La Toalla y las Esposas

Una delincuente es arrestada. La situación le resulta muy humillante. Tal vez hay algo que pueda hacer… arriesgado, indecente, ilegal… pero puede funcionar.

El furgón:

¡¡¡Calor!!! ¡¡¡Hace calor!!! No hay aire acondicionado ni nada que se le parezca… El furgón es ruidoso, la suspensión tiembla… Las pequeñas celdas son inhumanas, cajas metálicas de menos de un metro cuadrado. Sólo hay una tenue luz redonda en el techo. Voy sentada en un banco metálico duro como una piedra. No puedo parar de moverme en el cubículo. Me retuerzo una y otra vez, me siento cada vez más incómoda. Siento el sudor empapando mi piel… siento los grilletes de acero apretados en mis muñecas.

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El viaje dura ya como dos horas.

Por fin, el vehículo se para. No puedo ver nada del exterior. Oigo a los agentes bromear. Ruidos metálicos, llaves… abren mi minúscula celda… ¡¡¡Miedo!!! Sé que hemos llegado a la cárcel y eso me da mucho miedo…


12 horas antes:

¡¡¡Ahhh!!! Me gusta la ducha… el agua caliente cayendo sobre mi pelo, sobre mis pezones, sobre mi coño… Estaría todo el día debajo del chorro. Me salgo… habrá que salir.

Una clienta me espera en el vestuario… El gym es un buen sitio para pasar coca. No la tengo en las taquillas. Eso sería un error. Aquí conmigo. Una bolsita de plástico en el chocho. Salgo envuelta en la toalla. Ella me espera en el lugar convenido. Billetes envueltos en plástico… intercambio… todo bien. Venga me voy a cenar una gran pizza para celebrarlo.

¡¡¡Qué!!! Otra tía viene hacia nosotras como un rayo… no me deja guardar el dinero en la entrepierna. La clienta ha sacado una placa. Venía con referencias… nunca vendo a quien no tiene referencias. Son policías… Me esposan las manos, me quitan la droga y el dinero, registran mi taquilla… Ahí está mi mochila con mi ropa. ¿Puedo vestirme? La respuesta es no… me arrastran afuera, vestida con una toalla y chanclas. Manos esposadas al frente. Me arrojan en el asiento de atrás, cinturón de seguridad sólo en la cintura como los de avión. Con las esposas no pueden usar uno normal…

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Va para una hora aquí… Una sala de espera de lo más cutre. Sillas viejas, duras… Hasta me han quitado las chanclas. Todos los detenidos descalzos y esposados. El quinqui de delante no para de girar la cabeza y sonreír. Sentada, la toalla tapa muy poco. El muy cabrón me quiere ver el coño. Cara demacrada, cicatrices, dientes negros… Creo que nunca vi a nadie tan repulsivo. El guardián le da una colleja para que mire al frente. Es un tipo rudo y fuerte, armado sólo con una porra y cara de pocas bromas. Bueno, ahora no me cae tan mal.

Acaban de traer a dos chicas… Minifalda, medias de malla, top’s llamativos. Pintadas como puertas, una de las agentes que las trae aún lleva en la mano unos tacones enormes que le acaba de confiscar a una de ellas. Sin duda, son putas…

No puedo evitar las lágrimas… Voy a la Universidad, último curso, buenas notas… Ahora aquí: esposada, desnuda… acompañada de rameras y yonkis. Sí, me pasé de lista: cansada de vivir con lo básico busqué ingresos extra… Empecé de puta. Sí, más fina que estas dos pero  fui prostituta universitaria. Clientes pudientes, en hoteles… Tipos mayores, algunos daban miedo otros pena… Regalos, dinero… drogas… Di el salto de consumir a vender. Era cómodo, lucrativo… dejé el puterío.

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Por fin vienen a buscarme. Ya se han llevado a todos los demás. No sé qué pasa tras la puerta. Me arrastran tirando por las esposas. Me llevan a una sala minúscula. Dos uniformadas enfadadas hacen el proceso.

Empiezan por colocarme una especie de pulsera de hospital con un número. Me hacen leer un impreso con mis datos. Los han copiado del carnet. Debo firmarlo con las esposas puestas… Me toman las huellas con las esposas puestas. Me hacen fotos. Me hacen leer mis derechos y firmar la hoja…

  • ¿Cuándo tengo derecho a que me quitéis las esposas? -no pude evitar preguntar.
  • Aquí no existe ese derecho… En una comisaría o llevas placa o llevas esposas. Pregunta al llegar a la cárcel… -responde la mayor de ellas.

Me enseñan un inventario de mis bienes retenidos: chanclas, mochila, cartera… ropa, había ropa en la mochila. Les pido que me la dejen poner, sólo un minuto… “Esposadme de nuevo al terminar”. Lloro, suplico… sin respuesta.

