La tía carmen quiere más (2)

Una mujer voluptuosa con una vida recatada en su ambiente, se transforma en un volcán de pasión y lujuria en la intimidad. Sexo anal, grupos, tríos, bisexualidad. Dedicado muy especialmente a José y familia.

Los que hayáis leído mi anterior relato de este mismo título, recordareis que mi tía Carmen me había citado la tarde siguiente en su casa, para contarme como solucionaría el pequeño problema que había tenido con la doble penetración.

Efectivamente, aunque la experiencia fue extraordinariamente satisfactoria, la excesiva rigidez del aquel falo artificial, le había producido molestias que había que eliminar en próximos encuentros, la búsqueda de un sustituto adecuado era imprescindible para seguir gozando plenamente y sin reservas.

Al día siguiente como un sobrino obediente, nada mas salir de clase estaba llamando a la puerta de la casa de mis tíos. Previamente había pasado por mi casa para lavarme y asearme ligeramente, mientras comprobaba que mis padres seguían fuera.

Llamé y una vez se aseguró que era yo quien llamaba, Carmen abrió la puerta, estaba deslumbrante, vestía una bata negra transparente que dejaba entrever un cuerpo delicioso, solo cubierto por una escueta braga, también negra, que modelaba su imponente trasero. Sus tetas se transparentaban orgullosas, agresivas y especialmente deseables. Calzaba unas zapatillas negras con tacón muy fino, que hacían que al andar, el contoneo de su cuerpo fuese de lo más enervante.

Cerró la puerta con pasador. Ya en la sala de estar se sentó en el sofá de dos plazas, haciéndome sentar a su lado. Me dio un beso muy cariñoso al principio, pero que enseguida se convirtió en un apasionado intercambio de lenguas, fiel reflejo del estado en que se encontraban nuestros cuerpos, después de pasar un día pensando en este encuentro, en el que daríamos rienda suelta a nuestra lujuria.

Aunque en un principio Carmen quiso que hablásemos, que nos tomásemos las cosas con un poco de paciencia, la visión de aquellas tetas me había puesto fuera de mí y me lancé a chuparlas y mordisquearlas ávidamente, mi tía me dejó hacer. Aquello ya era muy difícil de parar, ella no era una mujer indiferente a esas caricias y rápidamente soltó los botones de mi camisa, que salió por los aires, igual que mi camiseta.

Nos deslizamos hasta el suelo y allí en la mullida alfombra, entrecruzados nos devorábamos nuestros pezones, siempre ha sido una zona especialmente sensible para mí y esta vez no iba a ser menos, mi pene estaba en su máximo apogeo y pugnaba por salir de su prisión. Carmen así lo entendió y desabrochando mi bragueta bajo mis cortos pantalones, dejándome como única vestimenta unos calcetines que me llegaban hasta cerca de las rodillas.

Entretanto, la había despojado de su bata, acariciando todo su cuerpo y arqueándome como podía, bajé sus bragas, que ya estaban húmedas de un deseo contenido, que pronto iba a ser colmado. De costado ambos, en el suelo, comenzamos un delicioso 69. Carmen elevó una de sus piernas, pasándola por encima de mis hombros, facilitándome el acceso a aquel delicioso manjar, sorbí sus jugos mezclados con la saliva de mi lengua viciosa, lengua de un chaval de catorce años, que se aplicaba como si el más dulce de los postres se ofreciese para su deleite.

Carmen se había apoderado de mi polla, transportándome al más maravilloso de los mundos, su lengua recorría mi pene, deteniéndose, puñetera, en el frenillo y en la rajita del glande, haciéndome estremecer de placer, luego, súbitamente cerraba la boca metiéndose hasta la garganta aquellos catorce centímetros de dura carne, en un violento metisaca que descargaba corrientes eléctricas por todo mi cuerpo.

