando con ella. La chica pareció encogerse y en ese momento, en que la veía más indefensa, la penetró hasta que sintió el contacto de las nalgas de Ángela sobre su vientre. La chica pareció tragarse un tremendo grito de dolor que terminó ahogándola y anegando sus ojos de lágrimas.

-Con razón no quería que la culearan- dijo el de expresión estúpida... - si estaba bien apretadita todavía-.

-pero ya no. eh Mario?- respondió el segundo dirigiéndose a su líder pero éste no parecía escucharlos. Estaba concentrado, disfrutando como un animal por el temor y la reacción de la chica, introduciendo y moviendo su miembro en el recto de Ángela que no dejaba de sollozar al tiempo que musitaba sin cesar un nombre, quizá el de su novio, o su amor secreto, al que llamaba quizá arrepentida de haberse prestado a ese juego y a quien de seguro no se atrevería ya a volver a ver los ojos. Esta reacción de la chica estremeció a Pablo, moviéndolo a la ternura momentáneamente, pero cuando Mario renovó sus esfuerzos penetrándola aún con mas fiereza la chica dejó de hablar y empezó a aullar de dolor y placer lo que hizo que Pablo olvidara sus sentimientos y se concentrara en sus egoístas sensaciones y perversas fantasías. Las acciones de los tipos sobre su cuerpo encendieron de nuevo a Ángela que olvidó nuevamente su atormentadora conciencia y se hundió totalmente en la inconciencia del placer físico.

Al llegar la madrugada los tipos se cansaron y dejaron a la chica sobre la cama hecha un mar de lágrimas y un manojo nervioso de arrepentimiento.

Después de que se llevaron a Ángela y volvieron, Pablo les dió el doble de lo que normalmente les pagaba, satisfecho por la chica que habían conseguido y por la forma en que la trataron para su deleite. Los despidió entusiasmado en la puerta diciéndoles que consiguieran más chicas así no importando lo que tuvieran que hacer.

Al día siguiente mientras se acercaba la hora de encontrarse con su novia para cenar, los remordimientos lo empezaron a acosar. Ya con la mente fría se dió cuenta de que la chica, aunque en un principio participativa, al final fué realmente violada y se dió cuenta del morboso placer que esto le provocaba, a pesar de que la imagen de la chica llamando a su novio volvía a invadir su mente a intervalos reviviendo su sentimiento de culpa.

*Parte 4 –

Tras darse un baño y al momento de salir a su cita, Pablo se sentía purificado, todo había quedado atrás, en ese otro mundo en el que él era otra clase de ser con el que Mara, su novia nunca se relacionaría, por eso tenía que permanecer secreto y lo más lejano posible de ella.

Durante la cena Mara no hizo más que hablar de su trabajo y desechó cualquier otro tema trivial que Pablo traía a colación para aligerar el ambiente. Mara parecía fría, esquiva, más aún que en las citas anteriores, pues Pablo se dio cuenta de que ella poco a poco se empezaba a alejar de él.

Ella mencionó en la conversación que dos de las chicas de la clase de secretariado no habían vuelto al centro y que al ir a buscarlas a sus casas, a través de terceros se habían negado a recibirla y esto la tenía algo contrariada y distraída le dijo a manera de disculpa cuando Pablo le preguntó por que actuaba tan distante.

-"Será por esto?"- se preguntó Pablo mentalmente. Quizá se había enterado de su juego y ahora se lo echaba en cara disimuladamente haciéndolo sufrir con sus insinuaciones y su frialdad. O quizá empezaba a sospechar algo por rumores en su trabajo en el centro y ahora veía su amor por él disminuirse gradualmente por la sospecha.

Al terminar la cena la llevó a su apartamento y al tratar de entrar con ella fue sorprendido cuando Mara, poniéndole la mano en el pecho, lo detuvo arguyendo que tenía que levantarse temprano.