Al insistir entre sollozos, la más joven habla:

  • Nosotras no podemos autorizarlo. El instructor sí...

Pongo cara de no entender nada. Ella sigue:

  • El instructor es el teniente que te va a interrogar ahora. Él decidirá si las pruebas son suficientes para acusarte.
  • Decide si vas a la cárcel -añade la otra mujer.
  • En espera de juicio -matiza la joven.

El instructor:

No sé cuánto tiempo llevo esperando aquí… en una silla frente a la puerta de un despacho. La agente joven me vigila. Al menos han colocado un poco mejor la toalla. Estaba a punto de caer, esposada no la puedo anudar.

Aparece la otra agente. Camina rápido, walkie en la mano. Entra en el despacho sin llamar. Sale con una de las prostitutas de antes. Ha agarrado firmemente las esposas por la corta cadena central. La arrastra sin piedad. La puerta queda entreabierta…

  • ¿Ahora voy yo? -se me ocurre preguntar.
  • Cuando llame -dice ella.

Toca esperar más… me fijo en que en la pared de enfrente cuelga un reloj. Ocho minutos… diez minutos… ¡¡¡Dios!!! las cuatro de la mañana… Van casi quince minutos…

Llaman a la agente por el walkie.

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Entro temblando… Al menos no tiran por mí. Un treintañero con el pelo muy corto se sienta tras una mesa. Lleva el mismo uniforme pero con una estrella en cada hombro.

Hay una silla pequeña, sin respaldo… una banqueta, en el centro del despacho. Casi a dos metros de la mesa. Me sientan allí. Descalza, sólo cubierta por mi toalla, agotada, dispuesta a cualquier cosa porque me quiten las esposas. Calculo que las llevo puestas ya más de seis horas.

El tipo me mira de arriba a abajo. Cara de sorpresa por mi vestimenta. ¿Qué? Creo que está buscando el coño con su mirada. Cierro las piernas todo lo que puedo… Le devuelvo una mirada con cierto odio. Ancho de hombros, parece de cuerpo robusto. Cara de niño… es mayor que yo pero parece interesante. En un bar no me importaría que me hablara… a lo mejor le hablaba yo… Pero esta situación es humillante.

  • Déjenos solos -le dice él a la agente.

Ella se va y yo tiemblo cada vez más.

Usa un mando a distancia, veo como una cámara se activa en una esquina. Todo se va a grabar.

Comienza preguntándome los datos. A qué me dedico. Estudiante, no vivo en el domicilio familiar. Intenta averiguar si mis padres me pueden costear vicios caros.

Se levanta, endurece la expresión. Comienza a preguntarme por la droga. ¿Qué hago?, ¿Niego todo? No voy a poder. Me pillaron sacándola de la vagina…

Intento camelarlo… sonrío nerviosa. Digo que era la primera vez, que me engañaron… que no sabía la cantidad…

  • ¿Podré estar en libertad hasta el juicio? -pregunto.
  • Depende de la gravedad.
  • ¿Y es grave?
  • Depende de esta entrevista.

Tengo que salir libre… como sea… tengo que convencerlo. No sé qué haré después… preparar el juicio, huir… Pero hoy a la cárcel, no…

El tipo se ha acercado a mí. Está casi pegado. No es alto pero estando sentada en este taburete me parece un titán. Hay lujuria en sus ojos… La hubo desde que entré. Lo pensé desde el principio. Recuerdo mis tiempos de puta a domicilio. He estado por menos con tipos mucho menos atractivos.

Voy a por todas. Abro las piernas. Sonrío...

Me mira… mira hacia abajo… Me lo está viendo. Pone cara de sorpresa… duda….

Se da la vuelta… he disparado mi último torpedo… agua…

Coge el mando. Apaga la cámara… ¡¡¡Bingo!!!

Viene hacia mí. Coloca una mano entre mis pechos… justo donde se anuda la toalla. Deshace el nudo… juega con mis pechos como un niño con dos pelotas. No dice nada, me mira fijamente.

Me rodea con la otra mano, hace ademán de levantarme, me levanto obediente. La toalla cae al suelo, estoy completamente desnuda.

¡¡¡Ahhh!!! Me besa… lengua hasta el fondo. ¡¡¡Ahh!!! Su mano en mi sexo… me penetra con dos dedos… primero con cuidado, luego hasta lo más profundo. Noto como chorreo, me he calentado mucho con esto. Hasta lo voy a disfrutar.

  • Por favor, quítame las esposas… -le pido.
  • No tengo llave...

Me fijo, no lleva nada en el cinturón… ni walkie, ni porra, mucho menos arma o esposas. Va a tener que ser un polvo sumiso… No va a ser el primero. Pero molan más las esposas de sex-shop… te las puedes quitar apretando una clavija.

