La tetona y el cuidador 3

Marta es una mujer sordo ciega muy atractiva. Daniel su cuidador se aprovecha de ella haciéndose pasar por su marido al tiempo que planea estafar a su familia.

Continuación del relato “La tetona y el cuidador”. Queridos amigos lectores os recomiendo leer los capítulos anteriores de esta historia si no lo habéis hecho ya.

CAPÍTULO 3

Los planes de Daniel marchaban viento en popa, había regresado del hospital con aquellos poderes firmados por un Notario en los que Pepe le capacitaba como representante legal para tramitar la supuesta operación de su mujer en Houston.  El propio Pepe se había encargado de hablar con su padre que le prestaría el millón de euros necesarios. Un dinero que Daniel pensaba estafar en beneficio propio, la supuesta operación milagrosa para curar a Marta era un burdo engaño, ideado por él, con informes médicos falsos.

Era un martes de principios de Agosto, Pepe le había dicho que su padre vendría a la capital el fin de semana a verle y a traer el talón con el dinero. Tan solo quedaba esperar aquellos cuatro días, con el dinero en su poder Daniel tenía todo planeado para desaparecer. Tenía que mantener engañada a Marta aquellos cuatro días, seguir haciéndose pasar por su marido era fundamental para sus planes hasta que su suegro la viera y soltara el dinero.

Desgraciadamente para él había un problema que tenía que capear aquellos cuatro días, su cómplice Tomás, el portero del edificio, se había ido de la lengua. Ahora Quino, el presidente de la comunidad, estaba al corriente del engaño. Los dos sabían que Daniel se estaba haciendo pasar por el marido de Marta, afortunadamente no sabían nada de la estafa, pero ambos querían aprovechar las circunstancias para beneficiarse de la pobre mujer. Daniel, frío y calculador, pensó que lo mejor era dejar que disfrutaran de  Marta mientras él llevaba a cabo la estafa. En aquellos cuatro días necesitaba disponer de tiempo para ultimar los detalles de la estafa, documentos falsos relacionados con el hospital y los supuestos costes. Daniel pensó que esos momentos que tenía que salir fuera serían los ideales para contentar a Quino, el presidente de la comunidad, mientras se quedaba en casa beneficiándose a Marta, él ultimaba su plan.

Daniel estaba pensando en estas cosas desayunando en la cocina, haciendo tiempo mientras Tomas, el portero, en el dormitorio, se estaba tirando a Marta. Desde que Pepe, el marido, estaba en el hospital, se había acostumbrado a ir a primera hora de la mañana para follársela, luego el resto del día les dejaba tranquilos.

Los últimos días los tres hombres se la tiraban, creyendo en todos los casos  que era su marido quien lo hacía. Ella alcanzaba los orgasmos cada vez con mayor facilidad, disfrutando de aquella pasión desenfrenada a la que creía la sometía su querido Pepe. Su cuerpo se estaba acostumbrando a permanecer en un estado de latente excitación, últimamente “su marido” le ataba las manos a su espalda con aquellas muñequeras varias horas al día, al mismo tiempo que le ponía aquel collar rígido de cuero con aquella correa metálica, usándola para tirar de ella. Lejos de sentirse incómoda, le excitaba, la hacía sentirse un objeto para él, para su disfrute, el simple hecho de saber que estaba con ella aquellas horas pendiente de sus reacciones, haciéndola disfrutar y gozando con ella la ponía cachonda, tremendamente excitada.

Marta se esforzaba en adivinar sus intenciones cuando le ponía aquellos accesorios que inmovilizaban sus manos y tiraban de su cuello. Cuando notaba aquel tirón de la correa hacia abajo se esforzaba en inclinar su cuerpo, separar sus piernas, levantar su culo, muchas veces sabía que a él le apetecía montarla al verla así, otras, cuando no lo hacía, sabía  que él estaba disfrutando mirándola, admirando su cuerpo y ella se sentía feliz complaciéndole. Cuando notaba las dos manos en sus hombros presionando hacia abajo ya sabía que él deseaba que se arrodillara, con toda seguridad a su marido le apetecía una felación. Sin manos se esforzaba en meterla toda en su boca y comenzar a mamar con ganas, se sorprendía de la diferencia de consistencia  de aquella verga de unas veces a otras pero no le daba mayor importancia. El pobre Pepe no debía de estar siempre igual de excitado, pensaba ella mientras se concentraba en chupar con ganas, en darle placer, sin pensar en nada más. Lejos estaba de saber que eran tres vergas distintas, todas de generoso tamaño, las que follaban sus agujeros, incluida su boca, cada día. Sin darse cuenta su cuerpo se estaba acostumbrando a un trajín sexual desaforado, el sexo se había convertido en el centro de su vida. Su mente se concentraba en el placer, su cuerpo en disfrutar, le hacía olvidarse de sus problemas, de sus carencias, en cierto modo no ver, ni oír, sin ser plato de buen gusto, la hacía concentrarse en sus sensaciones- Definitivamente el sexo se había convertido en  su válvula de escape.

Tomás salió del dormitorio después de haberse tirado a Marta como cada mañana, fue a la cocina para despedirse de Daniel.

