La tentación no vive arriba
Puede un hombre normal, decente, caer en la tantación?
Miguel es un feliz hombre casado 39 años, cuerpo cuidado, atractivo. Su mujer, Natalia, una mujer preciosa, rubia de ojos azules, con un cuerpo perfecto. Y Lucía, su preciosa hija de 18 años, la viva imagen de su madre.
Hace poco que a Miguel lo habían trasladado de ciudad, así que no tenían muchos conocidos en la nueva. Pero no le importaba. Su familia era perfecta.
Natalia es una mujer muy caliente, que le exige que sexo todos los días. Y Miguel encantado, por supuesto. Su vida sexual, como su familia, es perfecta. No hay más mujer que su mujer. Fue su primera y única mujer. Juntos aprendieron todo en materia sexual. Juntos investigaron cosas nuevas. Casi nada estaba vetado. A Natalia, por ejemplo, le encantaba tomarse un poco de leche caliente antes de dormir. Pero claro, no leche de vaca, sino la lechita rica que salía de la polla de su marido. Y las corridas de Miguel eran muy copias. Le decía, mimosa:
-Miguel, mi amor. ¿Me darás mi lechita para dormir?
-Claro, mi vida. Sírvete tu misma.
Y Natalia le hacía una lenta y sensual mamada hasta que su boca se llenaba del caliente semen de su marido. Lentamente, degustándolo, lo tragaba. Luego dejaba la polla bien limpita, le daba a Miguel un beso y se dormían, abrazados.
Lucía era una gran chica. Un poco tímida, y el cambio de ciudad la dejó sin amigas. Pero era muy buena estudiante.
Todo fue estupendamente unas semanas, hasta que un día Miguel recibó la peor noticia de su vida. Natalia había tenido un accidente. Había muerto en un accidente de coche.
En un momento, la vida de Miguel y Lucía se había roto en mil pedazos, por culpa de un asqueroso borracho que se había saltado un stop. Miguel maldijo al borracho y se maldijo a sí mismo por haber aceptado el nuevo trabajo. Si no lo hubiese hecho Natalia, su amor, seguiría viva.
Las primeras semanas tras el accidente fueron terribles. Miguel lloraba a su mujer, a solas en su cuarto. Lucía lloraba a su madre, también a solas, en el suyo. Casi no se hablaban.
La vida sexual de Miguel pasó de cien a cero en un día. No tenía deseo. El dolor se lo impedía.
Miguel no se masturbaba. No podía. No quería. Pero el cuerpo humano es sabio y expulsaba el sobrante . Miguel tenía algunas noches poluciones nocturnas. Por las mañanas se levantaba con semen en los calzoncillos, pero no se acordaba de nada. No recordaba ningún sueño húmedo. Simplemente se limpiaba y se cambiaba la ropa interior.
El tiempo pasó, pero no el dolor. Aún así, las cosas mejoraron un poco. Lucía empezaba a hablar un poco. A veces hasta sonreía, pero por las noches la oía llorar en su habitación. Y con ella, Miguel también lloraba.
Una noche, mientras veían la tele cada uno en un sofá, Lucía empezó a llorar. Su padre se acercó a ella y la abrazó. Acarició su cabello, diciéndole palabras de cariño, y ella se calmó. Al poco tiempo se durmió. Miguel, con amor, la llevó al cuarto de ella, la metió en la cama y la arropó. Le dio un suave beso en la frente y se marchó. Antes de cerrar la puerta la miró. Era tan parecida a Natalia. Una lágrima cayó por la mejilla de Miguel.
A partir de ese día Natalia ya no se iba a llorar a su cuarto. Mientras veían la tele se apoyaba en el hombro de su padre, o en su regazo. Él le acariciaba el pelo tiernamente y eso la calmaba. Siempre se dormía allí con él. Unas veces la despertaba suavemente para que se fuera a la cama y otras la llevaba al dormitorio de ella y la arropaba. Quería tanto a su niña. Era todo lo que le quedaba.
Pasaron varias semanas. Parecía que los dos empezaban a remontar la tristeza. Aquellas noches de cariño entre los dos los ayudaban.
