La terapeuta: comienzo de la verdad (II)

Marta, más tranquila, comienza a relatar su relación con una mujer

Hacía mucho tiempo que Marta no dormía tan plácidamente, sin pesadillas que la atormentasen, sin angustias que la despertasen en medio de la noche. Estaba despierta sobre la cama cuando sonó un golpe en la puerta y se abrió, apareció una joven enfermera

que le traía una bandeja para desayunar: un zumo de naranja natural, un poco de café con leche y una tostada con mermelada de fresa.

No tenía mucho tiempo, en apenas media hora tenía que ir de nuevo al despacho de Carmen, una lástima pensó, la ducha era una de sus momentos preferidos para masturbarse, acariciar su cuerpo bajo el agua caliente. Así que después de desayunar, se enjabonó el cuerpo rápidamente y se secó con la misma velocidad. Se puso la ropa interior y por encima unos vaqueros con una camiseta, se levantó y se dirigió al despacho.

Llamó con el puño y escuchó la voz suave de Carmen que le invitaba a entrar, al hacerlo se fijó mejor en aquella mujer, estaba sentada sobre su sillón detrás de la mesa, no se había equivocado en la edad, al igual que el día anterior lucía un recogido y tenía un atractivo natural realzado levemente por un maquillaje claro; está vez llevaba una blusa blanca, vestida de aquella manera Carmen mostraba un gran pecho, lo que no le pasó desapercibido en esa ocasión.

  • Estás totalmente diferente, me alegra que pasaras buena noche.- dijo Carmen mientras Marta se sentaba en el diván.

  • Si, gracias, hacía tiempo que no dormía y desayunaba con tanta tranquilidad

  • Perfecto, así podremos hablar con más calma, ¿te parece bien

que empecemos?

  • Sin problema, como ya te dije, desahogarme me ha venido muy bien.

  • Ayer me contaste un poco las causas y me hablaste de como conociste a una mujer, realmente sorprendente pero bastante excitante para ti, también que no la llamaste después, por lo que me gustaría saber cómo empezó de verdad vuestra relación.

  • Después de aquello, pasó un mes, en todo ese tiempo no paraba de recordar el placer de aquel momento, hasta el punto de no poder tocarme sin pensar en ello, me sentía confusa conmigo mismo. Estuve tentada en más de una ocasión a llamarla, pero el miedo estaba ahí, a mi familia y a que alguien pudiera saberlo.

Al mes fui a la fiesta de la facultad que todos los años se hacía en Navidad, después de los exámenes. Yo estaba con mis amigas por allí cuando la vi con su marido de pie con un vestido negro sencillo, una medias transparentes y unos zapatos de tacón a juego, al cruzarnos las miradas

me entró un escalofrío, no me creerás, pero sentí como palpitaba mi vagina. Me puse nerviosa y me aparté lo que pude.

A medida que pasaba la noche, la miraba de vez en cuando; conversando con la gente tranquilamente, poco a poco empecé a sentirme extraña por no poder hablar con ella, en cierto modo estaba celosa de los demás. Eso me hizo beber un poco más de la cuenta hasta que me encontré mareada. En ese momento alguien me acompañó fuera para llevarme a casa, cuando subí al coche estaba ella a mi lado, había sido ella la que se había ofrecido a llevarme y yo había aceptado sin darme cuenta.

Durante el trayecto estaba nerviosa, ninguna de las dos hablamos, entramos en el colegio mayor con cuidado de no ser descubiertas. Para entonces me encontraba algo mejor y eso ayudó a entrar en la habitación con sigilo, me ayudo a llegar ente la cama y se dispuso a marcharse.

Fue en ese momento donde no pude resistir mis impulsos, me giré y la besé, me entraron las dudas, no sabía que esperar de mi osadía, pero ella no se inmutó y usó su lengua para jugar con la mía; me dejé llevar por el deseo de poseerla y ser poseída, dejando que fuera ella la que llevara la iniciativa. Mientras nos besamos dulcemente, sus manos me fueron bajando la cremallera de mi vestido, me mantuve quita mientras se caía dejando mis pequeños pechos al aire.

Se apartó ligeramente para observar mi cuerpo, extendió los brazos para echarme ligeramente hacia atrás y dejar que me sentara sobre la cama. Yo también la miraba mientras ella se quitaba de la misma forma el suyo, al igual que yo no llevaba sujetador por lo que también sus pechos quedaron al descubierto, eran iguales a los míos, pequeños y levemente redondeados, con una aureola perfectamente circular y proporcionada y pezones que sobresalían levemente.

No hicieron falta palabras, me deslicé sobre la cama mientras ella se subía lentamente a mi lado, el deseo aumentaba pero también el nerviosismo. Se elevó y me besó de nuevo aceptando ser la que empezara a dar placer. El roce de su piel

era suave, cálido, un tacto que me resultaba muy agradable; sus manos acariciaban mis pechos provocándome una respiración entrecortada, cuando dejó mi boca se inclinó para lamer mis pezones para acompañar los movimientos de sus dedos, bajé mi mirada, ver mis tetas y pezones firmes y duros entre sus labios me excitaba cada vez más, no me hacía falta decirle como tocarme, de nuevo parecía conocer perfectamente mi cuerpo.