-! Bueno socio, me voy a currar!, !Esta puta cada día se corre con mayor facilidad!, !Ha vuelto a dejar las sábanas empapadas!, Cualquier día se corre antes de que se la meta. -dijo Tomás mientras se ajustaba el cinturón

-!Tu procura que no se dé cuenta del engaño si te la quieres seguir tirando! -respondió Daniel

-Por cierto, si la sacas de paseo, cuando regreses me gustaría que la metas un poquito en la portería. Me encanta verla vestida de calle, revisar su ropa, comprobar si le has puesto bragas. Deberías acostumbrarla a salir siempre a la calle sin ellas, ese chochito peludo al aire, bien accesible, me gusta más. El cuchitril que tengo por baño en la portería es ideal para verla mear, tan solo tiene un agujero en el suelo, me pone verla allí meando, en cuclillas, bien abierta de piernas, Hoy tengo ese capricho. ¿Me darás el gusto, socio? ya ves que me conformo con poca cosa jajajaja -sonó la risa burlona de Tomás.

-Veremos que se puede hacer -respondió Daniel. Tan solo tenía que aguantar cuatro días los caprichos de aquel gorila. Después él desaparecería con la pasta y no volverían a verle pensaba Daniel viendo como el portero se marchaba de casa.

Daniel sabía que no tardaría en llamar el vecino de al lado, Quino, el presidente de la comunidad, se había acostumbrado a  pasar cuando se marchaba el portero. Le gustaba ser él quien escogía la ropa que Marta se iba a poner en casa. Pero aquella mañana Daniel tenía previsto salir con Marta, tenían que ir al notario, necesitaba su firma en varios documentos, Ahora con los poderes firmados por Pepe  hacía y deshacía a su antojo.

No se equivocó, pocos minutos después llamó el vecino, aquel gafotas con pinta de ratón de biblioteca pasaba en pijama con su albornoz como si estuviese en su casa.

-Buenos días Daniel. ¿Cual es el plan de día? ¿Tienes que salir? -preguntó el vecino entrando directamente en la casa sin esperar permiso.

-Si, pero tengo que salir con Marta. Hemos de ir a la notaría para firmar unos documentos. Mejor te quedas hoy con ella un rato por la tarde, si te parece -respondió Daniel intentando quitarse de encima al incómodo grano en el que se había convertido el vecino.

-¿A la notaría?, ¿No estarás llevando demasiado lejos tu papel de amante esposo, verdad? Creo que iré con vosotros, esto de estar siempre en casa con ella me aburre, necesito nuevos alicientes. ¿Marta sigue en la cama? -preguntó el vecino al no verla en el salón.

-!Está duchándose! - respondió escueto Daniel que no le hacía ninguna gracia que el vecino les acompañara pero tampoco quería levantar sospechas. Afortunadamente los documentos no eran relevantes, básicamente era el consentimiento de Marta para la supuesta operación. Necesitaba aquel documento junto con los informes médicos falsificados para que el padre de Pepe le entregase el talón con el millón de euros.

-¿A qué notaría vamos?, ¿Está lejos? -preguntó Quino

Daniel le explicó a que Notaría iba, estaba en centro, a unas pocas paradas de metro de casa.

-Si no te importa escogeré la ropa. Ya sabes que disfruto haciéndolo -dijo Quino sin esperar respuesta y dirigiéndose directamente al dormitorio de Marta. Se movía por la casa como si fuese suya, se notaba que aquellos días le habían quitado cualquier reparo.

-Está bien, pero no te pases. No es lo mismo estar en casa que salir a la calle -advirtió Daniel que conocía los gustos de aquel pervertido voyeur.

-Tranquilo Daniel, ya soy mayorcito. Sexy pero discreta, elegante y con un punto de provocación, seguro que te gusta mi elección - respondió Quino abriendo las puertas del armario.

El hombre no tardó en encontrar lo que buscaba, dejó la ropa escogida en la silla de Marta para que se vistiese al salir del baño.

-Acompáñame, sigamos hablando en la puerta del baño, me gusta verla mientras se ducha. ¿Sabes Daniel? Hoy estrenamos el solárium que hemos montado en la terraza, Hemos  puesto unas carpas para hacer zonas de sombra, tumbonas, sombrillas, un par de duchas. Ha quedado muy bien. No creo que suban muchos vecinos pero a Marta le vendría bien tomar el sol, está muy blanquita. ¿No la ves? tiene la piel amarilla de estar tanto tiempo encerrada -dijo Quino mirándola desde la puerta del baño con total impunidad. Marta ajena a los dos hombres se duchaba tranquilamente, le gustaba disfrutar de un buen rato del agua todos los días. Desde que “su marido” se despertaba tan fogoso por las mañanas necesitaba más tiempo estar a remojo para recuperarse de aquellas embestidas mañaneras.

Un rato después Marta se había duchado y vestido en su cuarto, salía al salón donde esperaban Daniel y Quino. Llevaba un precioso vestido color tabaco, entallado, abrochado por delante con media docena de pequeños broches que se cerraban por presión y se abrían con suma facilidad. Corto, sin ser exagerado, la parte de falda se abría por los laterales con dos generosas aberturas que permanecían cerradas con sendos pasadores imperdibles, grandes, de brillante color metálico. Un cinturón negro, ancho, elástico, con una gran hebilla metálica ajustaba el vestido a la cintura como si llevase un corpiño y realzaba aún más su generoso pecho. Unas sandalias veraniegas de plataforma con cuña de esparto le daban un toque juvenil. Estaba guapa, sexy, manteniendo un punto de discreción,  aquella prenda parecía diseñada para facilitar abrirla o quitarla en muy poco tiempo.

