La tetona y el cuidador 2

Continual las aventuras de Marta, no puede ver, no puede oír. Daniel su cuidador se aprovecha de ella haciendose pasar por su marido mientras intenta estafar a su familia.

Continuación del relato “La tetona y el cuidador”. Queridos amigos lectores os recomiendo leer la primera parte de esta historia si no lo habéis hecho ya.

ADVERTENCIA PREVIA A LOS LECTORES:

El el presente relato se relatan situaciones de sexo consentido y no consentido,  sufridos por una mujer con discapacidad visual y auditiva. Como siempre se trata de una ficción novelada, pero quizás sea incómodo leerlo para personas especialmente sensibles con estos temas. Es tu decisión libre como adulto responsable escoger el tipo de lectura que te apetece disfrutar. La mía como escritora aficionada a las relatos para adultos entretenerte, hacerte pasar el rato contando historias que en muchos casos se acercan bastante a hechos que ocurren en nuestra sociedad actual. Existen, siempre han existido, personas sin escrúpulos que se aprovechan de las debilidades de los demás. Personas con capacidades limitadas, niños, ancianos, son blanco fácil para estos depredadores. Desde esta pequeña tribuna manifestar mi rechazo a todos estos hechos reprobables pero no podemos permanecer ajenos a su existencia. Una realidad que existe, que se da con mucha mas frecuencia de la que podamos imaginar. Ahora si, ¿si estas preparado?, comienza la historia, si no lo estás, escoge otro texto, afortunadamente en esta web tienes todo tipo de temáticas.

Marta y Daniel llegaban a casa después de los incidentes ocurridos en el metro con la pandilla de chavales punkys. Ella estaba ansiosa por darse una ducha e intentar olvidar todo lo ocurrido. Daniel por su parte hacía lo propio pensando en la felación que le habían obligado a realizar en aquel asqueroso baño.

Después de que Daniel explicase a Marta con todo detalle  lo ocurrido, incluida la amenaza de chantaje con las fotos y videos que les habían tomado, ambos decidieron no comentar nada a Pepe, el marido de Marta.  Aquellos chavales sabían muy bien que sería muy difícil de explicar aquellas escenas de besos, caricias y sexo entre los dos en la estación del metro.

-Tengo miedo de que vuelvan, tienen nuestros datos, la dirección, todo. Seguro que intentarán chantajearnos con esas fotos, ese tipo de gente nunca tiene suficiente -dijo Marta cogiendo la mano de Daniel, en su cara se reflejaba el miedo y la angustia.

-Confiemos que no sea así- respondió Daniel al tiempo que le explicaba cómo indicarle con un breve signo si alguno de los chicos aparecía de nuevo.

-No quiero perder a mi marido, Pepe lo es todo para mi -respondió Marta temerosa de que pudieran hacerle llegar aquellas malditas fotos donde obligada aparentaba tener un romance con su cuidador.

-Tranquila, no creo que intenten ponerse en contacto con él. Si quisieran algo más se pondrían en contacto con nosotros. somos los chantajeados.

Pasó una semana y nada ocurrió, Marta comenzó a tranquilizarse, no había vuelto a querer tener sexo con su marido desde los incidentes del metro. Pepe estaba preocupado pero la única explicación que recibía por parte de su mujer eran banalidades, cansancio, que no se encontraba bien, bajón de ánimo, excusas. Algo tenía que haber ocurrido para que Marta se mostrara tan distante, llevaban meses disfrutando de una pasión desenfrenada que se había cortado en seco.

Pepe habló con Daniel para ver si el sabía que le podía ocurrir a su mujer pero no obtuvo respuestas concretas, sin embargo sus argumentos eran muy razonables.

-Pepe, tu mujer ha sufrido mucho en el último año, su vida ha cambiado por completo. Es normal que tenga bajones anímicos, cuanta mas importancia le des tu mas la agobias, tienes que dejar que ella recupere el ánimo. El mes que viene os vais de vacaciones, será un momento perfecto, los dos tranquilos, relajados en la playa !Ten paciencia! -le respondió Daniel.

-Tienes razón. No le insistiré más, quizás sin darme cuenta yo mismo la este agobiando. Contigo ha hecho muy buena relación, te ve como su mejor amigo, procura que se divierta, mira si encuentras alguna actividad que le guste y pueda hacer. Tu ayuda es muy importante para los dos, no se que haría de estar solo con ella, me alegro mucho de haberte conocido -respondió Pepe agradecido, al tiempo que aliviado. Había pasado un mal trago comentando intimidades de pareja con Daniel, decirle que aquella conversación era consecuencia de que llevaba una semana sin tener sexo con su mujer siendo ella tan ardiente no había sido fácil.

A Daniel no resultaba difícil aparentar aquella falsa amabilidad, su habilidad para manipular a las personas era notoria. Escuchar la confesión del marido no hacía mas que aumentar sus propios deseos de poseer de nuevo a Marta. “Tengo que bajarle las ganas a este cornudo” pensó para si Daniel, al tiempo que ideaba un plan para joderse de nuevo a Marta. Ese mismo día, Daniel compró un fármaco, un inhibidor del deseo sexual masculino, eran una gotas fáciles de mezclar con cualquier líquido que no sabían ni olían a nada. Le habían garantizado que con aquello desaparecía el deseo sexual impidiendo al mismo tiempo la erección. Vertió la proporción adecuada en la botella de leche de la que solamente bebía Pepe por las mañanas y al acostarse, para garantizarse que recibía su dosis diaria.

Aquel mismo día habló con Marta, le contó la conversación con su marido, su preocupación, sus deseos. -Tienes que volver a recuperar la normalidad en tu vida Marta, el sexo había sido muy importante para vosotros hasta la fecha. Tu misma me lo has reconocido mas de una ocasión- sugería Daniel escribiendo sobre la mano de Marta.

-Tienes razón, yo sigo teniendo los mismos deseos, lo echo en falta tanto como él, pero estos días estaba angustiada pensando que esos chicos aparecieran de nuevo. Me aterra la idea de que fuesen capaces de engañar a Pepe y creyese lo que pueda verse en esas fotos.- respondió Marta

-Me alegra saberlo Marta, tu mejor que nadie conoce sus gustos, déjate llevar, recuperar la pasión será bueno para los dos -respondió amable Daniel dándose cuenta que Marta seguía siendo la mujer ardiente de siempre y que estaba deseando recuperar aquellas prácticas diarias a las que la tenía acostumbrada su marido.

Aquella noche Pepe tomó su primer vaso de leche “adulterada” por las gotas que había vertido Daniel. A la mañana siguiente cuando sonó el despertador Pepe se sorprendió de no tener su habitual erección matutina, “ya que no follamos casi mejor que no te levantes” pensó acariciando su flácida verga.

