La torre de Donovan II. La Torre
En el frio de la torre, Donovan solo podía pensar en el cuerpo magestuoso de Grabiel y las cosas que podría hacer con él. Cuando de la nada aparecen dos hombre que se encierran junto a él en la fría torre...
La torre de Donovan II
“La Torre”
Mi cuerpo se retorcía, tensaba y relajaba simulando una convulsión epiléptica. Tantas sensaciones de placer bloqueaban mi juicio mientras que mis manos recorrían, toda su espalda, palpando cada musculo tensado, cada poro sudoroso. Su boca inundaba mi cuello de caricias no inventadas y su húmeda y tibia lengua subía dejando un surco de puro fuego, hasta enredarse con mi oreja como serpientes en apareamiento. Sus fuertes brazos no daban tregua; abriéndose paso entre mi espalda y las sabanas, tirando de mí delgado cuerpo, en un intento de fundirlo al suyo en uno solo, mientras que su afiladas caderas se escurrieron entre mis piernas dejando mi polla ya húmeda y dura como báculo mágico a punto de convertir mis deseadas fantasías en pura realidad como por arte de magia.
Cuando su polla se desplazó por entre mis nalgas y roso el esfínter externo de mi agujero, sentí una fuerte descarga eléctrica que erizó cada bello de mi cuerpo, mientras mi vientre se curvaba como un arco al punto de lanzar una flecha al otro lado del mundo. De forma refleja mis manos se aferraron a sus amplios hombros y mi boca se abrió para dejar escapar un sollozo desesperado. Cuando comencé a sentir que mi alma abandonaba mi cuerpo, utilicé mi último aliento para balbucear su nombre.
- …Grabiel… -
Un abundante fluido caliente que brotaba de mi vibrante polla me hiso despertar de aquel sueño delicioso y perturbador. Mi cuerpo aún estaba paralizado mientras que mi respiración no parecía encontrar paz. Me encontraba extasiado e inerte envuelto entre sabanas inundadas de sudor, tambaleándome al borde de la inconciencia, solo sostenido por el frio en la elevada torre.
El aire frio que se colaba entre los vidrios rotos de la ventana, golpeaba mi húmeda piel, provocando la sensación de cientos de finas agujas encajándose inmisericordes por todo mi ser. Mi agitada respiración se condensaba tan densamente frente a mi cara, que apenas podía observar como la humedad de la noche se condensaba en pequeñas gotas que se deslizaban por los horcones que sostenían el techo agujereado de la torre. Los horcones ya medio podridos por la humedad escurrían el agua formando pequeños charcos que fluían por entre las piedras que enchapaban el suelo de la torre. El agua se empozaba en los incontables agujeros del suelo que se formaban cada vez que se desprendía alguna de las piedras.
Cuando al fin tuve control de mi cuerpo, me senté en la cama plantando mis descalzos pies sobre un charco de agua prácticamente helado. A penas pude sentí el frio, aún estaba rebosante de excitación y ardiente deseo por aquel hombre. Todo el día lo tenía metido dentro de la cabeza y ahora también me acosaba en los sueños, ya habían pasado dos semanas desde aquel incidente en el invernadero y aún estaba tan vulnerable sobre todo por las amenazas del desconocido, pero aún no había pasado nada, por lo que a pesar de la angustia sentía un poco tranquilidad.
Una gota fría cayó sobre el empeine de mi pie desnudo, lo que me hiso alzar la mirada hacia el techo y observa una nueva gotera, ya bien cerca de la cama.
La helada briza volvió a soplar, regresándome completamente a la realidad. La camiseta de mangas largas que debía protegerme, al estar empapada permitía que el frio hiciera estragos sobre mi piel, encajándose brutalmente hasta llegar a mis huesos.
Me dirigí al oxidado guardarropa dando pequeños saltos para entrar en calor, mientras frotaba mis manos y las soplaba encorvando mi cuerpo hasta que la columna vertebral me puso límite. Me quite la camiseta aún húmeda el pantalón y el calzoncillo, utilicé el pantalón que era la pieza más seca para limpiar el semen que aún se resbalaba por mis testículos y mis piernas. No recordaba haber tenido un sueño húmedo tan productivo. Lo que sí recordé es que estaba completamente desnudo. Busque rápidamente entre las pocas ropas una sudadera, un bóxer y un mono deportivo bien grueso para enfrentar la atmosfera fría y húmeda que se formaba cada madrugada, el frio hacia que el agua del aire se condensara en las paredes y el techo de la vieja torre en la extraña casona que servía de residencia a los que estudiaban el oficio de floristería.
Me acerque a la cama y palpé en la oscuridad las sabanas y la cobija, que estaban húmedas de sudor y tal vez de algo más. Las recogí y las tire dentro de un gran cesto de ropa sucia, cuando estaba a punto de tender una seca, un ruido en la parte trasera de la torre, me hiso temblar de espanto.