Mis caricias a su clítoris tampoco dejaban indiferente a Carmen que empujaba su coño contra mi cara con furia, como si quisiera meter mi cabeza en su agujero. Mis manos jugaban con sus nalgas, estrujándolas y atrayéndolas hacía mi boca, boca que iba frenética de su coño a su arrugado ojete. La postura no me dejaba jugar con él con comodidad, por eso uno de mis dedos, debidamente lubricado con los jugos que salían de su vagina y que humedecían la zona, fue introduciéndose en su ano, moviéndose morbosamente y elevando la calentura de mi tía hasta cotas insospechadas.

Unas bruscas convulsiones me dieron a entender que Carmen llegaba al clímax y un aparatoso orgasmo comenzaba a desencadenarse en su interior. Para mí también fue el momento de correrme, lanzando chorros de semen en la boca de mi tía que nos los desperdició, tragándolos en medio de sonidos guturales, suspiros, imprecaciones y como siempre, insultos que sonaban dulcemente en sus labios y en mis oídos.

Seguimos acariciándonos y limpiándonos suavemente con nuestras lenguas, hasta que los últimos estremecimientos, dejaron nuestros cuerpos relajados, pero todavía calientes y con deseo de seguir explorando nuevas cotas de placer. Me giré lentamente y besé a mi tía con un beso dulce, cariñoso y apasionado. Ayudé a que se incorporara y nos sentamos nuevamente en el sofá.

Pasé una pierna por encima de su cabeza, haciendo que su espalda se recostase sobre mi pecho, mientras mis manos sujetaban sus senos con delicadeza y con mi boca recorría su cuello, orejas y nuca, en una suave caricia que yo sabía que le gustaba.

Comentamos lo bueno que había sido, tomando por mi parte buena nota de los detalles que ella resaltaba como más excitantes, para ir completando mi formación sexual y el conocimiento de las reacciones femeninas, para procurar el máximo placer a mis futuras eventuales parejas.

Carmen se levantó ofreciéndome ir a la cocina a tomar un Cola Cao con leche, ya que sabía que no había merendado y como dijo ella necesitaba estar fuerte más tarde. Merendamos animadamente entre furtivos toqueteos que mantenían nuestro deseo a flor de piel. En este ambiente de complicidad, le pregunté si ya sabía como resolver el problema. Riéndose alegremente, me dijo que la solución era lo más fácil, la dificultad era como enfocar el tema con la solución.

No entendí este juego de palabras y pedí que me lo explicase. La solución es Eugenio, me dijo, pero tengo que pensar muy bien como y cuando se lo planteó. Eugenio era mi tío, es decir, su marido, la persona más simpática y campechana que conocía. Adoraba a mi tía y era igualmente correspondido, quizás él hecho de no haber podido tener hijos, les había unido más que lo habitual en otras parejas. Yo era muy joven y deslumbrado por mi experiencia con mi tía, no había pensado nunca como sería la sexualidad de aquella pareja a la que tanto quería.

La curiosidad me picaba y directamente pregunté a mi tía si hacían muchas cosas como nosotros. Sacó su sonrisa más seductora y me confesó que su relación sexual era maravillosa, acercándose muy picara a mi oreja, me dijo, aunque él es muy viril y tiene mucho aguante, tu tía es muy viciosa y necesita más, por eso tenemos nuestra cajita mágica, para ayudarnos cuando ya no puede más. Me hizo jurar que sería nuestro secreto y que sobre todo, no lo tenía que comentar delante del tío, pasase lo que pasase.

Volviendo sobre la solución, había pensado contarle a Eugenio, adecuadamente, como nos había sorprendido y, con delicadeza, conseguir de su marido, que tanto Visi como yo, pudiéramos llegar a practicar sexo con ellos. Carmen sabia, que al igual que ella, Eugenio era muy liberal en sus ideas y nada celoso, pero aun así, dada la relación familiar, la propuesta podía molestar a Eugenio. Hasta ahora nunca habían hablado de abrir su sexualidad a otras personas de la familia, y tenía que plantear muy bien la situación para evitar el rechazo, y que su marido no llegara a descubrir, lo que estaba pasando entre tía y sobrinos.

Me comentó que había pensado en una historia muy parecida a lo que en realidad había sucedido y que dada la forma en que se lo iba a explicar, casi esperaba que la propuesta de sexo en grupo, partiera de su propio marido. Eugenio volvía en dos días y en la mente maliciosa de Carmen ya se estaba gestando la solución.