Daniel con la puerta entreabierta de su dormitorio permanecía atento si el marido se levantaba. Cuando cinco minutos después de sonar el despertador escuchó el sonido de la ducha se tranquilizó, su plan funcionaba, “déjamela con ganas cornudo” pensó al imaginar que las gotas habían hecho su efecto y no había podido intentar follarse a su mujer. Continuando con su plan cogió su móvil y le envió un mensaje de texto a Tomás, el portero del edificio, “cuando veas salir a Pepe por el portal puedes subir”, necesitaba la colaboración de aquel viejo para tuviese éxito lo que había tramado. A cambio le había ofrecido al portero volver a disfrutar de un buen espectáculo con Marta.

Pepe no tardó mucho en ducharse, vestirse, desayunar y marcharse a trabajar. Minutos después sonaba el timbre de la puerta, Daniel abrió la puerta, como se esperaba era Tomás, el portero.  Cercano a los 60 se había prejubilado joven por sus años de minero y encontrado aquel tranquilo trabajo de portero de la comunidad donde además se ganaba buenas propinas por hacer pequeñas reparaciones a los vecinos, parecía que los buenos manitas estaban buscados y bien cotizados. A pesar de sus años era un tipo alto, fuerte, robusto, de manos grandes, pinta de gorila pero muy atento con los vecinos que estaban encantados con sus servicios.

-Ya estoy aquí -dijo simplemente cuando Daniel le abrió la puerta.

Daniel vestido solo con el pantalón del pijama, iba descalzo y se acababa de rociar con el perfume que usaba Pepe, el marido de Marta.

-Pasa hombre, tranquilo, no es necesario que hables tan bajo. La señora no ve ni oye absolutamente nada. Está dormida, vamos a su cuarto -invitó Daniel que por si acaso echó la llave en la puerta de entrada. Mejor prevenir, no fuese que Pepe le diese por volver a casa  por cualquier motivo.

Daniel abrió la puerta del dormitorio de matrimonio, encendió la luz, Marta dormía plácidamente, de costado, de espaldas hacia la puerta como tenía costumbre. La mano de Daniel tiró de la sábana hacia atrás que la cubría hasta la cintura, dejando su cuerpo, completamente desnudo, expuesto a los ojos de los dos hombres.

-!Pedazo de hembra!, Son increíbles las tetazas que tiene, me la pone durísima cada vez que la veo pasar por la portería. ¿Te importa que me haga una paja mientras tu haces lo tuyo? -preguntó ansioso Tomás que mientras lo decía ya se bajaba la bragueta.

-!Claro que no hombre, claro que no!, Tu haz todo lo que te he pedido y dejaré que te la tires también. -respondió Daniel con una sonrisa maliciosa.

-Tranquilo ya estuve ayer en el trastero de Pepe y deje “preparada” la prensa que utiliza para encuadernar sus libros. Manipule los frenos, parecerá un accidente, pero cuando la emplee le aplastará las manos. Seguro que está una buena temporada sin poder utilizarlas. -explicó el portero.

-Muy bien, si el no puede comunicarse con su mujer con las manos yo haré de marido y vas a ver lo bien que se porta la señora cuando cree que se la folla su marido, jajaja. !Hora de joder, guapa!  !Zass!- la palmada en la nalga de Marta sonó seca, no demasiado fuerte pero si lo suficiente para que ella despertase al instante. Tal como estaba acostumbrada se incorporó en la cama apoyando sus manos y colocándose a cuatro patas. Piernas separadas, culo en pompa, esperando la ansiada monta de su marido.

Daniel se quitó el pantalón del pijama y se colocó detrás de Marta, la verga completamente erecta no necesito de sus manos para enfilar el camino del coño peludo que esperaba con ganas la clavada. Mientras Tomás en el costado de la cama se masturbaba compulsivamente una verga de generoso tamaño que no tenía nada que envidiar a la suya.

-!Clávasela!, !Métesela hasta los huevos!, !Fóllala bien!, !Quiero ver como la jodes! -decía el portero sin dejar de pajearse.

-!Tranquilo hombre, veras que bien entra!, !Mira, sin manos! -decía orgullo Daniel levantando las manos y presionando con la verga la entrada de aquel coño jugoso que después de una semana se mostraba empapado y deseoso de ser penetrado.

Marta comenzó a gemir, acostumbrada a su generosa ración diaria de sexo llevaba una semana en dique seco. Se moría de ganas por disfrutar de nuevo de aquel placer que para ella quizás fuese el más importante después de sus desgracias. El primer orgasmo llegó casi con la primera penetración, varias buenas embestidas y su coño vació un abundante chorro de flujo que mojo la cama -ahhh ahhh si, sii, siii, más, más- pronunciaba su boca sin que ella pudiese oír sus propias palabras.

-!Dios santo!, ¿Ves como esta? !Menudo orgasmo! Está ansiosa por joder, nunca he conocido una hembra tan caliente -decía Daniel que después de una semana tenía unas ganas parecidas. Aceleró el ritmos, la estaba empotrando contra el cabezal de la cama con todas sus fuerzas.

-!Joder que si lo veo, la perra esta en celo!, !Dale por el culo!, !Ensártala por detrás!, su marido lo hace y le gusta, quiero verlo. !Me vuelven loco como se le menean las tetazas que tiene!, !Estoy que reviento! -decía el portero mientras se pajeaba como un mono al lado de la cama.

-Jajaja, a petición del público ahora una buena enculada. !Va por usted! jajaja -rió burlón Daniel sacando la verga del coño y presionando aquel culito respingon, redondo, macizo y tragón.

Marta estaba fuera de si, babeaba, gemía, se retorcía, pero sobre todo pedía mas y más. La polla entró de tirón a la primera embestida, llenando su culo, mezclando gritos y gemidos. Un nuevo orgasmo llegó, mas fuerte que el primero, su coño manaba como si se estuviera meando. Ninguno de los dos hombres había visto en su vida una corrida tan abundante. Daniel aceleró todo lo que pudo el ritmo de la penetración mientras veía como seguía fluyendo líquido entre sus piernas. Sin poder contenerse más y agotado por el esfuerzo se corrió generosamente llenando el culo de su patrona. Aguantó unos instantes inmóvil, con la verga dentro, hasta que pudo reponerse un poco y sacarla. Descabalgo viendo como el esperma fluía del ano y se deslizaba por los muslos de Marta goteando poco a poco sobre la cama.

-!Bestial, bestial!, ªNunca había visto a nadie correrse así!, Tengo tantas ganas de correrme que no puedo. !Por favor déjame metérsela un poco!, !Te lo pido por favor!, Haré lo que me pidas pero dejame follarla -casi suplicó el portero que sudaba como gorrino.

-!Está bien hombre, follatela! Me ha dejado rendido y apuesto que ella sigue teniendo ganas -respondió Daniel bajando de la cama y dejando su sitio al portero.

