La Teniente - 2
Nora recibe su medalla de Plata en una ceremonia llevada a cabo en el Pentágono, pero antes de ello, saca tiempo para poder vengarse de su ex novio. Dicen que la venganza es un plato que se sirve frió y además, que bien que sienta
LA TENIENTE - 2
Al segundo día de estar en casa, Nora pudo ver en el pueblo a su ex, Peter, caminando de la manita por la calle con la zorra con quien le puso los cuernos. Viéndolos y conociendo a ambos, conociendo de qué pie cojeaba cada uno, en su cabeza empezó a trazarse un plan para vengarse de su traición. Lo cierto es que aunque ella no era, ni había sido nunca amiga suya, no había pasado más allá de ser una conocida, sí que sabía más que de sobra que él tenía novia, y que no estaba en el país en esos momentos, cosa que aprovecho para robárselo… Así era como lo sentía Nora, pese a lo que pensase de su relación y el estado de esta.
Tenía un amigo concreto que le haría falta, y que además le debía un par de favores bien gordos, por lo que no se negaría a lo que quería de él. Esa misma tarde quedó tambien con dos de sus primas y mejores amigas, les estuvo explicando a ambas lo que quería hacer, las dos se estuvieron riendo a mandíbula batiente con la idea, aceptando en el acto ayudarla en lo que necesitase. Nora había trazado un plan que ella misma definió, como con precisión militar en su ejecución para que funcionase.
Nora era consciente de que su principal hándicap es que solo disponía de un fin de semana para poder ponerlo todo en marcha, ya que el domingo por la noche debería de coger un avión con destino a la capital del país, puesto que el Martes le seria impuesta la Estrella de Plata en un acto oficial, nada más y nada menos, que en el mismísimo Pentágono. Cuando habló con su amigo, con el elemento indispensable para su plan, este al igual que sus primas, se ofreció voluntario en el acto entre grandes risas.
El momento elegido para su venganza fue el sábado por la noche en el local de moda en ese tiempo en la ciudad cercana, el local al que iba todo el mundo. Esa noche Nora se esmeró en vestirse, en mostrar todas sus curvas, en suavizar lo más posible sus duros rasgos y asegurarse de que todo hombre que se cruzase con ella la desease a más no poder. Deliberadamente dos horas después de estar allí dentro divirtiéndose busco el encuentro con su ex y su zorrita, fue la educación personificada cuando “accidentalmente” fue a parar frente a los dos.
Su vestimenta consiguió su objetivo, que Peter fuese incapaz de quitarle la vista de encima y que se mostrase un pelín celoso cuando la vio bailar con otros arrimándose a ellos bastante. Aumentando la reacción de los celos en su ex considerablemente cuando uno de los tíos con los que bailó le empezó a tocar el culo, algo que en otras circunstancias le hubiese costado un brazo nuevo al “listo” de turno, pero que en esta ocasión, al ver a Peter y su estado, permitió, devolviendo incluso el toqueteo sobre el culo del tío, lo que aun provoco una peor cara por parte del ex.
Cuando se separó del tío para ir a por más bebida observó la maniobra de Peter para desembarazarse durante algunos minutos de su flamante novia, luego le vio ir directamente hacia donde estaba ella. Cuando llegó la cogió por un brazo llevándosela a un aparte al pequeño pasillo de acceso a uno de los reservados o apartados del local, Nora aprovechó para fingir que iba más contenta y desinhibida de lo acostumbrado en ella. El buenazo de Peter le reprochó su comportamiento como si aún tuviese algo que decir en ello, porque era según él, de estar comportándose como una guarra restregándose con el primero que se ponía a bailar. Viéndole tan enfadado y medio celoso, actuó, le empujo para dentro del todo del reservado, tumbándose sobre una butaca. Antes de que Peter pudiese, o quisiese evitarlo, le había bajado la cremallera, sacado la polla y metido está en la boca, empezando una profunda mamada.
