La tía Karla
El sobrino descubre que su tía, una mujer deslumbrante, es una hembra insaciable y que tiene predilección por el incesto.
La tía Karla
Siempre había visto a mi tía Karla como un ser inalcanzable, una diosa que sólo podía admirarse lejanamente, ya que era del tipo de mujer que atraía a los hombres como la miel a las abejas. Su porte, su forma de vestir, la manera de moverse, sus miradas, todo en ella irradiaba sexualidad y era imposible no sentirse atraído por ese aire de mujer deseable, de esas que alimentan los sueños eróticos de los jóvenes. Y yo era un joven y soñaba con ella, pero mis sueños eran fantasías que sabía que nunca podrían realizarse pues mi tía era tan espléndida, tan hermosa, tan exquisitamente hembra que nunca se fijaría en un pobre chico que, para peor, era su sobrino.
La noche en que mi tía dejó de ser un objeto de deseo inalcanzable para convertirse en una hembra ardiente entre mis brazos, lucía tan espléndida como siempre: con su metro y setenta y cinco, sobresalía por sobre el resto de las mujeres, vestida de un traje de una pieza, negro, que hacía lucir su piel blanca y el pelo rubio, que le caía como cascada sobre los hombros. Era todo un espectáculo verla reír como una reina, sabedora de que era la más hermosa de todas las hermanas, primas y sobrinas con las que compartía. Los varones presentes nos preguntábamos quién sería el afortunado que gozaba de los favores de esa tremenda hembra.
La familia se había reunido para celebrar las bodas de oro de los abuelos y no faltó ningún pariente, todos con sus respectivas parejas, excepto la tía Karla, la más hermosa de las mujeres, la que suponíamos rodeada de admiradores. Todos los presentes nos preguntábamos por qué ella, precisamente ella, se había presentado sin una pareja.
Me acerqué a ella, como siempre lo hacía cuando la familia se reunía, para tener el consuelo de su cercanía, con lo que me conformaba para alimentar mis fantasías eróticas cuando ya no la tuviera cerca. Ella me sonrió y entablamos una conversación de la que no guardo recuerdos, tan embobado estaba mirándola. Estaba seguro que mi tía se había dado cuenta mucho tiempo antes de mi admiración por ella, pero su comportamiento no había variado, tal vez por el hecho de que mi actitud hacia ella era la acostumbrada de los jóvenes que se le acercaban. Una mujer como ella sabía manejar a sus admiradores de manera que ninguno se sintiera defraudado, pero sin dejarlos alimentar ideas equivocadas respecto a su amabilidad.
No sé cómo fue, pero en un momento determinado salió el tema de la poesía y los poetas chilenos en particular. Ella se mostró admirada que un varón gustara de los poemas y cuando recité algunos versos de Neruda, De Rohka, Huidobro, Parra o Castro, mi tía empezó a mirarme con otros ojos, en que se notaba una atención especial. Afortunadamente, cuando cité algunos poemas no lo hice con la intención de provocar su admiración sino que resultó muy natural dentro del contexto de la conversación, lo que después tuve que agradecer considerando cómo nuestra relación empezó a cambiar a partir de ese momento.
Me has impresionado, Matías
Por favor, tía. No es para tanto
Es que la poesía es algo casi olvidado por la juventud actualmente
No estoy de acuerdo, tía. Yo creo que es un tema poco abordado, pero siempre está ahí, para que las almas sensibles se alimenten. Y siempre habrá alguien que beba de esa fuente.
Y tú eres uno de esos sedientos. . .
Tanto como sediento, no creo. Pero me encanta leer poemas.
Y los recitas muy bien, por lo que pude apreciar.
Tía, los versos que le dije fueron sin la intención de que parecieran recitados.
¿Por qué?
Encuentro que la gente, por lo general, se ríe de los que recitan poemas.
Tienes razón en ello, hay momentos y momentos para recitar
Exactamente, tía.
¿Puedo pedirte dos favores?
Dígame
Primero, cuando conversemos a solas, como ahora, llámame Karla.
Gracias
Y lo segundo, prométeme que me recitarás.
Por mí, encantado, ti…, perdón, Karla.
¿Esta noche, por ejemplo?
