La teta magica de mama 1

Una mujer da a luz y descubre que su leche tiene efectos secundarios

Durante años, he cuidado de mis hijos, los he lavado, mimado y alimertado con mis pechos hasta que han sido capaces de alimentarse con sólidos.

Ahora, estoy embarazada de nuevo, en una nueva vida, con un marido nuevo y una gran familia, formada por mis dos hijos, de mi pareja anterior y el hijo adolescente de mi actual pareja.

Vivimos todos juntos en un chalet a las afueras de una gran ciudad y estamos todos muy ilusionados con el nacimiento de la pequeña princesa que crece en mi vientre.

El día que nació, fué una fiesta para todos, estábamos encantados de tener un bebé que fuera capaz de unir con lazos de sangre a las dos familias.

A los pocos días, ya estábamos todos en casa juntos, yo tenía los pechos muy hinchados por la subida de la leche y la pequeña se agarraba al pezón horas y horas al cabo del dia, con la teta, le daba alimento , le daba amor y le daba consuelo.

Mis hijos, siempre que me sacaba un pecho, se acercabna a tocarlos y besarlos, porque recordaban cuando ellos también los habían tenido a su disposición,  y con su inocencia infantil, animaban a mi hijastro a acercarse y hacer lo mismo.

Mis pezones estaba enormes y muy oscuros, y auque intentaba taparlos continuamente, de los ojos indiscretos, entre el bebé y sus hermanos, tenia las tetas fuera todo el día. Mi hijastro me miraba con devoción los pechos, yo pensaba, que maravillado por el milagro de la vida que era capaz de hacer posible que podamos alimentar a nuestros hijo, pero pronto descubrí que no era esa, la causa de su fascinación.

Los días pasaban y mis hijos seguían con su entusiasmo tetil; Una tarde, en la que estaban especialmentes pesados, decidieron que ellos tambien querian teta, sólo una chupadita que estaban muy trites y que querían consuelo, como su hermanita, yo ya harta de tanta tonteriía y agotada al extremo accedía a darles una ración, mientra el bebé dormia , me saqué ambos pechos y acerqué un pezon a cada uno, al que se lanzaron como si les fuera la vida en ello. Así me encontró mi hijastro, cuando vino al salón a ver al tele.

Sin saber a donde mirar, el chico se sentó a nuestro lado , hacia grandes esfuerzos por no quedarse embobado , pero fracasaba extrepitosamente. Uno de mis hijos vió la cara de su hermanastro y le dijo que no metiera prisa, que era su turno y q que él se tendría que esperar. El chico se pueso rojo como un tomate y en vez de decir que él no quería, añadió con tranquilidad que esperaría su turno. Yo, abrí los ojos como platos, esperando que se retractara, pero él  me mantuvo la mirada, esperando a que fuera yo quién me negara. Sin darme tiempo a reaccionar, mi hijo pequeño despego su boca del pezon y sin sorltar la teta, se la ofreció sonriente a Juan, que ni corto ni perezoso, acercó su cabeza a mi teta y cogió mi gran pezon entre sus labios.

La sensación fué muy distinta de la boca anteriór, sus labios rellenos y cálidos absobieron mi pezon con un cuidado y un mimo que hizo que me hormiguearan todas las partes de mi cuerpo, y por mucho que lo intenté, no pude, contener un gemido de placer, que llamó la atención de todos los allí presentes.

Colorada como un tomate y con unas sensaciones que no quería sentir, terminé con las sesión de lactancia, alegando que ya no me quedaba más leche y que su hermana pasaría hambre.

Cuando mi hijastro abrió los ojos, tenía la mirada brillante de pasión, y una erección bastante visible que me tenía transtornada. Como no tenía vergüenza, animó a sus hermanos a repetir todos los días, pues no era justo que sólo la pequeña, tuviera derecho a ese rato de placer y que todos eran iguales ante un buen para de tetas llenas de leche. Por supuesto mis hijos aceptaron encantados y decidieron que a la hora de la siesta del bebé, todos tendrián su ración. yo, no sabía como salir de esta encerrona y dejé el tema, pensando que ya mañana no se acordarían. Nada más lejos, al dia siguiente a las 4 da las tarde, tenía a los tres, esperando en el sofá para su ración diaria de leche.

Así que así estaba yo , otra vez con mis hijos amorrados al pezon y mi hijastro minrando ansioso mis tetas, esperando su turno , con un rabo duro como el cemento, aprisionado en los vaqueros, ansioso de que alguien lo invitara a salir. Como la vez anterior cuando mi hijo terminó le dió el pecho  a Juan, que lo cogió con devocion y devoró , salvajemente. Yo , preparada para el placer que me daría, disfruté de cada segundo que duró su ataque.