Vio con malicia como su ex se abandonaba por completo a la mamada que le estaba haciendo, cerrando los ojos mientras le acariciaba la cabeza, diciéndole cosas como… “así puta”, “chupa, chupa guarra”, “pero mira que eres puta”… algo que siempre había detestado por otra parte, que solo sirvió para que se reafirmase aún más en joderle todo lo posible por cerdo y cabròn. Cuando le vio completamente abandonado a la caricia, saco su móvil e hizo una marcación rápida, luego lentamente conto hasta sesenta. Cuando termino de contar, se sacó la polla de la boca levantándose, sonriendo irónica ante la mirada que le dirigía Peter de no entender que estaba ocurriendo…
- ¿Qué haces?
- No lo ves, irme –respondió Nora.
- ¿Pero me vas a dejar así? –preguntó Peter incrédulo.
- Por su puesto, ya no eres nada ni nadie para mí, si quieres aliviarte hazte una paja o que te termine la mamada la puta de tu nueva novia… -se levantó la mini enseñándole unas diminutas braguitas de encaje con un ligero a juego con una sonrisa maliciosa- por cierto, te gustan, son para que las disfrute uno de tus mejores amigos cuando me lo folle –se la volvió a bajar riéndose a carcajadas.
Salió de allí sonriendo y moviendo las caderas todo lo sensualmente que pudo, conocía muy bien a Peter y sus reacciones, cuando llegó a la puerta se volvió, viendo lo que se esperaba, a su ex meneándosela como un mono mientras le miraba el culo. Entonces esperó, Peter al verla allí acelero para correrse mirándola, cuando vio cómo su pene empezaba a escupir semen salió, entrando en ese momento un chico que le miró fijamente riéndose. Ante el asombro de Peter que sobresaltando por la aparición se afanaba en meterse la polla otra vez dentro de la ropa, lo que no es que fuese muy buena idea, ya que lo más fácil al hacerlo sin limpiársela, completamente llena en su cabeza de semen, era como poco mancharse la zona de la bragueta, como así le ocurrió. El chaval sonriendo hizo algo con un sobrecito, luego abrió la puerta, salió, y desde el otro lado del marco de la misma le mando un besito. Solo un segundo después entró por la puerta su novia con la cara pálida, que le pilló terminándose de subirse la bragueta, colocándose bien la ropa y con una delatora mancha sobre el pantalón.
El domingo Nora tomó junto con sus padres y demás familia el avión rumbo a la capital. Iba sentada con sus primas, riéndose las tres de las desventuras de Peter durante ese fin de semana, era la actual comidilla del pueblo y de media ciudad. Nora había medido su plan al milímetro, contando con que Peter aún fuese sensible a ella y tan machista como siempre, algo realmente vital para su plan. Sabía que Peter sería incapaz de resistirse a una de sus mamadas, nunca había sido capaz de ello, el puntito de celos que vio en el al verla vestida de aquella manera, esa especie de orgullo de macho herido, le hizo entender que todavía la consideraba como algo suyo, por lo que siguió adelante con el plan.
Le llevo a interceptarla delante de la entrada de un reservado previamente alquilado por un amigo durante un par de horas. Cuando entro con él, sus primas fueron a tomar posiciones cerca de la nueva novia. Le llevo al borde del orgasmo, evitando cuidadosamente que se corriese, cuando le tuvo en el punto que quería, justo en el que sabía que Peter sería incapaz de irse de allí sin correrse, entonces hizo la llamada perdida a una de sus primas, espero el minuto calculado y se levantó, dejándole a medias. Tal y como supuso, no pudo evitar masturbarse para terminar, espero hasta que le vio en la cara la proximidad de su corrida, entonces salió, dejando entrar a su amigo, un conocido y reconocido Gay en la ciudad que uso sobre sus labios un sobrecito de mahonesa... dejando algún que otro pequeño resto en la comisura de sus labios cuando salió…
La flamante novia, escucho a una de sus primas a su lado, tras contestar lo que pareció una llamada de unos segundos, contar a la otra, que Nora había pillado a su ex en un reservado mientras otro tío le hacia una mamada… luego riéndose dijeron que menos mal que “le dejo”. Dio todos los detalles precisos para que la chica supiese exactamente dónde ir, cuando llegó, se encontró con un chico saliendo mientras aparentemente se limpiaba la boca de una sustancia blanquecina y a su novio, subiéndose los pantalones y arreglándose la ropa con una mancha bastante comprometedora. Después de eso, sus primas corrieron la voz por las redes sociales, en menos de cinco minutos lo sabía media discoteca y la mayor parte de la gente joven del pueblo.
