La tía Isabel 2

Elsa acude con su tía a ver a su vecina, Almudena, una peculiar viuda que vive descalza. La mujer es la encargada de arreglar la ropa de la joven, que no podrá evitar sentir atracción por esos pies, acabando por masturbarse en casa usando una zapatilla.

LA VIUDA DESCALZA

-Para ir donde Almudena no hace falta que te calces de calle. Es la puerta de al lado, sal con las pantuflas o descalza, si lo prefieres, ya que en su casa hay que ir descalzas, ella va así.

Elsa asintió mientras terminaba de colocar las cosas en su habitación.

Aquella mañana, tras ser despertada a las ocho por su tía, desayunaron juntas en la mesa de la cocina. Un vaso de leche y tostadas recién hechas. Después, se duchó, se vistió, y empezó a ordenar su habitación guardando todo lo de sus  maletas en el armario. En todo momento, Elsa permaneció con las pantuflas puestas. Quería volver a olerse los pies esa noche y ver si olían aún más fuertes que ayer,

A las diez y media, su tía la avisó.

-Vamos. - la llamó ya desde la puerta de la calle. La puerta que separaba el recibidor del resto estaba abierta y su tía estaba fuera, en la acera, y efectivamente, descalza. Elsa, mirándola intrigada, sin comprender porque no podrían descalzarse al entrar en la casa de Almudena, fue hasta el recibidor, dejó sus pantuflas junto a las de su tía,y salió, sintiendo el áspero asfalto en sus plantas.

-¿Por qué  no podemos dejar las zapatillas en la entrada, como aquí?

Isabel miró a su sobrina.

-Eras muy pequeña la última vez que viniste al pueblo, y apenas recordarás a Almudena, no se si siquiera la viste, a tu madre no le agradaba, claro, no era muy creyente.

Resopló antes de seguir,

-Almudena lleva once años descalza por una promesa.

-¿Descalza? ¿Once años? ¿Sin usar nunca nada?

-Jamás, ni en las peores temporadas de nieve o calor, ha cubierto con nada sus pies desde hace once años.

Elsa se quedó sorprendida, los pies de esa mujer deberían estar destrozados. Sentía curiosidad por verlos, y un terrible morbo por saber si olerían a algo al final del día, tras ir descalza por las calles, el mercado, los parques, o al no estar encerrados en calzado alguno no sudaban y no olerían…Se sintió excitada pensando en quedarse a solas con ella y poder olerlos, pero sabía que eso sería imposible. Siguió a su tía hasta la puerta de la casa de al lado y esperó a que se abriera tras haber llamado. Al ver aparecer a Almudena, Elsa se quedó sorprendida y mucho más deseosa de tener cerca esos pies para su disfrute.

Almudena tenía cincuenta años recién cumplidos, pero aparentaba menos. Tenía el pelo canoso muy corto, a lo garcon. No era muy alta, pero si tenía un cuerpo bien formado, aunque el vestido que llevaba lo ocultara, aunque no lo suficiente. Sus pies sobresalen desde poco más arriba de los tobillos por los bajos del vestido que llevaba, unos pies que Elsa adivinó largos, estilizados, finos, de dedos delicados, con leves juanetes que no afean si no embellecen los estilizados pies, de uñas perfectamente cuidadas, donde se podía adivinar algo de suciedad bajo ellas, entre los dedos… Elsa tragó saliva, eran unos pies preciosos, deseaba ver como tenia las plantas, deseaba olerlas, deseaba pegar su nariz y sentir con sus manos lo curtidas y ásperas que deben estar.

-Hola Isa - dijo la mujer alegre y sonriendo - Tú debes ser Elsa, adelante, pasad, pasad.

Y ambas entraron dentro de la casa de Almudena.

La distribución de la casa era muy similar, pero el cuidado era distinto. Parede impolutas, lámparas cuidadas en lugar de bombillas sueltas y colgando. suelo de madera bien lijado y barnizado, a  buen seguro cada poco para evitar astillas, muebles nuevos… Era la antítesis de la casa de su tía Isabel.

-¿Queréis tomar algo o empezamos con la costura?

-La costura primero.

-Bien, acompañadme.

La siguieron hasta una habitación lateral que era un taller de costura. Había una pequeña banqueta en el centro.

-Elsa, quédate solo con las braguitas y súbete ahí.

La muchacha obedeció.

-Es increíble… Este uniforme no ha cambiado desde que iba yo al colegio de las hermanas superioras.

Elsa miró el que sería su uniforme. Falda gris, camisa blanca, jersey azul con un escudo bordado. Habia tambien una serie de leotarados, medias y calcetines de color azul, y una serie de zapatos mocasin y guillerminas con hevilla.

-No sabía qué número tenías, así que he comprado del 37,38 y 39.

-38 - dijo Elsa mirando los zapatos con cierto desprecio. Le parecían feos, todos.

-Bueno, usaras los dos, los alternaras. - dijo Almudena mientras llevaba la falda hacia Elsa. -A ver, mete las piernas.

Elsa obedeció. la mujer le ajustó la falda a la cintura y empezó a cogerla con alfileres, después, subió los bajos por encima de la rodilla, dejando como medida su mano cerrada.

-Lo bueno de que el colegio esté segregado, es que no habrá tentación de subirse la falda para que la vean los chicos. - dijo Almudena cogiendo bien el bajo de la falda.

