La torre de Donovan IV Miguel

Miguel no le permitiría tan fácilmente Grabiel que no le cumpliera su promesa aunque tuviera que enfrentarse a un juego muy doloroso...

La torre de Donovan IV

“Miguel”

Ya habían pasado dos horas desde que Daniel se había marchado: adolorido pero con la promesa de que regresaría a por más.

Miguel descansaba recostado al brazo del sofá, con su pierna derecha entre las mías y la otra descolgada apoyada sobre el suelo. Eran más de las cinco de la tarde y la escuela estaba prácticamente vacía, pero él no parecía tener ningún apuro.

Me sentía como una gaviota californiana asechada por un lince hambriento. Mi mirada saltarina aterrizaba sobre cualquier objeto en el taller, menos en sus ojos. Finalmente se posó sobre las tres rodillas perfectamente alineadas y deje escapar un suspiro.

Lo escuche bostezar y de forma refleja le miré a la cara; craso error. Nuestros campos visuales se fusionaron y no pude ver otra cosa que sus profundos ojazos negros. Aparte la vista y por fin me decidí a hablarle.

--No piensas coger el transporte para el Vedado—

No me contesto con palabras, pero pude sentir como los dedos de su pie comenzaban a juguetear con mi sexo y con movimientos circulares logro sumar a mis testículos al cálido masaje que me estaba dando. Miraba impotente como mi polla comenzaba a ponerse dura y volví a mirarle a la cara.

Una sonrisa de triunfador se dibujó en su rostro y con sus finos pero fibrosos labios me tiro un beso, que resonó en mi cabeza.

Volví a bajar la mirada para poder comprobar como mi polla ya casi completamente erecta recibía, las suaves caricias que me propinaba aquel pie que intentaba pajearme torpemente.

Le agarre el pie con suavidad y comencé a acariciárselo con ternura, mientras pensaba cual sería la manera más precisa de pedirle que se fuera. Continúe con un masaje de la planta de su píe y de su empeine, hasta que llegue a su tobillo. Recorrí la frontera entre su pie y su pierna que lo delimitaba un marcado cambio de coloración entre ellos.

--No me había fijado en lo blanco que tienes los pies, contrasta demasiado con el bronceado de tus piernas, incluso se ven más blancos que tus nalgas. —

-Eso prueba que soy blanco a pesar de lo que dice tu hermano- Me dijo mientras me regalaba una sonrisa divertida.

--Ponte a hacer caso de todas las estupideces que dice mi hermano. – Conteste algo molesto.

-Bueno es tu hermano mayor, es lógico que pienses igual que él- Me dijo mientras me empujaba suavemente con su pie contra el otro brazo del sofá.

--Mi hermano, es racista, homofobo, misógino, hipócrita, regionalista, egocéntrico y narcisista. Nada que ver conmigo—

-Por Dios. Cuantos halagos para tu hermano- -¿Estás seguro de que es tu hermano?-

--Hoy estas con un humor del diablo. Estas más pesado que un batido de mandarria—y aproveche para empujarle el pie lejos de mí.

Como respuesta él agarro mi pie que estaba acomodado entre su cuerpo y el respaldar del sofá y lo subió hasta la altura de su pecho. Inclino su cabeza y se introdujo el primer y segundo dedo de mi pie en la boca. Podía sentir el calor y la humedad de su boca, el tacto suave de su lengua, así como el ligero vacío que succionaba la piel de mis dedos. Me entregue al placer que me provocaba las caricias de su boca sobre mi pie y de sus manos sobre mis muslos y piernas. El muy cabrón sabía dónde estaban mis puntos débiles y lo usaba en mi contra para lograr su objetivo.

Soltó mi pie y se acomodó sobre mis piernas y comenzó a lamer la zona medial de mi muslo derecho, mientras se aferraba, hincaba sus dedos sobre la parte lateral de los mismos. De forma refleja apoye mi espalda sobre el brazo de sofá, y descolgué mi cabeza hacia atrás entregándome al placer que me provocaba.

El sentir su lengua lamiendo mi escroto me hiso soltar un gemido. Introduje mis dedos entre sus largos cabellos y me aferre a ellos con fuerza. En respuesta a este acto succiono uno de mis huevos y comenzó a pajearme, mientras que su mano libre se desplazó hasta uno de mis pezones y comenzó a retorcerlo.

