La tentación tiene piel de mujer 7
Tras una noche de pasión lésbica, la militar y la rica heredera pactan conseguir que Walter se meta en la cama con ambas mientras se separan para que no las descubra al volver. Ya sola, Beth se está duchando cuando aparece su amante y con un deseo desproporcionado le pide que se la folle.
15
Tras haber dormido un par de horas, Beth despertó en brazos de su clienta. La expresión beatífica que lucía mientras dormía la cautivó y sin quererla despertar, se quedó mirando extasiada a la joven.
«Es una monada», murmuró para sí mientras recorría con los ojos a la pequeñaja y pensando en la promesa que le había hecho, concluyó que la belleza de esos senos adolescentes y su cintura de avispa enloquecerían a Walter si algún día tenía la oportunidad de disfrutar de ellos.
Sin rastro de celos, meditó como era posible y se dio cuenta de que esa locura podía ser inmoral, pero también que era algo que anhelaba.
«Juntos seríamos felices», comprendió al ver a la chiquilla no como una rival sino como un complemento y por ello cuando Mei se desperezó sobre las sábanas, la besó tiernamente.
-Hola, mi princesita.
-Hola, mi dueña- respondió golosa la cría e intentando reanudar las caricias de la noche anterior, se acomodó sobre ella.
Riendo, Beth le explicó que no podían porque su jefe debía estar a punto de llegar y que no quería que las sorprendiera antes de tener tiempo para que juntas lo sedujeran.
-Entonces… ¿me vas a ayudar?- preguntó emocionada la exótica heredera mientras se retorcía para evitar que su amada se fuera.
-Si, cariño. Me he dado cuenta de que yo también lo deseo y de que juntas...-guiñándole un ojo, respondió: - …podremos atar corto a ese mujeriego.
La cara de la chinita se transformó al oírlo y con una cautivadora sonrisa le pidió consejo sobre lo que tenía que hacer ella para conquistarlo.
-Tendremos que hacerle creer que es él quien te seduce-replicó muerta de risa la ex militar y alargando la respuesta, susurró en su oído: -Los hombres siguen en la prehistoria y quieren siempre creer que son ellos los que llevan la voz cantante. Por eso si quieres que mi adorado cabronazo caiga en tus brazos, coquetéale sin pasarte.
Aceptando ese consejo, la chavala le pidió que se quedara un rato más junto a ella, pero manteniéndose inflexible, Beth se negó y vistiéndose con rapidez, dejó a la muñequita ardiendo insatisfecha sobre el altar en el que se había entregado a ella.
La guardaespaldas acertó con esa decisión porque tras llegar a la casita de invitados que compartían, se desnudó para meterse al baño y todavía no se había enjabonado el pelo, cuando a su espalda, escuchó que Walter le preguntaba si le había echado de menos.
-Mucho, mi amor- respondió mirándolo con ojos ansiosos e invitándole a entrar en la ducha junto a ella.
Ante esa sensual llamada, el hombretón sonrió y despojándose con prisa de la ropa, acudió presto a sus brazos. La rápida respuesta de su hombre la calentó y sin esperar a su opinión, se arrodilló llevando una de sus manos a su delicioso pene.
-Quiero que me folles- la oyó decir mientras sacaba la lengua y se ponía a lamer su extensión.
Encantado con el recibimiento, no dijo nada y de pie, se quedó observando como su amante se la metía lentamente en la boca y que, al hacerlo, los labios de la rubia iban acariciando cada centímetro de su miembro con una sensualidad sin límites.
La urgencia con la que se engulló su trabuco y el hecho de que no cejara hasta tenerlo hasta el fondo de su garganta, lo excitó de sobremanera y desternillado de risa, pensó en lo ardiente que era Beth mientras ésta empezaba a metérselo y a sacárselo con una avidez brutal.
-Sabes que nunca te dejaré escapar y menos si con solo una noche de no estar a tu lado, me recibes así- comentó con desfachatez sintiéndose dueño y señor de su pareja.
Esas palabras azuzaron la lujuria de Beth al vislumbrar en ellas un compromiso que hasta entonces su amante nunca había exteriorizado. Deseando reforzar el mismo, fue acelerando la velocidad de su mamada mientras soñaba con que Walter le pidiera compartir indefinidamente su vida con ella.
