La tienda y caléndula (i)

Entrar a una tienda dará un giró en su vida de 360º grados.

Caléndula una universitaria que no destaca mucho, chica guapa, tímida y trabajadora, no era de las que le gustase ir a sitios aglomerado, era de quedar en su casa, haciendo sus estudios o iba a trabajar, su vida era monótona.

Pero una mañana de verano pasa por delante de una tienda que nunca había visto, no era muy llamativa, tenía curiosidad por saber qué tenía dentro, desde fuera no se veía, y antes había habido una tienda local de toda la vida pero que por jubilación de sus dueños había cerrado. Como no tenía nada mejor que hacer entra en la tienda, tiene cosas variopintas, no todo parece un caos, piensa que igual se está instalando todavía. Se adentra más, le perturba ver que hay una sección de juguetes sexuales, que ni se podía imaginar que podía existir. La mayor parte de ellos ni sabe qué utilidad tiene. De repente una voz grave la sorprende.

  • Buenos días señorita, ¿le puedo ayudar en algo?

  • Discúlpeme, no sabía que la tienda no estaba abierto al público, me marcho ya

  • Tranquila está abierta, pero esto no es una tienda al uso, es más bien un lugar donde la gente se puede dar a descubrir, ser libres.

  • ¿Em? - exclama ella sin saber a qué se refiere, esa voz le es agradable, y por algún motivo siente que su cuerpo por la parte de abajo siente cosas que hace tiempo no sentía.

  • Creo que lo mejor es que te sientes allí, y te explico, no te extrañes nada de lo que diga o haga, no voy a hacer nada que tú no desees.

Caléndula se sienta en el asiento que parecía un poco a una tumbona, sin reposabrazos, y el misterioso dueño en su sillón.

  • Estoy para que te liberes de todo aquello que te ata, lo que digamos y hagamos aquí será sólo entre tú y yo, pero para eso necesito que te pongas cómoda, no hace frío

  • así estoy bien - dice, pero en su cabeza oye que alguien le dice que no es así, que se ponga cómoda, además le dice que su entrepierna le envía un calor al resto de tu cuerpo, necesita liberarse.

  • Necesito que seas sincera, sin eso no podremos avanzar, te voy a traer un poco de agua, que pareces algo acalorada

  • Gracias.

Mientras el dueño la deja con la pelea de su conciencia para coger agua, ella va cediendo a lo que le indica su conciencia, que es él una persona de confiar, que no debe tener complejos, y hasta le puede ayudar con su problema.

  • Aquí tienes tu agua Caléndula

¿Cómo sabe mi nombre?¿Quién es usted?

  • Yo soy Fernando, y lo he supuesto por tu colgante

  • Ah, encantada de conocerte

  • Verás, me he dado cuenta que tienes una lucha interna, que no te deja estar en paz, de hecho es lo que provoca que estés aquí, nadie que esté en paz consigo misma está aquí, y me pides de forma inconsciente ayuda.

  • Para nada, sólo que me pillas en un mal momento

  • tranquila, primero vamos a conocernos y cuando te sientas preparada te dejarás ir poco a poco.

Así que ella empezó a relatar sus inicios, de una niña de familia conservadora, que tenía cierta disciplina, adolescencia con ella bastante formal excepto en algunos casos, esos casos no lo indica, se notaba que le hacía sentir incómoda, Fernando, se fija que en esos momentos lo que hacía era apretar los muslos, dando una idea a lo que podía ser, y su situación actuar de estudiante que vive en un piso compartido pero que algunos fines de semana va a la casa de sus padres.

  • ¿Y en cuanto a tu vida sexual?

  • Eso nada- dice negando con la cabeza y volviendo a apretar los muslos.

  • ¿No has tenido curiosidad por los chicos o chicas?

  • No, me he centrado más en los estudios

  • ¿Y no has sentido necesidad de explorar tu cuerpo, de tocarte?

  • ¿Cómo?- pregunta alterada Caléndula

  • Me refiero a si no has sentido que por tu cuerpo hay un calor que te sube desde la entrepierna, que te pide liberar el calor, dejar que tus manos, dedos toquen esa parte íntima.