Por nuestra parte, la conversación y las alusiones a lo que podría ser el futuro, nos habían vuelto a calentar y nos dirigimos directamente a su habitación, jugando con nuestros cuerpos, pellizcándonos y besándonos furtivamente. Carmen sacó su caja mágica y tomando un consolador, que a mí me pareció muy delgado, nos tiramos a la cama iniciando lo que otra vez iba a ser una sesión de sexo desenfrenado, como todas las de mi tía.

Me acaricio el pene y me pidió que le comiera el coño como antes, obedecí de buen grado y cuando iba a introducir uno de mis dedos en su estrecho agujero trasero, me dijo que lo sustituyera por aquel consolador, cosa que hice una vez estuvo bien lubricado. Me hizo introducir mi polla en su ansioso coño y comenzar una cabalgada de antología. Notaba la presencia de aquel intruso en el culo de mi tía y solo de pensar en eso y lo que podría pasar mas adelante con Eugenio, hacia que mis envites fueran tremendamente fuertes y profundos, arrancando ordenes, gritos e insultos de Carmen que me animaban a ser más agresivo y salvaje. Continuamos así un buen rato, mordiendo sus pezones, mientras su mano martirizaba su clítoris. Cuando sentí que le llegaba su orgasmo, apreté con todas mis fuerzas, dejando enterrado mi pene en lo más profundo de su cueva, como a ella le gustaba, saboreando aquella corrida monumental que Carmen me estaba brindando, finalmente me deje ir, inundando su coño y manteniendo mi polla en su interior, abrazados, hasta que quedamos relajados y satisfechos.

El jueves por la tarde llegó Eugenio y Carmen desplegó todo su saber erótico para recibirlo como se merecía. Mientras cenaban, después de un primer polvo de alivio y, cuando la conversación tomó el giro conveniente, mi tía le dijo que tenía que contarle una cosa que le había pasado que la tenía preocupada y en vilo, ya que no sabía si había actuado convenientemente. Así, le explicó como había pasado a nuestra casa y como nos había pillado masturbándonos.

Eugenio lo encontró muy natural entre dos personas jóvenes, riéndose y haciéndole gracias acerca de la cara que se le habría quedado a su mujer. Ella siguió su explicación, comentándole que, apresuradamente, nos había aconsejado que tuviéramos cuidado y salió huyendo de nuestra casa, prosiguió diciéndole, que estaba preocupada porque sabía que seguíamos haciéndolo y no estaba segura de que, sin una orientación adecuada, fuese bueno especialmente para mi formación. Como por otra parte no se había atrevido a decírselo a mis padres, se sentía culpable por si algo salía mal.

Como mi tío se lo había tomado muy bien, hizo algún que otro comentario, muy intencionado, acerca de las tetas de Visi y de su felpudo, así como del grosor y tamaño de mi pene, todo esto relajó el ambiente y, hábilmente conducido por ella, llegaron a la conclusión de que deberían asesorarnos adecuadamente y que mejor forma de hacerlo, que invitarnos a participar en una sesión conjunta de iniciación.

Mi tía estaba muy animada cuando nos contó como se había desarrollado la conversación, y sobre todo, como había conseguido dirigir a su marido a proponer la reunión tal y como ella lo había planeado. El lunes siguiente, aprovechando la salida de mis padres, estábamos invitados a cenar en su casa y a la fiesta posterior. Nos pidió que fingiésemos estar un poco asustados e ir evolucionando a medida que los acontecimientos lo aconsejasen.

Hablando y planeando lo del próximo lunes, Visi y yo, tuvimos el sábado por la tarde, solos y tranquilos en casa, una tarde de sexo muy ardiente. Estábamos nerviosos y algo preocupados, ya que el lunes deberíamos fingir no saber ciertas cosas que nos había enseñado Carmen, pero, eso sí, ser unos alumnos muy aventajados, asimilando las "nuevas" enseñanzas rápidamente. Ensayamos como iba a ser todo y acabamos con una sesión de sexo anal de antología.