Pablo empezó a imaginarse lo peor, seguramente ella se había enterado y por eso se habría enfriado su relación llegando en algún momento al borde de la ruptura. Pablo horrorizado, se dijo que terminaría pronto con sus aventuras y reconquistaría a Mara, se casarían y todo aquello quedaría en el pasado. Pero sabía que se mentía, que no se cumpliría esa promesa a si mismo y seguiría con sus sesiones un tiempo más hasta sentirse completamente saciado y liberado de tan bajos deseos. Así, engañadose así mismo, se durmió, someramente aliviado por los planes de cambio, completamente agotado a altas horas de la madrugada.

Al levantarse a las once de la mañana del siguiente día Pablo se sentía cansado y adolorido como un adicto. se sirvió un vaso de whisky para pasarse un puño de aspirinas y se recostó en el sofá de la sala para dormirse de nuevo y ahí permaneció el resto del día, recuperando fuerzas, hasta que llegó la noche. Lo despertó el timbre del teléfono con el terrible dolor de cabeza que, en vez de menguar, había aumentado. sobresaltado por el repentino y agudo sonido con trabajos encontró el aparato en medio de la oscuridad que lo rodeaba. al acercarse el auricular al oído oyó una voz entrecortada que apenas se escuchaba.

-Esta noche hay trabajo- le dijo la voz en el teléfono y colgó. Pablo reconoció la voz que lo estremeció borrando parte del dolor de cabeza que sentía. Tanteando encontró el interruptor de la lámpara encendiéndola. La luz lastimó sus ojos aumentando de nuevo el dolor. al enfocar la vista pudo ver su reloj y se dio cuenta de que eran las siete de la noche.

-Tan temprano?- se dijo a si mismo -Si encontraron una chica llegarán en medio hora- Pensó por lo que se levantó apurado y encendió todas las luces para luego instalarse en el cuarto de edición. No tuvo que esperar mucho para ver a sus "socios" ante la puerta con una victima más. Les abrió la puerta con el interruptor desde el cuarto de edición e inmediatamente escuchó el nombre de la chica.

-Lulú C.- dijo el segundo levantando la voz a lo que la chica respondió "Presente" entre risas. Todos festejaron su broma escolar. El grupo llegó hasta el vestíbulo donde Mario les pidió que esperaran mientras tomaba la mochila que la chica llevaba al hombro para arrojarla en la sala camino a la cocina. En ese instante Pablo pudo ver algo de la indumentaria de la chica que platicaba nerviosamente con sus acompañantes a pesar de tener los ojos vendados. Vestía un típico uniforme escolar de preparatoria privada o de algún internado de señoritas, una blusita blanca, simple, con el escudo de la escuela sobre el pecho, zapatos colegiales negros y tobilleras. El único atrevimiento que se permitía y que a final de cuentas delataba su verdadera personalidad era una faldita azul marina demasiado corta para ser del largo oficial de su escuela y que dejaba ver en su totalidad sus bronceadas y bien formadas piernas.

La chica bromeaba inocentemente con los dos tipos riendo de que cada palabra que le dirigían, cuando Mario llegó con una botella de tequila en la mano. La destapó, le dio un trago y se la pasó a sus compañeros. El aroma del alcohol llegó hasta la delicada nariz de la chica, que protestó.

-Están tomando? no sean malos- les dijo quejándose con un acento educado- dijeron que me iban a traer a la fiesta secreta de su club, que me iban a presentar a sus amigas, me iban a hacer miembro y luego me podía ir a mi casa temprano porque no he llegado desde que salí de la escuela-.

-Así es- le contestó el segundo riendo y limpiándose de la boca unas gotas de tequila.

-Solo espero que no fumen, en la fiesta. Dijeron que las chicas podíamos tomar solo jugo de naranja, verdad? mi mama me mata si llego a la casa oliendo a alcohol-

-No es precisamente eso lo que va a oler la piruja de la suegra, güerita- le dijo el de expresión estúpida provocando que el segundo, molesto le diera un golpe en la cabeza para callarlo.