!Y vaya que si tenía ganas!, ¿A cual más?, el portero repitió lo visto anteriormente, primero por delante, luego por detrás, aprovechando para sobar aquellas tetazas que tantas pajas habían protagonizado en la portería al verla. Marta se corrió un par de veces mas y esta vez el portero terminó corriéndose en su coño. La mujer cayó rendida sobre la cama, tan exhausta como los dos hombres que se habían entregado en cuerpo y alma.

-!Ha sido brutal!, !Increible! Te estaré siempre agradecido -decía el portero mientras los dos hombres salían del dormitorio.

-Haz lo que te pida y podrás repetirlo más veces si mi plan sale bien -dijo Daniel acompañando a la puerta a Tomás que se marchó de la casa con una sonrisa que no le cabía en la cara.

Una hora después Marta se levantó para ir a la ducha vestida con su albornoz. En sus manos llevaba las sábanas de la cama que metió en la lavadora.  Daniel la miraba, de pie, en el pasillo, desnudo, pero no la advirtió de su presencia, como si no estuviera presenta.

Aquella tarde cuando Pepe llegó a casa Daniel le entregó una colección de fascículos que había comprado en el Rastro. -¿Podrías encuadernarlos? Me harías un gran favor, no conozco ningún lugar donde lo hagan-

-Claro hombre, claro. Nada mas comer bajo al trastero y te los encuaderno. Es cuestión de minutos. -respondió Pepe dispuesto a cualquier favor que le pidiese aquel hombre.

Daniel pidió acompañarle con la excusa de ver como lo hacía y Pepe aceptó encantado. Tal como habían previsto los dos hombres cuando Pepe colocó los fascículos en la prensa para encuadernarlos, el seguro falló, la prensa le aplastó las dos manos.  Gracias a que Daniel estaba allí (por supuesto planeado también), llamó al teléfono de urgencias y una ambulancia llegó en pocos minutos.

Pepe se había fracturado varios huesos de las dos manos, debería estar unos días en el hospital y luego le colocarían unas ´férulas en las dos manos para soldar bien los huesos. El médico de urgencias dijo que posiblemente estaría bastante tiempo si poder emplearlas. Las malas artes de Daniel habían conseguido su objetivo, apartar al marido inicialmente, que no pudiese comunicarse con su mujer con las manos.

La segunda parte del plan consistía en decir a Marta que Daniel había tenido que irse unos días por un problema personal y hacerse pasar por su marido. Para Marta Daniel sería desde ese momento su marido, su complexión física y aspecto eran muy similares, simplemente tenía que acostumbrarse a usar su perfume. Sin poder ver ni oír parecía sencillo que ella no descubriese el cambiazo.

Después de acompañar a Pepe al hospital y dejarlo ingresado Daniel volvió a casa. Marta sentada en el sofá se la veía inquieta, preocupada, habían pasado varias horas y nadie le había dicho que ocurría. Fue directo a su dormitorio y se puso perfume del que usaba Pepe lo primero. Luego se sentó en el sofá, tocó su hombro, cogió su mano y le contó que había tenido que llevar a Daniel al aeropuerto por un tema familiar, estaría varios días fuera.

-Que raro, no me ha dicho nada. Estaba asustada, hace mucho rato que bajasteis al trastero -respondió Marta con sus dedos en la palma de Daniel que ella creía la de su marido.

-Lo siento cariño, le llamaron con urgencia, por eso me ofrecí a llevarle yo al aeropuerto. Tranquila ya ha pasado, he llamado a la oficina y me han concedido unos días de las vacaciones hasta que Daniel regrese. No quiero dejarte sola, me apetece que estemos juntos -añadió Daniel haciendo muy bien su papel de amante esposo.

-Gracias amor, no se que haria sin ti -respondió agradecida Marta.

-Yo si sé que cosas puedes hacer por mí. ¿Te acuerdas de las cosas que me gustan?.  Me alegra ver que has vuelto a ser tu misma, esta mañana estuviste espléndida -escribió Daniel con sus dedos en la palma de Marta.

Marta sonrió agradecida por el comentario, aquellos cuatro orgasmos matutinos le habían despertado de nuevo el deseo, lo mucho que disfrutaba complaciendo a su marido en todo lo que pedía. Sus largas sesiones de fotos haciendo de modelo para él, poses sexys, sugerentes o asquerosamente obscenas. Masturbarse para él con los montones de juguetes que había comprado o empleando las socorridas zanahorias que siempre tenía en la nevera.

-Gracias amor, lo disfrute mucho. Tuve que cambiar las sábanas, jajaja. Vuelvo a ser tu hembra, “tu puta”, dispuesta para hacer todo lo que te apetezca. Solo tienes que pedir primero y guiarme después. Me gusta mucho saber que a pesar de todo me sigues deseando. Me pone muy cachonda cuando me dices que me siguen mirando los hombres. Me excita mucho sentirme deseada, sentirme mujer, creo que ese deseo mantiene mi ilusión por vivir -confesó Marta

Daniel la miró sorprendido, había visto la colección de fotos y videos grabados por Pepe pero desconocía por completo hasta que punto le gustaba a Marta o que cosas la excitaban. Fue una sorpresa agradable enterarse de su disposición, de sus ganas, hacía todo mucho mas sencillo. Incluso ser tratada como una puta parecía excitar a aquella espléndida mujer, maravilloso, dados los gustos de Daniel.

-Me encanta escuchar esas cosas de nuevo. He pasado una semana muy mala al vernos distanciados. Ahora tenemos que recuperar el tiempo perdido. Dime las cosas que mas te han excitado estos meses, lo que mas cachonda te pone, lo que no hemos hecho y te gustaría hacer. Quiero que volvamos a disfrutar los dos como nunca -escribía Daniel en la mano de Marta. Ella se sentía feliz, enamorada, se le notaba en la cara, su rostro no podía disimular el nuevo reencuentro con su marido.

-Me gusta todo lo que me haces cariño, todo. Me excita cuando me coges la mano y me recuerdas cuando me haces el amor por las mañanas, cuando me dices que imagine que otro hombre nos ve haciéndolo y se excita mirándonos, me gusta que me pidas que imagine a ese presunto mirón siendo personas conocidas, el portero, Daniel, familiares, compañeros de trabajo, alguien a quien le pueda poner cara, eso me excita mucho. -reconoció Marta.

Ahora comprendía Daniel mucho mejor porque Pepe le había pedido al portero la complicidad de tenerlo de mirón por casa. No solo le gustaba a Pepe, estaba claro que a Marta le ponía, al menos imaginarlo. Quedaba por ver si hacerlo realidad también formaba parte de sus fantasías.

-¿Lo que mas te excita? -insistió Daniel viéndola tan predispuesta a contar lo que sentía.