Él continúa… se quita la camisa, me gustaría hacerlo yo pero no tengo poca habilidad con las manos. ¡¡¡Ahhh!!! Me besa los pezones…

Me tumba en el suelo… suavemente… No recuerdo un hombre que me tratara con esta delicadeza… ¡¡¡Ahhh!!! Me besa el coño… me chupa… ¡¡¡Ahhh!!! Me voy a correr… ¡¡¡Me gusta!!! Pero quería llegar a la penetración…

Para justo antes de que me corra. Se baja el pantalón y el calzoncillo. Se coloca encima… Me penetra con cuidado… ¡¡¡Ahhh!!! Está empujando… Empuja más, más… cada vez más rápido… cada vez más fuerte… ¡¡¡¡Ahhhh!!! Noto su líquido… caliente… dentro de mí…

Se retira con cuidado...  jadea… Yo me quedo en el suelo, posición fetal, también jadeo…

Me deja descansar un rato, respiro despacio. Por primera vez desde el arresto, estoy un poco aliviada. Las esposas siguen molestando pero algo es algo…

Me levanta con cuidado. Aprovecha para besarme… el ombligo, los pezones, el cuello. Me coloca con cuidado la toalla, la anuda bien.

Vuelve tras la mesa. Me señala que me siente en mi sitio. Enciende la cámara. Llama a la agente con un intercomunicador.

Cuando ella llega, dice:

  • Voy a estudiar el expediente completo antes de decidir. Dejadla que vista su ropa. Os aviso cuando tenga una decisión.

La mujer me lleva con su compañera. Sacan mi ropa de la mochila. Me quitan las esposas. ¡¡¡Qué alivio!!! Masajeo las muñecas…

  • Vístete -dice la más mayor.

Obedezco… braga negra de encaje. minifalda blanca, camiseta oscura. Bien ceñida. No me dan el sujetador ni las sandalias de cuña.

En cuanto termino, la guardiana brama:

  • Muy quieta y manitas juntas delante.

Como no, me coloca las esposas de nuevo. Noto con grima como se cierra el grillete alrededor de mi muñeca, hace un ruido metálico, como una carraca. Aprieta lo justo para no hacerme daño, comprueba que su dedo no cabe entre mi piel y el metal. No puedo girar la muñeca. Hace lo propio con la otra mano… Ahí están de nuevo juntas. Sólo dos eslabones de acero las separan… La sensación es humillante, incómoda. El metal está frío, el mínimo movimiento brusco duele. Cualquier acción sencilla se convierte en difícil o imposible. Indefensa… es la palabra que mejor lo define.

Me vuelven a sentar frente a la puerta cerrada. Vuelvo a mirar el reloj. Cada minuto parece una hora. Ya falta poco para el amanecer…

Ahora me custodia la policía mayor… la más cruel. Tras un tiempo interminable oigo como su walkie da el aviso. “Traiga a la detenida” oigo claramente.


La sentencia:

Veo de nuevo al teniente. Me lo follaría otra vez, decida lo que decida… Por favor… a la cárcel no.

Me sientan en el mismo sitio. La agente se queda firme un paso atrás…

El hombre empieza a hablar: ha visto todo el expediente… Había sospechas de tráfico en ese gimnasio y en otros lugares de mi barrio: supermercado, cafeterías… La sospechosa era una mujer joven y atractiva.

Tenía datos sobre los ingresos de mis padres. No se me conocía trabajo legal remunerado. ¿Cómo había pagado la moto?, ¿Cómo pagaba el apartamento en esa zona?

Habían registrado mi casa… ropa cara, ordenador, tablet todo de primera marca, igual que el móvil en mi mochila.

Y lo peor… mi cuenta bancaria… entraba dinero (poco) de mis padres y nunca retiraba nada… Pagaba todo en efectivo.

El teniente fue frío y profesional hasta el final… No había otro resultado posible…

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La guardiana casi no esperó a la orden. “Prisión preventiva, traslado inmediato”... antes de que la frase terminara ya me estaba arrastrando por las esposas.

Me lleva casi corriendo por un largo pasillo. Mientras me arrastra, usa el walkie. Según dice son las siete y media de la mañana (estaría amaneciendo)... Pide que el furgón espere por una última prisionera.

Llegamos a una especie de patio interior… el sol está empezando a iluminar. El furgón es un vehículo enorme. Sin ventanas…

Me meten por pasillo estrecho. Casi muero al ver el cubículo inhumano donde me quieren meter. Un empujón y no puedo evitar entrar. Cierran con un portazo. Oigo el click del candado.

FIN


Nota del autor: ¿Merece la pena continuar la historia? Me gustaría que comentarais.