Pero, el resto de la familia se va a burlar si me ven recitándole
Yo pensaba en mi departamento
No, no podía ser. Estaba soñando. ¿Ese monumento de hembra y yo a solas en su departamento? Creí que había escuchado mal pero su hermoso rostro me estaba regalando una sonrisa tentadora que era invitación a soñar con sus carnosos labios.
¿Co…cómo lo haremos?
Simple, en media hora más te vas y me esperas en la esquina. Yo te llevaré en mi auto.
Me parece estupendo, ti… Karla.
La siguiente media hora la pasé como en las nubes, sin escuchar lo que se conversaba ni lo que me decían. Todo mi ser estaba centrado en mi tía Karla, ese tremendo pedazo de mujer que me había invitado a estar a sola con ella esa noche. Pero algo dentro de mí me advertía que me estaba pasando películas con algo que podía ser de lo más natural: tal vez mi tía solamente quería escuchar poesía porque. . . le gustaba la poesía. Y nada más. Era muy probable que lo de ella fuera sin ninguna segunda intención, como yo me había imaginado. Pero, ¿por qué me pidió que la esperara en la esquina y no partíamos juntos? Tal vez para evitar que la familia murmurara cosas que no debía. A fin de cuentas, decidí que no debía hacerme ilusiones por la invitación de mi tía y lo mejor era tomarlo todo tal como había sucedido: una invitación para escuchar poemas y nada más. Sin otra intención que disfrutar de la poesía.
Me despedí de todos y cuando lo hice con mi tía, me dijo al oído “ espérame ”, llenándome con un aliento que me erizó la piel. Más que compartir un secreto fue toda una invitación, plena de sugerencias y sensaciones que me hicieron sentir en el séptimo cielo. Todas mis aprensiones anteriores se desvanecieron y sólo podía pensar en las exquisitas posibilidades que se me presentaban por delante. Los labios seductores de mi tía Karla en mi oído, el aroma de su piel y la sensación erótica de su aliento penetrando mi oído me hicieron sentir en la gloria, por lo que mis piernas parecían flotar cuando me fui.
Al cabo de diez minutos apareció su auto, que frenó a mi lado y ella, con su hermosa sonrisa, me invitó a subir. Partimos raudos a su departamento, conmigo en silencio, sin atreverme a decir nada para no romper el hechizo en que estaba viviendo. No me atrevía a mirar sus piernas, que se mostraban en toda su exquisitez debido a que la falda se le había subido hasta medio muslo. Mi tía cada cierto rato me miraba, sin dejar de sonreír. Al parecer estaba consciente de mi turbación y del efecto que sus piernas producían en mí, pero ello parecía divertirle pues no hacía nada por ocultar sus hermosos muslos.
Ya en su departamento, me hizo sentar y me ofreció una copa. Ella se sentó al frente y, cruzando sus piernas, me dirigió una mirada que era toda una promesa. Ella alzó su copa y con una sonrisa brindó por los dos.
Salud, Matías.
Salud, Karla.
Sus bellas piernas cruzadas me mostraban parte de sus muslos, todo cubierto por la tela de unas medias de color negro, el mismo de su vestido. Al parecer mi tía tenía predilección por el negro, un color que resaltaba la belleza de su piel blanca. Y su cabellera rubia era un digno remate a esa combinación de color, haciéndola lucir en todo su esplendor.
Así que resultaste ser todo un romántico, Matías.
Sí. Me encanta la poesía y todo lo que ella encierra en cuanto a sentimientos.
Siempre intuí que eras alguien especial.
No entiendo.
Es que hace tiempo me había fijado en ti y me agrada tu forma de ser. Ahora comprendo por qué eras tan especial.
¿Me encontraba especial?
Sì, muy especial
¿En qué sentido, Karla?
No pude evitar lanzar mi primer dardo. La situación, ella y yo solos, el momento, la noche toda para nosotros, todo se confabulaba para intentar algún acercamiento por las sendas que yo ansiaba con tanto empeño. Total, nada se perdía con intentarlo. Si ella captaba la intención, bien. Y si no, mala suerte, pero no podría sentirse ofendida por mi pregunta, suponía yo.
En varios, sentidos, a decir verdad.
Me gustaría saberlos, si es que se puede.
De poder se puede, pero por ahora no se debe.
Eso parece un trabalenguas difícil de desentrañar.
