La tía Bety
Primera experiencia sexual entre una madura y su sobrino, un adolescente que casi la viola pero para sorpresa de la propia tía, ésta disfruta de la experiencia.
La tía Bety
--"Ay, Beto ya besa como hombre!", dijo la mujer luego de que el sobrino la saludara de beso, "cállate mujer no digas tonterías", le contestó la madre de Alberto mientras el jovenzuelo se alejaba hasta perderse entre la gente que asistía a la fiesta. Tal vez aquella fue la primera señal de que por fin le llegaría la hora a la solterona de la familia.
Mas tarde sentada junto al sobrino, Bety sintió que bajo la mesa una pierna se juntaba a la suya, era Beto, ella no hizo caso, pero el contacto se hizo más insistente hasta el punto de que a la tía se le atragantara el mole con pollo, pero la mujer aguantó vara pese al nerviosismo que le invadía, de reojo miró a Beto que fingiendo demencia daba cuenta de su plato, pero la pierna seguía ahí, pegada a la de la mujer. Temblorosa la mujer siguió el juego tratando de olvidar de que quien la tocaba era nada más ni nada menos que su sobrino.
Cuando llegaron los postres a la tía se le atragantó un pedazo de queso con higo en almibar, en ese momento ya no era la rodilla de Beto la que se restregaba contra su gorda pierna, ahora era la mano del chico la que la agarraba, sin soltarla. Bien pudo la tía voltear y darle un soplamocos al impertinente chamaco, pero entre nerviosa y excitada la mujer siguió en su tolerante papel. Trató de seguir la plática de los demás pero disimuladamente bajó la mano hasta agarrar con fuerza la del sobrino, todo ello sin voltear a verlo.
Lo que no calculó Bety fue que su mano fue llevada, contra su voluntad, hacía la entrepierna del chamaco y entonces tocó la mujer lo que nunca antes había llegado a conocer a sus 43 años, el brinco que le provocó aquello fue percibido por toda la mesa, "¿qué tienes, qué te pasa?", "oye Bety ya no comas tanto pastel", fueron algunas frases que escuchó a lo lejos la mujer, tratando a toda costa de mantener la cordura, como pudo contestó a las interrogantes mientras a su lado Beto luego de hacer que le agarrara la erecta verga había deslizado su mano bajo su vestido, "esto ya es intolerable!" pensó la vieja a la vez que cerraba con fuerza sus piernas como para evitar que el chiquillo llevara más lejos sus manoseos, eso sí no soltó el duro pedazo que escondía el pantalón del sobrino., de esa forma pudo constatar que aquello que apretaba su mano derecha efectivamente era ya el erecto miembro de un hombre y no el inocente pajarito de un niño. Todo iba bien hasta que alguien la sacó a bailar y tuvo que abandonar aquello que le estaba despertando sensaciones ya olvidadas.
Cuando terminó la pieza y regresó a sentarse a la mesa encontró a Beto sentado en una silla frente a ella y la sorprendió la extraña miraba, era como si le reprochara haberlo dejado solo, como un reclamo y a la vez como una petición, Bety no hizo caso y volteó sus ojos a otro lado, pero cuando volvió a mirar al niño ya no lo encontró, "¿dónde se habrá metido?", pensó de pronto, "¿estará bajo la mesa?", se dijo y tratando de pasar desapercibida miró bajo el mantel y lo encontró ahí escondido, al momento todo su ser fue presa de sentimientos encontrados, era como excitación y temor a la vez, era como pena y nerviosismo, "¿quieres ver?, muchachito fisgón!", pensó y antes de que se diera cuenta ya había abierto sus piernas a la vez que arrimaba su cuerpo al filo de la silla. Miró a los lados como para percatarse de que nadie la veía y se despatarró por completo, "ahorita vas a ver muchachito, el susto que te vas a llevar!", pensó Bety cuando con una mano separó el elástico de su pantaleta, y se mantuvo así expuesta, imaginando la cara de sorpresa de su sobrino al descubrir la tremenda pepa, gorda, de crecidos labios rodeados de negros vellos largos, momentos después cerró las piernas y levantándose rápidamente se refugió en la cocina, donde providencialmente encontró su hermana.
En ese lugar, todavía nerviosa escuchó a su hermana: "oye Bety, ¿por qué no te quedas a dormir aquí?, ya es un poco tarde, mejor quédate, además mañana es domingo y no vas al trabajo", "ay no se, ¿además dónde me duermo?", dijo Bety, "puedes quedarte en el cuarto de Beto, que él se duerma en un sillón de la sala, o en la misma cama, anda mujer, tenía mucho tiempo que no nos visitabas y tengo ganas de platicar contigo mañana cuando vayamos a desayunar por ahí", ella no supo que contestar pues miles de pensamientos se posesionaron de su mente: "y si..., Beto intenta algo más..., y si...", pero no pudo completar los pensamientos que temía y deseaba.