Como los otros ya habían terminado, salieron corriendo satisfechos a jugar a sus habitaciones, y yo, me quedé, con la cabeza de Juan, apoyada en mi ragazo, mientras con cada mano alternaba un pezon y otro, como si de un manjara se tratase. Chupaba, mordia y estiraba mis pezones con mucha fruición, y yo no podía negar que me moría de gusto. Le empecé a acariciar el pelo mientras mamaba y el gruñó, excitado. Yo cada vez más cachonda , apretaba los muslos buscando un poco de placer entre mis piernas... No sabía como parar aquello, Juan tenía los ojos cerrados y sus manos alrededor de mis tetas vaciando los pechos como un experto mamador y ufff, yo no podía parar de moverme y retorcerme de placer.

El flujo mojaba ya las bragas que llevaba y un deseo como no habia sentido nunca, me atravesaba el cuerpo. Apretando las piernas, y con su boca de ensueño, los dias sin sexo que llevaba desde que nació el bebé y el morbo de la situación , acabé teniendo un orgasmo increible.

Juan sintió mi extremecimiento, aunque intenté disimularlo. Presa de lo excitado que estaba, alargó su brazo, se frotó sobrel el pantalón su gran pene y en dos segundos, tenía una mancha húmeda y un gemido extasiado salió de sus labios.

Cuando fui, consciente de lo que habíamos  hecho, me levante del sofá y huí a mi cuarto, cachonda y confundida como nunca.

Esa noche, no preparé la cena, ni me hice cargo de nada que no fuera mi bebé. Me encerré en mi habitación  algando cansancio y mi pareja se ocupó de todo en casa.

No era capaz de miramlo a la cara, la vergüemza de lo que había ocurrido, me llenadaba de culpa y malestar, y no sabia como actuar, auque Juan, ya era máyor de edad y estaba harto de follar, no dejaba de pensar que había abusado de un niño y que estaba enferma.

Por la noche; cuando Luis se acostó a mi lado sentí que debía resarcirlo, y hacerme pendonar, entregarme a él de un modo que nunca había hecho, así que, me acerqué a su oreja y empecé a susurrarle, todas las cosas que le haría y las que deseaba que él me hiciera a mí. Le dije, que deseaba lamerlo de arriba a abajo, chupar su polla hasta dejarlo seco, lamer su culo y penetrarlo con la lengua, hasta que se muriera de placer , y después, poner mi culo a su disposición, para que vaciara su semén en mis entrañas hasta el fondo, fondo, como sabía que a mí me gustaba. Que lo deseaba, ciegamente, que lo amaba y que quería perderme en él.

Empecé a hacer todo lo que había prometido , a lemer y chupar cada parte de su cuerpo, mientras él se retorcia, excitado en la cama. Sus pezones pequeños y duros agracecían mis atenciones, mordía y luego lamía y él se encendia más y más. En algún momento mis pechos se pusieron en marcha y empezaron a gotear sobre él, que no dejaba de restregarse por el cuerpo las gotitas que le caían. Me calentaba mucho la situación, mis tetas dando comida y placer, tan polivalentes, con tantas posibilidades. Quería que él también las probara y disfrutara, como había hecho esa tarde su hijo. Le puse una en la boca y gimió como nunca, cuando empezo a beber, a extraer la leche que notaba como salía a chorros y llenaba su garganta.

Dios, que placer...no me pude resistir y me clavé en su polla dura, mientras él mamaba sin parar.

Me movía despacio, pegando mi clítoris a su pubis, para buscar más placer, era una sensación incrible, no queriía que terminara nunca, cuando me soltó el pecho y cogió el otro, me corrí. Me corrí tanto que grité su nombre sin parar. Por suerte no deperté a nadie que se hiciera notar.

Cuando él notó como lo ceñia con mi orgasmo, sin dejar la teta, empezó a bombearme desde abajo y en dos minutos estallamos los dos en un orgasmo salvaje, que desde luego a mí me dejó temblando.

Cuando por fin me soltó el pezón, yo ya estaba dormida y en el septimo cielo.

En lo que a mí me pareció un segundo y en realidad fueron dos horas, me despertó mi pequeña reclamdo el alimento, que era suyo por derecho y que hoy había tenido que compartir con toda la familia. Preocupada por si no tenía suficiente la acerqué al pecho y empezó a mamar. Las tetas se pusieron en marcha y le dieron, todo que necesitó para quedarse dormida de nuevo.

Yo me maravillé, de las difentes sensaciones que tenía con mis hijos en el pecho, a lo canchondísima que me ponían las bocas de Juan y Luís en ellos. Como el cerebro conseguía saber la diferencia y excitarse con unos y relajarse con otros.

CONTINUARÁ.....