La taxista, su amiga y un pintor. Trío inesperado
Relato sobre un trío inesperado entre una taxista lesbiana, su antigua novia y un afamado pintor. A raiz de una invitación para posar, la taxista es objeto de abuso por parte de su ex y del otro sujeto. Bisexualidad y dominación.
“¡Qué coñazo de día!”, llevaba cinco horas al volante y estaba hasta los putos ovarios.
Ni siquiera había parado a comer: La gente cree que los días de lluvia son buenos para los taxistas pero no saben lo que significa conducir con ese tráfico. Todo el mundo saca su coche en cuanto ve que pueden caer unas jodidas gotas y quien realmente trabaja en la calle, se tiene que joder.
Odio levantarme por las mañanas y escuchar mientras me ducho que está lloviendo porque sé que va a ser un infierno. Ni que decir tiene que esa mierda de día fue así. Embotellamiento tras embotellamiento y las paradas llenas, por lo que ni siquiera pude descansar tranquilamente en una esperando un viaje sino que durante cinco horas tuve que conducir sin respiro alguno.
“Como esto siga así me voy al Fulanita, a ver si pillo un coño que llevarme a la boca”, sentencié más que harta.
Cuando más desesperada estaba, al pasar por el Bernabeu, vi que un tipo me paraba. Echándome a un lado, paré en un semáforo a esperarle. A mi lado una muchacha acababa de ser bañada por un autobús.
-¡Qué hijo de puta!- exclamé al percatarme que el conductor lo había hecho a propósito.
Sin darse cuenta que había parado por el hombretón, la cría se metió en mi taxi. La situación no podía resultar más incómoda. Sin saber qué hacer me quedé muda al comprobar que dos personas diferentes habían entrado a la vez en el automóvil. Aunque me había detenido por el hombre, la que me daba pena era la pobre mujer empapada. Pensando que lo resolverían entre ellos, pregunté poniendo en marcha el taxímetro:
-¿A dónde les llevo?-
El pasajero debió creer que esa rubia que se acababa de subir en la parte delantera era una amiga mía y por eso sin darle importancia, me contestó que a la puerta de Toledo. Al escucharlo la recién llegada se dio cuenta de que el taxi estaba ocupado pero la urgencia por llegar a su cita le hizo forzar la situación, haciéndose la despistada exclamó que ella había llegado antes y que quería ir a la glorieta de Pirámides.
Ahí fue cuando realmente me fijé en la muchacha. La tela blanca de la blusa, empapada y pegada, era casi transparente, dejándome entrever que la cría tenía unos pechos dignos de un piropo y si a eso se le añadía la minifalda negra que llevaba, la convertían en una tentación irresistible.
“Qué buena está”, pensé apenada por tener que echarla.
Indecisa sobre qué hacer, conseguí levantar mi mirada de los enormes senos de ese primor, descubriendo que tras ese rimel corrido por el agua se encontraba Elena, mi primer amor. No pude evitar recordar esos besos adolescentes tras la iglesia, los primeros magreos llenos de culpa por estar haciendo algo inmoral pero sobre todo el dolor que sentí cuando ella me dejó por culpa de Antonio, el hijo del alcalde.
“Me hizo daño”, pensé tratando de conseguir los arrestos suficientes para dejarla tirada en mitad de la Castellana.
Desgraciadamente, tardé más de lo necesario en retirar mis ojos de esos pezones erizados por el frio. Siempre me habían excitado los senos con los que la naturaleza había dotado a esa ex amiga y no pude evitar sentir como mis bragas se mojaban. Aunque yo era más bien plana, la ausencia de dos buenas tetas, nunca me había importado porque para mí eran un símbolo de masculinidad con la que conquistar a mis parejas pero tengo que reconocer que, frente a ese monumento, me sentí vacía, sin gracia.