Daniel se levantó, se acercó a ella y le cogió la mano -estas preciosa Marta. Hoy tenemos que salir, hemos de ir a la notaría a firmar unos papeles -Marta sonrió agradecida, le encantaba gustar a “su marido”.

La mano de Daniel levantó el vestido de Marta por delante, tenía curiosidad por saber si el crápula de su vecino le había dado ropa interior para ponerse. Al instante apareció un body blanco ajustado de lycra, se cerraba entre sus piernas con velcro. La mano de Daniel tiró de la fina tira adhesiva y comprobó que se abría con suma facilidad, apareciendo aquel vello púbico negro color azabache como el de su corta melena.  Ajustó de nuevo el velcro, volviendo a cerrarlo, a simple vista la zona de abajo parecía una simple braga. Las dos manos de Daniel cogieron ahora el vestido a la altura de los pechos, resaltaban en aquel vestido tan entallado que se ajustaba como un guante a su cuerpo. Tiró con sus manos hacia los lados y varios broches de los que lo mantenían cerrado se soltaron descubriendo aquel body blanco que llevaba debajo. Ajustado por completo a su cuerpo se marcaban provocativos los pezones y se intuían perfectamente sus grandes areolas oscuras del tamaño de galletas, bajo la fina lycra. -Muy sexy cariño . volvió a decir Daniel. Marta le cogió la mano . ¿Te gusto? ¿Te parezco atractiva? -

-Mucho, eres la mujer más guapa del mundo. - respondió Daniel en la mano de Marta.

-¿Que te parece? Reconoce que tengo buen gusto para la ropa. Esta sexy, elegante, sin ser vulgar y es una prenda muy práctica. Fácil de abrir por arriba y por abajo. -dijo orgulloso Quino, el vecino, por su buena elección

-Es cierto. Excelente elección. Saldremos en medía hora de casa - Avisó Daniel haciendo que su vecino se apresurara a ir a su casa para vestirse si quería acompañarles.

En media hora los tres salían del portal de la casa, Marta cogida del brazo de Daniel. Quino les seguía a un par de metros. La mirada del portero al verlos marchar se clavó en el cuerpo de Marta.

-.No te olvides de lo que hemos hablado antes Daniel. Quiero mi regalo cuando regresen. -recordó el portero.

Daniel asintió con la cabeza. Ya en la calle pensó en coger un taxi, no habían vuelto a subir al metro desde el día de los chavales punkis. No quería que Marta se sintiese incómoda. Compartió con Quino su intención.

-Ni hablar, estamos a solo a  unas paradas de metro -respondió el vecino que le parecía morboso y excitante  viajar apretujados por la gente en el metro. Una situación perfecta para manosearla de forma discreta en público.

-Vamos a coger el metro. Estamos solo a unas paradas. ¿Estarás bien? -preguntó Daniel a Marta

-Tranquilo, estoy bien, ya casi lo tengo olvidado. Aprovecha tú para meterme mano, así evitamos que otros lo hagan -rió Marta respondiendo en la palma de su supuesto marido.

-El metro la pone un pone un poco nerviosa. Siempre hay demasiada gente en esta línea y pierde las referencias entre la multitud. -Explicó Daniel a su vecino  girando la cabeza.

-No te preocupes en el metro yo me encargo. Me cedes el puesto para hacer de marido un rato -dijo Quino oliendo su mano, no había tardado en comprar el mismo perfume que utilizaba el marido de Marta y comprobaba que aquel olor penetrante sirviese de referencia a la mujer.

Marta caminaba por la acera sujeta al brazo de Daniel, se movía con soltura, conocía aquel recorrido a la perfección. Movía el bastón con destreza de lado a lado avisando de su presencia. Algunos se sorprendían al ver aquellas franjas rojos y blancas, otros murmuraban que eran para avisar que se trataba de una persona sordo ciega. Las gafas negras, grandes, ocultaban gran parte de la cara, ella caminaba con la cabeza erguida concentrada en las referencias que recibía de su bastón y permitiendo que Daniel la guiase con su brazo. La verdad es que los dos estaban muy compenetrados caminando por la ciudad.

Descendieron los 34 escalones que les conducía a la estación de metro seguidos por Quino. Como siempre, el bullicio y el ruido de aquella estación por las mañanas, Marta notaba en su bastón cada vez más gente a su alrededor. El reloj anunciaba cinco minutos para la llegada del próximo metro. Más de un hombre cercano a ella la observaba de forma discreta, era una mujer que llamaba la atención, aquel busto tan exagerado no pasaba desapercibido para ningún hombre que la viera. Las intenciones más reprobables salían a la luz de muchos hombres al ver su indefensión. Sorda, ciega, pero con aquel cuerpo lujurioso, tentador, hacía que muchos solo pensaran en la ocasión de aprovecharse, el metro era el lugar perfecto para abusar de forma discreta de una mujer indefensa como ella.

Un lugar donde las apreturas de la gente, favorecían los roces, era muy sencillo provocar un oportuno empujón, una mano que se desliza bajo el vestido, demasiado fácil para muchos hombres que hacían de aquello su perversión diaria. Subiendo y bajando de las estaciones más concurridas, abundaban los sobones, no era extraño pensar que en países como Japón, donde los vagones iban masificados habían tenido que optar por crear vagones exclusivos para mujeres.