Muy excitado. Tire de su pelo hacia atrás lográndolo separar de mi sexo que ya comenzaba a chupar.

--No Miguel… No quiero hacerlo—Pude decir con un hilo de voz. Ya con mi respiración bastante agitada.

-y eso ¿por qué?- cuestiono, ya con la mirada muy oscura y con una tremenda cara de disgusto.

--Tu sabes bien el por qué—

  • No. No lo sé; ilumíname-

--Sabes lo que significas para mí, eres mi único amigo de verdad, te aprecio incluso más que a Tomas, y no quiero echarlo a perder. —

-Basta Grabiel. Yo no soy tu hermano, lo es Tomas, y aunque siempre fuimos tú y yo contra Tomas y Antonio, eso no significa que yo sea tu hermano y Tomas el de Antonio-

--Miguel: si alguno de los dos llega a tener sentimientos no correspondido por el otro, será el fin de todo lo bueno que construimos desde que teníamos siete años—

-Ya no me esplique nada más, aquí nadie está obligado a estar con nadie- Dijo con cara de pocos amigos mientras se sentaba en su lado del sofá.

Se puso de pie como un resorte recién liberado y comenzó a buscar su ropa por el suelo del taller.

No podía dejar de mirarlo, lo conocía mejor que nadie y su enfado era más que evidente, tenía que hacer algo; no podía dejar que se fuera de esa manera, además era yo el que había incumplido mi promesa de poseerlo después de terminar con Daniel.

--Por favor pero no te vayas así-- --Miguel por favor, no te enojes—

Estaba en el punto en se quedaba, sordo y mudo. Me ignoraba a pesar que me interponía en su camino a cada paso. Seguía buscando su ropa, ya tenía en una mano el pantalón y la camiseta, y en la otra las zapatillas deportivas que siempre calzaba.

Seguía buscando impasible, con el cuerpo flexionado buscando debajo de los muebles. En un momento me interpuse en su camino obstruyéndole el paso.

Se alzó en todo su esplendor ante mí y no me quedo otro remedio que alzar la vista para poder mirarle a los ojos, me llevaba catorce centímetros de ventaja y como cuarenta kilogramos de pura masa muscular a su favor, fácilmente podía pasar como el hermano gemelo de Joe Manganiello;  lo que con veinte años menos. Sin mucho pensarlo me aparto empujándome con su brazo derecho, pero me mantuve firme mostrándole que no se desharía de mí tan fácilmente. Me agarro por los dos hombros y me arrastro prácticamente en peso hasta incrustarme contra la pared.

Pegue un grito de dolor y mi cara debió transfigurarse en una mueca dolorosa que hiso que su oscura mirada que me inundaba con ríos de rabia se aclarada por un momento. Aproveche ese instante de relajación, y metiendo mis brazos entre los de él, los abrí hacia afuera liberándome de su agarre y a la velocidad de un rayo agarre mi mano derecha con la izquierda arrastrándolas sobre mi hombro derecho, para palanquear mi brazo derecho hacia arriba con la fuerza de ambos brazos y darle un fuerte golpe con mi codo en su mandíbula, que al chocar con su maxilar estremeció toda su cavidad craneana haciéndolo derrumbar.

Cayó sobre sus rodillas y codos. Me aferre a sus caderas con mis piernas y a su cuello con mi brazo izquierdo, mientras usaba el derecho para retorcerle el suyo a la espalda. Cuando logre inmovilizar su brazo derecho, ya terminaba de reponerse del golpe que le había dado y comenzó a forcejear para librarse de mí, por lo que le di una fuerte mordida en su trapecio anterior lo que hiso que comenzara el rodeo. Brincaba como toro salvaje tratando de derribarme, pero yo me sostenía sobre su espalda como todo un vaquero campeón. Por fin se puso de pie y yo volví a morderlo con fuerza en otro punto del trapecio anterior activando un segundo punto doloroso, haciendo que el dolor en su tálamo se multiplicara y bloquearía el relevo del resto de las vías sensoriales, pero era demasiado grande y fuerte como para provocarle un shock doloroso con estimular solo dos puntos.

