La teta
Es noche de agosto, hace calor. Isabel lleva un vestido verde, escotado, aunque no demasiado; está con su perrito, el cachorro, y yo con el y ella.
La tetita
Es noche de agosto, hace calor. La niña Isabel lleva un vestido verde, escotado, aunque no demasiado; está con su perrito, el cachorro, y yo con el y ella.
Descubro que Isabel ya no es una niña por un descuido fortuíto. Ella se agacha para atender a su perrito, y todo su vestido se convierte en un hueco por el que mirar, por el que adentrarme en su torso.
Veo una pequeña teta, bien formada, con ansias por despegarse poco a poco de las costillas. La forma es puntiaguda, pero va adquiriendo redondez. Está coronada por un pezón grande, gordo y duro. Su color es muy claro, rosado, como la aureola, rugosa y apretada, y sin embargo, por el tamaño y el aspecto osado e insolente, concluyo claramente que esa es una teta de mujer.
Isabel no se da cuenta de su exhibición de teta. Seguramente tampoco ha notado la poderosa ereccion que hace bulto en mis pantalones.
¿Que puedo hacer a continuación? Le bajo repentinamente el vestido hasta la cintura y empiezo a lamerle las tetas como si fuesen chupetes. También cuelo una mano bajo la falda y descubro que no lleva braguitas. Y mientras me como sus peritas inicio la exploración apasionada de las humedades de su entrepierna.
Pero todo esto lo hice en mis ensoñaciones, después de dejar al perro y a ella, mientras me toco mi virilidad adolescente y no paro de repetir, como un mantra: '¡prima! ¡prima!.