La tentación no vive arriba (2)

Miguel, al final, cae

Lucía, con la mano llena se semen agarraba la polla, aún dura, de su padre. Había hecho su primera paja. Le había gustado. Sentir la dureza de la polla. Su calor, y sobre todo, la espectacular corrida.

-¿Lo he hecho bien, papi?

-Oh mi niña. Muy bien. Me has dado mucho placer..Pero...mi amor, esto no está bien

Miguel aún luchaba contra lo que estaba pasando. Su hija tenía su polla en la mano. Le había hecho una estupenda paja, y él aún luchaba.

-Sí está bien. Lo he hecho porque yo quería. No me has obligado. Te quiero y sé que lo necesitabas. Sólo son caricias, papi.

  • Lucía. Yo también te quiero tanto.

-Tu polla sigue dura, papi.

-Es que me gusta tanto sentir tu mano agarrándomela.

Lucía empezó otra lenta paja. El semen de la anterior corrida hacía que la mano se deslizara mejor. Suavemente, subía y bajaba a lo largo de la polla de su padre. El gemía.

-Agggg, Lucía. ¿Qué me haces?

-Otra paja. Esta vez lo haré mejor.

-Ummmmm, eres...aggg que rico

Y así, lentamente, con la cabeza apoyada en el pecho de su padre, Lucía hizo que aquella polla volviera estallar. Y una vez más Lucía quedó impresionada por la cantidad de leche que salía. No tanto como la primera vez, pero era mucha. Miguel se quedó quieto. No sabía que decir. Su pecho subía y bajaba, respirando profundamente. Su amada niña apoyada en su pecho. Su mano en su polla, que perdía, ahora sí, su dureza.

-Uf, papi, estás perdidito. Espera.

Se levantó y fue corriendo al baño. Volvió con una toalla húmeda y limpió todo el semen. Ninguno hablaba. Cuando terminó, le dio a Miguel un beso en la mejilla y se despidió. Cuando salía por la puerta, se volvió. Su padre la miraba desde la cama.

-Papi..me ha gustado mucho... ayudarte. Te quiero.

-Yo también te quiero. Buenas noches, mi amor.

Miguel, tendido en la cama pensaba en todo lo que había pasado. Su preciosa hijita le había hecho dos pajas. Hacía mucho tiempo que no sentía tanto placer. Se dijo así mismo que no era un monstruo. Que había intentado impedirlo. Que no la había obligado a nada, que ello lo hizo por propia voluntad. Esa noche durmió más tranquilo.

Lucía, en su habitación, acostada en la cama, recordaba lo que había hecho. Recordaba cómo le había gustado hacerle las dos pajas a su padre. Le encantó ver esa polla estallar en tantos chorros espesos y calientes que caían por su mano. Seguía maravillada por la cantidad de semen de su padre. Estaba excitada. Su coñito estaba muy húmedo. Se llevó los dedos y se hizo una pajita, recordando como se corría la polla de papi en su mano. Su orgasmo fue también fuerte y placentero. Durmió como un bebé.

Por la mañana Miguel se levantó un poco preocupado. Lo de la noche anterior le había encantado, sí, pero no sabía cómo tenía que comportarse ahora con Lucía. Después de pensar un poco, decidió comportarse como si nada hubiera pasado. Y al comprobar que Lucía parecía comportarse también normalmente, se dijo que era mejor así. Quizás lo de anoche sólo fue la debilidad de una vez. Quizás pudiese seguir su vida como un padre 'normal'. Quería ser un padre normal.

Lucía se fue a la facultad, el a trabajar. De vez en cuando se acordaba de lo de anoche, pero enseguida se lo quitaba de la cabeza.

La noche siguiente cenaron normalmente. A él le tocó fregar los platos. Cuando terminó se puso el pijama y se dispuso a ver la tele un rato con su hija. Cuando entró al salón se dio cuenta de que ella tenía puesto aquel pijama tan ajustado, que marcaba todo su cuerpo. Trató de no mirar y se sentó. Ella se acurrucó junto a él. Apoyó la cabecita en su hombro.