  • Bueno - dice ella, sin darse cuenta que para entonces tiene de todo abierta las piernas, con el vestido remangado, en la braga había gran humedad. - eso no está bien

  • ¿Quién lo dice?

  • Mis padres, me dicen que eso es para que mi futuro marido me introduzca su miembro y tener hijos, pero nunca es para que me toque yo, salvo que él me lo ordene.

  • No ves que eso no tiene sentido, te mueres por tocarte, tienes las manos ya dentro de la braga, y si te toco ahora seguro que me encuentro eso húmedo.

  • No, no, no puedo - dice mientras se da cuenta de cómo está ante él, pero hay algo que le impide moverse - esto es indecoroso, no sé qué me pasa

  • Lo que te pasa preciosa, es que tienes unas ideas erróneas, que debes tener la mente abierta como lo tienes ahora las piernas - dice Fernando mientras le baja las bragas, dejando más libre de movimientos las piernas y acercando uno de sus dedos a su coño - tienes esto muy mojado, pidiendo que te llene de experiencias al igual que tu mente.

  • Para por favor, no puedo, está mal

  • ¿Cuándo fue la primera vez que lo sentiste?

  • Después de que mis amigas y yo hablásemos de chicos, de algunas experiencias con ellos, yo era la única que no había tenido experiencia alguna, sentí algo entre mis piernas, en esa noche, en mi cuarto sentí la necesidad de tocarme, mi madre justamente entró y me pilló con las manos dentro de las bragas, pegó un grito, me asusté, mi padre entró enseguida, mi madre le contó cómo me había encontrado, luego él me obligó mostrar mis bragas y mi sexo, qué vergüenza, me dijo que era una ramera, que una señorita no puede hacer esas cosas, y me obligó mantener las piernas abiertas para ver si lo que le contaba de lo que me había dicho mis amigas me ponía de excitada. Cuando terminé me mandó ponerme en escritorio, que merecía un castigo por mi actitud de ramera, me azotó el culo con la regla y luego con el cinturón, advirtiéndome que si me volvía a ver en esta actitud el castigo no sería sobre la falda y sería más duro.

  • ¿Cómo sentiste el castigo?

  • Me dolió, pero hubo también otra sensación, es como si tras el castigo me creciera esa sensación de antes.

  • ¿Luego qué pasó?

  • Pues me castigaron a no ver a mis amigas en una buena temporada, y cada poco debía mostrar a mi padre el estado de mis bragas, cuando las veía mojadas me azotaba de nuevo.

  • ¿Y has vuelto a sentir esa sensación?

  • Sí, de hecho, tras un castigo mi padre me mandó ir a la habitación sin cenar ni nada, me había dolido, pero volvía a sentir ese calor en mí, así que me decidí por estar en la cama sin nada, en la oscuridad tenía la necesidad de aliviar el picor de abajo, mis dedos fueron rápidamente allí abajo, algún momento debí meter ruido o algo porque de repente, se encendió la luz y mi padre me vio con mis dedos dentro, me intenté recomponer, pero me hizo dejar ver mi sexo, le dijo a mi madre que debía traer algo para limpiar mi desastre, tras limpiar la humedad, metió un dedo suyo, como si buscara algo, yo al sentir su contacto no pude evitar sentir que volvía a humedecerme, mi padre me dijo que yo todavía era virgen, pero como siguiera así tan ramera no iba a durar, debía ser virgen para mi marido, por lo que decidió castigarme sobre mi sexo, me azotó con sus manos y luego con la regla, dolió, luego me volteó y me pegó con el cinturón el trasero. Y me obligaron a dormir con las manos atadas para evitar tentaciones.

  • ¿Cómo te hizo sentir ese castigo?

  • Me sentía avergonzada, pero cada vez que lo recuerdo me vuelve el calor.

  • ¿Y no volviste a tocarte?

  • No, dolió y no quise repetir eso

  • ¿Y ahora que compartes piso?

  • Tampoco, mi padre me castigaría si se entera, y cada cierto tiempo debo enseñar y demostrar que soy virgen.