El lunes las chicas fueron a la peluquería donde las maquillaron y peinaron, dejándolas con un aspecto realmente seductor, a Visi le habían recogido su melenita detrás, dejándole un flequillo que junto con bastante colorete en los pómulos, le hacia parecer mucho más joven, me recordaba a mi compañera Cristina y eso que esta tenía cuatro años menos. Carmen estaba espectacular, maquillada y con un peinado muy vaporoso estaba realmente atractiva.

Mis padres salieron a cenar y al teatro, estábamos cerca de las fiestas de Navidad y llegó a la ciudad una compañía de teatro. Inmediatamente nos arreglamos como nos había aconsejado nuestra tía y pasamos a su casa, todo esto nos llevó cinco minutos, tal era la urgencia y curiosidad que teníamos. Esta vez Carmen había oído salir a mis padres y estaba sobre aviso, abrió rápidamente la puerta y nos hizo pasar a una habitación, antes de que Eugenio se percatara de todo, para darnos el último repaso. Visi estaba sensacional parecía una colegiala de quince años, falda corta con can-can, con mucho vuelo y una blusa de uniforme, riquísima. A mí me hizo quitar la camisa y dejar los tirantes sobre el pecho y espalda desnudos, solo tenía los pantalones cortos, unos realmente cortos, indicación de mi tía y los zapatos, me peinó echándome el pelo hacia atrás, dándome su aprobación.

He olvidado decir que Carmen, vestía una especie de corsé largo, lo que hoy llamaríamos un body, muy escotado, dejando ver su extraordinario pecho, era de color marfil brillante y con unas puntillas negras, pegadas desde lo que sería el sujetador hasta el comienzo de sus muslos, llevaba medias negras de nailon con costura atrás y zapatos de tacón, cubierto todo ello, únicamente, con la bata negra transparente con flecos en los bordes que ya conocía. Estaba guapísima, a mí personalmente me gustaba más cuando lucia sus preciosas tetas, ya que esos corsés eran rígidos y engorrosos de quitar, pero a Eugenio le gustaban y hoy teníamos que complacerle para buscar su complicidad.

Pasamos al salón donde Eugenio estaba sentado en su sillón orejero, vestido con una bata granate, fumando su pipa y bebiendo un martini. Su cara reflejó su aprobación por lo que veía, se levantó y sujetando a su mujer por el talle, se dirigió hacia nosotros besando a Carmen y diciéndole algo al oído. Nos besó en la frente muy castamente, alabando lo guapísimos que estábamos. Sin decir más, pasamos al comedor para dar cuenta de la cena, ligera pero consistente, ya que nos esperaba una noche ajetreada.

En la cena Carmen estuvo genial, rompiendo el hielo con gran maestría, comentó de una forma desinhibida lo que nos había visto hacer, creando un ambiente de complicidad y morbosidad. Eugenio preguntaba cosas concretas acerca de lo que hacíamos, que solo veían mohines y sonrojos por parte de Visi, excelente actriz. Sentados alrededor de una mesa redonda, Carmen iba alternando sus caricias a la entrepierna de su marido y a la mía, yo hacía lo mismo con Visi y por fin Visi se atrevió a hacer lo mismo con Eugenio jugando con su pene, cuando Carmen se lo indicó.

Terminada la cena, todos muy animados, brindamos, los mayores con sidra El Gaitero, el "champán" de los españoles en aquella época, yo con gaseosa, dirigiéndonos después hacia su dormitorio. Este tenía dos piezas separadas por un gran arco con cortinones, una, era una especie de vestidor, con un tocador, un armario y dos sillones grandes y confortables, tipo chester, una gran alfombra, muy gruesa, cubría el suelo. Eugenio se sentó en uno de los sillones y Carmen en el otro. Visi y yo, de pie, frente a ellos, estábamos ligeramente violentos.

