La tertulia

Si lo deseas... no puedes calificarlo como violación...

Habíamos estado bebiendo mucho. El ambiente estaba cargado de humo procedente de todos los porros que se habían consumido en el salón durante toda la tarde. Flotábamos.

Él había discutido con su novia aquella mañana porque ésta había salido con su ex-novio la pasada noche y su voz reflejaba claramente lo tarde que se había acostado, si es que no había empalmado con el día siguiente y había ido a trabajar sin haber dormido. Por ello, cuando empezamos a llegar al piso para tomar café ya iba un poco colocado. Habíamos organizado una tertulia. Durante las cuatro horas que llevábamos allí dentro se habían tocado muchos temas y la conversación era cada vez menos coherente pero mucho más divertida, sobretodo por el efecto del alcohol que sustituyó al café tras la primera y única taza que tomamos.

Él y yo habíamos tenido varias conversaciones personales las últimas tres semanas a causa de un par de discusiones que había tenido con su novia y a causa también del creciente interés que todo el mundo parecía tener acerca de mi comportamiento de hibernación. Llevaba una vida tranquila, no salía los fines de semana y parecía mucho más simpática que el curso pasado. Nuestra relación se había estrechado y él se mostraba mucho más cerca de lo que nunca había estado. Durante la tertulia me observaba.

No parecía gustarle la idea de verme tan interesada en todo lo que decía un amigo suyo que me presentaron esa tarde. Era muy atractivo y yo, mientras charlábamos, empezaba a sentirme atraída por él e incluso excitada al imaginarme diversas escenas de sexo con él. Creo que estaba un poco salida aquella tarde. Cuando ese chico empezó a rozarme cada vez más directamente, sin disimulo alguno, Él me pidió que le ayudara a preparar una cafetera. Su semblante estaba serio. Yo le dije que sí y nos levantamos.

El chico dijo que nos ayudaría pero Él se negó de forma bastante contundente y nos dirigimos a la cocina. Por el pasillo le pregunté qué le pasaba y por qué estaba comportándose toda la tarde de una forma tan extraña. Cuando me respondió ya estábamos en la cocina y había cerrado la puerta. Me dijo que estaba cabreado conmigo porque yo estaba ligando descaradamente con su amigo y éste era un cabrón que lo único que quería, según su opinión, era follarme. Había mucha diferencia entre follar con una chica y follarse a una chica y su amigo era partidario de la segunda opción.

Le agradecí su preocupación por mí y la información y le dije que no tenía pensado irme con su amigo a su piso para follar. No sólo no era mi tipo sino que tampoco era mi estilo actuar de esa forma y menos con un amigo suyo al que acababa de conocer. Decidí que la conversación estaba tomando un cariz peligroso y le dije que me iba al comedor, pero antes de poder abrir la puerta Él se puso delante de ésta y me cerró el paso. Me dijo que aún no había terminado de hablar. Estaba muy cabreado y le dije que me dejara en paz y que no se metiera en mis asuntos pero me contestó que no iba a permitir que me liara con su amigo. Era el colmo. Una cosa era lo que yo decidiera hacer y otra muy distinta que Él decidiera por mí. Intenté abrir la puerta y me empujó.

Dijo que era asunto suyo, que yo no debía ir por ahí mostrándome sexy con desconocidos porque eso lo hacían las putas. Le llamé desgraciado cabrón y le di una bofetada, pero lo único que conseguí fue cabrearlo más y me la devolvió. Me saltaron las lágrimas. Su comportamiento me entristeció. Era una situación tan irreal. Entonces le dije que me había decepcionado. Él tenía novia y yo no podía ligar con otros chicos. Injusto. ¿Por qué no podía buscarme yo un novio? Me respondió que su amigo no era el adecuado y yo le pregunté cómo debía ser el chico con el que podía salir.

Y me dijo: "Debe ser como yo". Me quedé de piedra, las lágrimas me recorrían el rostro y apenas podía ver su cara con claridad. No podía estar hablando en serio. Traté de salir de nuevo y volvió a empujarme. Le dije que me dejara salir y me respondió que no lo haría. Entonces intenté golpearle otra vez pero Él se me adelantó. Estaba fuera de sí. Al golpearme me di con la nevera en la espalda y me acorraló. Intenté zafarme y me agarró fuertemente por la muñecas, colocando mis brazos tras la espalda e impidiéndome movimiento alguno. Entonces me besó con fuerza. Yo no podía creer que eso estuviera pasando realmente. Volvió a besarme restregándose contra mí. Parecía la fantasía de muchas mujeres: ser violada por alguien que te gusta.

