La tía carmen quiere más (3)
Carmen organizó todo para pasar aquel fin de semana glorioso de sexo y aventuras en Francia. De la mano de mis tíos participé en orgías e intercambios que marcarían mi despertar al sexo para siempre. Os sugiero leer mis anteriores relatos para poder seguir la trama con mayor facilidad.
Carmen no hablaba por hablar, su promesa de compensarme adecuadamente, rápidamente iba a materializarse.
Al día siguiente la tía Carmen se preocupó de organizar todo, habló con mi madre, mejor dicho, convenció a mi madre, para que me dejase ir con ellos el siguiente fin de semana a Biarritz. El viaje en aquella época no era fácil, tanto desde el punto de vista logístico, como de permisos oficiales. Estábamos en España a finales de la década de los cincuenta, en plena época franquista.
Yo había sacado el pasaporte unas semanas antes, porque en la siguiente Semana Santa tenía que viajar a Montluçon, a pasar las vacaciones con una amiga francesa con la que nos carteábamos, ella para mejorar su español y yo mi francés.
Por la tarde Carmen vino a casa y me explicó todo, se la veía muy feliz, el 27 que era viernes nos iríamos a Francia y pasaríamos los tres días hasta el domingo en Biarritz. Me comentó que conocería a un matrimonio, cuyo marido trabajaba con Eugenio, muy amigos, con los que en otras ocasiones habían salido. También me adelantó que iba a conocer a una mujer extraordinaria, que me encantaría. Estábamos solos y a medida que me lo iba explicando, Carmen se iba animando y empezó a jugar conmigo, tocándome, besándome, separándose, se reía y me provocaba. Entendí que se estaba calentando solo de pensar en todo lo que había organizado.
Rápidamente la tumbé en el sofá y subiendo mis manos por sus muslos, llegué hasta sus bragas y tiré hacia abajo. Carmen se levantó ligeramente y facilitó mi labor. Sin pensármelo dos veces metí mi boca en su raja, que ya estaba húmeda, me apliqué con todo mi cariño y al momento estaba retorciéndose de placer, entre suspiros me decía todas las guarradas del mundo, como siempre me sorprendía, pero al tiempo era un acicate para que chupase y torturase suavemente su clítoris, al tiempo que mis dedos se introducían en su vagina. Carmen no sabía que hacer con las manos, primero me sujetaba la cabeza empujándomela dentro de su coño bien jugoso, después se masajeaba sus tetas por encima de la blusa, rápidamente se soltó la blusa y subiéndose el sujetador se pellizcaba aquellos pezones gloriosos, duros como el granito.
Aquello no podía durar mucho y efectivamente entre imprecaciones, suspiros, grititos, convulsiones, Carmen, tuvo un orgasmo memorable. Apretaba mi cabeza entre sus muslos, se incorporaba, se dejaba caer nuevamente, poco a poco me fui separando de ella y con sus últimos estremecimientos la besé dulcemente en la cara mientras ella, dedicándome una mirada acariciadora, me dijo un te quiero que me hizo estremecer. Fue recomponiendo su ropa mientras seguía haciendo planes de lo que necesitábamos y tratando de convencerme de lo bien que lo íbamos a pasar, cosa de la que conociéndolos, yo no tenía la menor duda.
La comida de Navidad, con toda la familia, que se celebró en mi casa, dio lugar nuevamente a que se hablase del viaje y para que, tanto la tía Carmen, como mi prima Visi, a la que ya le había comentado algunas cosas que me había adelantado Carmen, intercambiáramos, miradas muy significativas y llenas de deseo. Teníamos ganas de despedirnos en toda regla y no veíamos el momento. La sobremesa se alargaba demasiado y muy entrada la tarde se organizaron unas partidas de cartas, en las que ninguno de los tres, quisimos participar, lo que nos dio pie a pasar a casa de mis tíos para ir preparando cosas del viaje y ver algunas fotografías de lo que íbamos a visitar. Eugenio, se barruntó lo que preparábamos y nos hizo un guiño muy significativo. Seguro que le hubiese gustado acompañarnos, pero se había comprometido para una de las partidas.