Viendo la llegada del metro la gente se arremolinaba como si fueran a quedarse sin plaza. Daniel como de costumbre esperó unos metros detrás, dejando  que entrase la avalancha, Quino tras ellos se impacientaba.

-!Venga Daniel, entra! -apresuró el vecino

-Tranquilo, espera que entren, evitaremos empujones. Cuando entremos buscaré una barra vertical para que Marta se agarre, síguenos - dijo Daniel

-No te preocupes, os sigo - respondió Quino que no tenía ninguna intención de perder de vista a Marta viendo que más de un hombre a su alrededor había pensado lo mismo.  Se fijó especialmente en uno, un hombre joven, treinta y tantos, alto, moreno, auriculares en los oídos, periódico en la mano, haciéndose el despistado. Intentaba ocupar el sitio justo detrás de Marta que ocupaba Quino y le dio un empujón con el codo intentando desplazarlo.

-!No empujes chaval! -exclamó Quino al recibir el codazo. El joven le miró retador, parecían dos cazadores pugnando por tener el mejor lugar para disputarse a la presa. Lejos de amedrentarse el joven se quedó pegado a Quino, siguiendo la estela de Marta que cogida del brazo de Daniel entraban en el vagón.

Daniel buscaba con la mirada un hueco en  una de las barras metálicas verticales para que Marta pudiera agarrarse. Vio una a unos cuatro metros a la derecha y consiguió abrirse paso con una mano mientras con la otra tiraba de Marta que se dejaba llevar, sosteniendo su bastón con la otra mano.

-Perdonen, ¿le dejan un hueco por favor? -pidió Daniel a los dos hombres que se agarraban a la barra. Al darse cuenta que era ciega amablemente se apartaron para facilitar que se agarrara. Daniel cogió la mano de Marta llevándola a la barra vertical y ella se sintió aliviada al tener un punto de apoyo.

Quino aprovechó la ocasión para empujar un poco a Daniel reclamando su lugar en la espalda de Marta y este se apartó un poco dejándole el sitio. El tipo joven que iba pegado a Quino pensó que había apartado al marido buscando lo mismo que él.

-!Bien jugado! -dijo el joven ocupando el lugar frente a Marta en la barra. Quino le miró con cara de pocos amigos pero no dijo nada, sus dos manos se agarraron a la cintura de Marta pegándose a su espalda.

Los dedos de Quino fueron deslizando poco a poco la parte de atrás de la  tela de vestido bajo el ancho cinturón, pequeños pliegues que subían despacio el vestido por detrás acortándolo. Con su maniobra había conseguido acortar el vestido unos cuatro centímetros, ahora su mano se deslizaba bajo la falda y buscaba el velcro que cerraba el body de Marta entre sus ingles. Con facilidad lo soltó y el elástico de la lycra  del body se abrió dejando libre el sexo de Marta.

Mientras tanto el hombre que tenía frente a él había colocado el periódico que llevaba en una mano, doblado por la mitad, por encima de los pechos de Marta, simulando que lo estaba leyendo. Realmente lo único que buscaba era ocultar la otra mano que bajo el periódico manoseaba impunemente sus tetas.

Marta sentía la mano que bajo su falda acariciaba su sexo desnudo, imaginaba que era la de su marido, instintivamente separó un poco las piernas para facilitar las caricias al tiempo que arqueaba un poco el cuerpo buscando con su nalgas el roce con  su imaginario Pepe. Cuando notó otra mano que acariciaba sus pechos al mismo tiempo un escalofrío de placer la recorrió de arriba abajo, se sentía excitada, notaba como su sexo mojado era penetrado con suavidad por aquellos dos dedos que recorrían su interior. Su boca no pudo contener un par de gemidos suaves, prolongados que avivaron los movimientos de aquellas manos que recorrían su cuerpo. Notó el momento en el que varios broches de su vestido se abrían. Ella no podía verlo pero su body interior ahora estaba a la vista. La fina lycra del body se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel, los pezones excitados estaban duros como piedras y se marcaban con descaro. Una mano pellizco el izquierdo con fuerza y ella se mordió los labios aguantando el quejido, mezcla de dolor y placer.

-!Parece que le gusta! ¿Cambiamos? -susurro el joven del periódico.

Quino le miraba sorprendido, la desfachatez y el desparpajo de aquel joven parecía no tener límites. Desde luego se notaba que estaba acostumbrado a realizar aquel tipo de juegos en el metro. A su lado Quino parecía un principiante, pero aquella situación le excitaba terriblemente y no se pudo negar para ver hasta dónde era capaz de llegar. Asintió con la cabeza y se separó un poco de Marta, lo justo para intercambiar las posiciones con el otro. Ahora Quino pegado frente por frente con Marta tenía sus pechos a su disposición pero no perdía detalle de las maniobras de su improvisado cómplice. El joven antes de pegarse a la espalda de Marta maniobró con habilidad su mano derecha, bajándose la bragueta y sacando una verga completamente empalmada que alojó bajo la falda de Marta, buscando hueco entre sus cachas.