-Dios, ¡qué gozada!- exclamó el objeto de esas húmedas caricias al comprobar su pericia al ordeñarlo. Maestría que podía competir con éxito con cualquier ordeñadora industrial.
Consciente de la calentura del hombretón, se sacó la polla y con tono pícaro, preguntó:
― ¿Me echaste de menos o solo a mis mamadas?
―No me limites- riendo comentó: -De ti me gusta todo, tu culo, tus pechos, tu coñito depilado y por supuesto tus mamadas.
Satisfecha por la respuesta, se volvió a embutir toda su extensión y esta vez, no se cortó, dotando a su cabeza de una velocidad inusitada, buscó el placer de su pareja como si su vida dependiera de ello.
― ¡Me vas a dejar seco! ― aulló al sentir que su pene era zarandeado y deseando correrse dentro de ella, le avisó de la cercanía de su orgasmo con la esperanza que Beth se tragara todo.
El aviso lejos de contrariarla, la volvió loca y con una auténtica obsesión, buscó su recompensa. Al obtenerla y eyacular en su boca, sus movimientos se volvieron aún más enérgicos y usando la lengua como cuchara fue absorbiendo y bebiéndose todo el esperma al ritmo en que Walter lo derramaba en el interior de su garganta.
-Dame de beber- rugió mientras no paraba de lamer y ordeñar la erección de hasta que comprendió que la había exprimido al máximo y entonces, mirándolo, le soltó: ― ¡Tu zorrita quiere que te la folles!
Que reiterara su deseo mientras le lucía pechos mojados, fue algo tan excitante que no pudo evitar hundir su cara entre ellos. La militar al sentir su lengua recorriéndole los pezones, empezó a gemir mientras trataba con sus manos reavivar el alicaído miembro de su amante.
―¿A qué esperas para tomarme?― murmuró al notar que el sexo de su hombre había recuperado la dureza y girándose en la ducha, usó los dedos para separarse las nalgas.
Rendido ante tanta belleza, cayó de rodillas y se puso a recorrer los bordes del ano de la rubia con su lengua. Ésta al notar la húmeda caricia en el esfínter, pegó un grito y llevándose una mano a su coño, empezó a masturbarse sin dejar de pedir que la tomara. Excitado con la urgencia que mostraba, metió toda su lengua dentro y como si fuera un micropene, empezó a follarla con ella.
― ¡Qué delicia! ― chilló al experimentar la nueva sensación.
Estimulado por sus palabras, llevó una de las yemas hasta su ojete e introduciéndola un poco, buscó relajar su tensión. El chillido de placer con el que respondió le informó que estaba lista y metiendo otro de sus dedos siguió estimulándolo mientras Beth apoyaba las manos en la pared para facilitar el ataque.
Al minuto y viendo que entraban y salían con facilidad, sumó otro más y repitió la operación.
― ¡Lo necesito! ― escuchó que gritaba descompuesta mientras apoyaba su cabeza sobre los azulejos.
La prisa de la mujer le hizo seguir y con su pene en la mano, se puso a juguetear en esa entrada trasera mientras le preguntaba si estaba segura.
―Sí, ¡Hazlo ya!
Aprovechando ese permiso, con lentitud, forzó el firme y suculento trasero de la rubia con su miembro. La cual, sin quejarse, pero con lágrimas en los ojos, absorbió centímetro a centímetro todo su estoque y solo cuando sintió que se la había clavado por completo, le pidió que la enculara sin compasión.
Decidido a no hacerla más daño del necesario, Walter se quedó inmóvil mientras intentaba tranquilizarla acariciándole los pechos. Asumió que esa espera era innecesaria cuando sin avisar Beth empezó a mover sus caderas con su miembro embutido en los intestinos.
-No seas bestia- susurró en su oído mientras aguardaba que la presión que ejercía sobre su esfínter se fue diluyendo y así el dolor fuera sustituido por placer.
Olvidando toda precaución, la SEAL aceleró sus maniobras:
-Quiero sentirme en tus manos, cabrón. Si quisiera delicadeza la buscaría en otra parte.
-Serás puta- exclamó molesto por que insinuara que podía buscar el placer con otro y soltando un azote en una de sus nalgas, comenzó a cabalgar sobre su culo.
― ¡Me encanta! ― chilló al sentir el rudo modo con el que la estaba empalando.