-Cualquier cosa que signifique sentirme deseada me excita, me hace sentir viva, igual a las demás mujeres. No soporto dar lástima, que la gente se compadezca, lo odio, es superior a mí. Me gustaría que me vean como una mujer más, deseo que se fijen en mi cuerpo o en mi mente, no en mis limitaciones físicas. -escribió Marta con cara de convencida.

-Imagina que te llevo a un bar, un club liberal o un sitio de esos al aire libre donde van parejas a follar sabiendo que hay mirones que los ven. Te pongo una venda en los ojos o una máscara de látex de esas que te cubren por completo la cabeza y tan solo se ve tu boca. De modo que nadie sepa que ni ves ni oyes realmente, ni siquiera sepan quien eres. ¿Te excitaría una situación así estando conmigo, follando, exhibiendote, presumiendo de mi hembra, de mi puta? -para Daniel este planteamiento era verdaderamente revelador de los verdaderos deseos de Marta.

-Si, mucho -respondió escueta

-¿Incluso si dejase que alguno de esos hombres te tocase, acariciara tu cuerpo o permitiese que te usase sexualmente de algún modo?

-Te prometí que haría todo lo que quisieras en el sexo, cualquier fantasía, siempre con una condición que tú estés presente. Necesito saber que tu estas cerca de mí, que me cuidas y que tú me pides que lo haga. Te prometí ser tu hembra, tu puta y pienso cumplirlo. -afirmó categóricamente Marta en la mano.

-La pregunta no era si yo quiero hacerlo, la pregunta es ¿te excitan a tí esas situaciones? -insistió Daniel

-Creo que respondí antes a la pregunta diciendo todo lo que mas me excita. Cualquier cosa que me haga sentirme deseada, sentirme mujer, no una muñeca rota. Cualquier cosa es cualquier cosa para mí -la crudeza de la respuesta hacía que Daniel le costase asimilar las palabras

-Prometo hacerte sentir la mujer mas deseada del mundo cariño, te lo prometo -repitió Daniel un par de veces en la mano de Marta.

Aquellas respuestas de Marta retumbaban en la cabeza de Daniel una y otra vez, por primera vez en su vida, después de tantos años de trabajar con personas con alguna discapacidad, se daba cuenta de la importancia que suponía para alguien como ella preferir que la vieran como un objeto sexual a que sintieran lástima. Daniel creyó entender, que para Marta, cuando los hombres deseaban su cuerpo, no prestaban atención a sus limitaciones físicas. De tal modo que sentirse deseada, en cierto modo, la ponía en esas situaciones en un cierto plano de igualdad con otras mujeres y eso la excitaba.

Aquella noche Daniel durmió con Marta como si fuese realmente su marido. No la follo, hicieron el amor, de frente, mirándola a la cara. Una parte pequeña de su retorcido corazón comenzó a sentir por Marta no solo atracción física, quizás algo mas profundo. Su cabeza daba vueltas pensando en algunas de las cosas que quería hacer con ella. Pero ahora, al mismo tiempo que imaginaba esas situaciones, la pregunta era, ¿Le gustará?. Por primera vez en su vida quería tener en cuenta la opinión de la otra parte y no solo sus deseos. Lo sorprendente para él era que parecía haber encontrado una mujer que participaba de sus mismas apetencias en todo lo referente al sexo.

Al día siguiente a primera hora de la mañana sonó el timbre de la puerta insistentemente. Daniel se despertó cuando llevaba sonando un buen rato. Marta dormía plácidamente, habían hecho el amor varias veces aquella noche, los dos estaban agotados.

-Ya va, ya vaaa. ¿Quien cojones llamará a estas horas? -decía Daniel refunfuñando mientras abría la puerta de la entrada y se encontró al gorila del portero con el dedo pegado al timbre.

-Perdona que venga a estas horas Daniel, te envié varios mensajes sin obtener respuesta. Me enteré ayer por la tarde que nuestro plan había surtido efecto y que Pepe estaba en el hospital. No me dijiste nada, me extrañó tu silencio. -dijo Tomás pero no podía ocultar las ganas de aprovechar la ocasión para beneficiarse de nuevo de su vecina tetona.

-Fue una tarde complicada Tomás, estuve varias horas en el hospital con Pepe. Estoy cansado y muerto de sueño. -respondió Daniel que tenía ganas que se fuera el maldito portero.y no pensaba apartarse para dejarle paso.

-!Si estas cansado y tienes sueño, será porque te la has estado tirando, vete a tu cama! Yo no pienso irme de aquí sin follarme a la tetona. ¿O prefieres que vaya al hospital y le explique a su marido lo que pasa en su casa?. Tu plan era apartarlo del medio para tirarnos a su mujer y no pienso dejar de hacerlo. Aquí o jodemos todos o se rompe la baraja -respondió Tomás en tono amenazante.

-!Joder Tomás, no te pongas así!, solo digo que no es el mejor momento, yo siempre cumplo mis promesas, dejaré que te la tires no te preocupes, pero ahora no, estoy cansado. -insistió Daniel

-!Me importa un huevo si estas cansado!, A quien voy a follarme es a ella. !Aparta de ahí!, !Quita de la puerta y vete a dormir, no te necesito para nada! -La manaza de Tomás golpeó en el pecho de Daniel, haciendo que diese un traspiés hacia atrás y casi se cae de culo.

-!Tomás no seas bestia, vas a fastidiarlo todo!, ella no ve ni oye pero tiene muy buen tacto y un excelente olfato. Descubrirá que no eres su marido y echarás todo a perder. !Razona joder! -le gritaba Daniel viendo que como el gorila del portero se encaminaba directo al dormitorio.

-¿Me tomas por tonto? ¿No viste como ayer no se enteró de nada? No dejaré que me toque, no me interesan sus manos ni sus besos. Solo la quiero montar a cuatro patas como una perra, es lo único que me interesa. Lo demás te lo dejo para tí. -decía Tomás abriendo ya la puerta del dormitorio.

-!Esta bien, esta bien, tiratela! pero espera un momento, Marta está acostumbrada a un par de cosas. El perfume de Pepe que está sobre la cómoda y la forma de despertarla con una palmada en la nalga. Con esos dos detalles si no te toca con sus manos, de espaldas, puedes hacerlo -explicó Daniel resignado y temeroso de que aquel gorila con poco cerebro fastidiara su plan.

Tomás era un bruto pero no era idiota, escuchó con atención las explicaciones de Daniel que se había puesto temblando como un flan. Busco el frasco de perfume de Pepe y se roció con el. Daniel se había acercado a Marta y le dio la palmada en la nalga. Esta vez no se despertó, su respiración fuerte revelaba que estaba profundamente dormida.

-!Quita, déjame a mi! !Aparta Joder!- un nuevo manotazo en el pecho apartó a Daniel de la cama y el portero se puso a la espalda de Marta. Esta vez fue Tomás quien le dio un buen manotazo en sus nalgas, bastante mas fuerte que el anterior, ahora si se despertó. Con movimientos lentos como si continuase dormida Marta se incorporó y se colocó a cuatro patas como estaba acostumbrada.

