La tienda (4: el libro)
Penúltimo relato de la saga. El final de Sempere se acerca, esta vez, llegará más lejos.
Miquel acababa de quedarse boquiabierto. Iba caminando hacia la universidad cuando una mujer de bandera pasó por su lado, tan cerca que sus brazos acabaron chocando. "Lo siento" Dijo Miquel. "No pasa nada, fue culpa mía" respondió la mujer con una sonrisa y un acento caribeño. Sin embargo, la mujer no era una desconocida para el joven. Después del momento de conmoción momentánea, Miquel se había girado y había visto como esa mujer doblaba la esquina y se perdía por la ciudad. El joven cliente del "Ké necesitas?" salió corriendo detrás de la mujer. No podía creerlo. Desde la profundidad de sus sueños, esa mujer había emergido a la realidad, y ahora se alejaba lentamente. Miquel dobló la esquina y se sintió derrotado. No estaba allí. Se había desvanecido. Había desaparecido y Miquel pensó que se había tratado de una mala jugada de su imaginación. Sin embargo, era tan real. Había chocado con él, había sentido su contacto y había oído su voz. Además, había olido su perfume. Su delicioso perfume a pasión y Caribe. Y ahora había desaparecido. Puf. Se había esfumado.
Miquel estaba a punto de gritar cuando la volvió a ver. Salía de una tienda, con una bella sonrisa en la boca. Allí estaba. Era ella. No estaba loco. La mujer con la que había hecho el amor en sueños estaba ahora a diez metros de él. Salió corriendo de nuevo hacia ella. La cogió del brazo y la obligó a girarse. No sabía qué hacer. En un segundo, miles de pensamientos cruzaron por su mente, aunque el más importante era "¿Y ahora qué?". "¿Qué le digo?" pensó el joven. Estaba sin palabras. No podía decirle que era la mujer de sus sueños, por que era una expresión demasiado manida. Sin saber cómo, los labios de Miquel empezaron a moverse con la frase perfecta, la frase con la que no habría dado ni en un millón de años de búsqueda, la frase que algún hado compasivo había colocado en su mente para este preciso momento. Para éste y ningún otro.
Si me dices tu nombre te invito a lo que quieras.- La mujer sonrió.
¡Dios mío!- Después de años de búsqueda por todas las librerías de Valencia, Arantxa había encontrado el libro que llevaba buscando desde que era poco más que una niña. "El viaje de los profetas" se hallaba ahora en perfecto estado de conservación entre sus manos. No lo podía creer, después de más de dos décadas de andar buscándolo por librerías especializadas, se lo encuentra en una tienda normal, un bazar donde venden cualquier cosa.
mmm. Buena elección, sí señor. Ese es un libro que ya tiene pocos ejemplares. Lo escribió un tal Arnolfo Leyra allá por principios de siglo.- dijo el tendero con una sonrisa suficiente.
Arantxa no necesitaba que se lo dijera. Hacía ya años que conocía la historia de ese libro. Desde que su madre se lo leyera por las noches cuando era una niña, Arantxa sabía que de mayor "El viaje de los profetas" sería suyo. Sin embargo, un incendio arruinó su vida por completo. Cuando ya toda la familia estaba a salvo, su madre quiso volver a entrar para rescatar el libro. Arantxa aún recordaba cómo le gritaba a su madre que volviera, que no le importaba el libro, mientras lágrimas de rabia y dolor brotaban de sus ojos. Cuando los bomberos encontraron el cuerpo de su madre, estaba abrazado a los restos también calcinados de un libro del cual sólo un trozo de una página había escapado al fuego. De la sábana que ocultaba el cadáver de su madre, Arantxa pudo ver cómo caía flotando un papel pequeño, rodeado por un marco de celulosa quemada. Lo único que se podía leer era: "El viaje de los profetas".
Y ahora, veinte años después, el libro volvía a las manos de Arantxa. Sin embargo, Arantxa sabía que en ese momento no llevaba nada de dinero en los bolsillos. El libro estaba tan cerca, y a la vez tan lejos que incluso pensó la opción de marcharse corriendo con él.
Te lo dejo por nueve euros.- dijo el tendero como si hubiera estado escuchando sus pensamientos.
Sí, bueno verás es que - Arantxa no encontraba las palabras.
El señor Sempere se acercó a ella y le puso la mano en el hombro.
- Podemos hacer una cosa. Te lo llevas ahora y luego vuelves a pagármelo, ¿De acuerdo? Es un buen trato, ¿No?
Sí, era un buen trato, pero Arantxa no quería volver a esa tienda oscura que tenía un ambiente tan cargado que la sobrecogía. La joven se decidió a usar un recurso que todavía no le había fallado. Su escultural cuerpo de veintiséis años.