Salimos al descansillo de la escalera y mientras Carmen abría la puerta de su casa, Visi, pasándome el brazo por la cintura me dijo al oído que la tenía muy abandonada últimamente y que tenía ganas de que se la metiera. Aquello tan súbito y tan brusco, provocó que mi pene tomara un cierto vigor prometedor. Daba la impresión de que los tres estábamos bastante alterados, porque guiados por la tía carmen nos fuimos directos al dormitorio, empezando a desnudarnos con una urgencia desacostumbrada. En un momento estábamos encima de la cama, formando un triangulo de lujuria maravilloso. Carmen se apoderó de mi polla y empezó una mamada deliciosa, yo por mi parte, situé mi cabeza entre las piernas de Visi y chupe su coño y su trasero, comenzando a introducirle un dedo en este último, y Visi hizo lo propio con Carmen, apoderándose de su clítoris y chupando con delectación.
Había una cierta urgencia en los tres y al cabo de unos momentos, en los que cada uno aportó toda su sabiduría mamatoria, nos provocó una excitación que nos estaba llevando al éxtasis, por lo menos a mí, que debido al entusiasmo de Carmen, estaba a punto de eyacular, me incorporé y le indiqué a Visi que se colocara de rodillas para encularla adecuadamente. Con un,- por fin, ya tenía ganas,- se colocó en posición y yo al principio, suavemente, empuje con decisión mi pene en aquel lubricado agujero, introduciéndolo, mientras Visi apretaba los dientes y crispaba las manos durante unos segundos, hasta que mi pene llegó al fondo de su cavidad. Comencé un movimiento de vaivén, suavemente primero y más rápidamente, a medida que Visi, gozando de la enculada, así lo pedía diciendo más fuerteeee, rompemeeeee, sigue, sigue asíííí. Carmen, situándose entre sus piernas, le chupaba su clítoris, mientras que sus manos acariciaban sus ya durísimos pezones.
Visi estaba fuera de si; no dejaba que se la metieran por el coño, dichosa virginidad, pero cómo le gustaba que la encularan, gozaba como una posesa. Absolutamente fuera de control, entre gritos, estremecimientos, aferrada a la almohada a la que clavaba sus uñas sin piedad, tuvo un orgasmo de los que hacen época, mientras yo me vaciaba en su interior, entre espasmos y convulsiones, que me hacían empujar y mantener la penetración hasta lo más profundo de sus entrañas. Caímos derrengados sobre la cama permaneciendo así mientras Carmen nos acariciaba los cuerpos, perlados de sudor y que aun seguían con los postreros estremecimientos del orgasmo. Como otras veces Visi tuvo que salir para el baño, mientras Carmen, me reprochaba, cariñosamente, como la habíamos abandonado. De eso nada, le dije, ahora te toca a ti y no vamos a parar hasta hacerte morir de placer.
Al poco rato regresó Visi, estaba radiante, tenía un cuerpo de locura, un cuerpo juvenil que hacía honor a sus veinte añitos, con unas tetas de un tamaño justo, turgentes, con unos pezones agresivos, unas caderas maravillosamente moldeadas, un culo de los que provocan que la gente se vuelva a mirarlo, el monte de venus, muy poblado de un pelo negro rizado, que contrastaba deliciosamente con la blancura de su piel. Todavía volvía con la cara sonrosada del esfuerzo anterior, pero con una felicidad reflejada en el rostro, que la hacían tremendamente atractiva. Mientras, Carmen y yo estábamos en la cama acariciándonos, Visi se dirigió directamente al armario y abriendo la caja mágica de Carmen, la recordareis de anteriores relatos, tomo el pene provisto de arnés y lo blandió en el aire en plan triunfador, Carmen y yo la veíamos hacer y nos preparábamos para lo que venía a continuación.
Situándose frente a nosotros se ajustó el arnés a su cuerpo. Con aquel nada despreciable atributo, aun estaba más seductora. Carmen me tumbó sobre la cama y poniéndose de rodillas se apoderó de mi morcillona polla y se puso a chuparla para que recobrara todo su esplendor, entre tanto había descuidado su retaguardia y Visi, colocándose a su espalda, fue introduciendo aquella rígida verga en su lubricada vagina, comenzando a follársela sin piedad.