-¿Sigue siendo la hermana Julia la directora?

-Si, ahí sigue.

-¿Qué años tiene ya?

-Cincuenta y cinco, es unos años mayor que yo.

-La verdad es que entró muy joven. Mónica ya la tenía de profesora en su día y mi hermana me sacaba quince años.

-Si, si… entró con dieciocho, yo tendría doce o trece, y era mi profesora de música el primer año, y de matemáticas y lengua los siguientes. Creo que cuando tu hermana se marchó del colegio ya con dieciocho tardó un año en ser la directora.

-Muy joven. La más joven, según decían mis padres.

-A ver… - dijo Almudena haciendo cálculos- Tiene ahora cincuenta y cinco, tu hermana tendría cuarenta y cinco… Entonces fue directora con veintinueve.

Elsa guardaba silencio mientras su tía y Almudena hablaban. De vez en cuando miraba a los pies de la mujer, y cada vez deseaba más y más saber cómo olían, como eran esas plantas, que sucias estarían, incluso le entró el deseo de chuparlas. Empezó a notarse excitada, notando sus pezones ponerse duros y se ruborizó, esperando que no se le notara, no fuera a decirle algo su tia o Almudena, que había metido ya los bajos y miraba de pie, algo alejada, como quedaba.

-¿Así queda bien?

Isabel asintió.

-Veamos las camisas.

Quítate esa camiseta.

Elsa obedeció. se desprendió de su camiseta quedándose solo con el sujetador. Almudena cogió de una mesa una camisa aún envuelta, la desenvolvió y se la tendió a Elsa que se la puso diligente, abotonandola después. Las dos mujeres miraron a Elsa y asintieron.

-Perfecta, no hay que tocarla.

La camisa le quedaba algo suelta, no se le ajustaba, pero tampoco le quedaba grande.

-Las he comprado iguales las tres. ¿Con tres bastará?

-Si, tengo lavadora.

Almudena asintió. Fue a la mesa de donde estaba sacando todo el material y cogió un jersey.

-Potelo, -dijo dándoselo a Elsa, que obedeció. Le quedaba también algo suelto, pero valía. - De estos hay dos.

-Bien, bien… si no te importa, te cogeré una cerveza de la nevera.

-Oh, tráeme otra.

Isabel asintió y fue hasta la cocina.

-De faldas hay también tres. - dijo cuando Isabel ya trajo las cervezas abiertas y dieron un trago ambas. Elsa seguía de pie sobre el taburete, con el uniforme aun puesto a falta de las medias y los zapatos.

-Perfecto. ¿Los tienes listos para mañana?

Almudena asintió.

-Si, te los paso después de comer.

-Bien.

-Ya puedes bajarte y ponerte tu ropa cariño. - Almudena ayudó a Elsa a desvestirse, la chiquilla bajó después del taburete y se puso sus vaqueros y la camiseta, quedándose de pie en mitad del salón, mientras Almudena cogia la banqueta y la llevaba ante el sofa del salón, donde ya estaba sentada Isabel. La mujer se sentó junto a la tía de Elsa y subió los pies a la banqueta donde antes había estado la chiquilla de pie, cruzandolos por los tobillos y permitiendo, por fin, a Elsa, verlos.

Estaban grises, sucios del polvo de la casa, pero se apreciaban perfectamente las durezas correosas y amarillentas en sus talones, algo agrietados, y en las almohadillas bajo los dedos. Elsa notaba como se excitaba, le parecían preciosos, hubiera deseado arrastrarse hasta ellos, olerlos lamerlos, chuparlos… Estaba empezando a ponerse nerviosa.

-Necesito ir al lavabo…

-Oh… vete a casa si quieres, yo me quedaré con Almudena un rato.

-No tengo llaves.

Isabel gruñó.

-Tengo que hacerte un juego. - metió la mano en el bolsillo de su pantalón y se las dió - Estate atenta luego a la puerta, no cierres la del recibidor, así me oirás llamar.

Elsa asintió, se despidió de las dos mujeres y salió andando deprisa. De nuevo la textura agradable del asfalto en susnpies descalzos, se detuvo un poco ante la puerta, frotando susnpies en la acera a propósito, y entró en la casa. Allí, nada más entrar, estaban susnpantuflas y las de su tía. Cerrando la puerta tras de sí, se agachó, cogió las de su tía y fue hasta el baño, allí, se desnudó de cintura para abajo, dejó las pantuflas en el suelo, y arrodillándose ante ellas, empieza a olerlas mientras se masturbaba. Aspiró fuerte ese olor denso y potente, a sudor, parecido a las que le había dejado, pero no tanto, aquellas estaban muy usadas, y quizás su tía hacía mucho no las lavaba o no lo hizo nunca, eso la lgustó, y siguió masturbandose, un dedo, dos, tres…tenía dentro de ella gres dedos, metiendolos y sacandolos, lubricada cada vez más, Elsa, se sentó con las piernas abiertas y cogiendo una de las zapatillas de Isabel, se pasó la suela de goma amarilla por toda la raja abierta de su coño, frotando con fuerza, mientras con la otra mano cogía la otra zapatilla y aspiraba fuertemente el olor imaginandose a los pies de Almudena lamiendo con devoción esos pies curtidos, rugosos, ásperos, sucios… hasta que entre espasmos, encogió los dedos de los pies y se corrió.