La tía carmen quiere más

Superadas las reservas mentales, mi tía Carmen vuelve a la carga proporcionándonos, tanto a mi prima Visi como a mí, nuevas veladas de sexo y lujuria.

Los que hayan leído mi anterior relato, "Mi iniciación sexual, mi prima Visi y otras dos más", recordarán a mi tía Carmen. Una mujer de 35 años, mas bien alta, curvas espectaculares, seria, recatada, al menos eso pensaba todo el mundo, hasta que, como nosotros tuvimos oportunidad de comprobar, había sexo de por medio.

Para poner en situación a los que no lo hayan leído, os diré que estos hechos ocurrieron en la España represora e hipócrita de finales de los cincuenta, sobre todo en lo referente a estos temas de sexo y relaciones sexuales.

Una vez realizada mi iniciación sexual con mi prima Visi, Cristina y mi tía Carmen, continuaron los escarceos sexuales aprovechando las salidas regulares de mis padres, los lunes y viernes por la noche. Visi, esplendorosa con sus 19 años, y yo con mis trece, aprovechábamos para poner en práctica las enseñanzas de nuestra tía en todas las oportunidades, es decir, cada vez que nos quedábamos a solas, masturbándonos mutuamente con unas comidas de coño y de verga antológicas. La verdad es que resultamos ser unos alumnos muy aventajados. Como por otra parte, ganas no faltaban, no había oportunidad, en que en aquellas veladas, no nos corriéramos un par de veces cada uno, por lo menos.

Mi tía después de aquella lección magistral estuvo durante unos meses sin volver a pasar a casa, quizás algo pesarosa de lo que había provocado. Nosotros la echábamos de menos y así se lo insinué el día de mí 14 cumpleaños. Su regalo me había hecho mucha ilusión, una bicicleta grande, como decíamos entonces, de carreras. En un momento en que estábamos a solas, abrazándola con toda la pasión de la que fui capaz, acerque mi boca a su oreja y mordiéndole el lóbulo con malicia, le dije que estaba encantado con la bici, pero que quería poder agradecérselo de una forma más personal, como yo sabía que a ella le gustaba.

Zafándose del abrazo y de mis caricias, sonrió muy picarona, diciéndome que el lunes siguiente estaría sola en casa, ya que mi tío marchaba de viaje y que nos invitaba a cenar a Visi y a mí. Salté lleno de lujuria y le di un beso fugaz en la boca, quedando sellado el pacto, que prometía una noche caliente de desenfreno y casi con seguridad, la certeza de repetir la follada con mi tía, cosa que con mi prima era imposible, ya que para Visi guardar su virginidad para el día de la boda era incuestionable; la del coño claro, ya que la de la cabeza, la tenía perdida hacía tiempo.

El lunes siguiente mi tía les dijo a mis padres que quería que le hiciésemos compañía, así que nos había invitado a cenar y a oír la radio en su casa, y que no muy tarde nos enviaría a la cama.

Nada más salir mis padres de casa, pasamos al piso de al lado, donde vivían mis tíos, llamamos a la puerta y oímos el ruido de la mirilla que se abría, una vez comprobado que éramos nosotros y que estábamos solos, se abrió la puerta y confirmamos que la noche prometía. Mi tía apareció con un picardías muy escotado, negro, de gasa transparente, que dejaba entrever aquellas tetas turgentes, rotundas, preciosas, con los pezones agresivos, que ya estaban duros, lo que me hizo pensar que mientras se preparaba, había ido adelantando el calentamiento. Abajo, unas bragas de satén negro recogían y moldeaban su maravilloso culo, completando su atuendo unas finas medias de cristal, también negras, sujetas con unas ligas, negras con una cinta roja. Calzaba unos zapatos negros de tacón alto y fino, resultando un conjunto tremendamente hermoso, insinuante y excitante.

Nosotros, tanto mi prima como yo mismo, también nos habíamos puesto cómodos, sin ropa interior, lo que nos proporcionaba un calorcillo especial por el simple detalle de transgredir las normas, pero desde luego admirábamos la voluptuosidad del conjunto de nuestra tía.