Carmen acusó aquella invasión, pero siguió con su trabajo en mi polla que rápidamente respondió como se esperaba a aquellos estímulos, la verdad es que Carmen era una experta mamadora y yo no podía ser ajeno a sus caricias. Tenía una boca viciosa, su lengua recorría mi pene a lo largo, llegando hasta los testículos que igualmente acariciaba, volvía a subir y materialmente lo engullía hasta su garganta, produciéndome una desazón que me tenía al borde del orgasmo. Cuando vio que estaba más que a punto, me ordenó que me pusiera detrás, lubricase su ano y me dispusiera a penetrarla. Visi cambió de postura, pero siguió con su artefacto dentro de la vagina de Carmen, bombeando sin parar. Cuando consideré que su ojete estaba lo suficientemente engrasado y dilatado, comencé una penetración, lenta al principio pero que al poco fue acompasándose con el ritmo que imponía Visi, empezando a arrancar, suspiros, gritos y una creciente desesperación en nuestra tía, lo cual nos animaba a seguir incrementando el ritmo y haciendo las penetraciones más profundas, lo que provocaba en Carmen convulsiones y gritos, pidiendo que lo hiciésemos más y más fuerte.
Cuando noté que Carmen estallaba en un orgasmo delirante, no pude más y solté toda mi carga de esperma en su interior. Visi fue retirando aquel artefacto de su interior para que no le molestara, mientras que yo, manteniéndola dentro, me derrumbe sobre Carmen al tiempo que la acariciaba y besaba amorosamente.
El tiempo había pasado sin que nos diésemos cuenta, nos arreglamos y nos sentamos en el salón, repasando todo lo que necesitábamos para el viaje del día siguiente. Sonó el timbre, era Eugenio, el cerrojo estaba pasado y no pudo entrar con su llave, abrimos y se le veía ansioso por conocer detalles de lo que había pasado, Visi y yo nos despedimos y pensando en la alegría que traía, la noche se prometía algo movida para la tía Carmen.
A las ocho y media de la mañana del viernes 26, estaba todo preparado para la marcha, colocamos el pequeño equipaje para pasar el fin de semana, en el coche de Eugenio, un impresionante Aston Martin, deportivo, uno de los pocos coches de importación que podían verse en España en aquellos tiempos. Me coloqué en el asiento de atrás y como a pesar de mi edad, tenía un cuerpo, bastante desarrollado, tuve que colocar mi metro setenta y tres haciendo algunos malabares. A la hora prevista salíamos rumbo a Francia, a la aventura. Era mi primer viaje al extranjero y me invadía toda la curiosidad del mundo.
Las carreteras no eran como las de ahora y en lo que actualmente se tarda poco más de una hora y media, tardamos cerca de cuatro horas en llegar a Biarritz, y eso teniendo en cuenta que los tramites en la frontera se agilizaron muchísimo, ya que Eugenio, por su trabajo, la cruzaba frecuentemente, y era conocido por todos los aduaneros.
Llegamos a un pequeño hotelito situado cerca del casino y desde el que se veía el mar. Entramos con las maletas. Vi que la dueña, una elegante señora de unos cincuenta años, muy bien llevados, recibía a mis tíos de una forma muy amigable, y me fue presentada como Mme. Denisse, se acercó y dándome dos besos me indicó que aquella era mi casa. Se dirigió nuevamente hacia mis tíos, haciendo un comentario en voz baja, que a mi me mosqueó, pero hizo reír abiertamente a los tres. Una de las camareras nos acompañó hasta la habitación. Se trataba de una suite, muy bien decorada, con un pequeño saloncito en el que habían colocado una cama para mí, y un dormitorio principal, con una cama grandísima, separado por unos cortinones que estaban recogidos a los lados. Disponía igualmente de un baño muy completo, con una bañera con pies, muy decorativa, pero poco funcional, como pude comprobar después, ya que la ducha salpicaba todo el suelo del baño. Cuando estuvimos solos en la habitación Carmen se aproximó a mi y me preguntó que me parecía aquel nidito de amor, sin esperar la contestación, me dijo, poniendo una cara muy picara, vamos a follar como locos.
Eran algo más de las doce y media y Eugenio nos apresuró para ir a comer rápidamente, puesto que en Francia las costumbres eran distintas que en España y se comía mucho más temprano. Nos dirigimos a un "bistrot", cercano al hotel, donde comimos francamente bien y yo pude probar por primera vez unas "frites", cuyo exquisito sabor y textura aun perduran en mi memoria. Mientras tomaban el café y un coñac, Eugenio me preguntó que me parecía Francia, a pesar de estar prácticamente en la misma región y con un paisaje muy similar, las calles, las carreteras, los edificios, estaban mucho mas cuidados que en España y más ordenados, tenía la sensación de haber sido transportado a otro mundo, me gusta, le contesté, está todo muy cuidado. Recuerdo que mi tío hizo un comentario acerca de la libertad, que aun tarde algún tiempo en entender.