- Bueno, aunque también le podría pagar de otra forma...- Dijo Arantxa con un tono de voz coqueto a la vez que alargaba su mano hacia el paquete del tendero.
Una mueca de absoluta sorpresa e incredulidad se formó en la cara de Arantxa cuando su mano dio con un vacío en el interior de los pantalones del señor Sempere. No había rastro de aquello que todo hombre debe tener. El tendero la miró con rabia y por un momento, Arantxa tuvo miedo. Luego, todo fueron sombras.
- Mi nombre es Aleida.- Contestó la joven mulata que estaba enfrente de Miquel.
"Y una mierda" fue el pensamiento que cruzó por la mente del joven. "No puede ser, es imposible". Era el mismo nombre que la segunda mujer del comandante Che Guevara. "Aunque ¡Qué cojones! Es completamente normal." Se dijo Miquel, aun sin llegar a creérselo totalmente.
- Miquel Llorente.- contestó el universitario.- Entonces ¿Te invito a algo en un bar o en mi casa?
Pasaron al interior del piso de Miquel besándose. Decididamente, esa mujer tenía fuego en las venas, fue lo primero que pensó el joven cuando abordaron el sofá de su sala. Empezaron a desnudarse, las piezas de ropa comenzaron a caer al suelo, primero una, luego otra así hasta que acabaron completamente desnudos, tumbados en el sofá, él debajo y ella encima.
¿Pasamos a la habitación?- preguntó Miquel, despegando sus labios de los de su compañera.
¿Qué tú quieres dormir?- le respondió con un suave acento cubano.- esto lo podemos hacer acá. Una sonrisa pícara nació en sus labios, mientras descendía su cara por el pecho de Miquel, sin dejar de mirarle a los ojos.
Jamás debiste hacer eso.- Dijo el señor Sempere mientras recogía el cuerpo inconsciente de Arantxa del suelo.
Arantxa se despertó en una sala grande, de unos treinta o treinta y cinco metros cuadrados. Estaba atada a la pared con pies y manos, haciendo una enorme X con su cuerpo. Miró a sus muñecas y vio los grilletes que la aprisionaban, no tardó en caer en la cuenta de que estaba desnuda.
Mil pensamientos cruzaron por la mente de Arantxa, y ninguno era tranquilizador. Sin embargo, intentó calmarse y halló una esperanza. "Ese hombre no tiene polla, ¿Cómo me va a violar?" pensó, tranquilizándose. La puerta se abrió y el señor Sempere entró en la sala.
¿Quién eres? ¿Por qué me haces esto? ¿Dónde estoy?- como única respuesta, el tendero dio una fuerte risotada que a la mujer le pareció tan desagradable como si alguien estuviese arañando una pizarra.
Creo que has dicho "por qué".- dijo el tendero con una voz suave aunque mil veces más grave que la que Arantxa había oído antes, en la tienda.- pues sinceramente, por que puedo.
Lágrimas de miedo comenzaron a abrirse paso en los ojos verdes de la muchacha.
- ¿Por qué lloras?- susurró mientras se acercaba a ella.
El miedo de la joven mujer aumentaba exponencialmente a cada paso del tendero. De repente, el señor Sempere se detuvo ante ella y colocó su dedo índice en la barbilla de Arantxa. La joven respondió con un suspiro. La mano del tendero empezó a bajar por todo el cuerpo desnudo de la joven, parándose unos instantes en los pechos, que le apuntaban con dos pezones rectos y duros como rocas. Su respiración se aceleraba cada vez más.
Arantxa no lo entendía. Estaba excitándose cada vez más, y no sabía por qué. El tendero continuó haciendo descender su dedo por la piel de gallina de la joven, hasta que llegó al frondoso pubis. Entonces, presa de un orgasmo incontenible, Arantxa arqueó la espalda tanto como le dejaban las cadenas que la ataban a la pared.
- ¡AAAaaaahhhhhh! ¡Noo, no, nooo!- El cuerpo de Arantxa se convulsionaba como si estuviera endemoniado, mientras el dedo de su captor seguía posicionado en el mismo sitio a pesar de las sacudidas y estertores del cuerpo de Arantxa.
Cuando Arantxa pudo contener su cuerpo y detenerlo, con una sonrisa, el señor Sempere siguió bajando su dedo, hasta acabar acariciando todo el sexo húmedo de la chica con la palma de la mano. La respiración de Arantxa volvió a acelerarse y cuando estaba a las puertas de un nuevo orgasmo, el tendero introdujo dos de sus dedos en la vagina de Arantxa, potenciando el éxtasis sexual de la chica.