Tras un segundo trago cada uno y cerrar la botella, guiaron a la chica al dormitorio. Ya ahí, Pablo la reconoció, la había visto varias veces en el supermercado acompañada por su madre, una mujer de sociedad de aspecto elegante y modales rebuscados. En esas ocasiones la chica, evitando la mirada de su madre, le había coqueteado descaradamente guiñándole sus ojos azul oscuro. Pero en esa ocasión sus ojos era lo único que no estaba a la vista y Pablo deseó que esos tipos le tuvieran respeto por su clase y no se propasaran e hicieran con ella lo que él había pensado hacerle en aquellas ocasiones en que se la encontró.

Los tipos la pusieron, como era su costumbre, en posición para ser observada por Pablo sin saber que esto era innecesario pues él ya la conocía y se había imaginado cada parte de su cuerpo en sus fantasías.

-Donde están todos los de su club?- comenzó a quejarse la chica

-no oigo ninguna fiesta- Los tres vagos empezaron a desnudarse y el ruido y la falta de respuesta puso nerviosa a la chica que empezó a frotarse el brazo y a hacer pucheros con su carnoso labio inferior, lo cual hacía cuando se sentía insegura.

-Que pasó? dijeron que me iban a presentar a sus amigas y que me aceptarían como miembro- les repitió ya asustada.

-Aquí están nuestras amigas- dijo el de expresión estúpida frotandose la erección.

-y aquí está la introducción del miembro- le dijo el segundo rozándole el pene en la parte posterior de sus piernas.

-Que quieres decir? no oigo nada. que fue eso?- les preguntó ella sobresaltada y temblando. El segundo se plantó tras ella empujando su pelvis contra las nalgas de la chica al tiempo que con una mano se aferraba a su erguido pecho y con la otra buscaba su pubis.

-Que hacen?- gritó ella sollozando y corriendo hasta tropezar con la cama donde calló de bruces. Mario la puso de pie nuevamente y acercó su rostro a ella para hablarle al oído.

-No te me vas a hacer la mensa ahora. Sí desde un principio sabías que te traíamos aquí para rolarte entre nosotros tres y partirte el biscocho- La chica se quedó inmóvil, con expresión de muda sorpresa mientras los tres tipos comenzaron a manosearla por encima de sus ropas. Mario le abrió la blusa de un tirón y los botones volaron por toda la habitación dejando al descubierto un sostén negro que le quedaba algo grande a la chica. quizá tomado del cajón de su madre para sentirse mayor.

-Perate tantito, quiero olerla así- dijo el segundo haciendo que la chica se doblara hacia adelante, a lo que ella, todavía sin ser capaz de reaccionar, no se resistió.

-Ahí deténganmela- Les pidió el tipo a sus compañeros mientras se agachaba a la altura de las nalgas de Lulú. La visión era de locura. Lulú llevaba unas braguitas con estampado de patitos y que se le empezaba a meter entre los glúteos por la forzada posición en la que se encontraba. El tipo metió su rostro entre éstos y aspiró profundamente, absorto en el placer que esto le daba. En esto estaba cuando abrió los ojos y notó una manchita de humedad en la entrepierna de la prenda.

-Ya se está poniendo cachonda. está mojadita- les dijo a sus compañeros poniéndose de pie. Mario volvió a incorporar a la chica y volvió a la faena de desnudarla mientras los otros se sentaban en la cama para contemplar el espectáculo mientras se masturbaban. El tipo se mordió el labio inferior pensando en su siguiente maniobra. Se agachó, tomo la falda de la chica por la bastilla y se la arrancó de un tirón arrojándola luego junto a la cama. Lulú se sobresaltó visiblemente y por puro instinto levantó los brazos hasta su pecho e intentó juntar las rodillas. El tipo de expresión estúpida levantó la prenda desgarrada y empezó a frotarse la erección con ella mientras seguía observando a su líder manipular a la chica. Mario se paró tras la joven y empezó a besar su cuello y oreja. Lulú gemía quedamente, como si no quisiera delatarse y el tipo procedió a despojarla de la blusa y luego el poco ajustado brassiere, que fue a dar a las manos del segundo que empezó a masturbarse con la prenda imitando a su compañero. La engañosa prenda dejó al descubierto un par de macizos y bien formados pechos, coronados por un par de rosados pezones que ya empezaban a dar indicios de excitación.

