La tetona que me tocó los tetones

Una anécdota REAL que me pasó hace un par de años estando yo desnuda en la playa.

Me llamo Tatiana y tengo 30 años. La naturaleza me ha dotado con dos tetas de un volumen más que generoso. Cosa que le agradezco ya que me han proporcionado cantidad de anécdotas curiosas y morbosas con cuyos recuerdos he podido disfrutar de horas de masturbación.

Quiero aclarar antes de seguir que este no se trata de un relato ficcticio si no totalmente real.

Soy una frecuentadora y gran amante de las playas nudistas. Y como os podréis imaginar no tengo ningún problema en mostrar en público,e incluso delante de amigos y conocidos, esas dos tetas de las que os hablo. Por si algún pajillero está leyendo esto con intenciones masturbatorias, no me importa decir que mientras escribo este relato ambas pechugas las llevo totalmente al aire.

Hace  un par de años, estaba yo sola en las dunas de dicha playa, tumbada con todo al aire en mi toalla. Hacia viento, de ahí que me pusiera resguardada entre las dunas, asi que no habia mucha gente. Yo iba totalmente en pelotas e incluso tenía las piernas algo abierta, pues disfrutaba de la brisa que me frotaba agradablemente mi chocho expuesto al viento.

Tras estar yo sola durante una hora o así, aparece una señora, de unos cuarenta y tantos años,  de entre la pinada vestida únicamente con una camiseta larga que le curbía hasta medio muslo y con la toalla y las llaves del coche en la mano. Se me acerca y me suelta

"Perdona, sabes si por aquí hay una playa nudista?"

Le dije que sí y se puso a explicarme que ella nunca habia probado, que le gustaría, que habia hecho topless alguna vez apartada, pero que enseñar "lo de abajo" le daba apuro. Palabras textuales suyas.

El caso es que la camiseta le llegaba por medio muslo o así, pero como yo estaba en el suelo tumbada y ella de pie, digamos que lo quue era para taparle "aquello" no le estaba sirviendo, ya que la señora no había recordado traer la parte de abajo del bikini bajo la camiseta. Al menos, mirando desde mi posición.

La tia estuvo como 20-30 minutos debatiendose sobre si despelotarse y enseñar todo o no, y yo mientras deleitándome con las vistas.

En su camiseta, se adivinaba el bulto de dos voluminosas tetas que superaban con creces la talla 100. Más o menos como las mías. Era evidente que tampoco se estaba sirviendo de sujetador, pues dos bultos del tamaño de un guisante sobresalian en su frontal. Además, el sudor había hecho que destacar un par de sombras marrones en cada uno de aquellos bultos, al rededor de los guisantes.

No pude resistir más la tentación de contemplárselas al descubierto y le solté "pues deberías atreverte, lo tienes bastante bonito así depliado al cero"

A lo que ella respondió, con tono de sorpresa, "ostias, ¡¡¡¿¿es que se me está viendo??!!!"

"Desde que has llegado", le corroboré.

Se lo pensó como 5 minutos más, porque decía que dandole apuro. Aunque yo se lo seguía viendo y ella no hizo nada por colocar su camiseta de manera que no se le pudiera ver.

Y finalmente me honró con el vislumbrado de sus glándulas mamarias, en unas condiciones perfectas de conservación natural a pesar de su edad.

La tia ya se sentó conmigo y se quedó callada mirando al mar. Al rato me soltó "Oye, tú vas bien servida, no?"  ¡¡¡y me agarró una teta!!!

Mientras comentaba "madre mía que grandes". Yo por supuesto no puse ninguna resistencia, pues a parte de que no suelo darle importancia a que alguien las toque cuando voy en pelotas si hay confianza, la situación me estaba encantando.

Mientras ella me las tocaba como quien sopesa un melón en el supermercado, charlamos sobre mi dotación como quien habla del tiempo. Cuando las soltó, agarré las suyas y la situación fue exactamente la misma ,pero a la inversa.

Se quedó conmigo como hora y media y le conté varias de mis experiencias nudistas. Tuve la suerte de poder sacarle una foto en una de las ocasiones que nos acercamos a la orilla, aunque lamentablemente fue de espaldas (si alguien la quiere ver, que me contacte) Finalmente, se despidió y se marchó dejando atrás su camiseta.

Ignoro si esto último fue a propósito, pero el caso es que volvió a entrar en la pinada totalmente en pelotas y, por tanto, tuvo que ir así hasta donde hubiera dejado aparcado su coche. Fui un tanto pícara y me guardé su camiseta en mi mochila para que no pudiera recuperarla en caso de que se hubiera acostumbrado demasiado al nudismo y la hubiera olvidado por despiste.

No pude aguantar más y allí mismo me alivié mediante el milagro de la masturbación. Cosa que repetí en casa varias veces y aún hoy mientras escribo este relato.