Nora contaba con varias cosas, primero con la flamante novia de su ex, que era una de esas personas para las que “el qué dirán” era algo vital, por lo que eso de convertirse en el hazmerreír de la ciudad por la mamada de un tío a su novio lo llevaría fatal, sucediendo lo que suponía, que le mando a hacer puñetas en la misma discoteca, dejándole compuesto y sin novia, es decir, sin ella. Por otro lado, en una población tan conservadora en algunas cosas como era la suya, como era su pueblo, lo de ser “pillado” mientras otro tío te hacia una mamada, suponía automáticamente colgarse la etiqueta de “maricón”, que no Gay, lo suyo seria considerablemente peor. Sabía lo que esto supondría para el machista de Peter, para todo el pueblo seria además un cobarde, alguien sin cojones para reconocer lo que era, porque, desde la forma de pensar de tan peculiar comunidad puesto que no gustaban, pero tampoco les discriminaban, un Gay era alguien equivocado, pero que por lo menos tenía un par de pelotas para reconocer sus gustos y hacer frente a las consecuencias. Además, Nora también contaba con el problema añadido para Peter de la rumorología, eso del “te cuento pero no le digas nada a nadie”, que empieza por una bolita por una mamada y termina con una bola de proporciones bíblicas con vete tú a saber que, aumentando con cada paso de persona. Resumiendo, que tras el fin de semana, Nora contaba con que la parejita iba a tener una temporadita muy jodida.
Ese mismo fin de semana, Nora tuvo una noticia desagradable de parte de su hermana, su marido había sido trasladado a Europa por su empresa, y Sharon se iba a marchar con él, concretamente a España. Por una de esas casualidades de la vida, por una de esas carambolas, durante la recepción posterior a la entrega de medallas en el Pentágono, Sharon y Nora estuvieron comentando la ruptura de Peter en tan mal momento para ella, así como la incipiente separación de ambas hermanas, todo cerca de los oídos de alguien que ese día debió de levantarse con ganas de hacer algo por el prójimo. Saludo a ambas hermanas poniendo con ello fin a su conversación, al reconocer al hombre cuyo cargo era muy importante, Nora fue la exquisitez y amabilidad personificada. Por algún motivo desconocido el hombre decidió hacer algo por ese oficial que tan mala racha (medalla aparte) había tenido mientras servía a su país, ya que no podría estar cerca de su pueblo y sus padres, al menos, que estuviese con su hermana con la que también parecía llevarse. Solo cinco días después, Nora recibió sus órdenes de traslado, se encontró destinada a Europa, concretamente a la embajada de EEUU en Madrid, España.
Se encontraba en el avión, rumbo a su nuevo destino sin terminar de creerse su suerte, la habían destinado al mismo sitio donde se había trasladado a vivir su hermana. Fue dándole gracias interiormente a su amiga Carmen, una chica cuyos padres eran de origen Mexicano, que se tomó la molestia de enseñarles a hablar español a Sharon y a ella, por lo que aunque algunas cosas le costaban, por lo menos podría defenderse con el idioma.