Una noche en que Lucía dormía en su regazo, Miguel se dio cuenta de que su camisón se había subido un poco y sus braguitas blancas asomaban por debajo. Su hija era preciosa. Parecía un ángel, respirando profundamente junto a él, dormida.
Y Miguel sintió que empezaba a tener una erección. Su polla, después de tantos meses se estaba poniendo dura. Se sintió asqueado de si mismo. No podía creer que se estuviera excitando con su propia hija. Eso eran inconcebible para él.
Desterró esos pensamientos de su mente y llevó a Lucía a dormir.
A la mañana siguiente tenía semen en los calzoncillos. Pero esta vez sí se acordaba del sueño que había tenido. Soñó que hacía el amor con su mujer...pero...era más joven en su sueño. No, no podía ser Lucía. Eso no. Era su niña.. Pero era tan parecida a Natalia.
Se maldijo. Se dijo que era un pervertido. Aquellos pensamientos eran intolerables. Por el amor de Dios. ¡ Era su hija !
Pasó el día atormentado, con remordimientos. No podía ser que un hombre decente, como él, tuviera esas sensaciones con su hija. Eso jamás.
Por la noche, como siempre, Lucía se le acurrucó en su regazo. Hablaron de cómo habían pasado el día. De la uni, del trabajo... Miguel acariciaba el pelo de su niña.
Le llegó el fresco olor de ella. Olía a limpio, recién duchada. Era tan..bonita.
Y otra vez su polla se puso dura. Esta vez ella estaba despierta, hablando despreocupadamente. mientras él la miraba. Sus lindas piernas, sus muslos, su carita contra el cojín, apoyado en su regazo. Si no fuera por ese cojín, su carita estaría apoyada contra su polla. Contra su dura polla.
Juan se sintió como un monstruo. ¿Cómo era posible que un hombre como él, un buen hombre, se sintiera excitado sexualmente por su hija? Su mente luchaba. Trataba por todos los medios de desterrar todo aquello de su cabeza.
No pudo más y se levantó de golpe.
-Lo siento Lucía, estoy cansado. Me voy a dormir.
-Oh, buenas noches, papi.
Lucía se extrañó. Su padre nunca había sido tan brusco.
Miguel se encerró en su cuarto. Se maldijo a sí mismo. Se dijo cosas horribles, pero su polla seguía dura entre sus piernas. Trató de dormir, pero no pudo. En su cabeza tenía imágenes de Natalia... y de Lucía. Entonces hizo algo que hacía tiempo que no hacía. Se masturbó. Recordando a su amor, a su mujer. Pero Lucía se colaba en sus pensamientos. No podía evitarlo. Su mujer no estaba y Lucía sí.
Se corrió sobre su pecho. Fue una corrida muy abundante, larga, pues sus testículos estaba llenos. Pero no fue un orgasmo placentero. Casi no sintió nada. Sólo asco de sí mismo. Tras limpiarse, por fin, pudo dormir, prometiéndose así mismo que eso nunca volvería a pasar.
Pero el tener una hija tan preciosa en casa es una tentación demasiado grande. Se empezó a fijar en ella. La miraba cuando ella no se daba cuenta. Miraba su figura. Miraba su culito, respingón y precioso. Sus tetas, que se adivinaban de buen tamaño. Su cara preciosa. Sus labios sensuales...
-"Soy un asqueroso pervertido", se decía. Pero sus ojos no le hacían caso.
Como era casi verano y ya hacía calor, los pijamas de Lucía empezaron ser cortos. Una noche apareció con uno que era como una segunda piel. Muy ajustado..y ¡ Oh, Dios mío! . No llevaba sujetador. Sus pechos se notaban perfectamente. Y...su coñito también se adivinaba perfectamente. La polla de Juan se empalmó enseguida. Trató de disimular lo mejor que pudo, pero sus ojos se comían a aquel cuerpo.
Esa noche, en su cuarto, Miguel se hizo una paja. Y no pensó en ningún momento en su Natalia. Sólo pensó en su Lucía, en su cuerpo. El orgasmo fue muy fuerte, muy placentero. Su hija llenaba su mente. Sus manos, su pubis, su pecho..todo lleno de semen. Cuando luego se limpiaba lloró de rabia. Era débil. Era asqueroso.