-El marido parece que no dice nada, creo que consiente. Las que van con cornudos suelen ser las mejores, al marido les pone que se calienten con su mujer y ellas por complacerle suelen dejarse hacer de todo -susurró el del periódico que ahora había dejado caer al suelo, sus dos manos libres se agarraban a  la cintura de Marta, restregando su verga bajo en el vestido en el culo de Marta. Daniel a un costado, sin cogerse a la barra, se hacía el despistado, como si no se enterara de nada.

-!Puede que tengas razón! -dijo Quino en voz baja, siguiendo el juego al joven desconocido. Aquella situación le estaba excitando enormemente.

-!Joder que buena está y como se deja!, !Menudo pajote me estoy haciendo con su culo!, !Que dura me la han puesto las tetazas que tiene! -decía el joven, acentuando los frotamientos de su cuerpo en la espalda de Marta.

Marta notaba aquella verga dura frotándose en sus nalgas, rozando su sexo sin llegar a penetrarla, estaba excitada, en ese momento desearía tenerla dentro de su coño, desconocía quién era el propietario de aquella polla que la hacía sufrir de deseo. El perfume de Pepe lo percibía frente a ella junto a las manos  que estaban estrujando sus tetas. Ella presionaba sus nalgas hacia atrás, intentando mantener atrapada aquella verga que se deslizaba de arriba abajo, sin conseguirlo. De repente notó aquel líquido viscoso que se escurrió por sus nalgas y entre sus muslos, fuese quien fuese se había corrido frotándose en su culo. Instantes después dejó de notar aquella verga, tan solo la humedad de la corrida que se deslizaba por sus nalgas y mojaba sus muslos.

El joven enfundó su verga en el pantalón con un ágil movimiento de mano y sin esperar más tiempo desapareció entre la gente.  Quino imaginó lo que había ocurrido, volvió a cerrar la blusa de Marta, estaban muy cerca de la parada.

El barullo en la estación central del metro era tremendo, la gente corría acelerada de un lado para otro. Daniel buscaba con la vista la indicación de la salida correcta para ir a la calle de la Notaría. Quino les seguía unos pasos detrás. Las escaleras mecánicas de aquel acceso parecía que no funcionaban. Daniel cogió la mano de Marta para indicarle que tenían que subir un buen tramo de escaleras, ella asintió con la cabeza y sonrió agarrando con fuerza el brazo del hombre.

Quino un par de metros tras ellos subía pendiente del culo de Marta. !Menudo culazo tiene la vecina! pensaba, cuando se dio cuenta  que había subido el vestido de Marta en el metro, metido cuatro dedos bajo el grueso cinturón con lo que se acortaba bastante. Se paró, dejó que se adelantaran varios escalones para tener mejor ángulo de visión. La falda del vestido tenía algo de vuelo y en los movimientos de las piernas al subir dejaba ver generosamente la parte interior de los muslos. En alguno de los movimientos pudo vislumbrar el abundante vello oscuro de su sexo, ahora al aire, después de que él hubiese soltado el velcro del body. “Como me pone que vayas enseñando el coño por la calle como una guarra” pensaba Quino para sí.

En los lugares donde hay mucha gente esos detalles nunca pasan desapercibidos, siempre hay ojos avispados pendientes de captarlos.  Quino había dejado demasiado hueco y dos chavales aprovecharon para colocarse delante de él, justo detrás de Daniel y Marta. Uno de los chicos con su móvil en la mano comenzó a grabar a Marta mientras subía las escaleras, incluso bajando la mano con descaro para tener mejor ángulo de visión bajo el vestido. Hasta que llegaron a la calle Quino tuvo que conformarse con ver el disfrute de los dos chicos que se alejaron viendo el vídeo que habían grabado. Aquel día seguro que Marta sería la protagonista de unas buenas pajas de los dos chavales mientras veían de nuevo la escena grabada en el móvil.

Quino recibió una llamada de móvil y se quedó hablando en el portal del edificio de la Notaría. Daniel viendo que llegaban con el tiempo justo decidió entrar en aquel edificio señorial del centro de Madrid, techos altos, gruesas paredes, maderas nobles. Estaba claro que una Notaría tenía que ser un negocio muy rentable para costear aquellas instalaciones. Se sentaron  en la salita de visitas y poco tiempo después les avisaban que el Sr. Notario les estaba esperando. Daniel y Marta se levantaron para seguir a la amable señorita que les condujo a una tremenda sala acorde con el resto de las instalaciones.

En aquella lujosa mesa de roble en la podrían acomodarse perfectamente una veintena de personas había tan solo dos hombres en la cabecera que se levantaron al verles.

-!Buenos días Daniel! imagino que esta Sra. es Marta -saludo amablemente el Notario que había conocido previamente en el hospital cuando fue llamado por Pepe.

-!Buenos días!, si, ella es Marta la mujer de Pepe -respondió Daniel que se quedó mirando al otro hombre que permanecía callado junto al Notario. Un señor mayor, sobre los 70 años, elegantemente vestido.

-Perdón, no les he presentado. Este señor es Don. Fernando, el padre de  Pepe, suegro de Dña. Marta, creo que no se conocían todavía . -añadió el Notario al tiempo que el anciano se acercaba a Daniel ofreciéndole la mano.

-!Encantado de conocerle señor!, pensaba que venía este fin de semana, es lo que me dijo Pepe. No sabía que usted estaba aquí. -respondió sorprendido Daniel al tiempo que cogía la mano de Marta para decirle que su suegro estaba en la notaría. Ella sonrió amablemente al tiempo que abría los brazos, Don Fernando se acercó y se fundieron en un abrazo.