Luego el tipo se puso de rodillas, aún a espaldas de la chica, y tomando las braguitas por los bordes empezó a bajarlas lentamente hasta que, al llegar al piso, la chica movió los pies, saliéndose de la prenda, cooperando sumisa o temerosamente. Mario se sentó junto a sus amigos en la cama y se dedicó a disfrutar la visión de la chica de pie, bajo la luz, desnuda, delirante, con unos pechitos perfectos, unas caderas redondas y un precioso pubis tupido de rubio vello. Toda aquella femineidad contrastaba enormemente con los zapatos colegiales y las tobilleras que aun portaba la chica. Los tipos parecían tener los mismos gustos que Pablo pues nunca hicieron el intento de despojarla de estas ultimas prendas. Pero el punto culminante de la escena vino cuando la chica, rascándose nerviosamente el muslo, les preguntó que pretendían hacer con ella, con una voz enloquecedoramente inocente.

Mario manoteó a sus compañeros para que desocuparan la cama y luego guió a la chica, trémula y nerviosa hasta la misma donde la acostó. ella volvió a preguntarle que pretendían hacerle con voz quejumbrosa y mientras Mario la ataba a la cama le comenzó a hablar al oído, pero lo suficientemente audible para que su voz quedara impresa en la cinta de video.

-Mira chiquita. Sabes? muchas como tú nos han despreciado, nos ven feo.- le decía mientras dibujaba círculos con sus dedos sobre el vientre desnudo de la chica. - Aún recuerdo una chica igual a ti que no podía cruzar la calle por un gran charco y no se quería ensuciar sus zapatitos, yo le di la mano para ayudarla a cruzar y ella solo me dio un manotazo y me llamó cochino grasoso. por eso me sorprendí cuando te hablé afuera del centro comercial y no solo me contestaste sino que hasta me seguiste la conversación y por un momento me arrepentí de haberte escogido a ti, pero ya habíamos hablado antes y me habías tratado igual que aquella chica- Lulú tenía expresión de que hurgaba en su mente para encontrar en sus recuerdos ese día en que ofendió a ese joven, pero no sabía que Mario le mentía en eso pero no en todo lo demás, odiaba a las chicas de clase acomodada como ella que tantas veces lo ofendieron y humillaron.

-Y me puse a pensar- continuó diciendo él -que la única razón por la que me hablabas era porque te gusta calentar a tipos como yo y que, quizá sin saberlo por dentro eres una piruja de lo peor. Pero hasta aquí llegaste niñita y nosotros nos vamos a encargar de que descubras a la puta que llevas dentro- diciendo esto Mario bajó su mano hasta meter sus dedos entre las piernas de la chica que se encogió por la sorpresa.

-Este va a ser tu castigo y el de todas las que son como tú, porque lo que realmente quieres de tipos como nosotros es que te tratemos como a una cualquiera, como tu amiga, con la que platicabas cuando te llamé y que salió casi huyendo cuando me vio, la conocí en el centro comercial y cuando quise hablarle me humilló frente a sus amigos llamándome mugroso. Así que decidí seguirla sin que me viera. al caer la noche se despidió de sus amigos y se quedó sola, la seguí al estacionamiento hasta su auto y ahí la apañé y la arrastré al callejón donde descargan la basura y la manoseé a mi gusto. Primero gritó como loca, pero luego empezó a gozar y a gemir pero eso no era lo yo que tenía en mente así que la violé en frío para que chillara como la puerca que es y la deje sin calzones y abierta de piernas tirada entre la basura-.

Las palabras del tipo estaban teniendo un efecto devastador en Pablo que, desaparecido por completo su malestar, se masturbaba en la otra habitación, a pesar del temor de lo que le podían hacer a la chica o quizá por esto mismo se sentía más excitado que nunca.

-Pues aún más que eso vas a conseguir aquí hasta que aceptes que eres una puta-. le dijo Mario a la chica cerrando su discurso.