Cerrada la puerta y echado el pasador, mi tía volvió a ser la gran maestra de ceremonias que habíamos visto en nuestra casa la vez anterior. Pasamos al comedor y vimos que había preparado una cena fría, rápida, ya que sabía bien que lo que todos queríamos era el postre. Rápidamente nos hizo poner cómodos, es decir, desnudos, y por su parte con aquel conjunto excitante se desplazaba con un contoneo tan insinuante que la reacción de mi pene no se hizo esperar. Me gustaba sentir aquel calor tan especial dentro de mí y mientras esperábamos, intercambiábamos con Visi tocamientos y besos lascivos, que nos iban calentando y preparándonos para lo que se avecinaba.

Terminamos de cenar, una cena llena de toqueteos, caricias, besos y roces de nuestros cuerpos, que nos pusieron muy a tono. Nos sentamos en la sala de estar, ellas dos en un pequeño sofá de dos plazas y yo en un sillón orejero frente a ellas. Recuerdo aquella escena, mi tía besando las tetas de Visi y esta acariciando las piernas y la espalda de mi tía. Lentamente Carmen se fue despojando de su picardías y arrellanándose en el sofá se ofreció para que jugásemos con ella.

Me levanté y situándome de rodillas entre sus muslos, sujeté fuertemente sus tetas, apretando quizás más de lo conveniente, besé y martiricé dulcemente sus enhiestos pezones; mis manos se desplazaron por su cuerpo explorándolo, mientras mi erección estaba en todo su apogeo. Tomé sus bragas por la parte exterior de sus muslos y fui bajándolas suavemente, mi tía se irguió ligeramente y fui deslizándolas hasta sacárselas totalmente, al tiempo Visi, había bajado del sofá y le estaba quitando sus zapatos, dejando sus medias por indicación mía, ya que ver aquel contraste me ponía tremendamente cachondo.

Visi aprovechó aquella postura debajo del sofá, para hacerse con mi pene y empezar una mamada que comenzaba a descontrolarme. Carmen abrió sus piernas apoyando una de ellas en reposabrazos del sofá y mandando la otra al otro extremo, abriéndose totalmente y dejándome a la altura de mis labios aquel coño sonrosado, jugoso y deseable, con el que había soñado desde la vez anterior. Mi lengua se deslizó a lo largo de la raja, mezclando mi saliva con sus jugos. Aquel aroma, ligeramente acre, me embriagaba, acaricié sus labios vaginales, mordisqueándolos, sintiendo los gemidos y suspiros de mi tía, que ya estaba tremendamente caliente y receptiva. Me apoderé de su clítoris, prominente y duro; poniéndolo entre mi lengua, los dientes y el paladar lo titilaba, presionando y succionándolo de forma que veía a mi tía peder el control y agitarse, retorciendo su cuerpo de placer.

Pedí a Visi que dejase su trabajo con mi polla, ya que estaba a punto de correrme, y que ayudase a la tía comiéndole sus tetas, buscando a aquel primer orgasmo que se preveía inminente y devastador. Carmen sujetaba mi cabeza con sus manos, apretándola contra su coño firmemente y retorciéndose de gusto. Metí uno de mis dedos en su húmeda vagina, empezando un metisaca lento y profundo, me di cuenta que aquello era poco para aquella cavidad tan glotona y llegué a meter hasta tres dedos, antes de que nuestra tía, con una cara desfigurada por lo intenso del orgasmo, chillase y como ya habíamos tenido oportunidad de experimentar la vez anterior, perdiendo el control, nos insultase llamándonos cabrones, mamones y otras lindezas por el estilo.

Quedó absolutamente derrengada sobre el sofá, con sus brazos descolgados a lo largo de su cuerpo, mientras que yo seguía acariciando su coño suavemente con la mano y besaba su cara y su cuello, mientras iba recuperándose en medio de unas postreras convulsiones.

Visi volvió a sentarse a su lado. Echándome hacía atrás, pude observar a aquellas dos mujeres espléndidas, calientes, que destilaban lujuria por cada uno de sus poros. La mata de pelos rizados de Visi, no permitía ver la humedad de su coño, pero su cara sofocada y algo desencajada denotaba una calentura fuera de lo habitual. Supongo que mi semblante no era muy diferente del de mi prima, por lo que había pasado y por la visión de aquellas dos beldades desnudas, estaba cachondo a más no poder y mi pene, en plena erección, era un signo elocuente de mi estado.