-Si, esa era la intención, pero aprovechando que tenía que hacer unas gestiones en Madrid, Esteban, el Sr. Notario me pidió que viniera a esta reunión. Nos conocemos hace más de treinta años, todos los asuntos de la familia las firmamos con él. -aclaró Don Fernando, el padre de Pepe.

-!Tenías razón Fernando, tienes una nuera preciosa! -dijo el Notario que como la mayoría de los hombres se quedo embobado viendo la exuberancia de Marta. La galantería del notario había quedado muy bien pero lo que realmente había pensado fue,  “Menudas tetas tiene esta mujer” teniendo que sentarse para disimular la erección que le había provocado.

La cara de Daniel era un poema, no contaba con aquello, el esperaba  conocerlo el fin de semana, el tiempo justo y necesario para recoger el talón con el millón y desaparecer lo antes posible. Se sentaron los cuatro en uno de los lados de la mesa y el Sr. Notario tomó la palabra.

-Verás Daniel, Pepe nos ha manifestado tanto a su padre como a mí la excelente relación que os une y lo mucho que has trabajado ayudando a Marta. Nos consta que Pepe y Marta están encantados con tus servicios y más desde  que gracias a tu iniciativa ha surgido la esperanza de una cura para Marta con esa operación en Houston. Los poderes que firmamos en el Hospital te facultan para gestionar en nombre de la familia los trámites necesarios para llevarla a cabo. Tan sólo quedaban unos pequeños flecos que son los documentos que vamos a firmar hoy.- explicó el Notario

-Yo también estoy muy contento de trabajar con la Sra. Marta. Pepe y ella me han tratado como si fuese de la familia. La verdad me he quedado sorprendido al ver a Don Fernando sabiendo que los documentos de hoy no tienen excesiva importancia -respondió Daniel  que le inquietaba la presencia del anciano en aquella reunión.

-Verás, el está por recomendación mía. Don Fernando no tiene inconveniente en sufragar los elevados costes de la operación pero estamos hablando de una cifra que supera el millón de euros. Hemos preparado unos documentos para que el importe de los gastos que sean necesarios funcione como si fuese una póliza de crédito, el dinero estará disponible en una cuenta y se utilizará a medida que los gastos se vayan justificando. Obviamente no se trata de que se abonen previamente ya que hablamos de cantidades importantes, pero sí de tener en cada caso las facturas proforma o documentos visados por el gestor de la póliza, en este caso nosotros. En atención a la relación que tenemos con Don Fernando, profesionales nuestros de la propia notaría verificarán cada partida de gastos. -Explicó el Notario.

Daniel no pudo evitar que la cara le cambiase de color, tornándose blanco, pálido como si fuese una hoja de papel. Lo que estaba explicando el Notario trastocaba todos sus planes. No dispondría materialmente del dinero que estaría bloqueado en aquella cuenta con necesidad de justificar previamente cada gasto. Su plan se desmoronaba y corría grave riesgo de ser pillado si intentaba seguir adelante. Asentía con la cabeza, decía a todo que si con una falsa sonrisa pero en su cabeza ya solo había una idea, huir.

-Mi hijo me ha dicho que Marta no sabe nada de la operación, para no crearle demasiadas expectativas de momento ¿Es así? -preguntó Don Fernando. Se notaba que el anciano estaba incómodo al no poder comunicarse con su nuera, la miraba y la veía allí al lado, sin poder ver ni oír. Sentía lástima pero al mismo tiempo era un hombre de soluciones, de poner remedio a las cosas y nada conformista, si existía una cura para su cura desde luego que por él no iba a ser, la salud de la familia era lo primero.

-Así es, señor -respondió lacónico Daniel.

-!Las desgracias nunca vienen solas!, !solo faltaba el accidente de mi hijo!. Imagino que ahora, usted solo en casa, encargándose todo el día de mi nuera estará agotado. Solo le pido un poco de paciencia, hemos buscado una persona para que se encargue de la casa y ayude con Marta. Alguien que sepa y pueda comunicarse con ella, no ha sido fácil pero hemos encontrado una señora que empezará la próxima semana. Pepe está de acuerdo en que se quede en casa también. -explicó el viejo Don Fernando. Que estaba demostrada una gran capacidad de resolución para solventar los problemas.

!Lo que faltaba!, pensó Daniel, una mujer en casa que pudiese comunicarse con Marta. Tenía que salir de aquella casa antes de que apareciese aquella mujer, en el momento que hablase con Marta se descubriría que él se estaba haciendo pasar por el marido de Marta. Ya no solo era que descubrieran su estafa sino que podrían descubrir la usurpación de identidad y los abusos sufridos por Marta haciéndose pasar por el marido. Sus horas en Madrid estaban contadas, su cabeza solo pensaba cual era la mejor forma de desaparecer cuanto antes. Mientras tanto intentaba mantener el tipo disimulando

-!Muchas gracias Sr.!, La verdad es que están siendo difíciles estos días, el portero de la finca ayuda lo que puede y sobre todo el vecino de al lado. El Sr. Quino  se queda muchos ratos para hacer compañía a la Sra. cuando tengo que salir para hacer algún recado, dispone de tiempo al estar prejubilado y tiene muy buena relación con los Señores. -explicaba Daniel

El viejo Don Fernando miraba atento a Daniel, le notaba nervioso, su experiencia le decía que aquel cuidador bajo su apariencia de amabilidad ocultaba algo. “Mi hijo es demasiado confiado”, pensaba el viejo observando al hombre, pero de momento le necesitaban, era el único que sabía comunicarse con su nuera.  Una vez firmados los documentos todos se levantaron de las sillas y comenzaron a despedirse, Don Fernando tenía prisa por volver al pueblo. Daniel así se lo comunicó a Marta que se despidió de su suegro con un fuerte abrazo.