Hablaron de trivialidades. De los exámenes que se acercaban. Del estúpido jefe de él ( jeje, los jefes siempre son estúpidos, o no? ). Al rato, la mano de Lucía cayó sobre la mitad del muslo de Miguel. Pareció algo casual. La mente de Miguel empezó a trabajar sola.

En el hombro derecho de Miguel había un angelito, vestido de blanco, que era como él, pero en pequeñito. Tenía hasta el arito ese sobre la cabeza. En el hombro izquierdo había un diablillo rojo, con la cola terminada en punta, cuernitos y la cara de Miguel. El diablillo rojo le decía:

-Mira, Miguel, tu niña quiere hacerte otra paja, como ayer. Le gusta. Deberías saltar sobre ella, desnudarla y follártela bien follada.

El angelito blanco, replicaba:

-No le hagas caso, Miguel. Es tu niña. Es tu hija. Lo de ayer sabes que fue un error. No puede volver a pasar. Eres un hombre decente

El diablillo y el angelito se peleaban dentro de la cabeza de Miguel. Al final ganó el angelito. Miguel se convenció de que efectivamente lo de ayer fue sólo cosa de una vez, y que jamás se iba a repetir. Que sería sólo un padre para su Lucía. Tanto se convenció a sí mismo que consiguió que su polla permaneciera en estado de reposo. A pesar de tener aquella preciosidad que era su hija a su lado, se mantuvo firme.

Sin embargo, Lucía no había puesto su mano en el muslo de su padre por descuido. Para ella lo de la otra noche no fue ningún error. Lo hizo por su padre. él lo necesitaba. Y a ella le gustó hacerlo. Al poner la manó allí esperaba alguna reacción por parte de su padre. Quizás que cogiera su mano y la llevara sobre su polla. Pero no pasó nada. Su padre siguió como si nada hubiese pasado, hablando.

-"Bueno" - pensó Lucía - "Si la  montaña ni viene a Mahoma, Mahoma irá a la montaña".

Lentamente, empezó a subir la mano. Iba despacito, sintiendo en la yema de sus dedos la piel de su padre, y luego el pantalón del corto pijama. Miguel no dijo nada. Para cuando por fin la mano de Lucía llegó sobre la polla, esta estaba ya dura. Al final, después de todo, ganó el diablillo rojo. Siempre gana el diablillo rojo.

Con mimo Lucía empezó a acariciar aquella estaca, sobre el pijama. La recorría toda, despacito. Miguel, en silencio, pero respirando más profundamente. Luego, al rato, metió su mano por dentro...y su manó volvió a tocar aquella polla caliente, palpitante. Su padre miraba. Veía a su niñita, con la cabeza apoyada en su hombro y su mano metida por dentro de su pijama. Y sobre todo, sentía. Sentía su delicada mano agarrando su polla.

Lucía estuvo un buen rato así. Con la mano metida en el pijama de su padre, tocando su dureza. Después, la sacó de su encierro. La polla y los huevos salieron del pijama. Lucía se quedó mirándola. Le pareció preciosa. Era una barra grande, dura, venosa, caliente, suave.

La empezó a acariciar, con dulzura. Le pasaba los dedos a lo largo. Le pasaba los dedos por el capullo. La agarraba y subía la mano. Arriba y abajo. Arriba y abajo. Pero todo lo hacía lentamente. La polla palpitaba. Su padre empezó a gemir. Aquella lentitud era una tortura. Lo mantenía en el máximo de la excitación pero le impedía llegar al orgasmo liberador. Su polla empezó a babear. El líquido pre seminal, transparente, mojaba su glande. Lucía lo esparcía.