Inmediatamente pensé en los cuentos del fantasma de la torre que contaban mis compañeras de curso y otras de años superiores, que juraban y perjuraban haberlo visto deambular por la torre a media noche, pero ya pasaban mucho más de las doce y aunque todo estaba oscuro el amanecer no estaba tan lejos.
Me arrincone entre el guardarropas y una columna, a duras penas podía respirar y mi cuerpo comenzó a temblar, esta vez no estaba seguro si de frio o de miedo.
Puse mi mente en blanco y agucé mi oído. Se escuchaban susurros muy bajos, objetos arrastrados sobre suelo, casi de forma inaudible.
Mis piernas fueron perdiendo estabilidad y termine por deslizarme entre el guardarropa y la columna. Flexione mis piernas acomodándome en el pequeño espacio, mis muslos presionaba tan fuerte sobre mi tórax, que se me hacía casi imposible respirar. Envolví mis brazos alrededor de mis piernas, mientras arrastraba la sabana, aún sujeta por mi mano de forma que se extendía como un largo velo, desde la cama hasta mi escondite. La maraña que formaban mis extremidades en el pequeño espacio me hacía casi imposible tirar de la sabana para poder cubrir mi cuerpo con la sabana y mimetizar un bulto de ropa sucia en una esquina. Por fin logre cubrir hasta mis hombros, pero todo mi cabeza quedaba fuera y mis brazos enredados entre mis piernas no podían hacer nada más por mí.
Algo tenía que inventar, ya se escuchaban ruidos en la escalera que descubrían claramente los pasos de dos personas arrastrando un objeto pesado. Mi boca se aferró al borde la sabana y mi cabeza la incliné hacia atrás, hasta que mi cervical puso el límite, sin duda nada de mi quedaba expuesto.
Un golpe mudo abrió la puerta haciendo chirriar a las bisagras. Como evidencia inequívoca de que se abría en su totalidad, la puerta hiso un ruido al chocar con la pared.
--- Mierda--- Pude escuchar cómo se lamentaba uno de ellos.
Pude escuchar como cerraban la puerta cuidadosamente. A penas emitió sonido mientras se cerraba, pero estaba seguro de que me encontraba encerrado en aquella habitación con aquellos dos “Fantasmas”.
- Oye, mueve que ya se nos ha hecho muy tarde- Reclamo al otro que seguía lamentándose.
--- Mierda, mierda y más mierda--- ---Mira aquí hay alguien, esa cama no estaba aquí.
- Cállate imbécil. ¿no ves que esta sin tender? Terminemos de una vez y vámonos de este lugar que me pone la piel de gallina-
Mi corazón latía tan rápido y fuerte que llegué a pensar que de no estar tan apretado y ajustado en aquel reducido espacio, podría haber salido por mi boca. A penas podía respirar y ya comenzaba a marearme y mi mente comenzaba a estar impotente a la hora de diferenciar lo que era real y lo que no.
De repente todo se pudo oscuro y solo pude sentir una gota de agua fría que cayó sobre mi rostro. Abrí los ojos y pude ver como por la ventana abierta entraban los rayos del sol.
Pase mi mano por la mejilla para secármela y al tratar de llegar a la otra, fui consiente que la tenía pegada al suelo, mi brazo derecho estaba aplastado por el peso de mi cuerpo, por lo que no respondía a mis deseos. Me giré boca arriba y por fin pude tomar una profunda bocanada de aire, cosa que mis pulmones agradecieron insuflándose hasta los límites permisibles. Mi brazo cayó a un lado de mi cuerpo empujado por la gravedad, mientras que un calambre doloroso lo recorría y mi cara se deshacía en un millón de muecas, por las incontables sensaciones de dolor y molestia que subían por mi columnas vertebrar desde todos los rincones de mi cuerpo, estaba seguro que si me hubiera atropellado un camión me sentiría mejor.
Me mantuve acostado sobre el suelo hasta que mi cuerpo pago su deuda de oxígeno y en mi extremidades solo quedaba un ligero hormigueo. Me puse de pie y a pasos torpes logre llegar hasta la cama y me tendí sobre ella ignorando que estaba todo húmedo. Solo podía pensar en lo que había pasado en la madrugada, seria verdad o solo un delirio producto del miedo, el frio y las historias de fantasmas en la torre.
Esparcí una mirada analítica por toda la habitación, pero todo estaba en orden, es como si nada hubiera pasado esa noche, pero la ventana estaba abierta de par y estaba más que seguro de que la había cerrado antes de acostarme.
Me acerque hacia la puerta y descubrí rastros de tierra que se mezclaban con la humedad del suelo, formando un barro amarillento y arenoso.
No había dudas todo había sido real…