La Tía Penélope (3)

Acariciaba de manera circular sus caderas y su hermoso trasero al tiempo que ella metía mano bajo la falda del uniforme y por sobre mis pantaletas sobaba con el pequeño vibrador. Había comenzado a escurrirme, era una sensación deliciosa

Hola, mi nombre es Vanessa y tengo 19 años.

Ya en otras dos ocasiones he contado acerca de una experiencia mórbida con el Profe de mate en "El punto de pase" y también les conté acerca de la primera vez que me masturbé en "Mi primer toqueteo" . Hace poco comencé a relatar la introducción de lo que ocurrió cuando conocí a "La Tía Penélope" , la pariente de mi amiga Rebeca, que tiene unas obsesiones bastante truculentas.

De igual manera, he relatado cómo es que la tía, hizo gala del uso de sus "juguetitos" con un muchacho al que sodomizó mientras mi amiga yo, observábamos "escondidas" en su clóset.

La segunda parte del relato, concluía así:

"Terminó de liberarse [el muchacho]. Se quitó la máscara y comenzó a vestirse. Su rostro estaba muy maltratado por los golpes. Lloraba. No sé si por orgullo o por dolor. Tal vez por ambas cosas. Salió del cuarto y oímos cómo azotaba la puerta.

Rebeca y yo quisimos aprovechar el momento para salir del clóset y discretamente abandonar la casa, pero antes de que abriéramos la puerta del armario, la tía Penélope salió del baño cubierta por una bata de seda negra. Apagó la vela encendida, y dirigiéndose al ropero dijo:

-Ya pueden salir niñas, ya se fue

Mi amiga y yo nos quedamos heladas."

Pero antes de continuar con esa parte del relato, les diré lo que ocurrió dentro del clóset

Como saben, Beca y yo aprovechamos un día sin clases para ir al departamento de su tía, que gusta de tener juguetitos sexuales; como la dueña no estaba, Rebeca comenzó a mostrarme algunos de ellos, en ese momento, escuchamos ruidos y no pudiendo salir de la habitación, nos ocultamos en el clóset, quedando Rebe apoyada de espaldas a la pared y yo dándole la espalda a ella… Lo que pude ver a través de la rejilla, lo he contado ya.

Mientras nos dirigíamos al guardarropa, ví que Rebeca ocultaba algo en la cintura de la falda.

Una vez dentro y cuando la tía salió vestida de cuero, sentí cómo la mano de Beca buscaba lo que había ocultado. Yo me encontraba sumamente nerviosa y no quería voltear por temor a hacer algún ruido. Fue cuando escuché un pequeño zumbido detrás de mi oreja derecha, lo mismo que una pequeña vibración

Lo que se había guardado era un pequeño vibrador, de esos, que suelen colocarse en los dedos. Podía sentir cómo mi amiga se convulsionaba tratando de no emitir una carcajada, pues en cuanto oí el zumbido pensé que tal vez su tía nos escucharía y a lo mejor nos agarraba a latigazos, parecía estatua… Rebe se acercó a mi oreja izquierda y me susurró quedamente: "No te preocupes… No nos van a escuchar, es muy quedito el sonido" y mientras lo decía su respiración erizaba mi nuca y mi espalda; un flujo recorrió mi vagina y mojé mis pantaletas

Tras decir lo anterior, mordisqueó mi lóbulo y su mano derecha pasaba suavemente el vibrador por mi rostro y mi cuello, su mano izquierda abrazaba mi cintura, buscando desabrochar los botones de mi blusa… Pasó de morderme a besar mi nuca y mi cuello, mi piel se ponía eriza con cada lengüetazo; me sentía atemorizada, confundida. Nunca esperé que Rebeca me hiciera algo así; no era que las caricias me molestasen, al contrario, me estaban gustando demasiado; pero el hecho de que fuera una mujer la que me estaba erotizando de esa manera hacía que me sintiera confundida… Mis experiencias sexuales, en pareja, a mis 16 años se habían limitado únicamente a un beso de lengüita y un toque de senos que me dio un chico hacía ya mucho tiempo. No obstante, el cúmulo de sensaciones y emociones, el hecho de saberme de incógnito en ese lugar, de alguna manera habían surtido un efecto muy sensual en mí.

Consiguió desabrochar mi blusa, bajándola hasta los codos dejando mi cuello y mi pecho desnudos y a su merced; comenzó a jugar con los tirantes del bra, levantando uno y luego otro, de tal modo que cada uno de mis senos se levantaban alternadamente… Pasó por mis labios el vibrador y comenzó a bajarlo por el cuello, por el pecho… Entonces su mano izquierda se introdujo en el sostén, acariciando mi rosado y erecto pezón… Comencé a sentirme flotar, y el calorcito entre mis piernas me hacía apretar los muslos duramente, uno contra otro… Sacó del sostén el seno derecho, luego el par; dejando mis tetas de fuera, erectas y encendidas como claveles. Acercó el vibrador a mis pezones y la adrenalina se disparó al mil por ciento.

