La Torre Negra (1: Introducción)

Relato Fantástico sobre Aelithis, una Súcubo dominante, sus dominios y sus esclavas y esclavos.

Relato WWW.todorelatos.com. Por Majestros.

Muy buenas amigos/as, aquí os presento un relato totalmente fantasioso sobre la dominación masculina y femenina en un entorno peculiar. Este relato se alargará varias partes dependiendo de mi tiempo y el recibimiento, espero que guste y disculpen la falta de acción directa en esta primera parte.

La Torre Negra Volumen 1. – Sobre la naturaleza de la dueña, la función de la Torre Negra y sus esclavas.

Dicen que hoy en día los únicos terrenos inexplorados son los tenebrosos callejones de las grandes ciudades. Como todas las verdades ocultas, estos dichos populares no dejan de tener ciertos visos de realidad. Existen oscuros pasadizos ocultos en los recónditos pasajes de las grandes urbes que conducen a mis dominios. Unos dominios que he denominado la Torre Oscura, un lugar donde cualquier hombre o mujer amante del sexo sea cual sea sus inclinaciones o preferencias. En mis dotaciones, cualquier buen conisseur del arte del sexo puede ver colmadas sus expectativas y sus sueños más salvajes o lascivos, si cumple el precio estipulado, claro está. Pero no adelantemos acontecimientos ni descripciones, disculpad mi falta de educación. Antes que nada, debo presentarme.

Mi nombre es Aelithis. Soy lo que vuestra raza conoce desde tiempos inmemoriales con el nombre de súcubo. Muchos mortales tiemblan sin control ante esta simple palabra, quizás por la pésima prensa que durante mucho tiempo hemos recibido por parte de los mojigatos y los incrédulos. Imagino que para una mente simple como la suya la idea de un ser femenino sobrenatural, eternamente joven y con poderes mágicos puede parecer terrorífico. Si dicho ser posee forma femenina, curvas rotundas, largo y sedoso cabello, labios carnosos y un apetito carnal desmedido, no es de extrañar que muchas religiones nos hayan perseguido durante siglos. Durante siglos, he pensado (y sigo pensando) que aquellos que más fervientemente desean mi muerte serían capaces de cortarse un brazo con tal de compartir cinco minutos en el lecho con cualquiera de nosotras. Después de todo, soy muy diferente de esa escoria vampírica que tan mala fama nos ha dado injustamente. Yo y las de mi raza no bebemos la sangre de nuestras presas, ni mucho menos. Nos alimentamos de la energía vital que desprenden dos cuerpos humanos durante el acto sexual, en especial durante los orgasmos. Obviamente, milenios de adaptación para ser más eficaces en nuestra nutrición nos han perfeccionado hasta niveles increíbles. En mi caso, soy capaz de sacar fuerzas copulando con hombres y mujeres, sea cual sea su condición física, así como adoptar distintos aspectos a capricho. Si quiero ser rubia, no tengo más que pensarlo, así como morena, castaña o pelirroja. Si mi instinto capta por telepatía que mi presa prefiere alguien más voluptuoso, más delgado o incluso con barriga de embarazada, instantáneamente puedo adoptar esa característica física. Si mi presa es una mujer y desea algo más que caricias y sexo oral, puedo usar mis capacidades para hacerme crecer un perfecto falo masculino a la altura de mi clítoris con el que penetrarla por delante, por detrás o incluso ambas a la vez, y expulsar un blanco y viscoso semen que ni el más prestigioso químico diferenciaría del de un varón humano. La contrapartida al mejor sexo que hayas tenido en tu vida es que estarás completamente sin fuerzas entre dos días y una semana, dependiendo de mi hambre. Cuando apenas tenía 200 años, solía dejarlos tendidos en mitad de cualquier callejuela oscura, con lo que eran presa fácil para ladrones y pervertidos. Actualmente, mis presas vienen a mí encantadas, y pagan por ello. Me encanta esta sociedad de la información.

