La tarea (1)

Un amo propone una prueba a su posible nueva sumisa. Ella le explica como ha cumplido lo que el le ha encomendado.

Este relato es fruto de la imaginación, pero está basado en las ideas proporcionadas por otro autor de " todorelatos.com", Picante 100, y a él se lo dedico.

Tal y como me has " ordenado ", te describo lo que hice ayer después de que te desconectases:

Entre un rato en " todo relatos " y estuve leyendo tus historias, las cuales hicieron que me excitara hasta el punto de sentirme muy húmeda...

Lo peor de todo es que en ningún momento era capaz de quitar de mis pensamientos la " conversación " que habíamos mantenido. Algunas frases me venían a la cabeza y hacían que me excitara aún más.

Y por supuesto, en ningún momento olvidé la " tarea " que me habías propuesto... no era una orden, sólo una sugerencia; todavía no era tu sumisa y aún ahora no se si lo llegaré a ser...

Excitación, morbo, curiosidad, algo de miedo... esas sensaciones se juntaban en mi interior como un remolino muy potente...

Me habías dicho que podíamos empezar con algo suave, que probase a ver que me atrevía a hacer; pero como soy totalmente novel en esto, lo que a ti te parecía suave, a mi me parecía fuerte...

La tarea se basaba en tres actos:

Una ducha a presión sobre mi clítoris era lo primero. Bueno, eso no era difícil, ya lo había probado alguna otra vez por iniciativa propia.

Usando el gel de la ducha debía introducir mis dedos por el ano para dilatarlo; esa era lo segundo que debía hacer. Eso se me hacía más cuesta arriba, puesto que soy virgen por esa zona. Me daba cierto reparo hacerlo, además de miedo...miedo al dolor.

La tercera propuesta era la más dura. Aplicar en mis pezones y labios vaginales unas pinzas. Un miedo al dolor aun mayor...y tal vez el acto más sumiso de los que me habías planteado.

Tal vez te preguntas si me atreví a llevar a cabo la tarea completa o sólo algunas partes, o si no hice nada...

Pues bien, la llevé a cabo al completo. Aunque con alguna pequeña variación...

Me dijiste que debía realizar las tres en la ducha, pero ahí solo realicé la primera, la más fácil, con el resultado de que salí del baño aun más excitada de lo que entré.

Una vez en mi habitación, a punto de irme a la cama, decidí intentar las otras dos peticiones. Quería probar que se sentía al hacer cosas que hasta entonces sólo había leído.

Invirtiendo el orden de lo que me habías dicho, me decidí a probar primero las pinzas. Cogí seis en total, (aunque no sabía si sería capaz de usar apenas una )y volví a mi habitación.

Me armé de valor y metiendo mi mano por debajo del pantalón del pijama ( bajo el cual no llevaba nada ) puse la primera en mi labio vaginal derecho. Pude comprobar que no dolía tanto como pensaba, era como un pellizco no muy fuerte, así que me decidí a poner una segunda en el labio izquierdo. La sensación seguía sin parecerme lo suficiente fuerte como para hacerme desistir, así que coloqué otras dos más, una a cada lado. A medida que pasaban los segundos, la presión se hacía más fuerte y sentía como se calentaban mis labios y como iba aumentando poco a poco el dolor, pero siendo perfectamente soportable.

Me quedaban dos pinzas y tú me habías dicho que también debía ponerlas en mis pezones, así que respirando hondo, probé a poner la primera el izquierdo; En cuanto solté la pinza y esta se quedó prendida en mi carne, sentí un dolor tan intenso que tuve que soltarla de inmediato. Pensé que aquello si que no lo iba a soportar, que iba a ser demasiado.

Tardé unos segundos en tranquilizarme tras lo cual decidí intentarlo de nuevo, pero esta vez soltando la pinza poco a poco y cambiándola de posición...en cuando la soltaba, el dolor se hacía presa de mi pezón como un aguja clavándose, pero al fin conseguí ponerla de tal manera que el dolor, aún muy intenso, se hacía soportable.

Intenté colocar la última pinza en el pezón derecho, pero este parece ser que era más sensible y no pude soportarlo, no importaba como la colocase, así que al final desistí.

De esta guisa, y aguantando como pude la presión de las pinzas ( las de los labios vaginales ya estaban haciendo un efecto muy intenso ) decidí ejecutar la última prueba...

Cogí un tarro de crema y me metí en la cama como pude tratando de que mis movimientos no acrecentaran el dolor de mis doloridas partes pinzadas.

Ya en la cama, apagué la luz, deslicé el pantalón de mi pijama, abrí el tarro de crema, unté un dedo y abriendo las piernas me dispuse a tratar de dilatar mi agujero más virgen.

Primero unté mi ano por fuera y poco a poco fui haciendo presión hasta que éste comenzó a ceder y mi dedo empezó a entrar poco a poco,...Lo fui moviendo para que entrara aún más; me dolía un poco, pero continué.

Al rato lo saqué para untar en crema otro dedo más e intentar introducir los dos al tiempo, pero esto ya no fue posible y desistí de ello.

A pesar del dolor estaba terriblemente excitada y deseaba masturbarme. Cosa que empecé a hacer sin quitarme ninguna de las pinzas, acariciando mi clítoris hasta terminar con un maravilloso orgasmo.

Lo peor de todo es que en cada uno de mis actos consciente o inconscientemente, no lo se, te lo dedicaba...

¿Será verdad que en el fondo tengo alma de sumisa...?

Para cualquier comentario o sugerencia, podéis escribirme a estadovirgen@yahoo.es