La tensión post exámenes.
Como unas cervezas al salir de la universidad te brindan la gran oportunidad
Era una tarde de primavera, mis amigos de la universidad y yo decidimos ir a tomar unas cervezas a nuestro bar habitual después de los exámenes parciales. Por fin los habíamos terminado y era el momento de desconectar.
Cuando llegamos al bar, vimos que, como nosotros, bastantes más universitarios se encontraban en esa situación, el bar estaba hasta arriba, por suerte en la planta de abajo había un grupo que justo se iba en ese momento y nos sentamos allí. Aquel día mi amiga Raquel iba impresionante, como empezaba a entrar el calorcito, había decidido ponerse un vestido que dejaba desde la mitad de sus muslos al aire, se ceñía en su cintura y subía ajustado por el resto de su cuerpo dibujando sus curvas hasta un escote que dejaba intuir sus pechos. Llevaba el pelo suelto, tenía una media melena lisa de color castaño que le caía en los hombros, y sus ojos color verdes destacaban con el pintalabios que se había puesto.
Hacía tiempo que me había fijado en ella, pero desde luego ese día me dejo con la boca abierta. Nos llevábamos bastante bien, coincidíamos unas cuantas clases a la semana y podíamos tirarnos horas hablando, así que no fue de extrañar que nos sentáramos juntos en uno de los lados de la mesa.
Las cervezas fueron cayendo y ya todos estábamos un poco contentos, momento en el que tenía que ir al baño, Raquel también se levantó aprovechando la ocasión para no ir sola. De camino, casi sin querer le dije:
-Realmente hoy me has dejado sin palabras, estás guapísima.
A lo que ella me contesto, con esa chulería medio en broma, medio de quien puede permitírselo.
-Yo siempre voy guapa, lo que pasa es que hoy te has fijado más.
Y me guiñó el ojo mientras se reía metiéndose al baño. La esperé a la salida para volver juntos a la mesa, con la sorpresa de que ella me dijo:
-Tú también estás hoy con el guapo subido, una pena que estemos aquí…
Me quedé por unos segundos descolocado, entre el alcohol y que no me esperaba un comentario así, no sabía cómo reaccionar, simplemente fui capaz de contestar con un:
-Si la verdad, un sitio más tranquilo hubiera estado mejor.
Se volvió a reír, mientras volvíamos a nuestra mesa. La tarde/noche seguía transcurriendo, no sé cuánto tiempo llevábamos allí, pero desde luego un par de horas. Raquel seguía a mi lado y desde la visita al baño algo había cambiado, nuestras piernas se empezaron a chocar “accidentalmente” muy a menudo, por suerte la mesa estaba bastante pegada a nosotros, por lo que el resto no podía ver lo que pasaba. Yo estaba a 100, imagino que, como ella, así que posé mi mano encima de su pierna, ella seguía hablando como si nada pasara, se le daba realmente bien ese juego. Mi mano seguía acariciando su muslo y cada vez iba a una parte más interna de sus piernas. Notaba como ella las abría para que me fuera más fácil llegar hasta sus bragas, hasta que finalmente lo hice.
Confirmé mis sospechas de que estaba a 100, sus bragas estaban empapadas y podía notar el calor que emanaba de ellas. Empecé a acariciarla suavemente, tampoco quería hacerlo muy descarado con nuestros amigos delante. Creo que tanto a ella como a mí, el juego de estar haciéndolo en público como si nada nos encantaba. Cuando la conversación dejo de girar en torno a ella y se formaron pequeños grupitos, me miro, fue una mirada llena de pasión y de quien se lanzaría a comerle la boca al otro, pero teníamos que controlarnos. Introduje un dedo en su coño, puffff estaba increíblemente lubricado, y entornó los ojos de placer. No aguanto más y me cogió la polla por encima del pantalón. Mi erección era obvia, estaba a punto de estallar. Paró de tocarme, lo que yo interpreté como que también era el momento de parar y dijo que tenía que salir a llamar por teléfono un momento.
-Te acompaño, dije.
Mientras subíamos por las escaleras, veía su vestido moverse al son de sus caderas y su culito respingón, qué ganas tenía de cogerlo. De repente, mientras mi mirada estaba clavada en su culo, se dio la vuelta, se colocó a escasos centímetros de mi cara y me dijo:
-Hoy me como tu polla, que lo sepas. Y me besó con fuerza durante unos segundos.