- ¡¡AAAAaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!- Arantxa se desmayó, quedando colgada de los grilletes, mientras su cuerpo inconsciente aún se sacudía a causa del poderosísimo orgasmo que había sufrido.
Los labios de la cubana se cerraron sobre la verga de Miquel, que respondió con un suspiro al sentir el cálido contacto de la boca de la mujer. La lengua de ella comenzó a acariciar levemente la punta del miembro, mientras sus labios subían y bajaban.
El cuerpo de Miquel se estremecía con cada experta caricia que la mujer propinaba a su miembro. Sus dedos pasaron por sus testículos, acariciando levemente cada uno de los vellos que los cubrían como una pelusa negruzca.
Miquel se sentía en el infinito. Esto era muchísimo mejor que en sus sueños, por que ahora sabía que esas caricias iban dirigidas a él, y no al cuerpo del Che. Era él, y no el guerrillero el que ahora estaba recibiendo los cariños sexuales de la joven, de Aleida, si ese era su nombre. Era él. Sus sueños de histórica grandeza podían irse a tomar por culo, ahora él era el más grande, el más especial, el que más gozaba.
La mujer abandonó el miembro de Miquel para poder cabalgarlo, tal y como había hecho en sus sueños, la noche anterior. La piel de Miquel parecía más pálida aún en contraste con la piel morena de Aleida cuando ésta hincó el endurecido miembro del joven en su interior lentamente, exhalando a la vez un prolongado suspiro que hacía arder el aire.
El cuerpo de Aleida se movía arriba y abajo, llevando a Miquel a cotas insospechadas de placer. Era algo extraño para el joven lo que su cuerpo estaba experimentando. Hacer el amor con Aleida era una experiencia asombrosa. Se sentía con capacidad de aguantar toda la mañana follando con ella sin necesidad de correrse. En compensación, la relación era un orgasmo continuo, una especie de sobreexcitación placentera que no se detenía ni un instante, como si hubieran tocado un cable en su cerebro que le obligara a sentir placer continuamente.
Botando cada vez más rápido, Aleida estaba disfrutando con Miquel mucho más de lo que hubiese esperado. Su respiración agitada portaba de vez en cuando un gemido imposible de esconder. En un momento, todo en ella fue locura. Sexo, excitación y orgasmo. Con un grito ronco y poderoso, Aleida se corrió desesperadamente.
Arantxa tenía miedo de abrir los ojos. Ya llevaba un par de minutos despierta, pero no quería abrir los ojos por temor a lo que pudiera encontrarse. No quería volver a sufrir lo que le ocurrió antes. Cuanto más lo pensaba, más asqueroso le parecía. Ella allí, colgada, desnuda, y el hombre delante suyo. Ella allí, colgada, desnuda, y gozando como nunca antes había gozado. Ella allí, colgada, desnuda, sufriendo los dos orgasmos más poderosos de su vida sólo con que aquél hombre la rozara.
Por fin, abrió los ojos. No había nadie en la sala, pero parecía que la habían trasladado a otro sitio. Ya no estaba colgada de los grilletes. Ahora estaba tumbada de lado en una cama grande, con unas sábanas tan blancas como suaves. Parecían de seda, por la suavidad y el brillo, pero irradiaban una calidez impropia del tejido.
- Vaya, veo que mi bella durmiente se ha despertado.
Arantxa se giró extrañada. Habría jurado que hace un segundo no había nadie en la habitación. Pero allí estaba de nuevo él. Él. Sentado. El que la tenía secuestrada. El que la ataba, el que la manipulaba, el que la hacía correrse. El hombre a quien odiaba y esperaba. El que detestaba, pero también el que necesitaba. El que la hacía querer sentir de nuevo esa oleada de placer extremo. Él. El tendero.
¿Qué quieres?- La voz de Arantxa sonaba rota por el miedo primero y por el ansia luego.
Pregunta qué no quiero y acabarás antes.
Pues ¿Qué NO quieres?
No quiero perder.
¿Perder el qué?
Como única respuesta, el tendero rió estruendosamente. Sin embargo, Arantxa ya no oía. Sus cinco sentidos estaban puestos ahora en sus centros de placer. Esos que mil manos invisibles manoseaban y que empezaban a formar un charco en su entrepierna. Miró a su vagina ansiosa y descubrió que le habían afeitado el vello púbico. La imagen de su sexo húmedo y depilado la excitó más si cabe. Su respiración ya era un silbido potente de inhalaciones y exhalaciones. Pero, con un chasquido de dedos del señor Sempere, todo acabó. Instantáneamente su excitación desapareció y su vagina quedó seca incomprensiblemente. Sin embargo, las ganas de algo de sexo aún estaban presentes en Arantxa, que se sentía caliente e irracional.
¿Quieres que todo vuelva?