En cambio ella era todo femineidad y por eso fue doloroso percatarme que bajo la camiseta, mis aureolas se ponían duras al disfrutar con verdadera hambre de los de esa amiga de la infancia. Venciendo la vergüenza, le dije:
-¡Elena! No te había reconocido. ¿Desde cuando eres rubia?- y dirigiéndome al otro pasajero, le pregunté: -Perdone señor, le importa que llevemos a esta señorita, parece que necesita que la acerquemos, le costara menos. Es amiga mía, ¿no le importa?-
El aludido no pudo contestarme, estaba demasiado sorprendido por la situación pero sobre todo porque al observarnos comprendió que las musas nos habían mandado a su encuentro. Todavía no lo sabía pero ese tipo era un pintor y al vernos decidió que éramos las modelos que necesitaba. Al repetírselo por segunda vez, decidió no dejar pasar la oportunidad de que posáramos para él y contestó que por él no había problema.
En cambio, Elena, que aún tenía dos lagrimones en la cara, no se sabía qué hacer, incluso dudaba si de las gotas que la chorreaban por la cara eran producto del hijo de puta que le había empapado o se debían a la impresión de estar delante a un fantasma del pasado.
-No te había visto desde que me dejaste- le susurré al oído.
Horrorizada, me reconoció. Momentos antes mi taxi le había parecido su salvación e instintivamente se había subido delante al saber que era una conductora. Lo que por un momento se le había antojado como un refugio se tornó en un tormento. Incapaz de soportar la vergüenza de encontrarse de frente a mí y que encima le recordase ese desliz tanta veces ocultado le hizo lamentarse de su mala suerte y entre lágrimas amargamente echarme la culpa de lo que pasó. Sollozando, se quejó que durante años todo el pueblo habló de ello y que solo la fortuna había evitado que llegara a oídos de sus padres.
Compadecida pero excitada al volver a encontrarme con la mujer que me había revelado mi sexualidad, intenté tranquilizarla dándole un pañuelo con el que secarse mientras le decía:
-Eso fue hace muchos años. No te pongas así- y haciendo caso omiso al alucinado pasajero, le solté: -Te llevo gratis a pirámides y así me cuentas cómo te va la vida-
El pintor, tratando de no perder la ocasión que las hadas le habían otorgado, me apoyó diciéndola que me hiciera caso. Ahora sé que no lo hizo por buen samaritano sino porque su olfato le dijo que esas dos mujeres eran las que necesitaba para completar el encargo. Una andrógina, casi masculina, mientras la otra era el sumun de la belleza femenina. Pequeña, delicada y vulnerable era casi una virgen renacentista.
El tono suave del hombre la terminó de convencer y acomodándose en el asiento, se dio por vencida diciendo que tenía prisa y mirando hacia el frente, evitó mis ojos. Yo, por mi parte, no pude dejar de echar un vistazo a su escote. Mi ex respiraba con dificultad y eso lo hacía más sugerente. Los nervios de Elena habían provocado que esas adoradas aureolas se encogieran, mostrándose traicioneras bajo su blusa. ¡Cómo deseaba acariciar esas maravillas!, todos mis poros ansiaban volver a sentir esa dulce piel contra la mía.
Estaba dudando sobre cómo hacer un acercamiento cuando escuché que el hombre sentado en su espalda exclamaba que eso solo ocurría en Madrid. Sin saber a qué se refería, giré la cabeza hacia donde señalaba el moreno y descojonada descubrí que aprovechando el atasco, una rubia montada de paquete en una BMW parecía estar masturbando a su pareja en medio de la ciudad.
-¡No puede ser- dije alucinada y siguiendo la instrucciones del pasajero, avancé hacia ellos. El inmenso embotellamiento en el que estaban inmersos, solo me dejó adelantar unos quince metros. Desde su nuevo ángulo de visión, solo alcanzaba a ver el culo perfecto de esa mujer y su brazo subiendo y bajando por la entrepierna del conductor de la moto.
-¡Que huevos!- exclamé mientras cegada por la curiosidad intentaba acercarme.