Dimos un paseo por la ciudad, pasando por el centro y dirigiéndonos a una pequeña playa, muy cuidada, con bastantes piedras, pero situada en un entorno muy bonito. Seguimos haciendo un poco de turismo hasta eso de las cinco de la tarde en que volvimos al hotel. Eugenio había quedado con sus amigos hacia las seis y media de la tarde en el hotel, para charlar un rato e ir a cenar. Nos arreglamos cuidadosamente, sobre todo Carmen. Se había duchado y salió desnuda a la habitación para vestirse. Yo estaba embobado viendo aquel cuerpo espectacular, que tanto conocía, pero que cada vez que lo veía, me alteraba y deseaba besarlo, comerlo y acabar follando salvajemente. Se puso una especie de corpiño que estilizaba aun más su cintura y le hacía estar más deseable, se colocó un vestido negro, bastante escotado, que le hacía parecer una diosa.
A la hora prevista, bajamos al hall y solo tuvimos que esperar unos minutos a la llegada de estos amigos, él, un antiguo colaborador de Eugenio, con el que le unía una amistad fraternal como pude comprobar posteriormente, su mujer era una delicada, pero escultural señora, con una cara aniñada, de cabellos dorados, que recogía con una simpática boina, que le daba un aspecto muy juvenil. Una vez hechas las presentaciones, estábamos envueltos en una entrañable conversación, salpicada de comentarios bastante pícaros, que indicaban la confianza que se tenían y presagiaban una noche muy caliente.
Salimos a cenar a un restaurante muy coqueto. Nos sentaron en una mesa redonda, Carmen, Frederic, Eugenio, Annie y yo. La cena que sirvieron en opinión de todos fue excelente, aunque yo no estoy muy seguro si fueron las viandas o el ambiente que se preparó debajo de la mesa, lo que nos hacía estar tan felices. La mesa estaba en un pequeño reservado, los camareros trajeron un surtido de platos a la vez y nada mas marchar dio comienzo la fiesta, las manos volaban a las entrepiernas y todos reían encantados. Al principio yo estaba un poco cortado, pero cuando Annie, dirigió decidida su mano a mi polla, me integré a la fiesta totalmente, primero con Carmen, por aquello de que había más confianza, pero después con Annie, aunque tropecé con la mano de Eugenio que acariciaba su coño, ya húmedo y receptivo. Sin pensarlo acercó su cara a la mía y me dio un beso en la boca, al tiempo que me decía que le encantaba su "petit enfant", y que me iba a comer entero.
Las bragas desaparecieron como por arte de magia y yo note que abrían los botones de mi bragueta y mi levantisco pene, era arropado por una boca que me transportaba a otros mundos. Carmen me miraba arrebolada y me guiño un ojo cómplice, su cara reflejaba el placer que sentía y mi mano acaricio su nuca, ya que su entrepierna estaba ocupada. Una vez terminadas aquellas entradas, Eugenio utilizó una pequeña pera con un timbre y volvieron los camareros, retiraron los platos y trajeron otros manjares dejándonos solos nuevamente. El mantel, que había tapado pudorosamente el espectáculo inferior, nuevamente fue levantado y entre bocado y bocado, algunas de las caras reflejaron algún que otro orgasmo, por ejemplo el mío. Aquella mujer tragó todo mi semen, limpió cuidadosamente mi pene y volvió a su plato de carne, como si nada hubiera pasado. Yo estaba alucinado.
La cena acabó de una forma muy placentera, se descorchó una botella de champán y se brindó por la noche que nos esperaba. Salimos del restaurante y en el coche de Frederic nos dirigimos al hotel. Mme. Denisse nos estaba esperando, arrebatadora, se había maquillado y parecía una joven de treintaitantos, con un vestido tremendamente sexy e insinuante y nos acompaño a sus aposentos privados. Por la forma efusiva en que saludó a los amigos de los tíos, supe que se conocían íntimamente. Habíamos pasado a un saloncito, bastante amplio e iluminado con una tenue luz que resaltaba la decoración, bastante recargada.
