La Torre Negra (2: Una noche de paseo con Aeli...)

Aelithis, la súcubo dominante que gobierna la Torre Negra, describe alguna de las estancias donde se entrenan a las esclavas y planea nuevas travesuras.

La Torre Negra Volumen 2 - Una noche de paseo con Aelithis.


Muy buenas amigos/as, vista la excelente acogida continúo con el relato. Mis más sinceros agradecimientos a todos los que han escrito comentarios o emails.

  • La Torre Negra Volumen 2 - Sobre los quehaceres diarios dentro de la Torre y la convivencia diaria.

Hay un refrán humano bastante común que dice que no hay nada mejor para levantarse por las mañanas que un buen desayuno. En mi caso, resulta bastante difícil aplicarlo, ya que en mis dominios siempre es de noche. No obstante, siempre me aseguro de que mis esclavas me despiertan de manera adecuada. Mis dormitorios tienen una extensión de más de 200 metros cuadrados, y en mi lecho de sábanas de seda caben cómodamente 7 personas sin molestarse. Normalmente suelo copular con dos esclavos o esclavas cada noche, aunque dejo órdenes tajantes para que cuando despierte ya no se encuentren en la cama. Antes de abrir los ojos, por mi cuerpo ya surcan ríos de placer. ¿Qué mejor manera de despertar que mediante un eficiente cunnilingus efectuado por una esclava sumisa y especialmente entrenada para ello?. Desde que inauguré mi Torre Negra, hay una esclava permanentemente a los pies de mi lecho, unida por una fina cadena de acero que recorre desde el enganche de la pata hasta su encantador collar de cuero. Siempre que llega la hora, esta esclava se desliza silenciosamente entre mis sábanas, separa delicadamente mis muslos y comienza su tarea con respeto y fruición.

Ahora mismo empiezo a notar sus suaves labios surcando los pliegues de mi vagina y la punta de su lengua jugando suavemente con mi clítoris. Aunque suelo rotarlas de año en año en este puesto, esta última chica que he incorporado a mi lecho es una verdadera maravilla, me siento muy orgullosa de ella y me parece que va a renovar por un par de años más. Se llama Anais y es francesa, aparenta 21 años físicos aunque la traje a la Torre allá por 1850. Metro setenta, pelo corto castaño, labios carnosos y posee una capacidad oral verdaderamente asombrosa. Estoy segura de que podría hacer correrse a un hombre con un simple beso con lengua. En una de mis últimas visitas a la dimensión humana, me entretuve visitando un par de mansiones de ricachones que se jactaban de ser "amos". Cuando comprobé que uno de ellos había arrancado los dientes a una esclava dotada para las felaciones "para que no molestaran los dientes" sentí una mezcla entre risa histérica y pena por la muchacha. Es de entender que las cortas vidas de los humanos propicien tonterías como la que os comento, pero yo hago las cosas de otro modo. Mi método de entrenamiento es abrumadoramente simple en estos casos: pon a una esclava a realizar sexo oral durante 20 años, y cada vez que falle castígala con dureza. Tras ese tiempo, se obtienen verdaderas maestras en este complejo arte.

Maestras como mi Anais, que en estos momentos bebe ansiosamente los jugos que fluyen por mi sexo sin descuidar el trabajo con la lengua y sin usar en ningún momento las manos. Decido ponérselo un poco más difícil, a la vez que placentero para mi persona e invoco con mi magia un hermoso pene masculino que crece desde arriba de mi clítoris hasta alcanzar una altura de 20 cm. Anais no pronuncia palabra, simplemente alza un poco la cabeza y continúa con su tarea sin mostrar la más mínima sorpresa. Cuando su boca acoge mi firme pene en su interior, capto con mi telepatía que Anais en estos momentos lo que más desea en el mundo es realizar una buena mamada para que yo la honre con una penetración y pueda tener un orgasmo. Disfruto durante largo rato de sus habilidades, pero llega un momento en el que debo acabar. Separo su cabeza de mi pubis y le lleno toda la cara de untuosa eyaculación masculina, que ella recibe con deleite y relame cuanto puede para tragar lo máximo permitido. Es una chica lista, ha aprendido rápido que su ama prefiere ver a sus esclavas con la cara llena de semen, y apenas se limpia lo mínimo para poder abrir los ojos. Rápidamente recupera su posición de rodillas al lado del lecho, aunque el temblor de sus muslos la delata. Está muy excitada, aunque jamás pedirá a su ama que la folle. Está demasiado bien entrenada para ello.