-Por favor no se vayan Daniel, quiero presentarle a la persona que se encargará de gestionar en nombre de la Notaría los documentos necesarios. Él le explicará la operativa para que pueda disponer de los fondos necesarios a medida que surjan los gastos. -dijo el Notario mientras se despedían del viejo Don Fernando.

Instantes después seguían al Notario por un largo pasillo, al fondo un pequeño despacho donde había un chaval joven sentado a una mesa. Trajeado, gomina, perfumado, parecía el típico recién licenciado en prácticas.

-Les presento a mi hijo Borja aunque en casa siempre le hemos llamado “Rulos”. Es un chaval brillante, Máster en Dirección de empresas, acaba de empezar una nueva vida profesional con nosotros. Como todos los jóvenes han tenido unos meses de dudas sobre su futuro, se marchó de casa, pero ha vuelto con todas las ganas del mundo para labrarse un futuro profesional. Seguro que hacen muy buen equipo trabajando juntos. Él le explicará la operativa de los documentos que necesitamos para liberar los fondos necesarios y atender todos los gastos de la operación. -decía el Notario.

Daniel se quedo petrificado, no se lo podía creer, a pesar del traje, del pelo repeinado y engominado, aquella cara era inconfundible, un rostro que jamás habría podido olvidar. !El cabecilla de la pandilla de punkis del metro!, !Era él, no había lugar a dudas.  El Notario con una sonrisa maliciosa en los labios se despidió de Daniel esperando que le advirtiera a Marta para darle un par de besos den las mejillas. Sin embargo los ojos del Notario no podían disimular como se clavaban en aquel busto exagerando, provocativo, exuberante. !Pedazo de mujer!, !Vaya tetas!, pensaba mirando a su hijo al marcharse.

Daniel era incapaz de decir nada, estaba atónito, no se podía creer que fuera él de verdad. (Recordad queridos lectores que para Marta, su actual acompañante, pensaba que era Pepe, su marido, desconocedora que se encontraba en el hospital. Lo ocurrido en el metro con la pandilla de chavales había sido yendo con Daniel).

-!No me mires con esa cara, pringao!, jajaja. Estoy seguro que soy la última persona que pensabas encontrar en este despacho, ¿verdad?.  Veo que habéis sido buenecitos todos estos días y decidisteis no comentar nada de la placentera mañana que disfrutamos todos juntos, eso está bien, muy bien. Sigo teniendo un precioso reportaje de aquel día, se os ve muy acarameladitos, muy fogosos. ¿Sabes?, No creo que su suegro hubiese puesto este millón de euros en la cuenta de haber visto esas fotos -decía Borja, el hijo del Notario, con sorna y tono de burla

-¿Que es lo que quieres? -preguntó Daniel

-Te seré sincero, estoy convencido que eres un estafador, te diste cuenta que la familia de la Sra. tenía dinero y te montaste la película de esa milagrosa operación para robarles el dinero y mientras tanto tirarte a la mujer. El marido debe ser un pobre infeliz, me lo imagino tan enamorado de su pobre mujercita, ilusionado, apuesto a que tú tienes algo que ver con que se encuentre en el hospital. -explicaba Borja con frialdad.

Daniel era incapaz de responder, aquella maldita mañana parecía todo se había vuelto en su contra, solo deseaba salir corriendo al verse descubierto. Ante su pasividad el chaval siguió con sus explicaciones.

-Mi padre tampoco se creía que fuese verdad, !maldito viejo!, jamás pensé que conseguiría hacerme volver a casa y a ser el niño de papá que siempre quiso. !Un millón de euros, produce esos milagros!, Si Daniel, mi padre está al corriente de todo. Sería muy largo de explicar ahora y tampoco te interesa. Lo que si te interesa saber es que si no haces todo lo que te diga tienes todos los números para pasar el resto de tu vida en la cárcel. Uno de los motivos que te dijeran de traer hoy tu pasaporte es porque voy a quedármelo yo, no quiero que tengas tentaciones, se que  estarás pensando huir en este momento. !No lo hagas, sería una tontería!, Acabarías antes en la cárcel. Sin embargo si haces lo que yo te diga, dentro de un mes estarás lejos de aquí y con un buen pellizco en el bolsillo. -explicó Borja con una tremenda frialdad.