Nos sentamos en unos cómodos sofás y continuó la fiesta bebiendo y brindando con champán, que estaba dispuesto en el salón. Una música muy sugerente fue brotando del pick-up, formándose parejas que se lanzaron a bailar, Annie con Eugenio, Denisse con Frederic y Carmen vino rápidamente hacia mí y me sacó a bailar. Apretándome fuertemente contra ella, lo cual me produjo una desazón considerable, ya que cosa extraña en ella, me dio la impresión de que no lleva sujetador y sus tetas se clavaron en mi pecho, descolocándome. Acercó su boca a mi oído y dándome un pequeño mordisco en mi lóbulo, me indicó que les había hablado a sus dos amigas de mi forma de follar y estaban deseando que las follase hasta hacerlas correr como posesas, cuento contigo, se que puedes con las tres y además Eugenio y Frederic te ayudaran. Quería saber con cual quería empezar y aunque Annie, parecía una chiquilla traviesa y escultural, elegí a Denisse, que para mi tenía más morbo y además ardía en ganas de verla desnuda, pues su cuerpo, y sobre todo sus tetas se adivinaban grandiosas.
Carmen llevándome de la mano se dirigió al encuentro de Denisse y le comentó algo, rápidamente, soltó a su pareja y abrazándome sensualmente metió su lengua en mi boca en un beso que hizo saltar a mi pene, automáticamente, como si dispusiera de un resorte. Aquello no pasó desapercibido para ella que haciéndome sentar en uno de los sofás se arrodilló y soltándome hábilmente el pantalón lo bajó dejando al aire mi alterado ariete, que rápidamente introdujo en su boca, comenzando una mamada de antología; aquella mujer sabía lo que hacía. Yo había tenido buenas maestras, pero aquella era una profesora fuera de serie. Cuando vio que estaba a punto de correrme, se apartó y suavemente se hizo ayudar para bajar su cremallera y dejó deslizar su vestido hasta el suelo. Al igual que Carmen, no llevaba sujetador y era asombroso ver como aquellas tetas, perfectas, desafiaban a la gravedad y sus pezones apuntaban agresivos al frente. Estaba embobado admirando aquellas tetas maravillosas y cuando volví a mirar pude ver como mis amigos le habían bajado las bragas entre caricias y mostraba un monte de venus, bien poblado con una mata de pelo, recortado y majestuoso.
Se acercó hasta el sofá y quitándose los zapatos se sentó sobre mí ensartándose mi polla hasta el fondo. Suavemente comenzó a cabalgarme, mientras sus tetas danzaban frente a mi cara desafiantes, me apoderé de una de ellas con mi boca, sujetando con una mano la otra, empezando un masaje de sus pezones con mi lengua y dedos que parecía era del agrado de Denisse, ya que empezó a suspirar y a moverse con pequeñas convulsiones, mientras su cara reflejaba el placer que sentía. La postura no debía ser muy cómoda para ella y súbitamente me hizo acostar sobre la alfombra, sentándose sobre mi y comenzando una cabalgada gloriosa. Mi pene parecía haber encontrado su horma y aquella cavidad acogedora se ajustaba a la perfección proporcionándome un placer inenarrable. Carmen se acercó por detrás y ajustando el ritmo, comenzó a chuparle su otro agujero al tiempo que comenzaba a meterle uno de sus dedos y después otros. Aquello pareció espolear a Denisse que se movía salvajemente mientras sus manos se clavaban en mis hombros con fuerza.
Carmen hizo una pequeña seña a Frederic, que junto con Eugenio y Annie, sentados en el sofá, ya se habían despojado de sus ropas y estaban tocándose, mirando aquel espectáculo tan caliente. Frederic se acercó y arrodillándose detrás de Denisse fue introduciendo su nada despreciable tranca en su trasero, acompasó sus embestidas y pronto Denisse, que hasta ahora solo emitía sonidos apagados, empezó a soltar pequeños gritos mientras su cuerpo temblaba y se agitaba con furia. En estos momentos su cara estaba totalmente desencajada y pedía que se la metiéramos más y más fuerte. Yo estaba al borde del orgasmo, aquella lujuria desenfrenada me estaba haciendo mella y hacía verdaderos esfuerzos para aguantar mi eyaculación. Al poco, Denisse se irguió y quedándose tensa, apretó con furia mis hombros mientras gritaba que se estaba corriendo y pedía más y más, yo no pude aguantar más y solté toda mi leche en sus entrañas, mientras mis estremecimientos, hacían que mi pene ahondase más en su acogedor coño hambriento de polla. Frederic, no se quedó atrás y también se vació en sus intestinos. Con las postreras convulsiones ambos cayeron sobre mí y quedamos abrazados, completamente satisfechos y agotados después de este primer envite.