Elena que se había mantenido en silencio, soltó una carcajada al ser parte de ese instante voyeur. Sus ojos brillaban por la emoción de pillar a dos descarados amantes en mitad de la vía pública. Espontáneamente, los tres ocupantes del vehículo no pudimos apartar la mirada de esa rubia, cuyo casco no ocultaba su sexo ni de esas piernas perfectamente contorneadas que se mostraban en tensión tras esos leggins grises. Dejándonos llevar, ojeamos a través de los cristales llenos de gotas, los movimientos de esa mujer.
Mi ex me pidió que me acercara más sin darse cuenta que sus pezones se volvían a poner tiesos y en esta ocasión no por el frio sino por el morbo de lo que estaba viendo. Aunque intenté adelantar a un pesado, me resultó imposible. Los otros coches, al no moverse, nos privó de la visión que añorábamos y nos tuvimos que conformar con la silueta de esa preciosidad perdiéndose en el tráfico.
Fue entonces cuando mi pasajero nos soltó cabreado que debería darnos vergüenza que mientras esa pareja hacía el amor sin importarles quien mirara, nosotras en cambio estuviéramos discutiendo sobre errores pasados. Viendo que ese desconocido tenía razón, nos miramos y sonriendo enterramos los embarazosos recuerdos de nuestra juventud. Durante unos minutos ninguna dijo nada, de manera que tuvo que ser el pasajero quien se presentara. Con voz grave nos explicó que era un pintor de reconocido prestigio.
Elena, venciendo su resistencia, le agradeció su comprensión y con la gracia habitual en ella, se presentó diciéndole su nombre y en cambio a mí, me bautizó como la zorra desorejada que le había jodido su niñez. El insulto no me causo mella y sonriendo, dije:
-Soy Bárbara-
El tipo haciendo gala de una curiosidad insana nos preguntó sobre el problema que teníamos entre nosotras dos. Reconozco que ambas nos quedamos cortadas. Era difícil el confesar para Elena, su pasado lésbico y para mí, mi militancia sin fisuras.
-Fuimos novias- le dije una vez pasado unos momentos, sabiendo que mi antigua pareja se iba a mostrar escandalizada.
Lo que no se esperábamos ninguna de las dos, fue que ese atractivo hombretón soltara una carcajada y tras lo cual, nos dijera que éramos lo que necesitaba. Viendo nuestra extrañeza, sin más prolegómeno, nos explicó la naturaleza de su problema. Por lo visto hacía más de un mes, unos clientes le habían encargado un cuadro que ensalzara la dominación femenina sin pecar en lo grosero. En su mente supo que necesitaba una mujer de aspecto virginal y otra con pinta de tener muchos renglones escritos. Jóvenes y bellas no podían parecer putas. Una tenía que transmitir bondad mientras la otra una pizca de picardía no exenta de sensualidad. Lo que parecía fácil en un principio, le había resultado imposible y por eso preocupado, esa tarde estaba a punto de claudicar cuando se metió en el taxi y al vernos comprendió que sus problemas habían terminado.
La reacción de nosotras fue completamente diferente: Yo tuve que reprimir un suspiro por el morbo de yacer desnuda con mi ex bajo la atenta mirada de ese tipo mientras pintaba pero, en cambio, Elena se negó poniendo por excusa que iba a una entrevista de trabajo y que no podía no podía faltar.
El pintor desesperado por perder a sus modelos, nos ofreció quinientos euros por una tarde de trabajo posando. Por lo visto, él trabajaba sobre fotos por lo que nos iba a retratar con su cámara para después elegir una para servirle de modelo. Al oír la cifra, miré a mi amiga, implorando que aceptara la proposición pero esta siguió en sus trece, aduciendo que necesitaba un salario mensual. Cuando ya creía que me iba a quedar sin esa pasta y lo que era peor, cuando ya había dado por perdida la posibilidad de estar con esa belleza, le sonó el móvil. Al contestar, se le cambió el semblante. Me di cuenta que le acababan de dar una mala noticia y no queriendo interrumpirla, esperé a que colgara para preguntarle qué había pasado. Elena estaba hecha polvo y no quería hablar pero tras pensárselo bien, me explicó que le habían cancelado la cita porque el puesto ya estaba ocupado.