-No, por favor- se quejó la chica llorando - por lo que mas quieran, haré lo que quieran pero no me lastimen-.

Un dedo que se introdujo en su vagina interrumpió sus ruegos y la hizo pasar saliva. El dedo empezó a salir y entrar de ella con lentitud y la chica parecía rígida como si no supiera si rechazar el ataque o aceptarlo. Era el de expresión estúpida el que estaba maniobrando entre sus piernas y ahora hundía dos dedos en su vagina, la chica gimió por el tratamiento que le estaban dando y el segundo envalentonado por esta reacción se abalanzó sobre su pecho y empezó a estrujarlo y mordisquearlo mientras Mario aun le murmuraba insultos al oído.

-Eres una puta desvergonzada que mojas los calzones a la vista de cualquier macho. Admite que se la mamas a tus maestros para que te den buenas calificaciones y quedar bien con tus papás-

Estas palabras estaban llegando a lo más profundo y oscuro de la mente de Lulú que empezó a soltar el cuerpo y a ceder a sus sensaciones. El de expresión estúpida notó como sus dedos empezaban a bañarse en los jugos lubricantes de la chica y con relativa facilidad le introdujo un tercer dedo a lo que la chica respondió con un audible gemido.

-Así- le dijo Mario entusiasmado -déjate hacer cabrona, que luego vas a andar por las calles rogando que te cojan. Te vas a acostar con todos los riquitos que han sido tus novios y no te van a satisfacer y luego te pondrás blusitas apretadas para que se te vean las chiches y falditas sin calzones para que se te asome el chocho y cualquier perro te lo pueda oler y vas a buscar machos de verdad que te llenen- Mario parecía irse enardeciendo cada vez más por sus propias palabras y la chica movía las caderas sintiendose penetrada y enfebrecida por las palabras que escuchaba.

-Y vas a andar buscando machos, porque sientes que la raja te arde y que te vas a morir si no te la llenan- Mario apenas iba terminado estas palabras cuando la chica llegó al orgasmo entre gemidos entrecortados.

-Ya viste que si eras puta?- le dijo Mario embravecido, sin esperar respuesta, pero la chica respondió aún así.

-Por favor no me lastimen- les pidió ella casi sin aliento.

Pero estas palabras solo enfurecieron a Mario que le metió el pene en la boca.

  • cállate y acepta que eres una puta- le gritó casi en un rugido.

La chica no podía responder se estaba ahogando y buscaba oxígeno desesperadamente. El patán, irritado, sacó su miembro de la boca de la chica y le volvió a preguntar:

-Eres una puta?-

-Si, soy una cualquiera- le contestó ella casi imperceptiblemente

-No me parece muy convincente- le dijo él bufando y se fue a hincar entre las piernas de la chica haciendo a su secuaz a un lado. Levantó a la chica por las caderas y la penetró salvajemente. Lulú lloró, gimió y pidió clemencia, pero no era escuchada. Mientras los secuaces de Mario la manoseaban y observaban las maniobras de su líder como en un trance.

Tras el dolor la chica volvió a dejarse llevar por el placer y sus gemidos volvieron a irritar a Mario que se separó de ella, rodeó la cama y abofeteó su rostro, enardecido.

-Tienes que demostrar que eres una verdadera puta- le dijo entre dientes -y se la tienes que chupar a mi amigo- mientras le decía esto le hacia señas al de expresión estúpida para que pusiera su pene en la boca de la chica al tiempo que el segundo se acomodaba entre sus piernas.

Lulú acepto el pene en su boca con obvio asco y fingía lamerlo para no provocar a sus captores, pero al sentir la tremenda erección que la penetraba por la vagina, con la excitación, pareció mostrar más entusiasmo se olvidó del asco para lamer y chupar el pene con fruición como si esta acción activara el movimiento entre sus piernas. Mario que observaba las acciones como un severo general, se inclinó junto a Lulú y lamiéndose un dedo se lo introdujo luego en el apretado ano, lo que hizo que los gemidos la chica fueran más audibles.