Subí ligeramente la cadera para ayudarle a quitarme las bragas, desnuda ante ella me volvieron los recuerdos, empecé a mojarme por dentro, separó mis piernas y con suavidad comenzó a lamerme el coño, gemí al contacto de su lengua, por fin volvía a sentir su destreza en mi cuerpo, esos movimientos de arriba a abajo que me volvían loca.

Era tal el placer al verla, que instintivamente mi mano sobre su cabeza apretándola contra mi cuerpo, no quería que acabara nunca, lo hice con fuerza, al instante su lengua se introdujo dentro de mi vagina, moví las caderas para sentir cada vez más el goce en una locura salvaje, pero ella sutilmente, sin que me diera cuenta lamió con fuerza mi clítoris, exploté en jadeos tan ricos que me dejé de empujar con fuerza.

En ese momento se levantó, yo quería que siguiera, mi cuerpo lo pedía,

pero a la vez estaba avergonzada de verme así , fuera de mí. Se bajó de la cama para quitarse las medias y volver a mi lado, sonreía complacida y fue en ese momento cuando rompió el silencio que había, para transmitirme calma y que disfrutáramos del tiempo, que no había prisas.

Comprendí que me tocaba a mi satisfacerla, me entraron las dudas, el miedo a no ser capaz, pero su voz tranquilizadora me daba valor. Seguí sus pasos, me puse a su lado y la besé, sus labios aún estaban bañados de mis jugos, no me detuve mucho y me dirigí a sus pechos, sentía una mezcla de curiosidad y ansia, al tocarlos noté como reaccionaban, me gustaba sentir el roce de mis dedos por sus pezones y ver como se endurecían, como si de un caramelo se tratase los lamí de un lado a otro, note como su respiración también se aceleraba y eso me encantó, mi excitación aumento al hacerla gozar.

Quizás por la inexperiencia no me detuve mucho tiempo y con su ayuda la desnudé por completo, como una necesidad pude verle el coño, a diferencia de mi, ella conservaba una raya de vello púbico suave.

Me pareció hermoso y sobretodo apetecible, me dejó observarla un rato y después abrió sus piernas de par en par invitándome sin palabras a lamerlo. Me incliné lentamente, puse mi mano sobre su pubis y acaricié suavemente su coño con mis dedos, no debió preverlo, pero sentí que le gustaba, vi como poco a poco su humedad la inundaba por dentro, su clítoris endurecido sobresalió ligeramente y comencé a lamerlo.

Su cuerpo vibraba y podía escuchar como su excitación crecía en forma de gemidos, saber que estaba disfrutando me alivió y a su vez elevó la mía. No sabía el porqué, pero descubrí que darle placer me ponía a mi cada vez más cachonda, elevaba mi excitación. Moví mi lengua por el medio de sus labios vaginales a la vez que acariciaba sus muslos, me encantaba saborearla y sentir su piel, acabé aumentando la velocidad de mi lengua deseosa de darle un delicioso orgasmo.

Pero no me dejó, aun jadeante me detuvo cariñosamente, no lo entendí, me empujó hacia sí situándome encima de ella y me besó apasionadamente, sentí su muslo entre mis piernas y sus manos en mis nalgas con fuerza; sin avisó movió sus caderas y mis nalgas. Cuando noté el roce de nuestra piel sudorosa, nuestros pezones rozándose y su muslo frotando mi coño, tuve que dejar de besarla para coger aire,

hice lo mismo y con mi muslo fuertemente froté su coño, ambas gemíamos al oído la una de la otra en un movimiento frensí hasta que no pudimos aguantar, primero llegó ella, con espasmos en su cuerpo mientras notaba como me mojaba el muslo y al poco me corrí yo, no sé cómo pero con ella lograba alcanzar un orgasmo superior al que lograba yo sola.

  • ¿Dirías que estabais enamoradas?

  • Desde aquel día sí, empezamos a quedar y salir juntas a todas partes: hacer deporte, al cine, de compras... Compartíamos todo, nunca creí que encontraría alguien con el que no necesitara nada más para ser feliz y creo que ella sentía lo mismo.

  • ¿No crees que a lo mejor tu juventud te hace vulnerable a la seducción?

  • Como ya le dije, eso me pasó con su marido, pero con ella fue diferente, algo que no soy capaz de explicarle. Estoy convencida de que fuese hombre o mujer estaría con esa persona igual. Lo que me volvía loca es lo que lograba hacerme sentir, había algo más que nuestros cuerpos.

  • En ese momento estaba con su marido, pero por tu forma de hablar, ¿No ibais a escondidas?

  • Según supe después su matrimonio se había acabado hace tiempo, aquel día en el despacho la había convencido para pedir el divorcio. Además a él se le había acabado el contrato y se marchó de la ciudad después de esa fiesta de Navidad. Realmente lo que hacíamos es quedar en un hotel para acostarnos por miedo a que me descubrieran en la residencia del colegio mayor.

  • Conozco esa residencia

y a su directora, una mujer muy recta en las normas y muy controladora. Seguramente corriste un riego enorme, aunque me sorprende que no te haya descubierto.

  • Al respecto, guardo un pequeño secreto que me ayudó a no tener problemas.

  • Eres una caja de sorpresas, estaré encantada de que me lo cuentes, pero debo hacer una salida para ver un paciente. Si te parece bien quedamos después de comer.

  • Estaré esperándole.

CONTINUARÁ