Alonso, el otro pasajero, aprovechando la ocasión reiteró su oferta, añadiendo otros cien euros para cada una. El muy cabrón jugó duro y la propia necesidad de mi ex le llevó aceptar pero con condiciones. Aunque era parte interesada, fui testigo muda de un tira y afloja entre ellos dos. Al final, Elena consiguió sacar del pintor que ya que iba a ser una sesión sobre dominación, ella fuera la domina y yo, la sumisa. Sé que debí de quejarme pero solo pensar en la idea de que mi ex me dominara, me excitó a lo bestia y con las bragas empapadas, conduje hacía el estudio del pintor.
Completamente nerviosa, aparqué el taxi y sin hablar, los seguí hasta la casa. Mi amiga había perdido su reticencia inicial y charlaba alegremente con Alonso sobre cómo debía de posar. El artista le explicó que en absoluto iba a ser una sesión porno y que lo que necesitaba era una serie de fotografías eróticas donde ella y yo adoptáramos diferentes posturas. Para el aquel entonces ya tenía mi coño completamente encharcado y cada vez más excitada, deseaba que llegara el momento en que esa rubia me dominara.
“Estoy tan cachonda que me lo va a notar en cuando me desnude” pensé al sentir que, bajo mi camisa, mis pechos anhelaban ser acariciados.
Al entrar en el estudio de artista, nos dejó unos momentos a solas porque se iba a cambiar, lo que me dio la oportunidad de preguntar a mi amiga:
-¿Estas segura de hacerlo?.
Elena me dirigió una mirada asesina al oírme, tras lo cual, pegando un pellizco en uno de mis pezones, me contestó que lo estaba deseando porque me iba a hacer pagar las humillaciones que había tenido que soportar en el pueblo. Aunque su boca hablaba de venganza, no pude reprimir un gemido de deseo al sentir el anticipo del castigo. En ese instante supe que sería una sucia sumisa en sus manos y que por mucho que me hiciera sufrir, no me quejaría porque disfrutaría salvajemente siendo su perra. Estaba alucinada por desear ser suya de esa manera pero también por el cambio que había sufrido desde que se subió en mi taxi. Cuando entró empapada, era una muñeca rota pero, ahora, la mujer que tenía enfrente era una zorra dispuesta a hacerme expiar mis pecados.
Me estaba empezando a arrepentir de haberle insistido en aceptar la oferta pero entonces Alonso volvió al salón y mientras ajustaba la cámara de fotos, nos pidió que nos fuéramos desnudando. Al oírlo, decidí echarle valor y un tanto cortada empecé a desabrochar los botones de mi camisa.
No os podéis imaginar lo bruta que me puso percatarme que Elena me miraba fijamente. En sus ojos no había deseo sino desprecio pero aun así todo mi cuerpo recibió como una caricia su mirada. Al despojarme de la blusa, mi antigua novia echó un vistazo a mis pechos e imprimiendo un tono burlesco, se rio de mí diciendo que no se acordaba de lo pequeños que eran.
Sé que lo hizo para molestarme pero no lo consiguió porque casi me corro al sentir su repaso y tratando de defenderme, le solté:
-Pues recuerdo que te encantaban.
Ella al escucharme, soltó una carcajada cruel y acercándose a mi lado, me susurró que había cambiado y que lo que ahora le apetecía, era azotarlos. Aprovechando su cercanía, la besé. Indignada, me soltó un tortazo y cogiéndome del pelo, me llamó puta. El pintor al ver la escenita nos preguntó qué hacíamos.
-Practicando- respondí sonriendo.