Aquello se prolongó muchos minutos. El tiempo pasaba. Lucía deseaba volver a ver como la polla de su padre estallaba una catarata de semen entre sus manos. Pero también deseaba seguir así. Acariciando suavemente la polla. Pajeándola con mimo. Sintiendo entre sus piernas la humedad de su coñito. Se frotaba los muslos. Sentía placer. Sus pezones estaban duros. Apoyó su cabeza en el pecho de su padre. Quería tener la polla más cerca. Estaba a escasos centímetros de ella.

Más de media hora estuvieron así. Sin palabras. La polla de Miguel se mantuvo dura todo el tiempo. Un par de veces creyó que se iba a correr, pero Lucía cambiaba el ritmo y su orgasmo se retiraba. Parecía que su niña quisiera torturarlo. Pero no era así. Su niña sólo quería darle placer. Su niña quería prolongar el máximo posible el placer. El de su padre. Y el de ella misma.

Al final Miguel no pudo resistirlo más. Al tercer aviso de orgasmo sintió que esta vez no podría pararse. Había sido demasiada estimulación.

-Aggggg, Lucía.. ya no puedo más, mi amor... me voy a correr..aggggg

-Sí papi, córrete para mí. Déjame ver como estalla tu polla.

Y vaya si estalló. Debido a la larga estimulación de más de media hora el semen se había acumulado en grandes cantidades en sus testículos, y empezó a salir a presión por la punta de la polla de Miguel. Cada chorro era un latigazo de placer. Lucía miraba con deleite como la polla de su padre soltaba su lechita. Casi la veía salir cámara lenta. Con tanta fuerza salían los espesos chorros de semen que le alcanzaron la cara. Lucía cerró los ojos pero no se quitó. La sensación del espeso y caliente semen de su padre cayendo en su cara le encantó. Varios latigazos calientes se estrellaron contra ella. Se frotó los muslos con más fuerza, y así, sintiendo en su mano la polla palpitante de su padre lanzando semen, y sintiendo en su cara los chorros calientes, también se corrió. Fue un orgasmo largo, intenso.

Descansaron un poco, hasta que su respiración se calmó. Lucía no soltaba la preciosa polla de su padre. Había semen desde el ombligo de Miguel hasta la carita de ella.

-Papi, tenemos que limpiarnos, me parece.

Se levantó y miró a su padre. Y entonces él vio su cara. Estaba perdidita de semen. Era la imagen más erótica que había visto en mucho tiempo. Ella sonreía. Un poco de leche goteaba sobre su pecho, manchando el pijama.

-Oh, mi vida. ¡ Cómo te he puesto !

-Jiji, papi. Me has dejado toda pringosa con tu lechita. Uf, parecía que no iba a dejar de salir. La sentía tan calentita en mi cara. ¿Estoy guapa?

-Estás preciosa, mi amor.

El angelito de su cabeza hizo las maletas y se marchó al Caribe. Allí estaba la cosa ya perdida. El diablillo, sin embargo, se repanchingó para quedarse.

Fueron al baño a lavarse. Miguel humedeció una toalla y limpió la linda cara de su hija. Ella cerró los ojos y se dejó hacer, sonriendo.

-Ya estás, mi amor.

-Gracias, papi. Ahora yo a ti.

Cogió la toalla y limpió el pecho de su padre. Era muy varonil. Su padre era un hombre guapo. Miró hacia abajo y se dio cuenta de que la polla estaba en pie de guerra otra vez.

-Ummm, parece que también tendré que limpiar tu polla.

Lentamente se arrodilló delante de él. Con la toalla húmeda y fría limpió aquella bonita polla, haciendo que se pusiese más dura, si cabe. Luego dejó caer la toalla y agarró la polla con la mano. Sonriendo, miró a su padre.

Miguel estaba sorprendido. Su niñita era una chica inocente, y sin embargo se comportaba como si supiera exactamente lo que le excitaba a él. Allí estaba, de rodillas frente su padre, masturbándolo lentamente, mirándole a los ojos.

-Papi, antes, cuando te corriste en mi cara ... me corrí. Me gustó mucho la sensación de tu leche en mi cara. - Metió su otra mano entre sus piernas- Estoy mojadita, papi. ¿Te correrás otra vez en mi cara?