Habiéndose satisfecho en esa posición y viéndola ya abiertamente cooperativa, la desataron y poniéndola boca abajo e intercambiando lugares la penetraron por boca, vagina y ano. La chica puso resistencia al principio pero el ardor la sacó de sí y parecía más dispuesta que nunca a demostrar que era una verdadera puta. Los vagos intercambiaron posiciones una y otra vez turnándose las cavidades de la chica y empezaron a aburrirse. Tomaron una botella de tequila y sujetando a la chica la obligaron a beberse buena parte de ésta. La chica ya parecía no tener control sobre sí misma cuando ellos decidieron que era hora de vengarse en serio y divertirse a su manera.

-Ponla de a perrito- dijo Mario riendo maliciosamente y poniéndola sobre sus manos y rodillas penetraron su vagina con la fría boca de la botella. La chica pareció disfrutar el castigo y no se quejó pues creía que como buena puta tenía que aceptar todo, pues según ella, ya en el delirio de la situación, creía que se lo merecía, por lo que Mario tomándola por las caderas la penetró sentándosela en las piernas de frente a él y luego le pidió al segundo que la penetrara en el ano. Este no la había poseído por esa vía y pronto descubrió que no podría penetrarla con su descomunal miembro.

-Todavía esta muy apretada para mi la cabrona- dijo rascándose la cabeza provocando la burla de los otros. De pronto la cara de el segundo se iluminó con una mueca horrible.

-Ya se como abrirla- les dijo a sus compañeros- pónganla de perrito otra vez-. y diciendo esto salió de la habitación con expresión de enajenado.

Pablo en el cuarto de edición no se imaginaba lo que pretendía hasta que horrorizado lo vio entrar al dormitorio con la escultura de la sala en su mano. Esa misma escultura japonesa que Mara odiaba tanto pues decía que era asquerosa, a lo que Pablo respondía que simplemente simbolizaba una montaña, pero Mara le decía que no era más que una representación fálica. Y ahora Pablo veía la escultura con los mismos ojos de su novia pues en las manos de ese vago la piedra de dos pulgadas de grosor por quince de largo no parecía mas que una monstruosa y fría erección.

En el dormitorio, los tipos rieron bestialmente al ver entrar a su compañero con una gran sonrisa y la escultura en la mano.

  • Agarrenmela fuerte porque ahora si la vamos a hacer chillar- les dijo sin dejar de sonreír. Los tipos sujetaron de los tobillos y agacharon la cabeza de Lulú provocando que el trasero de esta se levantara y sus nalgas se abrieran dejando su ano expuesto.

El segundo se enardeció con esta visión y más aún al ver como el ano de la chica se abría y cerraba ligeramente, palpitante, por lo que él creyó era la excitación y que no era más que efecto de la forzada posición en la que se encontraba. Frotó la fría piedra contra la vulva de la chica recorriéndola en toda su longitud tratando de que se lubricara con los jugos de ésta, pero se dio cuenta de que esto no sería suficiente así que le pidió al de expresión estúpida que se lo llevara a la cocina y lo bañara en aceite.

Cuando el tipo volvió con la escultura chorreando aceite para cocinar se la entregó al segundo que levantándolo como un trofeo sobre su cabeza la acomodó luego sobre el ano de la desprevenida jovencita y de un empujón le metió un par de pulgadas. La chica se estremeció levantando la cabeza como un animal en peligro y pareció ahogarse en un mudo y doloroso quejido.

Tras la reacción y una corta risita maliciosa el tipo siguió forzando la escultura en el ano ya aparentemente vencido y la chica pasó de la sorpresa a la furia y como una verdadera posesa empezó a maldecirlos y a insultarlos, lo que pareció divertirlos más, pues para ellos era algo verdaderamente nuevo ver a una rica princesita humillada así, siendo penetrada por el ano con una fría escultura y profiriendo insultos dignos de un camionero o un borracho.

Tras divertirse con la escultura Mario volvió a penetrarla sentándosela encima para que el segundo, ya fácilmente, pudiera penetrarla por el ano mientras el de expresión estúpida volvía recibir las caricias de la boca y la lengua de Lulú.