A Daniel le habría encantado echar a gorrazos al portero pero aquel animal con manos como palas era muy superior físicamente y necesitaba de su silencio, resignado no dijo nada más, se quedo de pie mirando.

-¿Que haces aqui? ¿No estas cansado? !Vete a dormir! Yo prefiero joder a solas, no necesito mirones -dijo Tomás colocandose detras de Marta con la polla tiesa y dispuesto a montarla.

La mirada del portero no ofrecía alternativas y Daniel callado se encaminó hacia la puerta.

-Ahhh una cosa mas socio. Ahora que conozco los detalles creo que vendré por las mañanas sobre estas horas. Me gusta echar un buen polvo antes de trabajar. No vuelvas a tenerme tanto rato en la puerta esperando porque iré directo al hospital, no tengo mucha paciencia.-añadió Tomás envalentonado viendo como Daniel se arrugaba con facilidad. Mientras le decía esto no había perdido el tiempo, su verga hundida en fondo del coño de Marta bombeaba entrando y saliendo a buen ritmo.

Daniel salió del dormitorio, no había contado con aquello, el portero le había parecido fácilmente manipulable pero se había equivocado. Llevaba un mes trabajándose la confianza del matrimonio, desde el primer momento había aceptado el trabajo con un único propósito, estafar a la pareja. Sabía perfectamente que el patrimonio del matrimonio era escaso pero le fué sencillo descubrir que tanto la familia de él como la de ella disponían de una considerable fortuna.  Con la discapacidad de Marta, su marido apartado del medio y sin posibilidad de comunicarse con ella, disponía de aproximadamente de un mes para llevar a Marta a visitar a sus familias, siempre acompañada por el. Unas visitas en las que Daniel traduciría las palabras de Marta según su propia conveniencia. Era un estafador consumado, sin escrúpulos, sabía perfectamente que los sentimientos, las emociones a flor de piel de tener a un familiar en las circunstancias de Marta ablandaban cualquier corazón, especialmente si se trataba de los padres o suegros.

El recurso de inventarse una supuesta intervención médica salvadora en un destino como Houston en USA podría reportarle facilmente 1 o 2 millones de euros. Llevaba un mes trabajando aquel engaño, disponía de informes médicos falsos con los que ya había comenzado a ilusionar a Pepe. -”No te ilusiones demasiado, es pronto, tenemos que asegurarnos que la operación es viable. No le diremos nada a Marta hasta que tengamos más garantías del éxito de esa operación- le insistió Daniel al marido. Pepe había sido muy fácil de ilusionar con aquella supuesta operación milagrosa para que Marta recuperara sus capacidades. El marido no sería un problema, las personas mas necesitadas de un milagro son las que mas fácilmente pueden ser engañadas porque son las que más desean creer, se agarran a un clavo ardiente. Y esa era la especialidad de Daniel, proporcionar soluciones milagro en situaciones desesperadas para obtener todo el jugo posible.

Daniel era una persona emocionalmente inestable, posesivo, muy necesitado de afecto  y con graves problemas de autoestima. Siempre había usado a las mujeres en su beneficio desde una posición de poder, de dominación. Suplantando la identidad de Pepe había descubierto una mujer dispuesta a entregarse en cuerpo y alma a él, algo que siempre había soñado. La atracción física que despertó Marta en Daniel nada mas verla se había convertido en un deseo obsesivo de ocupar el papel que tenía el verdadero marido. Por primera vez en su vida había conseguido que una mujer le dijese que deseaba ser su hembra, su puta, sin verse obligada a decirlo. Siempre había soñado con eso, por encima del dinero, por encima de cualquier otra cosa. Aquello le estaba haciendo dudar, desviarse del foco, de su objetivo inicial que básicamente era exprimir todo lo que pudiese a la familia.

De repente sonó su móvil, cogió el teléfono, llamaban del hospital, una enfermera con voz amable dijo que llamaba en nombre del paciente llamado Pepe ….. -le pongo el auricular al oído, el no puede cogerlo- dijo la enfermera pasando la conversación al paciente.

Tras comprobar que Pepe se encontraba bien pero que tendría que pasar bastantes días en el hospital. Pepe se interesó por el estado de su mujer, le agradeció a Daniel sus desvelos y le comentó que acababa de hablar con su familia.  El padre de Pepe parecía estar dispuesto a costear la supuesta operación en Houston.

-Mi abogado a preparado unos documentos de poderes para que puedas firmar los trámites necesarios, no estoy dispuesto de ningún modo que perdamos la ocasión de curar a Marta. Es lo único importante, mis  manos solo es cosa de un tiempo. Necesito que vengas al hospital para firmar y recoger los poderes. Dime que puedes venir por favor y hablaré con un Notario para que venga y todo sea lo más legal posible, no quiero problemas legales, pero te necesito aquí -pidió un lloroso Pepe que ciegamente estaba confiando en él.

-Tranquilo Pepe. Me ducho, me visto y voy al hospital. En una hora estoy ahí -respondió Daniel, aquello era lo que estaba esperando desde hacía un mes. No podía perder la ocasión. Fue directo a la ducha, se vistió y se dispuso a salir. El gorila del portero ya debería haberse ido o estaría a punto de hacerlo, no quería dejar aquel tipo solo en casa con Marta.

Daniel abrió la puerta del dormitorio de Marta, deseaba con toda su alma que el gorila de Tomás se hubiese marchado ya, pero nada más lejos de eso. Tomás en ese momento estaba enculando a Marta que seguía a cuatro patas sobre la cama y él inclinado tras ella la estaba  empotrando con furia.

-¿Aún estás aquí? pensaba que ya te habrías ido. Me han llamado del hospital tengo que ir ahora sin falta, es urgente. Necesito que te vayas ya. -dijo Daniel desde la puerta.

-!Pero que dices! ¿Estas tonto? ¿No ves que me la estoy tirando? Aún no me he corrido. !Esta puta tiene que vaciárme bien los huevos antes de irme!, !Marchate de una puta vez!, !Cuando termine de joder me iré, no te preocupes, tengo que currar!  -respondió Tomás de malos modos.

A Daniel no le hizo ninguna gracia dejar sola a Marta con aquel tipejo pero no tenía alternativa, el dinero era lo primero y aquel documento firmado por Pepe se lo ponía en bandeja. Salió del dormitorio y se fué de casa.  La actitud del portero estaba empezando a preocuparle, tenía que hacer algo.