-¿Que quieres de mí? -volvió a preguntar Daniel

-!Que hagas lo que yo te diga, ya te lo he dicho!, Básicamente llevaremos a cabo tu plan pero el dinero lo gestionaré yo. Desgraciadamente la operación no tendrá el resultado milagroso esperado pero eso ahora es adelantar mucho los acontecimientos. Tu solo necesitas saber lo que tienes que hacer en cada momento, yo te lo iré diciendo, !Tranquilo, no te preocupes! - dijo Borja al tiempo que cogía el teléfono de su mesa marcando la extensión de recepción. -Por favor, decidle a la Señorita Cris que  está en la sala de espera que venga a mi despacho -

Un par de minutos después una mujer joven que rondaría los 35 años entró en el despacho. Alta, delgada, rubia de pelo corto, gafitas, pinta de mosquita muerta, vestida discreta, una mujer del montón de las que no llaman especialmente la atención a los hombres pero que sin embargo tenía un gran éxito reconocido como Terapeuta. De carácter  dominante y hábil manipuladora de las emociones, era conocida por su facilidad en la modificación de conductas de sus pacientes. Básicamente trabajaba la mente de la gente consiguiendo que hiciesen lo que ella quería.

-Daniel te presento a Cris. Será la persona que se instale en casa de Marta el próximo lunes, es una excelente terapeuta, psicóloga y educadora de personas sordo ciegas. Te aconsejaría que no intentes seducirla, es lesbiana, le gustan las chicas, jajaja y nunca podrías pagarle lo que yo le pago. Ahora si no te importa prefiero que vayas a la sala de espera, tengo que hablar con Marta para eso está Cris aquí -ordenó Borja haciendo que la chica abriera la puerta. Daniel en silencio salió del despacho, aquel maldito jovencito le tenía bien pillado por los huevos.

La chica se sentó junto a Marta en los dos sillones que había frente a la mesa de Borja y comenzó a escribirle en la mano lo que el chaval quería decirle. La primera sorpresa para Borja fue descubrir que ella desconocía que su marido estaba en el hospital, que el que estaba con ella no era su marido sino Daniel. Decidió mantener el engaño, de momento aquello beneficiaba sus planes. Para cuando se descubriera el engaño habrían hecho desaparecer a Daniel y todas las culpas recaerían sobre él.

-!Maldito cerdo!, la tiene engañada haciéndose pasar por su marido, seguro que así se acuesta con ella todas las noches -dijo Borja a la chica pero pidiéndole que no comentase nada de aquello a Marta.

Una vez que Borja supo realmente que conocía Marta de la realidad hizo que la joven Cris siguiera contándole cosas. Le hizo saber a Marta que él estaba al corriente y tenía en su poder las fotos y videos de lo ocurrido en el metro con su cuidador. Marta se sintió aterrada al leer aquello en su mano. Borja pidió a Cris que la tranquilizara, su marido no tenía porqué enterarse de nada de aquello, sabía lo importante que era para ella.

-Marta pregunta que es lo que quieres a cambio -dijo Cris traduciendo a la pobre mujer que se sentía angustiada al enterarse de aquella revelación.

-Jajaja, Chica lista!  Dile que solo tiene que portarse igual de bien que se portó el día del Metro. !No le será difícil, a esta zorra le encanta joder! Diría que casi tanto como a ti, jajajaja. Por cierto has sabido ganarte a mi padre, dice que eres buena con la boca, siempre le ha gustado tener una buena mamona en el despacho -respondió Borja

-Hago muchas cosas bien además de mamarla. Imagino que no vas a pagarme lo que me has prometido solo para chupársela a tu padre. -respondió molesta la rubia que seguía teniendo un aspecto de mosquita muerta que no encajaba con aquellas palabras.

-Lo sé Cris, lo sé. Por eso te escogí para este trabajo, eres la mejor que conozco escogiendo y aleccionando zorritas. Sabes muy bien que siempre has ganado mucho más dinero conmigo facilitándome putillas que yo explotaba después que con tus pacientes. A Marta solo tienes que emputecerla como tú sabes. Quiero que sea la puta perfecta, sin ver, ni oír, simplemente dispuesta y muy complaciente. Si lo consigues hará lo que queramos,  tiene que ser nuestro mejor testigo de que hemos gastado bien los fondos que nos han asignado. ¿Quien mejor que ella?, Marta es la clave para nuestro plan, no lo olvides -recalcó Borja.

-Tranquilo, sé muy bien lo que quieres -respondió Cris. La verdad es que siempre le había resultado sencillo detectar mujeres débiles mentalmente, fácilmente manipulables que una vez caían en sus redes Borja las explotaba en beneficio de los dos. Si algo tenía en común era la falta de escrúpulos. Cris siempre decía que su mejor arma era su propia imagen, su apariencia inocente, bondadosa, confiable, para cuando alguien descubría la arpía que llevaba dentro ya era demasiado tarde.

-Bien, entonces puedes ir contándole que te vas a instalar en su casa y le dirás todo lo que tiene que hacer como si fuese yo mismo. Encárgate de que lo entiende. -dijo Borja dejando que las dos mujeres hablaran un buen rato con las manos. Cris sabía muy bien para que la habían contratado y presumía de ser muy buena en su trabajo.

Marta sentía angustia e impotencia a la vez, chantajeada por aquel canalla no quería poner en riesgo su matrimonio. Pepe era lo único que daba sentido a su vida. Aquella mujer le estaba prometiendo que sólo tendría que hacer lo que le dijesen durante un mes y luego todo volvería a ser como antes. El precio era alto, durante ese mes tendría que hacer cualquier cosa que le pidieran, sin discusión.

-Dice que lo entiende y lo acepta. Un mes, luego no volveremos a molestarla -explicó Cris cuando terminó la conversación.

CONTINUARÁ