Eugenio nos indicó que si queríamos hacer bien las cosas lo mejor es que les mostrásemos lo que hacíamos entre nosotros, para, sí era el caso, corregirnos. Carmen sugirió que lentamente nos fuéramos quitando la ropa. Comenzó Visi desprendiéndose de aquel atuendo colegial y dejando ver, una cara de chiquilla, con un espléndido cuerpo de mujer, vestido con un corsé hasta la cintura muy escotado y unas bragas negras, todo muy atrevido y sensual, todavía más morboso al llevar unos calcetines blancos de encaje. Lentamente fue soltando los corchetes de su corsé, y dejándolo caer surgieron aquellas tetas hermosas, turgentes, deseables, con aquellos pezones oscuros, totalmente erguidos y desafiantes. Bajó sus bragas girándose lentamente, y al agacharse, mostró un culo respingón y perfecto. Al volverse y situarse frente a Eugenio, pudimos notar la excitación de este, al ver aquel monte de venus, con una tupida y generosa mata de pelo negro rizado, que llamaba la atención.

Carmen me pidió ayuda para soltar su acorazado corsé, su cuerpo liberado, brilló con magnificencia, haciendo que mi pene, ya despojado de sus pantalones, saltase como si un resorte lo hubiese disparado. Aquello fue evidente para todos, que lo acogieron con sonrisas.

Carmen nos había advertido que las cosas que se suponía sabíamos, las hiciésemos de forma natural y perfecta, así, Visi se arrodilló frente a Eugenio, abriéndole la bata. Mientras lo hacia, acariciaba y chupaba su pene que ya se encontraba bastante animado. Mi tío tenía un cuerpo atlético y bien conservado, su pene era una considerable herramienta de unos 18 centímetros de largo, aunque a decir verdad, algo más delgado que el mío.

Yo por mi parte, arrodillado frente al delicioso coño de mi tía, totalmente húmedo, reflejo de la calentura que le estaba produciendo la situación, empecé a recorrerlo con mi lengua, visitando todos sus recovecos, hasta que apoderándome de su clítoris, lo titilaba primero suavemente, incrementando luego la presión, al tiempo que mi mano deslizaba en su vagina, primero un dedo, después, dos, al tiempo, un tercero empezaba a introducirse en su ano. Carmen estrujaba sus tetas y desesperadamente, agitaba su cabeza gritando, asíííí, asíííí, másss fuerteeee, destrózame, etc. Eugenio, transpuesto por la enorme mamada que le estaba haciendo Visi, miraba asombrado a su mujer, mientras esta alcanzaba el primer clímax de la noche, entre gritos y fuertes convulsiones.

Carmen, bajándose del sofá, me echó al suelo y poniéndose sobre mí a caballo, empezó un 69, frenético, chillándome, ¡¡otra vez, sigue igual, otra vez, fuerte!!. Mi pene entraba y salía de su boca, proporcionándome un placer difícil de describir, yo, chupaba y chupaba desesperadamente su coño, mientras que mis manos, apoderándose de sus pezones los estrujaban sin piedad. Al rato, los dos terminamos entre temblores, gritos y suspiros. Mi tía tragó hasta la última gota de mi semen, quedando en el suelo derrengada, relamiéndose muy sensualmente. Me giré y la besé agradecido.

Visi, seguía engullendo aquella magnifica herramienta, sin que ambos se hubieran abstraído del tremendo espectáculo que habíamos dado a su lado. Eugenio aguantaba sin correrse, ya que quería metérsela a Visi y empezar una follada que esperaba de antología. Le indicó que se colocara bien para hacerlo, Visi asustada le decía que no, entonces yo, muy decidido, le indiqué que no quería que se la metieran por el coño porque no quería peder la virginidad, pero que le encantaba que le metiese un dedo en el culo. Visi me miró roja de vergüenza como queriendo matarme, pero Eugenio, cogiéndole la cabeza entre sus manos la dirigió nuevamente a su pene, mientras me pedía que preparase su otro agujero. Me situé detrás de ella y pude ver que también estaba muy húmeda y caliente, besé su raja y deslicé la lengua hasta su rosetón lubricándolo e introduciendo uno de mis dedos, después dos, comenzando un suave metisaca que era bien recibido por Visi. Hice una seña a mi tío y levantándose se situó detrás de Visi, que apoyándose en el sillón, acertó a decir, no, por favor, no me hagas daño, cuando en realidad, lo que quería decir es métemela hasta el fondo.