A tu edad ya debieras darte cuenta, ¿no crees?
Ahora era ella la que me devolvía la mano, con un tiro directo. No sé si podría estar a su altura, pero debía intentarlo si deseaba seguir incursionando por el camino que ella me estaba llevando.
Bueno, creo haberme dado cuenta, pero no sé si voy por buen camino.
Yo creo que sí. Es cosa que sigas adelante.
De seguir, yo sigo adelante a como de lugar, si al final del camino me espera lo que deseo.
Creo que los dos deseamos lo mismo
Las cosas estaban dadas. Las cartas en la mesa. Y mi hermosa tía, mientras me decía esto último, abrió sus piernas levemente, mostrándome gran parte de sus muslos interiores y siempre con su sonrisa bailando entre los labios.
Karla, imagino que debes tener muchos admiradores
Sí, pero no son del tipo que a mí me gustan.
¿Y cómo te gustan?
Hay dos tipo de amantes que me agradan y uno de ellos son los muchachos jóvenes.
¿Por qué te gustan los jóvenes?
Porque son impetuosos, arrasan con todo y no se detienen ante nada.
Entiendo, te gusta que sean ellos los que te manejen a su voluntad, ¿o no?
Si, que tomen la iniciativa.
¿Y tienes algún límite? ¿Por ejemplo si es pariente?
Qué eres tontito, Matías. Ningún límite.
¿Y si yo me tomo la palabra?
Inténtalo.
Me levanté y fui a sentarme a su lado. La abracé y acerqué mi rostro al suyo. Su boca estaba semi abierta, anhelante, esperando el beso. Nuestros labios se fundieron y las lenguas, furiosas, se mezclaron en una lucha en que parecía que ambas se devorarían. Una de mis manos descendió hasta sus senos y empecé a acariciarlos con cierta brusquedad debido a mis ansias incontenibles de acariciar las partes de esa estupenda hembra que se me estaba entregando.
Karla se echó hacia atrás, sin dejar de besarme. De pronto estaba encima de ella, besándola apasionadamente, mientras mis manos acariciaban ese cuerpo de ensueño que tantas veces me hizo soñar con un momento como el que estaba viviendo ahora. Una de sus manos bajó y apretó mi entrepierna, donde el bulto de mi erección había adquirido dimensiones respetables.
Mmmmm, me gusta lo que estoy tocando
Y yo, para no ser menos, metí mi mano en su falda y empecé a subirla, hasta llegar a su preciosa entre pierna, donde la seda de su calzoncito ocultaba un paquete que se notaba ya húmedo por la excitación.
Y a mí me encanta lo que tengo en la mano
Matías . . .
¿Si?
Poséeme
Me levanté y en un santiamén quedé desnudo, con mi verga en todo su esplendor. Ella subió su falda y se sacó un calzoncito negro, que me tiró a la cara. Lo tomé y besé con ganas mientras me ponía entre sus piernas, las que se abrieron para recibirme. Las encogió y se puso en posición de hacer el amor, en tanto yo llevaba mi instrumento a la entrada de sus rosados labios, que estaban húmedos por el deseo.
Karla, pídemelo
Hazlo, Matías
¿Qué quieres que te haga?
Poséeme, fóllame, cógeme
¿Quieres mi verga en tu cosita?
Sí, hasta el fondo, Matías.
Mientras mi polla entraba en su cueva de amor, la miré a los ojos y vi en ellos un deseo inmenso por follar. Adelantó su cuerpo y sus piernas se abrazaron a mí por la espalda, cabalgándome con brío en medio de palabras de excitación.
Ricoooooo, siiiiiiiiiiiiiiiii
Eres exquisita Karla
Y tu, mijitooooooooooo
Tomaaaaaaa, tomaaaaaaa
Másssssss, masssssssssssss
Asiiiiiiiii, papitoooooooooo
Mijitaaaaaaaaa, ricaaaaaaaaaa
Dame durooooooo, asiiiiiiiiiiiiiii
La tomé de las nalgas y empecé a cabalgarla con fiereza, imprimiendo todo el esfuerzo posible por hacerla gozar con mis metidas y sacadas. Ella secundaba mis movimientos con una energía increíble, moviendo su cuerpo de manera que su vulva fuera al encuentro de mi verga cuando empujaba y cuando la sacaba.