Tratando de alejar sus malos pensamientos se integró al barullo de la fiesta, pero se sintió aturdida y confusa, se acercó a su hermana y le dijo aceptar su proposición de quedarse en su casa, buscó con ansia el cuarto asignado, cerró la puerta y rauda se despojó de su ropa antes de meterse bajo las sábanas acostándose de lado en el lecho. El incestuoso pensamiento no la dejó dormir, temía y deseaba que el sobrino se metiera en la cama con ella. No supo cuanto tiempo pasó, pero con la cara escondida en la almohada escuchó la puerta abrirse, alguien entró, pero no se atrevió a mirar. Escuchó que ese alguien se quitaba la ropa con premura, se sentaba en la orilla de la cama y con suavidad se metía bajo las sábanas, "si, es él", presintió, contuvo el aliento cuando la nerviosa mano de él recorre la carne de sus nalgas por encima de su pantaleta, por momentos que le parecieron eternos se dejó manosearla, sintiendo que aquella ansiosa mano palpa a plenitud los mofletes de sus nalgas, quiere hablar, decirle que la deje en paz, que es su tía y esa es una falta de respeto, pero las palabras no salen de sus labios. Sintió que con premura el chico le ha bajado el calzón, ella lo deja hacer y hasta alza un poco el cuerpo para que la prenda se deslice un poco más abajo, hasta sus tobillos.
Con el aliento contenido siente pegado al suyo otro cuerpo, también desnudo, y algo duro, como un palo le pica entre las nalgas, mientras unos brazos amorosos rodean su pecho hasta posesionarse de sus tetas gordas. Sin quererlo dobla un poco la cintura parando así su culo, es el momento en que aquella dura carne se desliza entre los cachetes de sus nalgas hasta llegar a la raja, que mojada y caliente se abre para dejar que el palo quede atrapado entre los labios carnosos. Se quedaron quietos unos momentos, eternos para Bety, que temblorosa no hace otra cosa que quedarse quieta y morderse los labios, deja que las ansiosas manos estrujen sus senos, que los palpen y aprieten los duros pezones y cuando siente que su sobrino se mueve tras ella, se atreve a pensar "no por favor, no lo hagas, no lo metas, no quiero, no me cojas, no, quítate por favor", pero el pensamiento no se transforma en palabras, por el contrario el ir y venir de la verga erecta le arranca un apagado murmullo, varias veces el miembro se desliza entre los carnosos labios de la pucha, despertando en la mujer sensaciones desconocidas pero exquisitas, lo deja seguir con la inútil esperanza de que hasta ahí queden los atrevidos avances del chiquillo.
Pero se equivoca, el sobrino se ha quedado quieto, con la verga en la entrada de la gruta, siente que la dura punta busca y se afianza en la abertura apenas abierta de la vagina, Bety aprieta más los labios y una de sus manos trata de separar los cuerpos, pero no puede, él la tiene a su merced, "no, no la metas por lo que más quieras", se dice, y en ese momento siente que esa cosa dura la penetra, entra apenas en la ciudadela de la pucha, el hoyo se abre y lo deja pasar, la excitación y los abundantes jugos han facilitado la penetración, apenas fue para Bety un pequeño dolor, imperceptible, que se troca en placer, el glande avanza lentamente hasta entrar en el canal vaginal, él se detiene y una de sus manos se agarra de su cadera, inicia el traginar, lentamente la mujer siente como el miembro va y viene, metiendose y saliendo, hasta la mitad, hasta ahí donde una pared de carne le impide seguir, es el viejo himen de Bety, su última barrera, pero ella está ya en otro mundo, pues en ese momento todo su cuerpo es presa de oleadas de placer, de un placer intenso, salvaje y desconocido, que la hace ir al encuentro de su sobrino que sigue penetrandola, ahora con mayor vigor, con fuerza hasta que en la cresta del placer siente Bety que los cuerpos entrechocan, Beto la ha penetrado totalmente!, Bety ha perdido su virginidad, pero para la mujer ya nada importa se abandona al placer que de nueva cuenta se posesiona de todo su ser.