Como era de esperar a mí eso me puso a mil, mi polla se puso más dura todavía, y Raquel lo notó.
-Parece que ella está bastante de acuerdo en que me la coma ajajaja.
Salimos fuera y llamó, estuvo hablando durante unos minutos y cuando acabó me dijo:
-Baja abajo y recoge las cosas, nos vamos a casa de una amiga que tiene una cama libre, di que mi hermano se ha puesto malo y me acompañas al hospital.
Así lo hice, bajé casi corriendo y recogí. Por suerte su amiga vivía a escasos 10 min del bar. Durante el camino surgieron besos, tocamientos, risitas…
Una vez allí casi pasamos directamente a la habitación, no debía ser la primera vez que hacía algo parecido. Nos tiramos en la cama y nos besamos. Dios por fin, por fin podía besarla a gusto. Mis manos se fueron a su culo por debajo de su vestido, como imaginaba, llevaba un tanga y me encontré directamente con su piel, lo agarré con fuerza algo que a ella la puso bastante cachonda pues, acto seguido me quitó la camiseta y me desabrochó el vaquero. Iba bajando mientras besaba mi cuerpo y llegó a mi polla, la empezó a besar por encima del calzoncillo, yo no podía más iba a correrme incluso antes de empezar.
Me lo quitó y se la metió de lleno en la boca. Pufff la tensión sexual de toda la tarde se liberó de golpe, por fin, me estaba haciendo una mamada impresionante, se apartaba el pelo hacia un lado para que pudiera mirarla mientras me la comía y eso me ponía más cachondo todavía. No quería correrme todavía, había esperado mucho para acabar tan rápido asi que le dije:
-Para Raquel, para. Ahora eres mía.
Lo entedió a la perfección, se dio la vuelta y se tiró sobre la cama quitándose el vestido. Vi su ropa interior, un sujetador y un tanga blando de encaje, ese tanga que había estado tocando a lo largo de la tarde y que seguía tan mojado como entonces. Le saqué las tetas sin desabrocharle el sujetador, dios, que pezones, me los metí en la boca y los chupe con muchísimas ganas, de vez en cuando les daba algún mordisquito, a lo que ella respondía con un gemido.
-Manuel, baja, baja ya, cómeme el coño.
Dicho y hecho, bajé y le quité las bragas, su coño era bonito, rosadito y muy abierto ya, estaba muy cachonda y se veía como le salían los fluidos. Sin dudarlo empecé a comérselo. Ella gemía cada vez más fuerte, mis manos mientras se lo comía se dirigían a sus tetas y le pellizcaba los pezones, ella me agarraba la cabeza y se contraía. Los gemidos iban en aumento hasta que note que sus manos dejaron de hacer fuerza.
-Dios, Manu… Vale, ya está, dios… sabes comerte un coño, desde luego.
Me puse a su altura y nos besamos, su mano se fue a por mí polla y empezó a pajearme, y dijo:
¿Qué pasa? ¿No me la quieres meter o qué?
¿Qué no? Ahora mismo vas a ver las ganas que tengo de metértela.
Me puse encima, en la posición del misionero, me coloqué un condón y sin dudar un segundo se la metí entera. Ella cerró los ojos y contuvo la respiración, no se lo esperaba todo de golpe, yo sentí un placer infinito.
Su coño por dentro se sentía genial, con movimientos suaves se le seguí metiendo durante un par de minutos y mis manos se apoyaron en sus tetas. Si seguía en esa postura mucho más iba a correrme rápido, así que, sin sacársela, la cogí en volandas y la puse sobre la mesa.
-Sigues pensando que no te la quería meter?
-Sigue, sigue…
Estaba cachondisima otra vez, a punto de correrse, ella sobre la mesa sentada y yo de pie, se masturbaba mientras se la metía y terminó otra vez mientras le comía los pezones.
-Manu, te toca a ti, ¿cómo lo quieres?
La verdad es que me habría dado igual, yo estaba a punto de correrme. La puse en la cama boca abajo y se la metí. Darle cachetadas en el culo me ponía cachondísimo, así que no tarde en correrme.
Nos tumbamos el uno junto al otro, y nos seguimos besando un rato más mientras recuperábamos el aliento.
Todavía recordamos esa tarde cuando quedamos los dos y muchas terminan de una manera parecida.