Comenzó a impulsarse hacia atrás para aplastarme entre la pared y su cuerpo, pero cuando estaba ya muy cerca me baje de su espalda y tirando del brazo que le tenía torcido en la espalda provoque que chocara de frente con la pared produciendo un fuerte estruendo. Realmente me preocupe que se hubiera golpeado muy fuerte la cabeza con la pared, pero solo usando su fuerza contra el mismo tenía oportunidad.

Al ver que volvía a incorporarse me volví a encaramar sobre su espalda y ajuste mis arcadas dentarias alrededor de du esternocleidomastoideo, pero sin apretar. El comprendió lo que pasaría si le traumatizaba el paquete vasculonervioso del cuello así que se mantuvo tranquilo y sentí como suavemente su mano se enredaba en mi cabello y sumisamente empujaba mi cabeza contra su cuello en una clara invitación a que dejara mi marca en su piel y me sentí en una película donde una víctima sumisa acompaña la mordida de su predador vampiro con su mano obligándolo a morderla más fuerte.

Aquella idea tan morbosa me hiso prenderme como incendio forestal atizado por una cálida brisa de verano. Le mordí suavemente el musculo produciéndole un ligero dolor y pegue con fuerza mis labios sobre la piel de su cuello y comencé a succionar su piel. Estuve chupando con fuerza por cinco minutos, cuando retire mi cara de su cuello pude ver con satisfacción como un hematoma rosado se había formado por debajo de su dermis.

--De rodillas perra—

Me obedeció de forma inmediata, busque la bolsa que estaba a los pies del sofá y saque dos pares de esposas. Le coloque un par en los tobillos y le apreté con fuerza su talón de Aquiles lo que le hiso tensarse y retorcerse de dolor, intentando liberarse de la presión de mi mano.

--Estate quieto…-- --Sabes que puedo hacer que te duela más, así que aguanta tu castigo. —

Su cuerpo musculoso regreso a la posición de sumisión apoyado sobre sus rodillas y manos, el ver aquel cuerpo de macho alfa sumiso ante mí me producía tremendo placer, pero a la vez sufría al humillarlo y provocarle tanto dolor, aunque era consiente que él lo disfrutaba tanto o más que yo.

Solté su tendón y me dirigí a su parte delantera. Coloque mi pie sobre su cabeza y presione hasta que pegó su cara contra el piso, le agarre una mano y se la retorcí llevándosela a la espalda, le palmee en el hipocondrio y no recibí respuesta, por lo que le encaje tres dedos en el reborde costal. No pudo soportar más y se desplomo hacia ese lado, el verlo sudar tan copiosamente me hiso darme cuenta que ya lo tenía caminando sobre el borde, un exceso más y lo haría colapsar de tanto dolor. Le estimule tres puntos en el plexo lumbosacro para bloquear el dolor que subía desde el talón de Aquiles.

Agradecido por el alivio que sintió, subió su otro brazo a la espalda para que terminara de esposarle. Al terminar me puse de pie y desde mi altura pude contemplar aquella montaña de músculos sometida ante mí, con su cara plantada en el suelo y su cuerpo sudoroso por las olas de dolor que inundaban su cuerpo y hacían explotar a su sistema simpático. Volví a plantarle el pie en su cabeza, lo presione y torcí como si estuviera aplastando una cucaracha que trataba de escurrirse.

--Ves lo que me obligas a hacerte—

--Acaso es esto lo que querías—La respuesta no se hiso esperar.

-Sí. Kike. Follamé ya- (se refiere al diminutivo de su segundo nombre Grabiel Enriques)

No pretendía hacerlo esperar mucho, la lucha y posterior sumisión me había producido una excitación colosal, mi pene estaba duro como una roca y hacía rato destilaba precum que hacía a mi glande estar muy húmedo y brillante. Me coloque a su espalda y le abrí sus duras y musculosas nalgas para descubrir su oscuro y apretado agujero, me coloque como si fuera un sapo sobre su culo empinado y coloque la punta de mi polla en la entrada de su culo. De un poderoso empellón logre ensartarlo, hasta que mi polla se atoro en medio camino. Él se retorció, inclinando su cabeza hacia adentro haciendo de su cuerpo un ovillo. Mientras comenzaba a gritar.

-Papi ya porfa no me la metas más que me duele mucho. No me lubricaste ni me dilataste-

--Eso es por portarte mal y hacerte el gallito de pelea conmigo-- --So puta—

Volví a empujársela y logre encajársela hasta que mis testículos chocaron con sus nalgas.