Pasemos a hablar de la formación de mi Torre Negra. Allá por el siglo XVI, la supervivencia de mi especie estaba totalmente amenazada por las olas de puritanismo en América y la persecución inquisitorial en Europa. Alguna compañera mía malvivía en Asia, celebrando multitudinarias orgías que han quedado en las memorias como fiestas paganas. Yo preferí perfeccionar mi magia con el objeto de no necesitar nunca más salir de caza cada noche. Imaginé una construcción monolítica, existente entre el velo de la noche y los sueños, la doté de 300 pisos entre sótanos y mazmorras, 20 entreplantas y el resto trepando hacia los rojos cielos de esta dimensión. La conecté al mundo de los humanos mediante portales hábilmente disimulados por las grandes urbes del planeta. Barcelona, Ámsterdam, Los Ángeles, Nápoles, Sao Paulo, Nagoya... muchos de estos sitios tienen ganada su fama de "canalla" gracias a mis fiestas privadas. Este esfuerzo titánico me dejó totalmente exhausta durante 30 años, en los que tuve que hibernar y descansar. Cuando desperté, el hambre que me atenazaba era tan grande que consumí a la población entera de una isla de Nueva Zelanda, en una bacanal de sexo, semen y sudor que se alargó durante dos semanas. Lo difícil estaba ya hecho, ahora debía hacerme acompañar adecuadamente.

Dadas mis experiencias, soy de naturaleza dominante. El sexo es como el alimento (en mi caso, esta comparación es redundante). Al igual que un gourmet prefiere el buen vino al garrafón, para mí no es lo mismo un par de manos inexpertas entre mis piernas tratando torpemente de arrancarme el tanga que comprobar como una muchacha se arrodilla ante mis pies, extasiada ante la oportunidad de brindar su virginidad a su Ama, y tratando de disimular la vergüenza de su cara, agacha la cabeza y solicita permiso para lamer el tacón de aguja de mis botas. Así pues, partí a reclutar esclavos y esclavas que atendieran mis múltiples deseos sexuales y alimenticios. Los hombres resultaron muy sencillos: simplemente escogí 150 varones bien dotados de todas las razas, con las únicas condiciones de que tuvieran entre 20 y 40 años, y que fueran capaces de eyacular cantidades muy respetables de semen. Siempre me ha deleitado el sabor del semen y la sensación de plenitud que se siente cuando tienes la boca, rostro, tetas y orificios totalmente saturados de blanca leche. Una vez introducidos en mis dominios, se conservarían con su edad original por los siglos de los siglos, así que les confiné en una sección de cinco sótanos bajo la planta principal. Desnudos, atados de pies y manos a unos paneles móviles pegados a la pared y cubiertos ojos y boca por una capucha, constituían una hermosa decoración con sus penes erectos mirando hacia el paseante. Gracias a mis habilidades telepáticas, me resultaba muy gratificante a la par que excitante notar que todos aquellos machos aguzaban los oídos para percibir mis pasos y deseaban con todas sus fuerzas una caricia o un beso en la punta de su glande que les permitiera correrse.

Con las mujeres fui mucho más selectiva. Después de todo, iban a ser el principal motor del inmenso conglomerado nutritivo-empresarial que deseaba organizar en mi Torre Negra. Un conglomerado que incluiría la sumisión de una gran cantidad de féminas para primero entrenarlas y que más tarde me servirían como harén y prostíbulo público. Mi idea era someterlas a un estricto entrenamiento y a la disciplina más severa, para luego convertirlas en sumisas esclavas que aparte de servirme a mí con toda disposición, serán compartidas en un descomunal burdel que ocuparía las 100 plantas centrales. Dicho serrallo estaría conectado por su planta principal a los portales de las ciudades, que permitirían el acceso a aquellos incautos humanos cuyas características de amantes sobresalientes pudieran satisfacerme. Una vez atraídos, tendrían a su completa disposición una cantidad exagerada de complacientes mujeres deseosas de colmar sus deseos sexuales por tradicionales, pervertidos o degenerados que fueran. Cuando volvieran a sus casas, el portal se ocuparía de sustituir los recuerdos de las orgías sucedidas por una triste masturbación en un bar de carretera. La gran cantidad de energía sexual que acumularía el edificio me bastaría para mantenerme saciada durante milenios, y me permitiría ejercitar libremente mis habilidades como Ama, Entrenadora y Torturadora en vez de preocuparme diariamente por buscar presas.