Mi descaro le tranquilizó pero solo hizo enervar más aún a mi ex. Viendo su cabreo, decidí forzar su reacción diciéndola:
-Amor, estoy deseando que me castigues.
Me creí morir al comprobar el efecto de mis palabras. Nunca me hubiera imaginado que la mojigata de mi ex se excitara pensando en someterme y por eso cuando Elena, sin dignarse a contestarme, le preguntó con la respiración entrecortada a Alonso si tenía una cuerda con la que atarme, sentí que mi chocho se licuaba. Este, soltando una carcajada, le contestó que tenía algo mejor y sacando de un cajón una fusta y un collar con correa, se los dio. La rubia al cogerlos, me gritó que me terminara de desnudar.
Su orden me hizo temblar de pasión y obedeciendo, me quedé desnuda frente a ella. Mientras terminaba de hacerlo, vi como mi antigua novia se quitaba su ropa. Reconozco que en cuanto se empezó a despojar de la blusa, no pude evitar quedármela mirando completamente alelada. Era una sensación maravillosa ver como esa preciosidad se iba desnudando. Sé que no debí hacerlo pero en cuanto vi sus rosados pezones, inconscientemente, llevé mi mano a mi entrepierna y me puse a masturbarme con rapidez. Sabía que en cuanto ella terminase, me iba a castigar por hacerlo pero estaba tan cachonda que no me importó.
Elena, tardó en darse cuenta y cuando lo hizo, enfurecida, me puso el collar y tirando de la cadena, me obligó a arrodillarme. Una vez en el suelo, con la fusta empezó a azotarme mientras Alonso cámara en mano inmortalizaba el momento. Chillé de placer a sentir la caricia del cuero en mi trasero y anhelando ser reprendida, le grité:
-¡No sabes ni golpear!
Eso fue la gota que colmó su paciencia y subiéndose sobre mi espalda, me obligó a llevarla por la habitación como si de una yegua me tratara. Con mi melena en una mano y azuzándome con la otra, fui su montura durante unos minutos hasta que cansada por el juego, se bajó y usando la fusta, me penetró.
-Dios mío- aullé al notar la intrusión y berreando le rogué que no parara.
Mi entrega y sumisión junto a la presencia del pintor sacando fotos fueron el detonante de su excitación y sin pedirme opinión, me dio la vuelta y sentándose a horcajadas sobre mi cara, me exigió que le diera placer. No me lo tuvo que repetir dos veces, separando con mis dedos sus pliegues, me concentré con mi lengua en su clítoris mientras ella seguía torturando mi sexo con la vara. Estoy segura que se percató que me corrí por primera vez al saborear en mi boca su flujo pero en vez de castigarme por ello, siguió violando cada vez más rápido mi cueva mientras se dedicaba a pellizcar brutalmente mis pezones.
-Ahhh- gemí casi llorando cuando retorciéndome una aureola, me insultó llamándome zorra lesbiana.
Sabiendo que estaba en sus manos y de que de nada me serviría quejarme, introduje mi lengua en su interior mientras me aferraba con mis manos a su culo. Elena al sentir que mis lamidas la estaban llevando al orgasmo y que Alonso estaba como una moto, decidió que era el momento de llevar a cabo sus planes y dirigiéndose a él, le pidió que se desnudara. Este no puso ningún reparo y en pocos segundos estaba en pelotas a nuestro lado. Sin saber qué hacer, esperó órdenes.
Aunque no os lo creáis, no caí en sus intenciones hasta que obligándome a ponerme de rodillas sin dejar de mamarla, le pidió al hasta ese momento testigo de piedra que me follara. Traté de protestar, nunca en mi vida un hombre había horadado mi cuerpo pero obviando mis quejas, mi ex me dio un bofetón y tirándome del pelo, me forzó a seguir comiéndole el coño mientras ese tipo se ponía a mi espalda. Creí vomitar cuando sentí que con su glande jugueteaba con mi sexo pero incapaz de desobedecer a mi captora, no rechacé sus maniobras mientras trataba de convencer a mi mente que ese pene que estaba a punto de rellenar mi conducto era un consolador en manos de mi antigua novia.
