La tienda
Una visita a una tienda con un final inesperado.
Los sex-shops tienen, curiosamente, algo de morboso y algo de grotesco al mismo tiempo. Supongo que es por eso por lo que hasta aquel día, jamás me había atrevido a entrar a uno...
Había visto algún cartel en la zona, que discretamente anunciaba la apertura de un sex shop que, al menos según la publicidad, tenía un aspecto "diferente", algo más sofisticado y algo menos cutre que lo que, al menos desde mi punto de vista, solían ser este tipo de sitios.
Aquella tarde de finales de noviembre estaba buscando un regalo para mi chica. Le había comprado el típico regalo de "cumplir" pero quería encontrar algo más personal, algo que no pudiera enseñar a las visitas... Decidí probar en la tienda que había visto anunciada, y al entrar me encontré una dependienta con un top de cuero negro bastante ceñido, de esos con cordones en el escote, morena con el pelo agarrado en una coleta, y un piercing en la nariz, que atendía a unas cinco o seis señoras de mediana edad, en lo que parecía la típica visita "picante" de un grupo de turistas extranjeras: todo risitas a media voz ellas, todo mal disimulada resignación la dependienta.
Al entrar, eché una ojeada rápida, y al darme cuenta de que era blanco de todas las miradas, decidí salir sin mediar palabra. Pasaron un par de horas dando vueltas por las tiendas de la zona, y al cabo de un rato, volví a pasar por delante de la tienda de marras.
Me asomé cuando un tipo con un aspecto bastante desarrapado salía con un discreto paquete debajo del brazo, y ví que la tienda estaba más tranquila que antes.
Al entrar, la dependienta me sonrió amablemente, y me adentré en una serie de pasillos formados por estanterías. Aquello era como para aturdir a uno, había un montón de artículos, de mil colores, y me sentí un tanto estúpido al no saber para que servían ni la mitad de las cosas.
La dependienta, saliendo de detrás del mostrador, se dirigió amablemente a mí con un "¿puedo ayudarte en algo?" Le respondí que sí, que estaba buscando algo para mi novia y que no tenía muy claro que tipo de artículo quería.
Me empezó a hacer preguntas, sobre como era ella, que tipo de cosas le gustaban en el sexo, y aunque un poco violento al principio, poco a poco me fuí relajando lo suficiente como para charlar con ella. No había nadie más en la tienda, y con toda la calma del mundo, fue enseñandome distintos tipos de vibradores, artilugios, y dándome todo tipo de explicaciones al respecto del uso.
Mientras lo hacía, pude fijarme mejor en ella. Llevaba un pantalón de cuero, muy ceñido, que resaltaba un culo bien torneado, el top era abotonado y con el remate del cordón en el escote, y un pequeño tatuaje en la nuca. Sus labios, carnosos, escondían una sonrisa que tenía un punto de malvada. Descubrí que además del piercing de la nariz, escondía otro en la lengua.
Casi estaba decidido por un consolador bastante convencional, el típico metálico de aspecto robusto y sencillo, cuando me llamó la atención un vibrador rojo, semitransparente, que tenía un pequeño saliente, como un pequeño dedo. La dependienta me miró divertida, y me dijo que este tipo de vibradores estaban muy de moda. Viendo mi cara de incredulidad, me dijo "quieres verlo?" Yo me quedé bastante sorprendido, y ella soltó una carcajada al ver mi cara. Me explicó que tenían vídeos donde las chicas usaban esos vibradores. Me llevó a un despacho al otro lado del mostrador, y entramos en una especie de cabina. Me explicó que estaban pensando en montar cabinas para ver videos en el local, y que aún necesitaban resolver un par de cosas para hacerlo, mientras me iba poniendo un dvd en el que dos chicas se masturbaban, cada una con un vibrador como el que tenía en la mano, mientras se besaban y acariciaban.
Ver el video con la dependienta me estaba poniendo bastante caliente, además el sitio era bastante reducido, así que cuando se oyó el campaneo de la puerta y la dependienta salió para atender al cliente que entraba, fue inevitable que su culo rozara - bueno, algo más que rozar, debería decir- con mi paquete, en pleno apogeo.
La dependienta salió a atender al cliente guiñándome un ojo, cómplice, mientras yo me quedaba observando como sacarle más partido al vibrador.