Una vez bien desayunada, decido dar una vuelta por mis dominios para ver si todo se está realizando correctamente. Antes de dejar mi dormitorio, prefiero tener un gesto de clemencia e indico a Anais con un ademán que puede masturbarse una vez llegando hasta el final. La pobre pensaba que otra mañana se iría de vacío, y sus ojos expresan un profundo agradecimiento mientras sus dedos se dirigen inmediatamente a su entrepierna y empiezan a penetrar con fuerza su vagina. Abandono el dormitorio mientras escucho los contenidos gemidos de Anais al pie de la cama. Dirijo mis pasos al piso 30, donde las Novicias que están preparadas para ascender a Esclavas reciben su última pero intensa preparación. Por el camino, compruebo que cualquiera de mis esclavas que se cruzan conmigo, sea cual sea su condición, cumplen adecuadamente el gesto de sumisión que se les ha enseñado y se ponen de rodillas con las piernas abiertas y la mirada baja mientras me ceden el paso. Tuve unos problemas terribles al principio de abrir la Torre Negra para inculcar correctamente esta costumbre, pero la apertura de un ala de Castigo especial para esta falta solucionó este problema tras unos meses. Unos minutos más tarde, llego a mi destino, la Zona de Sensibilización.

Puede que el nombre me quedara un poco cursi, pero no se me ocurrió otro mejor para el tipo de disciplina que aquí se inculca. El objetivo de esta sala es enseñar a las Novicias a aguantar conscientes y en pleno funcionamiento fisico y mental durante largas sesiones de sexo multitudinario. No hay cosa que me parezca más decepcionante que una esclava tirada en el suelo semiinsconsciente mientras los hombres tratan de levantarla para seguir penetrando a algo que ya no puede darles placer en condiciones ya que apenas puede moverse. Es la viva imagen del fracaso como sumisa, así que me aseguro de que eso aquí no suceda jamás. El entrenamiento es rudimentario, quizás brutal, pero sobradamente efectivo. A la Novicia se le inmovilizan brazos y cabeza en un cepo directamente inspirado en aquellos que sirvieron para torturar a tantas brujas en el siglo XVI. En esta posición, el tronco forma un ángulo recto con las piernas, haciendo la forma de una L al revés. Una vez bien aseguradas las piernas mediante una barra para que no se cierren, recurro a dos esclavos que muy gustosamente penetran a la indefensa y atada Novicia por la boca y por las caderas. Una vez han terminado, inmediatamente otros dos ocupan su puesto, tomando el culo en vez de la vagina esta vez para sincronizar la resistencia de ambos agujeros. Así se realizan turnos de sexo de 24 horas continuas, con pausas cada 18 horas para dormir un rato. Si siente hambre, lo único que puede ingerir la cautiva es semen. Si siente sed, pedirá al esclavo que usa su boca que después de eyacular, si es amable, le orine en la boca. Estos ciclos se repiten durante un mes, tras los cuales la futura Esclava está suficientemente preparada para las tareas que le esperan. Añadiré que este entrenamiento tiene un efecto secundario muy positivo, y es que crea insaciables ninfómanas a un ritmo sorprendente. Tras treinta días en los cuales la esclava solo siente un increíble placer carnal, éste se convierte en una sensación que constantemente echará de menos. Sus pezones permanecerán erectos constantemente, su sexo empezará a lubricarse con un simple roce y su piel estará tan sensitiva que un simple chupetón puede hacerlas aullar de placer. Si sumamos a ello las estrictas prohibiciones mentales que se han enseñado desde mucho tiempo antes para que sólo puedan tener orgasmos tras expresa autorización de su Señora, las chicas se convierten en sumisas, complacientes y muy dispuestas mascotas a mis órdenes. ¿Soportar veinte horas de sexo con un invitado sin descanso? un juego de niños para ellas, que son capaces de satisfacer a su insaciable Ama durante diez veces más ese tiempo. Una vez comprobado que la actual tanda de quince esclavas está respondiendo al entrenamiento correctamente, se me ocurre dejarme caer por la Sala de Castigo IV, una de mis preferidas.

Dicha sala y la V se encuentran juntas, pero su ambientación no puede ser más diferente. En la IV manda Sofía, una de mis Especiales más dotadas, y su tarea fundamental es la fusión del placer con el dolor. Sus paredes son de piedra, húmeda y fría y cuando atravieso las pesadas puertas de madera, inmediatamente se hace el silencio entre mis Esclavas. Aquellas que sufren están convenientemente amarradas a arneses y potros, por lo que lo único que pueden hacer es bajar la mirada. La única persona en pie, enfundada en unas largas botas de cuero negro y un ceñido corsé de cinturones, inmediatamente se postra de rodillas y abre sus piernas. El lugar entero está iluminado por velas, y la aparición de una luz mayor sólo crea una deliciosa sensación de terror en sus inquilinas, ya que se asocia al resplandor de un hierro de marcar al rojo.