Me sabía humedecida y dilatada, me sentía ansiosa, como cuando tenía mis sesiones de toqueteo en el baño de mi casa, pero ahora con sensaciones extremas… Sentí que el piso se movía y que me caía; para sostenerme, me apoyé colocando mis manos en la cadera de mi amiga sólo para descubrir que se había quitado la falda y estaba en tanga. Una finísima prenda de algodón de hilo dental, pues sentí la piel de sus nalgas firmes y redondas… Ella, por instinto, pegó su cadera a la mía mientras me apretaba los senos; a través de su blusa pude sentir cómo sus pezones estaban duros igual que los míos y acerqué mi trasero a su pelvis, ya húmeda también, recordando al chico del autobús; ella me mordía los hombros y pasaba el aparato por todo mi vientre mientras yo trataba de contener los gemidos mordiéndome el labio inferior

Acariciaba de manera circular sus caderas y su hermoso trasero al tiempo que ella metía mano bajo la falda del uniforme y por sobre mis pantaletas sobaba con el pequeño vibrador. Había comenzado a escurrirme, era una sensación deliciosa… Hacía unos meses había descubierto el placer de la autosatisfacción, ahora, mientras mi amiga me lo hacía descubría una gama enorme de sensaciones; tal vez el que fuera Ella, mi amiga, la que me tocara de esa manera había provocado una excitación tal que mi entrada vaginal estaba abiertísima, de tal suerte que cuando pasaba el dedo vibratorio a través de mi prenda interior, ésta se introducía casi hasta mi clítoris.

Hice lo propio y con ansiedad, mi mano buscó su sexo; se introdujo dentro de su tanga y mis dos dedos se resbalaron directo a su clítoris, erecto y duro; quiso gritar de placer, pero por temor a ser descubiertas ahogó el aullido mordiéndome el hombro izquierdo. Entonces la mano que había estado jugueteando con mis pechos, se perdió por un instante. Algo buscaba, porque también la mano bajo mi falda desapareció unos segundos… Empezaba a creer que se había espantado o arrepentido cuando sus manos levantaron mi falda, bajaron mis pantys y llenaron mi sexo con un lubricante que me provocó un efecto de placidez total.

Introdujo sus tres dedos, vibrador incluido, y sobó magistralmente mi clítoris. Era como si lo conociese de siempre, como si fuéramos amantes y supiera cada uno de mis puntos erógenos. Un líquido comenzó a derramarse por entre mis muslos y supe que el orgasmo estaba por llegar… Así ocurrió. De repente sólo sentí cómo me iba entre luces de colores, perdí la fuerza de los pies y sentí un alivio parecido a cuando me había aguantado mucho tiempo las ganas de orinar… No podía gritar y sin embargo, escuchaba un alarido largo y agudo. Me di cuenta que tenía la mano completa casi dentro de ella que también estaba escurriéndose. Y así todo había terminado. Habíamos llegado al clímax las dos

Fue entonces cuando vimos que la tía se metía al baño. De inmediato pusimos algo de orden a nuestras ropas y en ese momento la escuchamos decir:

-Ya pueden salir niñas, ya se fue

Con gran nerviosismo salimos del clóset. La claridad del cuarto hirió mis pupilas. Llevaba la cara agachada de la vergüenza. Pensaba que después de lo anterior Penélope, esa hermosa mujer, diría de mi que era una zorra, una cualquiera

-No se preocupen, no pasa nada.

Rebeca quiso hablar pera su tía le puso el índice en la boca en señal de silencio.

-Dejaron sus mochilas sobre el sillón de la sala, conozco la tuya Rebeca y la otra es de mujer; al no verlas por ningún lado y notar que algunas de mis pertenencias estaban fuera de lugar supuse que estaban ahí.

-¿Así eres siempre? –preguntó mi amiga.

-Con algunos sí y con otros… También –contestó prorrumpiendo en una carcajada. – A ése, le gusta la mala vida. Lo mismo hizo la semana pasada.

-Eres genial tía

  • Y a ésta… ¿le comieron la lengua los ratones? – dijo señalándome. - ¿Nunca has visto algo así?

  • Me llamo Vanesa – le dije – y no… fue… la primera vez.

-No te asustes, estás chica y ya verás otras cosas – me dijo.- Pero quiten esa cara, ¿les parece si comemos? Hacer el amor me da hambre.

Esa tarde comí con ellas y Penélope me contó muchísimas anécdotas de su vida que, tal vez, un día les cuente

Rebe y yo, durante la comida, nos lanzábamos miradas de complicidad y sonrisas picaronas; algo nuevo había surgido entre ella y yo.

Pero esa es una historia que debe ser contada en otra ocasión.