Mi pasividad terminó de despejar las dudas de Alonso, el cual de un solo empujón metió toda su extensión en mi cueva. Al experimentar por vez primera un falo en mi interior, me sorprendió que lejos de asquearme la sensación fuera al menos placentera y por eso, pegando un suspiro continué comiéndome el maravilloso coño que tenía a mi disposición. Concentrada en Elena, no pude dejar de experimentar excitación al ser follada y cada vez más caliente, moví mis caderas facilitando la intrusión del pintor.
-¡Eres un putón!- me soltó mi ex al comprobar que recibía con gozo los embates de un pene y queriendo maximizar mi claudicación, se levantó y cogiendo mis nalgas entre sus manos, las abrió y metiendo un dedo en su interior, dijo: -Alonso, a esta guarra nunca le han dado por culo-
-Por ahí, ¡No!- grité acojonada.
Mi brutal rechazo solo consiguió incrementar el morbo de Elena que sin esperar a que mi ano se acostumbrara a tener un intruso en su interior, me metió otro mientras se reía. Sé que debí de chillar pero envuelta en sensaciones nuevas, solo pude gemir de gusto. El hombre creyendo que le daba entrada, sacó su instrumento de mi sexo y colocándolo en mi esfínter, lentamente fue horadándolo.
-¡Mierda!-aullé estremeciéndome por el dolor.
Mi sufrimiento provocó otra carcajada de mi captora.
-Más fuerte- reclamó y soltando un fuerte azote en el trasero a Alonso, le obligó a penetrarme hasta el fondo: -¡Haz que esta puta sufra!-
Azuzado por la nalgada, el pintor me cabalgó salvajemente. Sus embestidas alcanzaron un ritmo infernal que derribó todas mis defensas y contra toda lógica, el dolor se transformó en placer y berreando por mi sexualidad perdida, me corrí. Todo mi cuerpo convulsionó al experimentar que me derretía siendo usada por un hombre y totalmente a su merced, grité que no parara. Alonso al escuchar mi pedido, me cogió del pelo y usándolo como riendas, se lanzó en un galope desenfrenado que me hizo alcanzar nuevas cotas de excitación mientras mi ex se dedicaba a azotar mi espalda con su fusta.
-¡Por favor!- chillé descompuesta al interiorizar que mi sumisión era absoluta y que esa pareja me había llevado al agotamiento.
Fue entonces, cuando Elena retirando al sujeto y tomando su lugar, me folló salvajemente con sus manos en mis dos orificios mientras me exigía que le hiciera una mamada. No pude negarme y por eso abriendo mi boca, dejé que incrustara el pene en mi garganta. Tras el asco inicial, mi propia excitación hizo que me dejara llevar y con fruición, limpié con mi lengua mi primera verga sin saber que en pocos segundos, saborearía semen. Alonso, vencido por la situación me avisó de su inminente eyaculación y antes que pudiera retirarme, escuché a mi antigua novia ordenar que me tragara todo, por eso cuando explotó en el interior de mi boca, tuve que engullir su simiente mientras incomprensiblemente, volvía a sentir que un brutal orgasmo me paralizaba por completo. Agotada, me dejé caer sobre la alfombra y sollozando por mi debilidad, tuve que ser testigo de cómo Elena y Francisco daban rienda suelta a su ímpetu hetero.
Desde esa tarde, son pareja y una vez a la semana, llamó al timbre de ese estudio para que me aten y me usen de la forma más humillante, pero os tengo que reconocer que los días que sé que voy a verlos, mi chocho y mi culo chorrean por anticipado. Sigo siendo lesbiana pero ante todo soy la perra sumisa de esa pareja y estoy encantada.
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