Tomás no tardó en correrse, regó de leche las nalgas de Marta, ella había vuelto a correrse un par de veces. Estaba agotada, su cuerpo cayó rendido boca abajo en la cama.  El portero bajó de la cama y se quedó mirándola, el cuerpo de Marta cubierto en sudor, las nalgas de semen que se deslizaba por sus muslos, piernas separadas que mostraban aquel sexo cubierto de vello negro y sobre todo aquellas tetazas inmensas, aplastadas por su cuerpo que rebosaban por los costados. Una hembra bandera, un volcán en la cama, puro fuego.

-!Menuda zorra estas hecha!, ¿Te gusta joder eh?, Ese maldito cabrón quería tenerte de juguete para el solo, !será gilipollas! -masculló Tomás para si mismo.

Tomás se vistió despacio, sin prisas, sabía perfectamente que horas eran las críticas para estar en la portería y le viesen las personas indicadas. El resto del tiempo pululaba de piso en piso haciendo chapuzas que le reportaban generosas propinas. Aquella mañana había quedado con el Sr. Quino, el presidente de la comunidad, vecino de planta de Pepe y Marta, le pidió el favor para  que revisara unos grifos del piso. Tenía tiempo, faltaban veinte minutos para la hora acordada y era el piso de al lado.

Vio las llaves del piso sobre la mesilla, imaginó que serían las de Pepe que ahora se encontraba en el hospital, pensó que sería bueno tener una copia y se las echó al bolsillo, luego subiría a devolverlas, tenía una ferretería muy cerca del portal. Vió como Marta se levantaba y se ponía el albornoz, parecía dirigirse a la ducha ajena totalmente a su presencia. Tomás comenzó a curiosear en el armario, una puerta tras otra, hasta que llegó a las dos últimas y vió aquella colección inmensa de ropa sexy, provocativa, lencería, disfraces, juguetes, todo lo que se pudiera imaginar de fetiches sexuales.

-!Vaya, vaya, con lo formalito que parecía el Sr. Pepe!, Un juego de muñequeras de cuero negro unidas por cadenas le dió un idea. “Veamos, la zorra no ve, no oye, se comunica con las manos y con el tacto, si encadeno sus manos a la espalda con estas muñequeras a la espalda no podrá tocar ni comunicarse. Es perfecto”, repasó por encima aquellas prendas y cogió un pequeño disfraz negro de pornochacha, era un vestido pequeño, la falda ahuecada en forma de campana seguro que no alcanzaría a taparle el culo, elástico, ceñido al cuerpo, tirantes a los hombros, un escote exageradamente amplio que era difícil que pudiese contener los melones de marta. Conjuntado con un pequeño delantal blanco anudado a la cintura. Unos zapatos negros de tacón de aguja serían perfectos para aquel conjunto. Abrió el zapatero enseguida vió unos y los cogió también. Nada de bragas ni sostén, no era la idea que tenía.

Con todo aquello en las manos Tomás pensó que mejor que arreglar los grifos le apetecía quedarse con la señora a jugar a las casitas. Vestirla de criada guarra, con las manos encadenadas a la espalda podría hacer lo que quiera con ella y sin riesgo alguno.

Marta había salido de la ducha, entro de nuevo en el dormitorio, fué directa a su silla para vestirse con la ropa que su marido le habría dejado preparada. Un dedo vertical se apoyó en los labios, era Pepe, no podía ser otro y lo reconoció al instante por su perfume. Le pedía que estuviera en silencio, sus manos le estaban entregando la ropa para vestirse y los zapatos. Ella dejó todo sobre la silla se quitó el albornoz y se dispuso a  vestirse con lo que le había dado su marido. Las muñequeras con cadenas quedaron sobre la mesilla de Pepe.

Tomás pensó que sería mejor avisar al Sr. Quino,  el presidente de la comunidad que no era buena mañana para arreglar grifos. Salió de la casa decidido a comunicárselo y volver en un momento. Mientras tanto Marta se vestiría con aquel disfraz.

Tocó el timbre de la puerta de al lado, al poco abrió el Sr. Quino, prejubilado de banca con 58 años, era un tipo divorciado que vivía solo. Gafas cuadradas de gruesos cristales pinta de oficinista amargado, flacucho, bajo, poco pelo, nariz grande, parecía mortadelo. Vestía un  albornoz que dejaba ver el pijama debajo, por la apariencia se acababa de levantar.

-Perdone Sr. Quino ya se que habíamos quedado hoy pero ayer el Sr. Pepe su vecino tuvo un accidente y está en el hospital. El cuidador de la señora ha tenido que ir a visitarlo y me ha pedido que si podía quedarme un rato con ella hasta que vuelva.  Si le parece podría venir mañana para lo de los grifos -argumentó el portero.

-Vaya no sabía nada de lo de Pepe. ¿Es grave? ¿Tiene para mucho tiempo?

-Nada grave, un accidente. Se machacó las manos con la prensa de encuadernar sus libros. Tendrá que estar unos días en el hospital.

-Bueno hombre, para estas cosas estamos los vecinos. Si alguien se tiene que quedar con la señora voy yo que no tengo nada que hacer. Tu a la portería que para eso te pagamos. !Ese es tu trabajo, no quedarte a cuidar vecinas!, !Holgazán!

-Gracias señor es usted muy amable. Pero es un tema de confianza, me lo han pedido a mí y no puedo dejar que un extraño se quede en la casa - decía Tomás agobiado por la situación. No contaba con aquel interés del presidente.

-¿De confianza?, ¿Estas insinuando que yo no lo soy?, ¿Pero quién te crees que eres?, !Yo te lo diré! !El puto portero de la finca que te puedo poner hoy mismo de patitas en la calle, para algo soy el presidente, no lo olvides! -respondió enfadado el Sr. Quino.

Tomás se dió cuenta que aquello se estaba complicando demasiado, no quería poner en riesgo su puesto de trabajo. La mejor alternativa que le quedaba era compartir a la señora con él, ganárselo y tenerlo de su parte.

-Verá Señor. no se como explicárselo, es un poco delicado. La señora como sabe perdió la vista y el oído después de la operación. Parece que se ha ido un poco de la cabeza, se viste con lo primero que encuentra, !como no ve!, !pobre mujer!, ella no sabe nada del accidente de su marido, tienen miedo que haga alguna locura. incluso me han dicho que si la dejan sola tienen que tenerla atada, por su propia seguridad.

-¿Pero que tonterías me estas contando?, habló con ellos casi a diario, somos buenos amigos. Esta semana la he visto varias veces, saliendo con su cuidador y por las tardes con Pepe. No se que cojones está pasando pero vamos a descubrirlo ahora mismo. !Vamos a su casa! -respondió enérgico el presidente, entrando en el vestíbulo de su casa para coger sus llaves, el móvil y salir directo hacia la puerta de los vecinos.

Tomás no tenía mas alternativa que abrir la puerta. “Maldita sea porque le habré dado esa ropa para vestirse ahora no se va a creer lo que le he dicho”, “En cualquier caso tengo que ponerle las muñequeras para inmovilizar sus manos, es el único modo de que ella no se de cuenta del engaño”. pensaba el portero mientras abría la puerta de casa de Marta.

