La tendera

Un cliente va por leche a su tienda del barrio.

LA TENDERA

Era la última hora de una calurosa tarde del mes de julio cuando Juanma entró en la pequeña tienda. Dentro, a punto de cerrar, se encontraba Cecilia. Inclinaba una botella de Font Vella sobre su boca para combatir los más de treinta grados que aún a esta hora soportaba.

Al ver la silueta del cliente recortada en la entrada miró para identificarle. El agua golpeó a borbotones contra su boca y un fino hilo se derramó sobre la comisura de sus labios descendiendo sensualmente por su barbilla y su cuello hasta perderse entre el canalillo delimitado por las hermosas tetas que se apretaban en el generoso escote de tirantes. Al contraste de la temperatura corporal con la de agua los pezones de Cecilia reaccionaron marcando su erección sobre la fina prenda que los cubría. Juanma se había deleitado con toda la secuencia vivida hasta empezar a notar presión en su entrepierna.

Cecilia terminó de beber y se secó los labios con el envés de su mano izquierda, sin dejar de mirar, ahora con ojos de vicio al hombre:

-Quiero un paquete de leche. –Dijo Juanma al sentirse demandado por la dueña de la tienda.

Cecilia lo escrutó de arriba abajo. La camiseta PUMA empapada en sudor y el pantalón deportivo delataban la actividad física que acababa de practicar. La mujer no pudo dejar de imaginar el cuerpo sudoroso de su cliente bajo una ducha de agua fría. Empalmado como estaba mientras se masturbaba pensando en los pezones erectos de ella. Este rápido pensamiento hizo que Cecilia se excitase.

Al dirigirse al estante de la leche, y aprovechando lo estrecho del local, pasó rozando el cuerpo de Juanma. Notando el calor que desprendía.

Con las piernas totalmente rectas, Cecilia inclinó su cuerpo para alcanzar el paquete de leche. El movimiento hizo que la minifalda negra subiese hasta el límite del pudor. Dejando al aire la parte más alta de los muslos de la mujer. En un acto casi instintivo el cliente avanzó la mano hasta casi tocarlos. Se contuvo y se mordió el labio inferior:

-¿Por qué parás? ¿Acaso no te gustá lo que tenés delante?

Juanma se dio cuenta entonces que Cecilia le había observado a través de los espejos que estaban al fondo de los estantes. La mujer retrocedió hasta apoyar su culo en el bulto del pantalón del hombre.

Juanma suspiró hondo antes de agarrar las caderas de la argentina y restregar su miembro erecto y aún cubierto con el pantalón por su culo:

-Hace tiempo que me tenés recaliente –le dijo Cecilia mientras se incorporaba. –Tocáme la concha.

El hombre introdujo la mano bajo la minifalda negra recorriendo el ardiente sexo de la dueña de la tienda. Cecilia dio un suspiro de satisfacción al notar los dedos del hombre intentando abrir sus labios vaginales a través del tanga.

Tras cerrar el negocio, la pareja quedó dentro del reducido local. Juanma asaltó por detrás a Cecilia inmediatamente después de echar la llave, y comenzó a besarle el cuello y amasarle las tetas por encima de la camiseta. Cecilia buscó sus labios y logró girarse hasta estar de cara. De nuevo comenzaron a comerse la boca apasionadamente entrelazando sus lenguas, aumentando la temperatura de sus cuerpos que comenzaban a sudar. Cecilia fue descendiendo hasta arrodillarse ante Juanma. Con ojos de vicio y una sonrisa pícara miró a su cliente pidiendo que se bajara el pantalón de deporte. Este no se hizo esperar y se sacó la polla totalmente empalmada.

Ella dio un suspiro de aprobación antes de agarrarla con su mano derecha y tirar del pantalón hasta abajo. Tiró de la piel hacia atrás tensando aún más el miembro donde se marcaban las venas antes de ir poco a poco acercando sus labios al glande. Jugueteó un poco con su lengua que hacía pasar rápido por la hendidura antes de ir introduciendo el miembro hasta su campanilla. Los vellos púbicos de Juanma rozaban en su nariz y el capullo se acomodaba en la entrada de su garganta. Era una experta comepollas. Muy lentamente comenzó a sacar la verga para después volver a introducírsela de nuevo.

El hombre, de pie, observaba como la cabeza de la argentina iba y venía a lo largo de su polla, con un movimiento de delante hacia atrás que se iba acelerando. Ayudada con su mano derecha comenzó a pajear a su cliente mientras comenzaba una comida rápida. El miembro se tensaba producto de la excitación, aumentando de calor. El sabor salado del sudor se mezclaba con el olor a sexo y el punto dulzón del líquido preseminal. Todo esto provocaba que su rajita comenzara a producir un ardiente flujo viscoso e inmediatamente llevó su mano izquierda bajo su minifalda para comenzar a tocarse.