El entrechocar de los cuerpos sigue, se prolonga, dos o tres veces la mujer es presa de violentos orgasmos hasta que de pronto que él se queda quieto, dentro de su sexo siente el miembro que palpita, "se va a venir!", se dice la tía y justo cuando el primer chorro escapa del tronco, ella recula para sacarse la verga que ahora escupe su ofrenda entre los abiertos labios de la pucha, ahí lo deja, sintiendo riquísimo con las pulsaciones y chorros de semen, un inesperado acto de ternura le llega y entrelaza sus piernas con las de su sobrino, quien ahora amoroso la estrecha más a su cuerpo, ella suspira y se queda dormida.
No sabe Bety cuanto ha dormido, un pesado sopor la despierta y con terror se percata que él continúa junto a ella, a sus espaldas, pegado a su cuerpo, con la polla dura de nuevo, intenta levantarse, pero los brazos de Beto se lo impiden, "no, ya no por favor", se dice. Pero de nuevo siente la verga deslizarse sobre la pucha, que de nuevo se moja y se calienta, el tronco va y viene, pero no penetra, sólo se impregna de los jugos de penetrante olor. La tía siente que el chico se detiene y saca con la mano el miembro atrapado en la gruta, se dirige a otro sitio, busca, encuentra otra entrada, "será capaz?" se dice Bety, pero se mantiene quieta, más aún coopera, para la grupa y siente el duro glande presionando el apretado ano, la presión del palo se incrementa, ella se pone flojita, él insiste, ella siente dolor y un momento después arranca en Bety un doloroso "ay!", pero ya está, la verga ha entrado en el culo, cuyos pliegues renuentes se aferrran al tronco, lo rodean dolorosamente. Ambos se quedan quietos, ella sintiendo que su culo arde de dolor, él disfrutando la intensa presión del culo sobre la cabeza de la verga, luego siente bety como aquel fierro la penetra con tal lentitud que percibe cómo milimetro a milimetro todo el tronco queda sepultado en su intestino.
La tía ya está empalada, los cuerpos pegados y ella con esa dura carne dentro de ella, no hace nada, sólo dejarse hacer, el dolor ha amainado, pero está ahí, punzante a pesar de que su culo ha dado de si. El sobrino se mueve, lentamente y ella siente como al salirse parerse llevarse su carne, parece que sus tripas se van junto con el miembro que la abandona, pero no sale, apenas la cabeza llega a la entrada cuando vuelve a arremeter, así una y otra vez, hasta que Bety siente como el place, un placer diferente la llena toda, suspira, gime, "hummjjjumm, ohhhh, huuumm", el trajin se torna violento y rápido, el culo de la tía es ahora un agujero sumamente abierto, pues la verga del sobrino entra y sale con facilidad, no sabe porque, pero la mujer siente que se viene, parece que con cada arremetida el chico le arranca un orgasmo, siente en sus nalgas el vientre de beto chocar y su intestino llenarse de nuevo de dura carne, la mujer desfallece una y otra vez, y cuando su cuerpo todavía siente placer dentro de su culo la polla se estremece y estalla, chorros y chorros de leche inundan su intestino, Bety es presa de un nuevo orgasmo y como la vez anterior pega su cuerpo al de su sobrino atenazando sus piernas a las de él. Vuelve a quedarse dormida.
Amaneció hacía horas, Bety ni siquiera sintió cuando entró su hermana para despertarla, el pesado sueño se negaba a abandonarla, "ya mujer, despierta, es casi medio día, Bety!, despierta", soñolienta abre los ojos.
--"Oye Bety haz dormido mucho, te sientes mal?"
--"No, no es nada".
--"Pues ya levantate, ya estamos listos para ir a almorzar a un restaurante, apúrate mujer!".
Ya sola Bety deja la cama y de repente siente que las piernas se le doblan, todo le duele, las chiches, las nalgas, la pucha y sobre todo la cola, ardientes punzadas la atacan con cada movimiento. Bajo la regadera rememora lo ocurrido. Beto me cogió!, se dice, estuvo cogiendo con su sobrino!, se asusta, ¿cómo había sido posible?, ¿cómo fue capaz de dejarlo? Y mientras el agua baña su cuerpo una sonrisa lujuriosa se pinta en sus labios, "pero..., fue exquisito", suspira.
Durante el almuerzo, buscó varias veces sin querer la vista del sobrino, cuando la encontró sintió que toda ella se ponía roja, avergonzada. Pero él como si nada, fingiendo.
Ya a la hora de despedirse dejó para el último a Beto, "adiós Beto..." musitó, "adiós no tía, sólo hasta luego", ella se estremece, "nos vemos luego tía Bety, quieres que vaya a visitarte?", le dice el desfachatado muchacho, y con los ojos anhelantes apenas le dice "si Beto, cuando quieras!".