Otro de los motivos por el que se alegraba de ir cerca de su hermana, es porque en estos días en su casa, en la granja de sus padres, habían estado hablando mucho la dos. Nora le conto todo lo sucedido en su enfrentamiento, sus pesadillas, etc… Independientemente del tratamiento que siguió con Dieter en Alemania, el poder hablar con su hermana le había ayudado muchísimo, de hecho, aunque aún tenía alguna pesadilla con el hombre mellado, estas solo se producían de vez en cuando, y eran mucho menos agresivas que antes.
Su primer mes en España no estuvo mal del todo, su inmediato superior también estuvo destinado en Afganistán, y sabía todo lo que se cocía allí, estuvo hablando con el de lo que les sucedió, incluyendo el insurgente que le apunto a la cara con el AK cuando salió del coche, aunque como en Afganistán, cuando la interrogaron sobre el incidente, por algún motivo cuando describió al sujeto que estuvo a punto de matarla, nunca dijo nada sobre el incisivo mellado. Tras escucharla le pregunto si en ese ataque “Él” había estado implicado, su contestación fue que oficialmente no, pero que se rumoreaba que sí, que de hecho fue el que hizo el primer disparo, el que alerto a la patrulla para reaccionar a tiempo. Fue muy bien aceptada por sus nuevos compañeros, en gran parte, su medalla y lo que sabían sobre su actuación le allanó totalmente el camino, no era un oficial de nuevo cuño, era toda una veterana.
Los dos primeros meses fueron muy entretenidos, buscarse piso fuera de la Embajada, conocer la ciudad, hacerse con un pequeño utilitario para poder moverse, salir por ahí con algunos compañeros que le enseñaron los sitios de moda, buscarse un buen gimnasio cerca de casa, ponerse al día con sus funciones en la embajada, etc… Como digo, dos meses la mar de tranquilos y entretenidos. Hacia el final del segundo mes, empezó a ir al gimnasio siempre a la misma hora, a primera de la tarde, hasta la fecha había ido yendo cuando buenamente había podido. El gimnasio era increíble, tenía muchísimas opciones para los clientes, allí o en otros locales cercanos, Spa, jacuzzi, sauna, incluso tenia acuerdos con balnearios para los clientes con precios realmente económicos, etc…, para disfrutar de todo ello “gratis”, o de los descuentos, solo se necesitaba cierta antigüedad en él.
A los diez días de estar yendo a la misma hora al gimnasio, tuvo que tomar una decisión, cambiar de gimnasio, cambiar de horario o bien, partirle la crisma a tres o cuatro babosos de los que iban con más o menos su mismo horario. Los piropos, las bromas o las miraditas lascivas, tenían su gracia un día, dos, puede que incluso tres, pero cuando pasaban de ahí, se podía considerar más como acoso que como otra cosa. El ultimo día, uno de esos payasos le dijo algo sobre su culito como lo llamaban, algo que no entendió del todo, fue algo desagradable sobre rompérselo, cuando por fin captó la esencia del comentario, estuvo a punto de irse a por el gracioso y partirle hasta el alma.
Decidió hacer lo más sabio, que fue cambiar el turno a la noche, el gimnasio abría 24h, tampoco era cuestión de ir de madrugada, pero podía ir una hora u hora y media a las diez o por ahí, pensó que tan tarde iría menos gente y posiblemente la que fuese, sería más normal. El primer día fue sobre nueve y media, con tiempo para ver cómo era en aquellas horas, empezó a hacer sus tablas de ejercicio sin que nadie la molestase, vio que los tíos, tras las primeras miradas apreciativas sobre su anatomía regresaban a lo suyo, preocupándose por ellos, dejándola de lado, algo que le encantó. Después de tres días, tomo su decisión de seguir yendo, solo que a las diez en lugar de las nueve y media, ya que en ese corto periodo de tiempo es cuando casi se vaciaba el gimnasio por completo… Esa media hora, fue la que lo cambio todo en su, hasta el momento, buena y perfectamente planificada vida.