Carmen se levantó y nos hizo seguirla hasta el dormitorio, mientras nos dirigíamos hacía la cama cogidos de la mano, Visi se atrevió a insinuarle que la había visto muy excitada cuando llegamos, hasta el punto que su coño se veía húmedo y jugoso como si hubiésemos interrumpido algo caliente. Nos confesó que había tenido un día de lo más turbador. La noche anterior había celebrado la despedida con mi tío como si fuese la última vez, con una sesión de sexo furiosa y extenuante, quizás todo ello, pensando en la noche del lunes. Nada más marchar mi tío de viaje de buena mañana, nos confesó que había tenido que masturbarse urgentemente, ya que una desazón interior le obligaba a tocarse, pensando que de esta forma se calmaría.

Había salido de compras con la intención de distraerse y no pensar más en ello, pero lo que hizo fue pasarse por una tienda de lencería y probarse conjuntos, los más sexy que vio, con lo cual su calentura fue en aumento. Mientras preparaba la cena y se arreglaba, tuvo que echar mano de sus "amigos" y nuevamente se había masturbado salvajemente, por eso la habíamos visto tan alterada, ya que este último orgasmo tampoco logró calmarla. En plan confidencial nos dijo, confiando en nuestra madurez y discreción, que durante todos estos meses que habían pasado desde aquella primera y última vez, en numerosas ocasiones estuvo a punto de pasar a casa y repetirlo, pero no lo hizo por esos miedos atávicos, sociales y religiosos, al pensar que yo era muy pequeño.

Cuando el día de mi cumpleaños se lo pedí con tanto cariño, echó todas las dudas por la borda y se prometió que haría todo lo posible para recuperar el tiempo perdido y con solo pensar en eso, se había puesto tan excitada, que desde entonces había asombrado a su marido, forzándole a un sexo repetido y salvaje.

Le pregunté muy intrigado que había querido decir con eso de echar mano de sus "amigos"; se sonrió maliciosamente y después de decirme que era un cabroncete al que no se le escapaba nada, nos dijo que nos iba a revelar un secreto. Se dirigió contoneándose muy misteriosa hasta su armario y sacando una caja de madera muy trabajada y bonita, la depositó en la cama y con una llavecita dorada que llevaba colgada del cuello con una cadena y una medalla, la abrió. En su interior se encontraban una serie de artilugios muy curiosos, algunos en forma de pene, dos juegos de cinco bolas ensartadas por una cuerda, uno de ellos tenía unas bolas de unos cuatro centímetros de diámetro y el otro de dos, más tarde supe que se llamaban bolas chinas, había también una especie de recipiente ovalado que en su interior tenia algo que se movía, al parecer se introducía en la vagina y proporcionaba gran placer con el movimiento, también había algunas revistas, "París-Hollywood", de chicas desnudas y otras de chicos desnudos, que creo recordar que se llamaba "Absolu", o algo parecido. Por primera vez en mi vida vi una revista "Playboy".

Tenía libros y una novela en francés, con muchas fotografías en blanco y negro, elocuentes, que contaba y mostraba una historia pornográfica de un grupo de parejas pasando sus vacaciones en una "péniche" por el río Loira, en Francia, donde había relaciones entre todos los miembros del grupo, desde orgías hasta relaciones homosexuales y de todo tipo. Más tarde tuve oportunidad de leerla y aficionarme a este tipo de literatura.

El artefacto que más llamó mi atención era un pene artificial de plástico, de un tamaño considerable, unos 20 cm. de largo, con un grosor proporcionado, que reproducía perfectamente la constitución de uno natural, con sus venas y rugosidades. Estaba provisto de un arnés para poder colocarlo en la posición adecuada y terminaba en su parte posterior en una bolsa simulando los testículos, que más tarde supe que se trataba de un recipiente en el que podía ponerse leche templada, para simular, en el último momento, la eyaculación de una forma más realista.

Visto aquel tesoro y aclaradas nuestras dudas, ya que tanto para Visi como para mí fue todo un descubrimiento, mi tía nos explicó que algunos fines de semana mis tíos pasaban a Biarritz, en Francia, para ir a ver películas porno y visitar algún Sex-Shop. Hoy puedo decir que eran pioneros en esta costumbre, ya que, mediados los sesenta y en los setenta, cantidad de españolitos hacían esas excursiones de fin de semana, con el mismo objetivo, ya que en España, hasta después de la muerte del dictador en el año 75, estas actividades estaban absolutamente prohibidas. A partir de entonces la situación ha cambiado drásticamente y, afortunadamente, en estos momentos, España es uno de los países más liberales y con leyes más avanzadas al respecto.

