La tortura de Janina

Al leer este relato desee una segunda parte, y es justamente lo que os doy a vosotros, espero que lo disfrutéis. http://www.todorelatos.com/relato/91876/

Me levanté de la cama llorando aún, me dolía, realmente ese gilipollas me había hecho daño, no dejaba de culpar a mi madre por haberlo metido en casa, joder... me había violado... me había tocado... Me sentía sucia, muy sucia, me levanté y caminé hacia la ducha de la habitación, no podía irme sin lavarme, necesitaba sacar los restos de ese tipo de mí e ir a una farmacia, podía quedar embarazada de ese maldito cerdo.

En cuanto salí de la ducha oí ruidos en la habitación, recé porque no fuese él, pero sí, ahí estaba, mirándome, sonriendo al verme solo con una toalla como vestimenta. Alcé las manos y mirándole, lloriqueando musité.

-Ernesto, porfavor.. no... déjame ir...

Pero mis súplicas no le importaron, arrancó la toalla de mi cuerpo y justo cuando lo hizo observé que no estabamos solos en la habitación, que había un hombre más, joven, que nos observaba atento, disfrutando de las vistas de mi cuerpo. Era un cincuenton, gordo y barbudo, podría ser incluso mi padre, o eso pensé aterrada, negué de nuevo, volviendo a llorar, tapando mi sexo y mis tetas como podía.

-Destápate y deja que te vea o esas fotos y vídeos llegarán a tu madre y a la prensa

Susurró él de modo aterrador en mi oído, mientras me daba un fuerte azote en las nalgas. En ese momento dejé caer mis manos, destapando de nuevo mi cuerpo, marcado por Ernesto, el hombre sonrió lascivo mientras me observaba, miró a Ernesto unos segundos, y este, dándome otro azote en las nalgas dijo

-Ve y siéntate en su regazo, si haces algo mal te juro que tu madre se enterará de todo esto, y luego la mataré

Llorando asentí y me senté en el regazo de aquel hombre, este sonrió lascivo y mordió con cierta fuerza uno de mis pechos, marcándolo con sus asquerosos dientes, mientras una de sus manos subía por mis piernas, obligándome a separarlas, lamió mi cara arrastrando con ello mis lágrimas, cerré los ojos pero eso provocó cierta furia en él, entonces, azotando mi culo recién estrenado dijo

-Abre los ojos puta, o te juro que lo próximo no será una nalgada precisamente.

Lo hice y entonces él volvió a sonreír, mordió con fuerza mis labios y me besó de modo agresivo, metiendo su lengua en mi boca, mientras su mano acariciaba con fuerza mi sexo, sus dedos rudos me hacían daño, estos tiraron de  mi clítoris, pellizcándolo, masajeándolo como si quisiera exprimirlo. De pronto noté entre mis nalgas su miembro duro, ante lo cual mi miedo aumentó, no quería, ese tipo me daba asco, pero Ernesto no dejaría que parase. Al poco tiempo me tomó del pelo e hizo que me agachara, sacando su miembro lo pasó por mi cara, era sudoroso y más grande que el de Ernesto, chocó contra mis labios varias veces y con voz ronca dijo

-Chupa puta, que luego te daremos lo tuyo.

Al principio me negué pero su fuerte tirón de pelo hizo que abriese la boca, aprovechó esto para meterla casi por completo, moviéndola con fuerza comenzó a follarme la boca, una y otra vez, desgarrando un poco mis labios. Mis lágrimas lo excitaban, lo calentaban más a cada embestida, finalmente se corrió y dejó allí su miembro, que seguía duro, como una barra de metal, ardiente y caliente. Tragué toda su corrida y entonces me levantó, sonriendo me acercó al balcón de  la habitación y me sentó en una mesa que estaba ahí, con las piernas abiertas, todo el que pasara por un paseo que estaba justo debajo tenía vistas a lo que iba a hacerme

-Muy bien bonita, vamos a ver como tienes ese coñito

Dijo mientras metía un dedo en mi, yo trataba de no pensarlo, lloraba cuando lo notaba, le hacía daño, y me daba asco, el hombre estaba ya sin camisa y pude ver su torso, gordo, sabiendo qué iba a pasar ahora, sustituyó entonces su dedo por un fuerte golpe, me penetró desgarrandome, yo estaba seca pero eso le daba igual, comenzó a follarme con fuerza, haciendo que la mesa se moviera, una y otra vez, mientras yo gemía lloriqueando, casi suplicando que parase, eso lo excitaba aún más y azotaba mis  nalgas gritando

-Vamos puta, gime, sé que te gusta

Cuando terminó de correrse sonrió mientras de nuevo mordía mi pecho, marcándome otra vez, y entró sin salir de mí, agarrandome, tumbándonos en la cama. Aún estaba duro, esto no había terminado.

Apareció Enrique por detrás, agarrando uno de mis senos comenzó a rozarse con mi culo, y con fuerza se metió en él, yo solo sabia llorar y ellos me manejaban como una muñeca, me hacían moverme con fuerza, mientras me destrozaban, follándome el culo y el coño, me azotaban para oírme gemir. Me dejé hacer pidiendo que esto terminase rápido, en cuanto ambos se corrieron aquel tipo se vistió y se fue, Enrique hizo lo mismo y se agachó sobre mí, susurrando en su oído

-Ya puedes vestirte, Jani

Salió de allí y de nuevo me duché, lo más rápido que pude, salí de allí para evitar que él volviera a entrar y en cuanto pude y llegué a casa me encerré en mi habitación, me acurruqué en mi cama y estuve días negandome a salir, hasta que un día mi madre tocó mi puerta, ya extrañada por mi comportamiento, aunque esos días no había estado mucho, pues prefería la compañía de Ernesto. Entró junto a él, lo cual hizo que me acurrucara llorando bajo las sábanas, mi madre trató de calmarme y dijo, algo sorprendida.

-Hija es Ernesto, te ha traído un regalo ¿quieres comer? Voy a la cocina cielo, ahora subo

Entonces me dejó sola con él, traté de taparme pero apartó la colcha, negó levemente mientras me acariciaba el cuerpo muy despacio, agarrando uno de mis senos

-No te quedan bien las sudaderas

Dijo en tono burlón mientras tiraba de mi pezón sobre ella. Yo no me movía, aterrada, eso hizo que se excitara más y susurró bajito, acercándose a mi oído

-Esta noche nos vamos a quedar solitos, me vengo a vivir aquí gatita ¿qué te parece?

Mis ojos se abrieron como platos y comencé a llorar, no podía consentir esto, tenía que irme....

Continuará