Recibió la polla en la entrada de su ojete, y sintió que se deslizaba dentro con suavidad.

Eugenio, comenzó un movimiento de vaivén, primero suave, luego más enérgico y profundo, Visi no era inerme a esta situación y los movimientos de su cuerpo así lo reflejaban, arqueaba su espalda y de su boca salían expresiones, como ssiii, masssss, assssíiiii. Ayudaba a los envites de su tío y se la veía disfrutar del momento.

Carmen se acercó a Eugenio y le dijo algo al oído, él asintió, con rápidos movimientos de cabeza. Haciéndome una seña con la cabeza, Carmen, muy seria, me pidió que lubricase el agujero de mi tío y lo penetrase.

Aquello era demasiado para mí, ni por asomo podía imaginar que eso se pudiera hacer, mi tía insistió con el gesto y obedecí, comenzando un trabajo similar al que había hecho con Visi, al poco rato mi tío me urgió a metérsela, suave pero hasta dentro, me dijo. Aparte del morbo que la situación tenía para mí, las sensaciones que sentí fueron muy similares a las que sentía cuando enculaba a Visi o a Carmen, era muy agradable, aquel recinto estrecho envolvía amorosamente a mi pene y el placer que sentía era muy fuerte. Para Eugenio, debió ser mucho más placentero, pues una vez acompasado el ritmo, propinaba embestidas salvajes a Visi, siendo acogidas por esta, con gritos de placer, movimientos vertiginosos de su cabeza y temblores en su cuerpo que denotaban que iba a alcanzar su orgasmo de un momento a otro. Eugenio fue el primero en irse y al sentir dentro de sus entrañas aquella cantidad de liquido caliente, Visi no pudo aguantar más y tuvo un orgasmo, ruidoso y salvaje. Aquello era muy fuerte para mí y descargué mi semen en el intestino de Eugenio. Caímos agotados y satisfechos sobre la alfombra.

Pasaron unos minutos y Carmen que necesitaba más, se acercó a nosotros, haciéndome una señal con la mano. Nos situamos al lado de Eugenio que estaba de espaldas sobre el suelo con los brazos en cruz, descansando. Carmen tomó su pene que descansaba placidamente, todavía con restos de su anterior trabajo y se lo llevó a la boca, limpiándolo suavemente. Mirándome a los ojos me invitó a que le ayudase en su tarea; aquello era nuevo para mí. Carmen insistió, mientras la introducía en su boca, tratando de animarla, yo guiado por la curiosidad, me acerqué y sujetándola, paseé mi lengua por el descapullado glande, era mi primera vez y me gustó. Era tan suave, con aquel ligero sabor agridulce, que sentí deseos de metérmela totalmente en mi boca y jugar con ella, acariciarla, chuparla, teniendo muy en cuenta de hacer lo que a mí me gustaba cuando me lo hacían. No cabe duda de que lo hice con gusto y bien, ya que aquel pene fue despertándose. La satisfacción que sentí, hizo que yo también fuese recuperando el vigor, Carmen se dio cuenta y visto que yo me aplicaba muy bien solo, tomó mi polla y comenzó a mamármela magistralmente.

Al poco rato, ambos estábamos con nuestros instrumentos a tope, Carmen, decidió que era su turno, se arrodilló, me hizo situar detrás de ella, metiéndole mi tranca de un empellón hasta el fondo, comencé con un ligero vaivén, que, fue transformándose en un alegre metisaca, su cara reflejaba el vicio que la dominaba, dientes apretados, ojos cerrados, rictus salvaje, entregada a lo que estaba haciendo, Visi se colocó bajo ella, apoderándose de sus pezones, chupaba uno y materialmente retorcía el otro con sus dedos. Carmen, cada vez más fuera de sí, aun tenía fuerzas para dirigirlo todo, indicó a su marido que me penetrara, al momento sentí su lengua chupándome la entrada y abriéndose camino ayudado de sus dedos.