-Agggg, Lucía!!!! Eres...eres..

-¿Que soy, papi?

-Eres maravillosa.

-Gracias, papá. ¿Me enseñas a chupártela?

-Aggg Lucía..

-Sé que a mami le gustaba mucho chuparte la polla. A veces, sin que os dieseis cuenta, os miraba por las noches.

Miguel se dio cuenta entonces de que Lucía no era tan inocente como él creía.

-Uf, si, a tu madre le gustaba mucho hacérmelo. Lo hacía muy bien.

-Enséñame a hacerlo como ella.

-Bueno, no es difícil, creo. Sólo debes chuparla, lamerla. Con cuidado de no rasparme con los dientes.

-¿Así?

Y Lucía se metió la polla en la boca hasta la mitad. Miguel casi se corre. Su preciosa hija, arrodillada delante de él, con su polla en la boca, mirándolo a los ojos con esos preciosos ojos azules.-

-AGGGGGGG, sí, así.... Ummmm Ahora dale chupaditas. También mueve la manita un poco. De vez en cuando te la sacas de la boca y lames por fuera.--ummmm, que rico, mi niña.

Lucía aprendió deprisa. En poco tiempo le estaba haciendo a su padre una mamada estupenda. Incluso hizo algo sin que su padre tuviera que decírselo. Bajos sus manos a sus muslos, levantó un poco la cabeza. Sólo tocaba la polla con la boca. Era como si Miguel se la follara por la boca. Se la sacaba y lamía por los laterales, quedando la polla sobre su carita. Aquella niña había nacido para esto. Lo hacía como por instinto. Parecía saber exactamente como llevar a su padre al borde del paroxismo.

-Lu..ci..aaaa que me corrroooooo.

Se sacó la polla de la boca. Llevó una mano a la dura estaca y la otra a su coño. Nunca había estado tan mojada como ahora.

-Sí, sí, papi. Córrete otra vez en mi carita. Dale toda tu lechita rica a tu niña....Agggggg

El orgasmo fue casi simultáneo. Los dos cuerpos se tensaron. Esta vez toda la corrida de Miguel se estrelló en la cara angelical de Lucía. En la entreabierta boca entraron varios de los calientes chorros. Su cuello, su pecho. Todo quedó manchado de semen. Hasta su precioso pelo recibió parte. Y durante los largos segundos que la polla de su padre la bañaba, Lucía se corría.

A Miguel le temblaban las piernas. Lucia, con los ojos cerrados respiraba agitada.

-Papi, cuanta leche. Esta vez me voy a tener que dar una ducha.

Después se fueron a dormir. Miguel estuvo un rato pensativo, en su cama. Su vida había cambiado radicalmente en pocos días. Nunca olvidaría, jamás, a su mujer, pero ahora parecía que la felicidad podría volver a aquella casa. La felicidad con Lucía.

Al ratito su puerta se abrió. Era su niña.

-Papi, ¿Puedo dormir contigo?

-Claro, mi vida.

Contenta, Lucía saltó a la cama de su padre, se metió entre las sábanas, le dio un beso en la mejilla y se abrazó a él.

-Buenas noches, papi. Te quiero.

-Buenas noches, Lucía. Te quiero.

Durmieron plácidamente, abrazados toda la noche. Miguel le acariciaba dulcemente el cabello de vez en cuando.

Por la mañana Miguel se despertó sintiendo algo raro. Cuando estuvo lo suficientemente despierto se dio cuenta de que lo que sentía era una húmeda y caliente boca que le chupaba la polla. Era su hija, su niña, la que le hacía una suave mamada.

-Ummm, buenos días, Lucía.

-Oh, hola papi. Que bien que estés despierto.

Lucía dejó la polla y subió hacia su padre. Por primera vez lo besó en los labios. Y muy dulcemente le preguntó:

-Papi, ¿ Me haces mujer?

CONTINUARÁ