Luego siguieron turnándosela entre ellos inventando nuevas formas de vejarla con la complacencia servil de la chica, llegando incluso a pararse sobre la cama para orinar sobre ella y obligarla a bañarse con sus meados.

Por la madrugada se llevaron a la chica, olvidando su pago, la montaron en la moto de Mario, maltrecha y apenas vestida, con la blusa abierta y el pecho al descubierto, la faldita desgarrada amarrada alrededor de la cintura, mal oliente y apenas como la sombra de la chica que había entrado en esa habitación. Ya no sabía Pablo si la iban a abandonar en ese estado a las puertas de su casa o si iban a continuar la fiesta en privado en alguna casa abandonada o algún lote baldío.

No le importaba ya, aquello había ido demasiado lejos y él mismo se sentía sucio y avergonzado por la forma en que sus socios se habían cebado en esa delicada chica y habían saciado no solo sus más bajos instintos sino también sus furias, sus complejos y frustraciones.

Solo esperaba que volvieran por su pago para dar por terminada la relación y dejar, por fin, todo eso atrás. Pero ellos no volvieron esa noche, ni la siguiente, por lo que Pablo pensó que ellos ya habían tenido suficiente y habían ellos mismos dado por terminado el asunto y que no regresarían jamás.

Ya sintiéndose liberado los siguientes días los dedicaría entonces a recuperar a su novia, quería reconquistar a Mara, cambiar ya su forma de ser y portarse más atento y dulce aún de lo que había sido con ella, sería el doble de cuidadoso y cariñoso y, así, si verdaderamente sospechaba algo se daría cuenta de que él no podría hacer algo tan brutal, porque a final de cuentas, pensaba, él no participó realmente en las sesiones, y ella volvería a él y se casarían.

Pero cada vez que la llamaba, al reconocer su voz, Mara inmediatamente colgaba y cuando iba a buscarla a su departamento nunca estaba o simplemente no respondía al timbre al ver por la mirilla que era él. Pablo se empezó a preocupar pero aún así no fue a buscarla al centro comunitario por temor a que ella viera que Mario y sus secuaces lo conocían y que ahí ante ella se les fuera la lengua. Eso nunca lo soportaría, sería demasiada humillación. Así que creyó que lo mejor era esperar unos días y dejar que se le pasara el enojo.

Pero esos días de espera de ninguna manera fueron un descanso para él. A menudo soñaba con las sesiones que grabó de todas esas chicas y el trío de maleantes que tuvo por socios. se veía a si mismo uniéndose al grupo y tratando a las mujeres tan salvaje e insensiblemente como ellos. Se despertaba a menudo sudoroso y con una tremenda erección y esto lo molestaba, se maldecía a si mismo y se recordaba que aquello era un placer sucio e inmoral.

Otras las veces las pesadillas eran peores pues en el momento en que se veía uniéndose al grupo Mara llegaba dando un portazo y tras verlo se marchaba furiosa dándole la espalda y hundiéndose en una bruma oscura para no verlo jamás. Aún despierto no se veía libre de visiones y a menudo su mente era asaltada por la imagen de Ángela llamando lastimeramente a su novio o la terrible visión de Lulú C. abandonada en algún sucio callejón o siendo penetrada por una turba de vagos en algún oscuro taller mecánico, pero lo terrible de esto no era lo bajo de las imágenes sino que las estaba disfrutando contra su voluntad al grado de no hacer ya nada por detenerlas. Se sentía como un drogadicto y como si estas sensaciones fueran el alivio a su adicción mientras se reponía por completo. Pensó que quizá volviendo a ver aquellas imágenes apresuraría el proceso y escogió el video de la segunda sesión de Verónica C. y lo puso en la máquina reproductora.