Cuando volvió me preguntó si lo tenía decidido. Le dije que creía que no lo tenía claro, preguntándole si de verdad le gustaría tanto como a las chicas del vídeo. Me dijo "no te quepa ninguna duda, es infalible", a lo que le respondí si lo había probado, y ella me dijo "cariño, todo lo que hay en esta tienda lo he probado". Al mismo tiempo, llevó su mano a mi paquete, poniéndome de espaldas a la pared del cuartillo. Con la otra mano, tomó el consolador y se lo llevó a la boca, recorriendo luego el contorno de sus pechos con él, bajando por el ombligo hasta pasearlo por su entrepierna.
Se dió media vuelta, y puso su culo contra mi paquete, apoyándose en la mesa que sostenía el televisor, moviéndolo en círculos. El pantalón estaba a punto de reventarme, y supongo que ella se dió cuenta, porque en un hábil movimiento me quitó el cinturón y me desabrochó el vaquero sin apenas cambiar de postura. Cogió mi polla por encima del boxer, masturbándola mientras se metía en la boca el consolador. Cuando le pareció que estaba lo suficientemente dura, se dió la vuelta y se bajó el pantalón, dejando ver sus preciosas piernas y un minúsculo tanga. Me miró diciéndome "acércate", y cogiendo mi cabeza la dirigió a su coñito, obligándome a ponerme de rodillas. Así lo hice y hundí la cabeza entre sus muslos. Aparté su tanga y saboreé aquél coñito depilado y caliente que me ofrecía, mis movimientos dirigidos en todo momento por su mano.
Yo hundía mi lengua, recorría todo el perímetro de sus labios, llenándola de saliva, hasta que al cabo me apartó la cara y se introdujo el consolador, mientras aquél pequeño apéndice vibraba por la parte superior de sus labios. Ella me susurraba, "ves como tienes que hacerlo?", y al rato, me tomó de la mano para que lo cogiera yo, dirigiéndome primero, luego dejándome solo. Poniéndome de pié a su lado, iba introduciéndole el aparato en su coño, tan húmedo que entraba sin ningún esfuerzo. Con la otra mano me masturbaba, próximo a su cuerpo, mientras ella me miraba con una mezcla de fascinación y deseo. Poco a poco fue arrimando su cara a mi polla, dejando asomar la lengua primero, y dandome pequeños lametazos en la punta del capullo después, golpeándola con su piercing. Se hizo de rogar hasta que se introdujo mi polla por completo en la boca, sin dejar de masturbarse con el consolador. Gemía con mi polla en la boca, y aquello me producía una sensación indescriptible de placer. Yo retorcía un pezón con una mano mientras con la otra dirigía sus movimientos. Deseaba follarla, hacerla mía en aquel mismo momento, pero ella tenía otros planes. Se puso de espaldas a mí, de nuevo apoyada sobre la mesa, y me ofreció su culo para que lo lamiera, sin sacarse en ningún momento el consolador de su coño. Lamía su culo mientras veía como se introducía una y otra vez el trozo de latex en su cuerpo, con ese sonido característico de humedad. Mi lengua se abrió paso por su culo mientras sus gemidos iban en aumento. Aquella desconocida estaba a punto de correrse a escasos milímetros de mi cara. Decidí tomar la iniciativa, y cuando noté que estaba a punto de venirse, cogiéndola de la mano aparté el consolador y lo sustituí por mi polla, que estaba deseando entrar en acción.
El contacto con su coño quemaba y la humedad que desprendía embadurnó mi polla inmediátamente, pero ella no protestó, al contrario, solo dijo, "si, cabrón, fóllame" y comenzó a mover su culo en círculos, haciéndome estremecer, mientras sentía como se corría en un intenso orgasmo. Cuando se recuperó, me hizo sentar sobre la mesa y sentándose encima de mí, comenzó a cabalgarme con sus brazos alrededor de mi cuello. Su pelo, ya completamente suelto y pegado a la cara por el sudor, le daba un aspecto de leona salvaje. Me mordía el labio, el cuello, pellizcaba mis tetillas y echaba todo su cuerpo hacia atrás mientras se movía sobre mí cada vez más deprisa. Susurré un "me voy a correr", y ella se separó de mí, y bajó su cabeza hasta mi polla, acariciándome los huevos con una mano, y pajeando mi polla con la otra, mientras daba lametones a mi capullo, haciendo que me corriera en pocos segundos sobre su cara y sus tetas, restregándolas contra mi polla con una sonrisa diabólica en la cara hasta haberme exprimido por completo.
Sacó de algún lado unos pañuelos de papel, y me dejó arreglándome la ropa en aquel cuartillo. Cuando salí, me había envuelto las compras. Con una mueca de complicidad me dijo que le contara que tal resultado había dado, y como si tal cosa salí de la tienda.
Lógicamente, volví para contárselo, pero eso ya es otra historia...