Casi arrastrándonos nos sentamos en el sofá, Annie se acercó y puso su boca en la entrepierna de Denisse, chupando y tragando todos los fluidos que salían de su interior, Carmen por su parte se acercó hasta mi, e igualmente, limpió mi pene y guiñándome un ojo me dijo que había estado perfecto, pero que aquello solo era el principio. Eugenio se había colocado tumbado entre las piernas de Annie, acariciando y besando su entrepierna. Su lengua recorría viciosa desde su clítoris a su rugoso agujero trasero ayudándose de sus dedos, mientras ella acusaba esas delicias y suspiraba con su boca dentro del coño de Denisse. Carmen seguía chupando mi pene con fruición, acariciando mis pezones al tiempo y nuevamente sentí que aquello volvía a la vida fruto de aquella mamada deliciosa. Carmen me dijo que estaba deseando metérsela hasta el fondo, pero que era el turno de Annie y que a esta le gustaba que la encularan y que aquel era el momento. Eugenio se apartó ligeramente, aunque siguió con el chupetéo en el coño de Annie, mientras yo iba tratando de introducirla en el estrecho ojete. Annie era una experta, había relajado sus esfínteres y con un suave pero persistente empujón, logré meterla en su totalidad. Descansé durante un momento para que se adaptase y dulcemente al principio, comencé a bombear mientras mis manos se aferraban a sus caderas atrayéndolas con furia, al tiempo que empujaba con toda mi alma metiéndosela hasta el fondo de sus intestinos. Vi a Eugenio que seguía con sus chupetéos en su coño mientras que sus manos se habían apoderado de sus pezones y los torturaban dulcemente. Carmen, se había sentado sobre la polla de Eugenio y cabalgaba alegremente, mientras que su boca en una acrobacia encantadora, chupaba la tranca de Frederic y trataba de hacerla revivir.
La música seguía sonando suavemente pero era acallada por los grititos, suspiros e imprecaciones que empezaban a escucharse, a medida que la excitación iba en aumento. Annie me pidió que pusiera un cojín en el borde de la mesa y subiéndose se colocó de forma que su culo y su coño quedaban perfectamente ofrecidos, pidiéndome que alternase las embestidas en un agujero y en otro. No sabría decir cual era más acogedor de los dos. Tenía un coño estrecho y caliente y sabía manejar sus músculos interiores, proporcionándome un placer inenarrable. Igualmente su culo, estrecho y caliente envolvía mi polla con una dulzura exquisita. Sus manos torturaban sus tetas y su cara, desencajada, reflejaba todo el vicio que tenía en su interior. Cuando estaba a punto de correrse, me dijo que se la metiese en el culo y la destrozase, yo la metí con furia, dejando mi leche en el fondo de sus tripas. Tuvimos un orgasmo salvaje, sensacional, su cuerpo se erguía hasta llegar a abrazarme y nuevamente volvía a caer de espaldas, mientras su cabeza giraba de un lado al otro desesperadamente. Yo seguí en su interior, abrazándola y acariciando sus tetas y su cara, a medida que sus estremecimientos iban haciéndose más suaves y su cara iba recobrando la normalidad. Finalmente me dio un beso maravilloso y únicamente dijo "merci".
Entretanto Carmen había conseguido animar la polla de Frederic y pude contemplar como hacían un maravilloso sándwich a Carmen y esta se deshacía en cada envite hasta que los vi acabar en un triple orgasmo, algo ruidoso y muy placentero. Poco a poco fuimos recomponiendo nuestros cuerpos y vestidos, tomando una última copa. Nos despedimos de Denisse, Frederic y Annie se dirigieron a su casa y nosotros subimos a nuestra habitación. El tiempo había pasado veloz, sin que nos diéramos cuenta y ya eran cerca de las doce de la noche. Estábamos literalmente agotados y nos acostamos muy rápidamente, eso si, los tres en la misma cama.
Continuará
Agradeceré vuestros comentarios, críticas, o lo que os sugiera. Gracias