Dale, papi, daleeeeeeeee
Toma, tomaaaaaaaaaaaaaa
Ricooooooooooo, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Mijitaaaaaaaaaaa
Empuja, cabrón, empujaaaaaaaaa
Tomaaaaaaaaa, tomaaaaaaaaaa
Aghhhhhhhhhh, ricooooooooooooo
Mijitaaaaaaaaaaaaa
Ambos acabamos al unísono, quedando bañados en sudor sobre el sillón, ella con la falda levantada, sus piernas abiertas y yo encimo suyo, desnudo, con mi verga en su vulva, por donde chorreaba el líquido que daba cuenta de nuestra pasión.
Sabía que no me equivocaba contigo
Gracias, Karla. Hacía mucho tiempo que te deseo
Y yo a ti, mi muchachote. Tu tienes una característica que no cualquiera tiene
¿Y cual es?
Eres mi sobrino
No entiendo, Karla
Ay, como eres. Te lo diré de otra manera: lo sucedido hoy es incesto.
Comprendo, te gusta el incesto.
Si, me encanta. Por eso no me bastaba que fueras joven. Estaba lo otro, el lazo familiar.
Qué rico, Karla, pues tu has sido mi sueño erótico de muchos años y no me importaba que fueras mi tía ni que esto fuera incestuoso.
Me alegra, Matías. Y, dime, ¿quieres follar otra vez a tu tía?
Encantado, tiita linda.
Se tendieron en el suelo, para lo cual Karla terminó de desnudarse, quedando solamente con las medias negras, que le daban un aspecto de prostituta que a Matías no le pasó desapercibido. Era evidente que a su tía le gustaba el sexo fuerte, a juzgar por algunas palabras que dijo mientras estaban follando.
De espalda en la alfombra, con las piernas abiertas, esperando a su invasor, levantó sus brazos invitándolo a que la cubriera.
Ven, mi macho.
Tu macho, tu cabrón
Sì, mi cabrón
¿Sientes la pija de tu cabrón, como te entra?
Mmmmm, exquisitaaaaa, ricaaaaaaaaaa
Eres muy caliente, Karla
Si, caliente como perra
Mi perra caliente, déjate montar por tu macho
Asiiiiiiiiiiiiiii, mi machooooooooooo
Empezaron a moverse con una energía increíble, uniendo sus cuerpos en una follada de antología, en que ambos, cubiertos de sudor, pugnaban por llegar pronto a la meta. Y es que los dos deseaban acabar pronto para volver a sentir las ricas sensaciones que tuvieron cuando lo hicieron en el sillón. Y, efectivamente, la explosión les llegó y sintieron tan rico como la vez primera, unas sensaciones increíbles mientras sus cuerpos se agitaban alocadamente.
Aghhhhhhhhhhhh, papitoooooooooooo
Mijitaaaaaaaaaaaaaaaa. Siiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Quedaron tendidos en el suelo, sobre la alfombra, respirando agitadamente, en procura de recuperar la respiración que se les había ido en medio de tanto gozar.
Los dos sabían que aún restaba mucho de la noche y que ésta no tendría fin sino hasta cuando hubieran saciado la sed de lujuria que los poseía. Karla no imaginó que su sobrino tuviera tanta vitalidad para follar y Matías estaba cumpliendo un sueño al tener a su tía tan dispuesta para revolcarse con él. En sus sueños Karla era toda una hembra lujuriosa y en la realidad resultó ser exactamente como él la imaginaba. Y quizás más.
Tìa y sobrino se sirvieron otra copa y entre trago y trago empezaron a desnudar sus vidas. Fue a la luz de las confidencias que Matías supo cual era el otro tipo de amante que su tía le había dicho que le gustaban. Y Karla se enteró de que su sobrino era la pareja perfecta para ella en cuanto a sexo incestuoso.
A raíz de las confidencias de Matías. a Karla se le abrió un abanico de posibilidades respecto a su hermana y sus hijas. Y a Matías respecto de las restantes mujeres de la familia.
Pero por ahora debían mitigar la sed de sexo que se había despertado en ellos.
Mejor sigamos en mi dormitorio, ¿te parece?
Encantado, tía.
Salvador: demadariaga@hotmail.com