Las imágenes eran fuertes desde el principio pues la chica fue más atrevida y exigente que la primera vez y era ella quien prácticamente dirigía las acciones e inventaba juegos sexuales, cada uno más audaz que el anterior. Al final de la cinta Pablo se sentía sumamente excitado por lo que entusiasmado y olvidando su primera intención puso otros videos en la maquina. Al de la ardiente Eloísa siguió el de Albita y luego el de Claudia, hasta que llegó al último el de Lulú C. y al ver la crudeza y la bestialidad de aquellas imágenes y al pensar que no pudo o no quiso hacer nada por evitarlas se sintió enfermo. Apenas tuvo tiempo de llegar al baño y echar fuera, a través del vómito, toda la suciedad que creía llevar dentro. Con mano insegura se limpió la boca y luego se recostó en el sillón de la sala sintiéndose liberado de alguna forma de algo del peso que lo torturaba. Ya ni siquiera dormía en su cama pues sentía que en el sucio colchón y aún en la habitación estaban impresas las huellas que dejaban esos tipos y las mujeres a las que poseían al desatar sus más bajas pasiones y esto le impedía conciliar el sueño en esa habitación.

El teléfono sonó como si se encontrara a kilómetros de distancia y Pablo lo ignoró. No estaba de humor para lidiar con nadie aun si se tratara de algo relacionado con sus negocios, pero luego pensó que podría tratarse de Mara intentando comunicarse con el una vez pasado el mal humor, para hacer las paces. Se levantó lo más rápido que pudo a pesar del malestar y tomó el teléfono. Al llevar el auricular a su oído reconoció la voz que lo saludaba, pero no era Mara. Sintió que un escalofrió le recorría la espalda al reconocer la voz de su "socio", Mario.

-tenemos otro trabajito, patrón- le dijo el tipo con voz tenebrosa. Y Pablo sintió que una tormenta de ideas contradictorias inundaba su cabeza.

-No, se acabó- le contestó él exageradamente exaltado. no podía pensar claramente por la confusión en su mente pues una parte de él rechazaba la idea con asco mientras que otra lo alentaba a satisfacer de una vez por todas ese oscura fascinación.

-Lulú fue la última- siguió diciéndole - estuvo muy mal lo que hicieron con esa chica y bueno.. el comprador ya no está interesado- le mintió sabiendo que al distribuidor le había fascinado la cinta de la vejación de Lulú, sin saber que no era actuado, y pidió otros de esa intensidad.

-Vamos, solo una más, jefe, no se va a arrepentir- le dijo el tipo fingiendo rogarle en un tono burlón. - es más gratis, por puro gusto, porque sabemos que usted también lo va a disfrutar, la que conseguimos es exactamente como le gustan, apretada por fuera y ardiente por dentro. de cuerpo delgado y piernas largas, se me hace que ésta vez hasta se nos une-

-No- le contestó él bajando el tono de su réplica, como si le excitara la idea - No, no más- dijo en un tono de voz aún más bajo, mientras en su mente ya inundada con las imágenes que Mario le había puesto en su cabeza comenzaba a ceder.

-Mire- le dijo el tipo suspirando pesadamente - sabemos que hay una delicada y casta damita que no quiere usted que se entere de ciertas cosas, así que dénos gusto con ésta última fiestita y todo quedará olvidado- Pablo se paralizó de terror. su garganta se cerró y no pudo contestar a la amenaza del tipo. Aunque la situación de verse obligado a presenciar una última sesión le daba un extraño placer al que no pudo resistirse.

-Que dice?- le insistió Mario - No se va a arrepentir cuando vea a la chava y se va a felicitar de haber aceptado-

-Esta bien- le contestó él entre dientes - esta será la última vez, pero asegurate de no hablar con nadie de esto porque te puedes arrepentir-

-Esta bien, patrón- le dijo el vago burlonamente y colgó.

Al bajar el auricular Pablo se sintió abatido, como si lo hubieran derrotado, no solo el trío de maleantes, sino también sus propios deseos. deprimido, se encerró en el cuarto de edición y se echó sobre el piso a dormir en un rincón para esperar la noche, auto castigándose por haberse rendido, aunque fuera por una última vez, y por sentir aquellos indicios de placer que ya empezaban a anticipar la sesión de esa noche.

Continuará en La Trampa parte 4