-Aaayyyy- -Hijo eee putaaa- -Me estas matando- -Sácamela, no puedo aguantarla-

--Sigue soñando Mikita-- -- No te la voy a sacar hasta que se vomite toa adentro de tu culo—

El siguió suplicando y llorando lo que me hacía embestirlo con más fuerza, hasta que ya no pudo continuar con su actuación y comenzó a gemir placenteramente y meneaba su culo goloso tratando de conseguir más placer en cada embestida.

Llevaba como veinte minutos fallándomelo cuando comencé a  rotar apoyándome en sus nalgas, coloque una pierna ente las suyas y la otra sobre su cabeza, tratando de no disminuir el ritmo de la follada. Continué girándome hasta que tuve sus pies frente a mí, pero la situación resulto un poco incomoda, pero no me importaba, quería fallármelo como lo hacen los perros que se quedan enganchados, sabía que aquella pose lo estaba lastimando bastante pero quería experimentar con él así que puse mis piernas alrededor de sus crestas iliacas y apoye mis manos sobre los duros gemelos de sus piernas y comencé a darle profundas embestidas que estimulaban su próstata.

Su respiración agitada me enunció la cercanía de su orgasmo, pero yo quería disfrutar un poco más de aquella follada que le estaba dando, así que me puse a pensar en cosas nada sensuales para retrasar mi corrida. Miguel se corrió de forma escandalosa.

-Aaayyyy que rico, papi, me vengo, me vengo rico, que pinga más rica tienes mi macho-

Me mantenía embistiéndole el culo pausadamente, para no correrme, pero su corrida tenso sus entrañas y exprimió mi polla, además de sus palabras y la posición hicieron que el morbo en mi cabeza se acrecentara y dándole una profunda embestida, sentí como un delicioso calambre se propago por toda mi cavidad pélvica y llego hasta mis huevos.

Mi polla comenzó a hincharse y a vibras, descargando grande bocanadas de semen en aquellas entrañas húmedas y calientes que gustosas recibían mi cálida simiente.

Me derrumbe usando los gemelos de sus piernas como almohada mientras que dejaba mi polla en su interior. Sus entrañas eran el paraíso de las pollas y la mía no quería salirse. Cuando por fin mi respiración se apaciguó y mi polla se salió de su culo ya adormilada, me incorporé y fui en busca de las llaves para liberarlo.

Después de liberarle, permaneció en aquella posición sumisa por unos instantes, hasta que pateándole en el trasero le ordené que se levantara.

--Miguel… -- -- Lo siento, discúlpame creo que se me fue la mano—

Él me sonrió pícaro, se acercó, me dio un fuerte abrazo y guío mi cabeza hasta acunarla entre su cuello y hombro.

-Ay mi Kikito, solo Dios sabe cuánto te quiero y las cosas que sería capaz de hacer por ti-

Me separé un poco y le miré a los ojos, su mirada era tierna y sincera, nunca había existido una mentira entre nosotros.

--Ya que lo mencionas Miky, quiero pedirte un favor-- --Necesito irme a vivir a tu casa por un tiempo—

-Yo encantado de quieras venir a vivir conmigo-

--No te embulles. Que es temporal—

-y a ¿qué debo ese privilegio?-

--Tomás está volando hacia Sídney en este momento-- --Debe llegar en menos de una semana-

-y ¿tu hermano viene en camino y sales corriendo de tu casa?-

--Sabes que nuestras relaciones no son las mejores—

-Kike. Mi casa es tu casa-

--Sabes cómo llegara esa fiera después de cinco días entre aviones y aeropuertos—

-Pero pudo venir de Nueva Zelanda a Colombia y luego hasta aquí y solo le tomaría dos días-

--Ni mamá pudo entender nunca a Tomás, imagínate yo, que siempre prefería estar cerca de ti que de él-- --Creo que en parte por eso siempre te ataca y es insufrible contigo—

-Yo ya estoy inmunizado contra tu hermano, así que por mí no debes preocuparte- -Cuando quieras puedes venir a mi casa- -Pero con una condición-

--¿Cuál condición?—

-Tienes que dormir en mi cama-

--Aprovechado pero de acuerdo, además es inmensa está hecha para gigantones como tú—Le dije contento mientras me ponía en puntitas para poder darle un tierno beso.