Dejad que os hable de mis esclavas antes de terminar esta primera noche de fantasías. Actualmente poseo cerca de 200 mujeres procedentes de todo el mundo, entre todas sus categorías. Establecí unos grados entre ellas que denotan su etapa actual de entrenamiento. Las Chiquillas son hembras recién adquiridas, que apenas poseen educación. En esta primera fase se las depila completa y permanentemente desde la nariz hasta las puntas de los pies (cuando me apetece comer, quiero sentir en mis labis coños humedos, no molestos pelos), para luego imponerles el traje obligatorio de todas mis esclavas. Dicho traje consiste en un collar de sumisión de cuero negro con un par de argollas a los lados de la cabeza y otra más grande justo en el medio, donde se suele atar sus collares de perra para sacarlas a pasear. Idénticos brazaletes de cuero negro en tobillos y muñecas, y zapatos de tacón fino o botines altos según la complexión física de la esclava. Ese será su único atuendo durante los cinco primeros años de su formación.

Inmediatamente por encima de ellas están las Novicias, a las que se les permite llevar medias blancas o negras, con liguero que enmarque adecuadamente su Monte de Venus. Las Novicias entrenan su cuerpo para los duros menesteres que les esperan, dilatando sus orificios vaginales y anales con vibradores y bolas chinas que portan de modo constante. Asimismo, también estudian en qué se especializarán cuando superen sus 20 años de formación obligatoria antes de poder ponerse delante de un visitante. Otra de sus obligaciones es servir de alivio fugaz a mis esclavos de las plantas interiores. Diariamente, las Novicias realizan una media de 30 a 50 mamadas a los esclavos masculinos atados a las paredes, aliviando la carga de semen que portan en sus precarios testículos. La visión de estas valientes aspirantes, bajando las escaleras que conducen a los aposentos de los cautivos humanos y volviendo a las seis horas totalmente coloradas y sin aliento, cubiertas de semen hasta el punto de no poder abrir los ojos, y chorreando flujos vaginales (tienen terminantemente prohibido tener orgasmos sin previa autorización mía) me llena de placer y orgullo.

Las Esclavas propiamente dichas son la piedra de toque de mi burdel y el grado medio. Han completado su entrenamiento básico y pueden servir a los humanos o humanas que nos visiten de las maneras más placenteras. La entrada en este escalafón viene por el primoroso anillado de sus pezones y labios vaginales por su Ama en persona. Dependiendo de su rendimiento en mi lecho y en el de los visitantes, puede que les permita una sesión con cinco o diez de mis esclavos más bajos para que las llenen a gusto o bien tener una sesión de lesbianismo con alguna otra Esclava o Novicia con la que se hayan encaprichado. Sobra decir que todas mis sumisas son bisexuales. Si no lo eran antes de entrar en la Torre, su formación se lo enseña por las buenas o por las malas.

Y finalmente, las Especiales son mis mas antiguas y especializadas de las hembras que poseo. Apenas son diez y básicamente su función es ayudar a su Ama en el buen funcionamiento de la Torre Negra. Algunas sirven todo el día en las Salas de Tormento enseñando a las Chiquillas que del dolor es una parte inconfesable del placer. Otras sirven como profesoras para las Novicias, adiestrando la manera correcta de ofrecer los agujeros en sumisión, cómo realizar una buena felación o las más adecuadas maneras para recibir una buena eyaculación en el rostro. Dado que son Especiales, les concedo lujos que las otras Sumisas ni siquiera pueden soñar, como alguna esclava particular a la que adiestrar a su gusto o las doto de un pene gracias a mi magia para que puedan impartir las clases y comprobar los avances de las estudiantes. Claro, que al ser las chicas mejor entrenadas les exijo los más altos grados de sumisión, entrega y obediencia, y los castigos que les reservo son terribles.

Paremos por esta noche. No deseo agotarte en exceso. Nos quedan muchas más noches en las que te contaré los secretos más ocultos que se esconden entre estas paredes. Te mostraré el funcionamiento de las Salas de Tormento y podrás ver a mis sumisas retorcerse en el potro o bailando al son de mi látigo. Te mostraré la vida diaria de mis Esclavas y cómo extraen el semen de mis visitantes, vertiéndolo con respeto en copones de oro que me entregan para que los apure en mi deleite. Y si te portas muy bien, te hablaré del sótano 100 y lo que allí guardo, un secreto que no conoce absolutamente nadie, ni siquiera las Especiales con las que comparto el lecho cada noche...

Aelithis.

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