Volviendo a la historia, mi tía hizo sentar a Visi en el borde de la cama, en el centro y la obligó suavemente a tumbarse boca arriba, me hizo una indicación y yo me situé entre sus piernas, separándolas, colocándolas sobre mis hombros y comenzando con unos lametazos en su coño que la transportaron a otra galaxia. Si de por sí, ya estaba suficientemente caliente, aquellas lamidas y mordisqueos en su raja y en su clítoris la estaban descontrolando, haciéndola gritar, suspirar y revolverse, aplastando su nuca en el colchón y levantado su pelvis, tratando de presionar aun más su sexo contra mi boca. Mi tía me susurró que estaba a punto para que la penetrara, sorprendiéndose, cuando yo le comenté su rechazo a la penetración por el tema de la perdida de la virginidad.

Carmen dijo no entender nada y sacando un pequeño recipiente de su caja de tesoros que contenía vaselina, me dijo que llegase con mi lengua hasta su pequeño ojete y se lo acariciase. Debió gustarle a Visi, porque siguió con sus convulsiones y exclamaciones, absolutamente lujuriosas y viciosas. Mi tía me iba indicando que con un dedo untase de vaselina su ojete y que fuese introduciéndoselo lentamente, ensanchando el agujero suavemente. En un primer momento Visi, pareció que rechazaba la caricia, pero yo seguía con mi trabajo en su coño y poco a poco introducía más y más mi dedo en su culo. Cuando había avanzado unos cinco centímetros, escuchamos que decía que eso era bueno y que siguiera moviéndolo más fuerte y más profundo.

Mi tía me hizo separarme y poniéndome un poco de vaselina en mi endurecido pene y de nuevo en su rugoso rosetón, me indicó que la penetrará por ese agujero suavemente. Lo intenté y tuve que presionar con fuerza hasta hacer pasar mi glande por el esfínter, Visi acusó el dolor, pero Carmen, al tiempo que acariciaba sus tetas, le decía que se relajase, que le iba a seguir gustando como antes. Dejé pasar un instante y sujetándola por sus caderas, comencé con un suave bombeo, rápidamente Visi volvió a retorcerse, pero esta vez de placer, acelerando y forzando la penetración hasta el fondo. Yo por mi parte estaba gozando locamente, aquella estrechez, aquel calor, que no recordaba desde el día que follé a mi tía, me tenía absolutamente congestionado, el corazón bombeando a mil por hora y mi pene penetrando, ahora ya salvajemente, en aquel agujero tan acogedor. Visi se aferró a mis brazos que la sujetaban y clavó sus dedos como garfios, mientras experimentaba un orgasmo descomunal. Yo no pude aguantar más y me corrí en su interior, soltando una gran cantidad de leche que inundó sus intestinos.

Permanecimos abrazados mientras terminaban nuestras convulsiones, manteniendo mi pene en su interior durante unos minutos que fueron maravillosos. Cuando finalmente lo saqué, sonó un pequeño, plof, y mi prima salió disparada al baño, ya que al parecer mi regalito le había revuelto un poco en su interior.

Mi tía me limpió el pene dulcemente con un pañuelo y permanecimos acostados y cogidos de la mano hasta que regresó Visi, con una alegría en su cara, que denotaba su satisfacción interna. Ágilmente salto sobre mí y cabalgándome, me agarró suavemente las orejas con sus manos y dándome un beso rápido en los labios me dijo, Primito, esto ha sido demasiado bueno, vas a tener que repetirlo muchas veces; siempre a tu servicio, le respondí.

Carmen nos miraba con una sonrisa de satisfacción y ambos caímos en la cuenta de que la tía quería algo más de sus sobrinos. Alegremente saltamos sobre ella metiéndole mano, besándola y chupeteándola por todas partes. Al llegar a su coño vimos que tenía ensartadas aquellas bolas chinas, las grandes, que antes habíamos visto, nuestras bocas se apoderaron de cada uno de sus pezones, mordisqueándolos, empezando un pequeño tormento para Carmen, mi mano acariciaba con malicia su coño, mientras que las manos de Visi arañaban suavemente su cintura y sus costados, desencadenando una desazón en nuestra tía, lo que determinó que nuevamente tomase la iniciativa. Fue sacándose una a una las citadas bolas con gran placer y dirigiéndose a su caja mágica, se apoderó del pene gigantesco con arnés, dándoselo a Visi le ordenó ponérselo. Una vez ajustado nos confesó que quería hacer realidad una fantasía que tenía hacía tiempo y que solo había podido realizarla a medias. Quería que la follasemos por ambos agujeros a la vez.