Aquello era demasiado, nunca había pasado por mi imaginación verme en esta situación, me quede rígido y oí la voz de mi tío al oído, diciendo que me relajase, que así era más fácil, una mezcla de sentimientos me atenazaba, de una parte curiosidad, de otra temor, en cualquier caso fui relajándome y noté como Eugenio, lubricándolo, apoyaba su verga contra mi rosetón y, empujando, empezó a introducirla suavemente.

Noté que mi esfínter se dilataba y como aquel capullo, tan suave, iba entrando lentamente, sentí un ligero dolor, algo más que molestia, y di un pequeño respingo, se detuvo, dándome un respiro, cuando me vio mas relajado siguió metiéndola muy despacio. Aquello me estaba produciendo una serie de sensaciones encontradas, el dolor fue dejando paso a una sensación de plenitud en mí interior que irradiaba impulsos, desconocidos para mí, pero muy placenteros, cuando comenzó a sacarla la sensación que sentí hizo que se encogiera mi estomago, como si echase en falta algo desesperadamente. Nuevamente avanzó y otra vez aquella sensación de plenitud; mi pene se estiró más si cabe, y penetré a Carmen más furiosamente, sentía demasiado placer, temblaba y gozaba olvidándome de todo, el cúmulo de sensaciones que sentía en el bajo vientre me hacían moverme desesperadamente. Seguimos un largo rato, yo no quería que aquello acabase, pero mi tía, que quería su ración en los dos agujeros, me volvió bruscamente a la realidad.

Puso a su marido de espaldas en el suelo y con habilidad se enfundó su larga y dura tranca en la vagina, lo montó como una experta amazona, soltando suspiros de placer, hasta que le oí decir autoritaria, sobrino métemela hasta el fondo, sin piedad. Cumplí aquella orden muy obediente, vengándome de lo que me había hecho un momento antes, privándome de aquel placer sublime. Sujetándome en sus caderas, la ensarté bruscamente, haciéndole soltar un grito y una imprecación, que prefiero obviar. Acompasando el movimiento con Eugenio, comenzamos a trabajarle sus dos agujeros con furia, mientras se retorcía, gritaba, suspiraba y nos incitaba diciéndonos, ¡¡¡cabrones másssss fuerteeeeee, abrirme toda, quiero que me reventeisssss!!!. Ahora que yo había sentido aquella sensación deliciosa podía entender las reacciones de Carmen, seguimos con aquellas embestidas salvajes hasta que la frecuencia y la potencia de los gritos de Carmen nos advirtieron que estaba teniendo un orgasmo bestial.

Yo no pude aguantar más, apreté con fuerza mis dientes y empujando con toda el alma, dejé una gran corrida en su interior. Eugenio siguió acompañando a Carmen en sus últimos estremecimientos y finalmente descargó su leche dentro de su mujer. Seguimos un rato abrazados. Visi se unió al grupo que chorreaba semen por todas partes. Nos miramos, sonriendo, satisfechos de aquella lección que de forma tan provechosa habíamos recibido. La solución había sido un éxito total y todo indicaba que se repetiría muchas veces en el futuro.

El reloj, verdugo insobornable, nos advirtió que era hora de pasar a casa, recogimos nuestras ropas de mala gana y nos dirigimos a la puerta, Carmen me llevaba apoyando su brazo sobre mis hombros y besuqueándonos en la cara, le reproché que me hubiese cortado en lo mejor de la penetración de Eugenio y le pedí reanudarlo cuanto antes, riéndose me dijo, estas de vacaciones tendremos tiempo de repetirlo, prometido. A poco que pueda, te daré otra sorpresa que te va a encantar. Visi se despedía de Eugenio con un beso muy cariñoso y como era habitual, mi tía me dejó nervioso, con la duda de saber que tramaría. Por supuesto, yo sabía que saliendo de ella sería maravilloso.

Aquel año, a pesar de ser un buen estudiante, tuve que repetir cuarto de bachiller, eran demasiadas asignaturas a la vez, y las de la universidad del sexo, demasiado exigentes.

Si la historia sigue siendo de vuestro interés, indicármelo y os contaré la nueva aventura planeada por Carmen, que me llevó a conocer otros escenarios.

Espero vuestros comentarios.