Me llevó contra la pared y siguió restregándose. Su polla estaba tan dura que la podía notar a través de su pantalón y del mío, tratando de salir. Me levantó los brazos sobre la cabeza y me cogió las muñecas con una sola mano y metió la otra bajo mi jersey. Empezó a manosearme las tetas con rudeza mientras empujaba sus caderas contra mí para que pudiera notar lo empalmado que estaba. Trato de arrastrarme al suelo y perdí el equilibrio, cayendo sin poder evitarlo pues no me soltó las muñecas. En el suelo me levantó el jersey y empezó a besarme. Yo trataba de soltarme pero sólo conseguía hacerme más daño en las muñecas. Entonces se puso a horcajadas sobre mí y me desabrochó el pantalón. Le decía una y otra vez que me soltara, que me dejara en paz.

Y, de repente, se quedó quieto y mirándome. Me preguntó si yo quería seguir. Le dije que no, que no sabía lo que hacía, no era ni el momento ni el lugar adecuado. Además estaba colocado de hachís y de whisky. Entonces me miró fijamente y me dijo que Él pensaba continuar, tanto si yo quería como si no. Estaba muy excitado y quería follar conmigo. Si yo trataba de impedírselo se pondría agresivo y me follaría contra mi voluntad.

Él prefería la primera opción pero también era capaz de llevar a cabo la segunda. Yo accedí a colaborar. Me soltó, entonces, las muñecas y se puso a desabrocharme las botas para sacarme el pantalón. Yo me quedé quieta mirando al techo. Una vez desabrochadas, volvió a ponerse a horcajadas sobre mí y me quitó el jersey. Me ayudó a incorporarme y, mientras se quitaba la sudadera que llevaba me dijo que me quitara el sujetador. Cuando lo hice se inclinó sobre mí y empezó a besármelos. Yo estaba excitándome tanto que, cuando me di cuenta, estaba tratando de desabrocharle el vaquero.

Nos pusimos de pie; yo me arrodillé ante Él, le bajé la cremallera y le desabroché el botón. Los hice bajar lentamente y me encontré frente a su polla, tan erguida que había sobresalido de los calzoncillos. Se lo bajé y, mientras le miraba a los ojos, me la metí en la boca y comencé lamerla. Entonces me agarró del pelo y me levantó del suelo. Me abofeteó y me bajó los pantalones. Luego me bajó las bragas de un golpe y me dijo que me deshiciera de ambas prendas.

Cuando lo hice, me obligó a tumbarme en el suelo, me separó las piernas violentamente y se arrodilló entre ellas. Le dije que tuviera cuidado al penetrarme, pues hacía tiempo que no follaba, pero no me hizo caso. Cogió su polla y me penetró de un golpe mientras me tapaba la boca.

El grito que emití quedó ahogado. Luego la sacó hasta el lindero de mi coño y me embistió con fuerza de nuevo. Las siguientes embestidas fueron tan fuertes que mi cabeza acabó chocando con la pared. Yo traté de soltarme y, entonces aceleró sus movimientos y se corrió. La corrida fue tan abundante y tan larga que empezó a salir el semen de mi coño manchando el suelo. Y se detuvo. Sudaba en abundancia. Sacó entonces su polla y se sentó a mi lado.

Estaba llorando. Yo me incorporé y comencé a buscar mi ropa. Mientras me vestía las lágrimas recorrían mi rostro. No le miré a la cara en ningún momento. Cuando terminaba de vestirme me pidió perdón. Inaudito. Le dije que se fuera a la mierda y salí de la cocina. Entré en el comedor para recoger mis cosas.

No pensaba quedarme allí ni un segundo más. Me preguntaron qué me pasaba pero no respondí y salí del salón. Cuando me dirigía a la puerta de la entrada Él estaba frente a la puerta de la cocina. Me cogió del brazo e intentó arrastrarme al interior pero no lo consiguió. Me decía una y otra vez que lo sentía. Entonces le miré a los ojos, me soltó y le golpeé la cara con el puño con tanta fuerza que cayó al suelo. Le grité que era un cabrón y me marché.