Durante aquellos momentos la cabeza del presidente tampoco dejaba de imaginar cosas. Bajo su disfraz de persona seria y respetable se escondía una persona introvertida, con pocas habilidades sociales, encerrado con sus libros y colecciones de sellos. Su mujer cansada, aburrida de él le había abandonado. Entre su piso y el de sus vecinos había un pequeño patio de luces donde las ventanas de su dormitorio y el baño daban frente por frente con las de Pepe y Marta. Desde que se habían instalado en aquel piso, para su vecino Quino las tetas de Marta se habían convertido en objetivo de su oculta pasión voyeur. Después de ducharse Marta solía dejar abierta la ventana del baño ajena que su vecino de enfrente estaba atento con su cámara para poder pillarla en alguna ocasión antes de ponerse el albornoz. Lo mismo ocurría con su dormitorio.

Quino recordaba las veces que coincidían en el rellano, vivían en un segundo piso y solían subir y bajar por las escaleras. Encontrarte con Marta bajando por las escaleras y ver cómo le botaban aquellas tetazas era todo un espectáculo. Siempre se había mostrado especialmente discreta con su vestuario pero desde la operación su marido solía ponerle ropa mas provocativa, mas sexy, ese era el motivo por lo que aprovechaba  cualquier excusa para visitar a sus vecinos.

Estaba abriendo la puerta de la casa de Marta cuando Tomás se fijó en que el albornoz del presidente se había abierto al soltarse el cinturón. El pantalón del pijama del Sr. Quino, claramente sin nada debajo, marcaba un buen paquete,  sin ninguna duda estaba empalmado. El hombre se apresuró a cerrar de nuevo el albornoz, se puso rojo al instante viéndose descubierto por el portero. Tomás le brindaba el paso a casa de los vecinos apartándose de la puerta con una sonrisa en su cara. Aquel pequeño detalle que había visto podía salvarle el culo.  Los dos se quedaron en el recibidor de la casa de Pepe.

-Seamos francos Sr. Quino. Yo puedo hacer que disfrute de su vecina, ya veo que le pone muy cachondo, ¿Se la pone dura, verdad?.  Si hace lo que le diga podrá hacerlo sin problemas y ella no sabrá nunca que usted a estado en esta casa. A cambio quiero un generoso aumento de sueldo y un contrato fijo de portero. Se que usted puede conseguirlo, para algo es el presidente.  O puede despedirme, no hay problema, yo me iré, pero le aseguró que usted no se beneficia a la señora y ya veremos en que problemas le pongo. Usted decide -explicaba Tomás que como buen jugador de cartas estaba dispuesto a tirarse el farol del siglo.

-Pides mucho Tomás. Tengo que ver si puedes hacer lo que dices, si es así no hay problema con lo de tu trabajo. Sinceramente, eres tú quien no me parece persona de confianza, dudo de tu silencio y de tus palabras, no quiero problemas.

-!Esta bien, confiaremos el uno en el otro!, Será lo mejor para los dos, no tenga duda. Verá Don Quino la Señora Marta se comunica con las manos y distingue por el olfato, por ejemplo a su marido por el perfume que usa.  Parece que ser que al santito de Pepe y a su mujer les gustan ciertos juegos de disfraces, esposas, atar, cosas asi, usted ya me entiende. Ella con su marido se comporta de manera dócil, sumisa, no le niega nada. Como le he dicho es fácil hacerse pasar por Pepe con esas precauciones. El está ahora en el hospital y ella no lo sabe. ¿Así que, usted mismo? ¿Que hacemos? -Tomás había expuesto sus cartas, no sabía muy bien cómo reaccionaría aquel tipejo delgaducho con gafas gruesas parecidas a un culo de vaso. Lo observaba esperando su reacción, pero aquella lengua apareciendo discreta para humedecerse los labios le hizo sonreír. “El hijo de puta del presidente de la comunidad se relamía de gusto al escuchar lo que le estaba proponiendo, abusar de la vecina, haciendose pasar por el marido ingresado en el hospital”

-Muy bien Tomás, eso está mejor.  Me gustan las cosas claras. !Ve delante, veamos que puedes ofrecerme a cambio de tu trabajo!

Los dos hombres entraron en el salón de la casa, Marta sentada en el sofá de espaldas a ellos,  tan solo se veía su cabeza, su corta melena de pelo negro azabache.

-!Espere aquí, mantenga la distancia por favor!, tengo que ir al dormitorio a coger algo para inmovilizar sus manos! -dijo Tomás frenando con su mano los pasos del acompañante.

Un momento después regresaba con las muñequeras con cadenas en una mano, un collar de cuero negro con una larga correa de eslabones metálicos y el frasco de perfume en otra.  Se roció de nuevo primero Tomás y luego hizo lo mismo con el vecino. El portero fue hacia Marta, le puso de nuevo el dedo en la boca, pidiendo silencio, la puso de pie, cogió sus manos y las puso a la espalda colocando las muñequeras para inmovilizarla e impedir que pudiese utilizar sus manos.  Marta sonrió al notar aquello en sus muñecas, parecía que Pepe estaba dispuesto a jugar con ella de nuevo. Le colocó aquel collar de cuero negro en su cuello del que pendía una larga correa. Marta asintió con su cabeza de arriba abajo como queriendo decirle que estaba conforme con el juego.

-!Bien, ya esta lista. Miré cómo sonríe, le gusta. Ahora ya se puede hacer lo que se quiera con ella, no hay problema. No ve ni oye absolutamente nada.  Con las manos atadas pierde cualquier referencia y la posibilidad de comunicarse.

-¿Lo que se quiera?,  ¿follarla?, ¿por delante y por detrás? -preguntó Quino relamiéndose de nuevo los labios.

-!Hombre, lo que se quiera, no se!, cosas normalitas, no hay problema en follarla por delante y por detrás pero es mejor ponerla a cuatro patas para no darle demasiadas referencias que la hagan dudar.  Daniel el cuidador fué al hospital, no se lo que pueda tardar. Pero sería mejor que no le encuentre en esta casa.

-!Por supuesto!, yo tampoco quiero que me vea aquí. Bájate a la portería, me lo entretienes un poco cuando llegue y me llamas al móvil, con una pérdida es suficiente. Ten preparado tu móvil y cuando lo veas entrar me avisas. Ya queramos para hablar de tu contrato, tranquilo, soy hombre de palabra.

-!Está bien, voy a la portería! -respondió resignado Tomás que salió de la casa.