Juanma comenzaba a notar como le llegaba el orgasmo. De pie en medio del pequeño local con la camiseta totalmente sudada y el pantalón deportivo por los tobillos dejó caer su cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, agarró la cabeza de la tendera y le marcó un ritmo más rápido que le llevó tras un grito a descargar la corrida en el interior de la boca ardiente de ella. Notó que le temblaban las piernas cuando Cecilia le agarró el culo. Tras incorporarse se colocó ante él y mostró su boca vacía haciéndole saber que se lo había tragado todo. Juanma no se pudo contener y la agarró por la nuca para plantarle un beso.

El hombre se terminó de desvestir antes de tirar de la mujer hacia el mostrador. Cecilia se dejó hacer. La subió al mueble mostrador y le quitó la camiseta de tirantes dejando a la vista dos maravillosas tetas de pezones riquísimos y erguidos. Sin paciencia, el cliente comenzó a morder arrancando de ella gemidos de placer. Juanma los agarró con los labios y tiró de cada uno de ellos hasta que se soltaron:

-Que rico lo hacés… -apuntó Cecilia con su acento porteño –coméme la concha.

El hombre la miró. Era la sensualidad en persona. Se había soltado la coleta que agarraba su melena cobriza. Ahora el pelo se le alborotaba alrededor de su cara donde los vivos ojos negros y la nariz respingona le daban un punto de encanto. Sus hermosas tetas seguían perfectamente firmes y sus pezones aun erguidos no tenían problemas para aguantar el paso de la edad. Juanma introdujo las manos bajo su minifalda y tiró de ambos lados de su tanga negro sin cuidado lo lanzó hacia atrás quedando la prenda enganchada en una estantería de patatas fritas. Ella liberó un poco más su entrepierna y el hombre se arrodilló ante ella quedando su cara a la altura justa del sexo tan solo cubierto por una estrecha tirita de vellos negros. Sin pensarlo dos veces el hombre atacó su objetivo. Cecilia inspiró fuerte al notar la lengua de Juanma recorrer su raja y terminar en la pipa:

-Oohhhhggg… que gusto joder.

Hacía saber ella mientras él comenzaba a introducir la lengua en el interior de la vagina. Recorría con habilidad toda la cavidad sintiendo la textura de los pliegues interiores y bebiendo los jugos que manaban de allí para acabar dando pequeños mordiscos en el clítoris que llevaron a la mujer a un sonoro orgasmo agarrada a la cabellera de él:

-Comé, comé, así, así…. Que me corro, dios, que me corro…

Hasta que por fin apretó sus piernas en torno a la cabeza de Juanma que aún seguía enganchado al clítoris mientras Cecilia trataba de separarle de ella.

En un acto de violencia, el hombre bajó a la mujer del mostrador y la volvió contra este. Ella se dejaba hacer victima de una excitación tremenda. La obligó a apoyar el cuerpo contra el mueble y sin miramientos le rompió la minifalda de un tirón. Colocado tras ella dio un cachetazo en una de sus nalgas y con una mano en la espalda la apretaba contra el mueble. Ella sentía como sus tetas estaban aplastadas contra el cristal del mostrador y no se podía mover, estaba a merced de su “agresor” quien sin ningún tipo de delicadeza le calzó la polla hasta el fondo:

-Ah, cabrón que me duele…

Al oír esto Juanma volvió a incrustar su polla hasta el fondo de su ser arrancando otra nueva queja. Ahora con su mano izquierda tiró de la melena de su montura al tiempo que ejercía fuerza hacia abajo inmovilizándola. Cecilia, como pudo se agarró con ambas manos al mostrador viendo lo que se le venía encima. El hombre comenzó un tremendo movimiento de riñones perforando cada vez más hondo el coño de aquella argentina viciosa y provocadora:

-No te quejes, puta, que tú te lo has buscado. –Aclaraba Juanma el polvazo.

-Si no me quejo boludo –contestaba ella con un hilo de voz –lo estoy disfrutando.

Entendiendo esto como otra provocación Juanma aceleró, ahora agarrado a la cadera y a la cabellera, hasta llegar a un tremendo orgasmo que hizo que descargara otra gran cantidad de semen en el coño de la argentina. Cayó rendido sobre la espalda de Cecilia que notó como se le había clavado el filo del mostrador en el bajo vientre y no era consciente del dolor hasta ahora.

Acabaron los dos sentados en el suelo compartiendo un cigarro y pensando en como iba a salir a la calle Cecilia ahora que su minifalda estaba totalmente rota por la fogosidad de su cliente.