El primer día en el nuevo horario solo estaban tres personas, la recepcionista, otra chica y ella, justo lo que quería, tranquilidad y cero babosos. Estaba en una máquina para hacer pectorales, cuando entró un hombre joven, su rostro más que atractivo le pareció, interesante, no le echaría más allá de treinta y dos o treinta y tres años, que se fue a sentar justo en frente suyo. Arrugó el ceño al ver lo que hacía, el gimnasio era muy espacioso, tenía tres unidades de cada tipo de máquina, y ese sujeto tenía también las otras dos que eran como esa en la que se había sentado, libres, apartadas de los demás, se empezó a mosquear. Su primer pensamiento fue el obvio, “ya tenemos aquí a otro puto baboso a verme las tetas”, era más o menos lo que le había sucedido en el anterior horario, que siempre tenía que sentarse algún capullo enfrente para poder mirárselas a placer.
El sujeto se preparó para empezar sus series, antes de hacerlo, fijo sus ojos en los de ella y la saludo con un seco “buenas noches”, luego observo como al poco de empezar sus ejercicios sus ojos parecían estar perdidos, como si estuviese abstraído y no viese realmente nada de nada delante suyo. Vio como hacia sus ejercicios, serie tras serie sin que pareciese que sus ojos tuviesen vida, era como si el extraño hombre estuviese perdido en su propio mundo.
Cada vez que ella abría sus brazos, quedaban resaltados sus poderosos pechos ante los ojos del hombre, que llevaba más de cinco minutos con los ojos fijos en el mismo punto, aparentemente en algún lugar por encima de su cabeza. Se sintió desconcertada al darse cuenta de un hecho concreto, cierto que no le gustaba que la babearan o la miraran insistentemente con pintas de querer comérsela viva o follársela allí mismo, pero acababa de descubrir, que lo que hacia este tipo la molestaba casi tanto como las otras dos cosas, también le molestaba un poco el que la ignorasen de aquel modo. El tío se había sentado enfrente suyo, le había mirado a los ojos, saludado y luego ignorado, ni si quiera le había lanzado una mirada sobre los pechos, sobre los muslos, o cualquier otra parte de su anatomía… Puede que suene estúpido, pero tampoco le gusto aquello, en cierto modo puede que se sintiera como menospreciada.
Estaba rumiando esto cuando vio como los ojos del tipo parecieron recobrar vida, parpadeo, hizo una leve inclinación de cabeza a modo de saludo, se levantó y se marchó de allí, de nuevo sin echarle ni una sola mirada sobre su cuerpo. Ella también cambio de máquina para seguir con sus series, pero a diferencia de veces anteriores que ocupaba siempre la más cercana disponible, esta vez se puso en una maquina desde donde pudiese ver que hacia ese hombre tan raro. Cuando este se volvió a cambiar nuevamente de sitio, Nora decidió alterar su orden de ejercicios quizá un poco picada con él por su nulo interés en ella. Se marchó directa a situarse en la máquina que usaba para tonificar y entrenar sus piernas, concretamente se puso a hacer un ejercicio que la obligaba a abrirlas y cerrarlas delante de las narices del tipo. Era consciente del cuerpazo que tenía, de lo buena que estaba, de lo que llamaba la atención de los hombres, y de que con ese ejercicio, ningún tío sería capaz de no mirar a su entrepierna o sus firmes muslos, se esmeró en hacerlo lentamente, emitiendo incluso algún que otro leve jadeo “de esfuerzo” con el fin de que la mirase, o cuanto menos le “echase” un vistazo. Pues bien, el exasperante del tipo que tenía enfrente en esos instantes, no lo hizo ni por un solo instante, sus ojos continuaron perdidos por encima de su cabeza, era como si ella no existiera, lo que irracionalmente la enfadó del todo.