Eran poco más de las once de la noche, por lo que teníamos algo más de una hora para jugar, seguimos con el calentamiento hasta que mi tía entre suspiros entrecortados, me pidió que se la metiera y empezase a bombear con ganas, cruzó sus piernas a mi espalda, pidiendo que se la metiera más y más fuerte. Durante un rato seguí así, yo en la gloria, y Carmen mordiéndose los labios y suspirando entrecortadamente. Súbitamente me separó y ordenó a Visi que se acostase boca arriba, con aquel falo descomunal apuntando al techo. Ágilmente se puso sobre mi prima y empezó a meterse aquel pollón en su vagina. Poco a poco fue entrando hasta que quedó totalmente ensartada, empezando a bombear, suavemente, mientras su organismo se adaptaba a él, tumbándose sobre Visi, dejó a mi vista aquel culo desafiante, diciéndome que ya sabía lo que tenía que hacer.

Dejé la cajita de vaselina cerca, lanzándome como loco a por aquellos glúteos que me atraían desesperadamente, los besé, los apretuje y los mordí con saña, luego, más sosegado y como me había enseñado Carmen, pasé mi lengua por el espacio que quedaba entre su coño y su ojete, ensalivándolo bien, tratando de meter la punta de mi lengua en aquel agujero portentoso. Ella seguía bombeando y yo untándole su rugosa entrada con vaselina, fui introduciendo uno de mis dedos abriendo camino. Supongo que aquel agujero tenía algo de experiencia en la operación, ya que fue más fácil que con Visi. Cuando entendí que estaba a punto, cambie de dedo, metiendo mi polla de un solo envite, hasta el fondo. Carmen dio un respingo, pero solo le oí decir, cabrón, con rabia, entrecortadamente.

Para mí fue otra experiencia increíble, notaba perfectamente las protuberancias del otro falo a través de una delgada membrana de carne y una vez superado ese momento de sorpresa, acompasé mi movimiento con el de mi tía, que estaba gozando como una posesa, mis manos estaban libres y apoyando mi cuerpo en su espalda agarré sus tetas y continué masajeando sus pezones enérgicamente, hasta que dio una sacudida y se corrió entre convulsiones, suspiros, gritos y espasmos de todo su cuerpo.

Fue sacando el falo artificial de su vagina, mientras yo seguía moviéndome y eyaculando en su interior, permaneciendo sobre ella un largo rato hasta que nos calmamos. Visi soportaba el peso de los dos, abrazándonos y besándonos cariñosamente. Nos levantamos, mi tía recogió los aparatos que se habían utilizado y se dirigió, cojeando ligeramente, al baño a arreglarse y a limpiar adecuadamente sus herramientas, para guardarlas hasta que nuevamente fueran necesarias, lo que conociendo a Carmen, no creo que fuese por mucho tiempo.

Pasamos a la sala y todavía tuvimos una charla muy cariñosa en la que cada uno contó las sensaciones que había tenido. Visi estaba supercontenta, ya que una puerta se había abierto para nuevas y gratificantes experiencias, podía ser penetrada sin perder su virginidad. Carmen reconoció que las sensaciones que había experimentado y su orgasmo final habían sido realmente salvajes, si bien aquel pene, tan rígido, le había molestado, sobre todo al final. Nos confesó que estaba muy contenta por la experiencia y mirándome con esa sonrisa maliciosa en sus labios, me dijo que tenía que trabajar en la solución a ese problema, y que ya sabía como resolverlo. Mañana después de clase ven y te lo cuento.

Nos arreglamos y después de unos besos muy cariñosos, volvimos a nuestra casa a dormir y a soñar, no con los angelitos, al contrario, en mi caso con aquellas dos angelitas, que me transportaban al cielo.

Espero que os haya entretenido. Volveré en breve para contaros la solución que maquinó mi tía Carmen. Besos para todos.