Construí esta sala acorde al carácter de la Especial que la gobierna y que ahora está a mis pies, tengo que decir que la sola mención de "la IV" pone los pelos de punta a todas mis sumisas. Por eso tengo tanto aprecio a Sofia, ha sabido aprender bien de su Ama las lecciones de Dominación que ella recibió en sus carnes. Sofía mide metro noventa, es fibrosa como un junco, sus pechos están firmemente unidos por los pezones por una cadena de oro labrado y recoge su largo pelo rubio en una cola de caballo que ondea cuando blande el látigo Quizás su ascendencia griega la motiva a centrar casi todos sus castigos en la zona anal. Ahora mismo observo que se está aplicando a fondo en los culos de dos esclavas atadas la una frente a la otra, vertiendo cera sobre ellos después de haberlos puesto bien colorados con el látigo de 8 tiras de cuero. Sonrío sin disimulo cuando reconozco los dos rostros inmovilizados en el caballete, a pesar de las lágrimas de dolor que los surcan y el bocado que tapona sus labios. Son Len y Ai, una pareja de Esclavas con una historia realmente peculiar. Ambas miden alrededor de metro sesenta, pechos pequeños pero bien formados y un pelo negro que procuro que dejen cuanto más largo mejor. Las recogí en Asia, en concreto de China y Japón, y realizaron todas las fases de entrenamiento a la vez y juntas, con lo que han terminado siendo amigas. Claro que 200 años de una relación basada en el sexo y la sumisión dá para mucho, y se puede decir que ambas están enamoradas la una de la otra.

Ello no me parece mal, enseño a mis chicas a ser totalmente bisexuales para que puedan servirme correctamente. Lo que sí es totalmente inapropiado es que en sus horas de tiempo libre se dediquen al sexo lésbico sin medida alguna. En cierto modo me enternece saber que inmediatamente después de infringir mis leyes se dirijan voluntariamente a la Sala de Castigo más cercana para recibir su correctivo sin esperar a ser sorprendidas y confesando sin ambages su pecado de tener orgasmos sin permiso. Como consecuencia de esta costumbre, lo más normal es que pasen más de 20 días al mes recibiendo castigo, cuando lo que yo he ordenado son 10 salvando infracciones esporádicas. Pienso que he cultivado su faceta masoquista en demasía, ya que no parece importarles ver a su amante sufrir sin medida delante suya por su culpa. Definitivamente, he de pensar algo adecuado para estas dos esclavas que por su pasión desafían mis reglas. Podrían dar un mal ejemplo a sus compañeras, y no se encuentran nunca disponibles para satisfacer a los invitados el tiempo necesario.

Indico a Sofia que les prepare una buena temporada en el Reclinatorio para que realmente sepan lo que es un dolor intenso en la zona vaginal. El Reclinatorio es un artefacto tan sumamente simple como un caballete rectangular de madera con la parte superior en forma de triángulo, sobre la que se ata a la esclava erguida con las piernas abiertas y el sexo justo en el borde punzante central, donde ambos tablones forman un ángulo pronunciado. El dolor que se siente al principio no es muy fuerte, pero va aumentando con las horas, a medida que la esclava trata de buscar alguna posición más cómoda y vaya distribuyendo su peso en las distintas zonas entre las piernas. Con ello no consiguen mas que ir castigando metódicamente toda la entrepierna, sin olvidar ningún rincón.

Una noche en el Reclinatorio volvería loca a una mujer normal, y le impediría cerrar las piernas durante una semana como mínimo debido a la distensión muscular. Mis chicas son especiales y están entrenadas; así que ordeno que permanezcan montadas un mínimo de cuatro días con sus noches. Para animar un poco la espera, se les colocarán finos alambres tensos que unirán los anillos que las decoran en pezones y clítoris, y se les realizará un enema cada cinco horas. Realmente van a tener el movimiento muy restringido, eso les enseñará a tener las lenguas quietas. No es una solución definitiva, desde luego, pero me dará un poco de tiempo para pensar creativamente sobre el problema. Puede que me pase por la Sala de Castigo V para consultar el tema con Jennifer, la encargada del la Sala y otra de mis Especiales más inteligentes. Jennifer cuenta con una cualidad muy útil en mi Torre Negra, que os explicaré en próximos relatos. Ahora, me despido de vosotros mientras me deleito con la expresión de temor en los ojos de Ai instantes antes de ser vendados. Cuatro días pueden hacerse muy largos si no tienes noción del tiempo y lo único que sientes es tu propia agonía y lo único que oyes son los quejidos de tu amante...

Aelithis.

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