Se levantó mosqueada y se fue directa hacia las duchas. Una vez bajo el agua, se apoyó con los brazos contra la pared, pegando también a ella su frente, mientras sentía caer sobre su espalda los chorros de la ducha, pensaba en lo irracional de su comportamiento, no entendía bien porque había echo aquello de intentar provocarlo. El que un hombre le mirase a los ojos las pocas veces que se molestaba en hacerlo, que no le mirase con ganas de desnudarla, que no le mirase con un mínimo deseo, que no se fijase en sus pechos, en su cuerpo, eso debería de alegrarla y no fastidiarla, como claramente hacia ese puñetero tipo con su comportamiento. Cuando se marchaba no pudo evitar echarle un último vistazo, y allí estaba, esta vez en otra máquina, de nuevo aparentemente perdido en su propio mundo, sin hacer caso de nada ni de nadie a su alrededor, se terminó de abrochar la cazadora y se marchó a su casa.
Durante todo el día, mientras trabajaba en la embajada, no pudo sacarse al extraño tipo del gimnasio de la cabeza. Ese día se marchó al gimnasio un poco más pronto, quedándose a charlar unos minutos con la recepcionista, haciendo tiempo hasta que él llegó, dirigió un saludo a ambas y continuó su camino. Cuando desapareció en el interior, se despidió marchándose también a cambiarse de ropa, no pudo evitar pensar en la extraña forma en que le saludó la recepcionista, le llamó “C”, a secas, solo eso, solo “C”. Salió la primera, yendo a situarse en la máquina del día anterior, y también como la otra vez, él hizo exactamente lo mismo. Se sentó enfrente, la saludo otra vez, solo que en esta ocasión únicamente lo hizo con una leve inclinación de cabeza… y dejo de prestarla atención, nuevamente perdió sus ojos por encima de su cabeza. Nora nuevamente sintió que se empezaba a sulfurar con él nuevamente, esta vez ni siquiera le había dirigido la palabra para saludarla.
La verdad es que ese comportamiento en un hombre le resultaba totalmente desconcertante. Se dijo a si misma que la única explicación que podía encontrar para que pasase de ese modo de ella, y por lo que había visto, también del resto de las poquísimas mujeres que había a esas horas, es que fuese gay. Solo media hora después, en el gimnasio solo quedaban ellos dos, la recepcionista y otro par más de tíos, uno de los cuales por cierto, sí que no parecía gay en absoluto, porque no hacía más que mirarla de forma más o menos disimulada. Lo cierto es que el tipo, mediría sobre 1.85, moreno, guapo, muy musculado, no le parecía nada mal como ejemplar de hombre, incluso de encontrárselo en otro sitio y en otro ambiente, no le vería nada mal para echar un polvo, pero allí, en el gimnasio, no tenía intención de complicarse la vida, lo que no era obstáculo para que ella al igual que ellos, admirara los ejemplares disponibles.
En las dos siguientes semanas observo que el tipo era un animal de costumbres, cada día siempre hacia la misma rutina, siempre en las mismas maquinas si estas estaban libres en ese momento, aunque tenía algunas variaciones mínimas, estas parecían también seguir un orden, en la tercera semana ya era capaz de predecir, en que sitio se pondría y cuánto tiempo se tiraría en cada cosa. En todo este tiempo, Nora había entablado conversación con prácticamente todas las personas con las que coincidía, aunque solo fuesen unos pocos minutos, tanto hombres como mujeres incluida la recepcionista, con todas excepto con una, justo con el puñetero tipo misterioso.