Sí.
¿Sí qué?
Sí ¿mi amo?- dijo Arantxa sin ningún convencimiento. La risa del señor Sempere resonó de nuevo.
No... soy más que un amo. Soy mucho más, ¿Qué es lo que soy?
Sí Tendero.- respondió Arantxa.
Toni Sempere volvió a chasquear los dedos y las sensaciones volvieron a Arantxa de golpe. Otro orgasmo la sobrevino. Miles de aves volaron en su cabeza, arqueó su cuerpo, cayendo de espaldas a la cama, como si quisiera acercar todo lo posible su sexo a alguien de más arriba. Su mano viajó a su sexo, y se encontró un pantano entre sus piernas. La dulce cavidad ya no podía contener más de sus propios fluidos, que se derramaban por sus piernas y vientre, mientras ella aún seguía arqueada, con los pies y la cabeza como único contacto con la cama. De nuevo, exhausta, volvió a caer sobre la cama, aunque ahora manteniendo la consciencia, y mirando a los ojos del señor Sempere con una mirada llena de agradecimiento.
- ¡Vamos! ¡Hazlo ya!- Aleida gritaba, presa de una incontrolable excitación. Estaba de pie, pegadas sus manos a la pared, dándole la espalda a Miquel y mostrándole su impresionante culo.
Miquel no sabía ya quién era. Había perdido la noción del espacio y el tiempo. Ya no sabía si era noche o día, ni si le importaba o no. Allí delante, oprimidos sus pechos contra la pared de la sala, Aleida le ofrecía su culo perfecto. "Ni Jennifer López ni hostias" pensó Miquel. "El culo perfecto es ¡Este!" dijo, mientras ensartaba su falo por el ano de Aleida, arrancando de esta un grito que sonó más a rabia que a dolor.
- ¡Sí, joder! ¡Sigue! ¡Rómpeme! ¡Métemela por el culo, cabrón! ¡Dioooooosssss!- A Aleida le vino otro envío de placer, los fluidos provenientes de su sexo comenzaron a caer en un lascivo camino por sus piernas caribeñas.
Aleida gozaba cada vez más, y desde lo más hondo de Miquel, empezó a nacer el tío abuelo de todos los orgasmos. Miquel seguía bombeando con fuerza, abriéndole el culo a la mujer. Sacando de vez en cuando su polla del pecaminoso agujero para ver cómo latía, completamente dilatado, e intentaba cerrarse antes de que Miquel volviera a ensartarla sin contemplaciones. Ahora fue él el que gritó, y su grito fue más el rugido de una bestia ronca y derrotada, que un grito humano. Varios chorros de cálido semen llenaron completamente el ano de Aleida. Los ojos se le quedaron en blanco, y cayendo de rodillas, quedó tumbado en el suelo, envuelto en un sueño reparador, mientras Aleida también se sentaba, exhausta tras tamaña sesión de sexo duro. Mientras contemplaba el cuerpo desnudo del muchacho, la joven cubana esbozó una dulce sonrisa complacida.
Una figura oscura llegó a la puerta del "Ké necesitas?" y la abrió haciendo caso omiso del cartelito que rezaba: "Cerrado: Disculpen las molestias". El señor Sempere sintió cómo la figura oscura entró en la tienda. Cerró los ojos un instante, y luego los abrió, mostrando unas pupilas rojas como la ira.
Miquel se despertó en el suelo, mientras Aleida comenzaba a vestirse rápidamente.
El señor Gonzalves dijo que se sentía indispuesto y salió de la clase de matemáticas que estaba impartiendo.
Una de sus alumnas le dijo que si lo acompañaba a la enfermería, y aunque estuvo a punto de negarse, al final el profesor aceptó gustoso la compañía.
Un orondo argentino dejó caer un vaso al suelo en el pub donde trabajaba mientras le decía a un compañero que tenía que ir a hacer unas gestiones.
Una solterona abandonaba su casa con un peine en el bolso y sin bragas bajo su minifalda de corte ejecutivo, tal y como hacía últimamente.
Un escritor ya no tan frustrado que salía de su casa después de escribir "Fin" en un borrador, se quedaba atónito viendo como un anciano pasaba corriendo por su lado a una velocidad que ya quisieran muchos atletas profesionales. Se decidió a seguirle.
En el "Ké necesitas?" La oscura figura avanzaba cojeando entre las estanterías atestadas de diversos objetos. Un grito salió de sus labios con tal potencia que hizo temblar todo el edificio.
- ¡¡¡GADRAEEEEEEEEEEEEEEEEEEL!!!
Por la puerta del almacén, Toni Sempere Imoy apareció con los ojos inyectados en sangre.
- ¿Me buscabas?- preguntó el tendero.