El presidente de la comunidad se quedó solo con Marta, mirándola fijamente, ella de pie en el centro de aquel salón decorado con muebles de roble un poco clásicos. Un sofá enorme, con dos grandes sillones de piel a juego.  Una gran mesa para comer una docena de personas, con sillería de maderas nobles y tapizados rústicos. Pero el solo estaba centrado en una cosa, Marta, su vecina. Vestida con aquel disfraz negro de ponochacha, delantalito blanco, la licra se ajustaba como un guante de cintura para arriba. Sin mangas, tirantes finos al hombro, escote mas que exagerado del que casi se le salían sus enormes tetazas, sin sujetador, libres, desafiantes, con los pezones marcados en la licra y las areolas grandes, redondas, visibles en parte fuera de aquel escote recto exagerado. Desde la cintura la prenda se abría en una micro falda acampanada que apenas le alcanzaba para cubrir el pubis y parte de las nalgas.  Zapatos negros de tacón de aguja con los que imaginó los problemas para caminar, sin ver, si de normal ya era complicado.

Marta estaba sorprendida, era consciente de que había estado una semana distanciada de su marido pero aquella actividad sexual desenfrenada de las últimas horas la tenía desconcertada. Pepe había sido siempre de polvo diario y muchos juegos, ropa y fotos especialmente, pero las últimas doce horas estaban siendo demasiado intensas.Ni por asomo se podía imaginar que aquello se debía a ir pasando de mano en mano como si fuese un cromo,  primero Daniel, luego el portero y ahora su vecino. Su pobre marido desgraciadamente estaba en el hospital y ella sin saberlo.

Por su parte su vecino,  Quino, la miraba sin saber muy bien que hacer. Era una persona tímida, sin mucho carácter, se sentía cómodo disfrutando de su afición al voyerismo. Pasaba horas en su ventana, escondido en la penumbra, esperando que su deseada vecina tetona apareciese en cualquier momento. La más fugaz de las imágenes de su vecina en aquellas horas suponía una paja compulsiva. El hecho de saber que ella no podía verle ni oirle le resultaba excitante, ganaba en seguridad, incapaz de aguantar una mirada penetrante de alguien que no tuviera sus miedos.

Quino aprovechaba cualquier ocasión para ver a su vecina desde el momento que comenzó a perder la visión y el oído.  Unas veces para ver juntos con Pepe un partido o una película, otras que encargaba unas pizzas o cualquier cosa para cenar con ellos, animarles, hacerles compañía.  Pepe y Marta le estaban agradecidos pero estaba comenzando a ser demasiado “pesadito”, según palabras textuales de Pepe. Quino por su parte actuaba como si no se diese cuenta de aquellas indirectas que le soltaba su vecino de vez en cuando.

Hasta que había aparecido Daniel, el cuidador, se había quedado alguna vez solo haciendo compañía a Marta cuando Pepe tenía que salir por cualquier motivo. Aquellos momentos eran los que mas le excitaban, tenerla cerca, sabiendo que ella no podía verle ni escucharle le permitía mirarla con descaro. Siempre estaba muy pendiente de dos momentos cuando  pasaba a casa de los vecinos, su llegada para observar si Pepe le advertía a Marta de su presencia y cuando Pepe tenía que salir por algún motivo para darse cuenta si le avisaba a su mujer o no. Con el tiempo Pepe se había acostumbrado a verle tanto por su casa que algunas veces, bien es cierto que muy contadas, se olvidaba de avisar a Marta de su presencia y lo que es mejor, si tenía que salir Pepe por cualquier motivo, de su ausencia.  Eran las ocasiones perfectas porque ella seguía pensando que estaba a solas con su marido.

Quino siempre recordaba un día de esos pocos que se había quedado a solas acompañando a Marta. Ella se levantó del salón para ir al baño, ajena a que su vecino la seguía con toda la tranquilidad del mundo. Ella no se había molestado en cerrar la puerta del baño y Quino pudo observar tranquilamente a un par de metros como se bajaba las bragas, se subía la falda, se abría de piernas y se ponía a mear. Aquel momento era uno de los mas recordados en sus masturbaciones diarias.

Lo más atrevido que había hecho fue un día que estaban viendo un partido de fútbol en el sofá,  Marta en la cocina preparaba unos canapés. Pepe se levantó a buscar unas cervezas, ir al baño aprovechando el descanso del partido. Quino se quedo solo en el sofá, unos momentos después pensó en ir a la cocina para ayudar a Marta con los canapés y sorprendió a Pepe pegado a la espalda de su mujer metiéndole mano en las tetas y bajo la falda. Ella llevaba puesto un vestido rojo cortito muy ceñido que le quedaba super sexy. Pepe sorprendido en su propia casa,  paró en seco las caricias, al ver a su vecino en la puerta de la cocina y salió para ir al baño. Ni se había dado cuenta que había dejado a su mujer con las bragas bajadas a medio muslo. Marta notó que su marido cesaba repentinamente sus caricias pero imaginó que seguía tras ella. Se inclinó hacia adelante en el fregadero donde estaba, separó las piernas y levantó el culo, sin saberlo le estaba ofreciendo a su vecino una visión completa de su culo y su coño completamente expuestos. Para Quino había sido la única vez que se atrevió a aprovechar el momento para acercarse detrás de Marta y meter su mano entre los muslos buscando acariciar aquel coño peludo tan deseable. Un rápido sobeteo de sus tetas y él mismo le subió las bragas y le dió una palmadita en el trasero para que se incorporara de nuevo.  Daniel volvió al sofá, llevaba una erección de caballo y no quería levantar sospechas.

Ahora que la tenía para él solo y podía hacer lo que quisiera le apetecía revivir aquel momento en la cocina. Cogió la correa de eslabones metálicos y tiró de ella conduciendola a la cocina. Despacio, pero se notaba que Marta se desenvolvía muy bien en su casa, tenía todas las referencias tomadas. La puso delante del fregadero, tiró de la cadena para que se inclinara hacia adelante hasta que apoyó su cabeza sobre la encimera de la cocina. Se puso tras ella, la hizo separar sus piernas, con sus manos cogiéndola de la cintura arqueó su cuerpo y levantó  sus nalgas.

Consecuencia de la postura los pechos de Marta saltaron fuera del pequeño vestido de pornochacha, quedaron libres, colgando, enormes, balanceándose de lado a lado,  cuando Quino comenzó a mover su cuerpo con una mano apoyada en la espalda. Para un voyeur empedernido como él la primera obsesión era tener recuerdos de aquel momento, sacó su móvil, comenzó a grabar a su deseada vecina desde todos los ángulos. Quino abrió el albornoz, se sacó la verga y comenzó a masturbarse mientras acariciaba el cuerpo de Marta y no dejaba de sacar fotos.

Quino, el presidente de la comunidad, no sabía cómo el portero y el cuidador habían conseguido hacerse pasar por Pepe, el marido de Marta, ahora en el hospital.  Pero algo tenía claro, no pensaba quedarse al margen de aquel juego. Para él, disfrutar de su vecina. era una verdadera obsesión.

CONTINUARÁ

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