Ella normalmente no hubiese ido al gimnasio los fines de semana, ya que gustaba de salir a divertirse, y los domingos prefería descansar para el lunes, pero el tercer día de estar allí, le escucho hablar con la recepcionista, comentaban el horario que él hacía de ejercicio, que parecía ser después de regresar de salir por ahí a cenar, justo el domingo, que según comentaron, iba asiduamente. Otra cosa que le pareció observar en esas tres semanas, es que el dichoso tipo, solo parecía tener algún tipo de relación o contacto más allá del saludo inicial con la recepcionista. Esta era una chica joven, de unos veintitrés o veinticuatro años, morena, con buenas curvas, atractiva de ojos claros, por lo que había visto solía vestir mallas, culotes, pantalones cortos, de chándal y casi siempre llevaba tops que dejaban su ombligo al aire junto con un tribal que llevaba tatuado en la cintura a la espalda, tops que por otro lado también resaltaban sus pechos.
Una característica del gimnasio es que para entrar si no se encontraba la puerta abierta, se podía acceder pasando la tarjeta de socio por un lector que se encargaba de abrir. El primer domingo, eso fue lo que le pasó, fue al gimnasio tras haber salido a cenar con un par de amigas que había hecho en la embajada e hizo coincidir el fin de la noche con la hora aproximada a la que él iría al gimnasio según escucho aquel día que hablaba con la recepcionista, para acceder tuvo que usar su tarjeta ya que parecía no haber nadie en la puerta. Cuando se cambió y se dirigió a la sala, se encontró con el sujeto entrenando como siempre, pero con una diferencia, sentada junto a él, se encontraba en ese momento la recepcionista haciendo también ejercicio y ambos hablando animadamente. Estuvo unos minutos observando sin ser vista, viendo como ella se reía con lo que fuese que él le contaba…, la recepcionista era la única persona con la que había visto hablar de modo distendido a ese tío en lo que llevaba en el gimnasio, y no digamos ya mientras estaba en alguna maquina trabajando...
Cuando considero que no vería nada más que le interesase, entró a la sala saludando, obteniendo un saludo de ambos, por primera vez allí adentro, obtuvo de él un “buenas” en lugar de su acostumbrado gesto de saludo con la cabeza, saludo que mantuvo toda la semana, únicamente le hablo aquel primer día con el “buenas noches”. De lo que si se dio cuenta, es del gesto de fastidio y contrariedad que hizo la recepcionista cuando la vio entrar. Si bien antes no le había parecido que esta estuviese intentando ligarse al tipo, al ver eso, se tuvo que replantear la situación, empezó a pensar que quizá su imprevista llegada había fastidiado los planes de la atractiva morena, y no sabía bien porque, pero la idea de haber hecho eso, le agrado sobremanera. Lo que no le gusto ni media, fue que cuando la recepcionista se marchó, él se volvió a perder en su mundo nuevamente sin hacerle el menor caso… Nora, esa noche estaba que mordía cuando se marchó a su casa, la ignoro durante todo el tiempo que estuvo, como siempre…
La siguiente semana, el domingo, hizo exactamente igual, llegar a la misma hora que él, pero se marchó antes ya que tenía mucho sueño y al día siguiente tendría que madrugar. Sin embargo, sí que observo que nada más salir ella, la recepcionista de nuevo pareció volver a echar la cerradura e irse hacia el interior del centro. Solo por curiosidad espero unos minutos y regreso, encontrándose con que sus suposiciones habían sido correctas, de nuevo la puerta estaba cerrada y la recepción vacía. Estuvo dudando si entrar de nuevo o no, le picaba la curiosidad, pero en esta ocasión el sueño fue quien le dicto que hacer, marchándose a casa a descansar unas horas antes de ir a la Embajada a trabajar.