  • ¿Nada en absoluto?

  • Bueno, de vez en cuando

  • ¿Y te gusta que tu padre te controle tanto?

  • No sé, soy su hija, él sabe lo que es mejor para mí.

-¿ Y lo que sientes lo que te hago yo ahora qué? - Pregunta Fernando mientras sigue jugando con su sexo - dices que esto está mal, pero no haces nada para impedir que yo siga, únicamente me dejas más accesible tu sexo, estas deseando que siga. Mira cómo están mis dedos, lleno de tus jugos.

  • Lo siento, no lo puedo evitar

  • Tranquila, esto es tu primera vez, te voy a hacer sentir que llegas al cielo, pero luego me voy a cobrar el que me hayas intentado mentir, es algo que no me gusta.

Fernando sigue masturbando a Caléndula, con sus dedos dentro, pero sin tocar esa membrana delicada que no tiene pensado en romper, ella explota en un orgasmo potente, que la deja más rendida.

  • Mi niña, soy tu ángel de la guarda, te haré descubrir cada rincón de tu cuerpo, pero también aprenderás que por cada error tendrás un castigo, que si te portas bien lo disfrutarás pero sino ya sabes, hoy estás muy sumisa, porque así lo deseo, pero para los próximos encuentros serás más consciente, y tú serás quien decidas si tener premio o castigo

  • No lo aceptarán mis padres.

  • Ya te digo que sí, pero lo primero va ese castigo tuyo por mentirme, quiero que casa vez que te sientes me recuerdes. - dice mientras saca una toalla para limpiar su sexo, dejándolo bien seco, una vez que termina la levanta, y ella de forma autómata se coloca sobre sus rodillas.

Él no dice nada, empieza con un ritmo suave, para ir incrementando poco a poco la fuerza.

  • Ay, para, ¿y  si alguien entra y nos ve?, no podemos hacer esto.

  • No va a pasar, además lo que tienes que hacer en este castigo es pensar en lo que has hecho mal y arrepentirte, no en si entra alguien, me voy a tener que aplicar más.

No se oye más voces, él está atento a lo que ella piensa, así como también le está introduciendo mensajes de que a él que sólo le trata ayudar pero que necesita que ella colabore en su reeducación. Ella al principio se resiste, le discute, le maldice, cuando lo hace siente que sus azotes son más fuertes.

  • Cuidado con lo que dices, no me gusta que uses ese lenguaje.

  • Auuuu, perdón, no era mi intención, me porto bien.

  • Bien, por esta vez te voy a creer, pero necesito que abras esas piernas- la incorpora, la deja frente a él, mete sus dedos dentro de sus piernas, introduce unas bolas chinas - umhh, veo que esto vuelve a estar inundado, así que te gusta que te ponga el trasero rojo.

Ella está roja como un tomate, no sabe ni entiende lo que pasa.

  • Tranquila, es abrumador, pero te aseguro que luego poco a poco lo entenderás. Yo sé todo sobre ti, y más ahora que te has abierto a mi, este fuego interno no se te irá hasta dentro de una semana, para la semana que viene quiero que vayas a dos sitios, uno es al médico y otro es a que te quiten esos pelos del sexo, no me gusta que ocultes tu sexo.

  • No puedo, mis padres...

  • Tranquila, tus padres en este fin de semana te conocerán, tu obedece a tu conciencia, yo sabré lo que haces, y ayudarás a tu madre a entender que ella también tiene derecho a disfrutar de su cuerpo, y no por ello es malo.

  • No voy a hacer tal cosa, esto es un error.

  • Te dejo pensar, pero ya te digo que no podrás apagar el fuego ni ocultar a tus padres, nos vemos.

Ella sale corriendo olvidándose por completo sus bragas en la tienda y no sabe que tiene las bolas dentro de ella; Fernando coge sus bragas, las huele, sabe que en ese fin de semana la volverá a ver, expectante a su reacción, pero hasta entonces lo mejor es introducirse en la mente para mantenerla excitada hasta su encuentro.