Días después, Lucía se había dormido en su regazo, como otras tantas veces. Miguel la miró. Era tan guapa. Estaba en posición casi fetal. Y el pantaloncito de su pijama se metía en la rajita de su culo. Su polla estallaba entre sus piernas. Tuvo que colocársela bien pues le dolía. Al tocarla sintió placer.
Empezó a pasar sus dedos por su capullo. Las babas de su excitación hacían que sus dedos resbalaran sobre la piel de su glande. Y miraba a su niña. Estaba muy cachondo. Con cuidado sacó su polla por encima de su pijama y empezó una lenta paja. Muy lenta. mirando a Lucia.
Al poco tiempo sus dedos y su barriga se llenaron de semen, que salía a borbotones de su inflamada polla. Con cuidado de no despertar a Lucía fue al baño, a limpiarse. Se dio asco. Se prometió a si mismo que eso no volvería a pasar jamás. Esto tenía que acabar aquí y ahora. Cortaría por lo sano.
la noche siguiente, cuando Lucía se iba a abrazar a él, la rechazó, con dulzura, pero la rechazó. Lucía se quedó un poco desconcertada. Se apoyó en el otro extremo del sofá. No entendía por qué su amado papi la rechazaba. Se preguntaba si había hecho algo mal.
Esto se repitió varios días más. Miguel trataba de evitar a Lucía. La quería, pero no le gustaba lo que estaba pasando. Tenía que evitar la tentación. Lucía se sintió rechazada. No entendía lo que pasaba. Sufría. ¿ Por qué su querido papi la apartaba de ella? ¿ Por qué no la abrazaba como antes? ¿Por qué no la acariciaba?
Una noche en que Miguel se fue a su cuarto dejándola sola, empezó a llorar, como antes. ¿Por qué la trataba así su padre?
No aguantó más. Fue al cuarto de Miguel y llorando se echó en sus brazos.
-Papi, papi, por favor, perdóname - le dijo entre lágrimas.
-¿Pero por qué mi amor? No has hecho nada malo.
-¿Entonces por qué me rechazas? ¿Por qué no me abrazas como antes?
-Oh, Lucía, mi niña.
¿Cómo iba a explicarle lo que le pasaba? ¿Cómo iba a decirle que lo excitaba? ¿Cómo le iba a contar a Lucía que deseaba su cuerpo? Era su padre!!! Y ella su niña!!! Eso no podía ser.
-No es culpa tuya, mi vida. Es culpa mía. Es por mí.
-No te entiendo - sollozó Lucía
-Es difícil de explicar.
-Ya no soy una niña.
-Lo sé. Y ese es el problema. Ya no eres una niña. Te has convertido en una mujer. Una mujer preciosa.... Y yo.... oh..Lo siento - dijo, empezando a llorar.
-No llores, papi, no llores por favor.
-Lucía, perdóname tú a mí. Pero echo de menos a tu madre. Echo de menos...el...el...el sexo con ella. Y tú eres tan bonita...No puedo evitarlo, mi niña. Me excitas. Por eso te evito. Me siento como un monstruo por sentir estas cosas contigo. Perdóname.
Los dos quedaron en silencio. Miguel hizo un esfuerzo y acarició su pelo. No quería excitarse. Logró permanecer calmado.
Lucía pensaba. Amaba a su padre. Era un hombre maravilloso. Se sentía muy querida. Pero sintió pena por él.
-Papi, no te preocupes. Te entiendo. Sé que me parezco mucho a mamá. Para ti debe de ser terrible. Es como si la tuvieras a tu lado y no pudieras tocarla.
-Mi niña. No pasa nada. Esto pasará. Todo volverá a ser como antes.
Siguieron abrazados un buen rato. Miguel la seguía acariciando.
-¿ Soy tan bonita como lo era mami?
-Sí mi amor. Eres su viva imagen.
-A veces os oía
-¿Que quieres decir?
-Cuando hacíais el amor. Debes de echar eso mucho de menos. ¿No has pensado en buscar otra mujer?
-No. No, ni se me ha pasado por la cabeza.