La tercera semana se preocupó de acostarse un rato por la tarde para luego poder quedarse por la noche hasta el final. Ese domingo cenó en casa de su hermana Sharon, lo malo es que se le hizo muy tarde, por lo que le tocó salir a la carrera con dirección al gimnasio. Cuando llegó ocurrió lo mismo que en las ocasiones anteriores, la puerta estaba cerrada, por lo que tuvo que acceder usando su tarjeta otra vez. Esta vez sin embargo, tras cambiarse, cuando llegó a la sala en ella no había nadie, estaba completamente vacía, se acercó a recepción con el mismo resultado, también miro en las dependencias dedicadas a cursos que también encontró vacíos, las cabinas de las saunas, el jacuzzi… Con cuidado fue a mirar en el único sitio donde le quedaba por hacerlo, en el vestuario masculino, con mucho cuidado abrió la puerta del mismo, procurando no hacer ruido…
Cuando la puerta se abrió y se asomó, a sus oídos llegaron ruidos procedentes de la zona de las duchas, ruidos por lo demás bastante reveladores, lo que hizo que con mucho cuidado entrase, acercándose a la entrada a las duchas. Asomo la cabeza con precaución, dando una rápida mirada, viendo allí adentro lo que se esperaba encontrar desde que entró en el vestuario, a la recepcionista con el tío en cuestión…
La recepcionista se encontraba bajo los chorros de agua, con las piernas abiertas, frente a la pared, apoyándose contra ella con las manos, con los brazos semiflexionados, gimiendo como una puta mientras tras ella se encontraba el tipo, embistiéndola como un animal. El golpeo de sus caderas contra las nalgas de la morena sonaba como si le estuviese dando azotes, pudo ver como uno de sus brazos parecía rodearle la cintura, su mano parecía perderse en dirección a la entrepierna de la morena… Los jadeos y gemidos de esta parecían ganar poco a poco en intensidad y duración, en un par de ocasiones su cabeza se volvió para buscar su boca, el tío pareció querer devorarla por la forma de besarse... la cara de la chica era de estar disfrutando del polvo, de estar gozándolo como una burra…
Nora se notó mojada, noto como su coño empezaba a humedecerse rápidamente, como sus pezones se ponían duros, como se empezaban a marcar bajo su top como si fuesen escarpias intentando perforarlo… Vio como el tío besaba o mordía a la morena en el cuello cuando abandonaba sus labios, no distinguía bien que hacía, pero al girarse para el beso pudo ver como la otra mano le parecía retorcer los pechos, que parecían estar duros como piedras, arrancándola fuertes gemidos cada vez que lo hacía… Nora estaba cachonda pérdida, reconoció para sí que le hubiese encantado estar en el lugar de la morena, siendo follada allí mismo, en ese instante y de aquel modo por ese tío. A esas alturas, de forma inconsciente ya había metido la mano por dentro de su pantalón, sus dedos habían entrado por dentro de su empapada braguita, estaba a punto de empezar a masturbarse mirando, sin poder evitarlo, cuando la morena lanzo un gran gemido, su cuerpo se estremeció visiblemente, solo un par de segundos después, el hombre lanzo un gruñido y un profundo gemido… comprendió que ambos acababan de correrse, por lo que se fue de allí a toda velocidad, completamente cachonda.
Se marchó al vestuario femenino, volvió a cambiarse y cogiendo sus cosas salió de allí a la carrera, por fortuna en recepción aún no había nadie, lo que en cierto modo no le sentó nada bien, pues suponía que posiblemente esos dos continuaran “divirtiéndose”. Mientras se dirigía a su casa iba recordando, con sentimientos encontrados ante lo que había visto, achacó su estado de excitación al tiempo que llevaba sin follar, desde que se acostó con Dieter en Alemania, la única polla que había tenido en sus manos había sido la de su ex… y fue para lo que fue. Se dijo a sí misma, que el siguiente fin de semana, saldría por ahí de marcha a buscar algún tío bueno al que follarse. Esa noche tuvo un sueño bastante agitado, en el que ella era la morena recepcionista, y el puñetero tío del gimnasio se la follaba hasta hacerla correrse como una perra… Por la mañana tenía la cama completamente empapada, parecía que se hubiese orinado, sin embargo, toda la habitación apestaba a sexo… su sexo, al aroma de su excitación… incluso sintió sus dedos pegajosos de fluidos… prefirió no pensar en lo que pudiese haber ocurrido mientras dormía…
CONTINUARA