― ¡Cállate y disfruta! – fuera de sí, gritó lleno de celos mientras recalcaba su cabreo lanzando una dura serie de nalgadas en su trasero.
Mientras la militar aullaba de placer con cada palmada, Walter se planteó por primera vez que su amante lo dejara y esa idea lo traía jodido. Por ello, tomándola de su melena, la atrajo y le dijo que la amaba.
Esa revelación la tomó desprevenida y sin llegárselo a creer, empezó a gozar entre gemidos.
― ¡Yo siempre te he amado! ― chilló avergonzada al recordar que pocas horas antes se había entregado con pasión a su clienta mientras esperaba con ansia una nueva nalgada.
Ajeno al desasosiego de la rubia, siguió empalándola con fuerza creyendo a pies juntillas que era suya y solo suya.
-Córrete, putita mía.
Esa orden junto la suma de todas esas placenteras sensaciones terminó por asolar todos los cimientos de la mujer y en voz en grito le informó que se corría. Al comprobar entrega y escuchar que le rogaba que derramara la simiente en el interior de su culo, fue el acicate que necesitaba Walter para dejarse llevar y afianzándose con las manos en los pechos de Beth, explotó regando sus intestinos. Al hacerlo, desapareció toda violencia y juntando sus labios, la comenzó a besar con una extraña ternura mientras le decía:
-Quiero que vivamos juntos indefinidamente.
Sobrepasada por esa escueta, pero rotunda frase, Beth se lo quedó mirando y balbuceando contestó que ya compartían la casa que les había cedido la clienta.
-¿Tengo que pedírtelo de rodillas?- insistió viendo la cara de asombro de su pareja: -Pensaba que era algo que deseabas.
Con el corazón a mil por hora, la rubia se echó a llorar sintiendo una mezcla de alegría y de bochorno. Alegría al ver cumplido un sueño y bochorno porque llegaba de serle infiel.
-¡Qué te pasa! ¿Acaso hay otro?- furibundo malinterpretó la actitud de su amada.
Aterrorizada por las consecuencias si se enteraba de su desliz antes de que metiera en su cama a la oriental, mintiendo parcialmente y haciéndose la enfadada, contestó :
-Desde que te conozco, nunca he mirado a otro hombre. No soportaría que me tocara.
-¿Entonces por qué lloras?- preguntó todavía con la mosca detrás de la oreja.
-Por que soy feliz- sin dejar de llorar, replicó al ver cumplido su sueño el mismo día que podía haberlo echado a perder.
Ni siquiera hizo el intento de entenderla, saber que le correspondía era suficiente y contento al saberla suya, abrió el agua fría.
-¡Cabronazo!- chilló al sentir el contraste mientras su hombre riendo abandonaba la ducha.
-Te lo merecías por el mal rato que me has hecho pasar. Realmente creí que me estabas rechazando.
-Y debería haberlo hecho. ¡Eres un cerdo!...
Después de años escribiendo en Todorelatos y haber recibido casi 25.000.000 de visitas, me he unido con Louise Riverside para escribir una historia:
Sinopsis:
A pesar de llevar cinco años trabajando como director financiero en Unity Shares, Peter Morales nunca había conocido ni le habían presentado a Sam Harries, su presidente. Lo más alto que había llegado a tratar en el escalafón fue a Patricia Tanaka, la consejera delegada, una treintañera de origen japonés. a la que las malas lenguas atribuían un affaire con su jefe. Su situación no era algo extraño porque el tal Sam era un anacoreta que vivía enclaustrado en su finca, negándose a mantener contacto con el exterior.
Exceptuando a su segunda, nadie lo conocía y por eso cuando una mañana recibió en su email un correo citándolo, Peter creyó que era broma. Tuvo que ser su superiora directa la que le sacara del error y le confirmara que la cita era real.
Asustado, pero contento por el honor que suponía conocer a uno de los financieros más brillantes de Wall Street, aceptó reunirse con el ermitaño en su mansión de un pequeño pueblo de Carolina del Sur durante el fin de semana.
Sin saber que era lo que se requería de él, pensó en multitud de escenarios, pero jamás creyó posible que la razón de esa reunión fuera que queriendo acallar los rumores sexuales que le unían con la señorita Tanaka, el presidente de la compañía le propusiera servir de parapeto.