Lucía apoyó su cabeza sobre el pecho de su padre. Sintió el latir de su corazón.
-¿Echas de menos .. el sexo?
-Estuve muchos meses sin acordarme siquiera de eso. Pero últimamente...sí, a veces. Tu madre y yo teníamos una vida sexual muy activa.
-Lo sé, dijo ella, sonriendo, al fin.
-Espero no te escandalizaras.
-No tonto. No soy una niña.
-Lo sé.
Miguel se había relajado y no se dio cuenta de que su polla estaba otra vez dura. Lucía, apoyada en su pecho, sí lo notó. Vio el bulto que se formaba en su pijama.
-Papi... tienes una .. erección.
Miguel sintió una tremenda vergüenza. Trató de levantar a Lucía de su pecho para taparse. Pero ella se lo impidió.
-No te preocupes, papi. No me importa.
-Pero Lucía..yo...esto no puede ser. Por favor, vete. Déjame solo.
-No quiero que vuelva a haber rechazo entre nosotros.
-Esto es muy vergonzoso para mí, Lucía.
-No sientas vergüenza papi. A mí me parece... bonito
-¿Cómo?
-Papi, al fin y al cabo, soy una mujer. Y me alaga que un hombre se excite conmigo.
-Pero soy tu padre.
-Lo sé, y te quiero
Entonces Lucía hizo algo que dejó sorprendido a Miguel. Bajó su mano hasta llegar a su polla. La puso suavemente sobre el duro bulto, y apretó.
-¡ Pero Lucía! ¿Qué haces?
-Te acaricio.
-Por favor, no sigas.
-¿Por qué?
-Porque eres mi hija. Esto está mal.
-La tienes muy dura, papi. - dijo ella, apretando.
-Lucía, no, no--ummmm
Lucía metió la mano dentro del pijama de su padre y le cogió la polla. Era la primera polla que tocaba. La encontró dura, caliente..grande. La acarició, suavemente.
-Ohhh, mi niña, pero que haces? Esto no está bien...ummmm por favor... para.
-Sí está bien, papi. Te quiero mucho, y sé que necesitas esto. Déjame hacerlo, por favor.
-Aggg, Lucía.. no..no...- le dijo, sin convicción. Sentía en su polla la suave mano de su hija.
-Dime como hacerlo. Enséñame a .. a hacerte un paja.
Juan nunca había oído esa clase de lenguaje en su hija. Su mente rechazaba la idea..pero ... pero su cuerpo lo deseaba. Luchó.. pero perdió.
-¿Estás segura?
-Sí.
-Ohh, mi amor. mi niña....Agarra mi pene con la mano y empieza a subir y bajar la mano, lentamente.
Lucía lo hizo. Aquello le gustaba. Sentía la barra dura entre sus dedos. Empezó a subir y bajar la manita.
-Ummmm, que rico, Lucía.
-¿Lo hago bien? ¿Te toco bien la polla?
-Aggg, me tocas el pen..la polla muy bien.
Lucía sacó la polla del calzoncillo. Quería verla. Le pareció enorme. Palpitaba en su mano. Era caliente y suave. La punta estaba brillante, amoratada. Su manita subía y bajaba, lentamente. Su padre gemía. Y así, apoyada en el pecho de su amado padre Lucía hizo su primera paja. Y se la hacía a su padre.
Miguel no aguantó mucho. Era demasiado placer. Sintió el orgasmo nacer en su columna y dirigirse directamente a su polla. Lucía tenía una idea de lo que iba a pasar, pero quedó sorprendida por la inmensa eyaculación de su Padre. De aquella polla empezaron a manar chorros y chorros de espeso y caliente semen. Los chorros describían un arco y caían sobre la barriga de su padre, sobre su pubis. Los últimos chorros, con menos fuerza, resbalaban por su mano. Mano que no dejó un momento de subir y bajar por aquella polla que escupía. Quedó maravillada.
Cuando el orgasmo terminó, Lucía siguió con su mano en la polla. Miraba el semen de su padre. Le llenaba la mano. Le gustaba la sensación. Le gustó haberle hecho la paja a su padre. Se sintió húmeda entre las piernas. Se notó excitada.
CONTINUARÁ